miércoles, 31 de mayo de 2017

Películas que nunca se rodaron: Kaleidoscope, de Alfred Hitchcock


En la segunda mitad de los años 60 la estrella de Alfred Hitchcock comenzaba a declinar. Sus últimos filmes no habían tenido muy buena acogida: Marnie la ladrona había tenido pésimas críticas y Cortina rasgada (1966) había sido un fracaso en taquilla. Así que el veterano realizador británico decidió dar un giro brusco a su carrera y dirigir una película diferente, mucho más oscura, transgresora y perturbadora. Algo parecido a lo que había hecho en 1960 con Psicosis, pero más radical todavía.
El filme planeado por Hitchcock se iba a llamar Kaleidoscope y giraría en torno a la historia de un asesino necrófilo (inspirado en asesinos en serie reales como Neville Heath, John Christie y John George Haigh) que seduce mujeres y las atrae para luego torturarlas y asesinarlas. Todo ello con violencia explícita y elevadas dosis de contenido sexual. Su carácter innovador no solo se limitaría a la temática, también a la técnica: Hitchcock planeaba emplear recursos poco corrientes, tales como rodar con cámara al hombro, escenas desde el punto de vista del protagonista, o rodar con luz natural. Para el guión esperaba contar con alguno de sus anteriores colaboradores, y se puso en contacto con Robert Bloch (autor de la novela en la que se basó Psicosis), y con Samuel A. Taylor y Alec Coppel (autores del guión de otra de sus obras maestras, Vértigo). Según la idea de Hitchcock, la película tendría tres puntos álgidos, correspondientes a tres asesinatos: el primero en una catarata, el segundo en un barco abandonado y el tercero en una refinería de petróleo. 
Habría sido, sin duda, un filme revolucionario que habría cambiado la forma de entender el cine de suspense de la época. Sin embargo, cuando mostró el proyecto y algunas escenas que había rodado (sin sonido), los ejecutivos de la Universal quedaron espantados y lo rechazaron de plano. Hitchcock les hizo una contraoferta: filmar la película con un presupuesto mínimo, con un rodaje corto y actores desconocidos, pero aún así se negaron, temiendo que hundiese el prestigio del director. Al final, Hitchcock tuvo que renunciar a Kaleidoscope y en su lugar lo convencieron para dirigir Topaz (1969), un thriller de espías basado en un best-seller de Leon Uris, que supuso un rotundo fracaso tanto de crítica como de público.
Años más tarde, Hitchcock recuperaría algunas de las ideas y escenas menos escabrosas que había planeado para Kaleidoscope para utilizarlas en su película de 1972 Frenesí, también protagonizada por un asesino en serie con motivos sexuales, y en la que muchos ven una versión "suave" de Kaleidoscope.

lunes, 29 de mayo de 2017

Películas que nunca se rodaron: Los Beatles y El Señor de los Anillos


Corrían los alegres años sesenta y los Beatles estaban en la cresta de la ola. Y no sólo musicalmente; su inmensa popularidad había convertido en éxitos de taquilla sus incursiones en el cine como ¡Que noche la de aquel día! o Help!. Fue precisamente después de esta película, estrenada en 1965, cuando los cuatro de Liverpool empezaron a planear su siguiente rodaje. Y puestos a pensar a lo grande, ¿por qué no protagonizar una adaptación de El Señor de los Anillos?.
Aunque pueda parecer una excentricidad, lo cierto es que el grupo se tomó en serio el proyecto. Llegaron incluso a asignarse los papeles que interpretaría cada uno. Paul McCartney sería Frodo, Ringo Starr sería Sam, George Harrison sería Gandalf y John Lennon (que al parecer era el más interesado en rodar la película) haría de Gollum. Y a la hora de elegir un director, decidieron ofrecer el puesto a Stanley Kubrick, quien, pese a su juventud, ya contaba con importantes éxitos como Espartaco o Lolita.
Kubrick, que en ese momento manejaba varios proyectos y estaba terminando el rodaje de 2001: una odisea del espacio, llegó a considerar seriamente hacerse cargo de la película. Pero finalmente dejó el proyecto alegando que debido a la enorme extensión de la obra original era imposible llevarla al cine. Pese a este revés, los Beatles siguieron con su idea, pero por poco tiempo. Por aquel entonces, J. R. R. Tolkien conservaba los derechos cinematográficos sobre su obra (los vendería a la United Artists en 1969) y no quiso saber nada de ellos. Según unos, porque no le gustaba nada la música de los de Liverpool. Según otros, porque temía que la película careciera de la épica de su novela y se convirtiera en una bufonada para el lucimiento de los músicos. Sea como fuere, el escritor se negó a dar su permiso y el proyecto murió antes de haber comenzado. Queda la duda de saber cómo habría resultado lo que sin duda habría sido uno de los experimentos cinematográficos más extravagantes de la historia del cine.

viernes, 26 de mayo de 2017

El excéntrico Timothy Dexter

Timothy Dexter (1747-1846)

La historia de uno de los personajes más singulares y pintorescos del siglo XVIII comienza en la localidad de Malden, Massachussets, el 22 de enero de 1747. En esa fecha y lugar venía al mundo Timothy Dexter, hijo de un humildísimo matrimonio de trabajadores del campo. Timothy tuvo muy poca educación; empezó a trabajar en una granja antes de cumplir los siete años, y apenas sabía leer y escribir, unas carencias que arrastró toda su vida.
A los 14 años se convirtió en aprendiz de un peletero, un oficio no muy prestigioso, pero bien pagado. Como tal ejerció en Boston hasta que en 1769 se trasladó a Newburyport, donde en 1770 se casaría con Elizabeth, la acaudalada viuda de un cristalero llamado Benjamin Frotingham, con la que tendría dos hijos: Samuel (1771-1807) y Nancy (1776-1851).
Su matrimonio supuso para Dexter un salto en su estatus social. Gracias al dinero de su esposa pudo comprar una lujosa casa y abrir su primer negocio, una tienda dedicada  a la venta de guantes y otras prendas de cuero. No obstante, los miembros de la alta sociedad de Massachussets nunca lo aceptaron completamente como uno de los suyos. Lo consideraban un advenedizo, un patán inculto que había medrado gracias a un matrimonio afortunado. Dexter trató de ganar prestigio solicitando un cargo público; tras numerosas cartas al gobierno colonial y a las autoridades locales, fue nombrado "Informador de Ciervos", un cargo vacío de contenido, ya que conllevaba la obligación de controlar la población de ciervos en unos bosques donde llevaban años sin verse. Pero Dexter aceptó el nombramiento con agrado, ostentando el cargo durante doce años, entre 1776 y 1788. Aún así siguió siendo víctima de las burlas y el menosprecio de sus convecinos.

Veinte dólares "continentales"
El primer gran negocio de Dexter tuvo lugar hacia el fin de la guerra de Independencia. Al comienzo del conflicto, el Congreso de los rebeldes norteamericanos había emitido, para financiarse, gran cantidad de papel moneda con la denominación de "Moneda Continental" o, más comúnmente, "Continentales". Esos billetes habían sufrido una gran depreciación, hasta el punto de llegar a no tener prácticamente valor y dejar de ser utilizados como medio de pago, ya que ningún comerciante los aceptaba. Dexter adquirió grandes cantidades de dicho dinero a muy bajo precio. Era una jugada un tanto temeraria, pero le salió bien; tras el fin de la guerra y la ratificación de la Constitución, se decidió que los que aún poseían Continentales podían canjearlos por bonos del tesoro. Y, aunque este canje se realizaba sólo por una pequeña fracción (un 1%) del valor nominal de los billetes, dado el ínfimo precio que había pagado por ellos, fue suficiente para que Dexter lograra un enorme beneficio. Con este dinero aseguró su posición social y compró una mansión, la llamada Tracy House, que reformó con su peculiar gusto, con minaretes, una cúpula coronada con un gran águila dorada, un mausoleo y un jardín con más de cuarenta estatuas de madera de los hombres más prominentes de su época, incluyendo a George Washington, Thomas Jefferson, Napoleón Bonaparte... y el propio Dexter, cuya estatua llevaba inscrita la leyenda "Soy el primero en el Este, el primero en el Oeste, y el mayor filósofo del mundo occidental". Entre el personal de servico se encontraban un ama de llaves negra (de la que Dexter decía que era hija de un príncipe africano), un adivino y un poeta llamado Jonathan Plummer. El extravagante aspecto de la casa atraía multitudes de curiosos e incomodaba a sus vecinos... y también a la familia de Dexter, ya que su mujer y sus hijos nunca se sintieron a gusto y acabaron mudándose a otra casa del mismo barrio. También adquirió dos barcos, el bergantín Mehitabel (1790) y el bajel Congress (1792), para dedicarlos al comercio con Europa y las islas del Caribe.


Empezó de esta manera la carrera comercial de Timothy Dexter que, dada su escasa formación, se basó más en la intuición y en una proverbial fortuna que en su sentido comercial. A ello se sumaban los pésimos consejos que le daban sus vecinos y asociados, deseosos de que Dexter se arruinase y se viera obligado a mudarse. Uno de sus primeros "negocios" fue el envío al Caribe de un cargamento de calentadores de cama, unos objetos que, con el clima tropical de la zona, tenían más bien poca utilidad. Dexter salió bien del negocio gracias a la habilidad de su capitán, que vendió los calentadores a los propietarios de fábricas de azúcar y melaza, quienes los utilizaban como cucharones. La demanda fue tan alta que Dexter logró vender todo el cargamento con grandes beneficios. Su siguiente iniciativa fue enviar de nuevo al Caribe un cargamento de guantes de lana. Los que se reían de la ocurrencia del peculiar comerciante no daban crédito cuando supieron que el cargamento había sido adquirido por un grupo de comerciantes asiáticos, con el objeto de enviarlo a Siberia.

Calentadores de cama
Alguien sugirió a Dexter que enviara un cargamento de carbón a la ciudad inglesa de Newcastle. Ahora bien, "enviar carbón a Newcastle" es una frase hecha que significa hacer algo absurdo o sin sentido; dado que Newcastle poseía muchas minas de carbón, enviar allí carbón era algo irracional. Pero aún así, Dexter lo hizo; envió un gran cargamento de carbón... que llegó a Newcastle justo cuando una huelga de mineros había paralizado la producción casi por completo. Los precios del carbón se habían disparado y el norteamericano logró sacar provecho, regresando a casa con, según sus propias palabras, "un barril y medio de plata".
Hay quien dice que, llegado a este punto, Timothy Dexter ya poseía sólidos conocimientos mercantiles y que muchas de sus aparentemente estrafalarias expediciones comerciales en realidad estaban basadas en cuidadosos cálculos y estudios de mercado. Envió un cargamento de Biblias a las Indias Orientales, que fueron adquiridas por los misioneros cristianos, muy necesitados de ellas, y un cargamento de gatos callejeros a las islas caribeñas, infestadas de ratas. Igualmente, mandó una remesa de guantes a las islas de los Mares del Sur, que fueron comprados por comerciantes portugueses que a su vez los revendieron en China. Otro de sus grandes éxitos se produjo cuando acumuló una gran cantidad de barbas de ballena, un material que luego vendió con gran rentabilidad para su empleo en la confección de corsés.
Sus éxitos comerciales y su creciente riqueza no lograron, sin embargo, ganarle el aprecio de sus convecinos. Su falta de modales y su excentricidad le seguían apartando de lo socialmente aceptable. Como cuando en una ocasión disparó (sin alcanzarlo) a un empleado que se había atrevido a llevarle la contraria. O cuando comenzó a decirles a sus visitantes que su esposa había muerto y la mujer "borracha y quejumbrosa" que veían paseándose por su casa era un fantasma. En sus intentos por ser admitido como un igual entre la alta sociedad, llegó a proclamarse "Lord" (haciendo que sus criados y empleados le llamaran "Lord Dexter") y acumuló una enorme biblioteca (que rara vez consultaba) y una gran colección de pinturas.
Sin embargo, la más llamativa y famosa de sus excentricidades fue el fingimiento de su propia muerte y la organización de un falso funeral, con la intención de espiar a los asistentes y ver quién de verdad se entristecía por su desaparición. A la ceremonia, en la que se sirvió comida y bebida en abundancia, asistieron más de 3000 personas. Todo iba bien hasta que Dexter, que observaba todo desde un escondite, se enfureció porque su esposa (que, al igual que sus hijos, era partícipe del plan) no había llorado lo suficiente, por lo que la castigó golpeándola con un bastón. Luego, ante el asombro de la concurrencia, procedió a unirse al convite, como si nada hubiera pasado.


Después de todo esto, a "Lord Dexter" aún le quedaba una cosa por hacer: dejar un legado para la posteridad en forma de libro de memorias. La singular obra, publicada en 1802, se tituló A Pickle for the Knowing Ones or Plain Truth in a Homespun Dress; algo así como Un apuro para los que saben o la verdad desnuda en un vestido hilado a mano, y que en buena parte está dedicado a quejarse de los políticos, de la iglesia y de su mujer. El libro está en consonancia con su autor: casi nueve mil palabras (muchas de ellas mal escritas, como era habitual en él) sin ningún signo de puntuación, y con las letras mayúsculas distribuidas al azar por sus páginas. La primera edición la repartió de manera gratuita; pero ante el éxito que tuvo se imprimieron otras ocho ediciones, ya para su venta. Dado que algunas personas se habían quejado por lo difícil que resultaba leer el libro sin puntos ni comas, a partir de la segunda edición la obra llevaba un "apéndice": una hoja con doce líneas de signos de puntuación, con instrucciones para que los lectores los distribuyeran "según su voluntad" por el libro.


Timothy Dexter falleció el 22 de octubre de 1806. Las autoridades no permitieron que su cuerpo fuera sepultado en el mausoleo de su casa, como él había querido, así que fue enterrado en el cementerio de Old Hill en Concord. Su famosa colección de estatuas resultó gravemente dañada por un temporal en 1815; las que no fueron destruidas se vendieron en subasta. Hoy en día sólo se conserva una, la del primer ministro británico William Pitt.

martes, 23 de mayo de 2017

¿Sabías que...

-... la frecuencia de los tréboles de cuatro hojas es aproximadamente de uno por cada diez mil tréboles normales? Aunque pueden existir ejemplares con más hojas; el récord de hojas en un trébol es de 56. Dados su peculiar genética y sistema reproductivo, aún no está claro si la aparición de tréboles con más hojas de lo habitual se debe a causas genéticas o ambientales.
-... hay un campo de fútbol en Brasil, el Estádio Milton de Souza Corrêa, también llamado Zerão, en la ciudad de Macapá, que tiene la peculiaridad de que el Ecuador pasa exactamente por la línea de centro? Eso hace que cada equipo defienda en un hemisferio diferente.
-... después de la retirada del servicio activo de la fragata USS Simpson en 2015, el único buque en activo de la Marina norteamericana que ha hundido un buque enemigo es la fragata a vela USS Constitution, botada en 1797?
-... el disco Jazz from Hell (1986), del guitarrista Frank Zappa, recibió la etiqueta de Parental Advisory (contenido o lenguaje ofensivo y/o explícito) a pesar de tratarse de un disco exclusivamente instrumental, sin letras?
-... según la llamada Ley de las Islas del Guano (promulgada en 1856) cualquier ciudadano norteamericano tiene derecho a reclamar la propiedad de cualquier isla no reclamada por otro país en cualquier parte del mundo, siempre que en ella existan depósitos de guano?
-... de no haber sido por la intervención de los primeros agricultores humanos, el aguacate se habría extinguido? Los aguacates dependían para la dispersión de sus semillas de los grandes mamíferos como el mamut, que desaparecieron tras el final de la última glaciación.
-... el último veterano de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos (1775-1783), Daniel Frederick Bakeman, falleció en abril de 1869, meses antes de cumplir los 110 años?
-... en 1995 un grupo de estafadores nigerianos engañaron al director del banco brasileño Banco Noroeste para que invirtiera 242 millones de dólares en un inexistente aeropuerto en Abuja, la capital de Nigeria? La estafa no se descubrió hasta 1998, cuando el Banco Santander quiso comprar el Noroeste y se revisaron las cuentas del banco brasileño.
-... existe en Finlandia una banda de heavy metal llamada Hevisaurus cuyos componentes actúan disfrazados de dinosaurios y son muy populares entre el público infantil?
-... la mayor distancia a la que un tanque ha destruido a otro tanque en combate es de 5100 metros? Ocurrió en 1990, durante la Primera Guerra del Golfo, cuando un tanque Challenger 1 británico destruyó a esa distancia a un T62 iraquí.
-... cuando en 1958 el joyero Harry Winston donó el célebre Diamante Hope al Museo Smithsonian se limitó a enviarlo por correo certificado en una caja envuelta en papel de estraza?
-... en 1968 el multimillonario Howard Hughes compró un casino de Las Vegas, el Silver Slipper, sólo para poder retirar su anuncio de neón, cuya luz le molestaba por las noches?

sábado, 20 de mayo de 2017

La revuelta de Niká

Reconstrucción virtual del Hipódromo de Constantinopla

En la Constantinopla del siglo VI el gran entretenimiento popular eran las carreras de carros. Prácticamente cada día el Hipódromo de la ciudad (con capacidad para 40000 espectadores) se llenaba con una multitud enfervorizada dispuesta a apoyar al grito de Niká (Victoria) a los carros de su equipo. Había cuatro de estas "escuderías" o factiones, que se identificaban por el color de la ropa que vestían sus aurigas: los Azules, los Verdes, los Rojos y los Blancos. Colores que servían también para identificarse a los partidarios de cada equipo, especialmente los de los dos primeros, los más numerosos.
Y como es frecuente en fenómenos de masas, la pertenencia a uno o a otro grupo acabó teniendo un significado que iba más allá de lo meramente deportivo. Determinados grupos sociales, políticos e incluso religiosos pasaron a identificarse con un grupo concreto de aficionados. Así, los Azules eran los favoritos de las clases altas y aristocráticas, y también de los cristianos ortodoxos; mientras, los Verdes contaban con el apoyo de comerciantes y artesanos, mayoritariamente monofisistas (una doctrina que negaba la naturaleza humana de Jesús). Los frecuentes enfrentamientos y peleas entre ambos grupos (en los que solía haber heridos y muertos) a menudo tenían un trasfondo de rencillas previas que se resolvían camuflados como "rivalidad deportiva".

Flavius Petrus Sabbatius Iustinianus, Justiniano I el Grande (483-565)
En el año 527 subió al trono del Imperio Romano de Oriente el emperador Justiniano I. Justiniano, nacido en el seno de una humilde familia de pastores tracios, había llegado al trono sucediendo a su tío, Justino I, el cual a su vez había accedido al trono a la muerte sin herederos del emperador Anastasio I, gracias al poder e influencia que le otorgaba el desempeñar el cargo de comandante de los excubitores, la guardia personal de los emperadores. Justiniano, hombre enérgico y pragmático, heredó de su tío varios problemas graves que comprometían la estabilidad del imperio: guerras en las fronteras, una corrupción rampante (sobre todo en las provincias), tensiones religiosas entre las distintas ramas del cristianismo... Trató de ponerles remedio con decisión, pero en sus primeros años no le acompañó la fortuna. Para poner fin a la Guerra de Iberia (referida al reino caucásico de Iberia, en la actual Georgia, y no a la península Ibérica) acordó un tratado de paz con el rey de los persas sasánidas Cosroes I, a cambio de once mil libras de oro (unas cinco toneladas). Para reunir tal cantidad de dinero, no tuvo otro remedio que elevar enormemente los impuestos, provocando un descontento general entre los habitantes del imperio. Además, sus intentos de mediar entre cristianos ortodoxos y monofisistas no consiguieron suavizar las diferencias entre ambas corrientes, sino que molestaron a los fieles de una y otra. Lo mismo ocurrió cuanto trató de poner orden en la administración del imperio y poner coto a la corrupción: su Código de Justiniano, una serie de normas y leyes que buscaban agilizar y simplificar la administración, tampoco gustó a casi nadie. Por todo ello, en el año 532 abundaban en Constantinopla los descontentos con el emperador.
A finales del 531, a raíz de una violenta pelea que había terminado con varios muertos, cierto número de miembros de los Azules y los Verdes habían sido arrestados y condenados a muerte. Varias de las sentencias se cumplieron, pero dos de los acusados, uno de cada bando, lograron huir y refugiarse en una iglesia, frente a la que se congregó una enorme muchedumbre que pedía que ambos fueran perdonados. Justiniano, para calmar los ánimos, decidió conmutar las sentencias de muerte por penas de prisión y celebrar el día 13 de enero del 532 una gran carrera en el Hipódromo, a la que él mismo asistiría (el emperador, al igual que su esposa Teodora, era un seguidor de los Azules).
Pero la multitud que acudió aquel día al Hipódromo estaba lejos de estar calmada. Muy pronto comenzaron las peticiones de perdón para los presos, seguidas casi de inmediato por insultos al emperador y gritos pidiendo su renuncia. Ante el cariz que tomaba el asunto, Justiniano abandonó su palco y regresó a su palacio (comunicado directamente con el palco imperial a través de un pasadizo). Azules y Verdes, unidos por una vez en una causa común, y seguramente incitados y dirigidos por senadores y otros políticos opuestos a Justiniano, salieron del Hipódromo al grito de Niká!, asaltaron la prisión y liberaron a los dos presos. Pero eso no tranquilizó al gentío, que llevado por la furia, y pese a los gestos pacificadores del emperador, se entregó a una orgía de fuego y destrucción que duró cinco días. Numerosos edificios de la ciudad fueron saqueados y quemados, entre ellos la primitiva iglesia de Santa Sofía (que luego Justiniano reconstruiría), las termas de Zeuxipo e incluso algunas estancias del palacio imperial, donde el emperador resistía atrincherado con su guardia, asediado por los amotinados, que incluso aclamaron como nuevo emperador a Hipatio, sobrino de Anastasio I.

Teodora (500-548)
Con la ciudad fuera de control, Justiniano empezó a considerar seriamente la posibilidad de huir. Pero no llegó a hacerlo por la intervención de su esposa. Teodora fue una de las grandes reinas de la antigüedad. De origen plebeyo (era hija de un entrenador de osos y una actriz) y mucho más joven que su marido, era inteligente, valerosa, y tenía un talento para la política y la diplomacia como mínimo a la altura de su marido. Antigua actriz y cortesana, su boda con Justiniano en el 525 había supuesto todo un escándalo para la sociedad bizantina. Nunca un heredero al trono se había atrevido a desposarse con una mujer plebeya, y menos con los antecedentes de Teodora. De hecho, para que el casamiento se llevara a cabo, Justino I tuvo que derogar una antigua ley romana que prohibía a las actrices casarse con oficiales gubernamentales. Teodora logró convencer a su marido de que no escapara, diciéndole que si quería huir, que huyera, pero que ella prefería quedarse, y citando un antiguo proverbio romano que decía "la púrpura (el color que simbolizaba el poder imperial) es la mejor de las mortajas". Así que, siguiendo el consejo de Teodora, Justiniano convocó a sus generales Flavio Belisario, Ilírico Mundo y Narsés, quienes acudieron al frente de una fuerza de curtidos soldados bizantinos y mercenarios hérulos. Fingiendo que acudían a parlamentar, los generales de Justiniano lograron rodear a los rebeldes en el Hipódromo y, acto seguido, los atacaron, desencadenando una espantosa matanza en la que murieron en torno a 30000 personas.
Hipatio y su hermano Pompeyo, aunque no habían participado de manera directa en la revuelta, fueron arrestados. Justiniano se mostraba favorable a perdonarles la vida, pero Teodora lo convenció de que, si se mostraba inflexible a la hora de aplicar el castigo, habría menos posibilidades de que más adelante se produjera otro levantamiento, así que ambos fueron ejecutados. Flavio Probo, primo de ambos y colaborador de Justino I y de Justiniano, fue enviado al exilio, aunque más tarde sería perdonado.
La afición a las carreras de carros se fue debilitando con el paso de los años. Los grupos de aficionados se mostraron a partir de entonces mucho más comedidos. En el siglo IX, los Azules se habían unido con los Blancos, y los Verdes con los Rojos, y ambos grupos acabaron por transformarse en milicias municipales encargadas de mantener el orden en la ciudad.
Tras el fin de la revuelta, Justiniano se puso manos a la obra para reconstruir Constantinopla. La iglesia de Santa Sofía, la de San Sergio y San Baco, o la Cisterna Basílica datan de esta época. Justiniano pasaría a la historia con el apodo de "el último de los romanos", siendo recordado como uno de los más grandes emperadores del Imperio Romano de Oriente, que llevaría al imperio a uno de sus momentos de mayor esplendor político y artístico (la reconstrucción de Constantinopla marca el inicio de la llamada Primera Edad de Oro del arte bizantino). Un esplendor cimentado sobre una de las más pavorosas carnicerías que había vivido la capital del imperio.

miércoles, 17 de mayo de 2017

Christopher Knight, el ermitaño de North Pond


El 4 de abril de 2013 el sargento de los guardabosques de Maine Terry Hughes arrestó a un extraño personaje al que había sorprendido intentando robar en las instalaciones, por aquel entonces desocupadas, del Pine Tree Camp, un campamento de verano para personas con discapacidad. El ladrón, un hombre barbudo y desaliñado, aunque en un principio se mostró reacio a hablar, acabó confesando su extraordinaria historia: se llamaba Christopher Knight y llevaba 27 años viviendo en absoluta soledad en el interior de los bosques de Maine.
Christopher Martin Knight, nacido en Massachussets en 1965, se había criado en una familia poco convencional, modesta pero no pobre, con cuatro hermanos mayores y una hermana menor. Los seis hermanos eran todos muy inteligentes, y los Knight daban mucha importancia a la educación de sus hijos: leían con ellos, aprendían cosas nuevas, incluso construyeron un invernadero para poder cultivar sus propios alimentos. Por otro lado, era una familia poco dada a las relaciones sociales, muy encerrada en si misma; otra familia que había sido vecina suya durante catorce años recordaba haber hablado sólo en unas pocas ocasiones con la señora Knight. Tampoco entre ellos eran muy dados a los sentimentalismos ni a las expresiones de cariño entre ellos; el propio Christopher describía el carácter de su familia como "estoico". Lo cierto es que un buen día de 1986 Christopher, que por entonces tenía 20 años, se marchó de casa sin decirle nada a nadie, condujo su coche hasta los bosques del norte del estado de Maine y se internó, sin llevar consigo casi ningún objeto, en el bosque para pasar casi tres décadas sin contacto con otras personas.
Knight era un ermitaño atípico. Vivía en un tosco refugio que había construido en una zona apartada pero no aislada (había numerosas cabañas en las proximidades) y para sobrevivir no cazaba, ni cultivaba su comida: durante el tiempo que estuvo en su voluntario aislamiento se mantuvo robando comida, ropas y suministros en cabañas de cazadores, campamentos y residencias de fin de semana cercanos a su escondite. También robaba libros, hasta acumular cientos de ellos en su refugio, con los que entretenía sus horas de soledad. Se estima que durante los años que se mantuvo oculto cometió alrededor de un millar de robos, a un ritmo aproximado de uno cada semana. Como en invierno en aquella región las temperaturas pueden llegar a descender hasta los -25º, se sospecha que Knight se refugiaba durante los días de peor clima en las cabañas y casas que allanaba.
Los habitantes y las autoridades de la región pronto notaron el incremento en el número de robos. Pero pocos podían sospechar la verdadera naturaleza del autor de tales delitos. De hecho, en la zona comenzó a circular la historia del llamado "ermitaño de North Pond" como supuesto autor de los robos, pero mucha gente creía que se trataba de una leyenda urbana sin base real.
Uno de los aspectos curiosos del caso es que su familia jamás denunció su desaparición. Dada la peculiar idiosincrasia familiar, simplemente creyeron que se había ido a buscar fortuna a Nueva York o a alguna otra ciudad. Y dado que aparentemente se había ido de manera voluntaria, y aunque la falta de noticias les preocupaba, prefirieron respetar su decisión. En todos estos años, Christopher sólo habló con una persona: en algún momento de mediados de la década de los 90 (Knight fue incapaz de decir la fecha exacta) intercambió un "Hola" con un senderista con el que se cruzó en un camino poco transitado.
Knight nunca ha sido demasiado claro a hablar de qué le movió a decantarse por auqel extraño estilo de vida. A diferencia de otros ermitaños no escribió un manifiesto, ni parecía tener una motivación demasiado evidente, ni tampoco buscó relevancia pública una vez su caso fue conocido.
Tras ser sometido a juicio, Knight fue condenado el 28 de octubre de 2013 a siete meses de prisión (los cuales ya había cumplido casi por completo) y una multa de 1500 $. Incluso el fiscal que lo acusó estuvo de acuerdo que una pena más larga habría sido un castigo demasiado cruel apra alguien que había pasado más de la mitad de su vida en completa libertad. Además, le fue impuesta la asistencia obligatoria a un programa para personas con problemas mentales y tres años de libertad condicional. Tras salir de la cárcel, Knight empezó a trabajar con uno de sus hermanos y sigue entrevistándose periódicamente con la juez que lo condenó para certificar que no ha vuelto a delinquir (algo que la propia juez considera poco probable).


Durante su encierro, Knight se entrevistó en varias ocasiones con un reportero llamado Michael Finkel, el cual publicó un relato de su historia en la revista GQ en agosto de 2014. En marzo de 2017 Finkel publicó la historia de Knight en forma de libro con el título The Stranger in the Woods: The Extraordinary Story of the Last True Hermit.

domingo, 14 de mayo de 2017

El Hodag



En 1893 los periódicos norteamericanos daban a conocer una extraña noticia. En las cercanías de la ciudad de Rhinelander, en el norte del estado de Wisconsin, un grupo de ciudadanos comandados por un maderero llamado Eugene Shepard había capturado un animal desconocido. Las crónicas describían a aquel animal diciendo que tenía"la cabeza de una rana, el rostro sonriente de un elefante, las piernas gruesas y cortas terminadas en fuertes garras, la espalda de un dinosaurio y una larga cola con espinas al final". Shepard decía de él que era "el monstruo más feroz, más extraño y más aterrador que jamás haya puesto sus garras afiladas en la tierra". Tal era la ferocidad de la bestia que sus captores habían necesitado utilizar dinamita para acabar con él.
Tres años después, en 1896, el mismo Shepard anunció haber capturado otro de estos extraños seres, que él llamaba "hodag", una palabra derivada de "horse" (caballo) y "dog" (perro). Pero esta vez la bestia había sido capturada con vida, gracias a que Shepard había utilizado la estrategia de introducir cloroformo mediante una larga pértiga en la cueva donde el animal se refugiaba. En los siguientes meses, Shepard se dedicó a exhibir el supuesto hodag en distintas ferias del estado, así como en una choza que había construido junto a su casa para tal fin. Miles de personas acudieron a ver el extraño animal hasta que, algún tiempo después, y una vez la noticia se hubo extendido gracias a la prensa, un grupo de científicos del Instituto Smithsonian de Washington anunciaron su intención de viajar a Rhinelander para examinarlo y clasificarlo. Esta noticia bastó para que Shepard confesara toda la verdad; el hodag nunca había existido, y todo había sido una gran broma, a las que era muy aficionado. Del hodag que exhibía nunca más se supo; aunque, según algunos rumores, no era sino un perro de gran tamaño, disfrazado con trozos de cuero y piel de caballo.


Curiosamente, pese a revelarse públicamente que el hodag era un bulo, la historia arraigó en Rhinelander, que no tardó en adoptarlo como símbolo oficial  de la ciudad. En la actualidad, sigue siendo la mascota del instituto local, además de dar nombre a numerosos negocios y tener dos estatuas dedicadas a él.


jueves, 11 de mayo de 2017

Fotografías históricas (VII)


La legendaria tiradora Annie Oakley, durante una gira del Espectáculo del Salvaje Oeste de Buffalo Bill en Italia (1890).



Un soldado francés en una trinchera devastada tras la batalla del Somme (1916).



Madame Decourcelle, la primera mujer taxista en París (1909).




Samurais japoneses vestidos con trajes de combate: uno lleva una armadura completa (ō-yoroi) y los demás lucen kusari katabira (cotas de malla), hachi gane (protectores frontales) y portan naginatas (una especie de alabardas). Japón, c. 1880.



Ana Frank (segunda por la izquierda) celebra su 10º cumpleaños con sus amigas (1939).



Supuestamente, el iceberg que hundió el Titanic (1912).



Crucero francés Gloire pintado con el llamado "camuflaje dazzle", que confundía a los artilleros y les hacía difícil calcular el tamaño, la velocidad y el rumbo de un objetivo (1944).




Paracaidistas británicos la víspera del Desembarco de Normandía, subiéndose al planeador que los llevará a territorio francés. La inscripción en el costado de la aeronave dice "El Canal os paró a vosotros, pero no a nosotros. Ahora es nuestro turno".



Un joven David Bowie en la Plaza Roja de Moscú (1973).



Las esposas de los tripulantes de la misión Apolo 8, tras escuchar las voces de sus maridos en órbita (1968).



Ejecución de Rudolf Höss, comandante del campo de concentración de Auschwitz (16 de abril de 1947).


Dos leyendas del béisbol: Babe Ruth presenta sus respetos en el funeral de Lou Gehrig (4 de junio de 1941).



Johnny Cash en su legendario concierto en la prisión de Folsom (13 de enero de 1968).




Albert Einstein jurando la nacionalidad norteamericana (1 de octubre de 1940).



El portaaviones japonés Hōshō, el primer portaaviones concebido específicamente con tal función en entrar en servicio activo (1922).



"La tienda más pequeña de Londres". Un vendedor de zapatos en un diminuto cubículo de apenas 1'2 metros cuadrados (1900).



25 de enero de 1995. El jugador francés del Manchester United, Eric Cantona, propina una patada a un aficionado del Crystal Palace que le había insultado.



El Schienenwolf (Lobo de los raíles), un artefacto empleado por el ejército alemán para destruir las vías férreas durante su retirada.

lunes, 8 de mayo de 2017

Las hermanas Mitford

La familia Mitford (1935). De izquierda a derecha, Unity, Thomas, Deborah, Diana, Jessica, Nancy y Pamela.

En cierta ocasión lady Redesdale, esposa de David Freeman-Mitford, barón Redesdale, dijo: "Cuando leo en la prensa "La hija de un miembro de la Cámara de los Lores..." me pregunto qué nueva estupidez habrá cometido alguna de mis hijas". Y es que las seis hermanas Mitford fueron durante años auténticas celebridades dentro de la vida social británica, Hermosas, inteligentes, excéntricas y a menudo escandalosas, sus continuas apariciones en la prensa sensacionalista hacían las delicias del público británico.
Nacidas en el seno de una familia de la aristocracia rural inglesa cuyo origen se remontaba al siglo XI, con un padre severo y autoritario y una madre un tanto descuidada, las niñas Mitford (y el único hermano varón, Thomas) crecieron de forma relativamente independiente, educadas por una serie de institutrices, hasta desarrollar personalidades muy marcadas. Cuando hicieron su aparición en la escena social británica, la prensa no tardó en centrar su atención en ellas, antes de que hubieran hecho nada para merecer tal atención.

Nancy Mitford
La mayor, Nancy (1904-1973), de mente despierta y ávida de conocimientos y experiencias nuevas, fue desde niña una lectora compulsiva. Tras su presentación oficial en la alta sociedad empezó a relacionarse habitualmente con los llamados "Bright young things", un grupo de jóvenes y despreocupados aristócratas, de vida bohemia y costumbres disipadas. Unas amistades que su padre desaprobaba profundamente. Las inquietudes literarias de Nancy la llevaron a iniciar su carrera como escritora, primero como columnista de la revista The Lady en 1930, y luego, en 1931, publicando su primera novela: Highland Fling, una sátira de la alta sociedad que tuvo un gran éxito. En 1933, tras un complicado romance con el aristócrata Hamish St. Clair-Erskine, notorio homosexual, se casó con Peter Rodd, un joven de su mismo círculo social. Con él pasó varios meses en el sur de Francia en el año 1939, colaborando con asociaciones humanitarias en la atención de los refugiados españoles que huían de la Guerra Civil; aquella experiencia la impactó profundamente y la convirtió en una resuelta antifascista, lo que la enfrentaría con sus hermanas Diana y Unity, seguidoras de tal corriente política.
Nancy y su marido se separaron en 1945, tras repetidas infidelidades por ambas partes. Nancy se mudó a París en 1946 para estar cerca de Gaston Palewski, un coronel francés al que había conocido en Londres durante la guerra y con el que mantendría una relación intermitente durante décadas. En Francia se convirtió en un personaje destacado de la vida social parisina y siguió escribiendo, no sólo novelas; fue autora de varias biografías de personajes históricos como Luis XIV de Francia o Federico II el Grande de Prusia, que tuvieron muy buena acogida. Nombrada miembro de la Orden del Imperio Británico y de la Legión de Honor francesa, falleció en París en 1973 a causa de un linfoma de Hodgkin.

Pamela Freeman-Mitford Jackson
La segunda hermana, Pamela (1907-1994), era la más tranquila y discreta de las seis. Hermosa y sofisticada, siendo niña enfermó de polio, lo que la puso al borde de la muerte. pero se recuperó casi por completo (le quedó como secuela una leve cojera). No le gustaba ser el centro de atención, y se prodigaba poco en su vida social, pero aún así no le faltaron pretendientes. Se casó con el excéntrico millonario y físico Derek Jackson, aunque se acabarían divorciando. Pamela siempre fue la hermana confiable, a la que recurrían las demás cuando necesitaban ayuda o consuelo. A pesar de su gusto por la vida tranquila, tenía una vena aventurera; recorrió Europa viajando sola y fue una de las primeras mujeres en cruzar el Atlántico en un vuelo comercial de pasajeros. Pero luego, cuando regresaba de sus viajes, prefería quedarse en su casa de la campiña inglesa, cuidando su huerta y rodeada de animales. Tras su divorcio, vivió durante años con una amazona italiana llamada Giuditta Tommasi, con la que al parecer mantenía una relación sentimental, aunque de cara al público eran sencillamente "amigas".

Thomas David Freeman-Mitford
A continuación nació el único hijo varón, Thomas (1909-1945). Destinado a ser el heredero del título nobiliario de su familia, era un hombre tranquilo y amable, querido por todas sus hermanas. Durante la Segunda Guerra Mundial se alistó el ejército británico, alcanzando el rango de mayor, y murió el 30 de marzo de 1945 a causa de las heridas recibidas días antes combatiendo contra los japoneses en la región birmana de Sagaing.

Diana Mitford Mosley
Diana (1910-2003) fue probablemente la más polémica de todas las hermanas Mitford. Con 18 años se prometió con Bryan Walter Guinness, aristócrata irlandés heredero de la famosa fábrica de cerveza Guinness. Los padres de ella se opusieron en un primer momento a la boda, por la juventud de ella y por ser el novio católico, pero finalmente dieron su aprobación. La boda, celebrada en enero de 1929, fue uno de los acontecimientos del año. El joven matrimonio vivió una despreocupada vida de lujo y fiestas, y tuvieron dos hijos: Jonathan (n. 1930) y Desmond (n. 1931). Pero la vida de Diana dio un vuelco cuando a principios de 1932 conoció en una fiesta al aristócrata de origen irlandés sir Oswald Mosley, fundador de la British Union of Fascists (BUF), el mayor partido fascista del Reino Unido. Diana quedó fascinada por Mosley y por su ideología; abandonó a su marido y se convirtió en la amante de Mosley (que estaba casado), provocando un enorme escándalo entre la alta sociedad británica y que buena parte de su familia dejara de hablarle. Junto a Oswald y su hermana menor Unity asistió en 1933 al Congreso Nacional del Partido Nazi, y se convirtieron en fervientes admiradoras de Adolf Hitler y de la ideología nazi. Diana y Oswald se casaron en secreto en Berlín en 1936 (Mosley había quedado viudo en 1933), en una ceremonia a la que asistieron Adolf Hitler y Joseph Goebbels. El matrimonio no se hizo público hasta 1938, al nacer su primer hijo, Alexander. La boda permitió a Diana reconciliarse con su familia.
En mayo de 1940 los Mosley, al igual que la mayoría de los fascistas activos del Reino Unido, fueron arrestados y puestos bajo custodia. Un informe de los servicios secretos, desclasificado en 2002, califica a Diana de ser un "peligro público [...] mucho más inteligente y peligrosa que su marido" y de ser "salvajemente ambiciosa". Estuvieron encarcelados por separado en la prisión de Halloway hasta que la intermediación de Winston Churchill (cuya esposa Clementine era prima de Diana) les permitió estar juntos, y luego pasar a estar bajo arresto domiciliario. Mientras estuvieron encarcelados, sus hijos Alexander y Max quedaron al cuidado de su hermana Pamela.
Tras la guerra, el matrimonio se asentó en Francia, donde frecuentaron los eventos de la alta sociedad francesa (aunque vetados por la embajada británica) y se hicieron amigos íntimos de los Duques de Windsor. Diana nunca renegó de su ideología; apoyó durante décadas al Union Movement, el partido de extrema derecha heredero de la BUF, y aunque reconoció que Hitler había cometido errores, llegó a poner en duda que hubieran muerto seis millones de judíos en los campos de concentración. Falleció en París en 2003, a causa de las secuelas de una apoplejía.

Unity Valkyrie Mitford
La cuarta de las hermanas Mitford fue Unity (1914-1948). Desde muy niña se interesó por el fascismo, algo que muchos consideraban un modo de reafirmar su individualidad, ensombrecida por el brillo de sus hermosas y elegantes hermanas mayores (en cambio, su hermana Jessica, con la que compartía cuarto, era simpatizante del comunismo). Cuando su hermana Diana se convirtió en amante de Oswald Mosley, su padre ordenó a la familia que no hablase con ella; Unity fue la única que no le obedeció. Se convirtió en una asidua a la casa de Mosley, se afilió a su partido y se convirtió en una entusiasta fascista, que vestía un uniforme negro y a la que le gustaba provocar acudiendo a mítines izquierdistas a hacer el saludo fascista. En 1933 viajó con su hermana y con Mosley a Alemania para asistir al Congreso Nacional del Partido Nazi y pudo conocer en persona a Adolf Hitler. La personalidad del líder nazi tuvo un efecto arrollador sobre la joven inglesa; la admiración que hasta entonces sentía por él se transformó en auténtica adoración. Unity se instalaría en 1934 en Alemania, aprendió el idioma y la cultura alemanes e hizo todo lo posible para acercarse a Hitler. Sus esfuerzos dieron resultado y no tardó en entrar a formar parte del círculo de amigos y colaboradores más cercanos al Führer, quien por su parte parecía profesar una gran estima hacia la joven, hasta el punto de provocar los celos de Eva Braun y las sospechas de algunos altos mandatarios nazis.
En 1939, Hitler advirtió a Unity y a su hermana Diana de que la guerra con el Reino Unido era inminente. Diana y su esposo regresaron a Inglaterra; no así Unity, quien prefirió quedarse en Alemania, pese a los ruegos de su familia, confiando en que al final pudiera evitarse la guerra. El 3 de septiembre, cuando finalmente Gran Bretaña declaró la guerra a Alemania, para Unity supuso un auténtico shock; se dirigió al Englischer Garten, un conocido parque público de Múnich, y allí se disparó en la cabeza con un arma que le había regalado el propio Hitler. No murió, pero quedó con graves secuelas; Hitler la visitó en el hospital en varias ocasiones y arregló su evacuación a Suiza, donde se hicieron cargo de ella su madre y su hermana Deborah. Unity vivió el resto de su vida con sus facultades físicas y mentales disminuidas, y falleció el 28 de mayo de 1948 en un hospital de la ciudad escocesa de Oban, a causa de una meningitis provocada por una infección causada por la bala, que no le había sido extraída por el riesgo que conllevaba la intervención.

Jessica Mitford
Quizá como compensación por las querencias fascistoides de Diana y Unity, su hermana menor Jessica (1917-1996), conocida por todos como Decca, se inclinó hacia el lado opuesto del espectro político. Desde muy joven se sintió atraída por la ideología comunista, y con 19 años se enamoró de su primo segundo Esmond Romilly, que acababa de regresar de España de combatir en la Guerra Civil con las Brigadas Internacionales. Ante la oposición de sus familias a la relación, huyeron juntos a España, donde Esmond trabajó como reportero para el News Chronicle. Al regresar a Londres se casaron y tuvieron a su primera hija, Julia, que murió pocos meses después a causa del sarampión. En 1939 emigraron a EEUU, donde vivieron cambiando constantemente de trabajo y residencia. Esmond se alistó en la fuerza aérea canadiense al estallar la guerra; fue declarado como desaparecido en combate el 30 de noviembre de 1941, al ser derribado su avión sobre el mar del Norte, a la vuelta de una misión de bombardeo sobre Alemania. Meses antes había nacido la segunda hija de la pareja, Constancia.
Tras enviudar, Decca volvió a casarse en 1943 con el abogado estadounidense Robert Treuhaft, miembro del Partido Comunista y especializado en casos de derechos civiles, con el que tendría dos hijos, Nicholas (nacido en 1944) y Benjamin (1947). En esta época retomó el contacto, por vía postal, con su familia, salvo con su hermana Diana, con la que nunca volvió a hablarse. Ambos se convertirían en destacados activistas en defensa de los derechos civiles. Durante el maccarthysmo fueron llamados a declarar ante la Comisión de Actividades Antiamericanas, aunque se negaron a testificar. En 1958, año en que Decca obtuvo la nacionalidad norteamericana, ambos abandonaron el Partido Comunista, desencantados por la evolución del régimen soviético.
Además de participar en numerosas campañas pro igualdad de derechos, Decca comenzó en los años 60 una fructífera carrera como periodista de investigación para diferentes medios. En 1963 publicó The American Way of Death, un libro muy crítico con algunas prácticas comunes en la industria funeraria, y que tuvo un enorme éxito. Además de periodista fue escritora (publicó varios libros de carácter autobiográfico), profesora en la Universidad de San Jose, e incluso hizo una incursión en el mundo de la música, ya en los años 70, al frente de un extravagante grupo llamado Decca and the Dectones. Falleció en Oakland en 1996, a causa de un cáncer de pulmón.

Deborah Freeman-Mitford Cavendish
La menor de las hermanas Mitford, Deborah (1920-2014), fue también la más convencional, la que mejor se ajustó al estereotipo de aristocrática dama británica, siempre correcta y aficionada a la hípica y la caza del zorro. Se casó en 1941 con Andrew Cavendish, hijo del duque de Devonshire, y heredero del título tras la muerte de su hermano mayor William (casado con Kathleen Kennedy, hermana del futuro presidente de los EEUU John Fitzgerald Kennedy), caído en combate en suelo belga en 1944. El matrimonio tuvo siete hijos, de los cuales cuatro murieron al nacer, y se instaló en 1950 en la mansión familiar, Chatsworth House, donde Deborah demostró grandes aptitudes para gobernar el legado Cavendish: dirigió la restauración del edificio y los jardines, convirtió los terrenos de la propiedad en una próspera explotación agrícola e impulsó varios negocios relacionados con el ducado, tales como servicios de cátering, hoteles y venta de derechos de imagen. También escribió una docena de libros, la mayoría acerca de Chatsworth, aunque también publicó sus memorias y las de su marido. Siempre se declaró apolítica, lo que le permitió mantener buenas relaciones con todas sus hermanas. Nombrada en 1999 miembro de la Real Orden Victoriana por la reina Isabel II, falleció en 2014 a los 94 años de edad.

viernes, 5 de mayo de 2017

Los tesoros de Malatesta


El escritor y economista zaragozano Eugenio Larruga Boneta (1747-1803) fue el autor de la monumental Memorias políticas y económicas sobre los frutos, fábricas, comercio y minas de España, con inclusión de las órdenes, disposiciones y reglamentos expedidos para su gobierno y fomento, una colosal y prolija descripción de la actividad económica de las distintas regiones de España a finales del siglo XVIII. Las Memorias, aunque no se llegaron a completar, constan de 45 tomos, publicados entre 1787 y 1800. En el último de estos tomos, dedicado a Galicia, Larruga cuenta una peculiar anécdota acaecida en 1731, durante el reinado de Felipe V.
Ese año de 1731 un hombre llamado Francisco María Malatesta, vecino de Vigo y que decía "haber residido más de 30 años en varios parages del Reyno de Galicia" envió al rey una carta afirmando ser conocedor del paradero de numerosos tesoros "soterrados y ocultos [...], unos del tiempo de Moros y otros más modernos". Malatesta solicitaba el permiso real para recuperar dichos tesoros, estando dispuesto a entregar una quinta parte de todo lo encontrado a las arcas reales (aceptando que se nombre a un interventor para que garantice el cumplimiento de tal medida). A cambio, Malatesta solicita del rey una serie de condiciones:
- Primero, que los dueños de las haciendas o terrenos donde los tesoros se encontrasen no pudieran impedir o entorpecer la búsqueda y las labores de recuperación . En caso de producirse algún daño o deterioro, él estaba dispuesto a compensarlos, dando garantía de ello si fuera necesario.
- Segundo, que con la correspondiente autorización los Justicias del reino pudiesen obligar a los oficiales, peones y otras personas que fueran necesarias para las labores precisas para desenterrar los tesoros a ayudarle, estando Malatesta dispuesto a pagarles el "justo y razonable precio que hubiese por costumbre".
- Tercero, que el permiso real para la búsqueda de los tesoros tuviese una vigencia de 20 años, y en el caso de que no pudiera continuar con tal labor, poder delegarlo en otra persona de su elección, bajo las mismas condiciones.
- Cuarto, que sólo el superintendente del reino de Galicia estuviese al tanto de su misión, y que las posibles quejas fueran dirigidas al Consejo de Hacienda.
- Y por último, que se le garantizara que sus privilegios no le fueran posteriormente retirados y concedidos a cualquier otra persona que hiciera una oferta mejor.
Al parecer, el rey Felipe se interesó vivamente por la propuesta, hasta el punto de que ordenó al intendente de Galicia que se informase de los lugares donde Malatesta situaba los supuestos tesoros, y que averiguase quienes eran sus propietarios, si eran públicos o privados, si eran terrenos baldíos, o si la búsqueda y extracción de los tesoros perjudicaría a un tercero. A esta petición responde Malatesta indicando una docena de estos lugares, pidiendo visitarlos acompañado de Justicias de las correspondientes jurisdicciones, que luego habrían de vigilar dichos parajes para evitar que otras personas pudieran acceder a ellos. La mayor parte de los lugares indicados se encontraban en la provincia de Tui, especialmente en los alrededores de Vigo, aunque también había algunos en Ourense y en las cercanías de Santiago de Compostela.
Esto es todo lo que se sabe sobre Malatesta y sus tesoros. Larruga no añade nada más en su obra y no hay otras fuentes que mencionen al personaje. Posiblemente este silencio sea un indicativo bastante evidente de que todo el asunto no llegó a ninguna parte y que los famosos tesoros jamás se hallaron. No hay manera de saber si Malatesta era un pícaro, un necio o un loco, ni de donde obtuvo esa lista de lugares, aunque algunos de ellos aparecen citados en algunas versiones del llamado Libro de San Cipriano o, vulgarmente, el Ciprianillo, un libro que supuestamente contenía pistas y encantamientos para encontrar tesoros ocultos. Y es posible que fuese de ahí de donde obtuvo esa lista de pretendidos tesoros.

martes, 2 de mayo de 2017

El alca gigante

Pinguinus impennis

El Pinguinus impennis, conocido como alca gigante, alca imperial o gran pingüino, fue la mayor de las especies de aves del grupo de las alcas. Un ave peculiar y de gran tamaño, al que la caza sin cuartel por parte del ser humano abocó a la desaparición.
Los adultos de alca gigante medían entre 75 y 85 centímetros de altura y pesaban unos cinco kilos. Su plumaje era blanco en pecho y vientre, y negro en la espalda, las alas y la cabeza, donde destacaban dos características manchas blancas que dieron origen a su nombre común: pen gwyn significa "cabeza blanca" en gaélico. El nombre pasó luego al resto de especies de alcas, y posteriormente se aplicó también a los pingüinos del hemisferio sur que, aun siendo de un orden distinto, se les parecen morfológicamente. Su robusto pico, que le valió el nombre noruego de geirfugl o pájaro lanza, le servía para arponear a los peces de los que se alimentaba. El alca gigante era una excelente nadadora y buceadora, si bien a diferencia de otras alcas había perdido la capacidad de volar y en tierra era lenta y torpe, lo que unido a su naturaleza confiada la convertía en presa fácil para los depredadores y acabaría causando su extinción.
Aunque sus principales áreas de cría estaban en el Atlántico norte, hasta tiempos históricos el alca gigante se distribuía por las costas atlánticas de Europa y Norteamérica, llegando hasta la península de Florida y la costa norteafricana, e incluso llegando ocasionalmente al Mediterráneo occidental. Desde la época prehistórica fue cazada por el ser humano, tal y como atestiguan huesos de alca encontrados en yacimientos neandertales de más de 100000 años de antigüedad y representaciones suyas en los yacimientos rupestres de El Pendo (Santander) y Cosquer (Francia). Su carne, aunque no era especialmente sabrosa, y sus huevos, que podían llegar a pesar 400 gramos, se convirtieron en una valiosa fuente de alimento, especialmente durante el invierno, tanto para los europeos como para los indígenas norteamericanos. A partir del siglo VIII, al aumentar la población europea, y con ello la presión depredadora, la especie, cuyo número se contaba por millones, comenzó a declinar.
En el siglo XVI el alca gigante, cazada no solo por su carne y huevos, sino también por sus plumas, muy cotizadas para la fabricación de almohadas, había prácticamente desaparecido de la Europa continental, mientras que en Norteamérica su distribución se había ido reduciendo a las regiones más al norte. Por esta época se convirtió en un recurso habitual para los buques que navegaban por el Atlántico, los cuales paraban en alguna de sus colonias cuando iban escasos de alimentos para aprovisionarse de carne y huevos.


En 1758, cuando Linneo clasificó por primera vez la especie como Alca impennis, se trataba ya de un ave muy poco corriente en Europa; en 1790 se capturó un ejemplar en Kiel, lo que fue toda una noticia por los muchos años que llevaban sin verse en el Báltico. Mientras, en Gran Bretaña, donde se habían tomado algunas medidas para su protección, también acabó por desaparecer a finales del siglo XVIII (el último ejemplar conocido se cazó en el islote escocés de Stac an Armin en 1840). Igualmente, en torno a 1800 se extinguió su última colonia norteamericana, la de la isla canadiense de Funk, lo que dejaba a la especie prácticamente restringida a Islandia y las islas cercanas.
Las escasas colonias de alca gigante que sobrevivían seguían recibiendo la visita de barcos en busca de carne y huevos. La principal colonia, la de la isla volcánica de Geirfuglasker, estaba relativamente protegida por los arrecifes que la rodeaban, y que impedían el acceso de barcos. Desgraciadamente, una erupción volcánica ocurrida en 1830 hizo desaparecer la isla. Las alcas supervivientes se dispersaron y se instalaron en otros lugares, como la cercana isla de Eldey, donde en 1835 fue descubierta una población de apenas cincuenta ejemplares.
Por si fueran pocas desgracias, al saberse de la súbita escasez del alca gigante, coleccionistas y museos de Europa y América comenzaron a ofrecer importantes sumas a cambio de ejemplares disecados, pieles o huevos para añadir a sus colecciones, lo que provocó que los pescadores islandeses acabaran con los últimos ejemplares. El 3 de julio de 1844, tres islandeses, Jón Brandsson, Sigurður Ísleifsson y Ketill Ketilsson, desembarcaron en Eldey tras oír que algunos coleccionistas llegaban a pagar 100 coronas por un ejemplar de alca, y hallaron un único nido, ocupado por una pareja que incubaba un huevo; mataron a las alcas (que luego vendieron a un naturalista danés llamado Carl Siemsen) y pisotearon el nido y el huevo. Esos fueron los últimos ejemplares conocidos del alca gigante (aunque se habló de un supuesto ejemplar visto en 1852 en el Banco de Terranova).

Piel, huevo y esqueleto de alca gigante en el Naturmuseum Senckenberg de Frankfurt
En la actualidad, se conservan en distintos museos y colecciones de todo el mundo unas 75 pieles de alca gigante, una cantidad similar de huevos y 24 esqueletos completos, además de otros restos menores como huesos, plumas o picos.