El joven Roscoe encontró muy pronto en la interpretación una vía de escape para sus dramas personales. Siendo todavía un adolescente se fué de casa y trabajó en diversas compañías de teatro. Dotado de una gran voz y una asombrosa agilidad, pese a su notable sobrepeso, que le valió el apodo de Fatty (Gordito), no tardó en asomarse a ese terreno inexplorado que era el cine. Sus primeros trabajos datan de 1909, películas de un rollo grabadas con la Selig Polyscope. Tras un breve paso por la Universal, en 1913 llega a la Keystone Film Company, propiedad de uno de los creadores del espectáculo cinematográfico tal y como hoy lo conocemos: Mack Sennect. Es en la Keystone donde Fatty explota de verdad y muestra todo su potencial cómico. No tarda en convertirse en uno de los favoritos del público, que acude masivamente a ver sus películas y sintoniza con su personaje torpe e inocente. El éxito es tal que en 1914 la Paramount lo contrata con un sueldo espectacular de 1000 dólares diarios, mas un porcentaje de la recaudación y el control artístico de sus filmes. En 1916 funda su propia productora, Comique, que tiene bastante buena acogida. Pero en 1918 deja Comique para volver a la Paramount aceptando un contrato fabuloso: 3 millones de dólares por 18 películas en tres años. Fatty es el primer actor de la historia en firmar un contrato de un millón de dólares con un estudio.
Fatty está en la cumbre. Tiene todo lo que soñó: fama, dinero, éxito, una esposa que lo adora (la también actriz Minta Durfee). Pero su aparentemente perfecta vida tiene un lado oscuro: Arbuckle se ha convertido en un alcohólico. El recuerdo de su detestado padre pesa más de lo que él hubiera querido, y la convicción de que se parece a él le empuja más y más a la adicción. Durante los rodajes, bebe para soportar las largas jornadas de trabajo; cuando no, para llenar el vacío que siente. Por encima, un absceso mal curado casi le cuesta la amputación de una pierna, y para calmar sus dolores a su médico no se le ocurre nada mejor que administrarle morfina. Fatty acaba convertido en adicto; a duras penas logró superar esa adicción, aunque nunca dejó el alcohol.
Hay que reconocer que todos los que lo trataron destacan la bellísima persona que era Fatty, amable y generosa. También es destacable su generosidad con sus colegas: no dudó en recomendar a la Keystone a un joven Charles Chaplin, que según dicen se inspiró en el vestuario de Fatty para crear a su inmortal personaje Charlot. También fué el primero en dar una oportunidad en la Comique a Buster Keaton; ambos actuaron juntos en varios filmes y forjaron una profunda amistad, hasta el punto de que cuando Fatty volvió a la Paramount cedió el control de Comique a Keaton. Y años más tarde, aconsejó a un jovencísimo Bob Hope que probara fortuna en Hollywood, proporcionándole algunas direcciones y números de teléfono de amigos suyos para que le ayudaran a salir adelante.
Así llegamos a 1921. La vida profesional de Fatty está en su cumbre, pero en lo personal deja mucho que desear. Son famosas sus juergas nocturnas en compañía de amigos suyos, en las que no faltan el alcohol y las chicas, muchas chicas. Algunas profesionales, otras atraídas por la fama y el poder de Fatty. Su matrimonio se resiente, lo mismo que su salud. El 3 de septiembre Fatty y un par de amigos viajan a San Francisco para tomarse unos días libres y alquilan tres habitaciones contiguas en el Hotel Saint Francis, para celebrar otra de sus fiestas. En ella, como siempre, música, alcohol y muchas chicas, que vienen y van. Durante la fiesta, una de las participantes, una aspirante a actriz llamada Virginia Rappe, se siente enferma. Lo que parecía una intoxicación empeora y, trasladada a un hospital, muere tres días después de peritonitis, provocada por una perforación de vejiga. Una amiga de la fallecida acusa a Fatty de ser el responsable al haber violado a Virginia con una botella de champán. Al parecer, sólo quería chantajearlo, pero el asunto se le va de las manos y la Fiscalía ordena arrestar al actor acusándolo de violación y homicidio.
Es entonces cuando comienza uno de los grandes escándalos de la historia de Hollywood. Por aquel entonces la prensa sensacionalista era un fenómeno recién nacido, pero sus creadores ya habían atisbado el éxito que podían alcanzar. También sabían el interés que las noticias sobre las estrellas del celuloide despertaban en sus lectores, sobre todo las escandalosas y morbosas. Como tiburones que husmean sangre, se lanzan sin piedad sobre Fatty, poniendo todo su empeño en demonizar al actor. Todos los puntos oscuros de su vida, todos los detalles comprometidos (incluídas sus famosas fiestas), todos los rumores que circulan sobre él y sobre la noche de autos, reales o no, son publicados y magnificados por la prensa, que lo considera culpable sin necesidad de juicio. En poco tiempo, el gordito simpático favorito de EEUU pasa a ser un monstruo abyecto, lujurioso y obsceno, capaz de cualquier atrocidad para satisfacer sus bajos instintos. El propio Arbuckle lo definió una vez: En un minuto, pasé de ser el tipo al que todos querían a ser el que todos querían odiar.
El juicio se convirtió en un espectáculo. La fiscalía, deseosa de lograr una condena, ocultó al jurado detalles importantes, como que la tal Virginia Rappe no era la chica inocente que decía la prensa, sino que se dedicaba ocasionalmente a la prostitución,tenía un largo historial de alcoholismo, padecía cistitis crónica y que había sido sometida días antes a un chapucero aborto ilegal, donde posiblemente le causaran los daños en la vejiga. Aún así, y tras dos juicios nulos y poco claros, en el tercero se detallaron por fin todos los detalles de la acusación, las mentiras, las manipulaciones de la fiscalía, los errores de procedimiento, de tal manera que el jurado no sólo llegó a un verdicto unánime de inocencia en tiempo récord, sino que hizo una declaración pública condenando la injusticia cometida con Arbuckle.
Arbuckle había sido declarado inocente, pero su carrera y prestigio estaban destruídos. Su mujer se había separado de él (se divorciarían definitivamente en 1924), los gastos legales le habían dejado en bancarrota y ningún estudio le ofrecería trabajo, ya que su nombre estaba ineludiblemente unido al escándalo y el público que lo había adorado renegaba de él. La mayoría de sus amigos le había abandonado; los estudios habían prohibido a sus empleados que hiciesen declaraciones en favor de Fatty. La excepción fué Buster Keaton, quien no sólo defendió la inocencia de su amigo, sino que dijo de él que era una de las almas más amables y bondadosas que había conocido.
Arruinado, solo y desprestigiado, sólo pudo lograr papeles muy secundarios en filmes de segunda fila, sin figurar en los créditos. El leal Keaton le consiguió trabajo en algunos de sus filmes, como escritor y codirector. Posteriormente, dirigió algunos cortometrajes usando el seudónimo de William Goodrich. Su alcoholismo se acentúa. Se vuelve a casar en dos ocasiones. Ya en 1932, la Warner Brothers le contrata para protagonizar media docena de cortometrajes cómicos. La buena acogida hace que el 28 de junio de 1933 Arbuckle firme con la Warner para protagonizar un largometraje. Este es el día más feliz de mi vida, dijo a sus allegados. Esa misma noche, mientras dormía, muere de un ataque al corazón. Tenía 46 años. Otra estrella caída. Otro juguete roto.
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