sábado, 7 de julio de 2012

La Ley Seca

Manifestantes a favor de la Ley Seca (Colección John Binder)

El 17 de enero de 1920 entraba en vigor la llamada Ley Volstead, aplicación de la Enmienda 18 a la Constitución de los EEUU, propuesta en diciembre de 1917 por el Senado y ratificada el 16 de enero de 1919. Dicha enmienda declaraba ilegal la producción, venta, transporte, exportación e importación de licores destilados, aunque con algunas excepciones (por ejemplo, el bourbon, el whiskey de maiz típicamente norteamericano, que se siguió fabricando por sus "propiedades medicinales"). Aunque dicha Enmienda se hizo mucho más conocida por su apodo popular: la Ley Seca.
La Ley Seca tuvo su origen en el denominado Movimiento por la Temperancia, surgido en los EEUU allá por principios del siglo XIX. Impulsado fundamentalmente por congregaciones religiosas protestantes (metodistas, mormones, etc.) alcanzó una gran popularidad en muy poco tiempo y fué ganando seguidores. Al final, el proyecto de la prohibición del alcohol gozaba de un gran número de variopintos apoyos. No sólo, evidentemente, numerosos grupos religiosos de todo tipo; también movimientos progresistas y de defensa de la mujer, filántropos como el multimillonario John D. Rockefeller, sociedades para la defensa de los derechos de los negros e incluso el mismísimo Ku Klux Klan estaban a favor de la prohibición. Sus promotores la llamaron "el noble experimento" y confiaban en que, con la prohibición, se redujese el crimen y la corrupción, se mejorase la salud de los ciudadanos (especialmente de los de las clases bajas), se redujeran los homicidios y la violencia doméstica, se descongestionaran prisiones y albergues para vagabundos y, en general, se hiciera del mundo un lugar mejor.
Esa era, al menos, la teoría.
Lo que en realidad ocurrió era previsible. Como la gente quería seguir bebiendo, había que satisfacer su demanda. Y floreció la destilación ilegal y el contrabando de licor desde Canadá, México y el Caribe. Todo ello a un precio mucho más caro y con menos garantías sanitarias. Y fué el crimen organizado quién aprovechó la ocasión para hacerse con el mercado. El tráfico de alcohol supuso para todo tipo de bandas criminales (la más conocida de ellas, por supuesto, la Mafia) una fuente inmensa de ingresos que cimentó el poder que todavía hoy conservan. Y con ese dinero sobornaron a policías, jueces y políticos para que hicieran la vista gorda con sus negocios, con lo que la corrupción se multiplicó.
Al principio de la década de los 30 la situación no había mejorado, sino que había empeorado notablemente. El crimen organizado campaba a sus anchas. Los delitos se habían multiplicado; la tasa de homicidios (muchos de ellos vinculados a la lucha por el control del mercado negro del alcohol) pasó de 6'8 por cada mil habitantes en 1920 a 9'9 en 1933. Los convictos en cárceles federales habían pasado de 4000 a más de 27000. La corrupción infestaba todos los sectores de la sociedad. Gangsters como Al Capone o Bugsy Moran se habían hecho enormemente poderosos. Por todas partes florecían los speakeasies o bares ilegales. El alcoholismo había aumentado, lo mismo que las enfermedades y las muertes derivadas del consumo de alcohol (generalmente, por la bajísima calidad del licor de contrabando), que en algunos estados se habían cuadruplicado. Y todo ello apenas había reducido el consumo global: se pasó de un consumo per cápita de seis litros de licor al año en 1919 a cinco en 1929. El propio Rockefeller lo admitía: En general ha aumentado el consumo de alcohol, se han multiplicado los bares clandestinos y ha aparecido un ejército de criminales.
En esos momentos, tres cuartas partes de la población norteamericana eran partidarios de derogar de una vez la ley. En 1932 fué elegido presidente el demócrata Franklin Delano Roosevelt, que llevaba en su programa electoral la promesa de la desaparición de la ley. No solo por las consecuencias derivadas de la prohibición; también porque, en plena Depresión, la legalización del alcohol supondría crear nuevos empleos y aumentar la recaudación fiscal. En marzo de 1933, la llamada Acta Cullen-Harrison permitía la venta de cerveza de hasta 3'2 º y de vino, acabando así con la Ley Volstead. Y el 5 de diciembre, el Senado aprobaba la Enmienda 21, que derogaba definitivamente la Enmienda 18.
La Mafia perdió así su principal fuente de ingresos, pero había alcanzado un poder que ya no abandonaría, y se buscó otros negocios alternativos. Como el tráfico de heroína, que casualmente acababa de ser ilegalizada...

Alphonse Gabriel "Al" Capone, uno de los grandes beneficiados por la Ley Seca

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