sábado, 10 de marzo de 2012
El misterio del esqueleto reconstruido
26 de julio de 2007. Mientras una ola de calor azota la península italiana, los bomberos de Roma reciben el aviso de un incendio, aparentemente provocado, en un cañaveral del barrio de Magliana, a las afueras de la ciudad, a orillas del Tiber. Pero una vez sofocado el incendio, tiene lugar un macabro hallazgo: en el solar, junto a un viejo muro semiderruido, encuentran un esqueleto humano. Tendido, apenas protegido, totalmente descarnado, había resultado afectado por las llamas. Cerca de él, la Policía halla unas llaves, varias prendas de ropa y un documento de identidad, perteneciente a un tal Libero Ricci, un ex-empleado del Vaticano jubilado de 77 años, desparecido desde el 31 de octubre de 2003, cuando salió de su casa para dar uno de sus habituales paseos y no volvió a saberse nada de él. Hasta aquí el caso parecía sencillo: aquellos restos seguramente eran los del signore Ricci, que habría sufrido alguna indisposición o había sido agredido durante su paseo y había muerto allí mismo; y al tratarse de un lugar apartado, nadie reparó en el cuerpo. Pero cuando los restos fueron llevados al laboratorio forense, descubrieron que el misterio sólo acababa de empezar.
Cuando se comparó el ADN de aquellos huesos con el de la familia de Ricci saltó la sorpresa. Aquel no era el esqueleto de Líbero Ricci. De hecho, no era estrictamente un esqueleto. Se trataba en realidad de un puzzle compuesto por los restos de al menos cinco personas, tres mujeres y dos hombres, muertos a lo largo de veinte años. El cráneo y la columna vertebral pertenecían a una mujer muerta antes de 2006. La tibia y el peroné izquierdos, a una mujer muerta antes del 2000. La tercera mujer había muerto al menos antes de 1998. Y los hombres habían muerto uno entre 2002 y 2006 (el propietario de una de las clavículas) y el otro (que aportaba un fémur) entre 1986 y 1989. Los distintos restos estaban combinados con gran habilidad, dando la impresión de ser un único cuerpo (sólo faltaban algunos pequeños huesos de las articulaciones de muñecas y tobillos).
Las pruebas de ADN no permitieron identificar a ninguno de las cinco personas. Sin embargo, si que dieron un resultado que contribuyó a confundir más el caso. Los técnicos descubrieron una coincidencia entre el ADN mitocondrial de la propietaria del cráneo y la columna con el de Ricci, lo que demostraba que estaba emparentada con él por vía materna.
Otros datos curiosos salieron a la luz. La documentación y las llaves halladas cerca de los restos eran de Ricci, pero no así las ropas. Y el incendio que llevó a descubrir el cuerpo había sido a todas luces intencionado, como si alguien hubiera querido revelar la presencia del rompecabezas óseo.
¿Se trataba de los trofeos de un asesino en serie que había pasado desapercibido hasta el momento? ¿O quizá era el fruto del trabajo de un morboso coleccionista y saqueador de tumbas? ¿Y cómo encajaba Ricci en el caso? Hasta el momento de su desaparición, había llevado una vida intachable, era querido por su familia y amigos y no se le conocían enemigos. ¿Había sido una víctima más o era el responsable?
Lamentablemente, ni las investigaciones policiales ni la relevancia pública que alcanzó el caso llevaron a la resolución del caso. Los cinco desconocidos no han sido todavía identificados ni ne ha podido averiguar nada del paradero de Libero Ricci, ni descubrir qué se esconde tras este retorcido caso.
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