martes, 29 de marzo de 2016

La olla podrida


La olla podrida es sin duda uno de los platos emblemáticos de la gastronomía tardomedieval y barroca española. Este contundente y sustancioso plato, muy adecuado para los fríos días de invierno, consiste básicamente en un guiso de legumbres (alubias o garbanzos) al que se añaden todos los tipos de carnes que en la imaginación del cocinero quepan, que luego se cocerán durante horas a fuego lento. En ella caben carnes de cerdo y ternera, de cordero o ave, sin olvidarnos de la caza (jabalí, liebre), crudas o curadas, en salazones y embutidos. Además, pueden añadirse otros ingredientes tales como cebollas, repollos, coles, nabos, berzas o zanahorias.
Sobre el origen de su peculiar nombre hay dos teorías. La más extendida dice que deriva de "poderida" (poderosa), bien sea por la contundencia del guiso en si o porque era un plato habitual de las mesas de los poderosos. Otros, sin embargo, lo atribuyen a que, tras su larga cocción, los diversos elementos que lo componen van lentamente deshaciéndose y perdiendo su forma original, casi como si se fueran pudriendo.
Buscando la procedencia del plato, muchos señalan a la adafina como su antecesor. La adafina es un plato típico de los judíos sefardíes, consistente en un cocido de garbanzos y carne de cordero al que también se le pueden añadir alubias, arroz y verduras. La tradición era elaborarlo el viernes y dejarlo cocinar toda la noche sobre los rescoldos del fuego para consumir luego caliente durante el Shabat, día en el que los judíos tienen prohibido encender fuego. Muy probablemente, la olla podrida es el resultado de "cristianizar" la adafina añadiéndole carne de cerdo.
Hubo a lo largo de la historia grandes entusiastas de este plato, como el emperador Carlos V, quien lo tenía entre sus favoritos (algo tendría que ver su consumo repetido con los dolorosos ataques de gota que sufrió el fundador de la Casa de Austria). Precisamente, la primera vez que aparece nombrada es a principios del siglo XVI, en la obra de Alonso de Guevara, monje franciscano y cronista del emperador. También su hijo, Felipe II, pese a su carácter más austero y frugal, solía disfrutar de tan sabroso cocido. Los más ilustres escritores del Siglo de Oro español lo mencionan en sus obras con admiración: Lope de Vega, Quevedo, Calderón de la Barca. El propio Cervantes le depara grandes elogios por boca de Sancho Panza. Incluso Alejandro Dumas, gastrónomo impenitente, la menciona en su Grand dictionnaire de cuisine.
Diego Granado, autor de El libro de arte de cozina (1599) da esta receta: Toma dos libras de garganta de puerco salada, y cuatro libras de pernil desalado, dos ocicos, dos orejas y cuatro pies de puerco partidos y recién sacados de un día, cuatro libras de puerco jabalí con el callo fresco, dos libras de salchichones buenos y limpios, hágase cocer con agua y sin sal. Y en otro vaso de cobre, o de tierra, cuézanse también con agua y sal seis libras de carnero, y seis libras de riñonada de ternera y seis libras de vaca gorda, y dos capones o dos gallinas, y quatro pichones caseros gordos, y de todas las dichas cosas las que estuvieren primero cozidas se vayan sacando del caldo de la sobredicha carne, cuézanse dos cuartos de liebre traseros cortados a pedazos, tres perdices, dos faisanes, o dos ánades gruesas salvajes y frescas, veinte tordos, veinte codornices, y tres francolines, y estando todo cocido, mézclense los dichos caldos y cuélase por cedazo advirtiendo que no sean demasiado salados. Téngase aparejados garbanzos negros y blancos que hayan estado a remojo, cabezas de ajos enteras, cebollas partidas, castañas mondadas, judigelos, o frisones, y todo se haga cozer con el caldo, y quando las legumbres estarán casi cozidas, póngase repollos, y berzas, y nabos, y rellenos de menudo, o salchichas, y cuando todo estará cozido hágase una mezcla y añádase sal, pimienta y canela, y póngase una parte de la dicha composición sobre los platos sin caldo, y tómese de todas las aves partidas en cuatro cuartos, y las aves gruesas, y las saladas cortadas a tajadas, y las aves menudas, déjense enteras y repártanse en los platos sobre la composición, y sobre estas póngase de la otra composición del relleno cortado, y de esta manera háganse tres suelos, y téngase una cucharada de caldo más gordo, y póngase encima, y cúbrase con otro plato, y déjese media hora en lugar caliente, y sírvase caliente con especias dulces. Puédense después de hervidas asar algunas de las dichas aves.
La influencia de la cocina española ha propiciado la aparición de variantes locales de la olla podrida en otras partes del mundo. Así, el puchero argentino, que incluye carnes y verduras típicas del país (patatas, zapallos, choclos o batatas) , es probablemente la adaptación de la receta al ámbito local. También el sancocho colombiano (que incluye patatas, yuca y plátano) o el ajiaco cubano (con maiz, ñame, yuca, malanga y boniato) tienen este mismo origen. Incluso los franceses tienen su propia versión, el pot-au-feu.

sábado, 26 de marzo de 2016

Marie Duplessis, la dama de las camelias

Rose-Alphonsine Plessis, "Marie Duplessis" (1824-1847)

Tuvo una vida corta e intensa, marcada por una infancia desoladora y dolorosa, pero le bastó para que su nombre pasara a la historia. Se sobrepuso a su humilde origen para convertirse en una mujer fascinante que tuvo rendidos a sus pies a algunos de los hombres más poderosos de su época, y tras su muerte su figura perduraría en el arte y en la leyenda.
Marin Plessis era un vendedor ambulante de telas, hijo ilegítimo de una prostituta y un sacerdote, que se había casado con Marie-Anne-Michelle Deshayes, descendiente de una familia ilustre venida a menos que lo había perdido todo, dinero y títulos, durante la Revolución Francesa. De aquel desigual matrimonio habían nacido dos niñas, Rose Alphonsine (nacida en Nonat-le-Pin, en la Baja Normandía, el 15 de enero de 1824) y Delphine. En 1829 Marie, harta de aquel marido alcohólico y violento, abandonó a su familia y se marchó a Suiza, donde moriría de tuberculosis un año después. Las niñas quedaron al cuidado de una pariente de su madre, pero cuando Alphonsine contaba doce años fue violada por un empleado de su familia, la cual, para encubrir el escándalo, envió a la pequeña de vuelta con su padre. Pero aquel borracho brutal y sin escrúpulos no tuvo mejor idea que comenzar a prostituir a su hija, primero vendiendo sus favores a un vecino septuagenario y luego a otros hombres. De aquel infierno logró escapar la pequeña, tras trabajar como lavandera, sirvienta en un mesón y empleada en una fábrica de paraguas, y con quince años se plantó en París con una troupe de gitanos circenses a la que, según algunos biógrafos, había sido vendida por su padre.
Ya en la capital, Alphonsine se abrió paso como pudo, trabajando como verdulera y dependienta en distintas tiendas, donde pronto aprendió que los hombres acomodados estaban dispuestos a pagar generosamente la compañía de guapas jovencitas. Y ella era realmente bella, para los cánones de la época: muy delgada, pálida, grácil y delicada, con el pelo negro y un rostro angelical en el que destacaban dos profundos y melancólicos ojos oscuros. Tenía además un encanto natural, y sabía ser irresistiblemente seductora cuando quería.
Con esos dones, no tardó en atraer las atenciones de hombres con dinero. El primero fue un viudo llamado Nollet, dueño de un restaurante cerca del Palais Royal, que quedó prendado de ella cuando la vio comiendo en su establecimiento con dos amigas. Nollet no tardó en convertirla en su amante, la instaló en un piso en la Rue de L'Arcade y la colmó de cuidados. A Alphonsine, que apenas tenía 16 años, no le importó entregarse de aquella forma. Años más tarde, cuando le preguntaron por qué se había vendido así, ella respondió que una chica honrada y trabajadora nunca habría podido permitirse todos los lujos que había disfrutado a lo largo de su vida.
La relación duró varios meses, hasta que a Nollet le resultó imposible permitirse los muchos gastos de Alphonsine. A ella no le importó; ya había empezado a codearse con la alta sociedad parisina y no tardó en encontrar un nuevo "protector", el conde Ferdinand de Montguyon, mucho más acaudalado que el viudo restaurador. Su siguiente acompañante fue uno de los hombres más sobresalientes de su vida: el conde Antoine Alfred Agénor, futuro duque de Gramont y príncipe de Bidache, que sería ministro de Asuntos Exteriores de Napoleón III y miembro de una de las familias más ilustres de Francia.

Antoine Alfred Agénor, duque de Gramont y de Guiche, príncipe de Bidache (1819-1880)
Agénor fue para la joven un auténtico mentor. Le pagó maestros y tutores para que le enseñaran a leer y escribir con corrección, a hablar sin aquel fuerte acento normando suyo, hizo que aprendiera sobre arte, literatura, música, protocolo, hasta convertirla en una mujer culta, refinada y de amena conversación. Fue en esta época cuando Alphonsine dejó de utilizar su verdadero nombre, que juzgaba demasiado vulgar, y empezó a usar el de Marie Duplessis, que sonaba mucho más elegante y aristocrático. La relación duró hasta que la familia del conde, temerosa de un escándalo y preocupada por el tiempo y el dinero que Agénor dedicaba a su amante, le obligó a romper con ella (algunas fuentes hablan de que fruto de esa relación nacería en 1841 un niño, enviado con unos parientes lejanos de Agénor y que murió de neumonía antes de llegar a la adolescencia). Pero esta ruptura no supuso un gran quebranto para Marie, que sin tener aún 18 años ya se había convertido en la cortesana más solicitada de París. Aristócratas, políticos, acaudalados propietarios, competían para conseguir los favores de Marie, la cual mantenía un fastuoso tren de vida gracias a la generosidad de sus amantes. "La Divina Marie" como empezó a ser llamada, llegó a gastar más de 100000 francos de oro al año, en ropa, joyas, muebles, caballos, criados, libros (llegó a tener una biblioteca con varios cientos de ejemplares). Frecuentaba la ópera, los teatros, los clubes más elegantes (como el célebre Jockey Club, del que era socia y donde solía conocer a sus futuros amantes). Y también gastaba grandes sumas en el juego, al que era muy aficionada.
Marie pasó el verano de 1841 en Bougival, a las afueras de París, en una mansión que había comprado para ella el conde Edouard de Perregaux. Fue durante esa estancia cuando se hicieron patentes en ella los primeros síntomas de una violenta tuberculosis, lo que hizo que Perregaux la llevara al célebre balneario de Baden-Baden, frecuentado por la nobleza de toda Europa, para reponerse. Poco después, el conde, casi arruinado por los dispendios de su amante, tuvo que marchar a Londres, y Marie siguió repartiendo generosamente su compañía. Fueron amantes suyos, entre otros, Roger de Beauvoir, Henri de Contades, Olimpio Aguado, Adrien de Plancy, Pierre de Castellane o Eduardo Delessert.
En 1844 Marie conoció en el balneario de Bagnères-de-Luchon al casi octogenario conde ruso Gustav Ernst von Stackelberg, antiguo embajador de los zares en Prusia, Austria, Holanda o Suiza. Stackelberg quedó prendado de la joven porque, al parecer, veía en ella un gran parecido con su hija Marie, muerta trágicamente en 1840, con sólo 22  años de edad. A partir de ese momento, el anciano conde tomó a la joven bajo su protección, casi como un padre, la instaló en un lujoso apartamento en el Boulevard de la Madeleine y la colmó de regalos. En ese apartamento la cortesana organizaría unas sonadas tertulias literarias a las que asistieron, entre otros, Alejandro Dumas, Honoré de Balzac, Theophile Gautier, Alfred de Musset, Eugène Sue o Charles Dickens.

Alejandro Dumas hijo (1824-1895)
Fue en septiembre de 1844 cuando Marie comenzó un romance con el hombre que habría de hacerla inmortal a través de la literatura, Alejandro Dumas hijo, vástago ilegítimo (aunque reconocido) del famoso escritor, que buscaba abrirse camino como novelista, aunque sin tener ni remotamente el éxito arrollador de su padre. Fue la suya una relación tormentosa y pasional, llena de celos, reproches, discusiones y reconciliaciones. Al parecer, ella amaba de verdad a Dumas, pero no quería renunciar a sus demás acompañantes y al dinero que éstos le proporcionaban. Dumas procuró que Marie se tratara su cada vez más preocupante salud, la llevó a distintos médicos, intentó que dejara la ciudad y se instalara en el campo, cuyo aire puro la beneficiaba, pero ella se aburría soberanamente lejos del bullicio de París, de los lujosos salones, de los teatros y la ópera. Finalmente, en agosto de 1845, Dumas, incapaz de soportar los celos y sabiendo que nunca podría darle a ella la vida que deseaba, rompió la relación mediante una célebre carta (que ella nunca respondió) que decía así:

No soy lo bastante rico para amarte como quisiera ni lo suficiente pobre para ser amado como quisieras tú. Olvidemos todo entonces, tú un nombre que debe serte casi indiferente, yo una felicidad que se me hace imposible. Es inútil decirte cuánto lo siento porque tú sabes bien cuánto te amo. Entonces, adiós. Tienes demasiado corazón como para no entender el motivo de mi carta y demasiada inteligencia como para no perdonarme.

Tras su ruptura, no volvieron a verse jamás.

En el número 11 del Boulevard de la Madeleine (hoy es el número 15) vivió y murió Marie Duplessis
Marie aún mantendría otro sonado romance, con el compositor y pianista austríaco Franz Liszt, antes de que los síntomas de la enfermedad que la carcomía se agravasen. Poco a poco, su belleza se fue marchitando y sus admiradores la fueron abandonando uno tras otro, sustituyéndola por otras cortesanas que ocuparon el trono que hasta entonces nadie le discutía a la Divina Marie. A principios de 1846 viajó a Londres para reencontrarse con su antiguo amante Perregaux, con el que se casaría en febrero de ese año. No obstante, ambos se separarían de inmediato y Marie retornó sola a París, donde, pese a que su matrimonio no era legal en Francia, empezó a hacerse llamar condesa y a utilizar su propio escudo de armas. Pero la tuberculosis avanzaba implacable, y contra ella nada pudieron médicos ni cuidados. El 3 de febrero de 1847, en plenas fiestas de carnaval y apenas dos semanas después de cumplir los 23 años, Marie Duplessis, nacida Alphonsine Plessis, dejaba de existir en su casa del Boulevard de la Madeleine, acompañada sólo por una sirvienta leal y por su marido, que en sus últimos días no se separó de su lecho. Fue enterrada en el Cementerio de Montmartre, aunque diez días después fue trasladada a otra tumba cuyo sencillo epitafio reza: "Ici Repose ALPHONSINE PLESSIS Née Le 15 Janvier 1824 Decedée le 5 Fevrier 1847 De Profundis". De todos los hombres que la habían amado y deseado, sólo dos estaban presentes en el momento de su última despedida: su marido, el conde de Perregaux, y el anciano conde Stackelberg.


Alejandro Dumas hijo no estaba en la capital en el momento de la muerte de Marie. Se enteró del deceso en Marsella y viajó de inmediato a París. No llegó a tiempo al entierro, pero si a la subasta pública de las posesiones de la joven, que al morir había dejado numerosas deudas. Una subasta que despertó gran expectación entre los parisinos, dada la fama de la fallecida. Charles Dickens, que asistió a la puja, escribiría más tarde: "Uno podía haber creído que Marie era Juana de Arco o alguna otra heroína nacional, tan profunda era la tristeza general". Dumas, en precaria situación económica, sólo pudo adquirir una pequeña cadena de oro a modo de recuerdo. Luego, se encerró en una habitación de hotel con las cartas que ambos habían intercambiado durante su romance y, en apenas cuatro semanas, escribió la que iba a ser su novela más famosa y la obra que convertiría definitivamente a Marie en un personaje legendario: La dama de las camelias, la historia de amor entre una cortesana llamada Margarita Gautier y un joven llamado Armand Duval. Un libro en el que Dumas reflejó su propio romance y en el que no es difícil reconocer en la protagonista, Margarita Gautier, a Marie Duplessis, aunque en un tono más suave y romántico que en la vida real; como si Dumas hubiera deseado retratar a la Marie que él habría querido que fuese, en lugar de a la que realmente conoció. El libro se publicó en 1848 y fue un gran éxito, y aún más cuando el propio Dumas lo convirtió en una obra de teatro. En 1852, el gran compositor Giuseppe Verdi lo transformaría a su vez en una de las óperas más famosas de la historia: La Traviatta.

miércoles, 23 de marzo de 2016

Pequeñas historias (VI)

Los virus del género Pandoravirus (del que se conocen dos especies, Pandoravirus dulcis y Pandoravirus salinus) son uno de los enigmas naturales más fascinantes planteados en los últimos años. Estos virus, observados por primera vez en 2008 y reconocidos como virus en 2013, viven como parásitos de las amebas. A su gigantesco tamaño (pueden llegar a medir una micra, lo que los convierte en los virus más grandes conocidos) se unen las peculiaridades de su material genético. Su ADN tiene un tamaño de entre 1'9 y 2'5 millones de pares de bases (un virus sencillo puede tener en torno a 50000). Lo extraño es que, de los 2556 genes que se han identificado en ellos, apenas un 6% presentan similitudes con genes de otros organismos conocidos; el restante 94% no ha podido ser asociado a ningún tipo celular. Tal es la perplejidad que estos virus han causado a los investigadores, que ya han surgido propuestas para incluirlos en un nuevo dominio taxonómico separado de los tres ya existentes (bacterias, archaeas y eucariotas).
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Durante el avance de las tropas aliadas por Europa en la Segunda Guerra Mundial, el estado mayor del ejército norteamericano ordenó al general George S. Patton que no atacara la ciudad alemana de Trier, ya que sus expertos estimaban que serían necesarias al menos cuatro divisiones de infantería para conquistarla. Cuando Patton recibió el mensaje, ya había tomado la ciudad. Su respuesta fue: "He tomado Trier con dos divisiones. ¿Quieren que se la devuelva a los alemanes?"
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Aunque algo oscurecido por la fama de su primo Charles Darwin, sir Francis Galton fue una de las mentes más brillantes y polifacéticas del Reino Unido en el siglo XIX. Sus aportaciones se reparten en disciplinas tan dispares como la psicología (fue uno de los padres de la psicología diferencial), la meteorología (identificó el efecto de la presión atmosférica sobre los cambios climáticos y creó los primeros mapas de isobaras), la genética (postuló la Ley de Galton para la herencia ancestral), las matemáticas (introdujo el concepto de correlación entre dos variables y el uso de la línea de regresión), la biométrica (incluyendo el estudio de las huellas dactilares) o la geografía (viajó por Europa y África y escribió detallados libros sobre sus exploraciones). También fue uno de los impulsores de la eugenesia y el primero en enunciar la dualidad entre conductas innatas y aprendizaje. Hoy en día se calcula que su CI era de al menos 200.
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Cuando la sífilis empezó a ser una enfermedad conocida, ingleses y alemanes la llamaron "el mal francés"; los franceses la llamaron "mal español"; los rusos, "mal polaco"; los polacos, "mal turco"; los turcos, "mal cristiano"; y los japoneses, "mal chino".
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En 2008 un grupo de investigadores creó la web Foldit para que, mediante juegos de puzzles, los visitantes colaboraran para ayudar a resolver problemas relativos a la estructura tridimensional de proteínas. En 2011, los jugadores desentrañaron la estructura de una enzima relacionada con una enfermedad similar al SIDA que afecta a simios. Los investigadores llevaban 13 años tratando de resolver ese problema, sin éxito; los jugadores lo solventaron en apenas tres semanas.
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Un marinero de la Marina británica que quiera dejarse barba necesita solicitar un "permiso oficial para dejar de afeitarse". Si se lo conceden, tiene que someterse a un periodo de prueba de dos semanas, tras el cual debe presentarse al Maestro de Armas, que es quien decide si la barba tiene un aspecto lo suficientemente respetable como para darle al marinero el permiso definitivo para dejársela crecer.
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En 1980, el Institute for Historical Review, una sociedad que niega el Holocausto, ofreció 50000 $ a quien proporcionara pruebas de que los judíos fueron exterminados en las cámaras de gas. Mel Mermelstein, un superviviente de Auschwitz que había perdido a la mayor parte de su familia en el campo, ofreció su propio testimonio bajo juramento, pero el IHR se negó a pagar. Mermestein llevó el caso a los tribunales y el juez condenó al IHR a pagarle 90000 $ y a presentar una disculpa pública al señor Mermestein y a todos los supervivientes de Auschwitz, concluyendo que la muerte de judíos en las cámaras de gas no era un tema sujeto a discusión sino que era "sencillamente, un hecho probado".
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El 7 de noviembre de 1907, un joven maquinista ferroviario de 25 años llamado Jesús García Corona salvó del desastre al pueblo mexicano de Nacozari conduciendo lejos de él un tren incendiado cargado de dinamita. La explosión resultante mató a 13 personas, incluido al propio Jesús, pero muchas más habrían muerto si el tren hubiera estallado más cerca del pueblo.

domingo, 20 de marzo de 2016

Los nómadas irlandeses

Nómadas irlandeses

Son uno de los grupos étnicos más peculiares de las islas británicas. Los nómadas irlandeses o Irish travellers son una comunidad que desde hace siglos vive de manera errante, al margen del resto de la sociedad, y que han forjado a lo largo de los años una cultura, unas tradiciones y hasta un idioma propios.
El origen de los Irish travellers es aún oscuro y objeto de discusiones. Dado que los travellers no conservan ningún tipo de registro escrito, han surgido numerosas teorías sobre su procedencia. Tradicionalmente se les ha considerado descendientes de los campesinos que habían quedado sin hogar a raíz de la invasión inglesa de 1649. No obstante, algunos historiadores opinan que, si bien algunas familias pudieron haber adquirido hábitos nómadas por aquel entonces (y también a raiz de la gran hambruna de mediados del siglo XIX), la presencia de población ambulante en Irlanda es muy anterior. Un estudio genético realizado en 2011 concluyó que los travellers son un grupo étnico diferenciado de la población sedentaria irlandesa por al menos mil años de separación. Hay quien los vincula a tribus nómadas precélticas y quien especula con que son los descendientes del llamado Clan Muircheartaigh Uí Conchobhair, un clan de aristócratas nómadas descendientes del rey de Irlanda Tairrdelbach Ua Conchobair (1088-1156).


Los travellers han sido históricamente un grupo que ha vivido aparte del resto de la sociedad, sin relacionarse con los ajenos a su cultura salvo en lo imprescindible, trasladándose de un lugar a otro en carromatos tirados por caballos (en la actualidad, prefieren las autocaravanas). Víctimas de numerosos prejuicios, han sido considerados como delincuentes, vagos, mendigos, indeseables o pendencieros, lo que ha provocado que fuesen marginados y excluidos de manera habitual. A su vez, ellos tampoco han mostrado demasiado interés en los que no forman parte de los suyos, y de ese modo se han mantenido apartados por propia voluntad, preservando así su forma de vida y su original cultura. Los matrimonios tenían lugar entre miembros de su propia comunidad, por eso ciertos trastornos metabólicos, como la galactosemia, se dan entre ellos con mayor frecuencia que en el resto de población. En la actualidad, se estima que hay unos 22000 travellers en Irlanda, 15000 en Gran Bretaña y en torno a 10000 en EEUU. La mayoría de ellos practican el catolicismo
Habitualmente los nómadas irlandeses se casan jóvenes (antes de cumplir los 20 años) y tienen una de las tasas de natalidad más altas de Europa. Sin embargo, debido a su marginación y a las dificultades para acceder a la sanidad pública, también tienen una tasa de mortalidad infantil muy elevada. La esperanza de vida también es sensiblemente inferior a la media (unos 10 años en el caso de los hombres y 12 en el de las mujeres). La mitad de los travellers muere sin haber cumplido los 40 años, y el 80% no alcanza los 65. Su tasa de mortalidad en menores de 25 años supera a la media en nada menos que un 1230%. Asimismo, sufren una tasa muy elevada de accidentes de tráfico y el promedio de suicidios entre los varones sextuplica al de la población normal.


Los travellers han sido apodados despectivamente tinkers (chatarreros), knackers o gypsies (gitanos, aunque no tienen ningún tipo de vínculo, ni genético ni cultural, con los romaníes). Ellos se denominan a si mismos minkeir o pavees o, en irlandés gaélico, an Lucht Siúil, "el pueblo caminante". Su idioma, el shelta (del que hay dos dialectos principales, el gammon y el cant), deriva del irlandés arcaico, con aportes del hiberno-inglés (el inglés hablado en Irlanda hasta el siglo XIX) y un buen número de palabras propias. Aunque los primeros testimonios escritos de shelta datan de finales del siglo XIX, reputados lingüistas sitúan su origen en la Baja Edad Media (siglos del XI al XIV) e incluso antes.
Durante mucho tiempo los nómadas irlandeses se han ganado la vida criando perros de caza y como tratantes de caballos. Más recientemente, se han dedicado también a la recogida de chatarra. En la actualidad, aunque sigue habiendo un número apreciable de ellos que siguen llevando un estilo de vida nómada, muchos han renunciado a su vida vagabunda y se han asentado en ciudades de Irlanda y Gran Bretaña, aunque aún queda mucho camino para su integración total. Es frecuente que encuentren dificultades a la hora de acceder a servicios como la sanidad o la educación, y a menudo viven en condiciones precarias, sin agua corriente ni electricidad. Siguen pesando mucho los siglos de prejuicios y leyenda negra: más de dos tercios de los irlandeses prefieren no tener tratos con travellers y en el Ulster han sufrido amenazas y agresiones por parte de grupos unionistas, que los ven como invasores del sur. En 1968 el parlamento británico promulgó la llamada Ley de Lugares para Caravanas, que establecía 400 puntos en todo el Reino Unido en los que estaba permitido el asentamiento de caravanas, tratando así de proteger la cultura y el modo de vida de los nómadas. No obstante, la Ley de Justicia Criminal y Orden Público (1994) dejó sin efecto dicha disposición, pese a las protestas de las asociaciones de travellers.
En la actualidad, la ley británica les reconoce como "etnia", mientras que la ley irlandesa les otorga el estatus más limitado de "comunidad". El Comité de Investigación del Racismo y la Xenofobia del Parlamento Europeo los ha reconocido como la minoría más discriminada de Irlanda.
Entre las figuras públicas más conocidas con ascendencia pavee están los músicos Margaret Barry, Paddy Doherty, Johnny Doran y John Reilly; los boxeadores Francie Barrett, Tyson Fury, Andy Lee y John Joe Nevin; y la activista social Nan Joyce.

Johnny Doran (1907-1950), un reconocido intérprete pavee de gaita irlandesa

jueves, 17 de marzo de 2016

Albert Battel y los judíos de Przemyśl

Albert Battel (1891-1952)

El 26 de julio de 1942 los habitantes de la ciudad polaca de Przemyśl fueron testigos de una escena insólita y sorprendente. Un comando de las SS se dirigía al gueto judío de la ciudad. Por toda la Europa ocupada, las SS estaban llevando a cabo el llamado Aussiedlung (reasentamiento o recolocación), el siniestro eufemismo con el que llamaban a la deportación en masa de los judíos a los campos de exterminio. Y ahora le tocaba el turno a la comunidad judía de Przemyśl. Sin embargo, cuando los hombres de las SS intentaron entrar al gueto a través de su único acceso, un puente sobre el río San, encontraron custodiándolo a un pelotón del ejército alemán que les impidió el paso. Pese a su insistencia, el sargento al mando del pelotón se negó a franquearles el paso e incluso los amenazó con abrir fuego si no se retiraban, cosa que acabaron por hacer. Aquel pelotón de soldados cumplía las órdenes de un veterano teniente llamado Albert Battel.
Albert Battel, nacido en la ciudad alemana de Klein-Pramsen (la actual Prężynka polaca) en 1891, había combatido en la Primera Guerra Mundial y, tras licenciarse, había estudiado derecho y ejercido como abogado en Breslau. Se afilió al Partido Nazi en mayo de 1933 pero nunca fue un seguidor demasiado ferviente; de hecho, fue llamado al orden por un comité del partido por tener una actitud demasiado amable con los judíos, llegando a prestarle dinero a un colega suyo de esa religión. Dado el momento en el que se afilió, poco después de que Hitler hubiera sido nombrado canciller y de que el Partido Nazi hubiera ganado las elecciones parlamentarias, es posible que lo hiciera sólo para evitarse problemas y no porque realmente participara de la ideología nazi.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial Battel, miembro de la reserva, fue llamado a filas y enviado, con el rango de teniente, a Przemyśl, donde sirvió como adjunto del oficial al mando de la guarnición alemana de la ciudad, el mayor Max Liedtke. Tras la caída de Polonia, Przemyśl había quedado dividida en dos mitades: la mitad al este del río San ocupada por los soviéticos y la mitad oeste, por los alemanes. No obstante, a mediados de 1941, cuando los nazis invadieron la Unión Soviética, tomaron también el control de la mitad oriental de la ciudad.

Przemyśl, en la actualidad
En Przemyśl, de nuevo a Battel le llamaron la atención por su trato amigable con la comunidad local de judíos, en especial con su líder, el doctor Duldig, antiguo compañero suyo de la universidad. De hecho, fue amonestado por estrechar la mano de Duldig en público.
A principios de 1942, los nazis comenzaron las deportaciones masivas de judíos a los campos de concentración. Los rumores no tardaron en llegar a Przemyśl, llenando de inquietud a la judería local. Y más cuando, en junio de ese año, mil judíos de los pueblos cercanos fueron trasladados, sin avisar y sin dar explicaciones acerca de los motivos y de su destino (acabarían en el campo de Janowska, cerca de Lvov). Por eso, cuando las autoridades alemanas comunicaron a los judíos de Przemyśl su inminente traslado, estos pidieron ayuda a Battel. El Oberleutnant llamó en persona al cuartel local de la Gestapo para preguntar la razón del traslado, pero no le quisieron dar esa información. Sospechando las verdaderas intenciones de aquel desplazamiento, Battel acudió de inmediato a Liedtke para solicitarle que impidiese el reasentamiento, reforzando su solicitud con la excusa de que muchos de aquellos judíos eran trabajadores que prestaban servicios valiosos a la Wehrmacht. Liedtke, al igual que Battel, no era un nazi convencido ni un militar de carrera (también era un reservista movilizado, había combatido en la Primera Guerra Mundial y había perdido su empleo como editor de un periódico por sus críticas a los nazis) y no tardó en aceptar la petición de su adjunto, enviando al pelotón que impidió el paso a los hombres de las SS que se aprestaban a comenzar la deportación.
Esa misma tarde, tras la marcha de los SS, Battel se dirigió al gueto con varios camiones, en los que evacuó a un centenar de familas judías (unas 240 personas), a los que trasladó al cuartel de la Wehrmacht, alojándolos en sus barracones, donde permanecerían custodiados por el ejército alemán hasta julio del 44, fecha en que el ejército soviético reconquistó la ciudad. No tuvieron tanta suerte el resto de los judíos de Przemyśl (unas 23000 personas), que serían trasladados en los meses siguientes al campo de concentración de Belzec, del que sólo unos pocos saldrían con vida. Sólo lograron salvarse unas 400 personas puestas a salvo por movimientos polacos de resistencia como el Armia Krajowa o la Żegota.

Max Liedtke (1894-1955)
Lo sucedido en Przemyśl levantó ampollas en el seno del partido nazi. Se llevó a cabo una investigación secreta sobre lo sucedido y el informe llegó al mismísimo Heinrich Himmler, comandante en jefe de las SS. Y, aunque se decidió no tomar represalias de inmediato para no dar mayor dimensión al escándalo, Himmler envió una copia del informe a Martin Bormann, jefe de la cancillería del Partido Nazi y mano derecha de Adolf Hitler, acompañado de una carta en la que exigía que, una ver terminada la guerra, Battel fuera expulsado del partido y sometido a juicio. En septiembre de ese mismo año, el mayor Liedtke fue apartado de su cargo en Przemyśl y enviado al frente oriental, con el 1º Ejército Panzer, seguramente como castigo.
Battel, que en ningún momento supo de la investigación a la que había sido sometido, fue licenciado del ejército en 1944 debido a un problema cardíaco y regresó a Breslau. Hacia el final de la guerra se alistó en las Volkssturm, las milicias ciudadanas creadas como último recurso para tratar de detener a la desesperada el avance de las tropas aliadas. Cayó prisionero de los soviéticos y, tras ser liberado, fue sometido a un proceso de desnazificación, como otros antiguos miembros del partido, y se le prohibió ejercer la abogacía. Murió en 1952 en Hattersheim, cerca de Frankfurt. En cuanto a Liedtke, también cayó prisionero de los soviéticos. Condenado por crímenes de guerra contra la URSS, murió en un campo de prisioneros en 1955.
Lo sucedido en Przemyśl no saldría a la luz hasta años después de la muerte de sus protagonistas, gracias al trabajo de Zeev Goshen, un abogado israelí que dedicó buena parte de su vida a investigar el Holocausto. En 1981 Albert Battel era nombrado de manera póstuma como Justo entre las Naciones, la distinción que el gobierno israelí otorga a aquellos que, sin ser judíos, prestaron ayuda de manera desinteresada a los judíos durante la persecución nazi. Liedtke recibiría el mismo nombramiento en 1993.

lunes, 14 de marzo de 2016

Anécdotas de jurados ingleses

En 1670, dos cuáqueros llamados William Penn y William Mead fueron juzgados acusados de sedición por predicar en Londres. El jurado los declaró no culpables, en contra del criterio del juez. Éste, furioso, encerró a los componentes del jurado durante dos días sin comida, bebida, tabaco ni fuego, y les impuso una fuerte multa. Cuatro de ellos se negaron a pagar y pasaron varios meses en la cárcel, antes de ser liberados por orden de otro juez. A raíz de este caso, quedó establecida por ley la libertad de conciencia de los jurados, aunque contradigan la opinión del juez.
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En 1987, una mujer llamada Cyntia Payne fue juzgada por proxenetismo, acusada de organizar fiestas con prostitutas a las que acudían importantes cargos de la policía londinense, políticos y destacados miembros de la alta sociedad, algunos de muy avanzada edad. Las declaraciones de los testigos tuvieron que ser interrumpidas en varias ocasiones, debido a los ataques de risa de los miembros del jurado al oir cómo los policías describían las comprometidas situaciones en las que habían encontrado a algunos de estos provectos caballeros, y el juez tuvo que advertirles en varias ocasiones que aquello era un juicio penal y no un espectáculo. Al final, pese a las numerosas pruebas existentes, Payne fue absuelta.
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En 1993, un juicio celebrado en el Tribunal Penal Central de Inglaterra y Gales, conocido como Old Bailey, tuvo que ser suspendido después de que dos miembros del jurado se enfrentaran y casi llegaran a las manos. Todo comenzó cuando uno acusó al otro de fumar en una zona en la que no estaba permitido. Dos días después hubo un robo en casa del acusador, y éste culpó al otro jurado de haber sido el responsable. Ante el grave enfrentamiento, el juez decidió echar a ambos y reiniciar el juicio con un jurado nuevo.
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El juicio celebrado en 1996 contra un tal Ray Lee por el asesinato de un policía se convirtió en un auténtico despropósito debido al comportamiento inmaduro e irrespetuoso de los jurados, en su mayoría jóvenes. Éstos importunaban a los abogados, protestaban pidiendo que no se dejara fumar en el juzgado, hacían llegar al juez continuas notas quejándose unos de otros... Exigieron un cambio de hotel porque en el que les habían alojado no tenían gimnasio, y esa misma noche varios llegaron tarde porque habían salido de fiesta. Dos de los jurados aprovechaban los descansos para besarse apasionadamente en los pasillos del juzgado. Uno de los miembros se negaba a dirigirle la palabra a los demás. Al final, después de cuatro días de deliberación, al ver que era imposible que llegaran a un veredicto, el juez decidió disolver aquel jurado y celebrar un nuevo juicio. El coste para los contribuyentes británicos fue de 250000 libras y a aquel jurado se lo recuerda todavía con el apodo de "El Jurado del Infierno".
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En un juicio celebrado en Newcastle en julio de 1998, un miembro de un jurado que debatía sobre un caso de lesiones fue excluido de las deliberaciones después de solicitar al juez la fecha y la hora de nacimiento del acusado, con objeto de hacer su carta astrológica y decidir así si lo declaraba culpable o no.
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Un juicio celebrado en 1998 en Lewes tuvo que suspenderse momentáneamente cuando el portavoz del jurado, en plena deliberación, se esposó accidentalmente con unas esposas que eran parte de las pruebas contra los reos (cuatro hombres acusados de planear robar una joyería). Hubo que llamar a los bomberos para liberarlo; el problema era que estaba prohibido que durante la deliberación nadie entrase en la sala donde estaba el jurado y que sus miembros hablasen con otras personas. Finalmente, el juez y los abogados se pusieron de acuerdo y los bomberos liberaron al portavoz.
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El acusado en un juicio celebrado en Cardiff en 1999 estuvo a punto de pasar dos años en prisión porque un miembro del jurado se puso a toser en el momento más inoportuno. Cuando el portavoz del jurado anunciaba el veredicto de "No culpable" uno de sus compañeros tuvo un ataque de tos que hizo inaudible el "No". El juez, creyendo que el veredicto era "Culpable" decretó una condena de dos años, el fin del juicio y la disolución del jurado. Éstos, un tanto confundidos, creyeron que el acusado estaba siendo condenado por hechos distintos a los que ellos habían juzgado. Afortunadamente, uno de ellos preguntó a un ujier por qué el acusado no era liberado si ellos lo habían declarado "No culpable". El funcionario, dándose cuenta de la equivocación, avisó de inmediato al juez, que hizo volver a los abogados y al jurado para repetir la lectura del veredicto y decretar, esta vez si, la absolución del condenado.
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También en 1999, en un juicio en el sudeste de Londres, un juez tuvo que suspender hasta el día siguiente la deliberación de un jurado después de que una mujer que formaba parte de él se emborrachara con vodka que había introducido oculto en una botella de limonada. Los demás miembros avisaron al juez y éste, al ver el deplorable estado en el que se encontraba, decretó que todos se fueran a sus casas hasta el día siguiente. Irónicamente, se trataba de un juicio por comercio ilegal de alcohol.

viernes, 11 de marzo de 2016

El hundimiento del Titanic español

El "Príncipe de Asturias"

El pasado 5 de marzo se cumplieron 100 años de una de las mayores tragedias de la historia de la marina civil española: el hundimiento en las costas brasileñas del transatlántico Príncipe de Asturias, de la naviera gaditana Pinillos, Izquierdo y Compañía. Un buque que por sus numerosas similitudes con el famoso buque inglés fue llamado el Titanic español.

El lujoso comedor de primera clase del trasatlántico
Construido en los astilleros escoceses de Russell & Co., en Port Glasgow, y botado el 30 de abril de 1914, el Príncipe de Asturias medía 140 metros de eslora y desplazaba 8371 TRB, movidas por dos motores D. Rowan & Co. que proporcionaban una fuerza de 8000 caballos de vapor, con una velocidad máxima de 18 nudos. Tenía capacidad para 1890 pasajeros: 150 en primera clase, 120 en segunda, otros 120 en segunda económica y 1500 en los sollados para emigrantes. Al igual que el Titanic, el Príncipe de Asturias era el segundo de su serie; su gemelo, el Infanta Isabel (que años más tarde sería vendido a una naviera japonesa y acabaría hundido por un submarino norteamericano en 1944), había sido botado dos años antes en el mismo astillero.

El "Midzuho Maru" (antiguo "Infanta Isabel")
Los parecidos con el Titanic no acababan allí. Al igual que el buque inglés, el Príncipe de Asturias estaba lujosamente amueblado y tenía todo tipo de comodidades para sus pasajeros, en especial para los de las clases preferentes, que convertían al navío más en un lujoso hotel flotante que en un simple barco de pasajeros. Camarotes exquisitamente decorados y dotados de electricidad, lujosos salones, una biblioteca estilo Luis XVI con estanterías de caoba y asientos de cuero, un comedor decorado con paneles de roble japonés y una cúpula de cristal coloreado, incluso una vistosa escalera que comunicaba la cubierta superior con la cubierta principal, y que recordaba a la famosa escalera del Titanic. Los viajeros tenían a su disposición un quirófano, una farmacia y una barbería. Y en el aspecto técnico, el buque contaba con los últimos avances tecnológicos en cuanto a motores, sistemas de navegación y medidas de seguridad. Además, el barco tenía un doble casco y compartimentos estancos, exactamente igual que el Titanic. No en vano, el pasaje en sus camarotes de primera llegaba a costar 3000 pesetas de la época, cifras que pocos podían permitirse.

La escalera principal del "Príncipe de Asturias"
El Príncipe de Asturias partió el 17 de febrero de 1916 del puerto de Barcelona en su sexto y a la postre último viaje transoceánico, rumbo a Buenos Aires, bajo el mando del capitán José Lotina Abrisqueta, un veterano oficial de 44 años, con más de dos décadas de experiencia y empleado de la naviera Pinillos desde hacía quince años. Hizo escala en Valencia, Almería, Cádiz y Las Palmas de Gran Canaria, y tenía previsto parar también en Santos y en Montevideo. El número de personas a bordo no está claro. Varias fuentes hablan de 588 personas (395 pasajeros y 193 tripulantes), pero otros hablan de unas 600, y de que a bordo viajaban de manera clandestina inmigrantes ilegales que huían de la guerra en Europa. La mayoría eran españoles y argentinos, aunque también había norteamericanos, alemanes, peruanos y chilenos. Entre los pasajeros, personalidades destacadas como el escritor Joan Mas i Pi, el cónsul de EEUU en Santos, Carl Friedrich Deichman, o los empresarios Francisco Chiquirrín y Luis Descotte Jourdan (abuelo del escritor Julio Cortázar). Además, llevaba una valiosa carga: 40000 libras esterlinas en oro, 3364 sacas de correo, un automóvil Renault 35 HP y un conjunto escultórico de 21 estatuas de mármol y bronce, parte de un monumento llamado "Monumento a la República", donado por los españoles residentes en Argentina con motivo del centenario de la proclamación de independencia argentina, celebrado en 1910.

El capitán José Lotina Abrisqueta (1872-1916)
El 4 de marzo de 1916 el Príncipe de Asturias se aproximaba al puerto de Santos, tal y como tenía previsto, cuando se vio sorprendido por un violento temporal. Las condiciones eran tan malas que impidieron al buque entrar en el puerto, por lo que el capitán decidió mantenerse cerca de la costa, esperando una mejora del tiempo. Pero la tormenta no hizo sino empeorar: lluvia, vientos fuertes del sudoeste, mar picada y una espesa niebla que reducían enormemente la visibilidad. Ya en la madrugada del día 5, el buque se iba aproximando poco a poco a la isla de Búzios, tratando de localizar la luz del faro de Ponta do Boi para que le sirviera de referencia. Pero en aquellas condiciones, no fueron capaces de distinguirla. A las cuatro de la mañana, el capitán Lotina ordenó virar cinco grados a babor, añadiéndole otros cinco grados minutos más tarde, esperando ver aparecer la luz del faro. Sin saberlo, la niebla les había hecho perder el rumbo, no demasiado, pero si lo suficiente para desencadenar la tragedia: sus maniobras les habían llevado directamente hacia un arrecife sumergido cercano a Ponta de Pirabura.


Cuando se dio la alarma, era demasiado tarde; el impacto era inevitable. El capitán Lotina ordenó atrás toda y virar todo a babor (curiosamente, es exactamente la misma maniobra ordenada por el capitán del Titanic para tratar de evitar el choque con el iceberg), pero aún así el barco impactó con el arrecife, que abrió una profunda brecha en el casco del barco de proa a popa, a la altura de la sala de calderas. Se produjo entonces una explosión que escoró el transatlántico y lo dejó sin suministro eléctrico, impidiendo al radiotelegrafista emitir un SOS. Una oleada de agua hirviendo escapada de las calderas abrasó vivas a docenas de personas. Poco después, una segunda explosión hundió definitivamente al Príncipe de Asturias. Entre el impacto y el hundimiento pasaron apenas cinco minutos, por lo que muchas personas, sorprendidas en pleno sueño, se fueron al fondo con el barco.
Sin tiempo para arriar los botes salvavidas, los supervivientes fueron a parar a un mar embravecido que rompía contra la cercana costa. Muchos se ahogaron o murieron al estrellarse contra las rocas empujados por el oleaje. Varios marineros lograron hacerse con un bote a la deriva que se había soltado de sus amarres al hundirse el barco, gracias al cual lograron rescatar a un centenar de supervivientes. Algunos más lograron alcanzar la costa a nado. A la mañana siguiente llegó al lugar del hundimiento el carguero francés Vega, procedente de Salvador de Bahía, que rescató a varios supervivientes que permanecían a flote agarrados a restos del naufragio. El transatlántico español Patricio de Satrústegui, que llegó el día 6 para colaborar en el rescate, sólo pudo recuperar seis cadáveres.

Salón-biblioteca para las pasajeras de primera clase
El recuento final alcanzó los 143 supervivientes (57 pasajeros y 86 tripulantes), de ellos sólo seis mujeres. Una de las supervivientes fue Marina Vidal Castro, una joven oriunda de Marín dueña de una tienda de moda en Santos quien, siendo una hábil nadadora, ayudó a varias personas a alcanzar el bote salvavidas. El número de víctimas estimadas oscila entre las 445 y 457, aunque, al no haber una lista oficial de pasajeros y tripulación, sólo se conoce la identidad de 411, recopilados por la prensa tras saberse del naufragio. Esto convirtió al hundimiento del Príncipe de Asturias en la mayor tragedia de la marina mercante española en aquel momento, aunque sería superada tres años después con el hundimiento en las costas de Cuba del vapor Valbanera (también propiedad de la naviera Pinillos), que costó la vida a 488 personas.


El pecio sigue hoy en el lugar donde se hundió, sumergido a unos 40 metros de profundidad. Es un destino frecuente para los aficionados al submarinismo. En 1991 se recuperó una de las estatuas que transportaba, que ahora se exhibe en Rio de Janeiro.

martes, 8 de marzo de 2016

El vuelo de Larry Walters

Lawrence Richard "Larry" Walters (19/4/1949-6/10/1993)

Larry Walters siempre había soñado con volar. Desde que era un niño, su gran ilusión había sido surcar los cielos. Por eso, en cuanto tuvo la edad necesaria, intentó alistarse en las Fuerzas Aéreas de EEUU. Desgraciadamente para él, su pobre visión hizo que fuera descartado para ser piloto, y Larry acabó dedicándose a conducir camiones. Pero sus ansias de volar no desaparecieron.
Siendo todavía un adolescente, Walters había visto sujetos al tejado de una tienda de pertrechos militares varios grandes globos sonda, de los utilizados en investigaciones meteorológicas, y en ese momento pensó que una persona podía volar atada a varios de ellos. Veinte años después decidió que podía hacer realidad aquella idea. Con la ayuda de su entonces novia, Carol Van Deusen, compró 42 globos de gran tamaño y varias bombonas de helio, con la excusa de que se iban a ser usados para el rodaje de un anuncio de televisión. El plan era sencillo: atar los globos a una silla de jardín, soltar amarras y dejarse llevar tranquilamente, flotando por el cielo de California.


El "lanzamiento" tuvo lugar a las 11 de la mañana del 2 de julio de 1982, desde el patio trasero de la casa de su novia, en el 1633 W 7th Street, en San Pedro (a unos 35 kilómetros al sur de Los Angeles). Walters se subió a la sencilla silla de jardín a la que había amarrado los globos, pertrechado con un paracaídas, unos bocadillos, un pack de seis latas de cerveza, una cámara, una radio de onda corta y una pistola de aire comprimido, y soltó las amarras.
Ahora bien, Walters había pensado que su artefacto (al que llamó Inspiration I) se elevaría nueve o diez metros, se pasaría unas horas revoloteando por su vecindario y luego, cuando quisiese bajar, utilizaría la pistola para pinchar algunos globos y así descender suavemente. Pero se equivocó, y mucho, con sus cálculos. Una vez liberado, pese a las botellas de agua que llevaba como lastre, el Inspiration se elevó rápidamente hasta alcanzar los 5000 metros de altitud. Walters, aterrado, no se atrevió a dispararle a los globos; temía que si lo hacía pudiese desestabilizar todo el artilugio y caer al vacío. Así que se limitó a quedarse quieto, soportando temperaturas bajísimas, mientras el Inspiration I derivaba lentamente a merced de las corrientes de viento.
Después de varias horas surcando los cielos de San Pedro y Long Beach, poco a poco el viento fue llevando a Larry en dirección al principal corredor de aproximación aérea al LAX, el Aeropuerto Internacional de Los Angeles. No tardó en ser avistado por un avión de la TWA, cuyo asombrado piloto comunicó a la torre de control que acababa de pasar junto a un hombre en una silla de jardín. Los controladores del aeropuerto se mostraron incrédulos (con razón), pero después de que un segundo piloto diera el mismo aviso, comprobaron en sus radares que, efectivamente, allí había algún tipo de objeto no identificado en el espacio aéreo del aeropuerto. Mientras, Larry Walters decidía entonces dar aviso de su situación poniéndose en contacto con la REACT, una organización ciudadana dedicada a la monitorización de emergencias a través del Canal 9 de radio. La conversación, cuya grabación aún se conserva, fue más o menos así:

REACT: ¿Qué información desea que le transmita [al aeropuerto] sobre su localización y las dificultades en las que se encuentra?
Walters: Ah, la dificultad es que, ah, esto era un lanzamiento de globo no autorizado, y, uh, se que estoy en espacio aéreo federal, uh, y estoy seguro de que mi gente en tierra ya ha avisado a las autoridades pertinentes. Pero, uh, sólo díganles que estoy bien.

Al final, Walters se decidió a arriesgarse a pinchar algunos de los globos para intentar descender. Disparó a varios antes de que su pistola de aire comprimido se le cayera accidentalmente. Sin embargo, fue suficiente para iniciar un lento descenso que le llevó de vuelta a tierra firme, no sin antes engancharse en el tendido eléctrico, lo que provocó un apagón en varias manzanas de Long Beach. Abajo ya le esperaba la policía, que lo arrestó de inmediato.


Walters acabó siendo condenado a pagar una multa de 4000 $ por violar varias leyes de la Federación Norteamericana de Aviación, entre ellas la de operar una aeronave en una zona de tráfico aéreo sin establecer comunicación con la torre de control. Un recurso posterior la reduciría a 1500 $ por "pilotar una aeronave civil sin el correspondiente certificado de navegabilidad". Por entonces, Walters ya se había hecho muy popular y su aventura ya había aparecido en medios tan destacados como el New York Times. Participó en los famosos programas televisivos de Johnny Carson y David Letterman, e incluso el Museo Smithsonian le pidió que les cediera su famosa silla para exponerla, aunque Larry ya se la había regalado a un joven vecino suyo (en la actualidad, la silla se halla en el San Diego Air and Space Museum).
Tras su aventura, las cosas no le fueron demasiado bien a Larry Walters. Dejó su trabajo para dedicarse a dar charlas motivacionales, con escaso éxito. Rompió con la que había sido su novia durante quince años y encadenó trabajos temporales como guardia de seguridad, hasta que en octubre de 1993, víctima de una severa depresión, se quitó la vida.

sábado, 5 de marzo de 2016

La reina Tamar de Georgia

La reina Tamar de Georgia (1160-1213)

Fue una de las mujeres más fascinante de la Edad Media. Una soberana sagaz e inteligente, que supo sobreponerse a los prejuicios que su condición femenina levantaba, que gobernó su país con autoridad, sin dejar que nadie interfiriera en sus decisiones, y que llevó a su reino a su mayor esplendor político, territorial y cultural: la reina Tamar de Georgia.
Tamar nació en torno al año 1160 y era hija del rey Giorgi III de Georgia y su esposa, la princesa alana Burdukhan. Recibió ese nombre (que en hebreo significa "palmera") porque su familia, los Bagrationi (una de cuyas ramas está en la actualidad asentada en España) afirmaban ser descendientes del rey David. Giorgi III fue un gran rey, fuerte e inteligente, que amplió las fronteras del reino y metió en cintura a los revoltosos nobles georgianos. Y dado que el rey no tuvo hijos varones (tuvo otra hija, Rusudan, que se casaría con Manuel Komnenos, hijo del emperador bizantino Andronikos I), decidió que sería Tamar su heredera, y a tal fin la tuvo a su lado desde muy joven, enseñándole los entresijos del gobierno, pese a las reticencias de los nobles.
En 1177 estalló una rebelión, dirigida por el noble Ivan Orbeli, antiguo aliado de Giorgi, que intentaba derrocar al rey y elevar al trono a su sobrino Demna. Al soberano no le tembló la mano a la hora de sofocar la rebelión y ejecutar a los responsables, incluido su propio sobrino. Para dejar clara su autoridad, al año siguiente el rey coronó a Tamar como su co-regente, y en los años que siguieron hasta su muerte, en 1184, fue cediéndole cada vez más responsabilidades.
Tras la muerte de Giorgi III, para reforzar su legitimidad Tamar se hizo coronar de nuevo en el monasterio de Gelati, uno de los centros culturales del reino y lugar de enterramiento de los reyes georgianos. Lo hizo además asumiendo el título de "rey" (mep'e) y no de reina, que consideraba que transmitía una imagen más débil.
Tamar había heredado un reino próspero, fuerte y respetado, pero también convulso. Los nobles distaban de estar apaciguados, y muchos de ellos se oponían a su reinado. Unos, por dudar de su legitimidad sucesoria; otros, por considerar que como mujer era demasiado débil para ceñir la corona y sus responsabilidades. Tamar necesitó ayuda para imponerse a los enredantes nobles; buscó el apoyo del patriarca de la iglesia ortodoxa georgiana, Michael IV Mirianisdze, e hizo algunas concesiones a los nobles, entre ellas, la de buscar marido, ya que la aristocracia georgiana prefería a un  hombre al frente del ejército. El elegido fue Yuri Bogolyubsky, hijo del asesinado príncipe de Novgorod Andrey Bogolyubsky, que vivía exiliado entre las tribus kipchak del Cáucaso. Yuri era un buen general, que guió al ejército georgiano en varias exitosas campañas, pero tenía un carácter problemático: acusado de borracho y sodomita, y con tendencia a inmiscuirse en los asuntos del gobierno, que Tamar no estaba dispuesta a compartir. Por fin, la reina se hartó de Yuri y en 1188 se divorció de él y lo mandó al exilio en Constantinopla. Yuri no aceptó de buena gana su destierro; en 1191 volvería a Georgia para encabezar una revuelta de nobles contra Tamar. La rebelión fue sofocada y Yuri, capturado, fue perdonado por la reina y de nuevo exiliado. Pero no aprendió la lección, ya que varios años después volvería a encabezar una nueva rebelión, que igualmente fue derrotada. Yuri, otra vez perdonado y expulsado de Georgia, acabaría sus días pacíficamente en Constantinopla.
Poco a poco, hábil y discretamente, Tamar fue colocando a sus fieles en puestos claves de la corte, hasta asegurarse de estar rodeada sólo de aliados leales. También introdujo reformas sociales que acercaron al reino al modelo de una monarquía feudal, aunque siempre dejando clara la hegemonía de la corona. Además, volvió a casarse, esta vez con David Soslan, un príncipe alano, gran jefe militar y que se convirtió en el principal colaborador de su esposa. Juntos tendrían dos hijos: Giorgi-Lasha y Rusudan, quienes con el tiempo también ocuparían el trono de su madre.
Una vez hubo pacificado el país y se hubo asegurado de tener una corte leal a su alrededor, Tamar retomó la política expansionista que había protagonizado su padre. Sus ejércitos, guidados por Soslan, extendieron sus dominios sobre todo hacia el sur, a costa de los reinos musulmanes surgidos del desmembramiento del imperio selyúcida. Estados como Armenia o Azerbaiyán acabaron siendo vasallos de Georgia. Las tropas georgianas también colaboraron en el establecimiento del llamado Imperio de Trebisonda, en las costas del Mar Negro, creado por Alexios y David Komnenos (los sobrinos de Tamar), y que se convirtió en una especie de "estado tutelado".


La influencia de la reina Tamar se extendió también a través de la diplomacia. Sagaz política y astuta negociadora, Tamar asumió el papel de protectora de las comunidades cristianas de Oriente Medio, financiando iglesias y monasterios cristianos por toda la región. Además, cuando el sultán Saladino conquistó Jerusalén en 1187, la reina envió embajadores que consiguieron que el sultán no sólo respetara las posesiones de la iglesia georgiana en la Ciudad Santa, sino que a los peregrinos georgianos les fuera permitido el libre acceso a los Santos Lugares.
Al crecimiento territorial se unió un esplendor económico general. Las nuevas conquistas habían dado a Georgia el control de numerosas rutas comerciales y prósperas ciudades, proporcionándoles suculentos beneficios en forma de impuestos, tributos y botines de guerra. Esta prosperidad se tradujo en un florecimiento de las artes, se construyeron catedrales y palacios, decorados con grandes frescos de estilo bizantino, se escribieron grandes obras literarias.
La reina Tamar murió repentinamente a principios de 1213, y fue sepultada en el monasterio de Gelati, como los demás reyes de su dinastía (aunque en Tierra Santa corrió el rumor, recogido por los cruzados, de que el cadáver de Tamar había sido llevado a Palestina por su hijo y enterrado cerca del Santo Sepulcro). A su muerte, subió al trono su hijo Giorgi-Lasha, quien ya ejercía como co-regente, y a la muerte de Giorgi en 1223, fue sucedido por su hermana Rusudan. El esplendor de Georgia sobreviviría poco tiempo sin Tamar; las invasiones mongolas que comenzaron apenas dos décadas después de su muerte acabarían por dividir al reino y privarlo de su poder.
La figura de Tamar sería engrandecida e idealizada en los siglos posteriores, hasta convertirse en uno de los grandes mitos del nacionalismo georgiano. La que fue llamada "rey de reyes y reina de reinas" sigue hoy en día despertando la fascinación de escritores e historiadores, convertida en un personaje legendario.

miércoles, 2 de marzo de 2016

El crimen de Lord Lucan

Lord Lucan y su esposa, Verónica
El pasado 5 de noviembre la Corte Suprema británica declaraba oficialmente muerto a Lord John Bingham, conde de Lucan, después de más de cuarenta años desaparecido. De este modo, su hijo mayor, George, podía heredar el título nobiliario de la familia. Esta sentencia puso de nuevo de actualidad uno de los asesinatos más célebres de la historia criminal británica, que hizo correr ríos de tinta allá por los años 70.
Lord Richard John Bingham, 7º conde de Lucan, había nacido el 18 de diciembre de 1934, en el seno de una aristocrática familia de origen irlandés. Como muchos otros jóvenes de familia acomodada, había estudiado en elitistas colegios (incluido el célebre Eton College) y había tenido un breve paso por el ejército, sirviendo en el regimiento de los Coldstream Guards, el mismo en el que había servido su padre. Alto, distinguido, bien parecido (el productor Albert Broccoli le ofreció una prueba para el papel de James Bond), el joven Lord Bingham (se convertiría en Lord Lucan en 1964, a la muerte de su padre) era un reconocido playboy de gustos caros: carreras de lanchas, coches deportivos y mujeres hermosas. Y también era un jugador empedernido, pasatiempo que databa de sus años escolares, en los que se había aficionado a los juegos de cartas y a las apuestas. Esta afición le llevó en ocasiones a perder grandes sumas de dinero, viéndose obligado a pedir ayuda a su familia para salir de apuros.
Después de dejar el ejército, Lord Bingham encontró trabajo en la banca comercial, pero en 1960 dejaría su empleo para convertirse en jugador profesional, una decisión que no sentó demasiado bien a su familia. Dicha decisión fue en buena parte debida a una fabulosa racha de suerte que le había llevado a ganar 26000 libras en un par de días jugando al baccará, y que le valió el apodo de "Lucky Lucan". Muy pronto se convirtió en un habitual del Clermont Club, un selecto club de juego al que acudían algunas de las mayores fortunas y las personalidades más destacadas de Inglaterra.


En 1963 Lord Bingham se casó con Verónica Duncan, una atractiva modelo y secretaria que frecuentaba la alta sociedad londinense gracias a que su hermana mayor Christina se había casado con un millonario. El matrimonio tuvo tres hijos: Frances (nacida en 1964), George (1967) y Camilla (1970). Pero la adicción al juego de él (y las grandes pérdidas económicas que sufría) y los problemas emocionales de ella (sufrió de depresión post-parto tras sus tres embarazos, y estuvo sometida a tratamiento con antidepresivos) acabaron por provocar que el matrimonio se separase a principios de 1973. Desde ese momento, Lord Lucan se obsesionó con conseguir la custodia de sus hijos, sin reparar en medios para conseguirlo. Espiaba a su familia, contrató a detectives privados, llegó a agredir a una de las niñeras. No obstante, pese a sus esfuerzos por demostrar que Verónica no estaba mentalmente capacitada para cuidar de los niños, tras un farragoso juicio un juez le otorgó a ella la custodia, así como el derecho a seguir residiendo en la casa familiar, una lujosa vivienda en el 46 de Lower Belgrave Street de Londres.
La decisión del juez supuso un duro varapalo para Lord Lucan. Desde entonces su actitud se volvió hostil hacia su mujer: volvió a espiar sus movimientos, grababa sus conversaciones, la acusaba ante sus amigos de ser derrochadora y una mala madre, empezó a dejar de pagar la manutención de los niños (Verónica se vio obligada a buscar un trabajo de media jornada para llegar a fin de mes)... Pero Lucan tenía más problemas además de la lucha por sus hijos. Se encontraba en graves problemas económicos. Se había gastado la mayor parte de la herencia de su padre y había acumulado numerosas deudas de juego. Se vio obligado a pedir dinero prestado a su familia y amigos, pero llegó un momento en el que nadie quiso prestarle más. A sus deudas se sumaron los cuantiosos gastos del proceso de custodia. Lucan empezó a beber en exceso, y en sus frecuentes borracheras, empezó a hablarles a sus allegados de asesinar a su mujer y hacer desaparecer su cadáver. De esa manera pensaba que se solucionarían sus problemas: recuperaría a sus hijos y podría vender la casa de Lower Belgrave, solucionando así sus problemas económicos. Pero nadie creyó que aquellos planes fueran más que delirios etílicos de un hombre agobiado por sus problemas.

Sandra Rivett (1945-1974)
El jueves 7 de noviembre de 1974 se encontraban en casa de los Lucan Lady Verónica, sus tres hijos y la niñera de estos, Sandra Rivett, una joven de 29 años, divorciada y con un hijo. El jueves era su día libre, por lo que lo normal era que no hubiera estado en casa, pero justo esa semana había cambiado para poder salir el miércoles con su novio. A eso de las 8:55 de la noche, acostados ya los dos niños menores, Sandra bajó a la cocina del sótano para preparar algo de te.
Según relataría más tarde Lady Lucan, al ver que la niñera tardaba fue a ver qué ocurría. En ese momento fue atacada y golpeada por un intruso que la agarró y amenazó para que no gritara. Ella de inmediato reconoció la voz de su marido y forcejeó con él hasta que logró zafarse y preguntarle dónde estaba Sandra. Lord Lucan, evasivo en un principio, acabó por admitir que la había matado. Aterrada, Verónica le ofreció ayudarle a huir si no le hacía daño. Su marido la acompañó hasta su dormitorio, en el piso superior, y ordenó a su hija mayor, Frances, que aún estaba despierta, que se acostase. Pero en un descuido Verónica logró huir de la casa y pedir ayuda en un pub cercano, el The Plumbers Arms.


La policía no tardó mucho en  llegar, pero cuando lo hizo el conde Lucan ya había huido. Mientras Lady Lucan era llevada a un hospital con heridas leves y un ataque de ansiedad, los agentes encontraban en el sótano el cadáver de Sandra Rivett, con un gran traumatismo en la cabeza y metido en un saco de lona, como si alguien hubiera querido llevárselo para hacerlo desaparecer. A su lado se encontró el arma del crimen: un trozo de tubería de plomo ensangrentada. La policía concluyó que Lord Lucan había asesinado a la niñera por error, al confundirla con su esposa, y en seguida se dio orden de arresto del aristócrata y se hizo circular su descripción.
El domicilio en el que residía Lord Lucan, un piso en Elizabeth Street, fue registrado. Allí estaban los objetos personales del conde, su cartera, su documentación, su pasaporte, hasta sus gafas. También las llaves de su coche, un Mercedes deportivo que estaba aparcado frente a la casa y que no mostraba signos de haber sido utilizado recientemente. Pero ni rastro de Lucan. Su madre contó a la policía que la había llamado a eso de las once de la noche para decirle que en casa de su esposa había ocurrido "una terrible catástrofe" y pedirle que cuidara de sus hijos.
Mientras la policía lo buscaba, Lord Lucan se había desplazado hasta Uckfield, a unos 70 kilómetros de Londres, a la casa de uno de sus amigos, Ian Maxwell-Scott. Ian no estaba en casa, pero si su esposa Susan, quien recibió a un Lucan muy nervioso e intranquilo. Lucan le cuenta su versión de lo sucedido: pasaba por delante de su casa cuando vio a su esposa forcejeando con un intruso. Entró para ayudarla, pero el intruso huyó y Verónica, histérica, le acusó de haberlo contratado para matarla. Al hallar el cadáver ensangrentado de Sandra, Lucan había sentido pánico y había huido. Antes de irse de casa de los Maxwell-Scott, escribió dos cartas dirigidas a su cuñado, en las que reiteraba su inocencia y daba algunas instrucciones para pagar a sus acreedores. Después de eso, se fue y nadie volvió a verle, aunque a eso del mediodía del día 8 volvió a llamar a su madre, diciéndole que se pondría en contacto con ella más adelante y negándose a hablar con la policía.


El automóvil que conducía Lucan, un Ford Corsair que le había prestado un amigo, fue encontrado dos días después en Newhaven, en la costa sur de Inglaterra. En su maletero apareció un trozo de tubería de plomo similar al empleado para matar a Sandra Rivett, y manchas de sangre de los grupos sanguíneos de la niñera y Lady Lucan, además de una nota dirigida al propietario del coche en la que le pedía que cuidara de sus hijos. Se registró a conciencia toda la zona, incluyendo Newhaven y su puerto, pero no se encontró indicio alguno del paradero del fugitivo. El martes siguiente se emitió una orden de búsqueda de Lucan por el asesinato de Sandra Rivett y el intento de asesinato de Verónica Lucan, y se puso sobre aviso a la Interpol. No obstante, jamás volvió a saberse nada del conde. La versión con más partidarios dice que se suicidó arrojándose al canal de la Mancha y que por eso su cuerpo nunca fue hallado, pero a lo largo de las siguientes décadas hubo numerosos testigos que afirmaron haberlo visto en los lugares más insospechados del mundo: París, Sudáfrica, Brasil, la India, Colombia, Nueva Zelanda, San Francisco... Aunque ninguno de esos testimonios se pudo confirmar. En junio de 1975, se celebró entre una gran expectación mediática el juicio en el que se declaró a Lord Lucan culpable de asesinato (fue el primer miembro de la Cámara de los Lores en ser declarado culpable de asesinato desde 1760).

George Bingham, futuro 8º conde de Lucan
Tras el juicio, la mayor parte de las propiedades de Lord Lucan fueron subastadas para pagar sus deudas. Lo que no se pudo pagar así fue abonado por su familia. Lady Lucan quedó tan traumatizada por lo sucedido que necesitó ayuda psicológica y poco después perdería la custodia de sus hijos, que pasó a la familia paterna. Aunque en 1999, un tribunal admitió una petición de "probate" (un proceso legal en el que un juzgado acepta el testamento de un fallecido como auténtico) por parte de la familia Lucan, dicha decisión no llevó consigo la declaración oficial de Lucan como muerto, por lo que no tuvo influencia alguna a efectos de la herencia del título. Hubo que esperar a noviembre de 2015 para que la sentencia de la Corte Suprema (ratificada el pasado 3 de febrero) declarara al conde fallecido de manera oficial permitiendo a su hijo George, actual Lord Bingham, reclamar el título de conde de Lucan y su correspondiente asiento en la Cámara de los Lores.