sábado, 10 de septiembre de 2011

La guerra más corta de la historia

Las islas de Zanzíbar y Pemba, en la costa este africana, pertenecen hoy en día a Tanzania, pero a lo largo de la historia su posesión ha pasado por diversos gobiernos. Habitadas desde el Paleolítico, se convirtieron a comienzos de la era cristiana en un enclave comercial estratégico entre la costa oriental africana, la península Arábiga y la India. Posteriormente, fueron ocupadas por los árabes y a principios del siglo XVI por los portugueses, quienes las mantuvieron bajo su control hasta 1698, en que fueron conquistadas por el sultanato de Omán. En 1861, como resultado de una lucha fraticida por el poder entre los hijos del fallecido sultán Seyyid Said, Zanzíbar pasó a ser un sultanato independiente. Y en 1890, como resultado del tratado Heligoland-Zanzíbar a tres bandas entre ingleses, alemanes y el sultán de Zanzíbar, las islas quedaron convertidas en un protectorado británico; o sea, que en teoría era el sultán quien ostentaba el poder, pero las decisiones importantes las tomaba un visir o primer ministro leal a los ingleses (posteriormente, los ingleses pasaría a nombrar directamente gobernadores).
Cuando se firma el tratado, gobernaba Alí bin Said, cuarto sultán de Zanzíbar, quien murió en 1893, siendo sucedido por su sobrino Hamad ibn Thuwaini. Éste murió "misteriosamente" el 25 de agosto de 1896, y su primo Khalid ibn Barghash (que se sospecha pudo haberlo envenenado) se apresuró a ocupar el trono por la fuerza. Ahora bien, los ingleses ya tenían su propio candidato designado para tal eventualidad, otro primo suyo llamado Hamud ibn Muhammad, a quien consideraban más de fiar. Así que ordenaron a Khalid renunciar al trono. Éste no sólo no les hizo caso, sino que, muy arrogante, se apresuró a fortificar el palacio real y a reunir un ejército, formado por unos 3000 hombres y el HHS Glasgow, el yate privado del difunto Hamad, que contaba con un par de piezas de artillería de pequeño calibre. Los ingleses, poco dados a perder el tiempo, al día siguiente, 26 de agosto, ya habían situado frente el palacio cinco buques de guerra y preparado, con soldados ingleses y nativos, dos batallones con casi un millar de hombres. Y enviaron a Khalid un ultimátum: si a las nueve de la mañana del día siguiente, 27, no había abdicado del trono, le declararían la guerra y procederían a atacar.
Al día siguiente, a las nueve en punto, con exquisita puntualidad británica, el almirante Harry Rawson dió orden de comenzar el ataque, mientras Khalid, que había perdido su fanfarronería, trataba desesperadamente de llegar a un acuerdo con el cónsul británico sir Basil Cave, con la intermediación del cónsul norteamericano. Los navíos ingleses abrieron fuego contra el palacio del sultán a las nueve y dos minutos. Unos 45 minutos después, los mandos ingleses ordenaron detener el ataque y dieron la fugaz guerra por concluída. El palacio estaba en ruinas; el Glasgow, hundido; de los soldados de Khalid, 500 habían muerto y el resto habían huído; y el propio Khalid había buscado refugio en el consulado alemán, donde le otorgaron asilo. Posteriormente, huyó al África Oriental alemana, donde fué capturado por los ingleses en la ciudad de Dar-es-Salaam en 1916. Tras varios años de exilio, moriría en la ciudad keniata de Mombasa en 1927. ¿Y las bajas británicas? Un marinero herido.
Esta es la historia de la que es considerada la guerra más corta de la historia. Pronto hablaré de la más larga (al menos, oficialmente).

Galería de protagonistas
 Hamad ibn Thuwaini, el muerto



Khalid ibn Barghash, el aspirante


Hammud ibn Muhammad, el favorito de los ingleses


Sir Basil Shillito Cave, el cónsul británico en Zanzíbar


Sir Harry Holdsworth Rawson, almirante al mando de las tropas inglesas

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