domingo, 25 de octubre de 2020

Cyrano de Bergerac

Hercule-Savinien de Cyrano, Cyrano de Bergerac (1619-1655)


Nació en París el 6 de marzo de 1619, hijo de Abel de Cyrano, un acomodado abogado del Parlamento, y Espérance Bellange, perteneciente a la pequeña nobleza francesa. En la pila bautismal le fue impuesto el nombre de Hercule-Savinien de Cyrano, aunque como pasó parte de su infancia en el pueblo de Bergerac, en la región de la Nueva Aquitania, donde su abuelo poseía una propiedad, solían añadir el nombre de la localidad al suyo.

Desde niño mostró un carácter insolente y descarado. Tuvo como preceptor a un párroco cuyas clases desatendía hasta tal punto que su padre, harto, le envió a París a estudiar en el prestigioso Colegio de Beauvais, donde sin embargo tampoco fueron capaces de enderezarlo. Con 19 años se alistó en el ejército, ingresando en el Régiment des Gardes Françaises, uno de los cuerpos de élite del ejército francés, con el que tomaría parte en la Guerra de los Treinta Años. Participó en los sitios de Mouzon y Arras; en este último fue herido en la garganta, lo que al final le obligaría a dejar la milicia, tras solo dos años como soldado. No obstante, ese escaso tiempo le había bastado para hacerse notar, no solo por su valor en combate, sino por las múltiples peleas y duelos en los que se había visto envuelto.

De vuelta a París, retoma sus estudios aprendiendo retórica en el colegio de Lisieux, y filosofía con el sacerdote Pierre Gassendi. Y a la vez, se embarca en una vida disoluta de alcohol, juego y sexo, frecuentando los barrios bajos de París. Con ese estilo de vida, no tarda en despilfarrar el poco dinero del que dispone, obligándolo a buscar la manera de ganarse la vida, toda vez que su padre, al tanto de sus costumbres licenciosas, rechaza una y otra vez sus peticiones de dinero. Es por esta época en la que Cyrano comienza a publicar algunas obras literarias. Durante un tiempo vivió en casa del poeta Charles Coypeau de Assoucy, del que probablemente fue amante y con el que acabaría enemistado más adelante, hasta el punto de llegar a amenazarlo de muerte y publicar una corrosiva sátira sobre él, titulada Contra un ingrato.

La suerte de Cyrano cambia cuando, en enero de 1648, su padre fallece. Al haber muerto sus tres hermanos mayores (Denis, Antoine y Honoré), y haber ingresado en un convento su hermana menor Catalina, la herencia de Abel de Cyrano se reparte únicamente entre Savinien y su hermano menor, Abel II, quien recibe los títulos familiares. De esta forma, nuestro protagonista entra en posesión de una respetable fortuna que le permite, sin abandonar su estilo de vida, dedicarse con mayor tranquilidad a la escritura.

Así, en 1649 aparecen las Mazarinadas, criticando la figura y la política del primer ministro francés, el cardenal Mazarino, aunque más tarde renegaría de ellas y se convertiría en defensor del cardenal. Y en 1653 se estrena, con gran escándalo, La muerte de Agripina, una tragedia en cinco actos en la que se burla de la misma existencia de Dios. En 1654 se publica El pedante engañado, en la que parodia sin piedad a Jean Grangier, director del colegio de Beauvais donde había estudiado, y también sus Lettres, una recopilación de cartas enviadas a distintas personas de temática y estilo muy variados.


En 1654 resulta herido de gravedad en un confuso incidente en casa de su mecenas y protector, el Duque de Arpajon, supuestamente al caerle encima una viga de madera. No obstante, documentos de esa época sugieren que pudo tratarse de un intento de asesinato llevado a cabo por alguno de los muchos enemigos que su carácter pendenciero y su pluma afilada le habían creado. Tras el incidente es socorrido por su hermana Catalina, madre superiora del convento parisino de las Hijas de la Luz, y por su primo Pierre, al que le unía una profunda amistad desde su infancia y en cuya casa es acogido, y donde moriría un año más tarde, el 28 de julio de 1655, debido a las secuelas de sus heridas y a una enfermedad no especificada, que muy bien pudiera haber sido sífilis. Y aunque su tumba "oficial" está en el célebre cementerio de Pere Lachaise, documentos hallados en 1911 señalan como lugar de su entierro una iglesia del distrito de Sannois, donde se encontraba la casa en la que murió.

Póstumamente se publicaría la más famosa de sus obras, El otro mundo. El manuscrito original de la obra había sido entregado por el propio Cyrano a su amigo íntimo Henry Le Bret, el cual, tras revisarlo y eliminar algunas partes que le parecían demasiado polémicas, lo publicó en dos partes: Historia cómica de los Estados e imperios de la Luna (1657) e Historia cómica de los Estados e imperios del Sol (1662). En ellos, Cyrano narra un viaje fantástico en una nave voladora a los reinos de la Luna y el Sol, donde conoce a sus habitantes y sus costumbres, algunas similares a las de los humanos y otras completamente opuestas, lo que le sirve para criticar y satirizar las creencias de la época. También de manera póstuma se publicarían Los comentarios agudos (1662), una recopilación de juegos de palabras de intención principalmente cómica, y El fragmento de Física (1662), el esbozo de un tratado de Física que nunca llegó a concluir.


Pese a morir con solo 36 años, su figura y su obra influirían notablemente en posteriores autores como Molière. Su figura vería su popularidad aumentada cuando, en 1897, el dramaturgo francés Edmond Rostand estrenaría su obra más popular, Cyrano de Bergerac, donde, mezclando realidad y ficción, presenta al personaje como un hombre valiente y culto, pero acomplejado por el tamaño de su nariz (uno de los rasgos físicos más distintivos del verdadero Cyrano, el cual llegó a referirse a ella como "península de la que podrían botarse barcos"), enamorado de su prima Roxane pero sin atreverse a declararle su amor; en lugar de ello, ayuda a su amigo Christian, atractivo pero mucho menos elocuente que él, a conquistarla. El éxito de la obra fue tan rotundo, con múltiples versiones tanto teatrales como cinematográficas, que con el tiempo el personaje teatral acabó por suplantar en el imaginario popular al verdadero Cyrano.

lunes, 19 de octubre de 2020

El awamori

Awamori


En la isla japonesa de Okinawa se elabora desde hace siglos un licor tradicional llamado awamori. La historia de esta bebida, también conocida como shima-zake o "sake isleño" se remonta al siglo XV, cuando la técnica del destilado llegó a Okinawa procedente de Tailandia. Hasta entonces las bebidas alcohólicas, como el sake, se elaboraban únicamente por fermentación.

Hubo un tiempo en el que el awamori se fabricaba a partir de distintos cereales, como el mijo, pero con el tiempo acabó por emplearse únicamente arroz. Se diferencia de otros destilados de arroz, como el shōchū, en que el awamori utiliza como materia prima el arroz tailandés de grano largo triturado (el shōchū se fabrica a partir del arroz japonés de grano corto). Además, el shōchū emplea como fermento el hongo kōji blanco (Aspergillus kawachii) y amarillo (Aspergillus oryzae), mientras que el awamori emplea el kōji negro (Aspergillus awamori), originario de Okinawa. Otra diferencia es que mientras el awamori requiere una única fermentación, el shōchū emplea dos fermentaciones.

Tradicionalmente, el awamori tiene una graduación alcohólica de entre 30 y 43º, aunque el que se consume fuera de Okinawa suele tener una graduación de 25º. La costumbre local es beberlo con hielo y agua, de ahí que en Okinawa sea común servirlo acompañado de una botella de agua y un recipiente con hielo. También se puede tomar solo, con hielo o en cóctel.

Bodega de envejecimiento de awamori en Okinawa


El awamori también puede ser envejecido, recibiendo el nombre de kusu. Para que un awamori puede ser denominado de esta manera se requiere que más del 50% haya envejecido al menos tres años en vasijas de barro en bodegas bajo tierra, aunque si se hace constar una edad específica todo el contenido del recipiente debe haberse añejado ese tiempo. Antes de la Segunda Guerra Mundial existían en Okinawa reservas de kusu de 200 y 300 años, pero resultaron destruidas en los violentos combates sucedidos durante la ocupación de la isla por las tropas aliadas entre abril y junio de 1945.

Durante algún tiempo el awamori fue un licor poco apreciado, e incluso hasta abril de 1983 era etiquetado como "shōchū de segunda clase". Desde entonces es comercializado como "awamori auténtico" y ha crecido en prestigio y reconocimiento, hasta el punto de que ya se comercializa en EEUU y Europa. Entre los siglos XV y XIX era habitual que se enviaran partidas de awamori como tributo a los reinos de Japón y China.

Hanazake


En la diminuta isla de Yonaguni, la más oriental de las islas del Japón, a unos 480 kilómetros al suroeste de Okinawa y con menos de 1700 habitantes, se elabora una variante del awamori conocida como hanazake (licor de flor). Esta variedad, más fuerte que el awamori original (alcanza una graduación de 60º) se empleaba originariamente en ceremonias religiosas y suele consumirse solo. Solo se produce en tres pequeñas destilerías artesanas (Donan, Yonaguni y Maifuna).

El origen etimológico de la palabra awamori parece ser la unión de los términos awa (泡), que significa "burbuja" y "mori (盛), que significa "hincharse", y haría referencia a las burbujas producidas durante el proceso de destilado del licor. Otros sugieren que derivaría de la palabra "awa" (粟), "mijo", uno de los cereales utilizados originalmente para producir el awamori, antes de que se pasara a emplear exclusivamente arroz.

sábado, 10 de octubre de 2020

El robo del City Bank de Nueva York de 1831

El City Bank en la década de 1830, sito en el número 55 de Wall Street


La mañana del 30 de marzo de 1831 los empleados del City Bank (embrión de lo que con el paso de los años se convertiría en Citibank) situado en la neoyorkina Wall Street se llevaron una desagradable sorpresa al llegar al banco y descubrir que había sido asaltado durante la noche. Ninguna puerta ni ventana había sido forzada, pero los cajones abiertos y las cajas vacías daban buena fe de la actividad de los ladrones. Y tras hacer un rápido recuento, el banco echó en falta más de 245000 $ en bonos, billetes y monedas de oro, una auténtica fortuna equivalente a unos 50 millones de dólares de los de hoy.

Muy pronto las noticias del robo llegaron a oídos de Jacob Hays, alguacil mayor de la ciudad. Hays es una figura mítica de las fuerzas del orden en Norteamérica; nombrado jefe de policía en 1802, con apenas 30 años, se mantendría en el cargo durante décadas y es considerado por muchos como el primer detective que tuvo la ciudad. Aunque en un primer momento hubo quien sugirió que, dada la limpieza y eficacia con las que había sido llevado a cabo el robo, este debía haber sido cometido por alguno de los empleados, Hays estaba seguro de que el responsable era un criminal con experiencia. Es más, él ya tenía a un sospechoso principal: James Honeyman, un conocido delincuente de origen británico, al cual había arrestado poco tiempo atrás por un robo en una tienda de Brooklyn, aunque Honeyman había quedado en libertad por falta de pruebas. De hecho, Hays llegó a ordenar un registro en el apartamento de Division Street donde Honeyman vivía con su esposa y sus dos hijos, sin resultado.

Jacob "Old Hays" Hays (1772-1850)
Jacob "Old Hays" Hays (1772-1850)

Unos días más tarde, el casero de una casa de huéspedes del Lower Manhattan acudió a la oficina de Hays para denunciar el extraño comportamiento de uno de sus huéspedes. El sujeto, que había alquilado una habitación unos días antes bajo el nombre de Jones, había despertado las sospechas del casero por su actitud huidiza, por sus continuas idas y venidas, y también por tres pesados cofres de madera que el casero le había ayudado a llevar a su cuarto, y en los que sospechaba que se escondía el botín del robo.

Lo cierto es qu por aquellos días, ante la gran repercusión del robo (y también por la recompensa de 5000 $ ofrecida por el banco a cualquiera que facilitara información que permitiera recuperar el dinero robado), las fuerzas de la ley recibían numerosas denuncias parecidas sobre sujetos sospechosos. Pero algo en el relato del casero llevó a Hays a interesarse por él. Decidió hacer unas discretas averiguaciones y cuál sería su sorpresa al descubrir que el tal Jones no era otro que el mismísimo Honeyman. Convencido de que allí estaba la respuesta, esperó a que Jones/Honeyman saliera de la habitación para registrarla. Aunque en un principio no halló nada, por insistencia del casero registró los famosos cofres de madera y halló escondidos en ellos 185718 dólares. Era toda la evidencia que Hays necesitaba: cuando Honeyman regresó a su habitación, varias horas más tarde, se encontró al alguacil esperándolo, quien lo arrestó, lo esposó y lo condujo ante un juez.

Una vez arrestado, Honeyman no tuvo problemas en admitir el robo y confesar como lo había hecho. Él y su cómplice habían hecho moldes de cera de las cerraduras del banco, que les habían servido para fabricar unos duplicados de las llaves con los que habían entrado sin problemas, aprovechando la noche. Habían cogido todo el dinero que habían podido llevar y se habían marchado ocultando bajo sus amplias capas las bolsas con el botín. Honeyman en un principio no confesó la identidad de su socio, pero cuando su casero describió a un hombre al que había visto en varias ocasiones acompañando a Honeyman, Hays identificó sin dudarlo a William J. Murray, un colaborador habitual suyo. Ambos se habían conocido años atrás siendo huéspedes involuntarios de la colonia penal británica de Botany Bay (Australia), de donde habían logrado escapar y regresar a Gran Bretaña, antes de buscar nuevos horizontes en los Estados Unidos.


Pero cuando quisieron buscarlo, Murray, alertado por el arresto de Honeyman, se había esfumado, y su socio no quiso decir a las autoridades donde se había ocultado. A todo esto, como todavía no se había recuperado una parte importante del dinero robado, hubo quien empezó a extender el malicioso rumor de que Hays se había guardado lo que faltaba. Enterado del rumor, Hays se sintió profundamente ofendido y se dedicó con todo su empeño a cerrar el caso. Y así, en septiembre de ese año, un hombre apellidado Parkinson fue arrestado tras intentar canjear en el City Bank varios billetes que uno de los cajeros reconoció como parte de lo robado meses atrás. Hays averiguó que Parkinson era cerrajero y además era cuñado de Honeyman. Tras ser interrogado, admitió que había sido él el que había fabricado los duplicados de las llaves del banco con los que se había cometido el robo y que Honeyman le había pagado 37000 dólares. Finalmente, las autoridades no presentaron cargos contra Parkinson a cambio de que devolviera el dinero (que fue encontrado en su tienda, oculto en un escondrijo bajo las tablas del piso) y de su colaboración para localizar a Murray, del cual Parkinson solo sabía que se ocultaba en Philadelphia. Finalmente, casi un año después del robo, Hays localizaba y arrestaba a Murray y recuperaba otra parte del botín, que Murray había enterrado bajo un árbol.

Doblón español de oro 

El arresto de Murray y la recuperación de la mayor parte de lo robado acallaron los rumores contra Hays. Hay que decir que, cuando Honeyman y Murray, ya encarcelados, supieron de las acusaciones contra Hays, se mostraron escandalizados y declararon al New York Post que era imposible que Hays se hubiera quedado con dinero alguno, ya que lo que no se había recuperado estaba oculto "en un lugar más allá del alcance de Hays". Y de hecho, una parte de lo robado jamás llegó a aparecer, incluyendo varios miles de dólares en billetes y casi 400 doblones españoles de oro.

Honeyman y Murray serían condenados a cinco años de trabajos forzados en el célebre penal de Sing Sing. Hays seguiría siendo alguacil mayor varios años más. Moriría en 1850, entre la admiración y el agradecimiento de sus conciudadanos por sus servicios.

El robo del City Bank aún se menciona, erróneamente, como "el primer robo a un banco de la historia de los Estados Unidos", aunque no lo fue; ya en septiembre de 1798 un avispado ladrón se había llevado más de 160000 dólares que el Banco de Pennsylvania guardaba en el histórico Carpenter's Hall de Philadelphia.