viernes, 31 de julio de 2015

El cementerio que no existe

El Cementerio Americano de Oise-Aisne

Cerca del pueblo de Fère-en-Tardenois, en la Picardía francesa, se encuentra el Cementerio y Memorial Americano de Oise-Aisne, en el que yacen los restos de 6012 soldados norteamericanos (entre ellos, los de 597 que jamás fueron identificados) caídos en combate durante la Primera Guerra Mundial, además de un monumento en recuerdo de otros 241 soldados dados por desaparecidos en combate y cuyos cuerpos no fueron recuperados. Creado en 1918 en un terreno cedido por el gobierno francés, ocupa unas 15 hectáreas de terreno y es un lugar muy agradable, cuidado con esmero, con paseos arbolados y dividido en cuatro parcelas: A, B, C y D.
A no mucha distancia, separado de la sección principal, existe otro cementerio de soldados norteamericanos, mucho más modesto, de apenas 400 metros cuadrados, que se conoce como Parcela E y que, oficialmente, no existe: no se menciona en documentos oficiales del ejército, ni en la web de la Comisión Americana de Monumentos de Guerra, ni siquiera en los folletos y mapas editados para los visitantes del cementerio de Oise-Aisne. El motivo de tal encubrimiento es la particular condición de los hombres que yacen allí enterrados: se trata de soldados condenados a muerte y ejecutados durante la Segunda Guerra Mundial por haber cometido graves crímenes (asesinato y violación) contra otros soldados del ejército norteamericano o contra civiles de los países en los que se encontraban.
Durante la Segunda Guerra Mundial, 98 soldados norteamericanos fueron condenados a muerte y ejecutados, por ahorcamiento o fusilados, en el frente europeo, todos ellos acusados de asesinato o violación, con una única excepción: el soldado Eddie Slovik, ejecutado por desertor en Francia el 31 de enero de 1945 (se trata del único soldado estadounidense ejecutado por deserción desde la Guerra de Secesión). Mucho se ha hablado del sesgo racista de estas condenas: 80 de los 98 ejecutados eran negros o hispanos. Sus cuerpos fueron enterrados cerca de donde habían sido ajusticiados, en distintos cementerios de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Polonia y Argelia hasta que, en 1949, se decidió trasladar a 96 de ellos a este nuevo cementerio creado ex-profeso para los que habían sufrido lo que en los registros oficiales figura como "muerte deshonrosa". Muchas de las familias de estos soldados no fueron informadas de las circunstancias de sus muertes hasta años o décadas más tarde, limitándose a informarlos de que habían muerto debido a "mala conducta intencionada".
Es tal el secretismo que rodea este cementerio que aún hoy no se sabe de quién o quienes partió la orden de su creación ni sus motivos; quizá buscaban esconder una página vergonzosa de su historia militar, o quizá consideraban inmerecido que estos hombres estuviesen enterrados junto a otros soldados caídos en combate. Sea como fuere, se tomaron muchas molestias para construir este lugar y mantenerlo oculto.

La Parcela E
La Parcela E está a varios cientos de metros de las otras cuatro, separada de ellas por una carretera, escondida en medio de una zona arbolada y rodeada de setos que impiden la visión desde el exterior. Sólo se accede a ella a través de una puerta en el despacho del superintendente del cementerio. No se permite el acceso al público en general y es complicado obtener permiso para visitarla. Las tumbas carecen de lápidas: tienen sólo un pequeño rótulo de piedra, del tamaño de una tarjeta de crédito, en el que figura únicamente el número de la tumba; ni nombres, ni fechas, ni dato alguno sobre quién está allí enterrado. Una sencilla cruz de granito es el único adorno del lugar. Ni siquiera se permite la presencia de la bandera norteamericana, y la distribución del lugar es tan detallista que hasta las tumbas están orientadas a espaldas de las del cementerio oficial.
Hoy en día, permanecen allí enterrados 94 cuerpos (dos de los originalmente trasladados allí fueron exhumados y repatriados a EEUU en 1987 y 1990).

martes, 28 de julio de 2015

Lise Meitner, la pionera olvidada

Lise Meitner (1878-1968)

Nacida en Viena el 17 de noviembre de 1878, en el seno de una familia judía (aunque se convertiría al luteranismo en 1908), Lise Meitner era hija de Philipp Meitner, uno  de los primeros abogados judíos de Austria (los judíos no tuvieron acceso a los estudios universitarios en Austria hasta 1867), además de un extraordinario ajedrecista. Tuvo una esmerada educación, interesándose por la física y las matemáticas desde muy joven, y en 1901 se matriculó en la Universidad de Viena, siendo una de las cuatro primeras mujeres en hacerlo (hacía poco que el emperador Francisco José había autorizado el acceso de las mujeres a la educación superior). Fue discípula del célebre físico Ludwig Boltzmann y en 1906 se doctoró con una tesis sobre la conducción del calor en un cuerpo no homogéneo y trabajó durante un año en el Instituto de Física Teórica de Viena, antes de mudarse a Berlín para asistir a las clases de Física Teórica de Max Planck.
Una vez en Berlín, su talento despertó el interés de Planck, con cuya familia acabó viviendo varios años y que la contrataría como su asistente en 1912. Además, desde su llegada a Berlín trabajaba formando equipo con un joven físico llamado Otto Hahn en el Instituto de Química de la Universidad de Berlin, una colaboración que se prolongaría durante más de tres décadas. Como la Universidad no admitía a mujeres, durante dos años, Meitner trabajó sin recibir sueldo alguno y con medios muy precarios en un sótano que había sido un taller de carpintería. En 1909 Hahn descubrió un método para medir los espectros de la desintegración beta en los isótopos radiactivos. El prestigio de este descubrimiento le permitió ser nombrado en 1912 profesor en el recién creado Instituto Kaiser Guillermo (una sociedad que agrupaba a diversas instituciones de investigación científica), donde continuó sus investigaciones y se llevó con él a Meitner, primero como adjunta sin sueldo, pero a partir de 1913 como investigadora de pleno derecho.

Otto Hahn y Lise Meitner, en el laboratorio
El trabajo de Meitner sufrió un breve parón con el estallido de la Primera Guerra Mundial, en la que colaboró al esfuerzo bélico como enfermera y radióloga. Volvió al Instituto a finales de 1916 y colaboró con Hahn en el descubrimiento de un nuevo elemento de número atómico 91, el protactinio, en 1917. Sus descubrimientos les permitieron ir ascendiendo; Otto Hahn llegó a ser director del Instituto Kaiser Guillermo y Meitner fue nombrada catedrática de Física Nuclear Experimental. En 1926, Lise Meitner consiguió otro hito al convertirse en la primera mujer profesora de Física de la Universidad de Berlín.
Sin embargo, el advenimiento del nazismo supuso tiempos oscuros para los alemanes de origen judío, como Meitner. Científicos de renombre como los premios Nobel Fritz Haber y Otto Stern, el húngaro nacionalizado alemán Leo Szilard o el austríaco Otto Frisch (sobrino de Meitner) se vieron obligados a abandonar sus cátedras y laboratorios y marchar al exilio. Meitner resistió algún tiempo, gracias a su pasaporte austríaco, y a partir de 1935 comenzó a investigar los elementos transuránidos (de número atómico superior al del uranio, 92) junto a Hahn. Sin embargo, la situación no hizo sino empeorar, y cuando el acoso a Meitner se hizo insostenible, con la ayuda de varios amigos como Planck y Hahn y los físicos holandeses Dirk Coster y Adriaan Fokker consiguió un pasaporte falso con el que voló a Holanda y de allí a Suecia. Una huida casi de película, en la que estuvo a punto de ser descubierta: Kurt Hess, director del departamento de Química Orgánica del Instituto, era un ferviente nazi que informaba a las autoridades de todo lo que pasaba allí y les había avisado del riesgo de fuga de la científica. En Suecia, Meitner no tardó en encontrar empleo en el laboratorio del premio Nobel de Física Manne Siegbahn; un empleo muy por debajo de su cualificación (ni siquiera le permitían dar clases) pero que al menos le permitía subsistir.
Pese a las dificultades, Meitner seguía al tanto de los trabajos de sus antiguos colaboradores. En noviembre de 1938, Meitner se entrevista en secreto con Hahn y con su sobrino Frisch (que trabajaba en Dinamarca con el gran físico Niels Bohr) en Copenhague. Allí, Hahn la pone al corriente de sus experimentos bombardeando uranio con neutrones, intentando conseguir elementos transuránidos en el laboratorio. En contra de lo esperado, Hahn no sólo no ha obtenido dichos elementos, sino que además ha hallado un residuo que parece ser bario (aunque él cree que pudiera ser radio). Meitner le sugiere que repita el experimento y compruebe la verdadera naturaleza del misterioso elemento, ya que si fuese de verdad bario, la única explicación sería una fisión nuclear. Dicha idea, la de que el átomo pudiera romperse para dar lugar a dos elementos de menor peso atómico, la había sugerido por primera vez en 1934 otra gran física, Ida Noddack, pero sin aportar pruebas ni una explicación teórica.
En las navidades de ese año, Frisch viaja a Suecia para pasar unos días con su tía. Una tarde, ambos salen a pasear por el bosque nevado. Lise camina pensativa, dándole vueltas a los resultados de Hahn. Su sobrino le ha traído una carta de su antiguo colega, sacada en secreto de Alemania, en la que le informa de que el residuo hallado en sus experimentos es, sin duda alguna, bario. La científica trata de encajar todas las piezas y encontrar una respuesta. Y de repente, lo ve claro. Se sienta en un tronco, saca papel y lápiz y se pone a escribir a toda prisa. Por fin ha dado con una explicación, que además concuerda con la teoría atómica de Bohr, que comparaba el núcleo del átomo con una gota de agua: el bombardeo de neutrones provoca que el núcleo se rompa, no en varios trozos, sino que, al igual que una gota de agua, se separa en dos partes, que se repelen al poseer cargas similares. Lo único que quedaba por explicar era la elevada cantidad de energía que el proceso producía. Y Meitner lo explicó recurriendo a la famosa ecuación E=mc2 de la teoría de la relatividad de Einstein, sugiriendo que esa energía procedía de la diferencia de masa entre el uranio original y los productos obtenidos, diferencia que se había transformado en energía. Hizo los cálculos de memoria, y sus resultados coincidían casi perfectamente con los obtenidos por Hahn.
Mietner y su sobrino redactaron un esbozo de la teoría que Frisch mostró a su vuelta a Dinamarca a Bohr, quien estaba a punto de partir hacia Estados Unidos. Bohr, que de inmediato comprende la importancia del hallazgo, les aconseja publicarlo lo antes posible. Y así lo hacen, en febrero de 1939, en la revista Nature, en un magnífico artículo en el que Lise incluso sugiere la posibilidad de una "reacción en cadena", lo que abría la puerta a la obtención de energía nuclear (también a la fabricación de armas atómicas). En este artículo, además, se habla por primera vez de fisión (término tomado de la biología) al referirse a la escisión del núcleo. No obstante, en enero, Hahn y su colaborador Fritz Strassman habían publicado en la revista alemana Naturwissenschaften los resultados de sus experimentos, mencionando la idea de la ruptura del núcleo, sin citar a Meitner como origen de dicha idea. Cosa, por otra parte, totalmente comprensible, ya que si se supiese que mantenían contacto con ella les podía haber tenido problemas con las autoridades nazis.
No obstante, a partir de ese momento Hahn defendió que el mérito del descubrimiento correspondía exclusivamente a él y a sus colaboradores del Instituto Kaiser Guillermo. Incluso en 1944, cuando Hahn recibió el premio Nobel de Química (un galardón que, en justicia, tendría que haber sido compartido con Lise) por el descubrimiento de la fisión de núcleos pesados, se abstuvo de mencionar a Meitner en su discurso. Aunque Meitner nunca buscó el reconocimiento ni la fama, el ninguneo de su viejo amigo Hahn le resultó profundamente doloroso.
El descubrimiento de la fisión nuclear provocó el inicio de una carrera entre los científicos de las potencias del eje y de los aliados por conseguir una bomba de fisión de uranio. A Lise se le ofreció participar en el famoso Proyecto Manhattan para desarrollar la bomba atómica norteamericana, pero ella se negó (dicen que fue el único científico que rechazó tal ofrecimiento). No así su sobrino, quien había sido el primero en describir de forma teórica el esquema de una bomba atómica, junto a su colega Rudolf Peierls (el llamado memorando Frisch-Peierls). Lise Meitner se opuso rotundamente al uso bélico de la energía atómica; lo que no evitó que, después de Hisroshima y Nagasaki, la prensa le colgara el apodo de "la madre de la bomba atómica". Muy al contrario, se convirtió en una militante pacifista, instó a los científicos a hacerse responsables de las consecuencias de sus descubrimientos y defendió el control de armas.

La 7ª Conferencia Solvay (1933). Entre nombres de la talla de Niels Bohr, Ernest Rutheford, Erwin Schrödinger, Enrico Fermi o Werner Heisenberg, sólo hay tres mujeres: Marie Curie (sentada, en el centro), su hija, Irene Joliot-Curie (sentada, segunda por la izquierda) y Lise Meitner (sentada, segunda por la derecha)
Lise Meitner jamás buscó la fama; una vez que le propusieron hacer una película sobre su vida respondió que "preferiría caminar desnuda por Broadway". Nunca se casó, aunque no le faltaron proposiciones, para poder seguir centrada en sus investigaciones. Poco después de la guerra obtuvo una cátedra en el Instituto de Tecnología de Suecia. En 1949 recibió la Medalla Max Planck de la Sociedad Alemana de Física y en 1966 recibió el premio Enrico Fermi (ex-aequo con Hahn y Strassman) por el descubrimiento de la fisión.
Lise Meitner siguió dando clase hasta 1960, en que dejó Suecia y se instaló en Cambridge para estar cerca de su sobrino, profesor en la famosa Universidad. Allí falleció, el 27 de octubre de 1968, a pocos días de cumplir los noventa años. En su honor en 1982 se le dio el nombre de meitnerio al elemento de número atómico 109, recién descubierto en el Instituto de Investigación de Iones Pesados de Darmstadt.

sábado, 18 de julio de 2015

Robin Friday, el mejor futbolista que nunca viste (II)

Robin Friday con el uniforme del Cardiff
Friday no llegó con buen pie a Cardiff; nada más bajar del tren, lo arrestaron por viajar sin billete y tuvo que ir a sacarlo de la cárcel el entrenador del club, Jim Andrews. Pero su debut, el 1 de enero de 1977, fue grandioso: victoria por 3-0 frente al Fulham, con dos goles de Friday y un "recadito" en forma de taconazo en los testículos al gran Bobby Moore, uno de los mejores defensas de la historia del fútbol, campeón del mundo en 1966 y que apuraba sus últimos años de fútbol. Andrews estaba encantado con el jugador y llamó a Hurley dos días después: "Oh, Charlie, fue magnífico, los destrozó. Moore se pasó el partido corriendo tras él". Hurley, que lo conocía bien, le respondió: "Jimmy, sólo lo has tenido cuatro días. Dale unos meses y ya verás..."
Hurley tenía toda la razón. El comportamiento de Friday comenzó a volverse cada vez más errático e irregular. Empezó a faltar a los entrenamientos, a veces incluso a los partidos. En ocasiones se iba tras un partido y no volvían a verlo hasta el día del siguiente. Supuestamente estaba viviendo en Bristol, a 70 kilómetros de Cardiff, pero nunca se acostumbró al lugar; casi nunca lo encontraban en su casa y en su lugar volvía frecuentemente a Londres, a menudo en tren y sin pagar billete. En una ocasión dio un puñetazo a un compañero durante un entrenamiento; otra vez, borracho en un hotel, se puso a tirar bolas de billar contra las paredes; incluso un día apareció en la sede del Reading pidiendo que negociaran con el Cardiff y volvieran a ficharle. Sus compañeros de equipo estaban disgustados con su actitud, y también por el hecho de que Andrews fuera tan tolerante con sus excesos. Así y todo, seguía, muy de tarde en tarde, dejando gotas de su exquisito talento y su peculiar carácter como futbolista. La más recordada, el 16 de abril del 77, en un partido contra el Luton Town. Tras un choque con el portero del Luton, Milija Aleksic, Friday le ofreció la mano como disculpa; pero Aleksic, sospechando que la jugada había sido intencionada, se negó a estrechársela. Aquel desprecio enfureció a Friday; en la siguiente jugada, robó el balón a un defensa del Luton, lo dribló, regateó al propio Aleksic y marcó un gol que la grada celebró con delirio. Y acto seguido, con Aleksic todavía en el suelo, le hizo un gesto grosero con los dedos índice y medio de la mano derecha; un "que te den" en toda regla. El gesto le costó una sanción de dos partidos, pero no le importó; es más, contribuyó a convertirlo en un mito para la afición galesa.


La temporada no fue buena para el Cardiff, que se salvó por la diferencia de goles de descender a tercera división (peor le fue al Reading que, privado de su gran estrella, descendió a cuarta división). Y la temporada siguiente, la 77-78, tampoco empezó bien, ni para el Cardiff, ni para Robin Friday. No se presentó a los entrenamientos el día estipulado; tras buscarlo, su equipo lo encontró ingresado en un hospital de Londres, donde llevaba varias semanas, aquejado de una infección desconocida (Friday sostenía que era hepatitis, pero los médicos lo desmintieron) pero que muy posiblemente tenía que ver con el consumo de drogas. Friday no pudo incorporarse a su club hasta octubre, cuando llevaban ya dos meses de competición; y lo hizo hecho una ruina humana. Había perdido casi quince kilos y estaba en un estado tan lamentable que apenas podía correr. No debutó hasta el 29 de octubre, contra el Brighton & Hove Albion, en un partido en el que un joven central llamado Mark Lawrenson se pasó el rato provocándolo, insultándolo y pegándole, hasta que Friday no pudo más y se revolvió pegándole a Lawrenson una patada en la cara. Lógicamente, fue expulsado, y como todavía no estaba conforme, al salir del campo se coló en el vestuario del Brighton, buscó la bolsa con las cosas de Lawrenson y, literalmente, se cagó en ella. El Cardiff perdió 4-0 y Friday tuvo que cumplir tres partidos de sanción; su equipo, harto de escándalos, lo puso en la lista de jugadores transferibles. Volvió al equipo el 10 de diciembre, en una nueva derrota (6-3 frente al Bolton Wanderers) que hundía al Cardiff en los puestos de descenso. Robin estaba harto; al mal momento deportivo y a las muchas críticas que recibía, desde dentro y fuera del club, se unían su mal estado de salud y una delicada situación personal: estaba en pleno divorcio de Liza. Finalmente, estalló. Se dirigió al club y les dijo que estaba harto de que todo el mundo le dijese lo que tenía que hacer y que dejaba el fútbol. De inmediato, el Cardiff le rescindió su contrato y Friday volvió a Londres, a su barrio de Acton. Nadie quiso ficharlo; ningún club se atrevía a contratar a un jugador tan autodestructivo y fuera de control. No volvería a jugar al fútbol. Tenía 25 años.
En Londres volvió a trabajar como asfaltador. Se instaló en una cómoda rutina; iba a trabajar, cobraba su sueldo, y pasaba el tiempo libre emborrachándose y drogándose. Poco después de que dejara el Cardiff, 3000 seguidores del Reading firmaron una petición a su directiva pidiendo que volviesen a fichar a Friday. El entonces entrenador, Maurice Evans, trató de convencerle de que fuese a entrenar con ellos y, una vez estuviese en forma, podría volver a jugar. "Si te quedas tres o cuatro años con nosotros, puedes acabar jugando con Inglaterra", le dijo. Pero a Friday le daba igual. "Mire entrenador, yo tengo la mitad de su edad y he vivido tanto, que con mis años he vivido dos veces lo que ha vivido usted". "Puede que tengas razón", contestó Evans. Y Friday no fichó. En la pretemporada de 1978-79 entrenó varias veces con el Brentford, pero dejó de hacerlo repentinamente. Ya no le interesaba el fútbol, no le compensaba el esfuerzo de entrenarse y mantenerse en forma. Prefirió hundirse cada vez más en las drogas y el alcohol. Pasaba los días por la calle, dando tumbos, convertido en una sombra del hombre que una vez había sido. Se casó por tercera vez en 1980 (se divorciaría en el 83). Se le acusó de trapichear con drogas y pasó un tiempo entre rejas por disfrazarse de policía para robarle droga a otros adictos. Vivió sus últimos días en un piso de protección oficial que le había conseguido una organización caritativa. En ese piso lo encontraron muerto el 22 de diciembre de 1990, con apenas 38 años. La autopsia reveló que había muerto por un fallo cardíaco provocado por una sobredosis de heroína.

                       

La carrera futbolística de Friday fue breve. Apenas jugó cuatro años como profesional, y no llegó ni siquiera a debutar en primera división. Y sin embargo, quienes lo vieron jugar jamás lo olvidarán. Era un talento inmenso, lo tenía todo para haber sido uno de los mejores delanteros de la historia: velocidad, control, regate, visión de juego, capacidad de improvisación, un disparo durísimo y preciso. También una fortaleza física descomunal y, sobre todo, un carácter ganador. Cuantas más faltas le hacían, con más ganas volvía al juego, a menudo con una sonrisa burlona hacia sus rivales. En ocasiones se enfadaba con sus propios compañeros si creía que no lo daban todo sobre el campo. En una entrevista de 1977 concedida al South Wales Echo dijo "En el campo odio a todos mis rivales. No me importa nadie. La gente cree que soy un loco, un lunático. Soy un ganador".
Aún hoy muchos aficionados lo recuerdan con veneración. The greatest footballer you never saw, el mejor futbolista que nunca viste, es el apodo con el que se le conoce. Los hinchas del Reading lo eligieron varias veces como el mejor jugador de la historia de su club. Y lo mismo los aficionados del Cardiff, pese al poco tiempo que jugó allí, por delante de leyendas como Bob Earnshow y John Toshack. También suele aparecer habitualmente en los rankings de "chicos malos" del fútbol británico o de talentos desperdiciados, en compañía de otras ilustres cabezas locas como Paul Gascoigne o Stan Collymore. En 1996, el grupo galés Super Furry Animals le dedicó una canción de título muy explícito: The Man Don't Give a Fuck (El hombre al que todo le importaba un carajo). En la portada del single, la famosa foto de Friday y su gesto a Aleksic.


En 1997 se publicó su biografía, escrita por Paolo Hewitt y Paul McGuigan (bajista del grupo Oasis), titulada precisamente The greatest footballer you never saw.

Trayectoria
1965 Crystal Palace (Infantil)
1965-66 Queens Park Rangers (Infantil)
1966-67 Chelsea (Cadete)
1968-69 Reading (Juvenil) 3/0
1971 Whaltamstow Avenue (Isthmian League)
1971-72 Hayes (Isthmian League)
1972-73 Hayes (Isthmian League)
1973-74 Enfield (Isthmian League)
1973-74 Hayes (Isthmian League)
1973-74 Reading (Reservas) 3/0
1973-74 Reading (4ª)
1974-75 Reading (4ª) (-/18)
1975-76 Reading (4ª) (-/21)
1976-77 Reading (3ª)
1976-77 Cardiff City (2ª) 19/6
1977-78 Cardiff City (2ª) 2/0

viernes, 17 de julio de 2015

Robin Friday, el mejor futbolista que nunca viste (I)

Robin Friday (1952-1990)

En la historia del fútbol ha habido jugadores de los que se ha podido decir con toda justicia que ellos mismos han sido sus peores enemigos. Jugadores con un potencial inmenso que malbarataron su talento por culpa de su propia personalidad. Algunos, como el Trinche Carlovich, a causa de su apatía. Y otros, como Robin Friday, devorados por sus propios demonios internos.
Robin Friday no es demasiado conocido fuera de Gran Bretaña. Incluso entre los grandes aficionados no hay muchos que sepan de él. No obstante, los aficionados británicos todavía hablan de él con admiración y muchos lo recuerdan como la gran promesa frustrada del fútbol inglés.


Robin Friday vino al mundo el 27 de julio de 1952, en el barrio londinense de Acton, un barrio obrero y humilde, de esos que marcan a los que crecen en él. Uno de esos barrios a los que, si no vives allí, no vas si no es estrictamente necesario. Sus padres, Alf y Sheila, eran un joven matrimonio de apenas veinte años, que vivían con estrecheces; cuando Robin y su hermano gemelo Tony nacieron, aún vivían con la familia de Sheila, y no se mudaron a su propia casa hasta que los pequeños tuvieron dos años.
Robin y su hermano Tony, como buenos gemelos, estaban profundamente unidos, y sus personalidades se complementaban. Tony era el hermano extrovertido, aplicado, que sacaba buenas notas, mientras que Robin era más tímido y con mayor tendencia a distraerse. Y aunque no se le daba bien estudiar, Robin tenía otros talentos. Era un excelente dibujante. Y, además, era un deportista superdotado. Era bueno jugando al cricket, era bueno boxeando. Pero, sobre todo, era un futbolista excepcional. La afición le venía de familia: su abuelo materno, Frederick Riding, había sido futbolista profesional antes de la Segunda Guerra Mundial, y su padre Alf era un gran hincha, que llevó a sus hijos a su primer partido cuando apenas tenían dos años y les llevaba a menudo a jugar al parque. Destacaba en cualquier posición en la que jugase. Su hermano Tony decía que habría sido un excelente portero: era rápido, ágil, con grandes reflejos y valiente. Pero a Robin le divertía más jugar de delantero y marcar goles. Su talento despertó pronto el interés de varios equipos, y Robin tuvo breves pasos por las categorías inferiores de Crystal Palace, Queens Park Rangers y Chelsea, donde demostró su talento pero también su indisciplina y su excesivo individualismo; no estaba hecho para la rigidez y las normas de un gran equipo. Con catorce años, Robin y su hermano se unieron al Acton British Legion Reserves, un club no federado en el que llegaron a jugar varios partidos con su padre. Tony jugaba de centrocampista mientras que Robin lo hacía en punta.


Con quince años, Robin dejó el colegio y se puso a trabajar. No le interesaban los estudios, sino las fiestas y la música, y prefirió empezar a ganar algo de dinero para sus vicios; por aquel entonces ya era un bebedor habitual y comenzaba a coquetear con drogas como el speed. Fue aprendiz de escayolista, repartidor de una tienda de comestibles y limpiaventanas. Y como solía estar siempre corto de dinero, comenzó a cometer pequeños robos. A los 16 años lo arrestaron por primera vez por robo pero lo dejaron en libertad por no tener antecedentes y alegar que padecía asma. Tres meses después, volvieron a cazarlo y esta vez no hubo excusa posible; condenado a 14 meses de reclusión, ingresó en el reformatorio de Borstal para cumplir la sentencia.
En Borstal no había demasiadas cosas que le interesasen, así que se centró en el fútbol. Se puso en forma, se aplicó en los entrenamientos y pronto se hizo indiscutible en el equipo del centro, destacando sobremanera en los partidos entre equipos de prisiones. Era tan bueno que con sólo 16 años lo eligieron como uno de los mejores jugadores del sistema penitenciario británico, lo que le valió algunos privilegios, como el poder salir varios días por semana del reformatorio para entrenarse con el equipo juvenil del Reading, con los que incluso llegó a jugar varios partidos de la South East Counties League, una liga de equipos juveniles de clubes del sur de Inglaterra.
Cuando por fin salió en libertad, Robin tenía ofertas de varios equipos, pero las rechazó todas. Al poco tiempo, conoció a una chica llamada Maxine Doughan, a la que dejó embarazada y con la que se fue a vivir poco después. Una relación que le traería no pocos problemas; porque Maxine era negra, y en un barrio como Acton, las parejas interraciales no estaban bien vistas. Su familia se opuso rotundamente a la relación, mucha gente le dio la espalda e incluso un grupo de hombres del barrio le dio una paliza en un pub; pero Robin, acostumbrado a hacer las cosas a su manera, no se dejó doblegar y acabó casándose con Maxine (su padre no quiso asistir a la ceremonia). Ambos tenían 17 años y poco después nacería su hija Nicola (que hoy en día es una reputada abogada), aunque el matrimonio no duró mucho; Robin no estaba dispuesto a dejar su estilo de vida de borracheras, drogas, fiestas y mujeres, y él y Maxine acabarían por separarse, aunque el divorcio no se formalizó hasta varios años después.

Friday, con su esposa Maxine y su hija Nicola
A principios de 1971, un viejo amigo suyo que jugaba en el Walthamstow Avenue, un club amateur que jugaba en la Isthmian League (una liga regional que equivalía a la séptima división del fútbol inglés) lo convenció para fichar a cambio de 10 libras semanales. Además, la mayor parte de los jugadores del equipo eran asfaltadores y Robin pronto empezó a trabajar con ellos. Permaneció allí unos meses, hasta que lo echaron por pelearse con varios de sus compañeros, y en diciembre de 1971 fichó por el Hayes, un equipo de Acton que jugaba en la misma categoría, cobrando 30 libras semanales. Dicen que escogió al Hayes por dos motivos: porque su estadio estaba cerca de su casa, y porque junto a la sede del club había un pub donde servían la cerveza muy barata.
En el Hayes Friday se tomó el fútbol en serio, más que nunca en su vida. Acudía a los entrenamientos, trabajaba duro, se puso en forma. Lo que no impedía que su vida privada fuese todavía caótica y problemática. Seguía bebiendo en exceso, consumiendo drogas y le gustaba mucho la fiesta. En más de una ocasión los miembros del club tuvieron que salir a buscarle porque llegaba tarde a algún partido o entrenamiento; casi siempre lo encontraban bebiendo en el pub o durmiendo la mona en el banco de algún parque. En una ocasión el Hayes salió a jugar con diez hombres; Friday no aparecía por ningún lado. Llegó al estadio con el partido ya muy avanzado, en estado de embriaguez. Iba tan borracho cuando salió al campo, que sus rivales ni se preocuparon de marcarlo adecuadamente. Craso error, porque borracho y todo, Friday se las arregló para marcar el gol que le daba la victoria al Hayes, aunque luego no recordaba haberlo hecho.
En julio de 1972, Friday tuvo un accidente laboral que pudo costarle caro. Trabajando en un tejado, se cayó del andamio y aterrizó sobre una verja metálica, ensartándose una punta en una de sus nalgas, que le atravesó el estómago y pasó a escasa distancia de un pulmón. Pero Robin no sólo fue capaz de desclavarse por sus propios medios, sino que en octubre ya estaba jugando de nuevo con el Hayes.
En diciembre de 1972, el Hayes se enfrentó en una eliminatoria de la FA Cup al Reading, mucho más poderoso deportiva y económicamente, que jugaba en la Cuarta División. Como era de esperar, el Reading eliminó al Hayes, pero el entrenador del Reading, Charlie Hurley, quedó fascinado por la manera de jugar de aquel joven y desgarbado delantero. Quiso ficharlo, aunque luego se echó atrás tras hacer algunas averiguaciones sobre su carácter y su estilo de vida; pero aún así no se olvidó de él.
Robin Friday jugó en el Hayes la segunda mitad de la temporada 71-72 y la 72-73 completa. En la temporada 1973-74 fichó por otro club modesto de Londres, el Enfield, que también jugaba en la Isthmian League (llegó a enfrentarse al Hayes y a marcarle un gol), pero en diciembre de 1973 dejó el club y volvió al Hayes, pero de manera muy breve. En enero de 1974, Charlie Hurley se decide por fin a ficharle, y firma un contrato de jugador aficionado con el Reading; se entrenará con el equipo, pero seguirá jugando con el Hayes y trabajando como asfaltador.


Friday desembarca en Reading con mucho ímpetu. Demasiado, quizá. En sus primeros entrenamientos se emplea con tanta intensidad que manda a la enfermería a varios de sus compañeros. Hurley, temeroso de que lesione de gravedad a alguien, lo manda a entrenarse y a jugar con el filial. Pero el Reading está en una situación muy delicada; colista en su categoría y enlazando una pésima racha de dos victorias en catorce partidos. Friday destaca tanto en el filial que Hurley lo inscribe para jugar con el primer equipo, y la reacción es inmediata. El 6 de febrero de 1974, Robin Friday firma con el Reading el primer contrato profesional de su vida, que le permitirá dejar su trabajo para dedicarse por entero al fútbol.
Gracias a la providencial aparición de Friday, el Reading no sólo se salva del descenso, sino que termina la temporada en una más que digna sexta posición. El recién llegado se ha convertido en la estrella del equipo, con goles espectaculares y actuaciones estelares. La asistencia a los partidos aumenta considerablemente con gente deseosa de ver jugar a Friday. De nada valen las continuas faltas de sus rivales, tratando de detenerlo; Friday siempre se levanta y vuelve al partido, gracias a su fortaleza física (ni siquiera usaba espinilleras). Pero su vida privada sigue igual que siempre: sonadas borracheras, escándalos, peleas. De algunos bares es expulsado hasta en diez ocasiones. En una ocasión, en un night club llamado Churchill's, se pone a bailar completamente desnudo en mitad de la pista. Hurley trató de meterlo en cintura, pero lo único que consiguió fue la promesa de no beber durante las 48 horas previas a un partido. No sirve de mucho, ya que sustituye el alcohol por marihuana o LSD (llegó a pintar de negro las paredes de su apartamento, diciendo que "no hay nada peor que estar colocado y ver figuras extrañas en el empapelado").
Durante el verano de 1974, Friday desapareció. Literalmente. Ni siquiera su familia sabía dónde se había metido. Tras buscarlo, lo encontraron unas semanas después, en una comuna hippie de Cornualles, donde había descubierto la filosofía del "love and peace". Otro quizá habría aprovechado aquel retiro para tranquilizarse y recapacitar sobre su vida. A Friday, en cambio, le valió para engancharse a la heroína.


Se perdió buena parte de la pretemporada del curso 74-75, pero cuando se incorporó al equipo estaba en plena forma. De nuevo, fue una temporada con claros y oscuros. Alternó partidos espectaculares y otros decepcionantes, con algún que otro problema disciplinario y varias expulsiones innecesarias. Se perdió un mes de competición debido a una infección respiratoria y añadió varias anécdotas más a su peculiar curriculum, como robar varios ángeles de piedra de un cementerio o entrar en un bar con un cisne bajo el brazo. El 11 de abril de 1975, tras marcar el gol de la victoria frente al Rochdale, Friday saltó la valla y besó en la boca a un policía que había tras una de las porterías. "El policía parecía tan frío y tan serio allí de pie, que quise animarlo un poco. Pero en seguida me arrepentí, porque odio mucho a los polis". Al final, pese a que había coqueteado buena parte de la temporada con los puestos de ascenso, el Reading terminó séptimo y Friday, máximo goleador con 18 goles, fue elegido mejor jugador del equipo. Sus buenas actuaciones despertaron incluso el interés de equipos de primera división, como el Arsenal y el Sheffield United, que enviaron ojeadores a verlo jugar aunque no llegaron a hacerle una oferta.
La temporada siguiente, la 75-76, fue sin duda la mejor de la carrera de Robin Friday. Mantuvo su excelente estado de forma, su gran efectividad goleadora y, pese a algún que otro lunar (de nuevo alguna expulsión absurda, algún que otro problema con la ley por escándalo público), llevó en volandas al equipo hasta el ascenso a tercera división. Friday acabó con 21 goles y fue elegido mejor jugador del equipo y de la categoría. Para el recuerdo dejó un sensacional gol frente al Tranmere Rovers, con una chilena imparable desde fuera del área que dejó anonadados a los presentes. El árbitro, Clive Thomas, un colegiado de primera división con experiencia en competiciones internacionales, incluido un mundial de fútbol, fue después del partido a felicitar a Friday, diciéndole que nunca había visto un gol mejor que aquel. Robin le respondió con humor:"¿De verdad? Debería venir a verme jugar más a menudo, lo hago todas las semanas".
Friday aprovechó el verano de 1976 para casarse por segunda vez, tras lograr el divorcio de Maxine, con Liza Deimel, una joven universitaria de Reading. A la esperpéntica boda (a la que Friday acudió vestido con un traje de terciopelo marrón, una camisa con estampado de tigre y botas de piel de serpiente) el novio invitó a dos centenares de familiares y amigos de Acton, que se dedicaron a emborracharse, tomar drogas, pelearse entre ellos y robar los regalos de boda. Tampoco este matrimonio duró demasiado, lo suficiente para traer al mundo a la segunda hija de Friday, Arabella.
La temporada siguiente no fue tan brillante como la anterior. Los excesos de todo tipo empezaban a pasarle factura a Robin, su estado físico se había resentido y, aunque seguía dejando detalles de talento, había bajado su rendimiento. En el club sabían que sus problemas con las drogas se habían agravado, así que decidieron venderlo, pese a ser el mejor jugador del equipo y el ídolo indiscutible de los aficionados. Se habló de que se interesaban por él equipos de primera división como el Queens Park Rangers o el West Ham, pero finalmente quien lo fichó fue el Cardiff City, que entonces estaba en segunda y pagó por él 28000 libras en diciembre de 1976.

lunes, 13 de julio de 2015

Los primeros pobladores del Ártico

La distribución de la cultura Dorset

Acostumbrados a pensar en los inuit como los habitantes tradicionales de Groenlandia y las regiones árticas de Norteamérica, parece raro considerarlos como unos recién llegados. Y sin embargo, históricamente su llegada a la región es relativamente reciente. Los antepasados de los inuit procedían de Siberia y cruzaron el estrecho de Bering hacia Norteamérica a partir del siglo II a. C., instalándose en Alaska, donde en torno al año 1000 aparece la llamada cultura Thule, antecesores directos de los inuit. Fueron los Thule los que empezaron a dirigirse hacia el este, ocupando Groenlandia hacia el año 1300 y la península de Labrador en torno al 1500. Pero no fueron los primeros, ni mucho menos, en habitar esas regiones.
Las tradiciones inuit hablan de los sivullirmiut ("primeros pobladores"), una tribu de gigantes tímidos y pacíficos que vivían en aquellos parajes antes de su llegada. Una leyenda que se transformó en una certeza en 1925, cuando un antropólogo canadiense llamado Diamond Jenness pudo estudiar una serie de restos arqueológicos hallados en un yacimiento de Cape Dorset (en la isla de Dorset, en el estrecho de Hudson), y concluyó que eran vestigios de una cultura desarrollada y diferente a la de los inuit, una civilización que él denominó cultura Dorset.
Posteriores hallazgos arqueológicos confirmaron que la Dorset era una cultura totalmente distinta de los inuit, y que se trataba del último exponente de los llamados pueblos paleoesquimales. Estos pueblos, al igual que los inuit, procedían de Siberia y alcanzaron Norteamérica cruzando el estrecho de Bering; pero lo hicieron en una época muy anterior, en torno al año 3500 a. C.; y, al igual que ellos, se instalaron en Alaska antes de expandirse hacia el este. A este grupo pertenecieron culturas como la Saqqaq, la pre-Dorset (antecesora de la Dorset), las culturas Independence I y II y, finalmente, la Dorset, que se originó en torno al año 400 y en su momento de máximo esplendor se extendía por la bahía de Hudson, Labrador, Terranova y parte de Groenlandia. El estudio genético llevado a cabo en 2010 de los restos de un Saqqaq confirma que sus antepasados llegaron a América en una migración diferente tanto a la de los inuit como a la que dio lugar al resto de aborígenes americanos.

Puntas de arpón fabricadas por los Dorset
Los Dorset, igual que los inuit, eran pescadores y cazadores perfectamente integrados en su entorno, aunque su tecnología era notablemente inferior. Cazaban caribús, osos y mamíferos marinos como focas y morsas, aunque no ballenas, como si hacen los inuits. No obstante, no utilizaban arcos y flechas, ni tenían trineos de perros, ni sus embarcaciones estaban tan perfeccionadas. Sus arpones tenían sencillas hojas triangulares de una punta, menos eficaces que los arpones inuit de varias puntas. Tampoco conocían el taladro. Sus casas se calentaban con lámparas de talco alimentadas con grasa de foca. La existencia de numerosas miniaturas talladas con la forma de animales y de máscaras rituales sugieren una religión de carácter animista y chamánica. Su estatura media era notablemente superior a la de los inuit, de ahí que éstos les llamasen "gigantes".

Máscaras rituales de la cultura Dorset













Durante siglos, los Dorset se mantuvieron aislados sin apenas interacción con otras etnias. Si que mantuvieron contactos comerciales con los vikingos, después de que éstos llegaran a Groenlandia en el 982; la aparición de algunos objetos de inequívoco origen nórdico en algunos de sus yacimientos así lo demuestra. Los vikingos les llamaron Skræling, término que usaban indistintamente para todos los nativos americanos con los que trataron.
Aún se discuten los motivos de la desaparición de los Dorset y la naturaleza de su relación con los inuit. Hasta el momento no se han hallado pruebas de un mestizaje entre ambos pueblos, aunque cierta interacción si parece que existió, ya que los inuit adoptaron algunas técnicas de los Dorset, como pescar focas mediante agujeros en el hielo. Algunos autores sugieren que fue el empuje de los inuit, más belicosos y mejor armados, lo que fue arrinconando cada vez más a los Dorset hasta su extinción. No obstante, todos los indicios apuntan a que cuando los nuevos pobladores llegaron la civilización Dorset ya estaba en declive y en franca regresión; por ejemplo, habían abandonado sus asentamientos de Terranova y parte del Labrador, debido a la presión de tribus de origen algonquino como los innu o los beothuk. Otros atribuyen este retroceso al llamado Periodo Cálido Medieval, un periodo de temperaturas extremadamente cálidas que afectó al Atlántico Norte entre los siglos X y XIV, y que provocó el retroceso del hielo en numerosas regiones. Según esta teoría, los Dorset, adaptados a la vida en zonas heladas, habrían seguido el retroceso del hielo, abandonando las zonas ahora templadas, hasta quedar reducidos a unos pocos asentamientos aislados que fueron extinguiéndose hasta desaparecer, permitiendo así a los inuit ocupar los territorios ahora vacíos.

Pequeña escultura Dorset de un oso, hecha de marfil de morsa
En 1824, la corbeta británica HMS Griper, que buscaba el llamado Paso del Noroeste, fondeó en el extremo noroeste de la bahía de Hudson, en la isla Coats, donde su tripulación entró en contacto con una tribu esquimal de aspecto y lengua diferentes a todos los demás pueblos de la región, que se hacían llamar sadlermiut y vivían en total aislamiento en Coats y en la vecina isla de Southampton. Hoy en día se cree que los sadlermiut pudieron muy bien haber sido el último reducto superviviente de la cultura Dorset. Desgraciadamente, hoy en día ya no queda nadie de aquella población. El frecuente contacto con los blancos diezmó su número a causa de las enfermedades. Los últimos 70 sadlermiut que quedaban fallecieron en 1902, a causa de una epidemia de tifus contagiada por los marineros de un ballenero llamado Active.

viernes, 10 de julio de 2015

El año sin verano

El Monte Tambora

En el año de 1812 los habitantes de la isla indonesia de Sumbawa empezaron a notar una serie de extraños fenómenos en torno al Tambora, la enorme montaña de más de cuatro mil metros que dominaba la isla: temblores, potentes rugidos, nubes de humo... La mayoría de ellos ignoraba que el Tambora era un volcán, y no era de extrañar: su última erupción databa del siglo VIII, y desde entonces había permanecido tranquilamente dormido. Dormido, pero no extinto.
Sin ellos saberlo, bajo sus pies se iba gestando su propia perdición. El volcán había entrado en una fase de gran actividad, y su cámara magmática se iba llenando lentamente de lava, aumentando la presión y la temperatura en su interior. El 5 de abril de 1815 tuvo lugar la primera erupción, seguida de una serie de potentes explosiones que se oyeron hasta en las islas Molucas (a más de 1400 kilómetros). Pero el clímax de la erupción se alcanzó el día 10, cuando tres gruesas columnas de lava fueron proyectadas al exterior convirtiendo a la montaña en una masa de "fuego líquido". El estruendo se oyó a mas de 2600 kilómetros de distancia y la ceniza cayó en lugares tan remotos como Borneo o Makassar. El olor de los gases volcánicos llegó hasta Yakarta. La actividad del volcán no ha cesado desde entonces, aunque con erupciones de pequeña intensidad; la última, en 1967.
Los detalles de la erupción son sobrecogedores. Se trató de la erupción más potente de los últimos ocho mil años, y la única ocurrida en los últimos tres milenios (junto a la del Taupo, en Nueva Zelanda, en el año 186) que ha alcanzado un Índice de Explosividad Volcánica de 7. Se estima que fue cuatro veces más potente que la célebre explosión del Krakatoa (1883) y que expulsó al exterior unos 160 km3 de materiales. El Tambora pasó de los cuatro mil metros de altura a los 2850 que tiene en la actualidad. Una columna de humo de más de 43 kilómetros de altura se elevó durante días, vertiendo miles de toneladas de polvo y ceniza volcánica directamente a la estratosfera. Es difícil calcular cuántas personas murieron; se estima que al menos diez mil murieron en Sumbawa como consecuencia directa de la erupción. Otras 4600 murieron en las islas cercanas a consecuencia del tsunami que la explosión provocó. Además, la lluvia de cenizas y compuestos tóxicos destruyó las cosechas de la isla y de otras cercanas, provocando entre 50 y 100000 víctimas más a causa del hambre y las enfermedades.

"Red Sky and Crescent Moont" (William Turner, c. 1818)
Pero los efectos de la erupción no se limitarían a las regiones más próximas, sino que su influencia sería global. Aquella inmensa cantidad de partículas (millón y medio de toneladas, según algunos cálculos) se dispersó por las capas superiores de la atmósfera; las más grandes cayeron pasadas unas semanas, pero las más ligeras permanecieron en la atmósfera durante meses o incluso años, extendiéndose por prácticamente todo el globo y absorbiendo y reflejando la radiación solar. Uno de sus primeros efectos fue la peculiar tonalidad rojiza que adquirieron algunos atardeceres durante el verano y el otoño de ese año, debido a la refracción de los rayos solares; un color que pintores como el inglés William Turner reflejaron en sus obras.
Pero los efectos irían mucho más allá. La ceniza volcánica en suspensión redujo la cantidad de radiación solar que llegaba a la tierra, provocando un descenso global de las temperaturas, que afectó especialmente al hemisferio norte. Y su efecto aumentó porque en aquellos años se vivía el llamado "Mínimo de Dalton", un periodo en el que la actividad solar fue anormalmente baja, lo que ya había reducido la temperatura media mundial en un grado centígrado. La erupción del Tambora redujo aún más (entre uno y dos grados) la temperatura, afectando seriamente al clima, especialmente durante el verano de 1816, que fue uno de los más fríos y lluviosos de los que hay constancia, pasando a la historia como "el año sin verano" o "el año de la pobreza".

Frau vor untergehender Sonne (Caspar David Friedrich, 1818)
El invierno de 1815 ya fue frío e inclemente, pero a diferencia de lo que es habitual, la llegada del verano y la primavera sólo suavizó ligeramente el clima. Las pésimas condiciones metereológicas arrasaron cosechas en todo el mundo, provocando terribles hambrunas, epidemias y disturbios. Europa, que vivía tiempos de escasez por causa de las recientes guerras napoleónicas, se vio duramente afectada. Las malas cosechas provocaron hambrunas en Gran Bretaña e Irlanda, donde hubo revueltas y saqueos, y lo mismo ocurrió en Francia y Alemania. En Irlanda, además, se desató una epidemia de tifus que duraría hasta 1819 y que, junto al hambre, costaría la vida a 100000 irlandeses. En Suiza la escasez y los disturbios fueron tan graves que el gobierno decretó el estado de emergencia nacional. Los principales ríos europeos, como el Rin, se desbordaron como consecuencia de las continuas lluvias. Unas 200000 personas murieron a causa del frío, la lluvia, el hambre y las enfermedades. Dentro de lo más anecdótico, en Hungría y en el norte de Italia se produjeron tormentas con "nieve roja" que se creen fueron debidas a la presencia de cenizas del Tambora en la atmósfera.
El resto del mundo tampoco se libró. En Norteamerica, buena parte de la cosecha de cereal se perdió por causa de unas inesperadas heladas en primavera. En junio hubo tormentas de nieve y en julio y agosto se vivieron heladas en regiones relativamente al sur, como Pennsylvania o Virginia. Lugares tan insospechados como México y Guatemala también vieron caer insólitas nevadas. La escasez provocó una notable subida de los precios de la comida, especialmente del grano.
Por su parte, en China, buena parte de las cosechas de arroz de las provincias de Yunnan y Heilongjiang se perdieron. En el sur del país y en Taiwan, habituados a un clima cálido, se produjeron nevadas y heladas en pleno verano.
Y curiosamente, una de las obras maestras de la historia de la literatura tuvo su origen en este inclemente verano. Un grupo de ingleses expatriados, reunidos en una villa cercana a Ginebra, se aburrían soberanamente encerrados durante días a causa de la lluvia. Entre ellos estaban el célebre poeta Lord Byron, su médico personal, John Polidori, el poeta Percy Shelley y la futura esposa de éste, Mary Godwin. Para combatir el aburrimiento, conversaban y leían historias de fantasmas. Un día, Byron sugirió que cada uno escribiese una obra de terror... y la futura Mary Shelley acabaría por escribir su inmortal Frankenstein.

martes, 7 de julio de 2015

Pequeñas historias (II)

En el año 2006, el FBI infiltró en una mezquita de Irvine (California) a un informador, un ex-presidiario llamado Craig Monteilh, haciéndose pasar por un musulmán de ideas radicales. Su intención era descubrir e identificar musulmanes extremistas que pudieran ser terroristas en potencia. Sin embargo, el plan no les salió como esperaban: no sólo Monteilh no descubrió a ningún posible terrorista, sino que los fieles de la mezquita acabaron denunciándolo a él al FBI, por creer que se trataba de un extremista potencialmente peligroso.
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En septiembre de 1940, una delegación británica, conocida como "Misión Tizard", llegó a EEUU en busca de ayuda y recursos para desarrollar una serie de avances tecnológicos para los que los británicos, enfrascados en la guerra con los alemanes, no tenían fondos disponibles. Entre otras cosas, llevaban consigo un prototipo de magnetrón (esencial para reducir el tamaño de los sistemas de radar), el diseño de motor a reacción de Frank Whittle, el memorando Frisch-Peierls (la primera descripción técnica de una bomba atómica viable), proyectos de cohetes autopropulsados, depósitos de combustible autosellantes, explosivos plásticos, sistemas de detección de submarinos... inventos que cambiarían de manera radical la forma de hacer la guerra. Un historiador norteamericano describiría más tarde toda aquella información como "la carga más valiosa que jamás haya llegado a nuestras costas".
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La sucralosa es un edulcorante artificial que se comercializa bajo los nombres comerciales de Splenda, SucraPlus, Zerocal o Sucralin, entre otros, y que es entre 300 y 1000 veces más dulce que el azúcar común. Fue sintetizado en 1976 por dos químicos, Leslie Hough y Shashikant Phadnis, que colaboraban con la multinacional británica Tate & Lyne plc. Al parecer, el descubrimiento de sus propiedades como edulcorante se debió a una confusión: Hough pidió a Phadnis que examinara esa sustancia nueva (literalmente, "test this chemical") pero Phadnis creyó entender que le pedía que la probase ("taste this chemical"). Así lo hizo, y descubrió que era excepcionalmente dulce.
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El escritor Ernest Hemingway padeció a lo largo de su vida malaria, ántrax, hepatitis, neumonía, disentería, cáncer de piel, diabetes, hemocromatosis, hipertensión, arteriosclerosis, una rotura renal, una rotura hepática, rotura de bazo, un prolapso intestinal, fractura de cráneo, fractura de vértebras, quemaduras graves en un incendio forestal, fue gravemente herido en la Primera Guerra Mundial, sobrevivió a dos accidentes aéreos, varios accidentes de coche, y en una ocasión, escapó de un avión incendiado en la pista de despegue reventando una puerta a cabezazos. Después de haber pasado por todo eso, acabó suicidándose de un disparo.
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El célebre luchador André el Gigante tenía la costumbre de pagar siempre sus comidas, aunque fuese invitado. En cierta ocasión, estaba comiendo con Arnold Schwarzenegger cuando éste se levantó dispuesto a pagar la cuenta. André se levantó a su vez, agarró a Schwarzenegger, lo levantó en vilo, lo llevó de vuelta a la mesa y lo sentó de nuevo en su asiento, diciendo únicamente "Pago yo".
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En el campo petrolífero de Baba Gurgur, cerca de la ciudad iraquí de Kirkuk, se halla el llamado Fuego Eterno, un pozo en llamas alimentado por una fuga de gas natural, que se cree que puede llevar ardiendo ininterrumpidamente desde hace 4000 años. Aparece mencionado en las obras de Herodoto y Plutarco, y se cree que es el "horno ardiente" que se menciona en el Antiguo Testamento en el Libro de Daniel, al que el rey de Babilonia Nabucodonosor II arrojó a tres judíos que se negaban a adorar al ídolo de oro que había erigido.
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Benjamin Guggenheim, quinto de los siete hijos del magnate minero Meyer Guggenheim, fue un hombre mujeriego y disoluto que viajaba a bordo del Titanic acompañado de su amante. Cuando el barco comenzó a hundirse, Guggenheim se aseguró de subir a su amante y a su doncella en uno de los botes salvavidas y luego se sentó tranquilamente con un vaso de whisky y un cigarro diciendo "Ya que voy a morir, quiero hacerlo como un caballero. Díganle a mi esposa que hice lo correcto hasta el final. Ninguna mujer se quedará a bordo de este barco porque Ben Guggenheim fuese un cobarde". Su cuerpo jamás fue recuperado.
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El teniente John Thornton fue el último prisionero de guerra norteamericano liberado tras la Guerra de Corea. Mientras estaba recluido en un campo de prisioneros coreano, para combatir el aburrimiento, Thornton fingía montar una motocicleta imaginaria por el campo. Hasta que un día fue convocado al despacho del director donde le comunicaron que su motocicleta imaginaria quedaba "incautada" porque iba contra las normas.

sábado, 4 de julio de 2015

El hundimiento del Royal Oak

HMS Royal Oak

La bahía de Scapa Flow es un impresionante fondeadero natural de más de veinte kilómetros de ancho situado en el corazón del archipiélago escocés de las Orcadas. Las naves vikingas ya lo habían utilizado en su época como refugio ante las tormentas del Atlántico Norte, pero alcanzó verdadera importancia militar cuando en la Primera Guerra Mundial fue elegida como base de la Grand Fleet, una de las principales flotas de la marina británica. Para protegerla de posibles incursiones alemanas, se tomaron medidas: se hundieron barcos en varios de los canales que llevaban al fondeadero para impedir la navegación por ellos, se instalaron redes antisubmarinos, barreras, minas, sistemas de detección... Aún así, los sumergibles alemanes intentaron infiltrarse en un par de ocasiones. En noviembre de 1914, el U-18 lo logró siguiendo la estela de un barco mercante, pero encontró la bahía vacía a causa de unas maniobras, y acabaría encallando. El UB-116 lo intentó en octubre de 1918, pero chocó con una mina y luego fue rematado con cargas de profundidad, hundiéndose con toda su tripulación.

Vista aérea de Scapa Flow
Tras el fin de la Primera Guerra Mundial Scapa Flow acogió a 74 buques de la marina imperial alemana, a la espera de que se decidiese su destino en las negociaciones de paz; pero, faltos de noticias y temerosos de que la guerra se reanudase, los alemanes decidieron echar a pique sus barcos el 21 de junio de 1919, lográndolo con 52 de ellos.
En el periodo de entreguerras la bahía dejó de utilizarse, pero a finales de los años 30, ante el resurgir militar alemán, volvió a considerarse su uso. En un informe de 1938 el almirante sir Charles Forbes recomendaba reforzar las defensas y aumentar la vigilancia, pero no le hicieron caso. En septiembre de 1939, tras el estallido de la guerra, Winston Churchill se convertía en Primer Lord del Almirantazgo y una de sus primeras decisiones fue convertir Scapa Flow de nuevo en base de la flota británica. Pero los alemanes tenían a la bahía en su punto de mira desde hacía mucho tiempo.

Günther Prien (1908-1941)
El 1 de octubre de 1939, el comodoro Karl Dönitz, Befehlshaber der Unterseeboote (comandante supremo de la flota submarina alemana), convocó a su presencia a Günther Prien, un joven (31 años) pero muy experto capitán de submarinos, con una impecable hoja de servicios, que en el mes escaso transcurrido de guerra había hundido ya tres buques británicos con su submarino, el U-47. La propuesta de Dönitz sorprendió a Prien: se trataba ni más ni menos de atacar Scapa Flow. No se trataba sólo de causar daños a la flota británica: si conseguían que los británicos creyesen que la base era insegura, trasladarían su flota a otros puertos, reduciendo la presión de su marina sobre el Mar del Norte. Además, sería un golpe propagandístico de primer orden: un ataque directo contra el mismísimo corazón de la flota británica y la venganza por la pérdida de los buques alemanes en 1919.
Prien al principio se mostró dubitativo acerca de las posibilidades de éxito del plan (conocido como Operación Baldur, el dios nórdico de la luz), pero Dönitz había reunido una gran cantidad de información sobre Scapa Flow y sus defensas: fotografías aéreas, informes de los servicios de inteligencia, incluso había enviado a un submarino a la zona para obtener datos sobre las mareas, las corrientes y los puestos de vigilancia. Conforme los estudiaba en detalle, Prien empezó a creer que el plan podía tener éxito y acabó por aceptar la misión en una segunda reunión con Dönitz celebrada el día 3.
Dönitz y sus colaboradores habían concluido que la mejor manera de penetrar en Scapa Flow era a través de Kirk Sound, un canal al este de la bahía. El canal estaba obstruido por varios barcos hundidos a modo de barrera (el SS Numidian, el RMS Thames, el Seriano y el Minich) dejando un estrecho canal navegable que en algunos puntos sólo tenía siete metros de profundidad. El plan concluía que la mejor manera de atravesar el canal era navegando en superficie, en una noche sin luna y con la marea alta; se eligió entonces la noche del 13 al 14 de octubre por reunir esas condiciones. Todo el plan se desarrolló en el más estricto secreto: sólo lo conocían Dönitz, sus colaboradores, su superior, el Großadmiral Erich Raeder (comandante en jefe de la Reichsmarine) y el propio Prien. Cuando el U-47 partió de Kiel el 8 de octubre rumbo al norte, nadie de la tripulación, ni siquiera el segundo al mando, el teniente Engelbert Endrass, conocía el verdadero objetivo de su misión; únicamente lo sabía Prien, quien lo revelaría a sus hombres la noche del 12 de octubre, ya frente a las Orcadas.
El submarino emergió la noche del día 13 para llevar a cabo el definitivo asalto a la base británica. Prien, con gran disgusto, descubrió que no sólo la luna nueva brillaba con notable claridad, sino que esa noche tenía lugar una aurora boreal especialmente intensa que lo iluminaba todo; pero aún así, siguió con el plan establecido.
El acceso final a Scapa Flow les llevó cuatro horas, navegando con extremo cuidado, en ocasiones acercándose tanto a la costa rocosa que incluso fueron iluminados por los faros de un taxi que pasaba camino del cercano pueblo de St. Mary. Pero no saltó la alarma; entre el trajín de buques que había en la base, probablemente los que lo vieron pensaron que se trataba de un buque británico. La navegación era dificultosa; las corrientes eran más fuertes de lo previsto y en un momento el sumergible llegó incluso a engancharse en un cable del pecio del Seriano. Al final, a las 00:27 horas del día 14, el U-47 entra por fin en el fondeadero.
Pero al observar la base británica, Prien se lleva una desagradable sorpresa: no hay barcos a la vista. Los informes de inteligencia decían que en la base habría al menos un portaaviones, cinco acorazados y diez cruceros, pero ninguno de ellos aparece. Prien no lo sabía, pero el grueso de la flota había abandonado Scapa Flow sólo unas horas antes, rumbo a unas maniobras cerca de la costa noruega. Durante más de media hora, Prien recorre la bahía sin ver ningún objetivo que valga la pena hundir, angustiado pensando que su audaz y peligrosa incursión puede haber sido en vano. En la oscuridad, pasa, sin verlos, junto a cuatro cruceros fondeados juntos, los HMS Belfast, Caledon, Columbo y Delhi. Finalmente, en el extremo noroeste de la bahía, divisa las siluetas de dos grandes buques allí fondeados y se dirige hacia ellos.
Prien se equivoca al identificar los buques. Uno de ellos es sin duda un gran acorazado y cree que se trata del HMS Repulse o el HMS Renown. Del otro, apenas visible al estar oculto tras el acorazado, cree que puede tratarse de un segundo acorazado o un gran crucero pesado. En realidad, se trataba del HMS Royal Oak, un viejo acorazado lento y obsoleto, de escaso protagonismo en la flota británica; y del HMS Pegasus, un portahidroaviones también desfasado y de escasa utilidad. Prien ya tenía el blanco que buscaba.


A las 00:58 horas, Prien da orden de disparar los cuatro torpedos de proa contra el acorazado; sólo tres son efectivamente disparados (falló el sistema de disparo del cuarto tubo). Tras varios minutos de espera, a la 01:04 escuchan una única explosión: dos de los torpedos han fallado, pero el tercero ha impactado en la proa del Royal Oak. No obstante, pese a que la explosión despertó a la mayor parte de la tripulación, que a esas horas estaba durmiendo, nadie pareció alarmarse en exceso. Descartado que se tratase de un ataque aéreo, se consideró que la explosión se debía a causas internas, quizá a los gases emanados del carbón de los depósitos; tal era la confianza en la inexpugnabilidad de Scapa Flow, que a nadie se le ocurrió que pudiera tratarse de un ataque submarino, y el capitán del buque, William Benn, no tomó medida alguna, ni dio la alarma, con lo que la mayor parte de la tripulación volvió a sus coyes a seguir durmiendo.
A todo esto, el U-47 había dado media vuelta nada más disparar sus torpedos, para emprender la huida, llegando incluso a disparar un cuarto torpedo con el tubo de popa (que también erró el blanco); no obstante, Prien, que observaba todo a través del periscopio, vio sorprendido cómo el buque no mostraba indicios de daños graves, ni se daba la alarma. Así que dio media vuelta y volvió a acercarse hasta los 1500 metros para una nueva andanada. Esta vez la precisión fue mayor: los tres torpedos lanzados impactaron casi simultáneamente contra el costado del Royal Oak a la 1:16, provocando graves daños en el casco y desatando una serie de explosiones e incendios en el interior del barco, que se escoró 15º casi instantáneamente, inclinación que fue aumentando hasta alcanzar los 45º. A la 1:29, apenas trece minutos después del segundo ataque, el Royal Oak se hundía completamente, llevándose consigo a 833 de sus 1234 tripulantes; entre ellos, el contraalmirante H. E. C. Blagrove, comandante del 2º Escuadrón de Combate, y un centenar de reclutas de entre 15 y 17 años, enrolados como aprendices. Sorprendidos en pleno sueño, sin tiempo para arriar los botes salvavidas, muchos de los náufragos fueron a para a las frías aguas escocesas sin haber podido ponerse los chalecos o tan siquiera vestirse. 386 supervivientes, entre ellos el capitán Benn, fueron rescatados por la Daisy II, una pequeña embarcación dedicada al transporte de correo que había estado fondeada junto al Royal Oak y cuyo patrón, John Gatt, recibió la Medalla de Servicios Distinguidos por esta acción.

Los restos del Royal Oak, declarados en su día cementerio de guerra (muchos de los cuerpos jamás se recuperaron)
En los primeros momentos reinó la confusión sobre lo ocurrido, si había sido un bombardeo o un sabotaje. Sólo más tarde a alguien se le ocurrió que podía ser obra de un submarino. Pero para entonces, el U-47 ya había salido de la bahía por la misma ruta por la que había entrado, ganando una considerable ventaja. Un destructor británico lo detectó y lo siguió hasta mar abierto; pero, de forma sorprendente, el navío cesó su persecución y dio media vuelta. A la mañana del día siguiente, los buzos que examinaban el acorazado hundido descubrieron señales inequívocas del impacto de torpedos; pero para entonces, el U-47 ya cruzaba el mar del Norte, rumbo a Alemania.

El U-47 y su tripulación, recibidos con vítores a su retorno a Alemania
El U-47 arribó al puerto de Wilhelmshaven el 17 de octubre. Por aquel entonces, el hábil aparato propagandístico del gobierno nazi ya había hecho pública la hazaña del submarino y su tripulación fue recibida a su vuelta como auténticos héroes, los valerosos hombres que habían vengado el honor de la marina alemana. Hitler envió su avión personal para trasladar a la tripulación al completo a Berlin, donde recibieron homenajes y fueron condecorados. Prien recibió de manos del Führer la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro (fue el primer marino en recibirla) y el resto de sus hombres recibieron la Cruz de Hierro de Segunda Clase. Por su parte Dönitz fue ascendido a contraalmirante.

Adolf Hitler recibe a la tripulación de U-47 en la Cancillería del Reich
Prien (apodado a partir de entonces "El toro de Scapa Flow") seguiría al mando del U-47, convirtiéndose en uno de los capitanes de submarinos más efectivos de la flota alemana, hundiendo 31 barcos aliados y dañando otros 9, hasta que el 7 de marzo del 41 el U-47 desapareció sin dejar rastro con toda su tripulación. Sobre su destino, se cree que pudo ser hundido en combate por el destructor británico HMS Wolverine al este de Irlanda, o bien sufrir el impacto accidental de uno de sus propios torpedos. El mismo destino corrió su segundo, el teniente Endrass, ascendido a capitán y puesto al frente de su propio submarino, el U-567, hundido el 21 de diciembre de 1941 al noroeste de las Azores en un combate con el dragaminas HMS Deptford y la corbeta HMS Samphire.
En el bando británico, el hundimiento del Royal Oak supuso un shock y una tragedia nacional, a pesar de que la pérdida del acorazado no supuso un gran quebranto para la Royal Navy. Se vieron obligados a desestimar el uso de Scapa Flow como base mientras no se llevaban a cabo una serie de mejoras en las defensas. Churchill anunció que el ataque había sido posible gracias a una red de espías y colaboradores en tierra, desatando así los temores a la presencia de espías y quintacolumnistas; no obstante, los informes tanto de la Marina como de los servicios de inteligencia culpaban únicamente a una serie de deficiencias y errores graves en las defensas de la base, lo que le acabaría costando al almirante sir William French, comandante general de las Orcadas y las Shetland, el paso forzoso al retiro. Tres días después del hundimiento, cuatro bombarderos Ju-88 atacaron Scapa Flow, dañando un viejo acorazado, el HMS Iron Duke. En vista de lo sucedido, se procedió a reforzar las defensas: se construyeron nuevas barreras, se hundieron más barcos, se colocaron más minas, se aumentó la presencia de artillería antiaérea e incluso se construyó en las cercanías una base de la RAF, la de Grimsetter. Además se cegaron completamente los canales orientales que daban acceso a la bahía mediante la construcción de barreras de tierra y cemento (llamadas "barreras de Churchill") que conectaban las islas entre las que discurrían los canales. Igualmente, se revisó la política de la marina respecto a los reclutas menores de edad; a partir de entonces ya no se les permitió permanecer a bordo de los navíos durante su periodo de entrenamiento.

Si os interesa saber más, hay una excelente página dedicada al U-47: http://www.u47.org/

miércoles, 1 de julio de 2015

El oso que casi provocó una guerra nuclear

Ursus americanus
El 14 de octubre de 1962, un avión espía norteamericano U-2 fotografiaba en territorio cubano una serie de estructuras que luego resultarían ser instalaciones de lanzamiento de misiles nucleares. Los soviéticos, en el marco de la llamada Operación Anádir, habían llevado en secreto a Cuba misiles, plataformas de lanzamiento, ojivas nucleares, bombarderos Ilyushin Il-28 con capacidad para transportar armas nucleares y cerca de 50000 hombres de distintas unidades. Los norteamericanos consideraron la presencia de armas nucleares soviéticas a apenas 200 kilómetros de la costa de Florida como una provocación intolerable, y el 22 de octubre el presidente Kennedy se dirigió al pueblo norteamericano en un mensaje televisado en el que anunciaba el establecimiento de un bloqueo naval y aéreo de la isla hasta que los misiles fueran desmantelados y retirados. Durante varios angustiosos días el mundo estuvo más cerca que nunca de una guerra nuclear mientras norteamericanos y soviéticos negociaban sin querer dar su brazo a torcer, hasta que en la madrugada del día 28 llegaban a un acuerdo: los soviéticos aceptaban retirar todo su armamento nuclear de Cuba (no así el convencional) y a cambio los estadounidenses se abstenían de invadir la isla y retiraban sus misiles nucleares de Turquía (algo que se mantuvo en secreto hasta que se llevó a cabo, seis meses después).

Base aérea de Duluth (c. 1955)
En aquellas fechas todo el ejército norteamericano estuvo en estado de máxima alerta, en previsión de un posible ataque; fue una de las dos ocasiones (la otra fue al comienzo de la Operación Tormenta del Desierto, en la primera Guerra del Golfo) en las que se decretó el estado de DEFCON 2, el inmediatamente anterior anterior a una guerra masiva. Alrededor de medianoche del día 25 de octubre, un centinela de la base de Duluth (Minnesota) avistó una figura que en la oscuridad trataba de trepar la valla que rodeaba la base. Podía ser cualquier cosa, pero el soldado, asustado y temeroso ante el clima de confrontación existente, creyó de inmediato que se trataba de un saboteador comunista que trataba de infiltrarse en la base; así que, sin pensárselo dos veces, abrió fuego contra él (sin alcanzarle) y activó la alarma de sabotaje. La alarma se transmitió de inmediato a las bases cercanas, entre ellas la base aérea de Volk Field, en Wisconsin. Pero en Volk Field el sistema falló; la alarma que se disparó allí no fue la de sabotaje, sino la que anunciaba un ataque soviético. De inmediato, los pilotos que estaban de guardia en la base se dispusieron a despegar con sus aviones Convair F-106A, con la misión predeterminada de dirigirse hacia el Ártico al encuentro de los bombarderos nucleares soviéticos que se aproximasen por esa ruta a los EEUU. Ninguno puso en duda la veracidad de la alarma; sus superiores les habían dejado claro que durante esos días no habría ejercicios, simulacros ni maniobras: si la alarma sonaba, sólo podía ser un ataque soviético.

Convair F-106A Delta Dart
Cuando los pilotos habían subido ya a sus aviones y se dirigían hacia la pista de despegue, vieron venir hacia ellos a toda velocidad a uno de los camiones de la base haciéndoles señales con los faros (por su pequeño tamaño, Volk Field carecía de torre de control). Tras una serie de frenéticas llamadas cruzadas entre la comandancia de la base, Duluth y sus superiores, habían podido confirmar que se trataba de un error y en el último momento conseguían impedir el despegue.
El suceso fue silenciado por las autoridades militares y se convirtió en una especie de leyenda urbana que se contaba de vez en cuando entre los militares de las bases implicadas. En unas versiones se decía que la misteriosa figura que dio lugar al incidente era un soldado que volvía borracho de un permiso y no quería ser descubierto; otras decían que había sido todo la imaginación del centinela. No fue hasta principios de los noventa cuando el ejército desclasificó el informe sobre el incidente y se supo quién era el responsable: ni más ni menos que un oso negro (Ursus americanus) que seguramente se había acercado hasta las instalaciones de la base buscando comida.
Y aunque la anécdota pueda parecer cómica, no dejó de suponer un riesgo considerable. De haber detectado el súbito despegue de un escuadrón de aviones de combate rumbo al Ártico, los soviéticos podrían haber interpretado que se trataba del primer paso para un ataque y haber tomado a su vez medidas, generándose una reacción en cadena que habría desembocado en una guerra. Y aunque no hubiese sido así, aquella noche había numerosos aviones en los cielos cercanos a la base, incluidos varios bombarderos B-52 Stratofortress con armamento nuclear que formaban parte de la Operación Chrome Dome (bombarderos con armamento nuclear permanentemente en vuelo, para reaccionar de manera inmediata si se producía un ataque). Un piloto nervioso podría haberlos confundido con aviones enemigos y haberlos atacado, con catastróficas consecuencias.