sábado, 21 de mayo de 2011

El salchichero asesino


Adolph Louis Luetgert

Adolph Ludwig Lütgert nace en Gütersloh (Alemania) el 27 de diciembre de 1845, en una familia numerosa (diez hermanos). Desde muy joven trabaja en distintos oficios, viaja por toda Alemania, emigra luego a Londres y, finalmente, a Estados Unidos, donde se establece en Chicago (Illinois) y cambia su nombre a Adolph Louis Luetgert. Trabaja duramente, se casa, enviuda, se vuelve a casar (apenas dos meses después de enviudar) y funda una fábrica de salchichas, Hermitage & Riverside, que alcanza en poco tiempo gran fama.
Luetgert ya es un hombre rico y respetable. Pero también es (en realidad, lo ha sido siempre) un mujeriego impenitente. Frecuenta burdeles y lupanares, mantiene un romance con una de las sirvientas de su esposa. Su mujer Louise, antaño bella y grácil, ha engordado mucho y ya no le atrae en absoluto. Incluso, para no tener que verla, acostumbra a dormir en la propia fábrica. Aún así, Louise está enterada de sus aventuras y le arma espantosas broncas que son la comidilla del vecindario. Luetgert empieza a estar muy harto de Louise. ¿No habrá algún modo de que lo deje tranquilo, de deshacerse de ella para conseguir su ansiada libertad, para hacer lo que le de la gana sin rendirle cuentas a nadie?
Un buen día  de 1897, Luetgert anuncia a sus empleados que ha adquirido una partida de potasa cáustica para fabricar jabón en la propia fábrica. La noticia sorprende a los trabajadores, ya que no hacía mucho habían comprado una importante remesa de jabón que todavía está en el almacén, prácticamente intacta. Pero, acostumbrados a obedecer las órdenes de Luetgert sin cuestionarlas, no le dan importancia. La potasa es depositada en una gran tina, donde comienza la fabricación de jabón añadiéndole grasa sobrante del proceso de producción de las salchichas.
Y el 1 de mayo, Louise desaparece sin dejar rastro. Cuando sus hijos le preguntan, Luetgert elude el tema y dice que seguramente ha ido a visitar a su hermana. Pero pasa el tiempo y Louise sigue sin aparecer. Hasta que Diedrich Bicknese, hermano de Louise, denuncia la desaparición a la Policía.
El caso cae en manos del capitán Herman Schuettler, un tenaz investigador que no tarda en interrogar a Luetgert. El empresario refrenda su versión: Louise se había ido sin decir a dónde iba ni dejar ninguna pista. Schuettler husmea enseguida algo turbio en Luetgert y comienza a interrogar a los allegados de la familia y a los trabajadores de la fábrica. Un empleado llamado Wilhelm Fulpeck dice haber visto a la señora Luetgert llegar a la fábrica la noche de su desaparición. El vigilante nocturno, Frank Bialk, corrobora la información, añadiendo además que ese día Luetgert le dió la noche libre. Otros empleados con los que habla le comentan la curiosa compra de la potasa.
Convencido de la culpabilidad de Luetgert, Schuettler registra de nuevo la fábrica, incluyendo esta vez la famosa tina. El jabón es drenado y la mezcla es revisada cuidadosamente. Y al hacerlo, el horrible hallazgo: varios fragmentos óseos y un anillo de oro, con las iniciales "L. L." (Louise Luetgert), que el propio Adolph había regalado a su esposa el día de la boda.
Luetgert es arrestado y acusado formalmente del asesinato de su esposa. Proclama su inocencia, niega tener nada que ver, pero, pese a no haber cuerpo del delito ni testigos, las pruebas contra él son abrumadoras. Un primer juicio es anulado al no ponerse de acuerdo el jurado. Un segundo juicio termina con su condena a cadena perpetua, el 9 de febrero de 1898. Parte fundamental de su acusación es la declaración de un arqueólogo, quien dictamina que varios de los restos óseos hallados son de origen inequívocamente humano.
Llevado a prisión, el estado mental de Luetgert empeora rápidamente. Defiende su inocencia, considerándose víctima de una conspiración, hasta su muerte a causa de un infarto, el 7 de julio de 1899.
El caso alcanzó tal repercusión que dió lugar a varias leyendas urbanas. La más conocida decía que Luetgert se había deshecho del cadáver empleándolo como materia prima en sus salchichas, lo que hizo que durante un tiempo el consumo de salchichas descendiera drásticamente en Chicago. También se hizo célebre la historia de que el fantasma de Louise se aparecía en la que había sido su casa, e incluso en la fábrica en la que (supuestamente) fué asesinada...

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