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Joshua Abraham Norton (1814?-1880) |
La fecha y el lugar del nacimiento de Joshua Abraham Norton aún no están totalmente confirmados. Si hacemos caso a su esquela, debió nacer en torno a 1814 (algunos retrasan su nacimiento hasta 1818 o 19), probablemente en Londres o quizá en Deptford, una de las localidades de su área metropolitana. Sus padres, John Norton y Sarah Norden, eran miembros de sendas familias de comerciantes judíos, que en 1820 se trasladaron a Sudáfrica en el marco de una serie de envíos de colonos por parte del gobierno británico a la colonia del Cabo. Tras la muerte de su madre en 1846 y de su padre en 1848, Joshua Norton dejó África y se trasladó a EEUU con los 40000 dólares que había heredado. Generalmente se señala su llegada a la ciudad de San Francisco el 23 de noviembre de 1849, a bordo del buque
Franzeska.
Por aquel entonces San Francisco era una ciudad que crecía rápidamente gracias a la fiebre del oro de California y en la que había grandes oportunidades de negocio. Joshua, hábil negociante, supo aprovechar esas oportunidades, y en apenas unos años multiplicó su dinero. En 1853 su fortuna ascendía a un cuarto de millón de dólares y era uno de los ciudadanos más prominentes y respetados de la ciudad. Sin embargo, esta buena racha le había vuelto ambicioso y temerario. A finales de 1852, una serie de malas cosechas y hambrunas llevó al gobierno chino a prohibir la exportación de arroz al extranjero, lo que provocó que su precio en San Francisco se disparase desde los cuatro centavos por libra a los 36. Norton vio una oportunidad de hacerse con el control absoluto del mercado del arroz en la ciudad, y empezó a acaparar grandes cantidades del cereal. Cuando el navío
Glyde llegó desde Perú con más de 90000 kilos de arroz, Norton compró el cargamento entero. Pero antes de que pudiera hacer su jugada, varios cargamentos más llegaron a la ciudad desde Sudamérica. El precio del arroz se desplomó, causándole a Norton grandes pérdidas. El comerciante trató de anular el contrato de compra, argumentando que el arroz era de mala calidad, pero, tras varios años de litigio, en 1857 la Corte Suprema de California falló en su contra. El banco Lucas Turner and Company embargó sus bienes para pagar sus deudas y Norton se vio obligado a declararse en bancarrota en 1858.
Tras un tiempo apartado de la atención pública, el 17 de septiembre de 1859 el
San Francisco Bulletin publicaba un cuando menos curioso decreto que decía así: "
A petición [...] de una gran mayoría de los ciudadanos de estos Estados Unidos, yo, Joshua Norton [...] me declaro y proclamo emperador de estos Estados Unidos [...] y ordeno a los representantes de los diferentes estados de la Unión a constituirse en Asamblea en la Sala de Conciertos de esta ciudad, el primer día de febrero próximo, donde se realizarán tales alteraciones en las leyes [...] para mitigar los males bajo los cuales el país está funcionando, y de tal modo justificar la confianza que existe, tanto en el país como en el extranjero, en nuestra estabilidad e integridad". La nota venía firmada por "Norton I, emperador de los Estados Unidos", que posteriormente añadiría a su título "Protector de México".
Esta extravagante proclamación fue recibida con gran sentido del humor por parte de los ciudadanos de San Francisco. En los años siguientes, el emperador Norton I se convirtió en uno de los habitantes más pintorescos de la ciudad. Nunca tuvo, por supuesto, más autoridad que la que sus "súbditos" quisieron darle, pero siempre fue tratado con el máximo respeto y consideración. Vivía en un modesto apartamento de alquiler en Commercial Street, salía a pasear por la ciudad con su uniforme imperial (regalo de los militares de la base de Presidio) y acompañado de dos perros mestizos llamados Lazarus y Brummer, comprobaba que todo funcionaba correctamente, que las alcantarillas estuviesen en buen estado, que trenes y diligencias cumpliesen sus horarios... Vivía gracias a las aportaciones de los ciudadanos de San Francisco, disfrazadas como "impuestos". La mayoría de los restaurantes, incluso los más elegantes, le daban de comer gratis, los teatros y la ópera le reservaban lugares y cuando asistía, el público lo recibía en pie y no se sentaba hasta que él lo hacía. Las compañías locales de trenes y ferries le dejaban viajar gratis... Llegó a instaurar un pequeño "impuesto" a tiendas y bancos, lo que causó hilaridad en la ciudad... aunque la mayoría de los establecimientos aceptó pagarlo. Incluso, en 1871, imprimió papel moneda con su efigie para pagar sus deudas, que muchos establecimientos aceptaban. Hoy en día, estos billetes son preciados objetos de coleccionista que alcanzan precios de miles de dólares en las subastas.
Del emperador Norton se cuentan infinidad de anécdotas, muchas de ellas apócrifas, pero otras indudablemente verídicas. Cuando estalló la Guerra de Secesión norteamericana se mostró profundamente preocupado y convocó a su presencia a Abraham Lincoln, presidente de los Estados Unidos, y a Jefferson Davies, presidente de los Estados Confederados, a su presencia, para negociar la paz con ambos. Como ninguno de ellos acudió, ordenó un alto el fuego hasta que tomara una "decisión imperial" sobre el asunto.
En 1867, un puntilloso agente de policía llamado Armand Barbier lo arrestó acusándolo de vagabundo. La ciudad puso el grito en el cielo ante tamaño ultraje, los periódicos publicaron encendidas editoriales defendiendo al emperador y, al final, el jefe de Policía Patrick Crowley ordenó su puesta en libertad, con una disculpa oficial de parte del cuerpo de policía. Crowley llegó a decir de él que "
No ha derramado sangre, no ha robado a nadie, ni ha despojado a ningún país, que es más de lo que se puede decir de sus colegas de profesión". En el censo de 1870, Joshua Norton aparece como residente en el 642 de Commercial Street, de unos 50 años de edad y de empleo "emperador".
En otra ocasión, viendo que su uniforme de gala estaba ya viejo y deslucido, hizo circular una proclama en la que calificaba de "desgracia nacional" el estado de su guardarropa. De inmediato, la Cámara de Supervisores de San Francisco (el órgano legislativo del gobierno de la ciudad) le compró un traje nuevo, gesto que el emperador agradeció otorgándoles a todos y cada uno de los supervisores una "patente de nobleza a perpetuidad".
Mención aparte merecen sus numerosos decretos. Algunos un tanto extravagantes, como aquel que imponía una multa de 25 $ a quien se refiriese a San Francisco como Frisco, algo que detestaba. Otros un tanto grandilocuentes, como cuando ordenó la disolución del Congreso de los EEUU, ordenando incluso al ejército desalojar a los parlamentarios por la fuerza si éstos se resistían a irse. y también algunos auténticamente visionarios, como cuando propuso la creación de una Liga de Naciones para resolver conflictos entre países; o cuando ordenó que San Francisco y Oakland, ciudades separadas por la bahía de San Francisco, fueran conectadas, bien por un puente, bien por un túnel. Ambos proyectos se acabarían haciendo realidad: el Puente de la Bahía se inauguró en 1936 (ha habido numerosas peticiones para que sea renombrado como Puente Emperador Norton) y el sistema de metro, que comunica San Francisco con las ciudades de su área metropolitana, lo hizo en 1972. También puso especial énfasis en evitar conflictos entre sus súbditos a causa de la religión, dando ejemplo al acudir cada domingo a un servicio religioso en una iglesia diferente, para que ninguna confesión se sintiera menospreciada.
Como muestra del cariño que le profesaba la ciudad, cuando Lazarus murió en 1863, atropellado por un carro, la ciudad le profesó un sentido homenaje. Cuando en 1865 fue Brummer el que falleció, el mismísimo Mark Twain escribió un epitafio para el animal, diciendo que había muerto "
con muchísimos años y muchísimo honor, enfermedades y pulgas". No fue el único literato que se sintió atraído por la figura del emperador Norton; otros como Robert Louis Stevenson o Selma Lagerlöf también se inspiraron en él para alguna de sus obras.
Al parecer, el emperador Norton llegó a intercambiar correspondencia con la reina Victoria de Inglaterra, cuyo retrato (junto al de Napoleón) colgaba de la pared de su humilde casa. Su prestigio era tal que en cierta ocasión incluso detuvo a una turba furiosa que, tras una pelea entre chinos y americanos, se dirigía hacia las viviendas de los inmigrantes asiáticos dispuesta a darles un escarmiento. Norton lo evitó dándoles un emotivo discurso sobre las bondades de amar a todo el mundo y llevarse bien con el prójimo, lo que hizo que la turba se disolviera y regresara a sus casas.
El emperador Norton I sufrió un ataque de apoplejía el 8 de enero de 1880, en la esquina de las calles California y Dupont, mientras se dirigía a la Academia de Ciencias de California a dar un discurso. Un carruaje lo llevó al hospital más cercano, pero falleció antes de llegar. Llevaba 21 años de "reinado". Al día siguiente, los principales periódicos de la ciudad publicaron su necrológica en primera plana. El
San Francisco Chronicle la tituló
Le Roi est Mort (
El rey ha muerto) mientras que el
Morning Call publicó "
Norton Primero, Emperador de los Estados Unidos y Protector de México por la Gracia de Dios, ha dejado este mundo".
En un principio el emperador Norton iba a ser enterrado con un humilde ataúd de pino en una sencilla ceremonia, como correspondía a los pobres de solemnidad. No obstante, el Pacific Club, una asociación de empresarios locales, hizo una generosa donación para financiar un elegante ataúd de palo de rosa y una ceremonia digna para el famoso personaje. Su funeral, celebrado el 10 de enero, supuso una emotiva ceremonia de despedida a un personaje muy querido en la ciudad. Se dice que asistieron más de 30000 personas (por aquel entonces la población de la ciudad era de unos 230000) que formaban un cortejo fúnebre de más de tres kilómetros de largo. Se le dio sepultura en el Cementerio Masónico, aunque en 1934 sus restos fueron exhumados y trasladados al Cementerio Woodlaw, en Colma, y enterrados en una tumba con el epitafio "Emperador de los Estados Unidos y Protector de México".