miércoles, 30 de enero de 2013

Se suicidó al saberse su edad

La modelo sueca Anna-Lisa Cameron fué una de las antecesoras de las actuales top model. Alcanzó notable fama en el París de los años cincuenta y sesenta siendo imagen de la conocida marca de alta costura Nina Ricci. Los franceses la llamaban "la gran Anna" y su rostro aparecía a menudo en los medios. Estaba casada con un inglés, experto en relaciones públicas.
El sábado 24 de marzo de 1962, Anna-Lisa y varias modelos se dirigían en coche hacia la ciudad alemana de Munich con motivo de un pase de modelos. En la frontera alemana, un observador agente de aduanas se dió cuenta de que en el pasaporte de la señora Cameron la fecha de nacimiento había sido cuidadosamente borrada, lo mismo que en su documento de identidad. Sospechando una falsificación, Anna-Lisa Cameron fué interrogada hasta que reveló lo que trataba de esconder... Aunque siempre aseguraba que apenas había pasado la treintena, en realidad había nacido el 30 de enero de 1922. Había cumplido, por lo tanto, la cifra maldita de los 40 años. Mientras sus compañeras continuaban, Anna-Lisa, profundamente humillada, volvió a París. En la habitación del hotel parisino donde vivía fué encontrada el martes siguiente: incapaz de soportar la vergüenza, se había suicidado cortándose las venas.

domingo, 27 de enero de 2013

Epitafios

Ningún amigo me ha hecho favores, ningún enemigo me ha inferido ofensa, que yo no haya devuelto con creces. Lucio Cornelio Sila (138-78 a. C.) General y dictador romano.

- Aquí yace, en poca tierra / el que toda le temía / el que la paz y la guerra / en su mano la tenía / ¡Oh tu, que vas a buscar / dignas cosas que loar! / Si tu alabar al mas digno / aquí para tu camino / no cures de más andar. César Borgia (1475-1507) Hijo del papa Alejandro VI, obispo de Pamplona y de Valencia, capitán general del Vaticano, duque de Valentinois.

3,14159265358979323846264338327950288. Ludolph van Ceulen (1540-1610). Matemático alemán. Para quien no haya caído, su epitafio es el número Pi con 35 decimales.

- Si no viví más, fué porque no me dió tiempo. Donatien Alphonse François de Sade, marqués de Sade (1740-1814) Escritor y filósofo francés.

- Aquí yace Molière, el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto, y de verdad que lo hace bien. Jean-Baptiste Poquelin "Molière" (1622-1673) Actor y comediógrafo francés.

- Aquí yace un valiente, un noble adversario y un verdadero hombre de honor. Manfred von Richthofen, el "Barón Rojo" (1892-1918). Aviador alemán.

- Aquí yace Rafael. Mientras vivió, la naturaleza se vió a si misma vencida. Ahora que está muerto, ella también teme morir. Rafael Sanzio, pintor (1483-1520)

- Eso es todo, amigos. Melvin Jerome "Mel" Blanc (1908-1989), actor estadounidense, la voz original de Bugs Bunny y el cerdito Porky.

- Compositor, cantante, productor, bailarín, coreógrafo, humanitario, miembro de los Jackson 5, solista, con 13 números 1, 13 Grammys, 197 premios y 37 canciones en el Top 40, miembro del Rock and Roll Hall of Fame y leyenda de la Motown. Se fué demasiado pronto. Michael Jackson (1958-2009)

- Soy escritor pero, bueno, nadie es perfecto. Samuel "Billy" Wilder (1906-2002). Director y productor de cine.

- Asesinado por un cobarde y traidor cuyo nombre no merece figurar aquí. Jesse James (1847-1882) Forajido.

- 174517. Primo Levi (1919-1987). El epitafio es su número de prisionero en el campo de concentración de Auschwitz.

- Cuando estaba en el ejército, me dieron una medalla por matar a dos hombres y me expulsaron por amar a uno. Leonard Matlovich (1943-1988), veterano de Vietnam condecorado, expulsado del Ejército tras hacer pública su homosexualidad.

- Os dije que estaba enfermo. Spike Milligan (1918-2002), escritor, músico y cómico irlandés.

- Ni nació, ni murió, sólo visitó este planeta entre el 11 de diciembre de 1931 y el 19 de enero de 1990. Bhagwan Shree Rajneesh "Osho", gurú y guía espiritual hindú.

- Amigo de la honestidad y enemigo del crimen. Allan Pinkerton (1819-1884). Detective.

- Nunca mató a un hombre que no se lo mereciera. Robert Clay Allison (1840-1887) Ranchero y pistolero.

Y mi favorito, que curiosamente no corresponde a una persona, sino a un perro: es el epitafio que lord Byron escribió para la tumba de su Terranova, Boatswain, muerto de rabia en noviembre de 1808:

Cerca de aquí
yacen los restos de alguien
que tenía belleza sin vanidad
fuerza sin insolencia
valor sin ferocidad
y todas las virtudes del hombre sin sus vicios

Este elogio, que sería adulación sin sentido
si estuviera escrito sobre cenizas humanas
es sin embargo un justo homenaje a la memoria de
BOATSWAIN, un PERRO,
nacido en Terranova en mayo de 1803
y muerto en Newstead el 18 de noviembre de 1808

Cuando algún orgulloso Hijo del Hombre vuelve a la tierra,
desconocido por la gloria, pero sostenido por el nacimiento,
el arte del escultor agota la exhibición de dolor
y la lápida grabada señala quién yace allí debajo.
Cuando todo ha pasado, sobre la tumba se ve,
no lo que era, sino lo que debería haber sido.
Pero el pobre perro, en vida el más firme amigo, 
el primero en dar la bienvenida, sobre todo para defender,
cuyo honesto corazón sigue siendo de su amo,
que trabaja, lucha, vive, respira sólo para él,
cae deshonrosamente, inadvertido todo su valor, 
rechazada en el cielo el alma que sostenía en tierra,
mientras el hombre, ¡vano insecto!, espera ser perdonado,
y pide para él un cielo propio.

¡Oh hombre! débil inquilino de una hora,
envilecido por la esclavitud o corrompido por el poder, 
¡Quien se conoce se rechaza con asco,
degradada masa de polvo animado!
¡Tu amor es lujuria, tu amistad una trampa,
tu lengua hipocresía, tu corazón un engaño!
Vil por naturaleza, ennoblecido sólo por su nombre,
cada familia salvaje debería ruborizarse de vergüenza.
Vosotros, de pie ante esta sencilla lápida, 
corred la voz, que nadie desea afligirse,
Para señalar el descanso de un amigo estas piedras surgen;
nunca conocí otro como él, y aquí yace.

Esta es la versión original:

Near this Spot
are deposited the Remains of one
who possessed Beauty without Vanity,
Strength without Insolence,
Courage without Ferosity,
and all the virtues of Man without his Vices.

This praise, which would be unmeaning Flattery
if inscribed over human Ashes,
is but a just tribute to the Memory of
BOATSWAIN, a DOG,
who was born in Newfoundland May 1803
and died at Newstead Nov. 18, 1808.

When some proud Son of Man returns to Earth,
Unknown to Glory, but upheld by Birth,
The sculptor’s art exhausts the pomp of woe,
And storied urns record who rests below.
When all is done, upon the Tomb is seen,
Not what he was, but what he should have been.
But the poor Dog, in life the firmest friend,
The first to welcome, foremost to defend,
Whose honest heart is still his Master’s own,
Who labours, fights, lives, breathes for him alone,
Unhonoured falls, unnoticed all his worth,
Denied in heaven the Soul he held on earth –
While man, vain insect! hopes to be forgiven,
And claims himself a sole exclusive heaven.

Oh man! thou feeble tenant of an hour,
Debased by slavery, or corrupt by power –
Who knows thee well must quit thee with disgust,
Degraded mass of animated dust!
Thy love is lust, thy friendship all a cheat,
Thy tongue hypocrisy, thy heart deceit!
By nature vile, ennobled but by name,
Each kindred brute might bid thee blush for shame.
Ye, who behold perchance this simple urn,
Pass on – it honors none you wish to mourn.
To mark a friend’s remains these stones arise;
I never knew but one -- and here he lies.

viernes, 25 de enero de 2013

¡Salvar a la soldado Lynch!

                                                  Jessica Dawn Lynch

La soldado Jessica Lynch se convirtió en una de las primeras heroínas del ejército norteamericano durante la invasión de Irak en 2003. Su historia, convenientemente amplificada y difundida, conmocionó al pueblo estadounidense. Tenía todos los elementos necesarios: una heroína valerosa (además, atractiva y puramente WASP), patrioterismo, acción, peligro, y un final feliz.
La soldado Lynch tenía 19 años cuando fué capturada por los iraquíes, el 23 de marzo de 2003. Como muchos otros jóvenes de su edad, se había alistado en el ejército como única manera de costearse los estudios universitarios. Formaba parte de un convoy de la 507 compañía de mantenimiento, que acompañaba en su avance a la 3ª División de Infantería Mecanizada. Su convoy cayó en una emboscada del ejército iraquí en Nasiriya. Acosados por fuerzas muy superiores, los soldados norteamericanos lucharon como leones, sufriendo 11 bajas. Otros cinco fueron capturados (serían rescatados 21 días después). Y la soldado Lynch, gravemente herida, luchó disparando hasta su última bala y acabó siendo capturada. Una vez capturada, sus carceleros la sometieron a todo tipo de torturas, abusando sexualmente de ella incluso, para luego dejarla fuertemente vigilada en el Hospital Saddam, de Nasiriya. Pero un abogado iraquí, un tal  Mohammed Odeh Al-Rehaief (casado con una enfermera del hospital), informó, a riesgo de su vida, de la situación de la soldado Lynch al ejército yanqui. Y como ya se sabe que los norteamericanos nunca dejan a ninguno de los suyos atrás, el 1 de abril un comando de Operaciones Especiales, los Rangers y la Delta Force se infiltra en el hospital y rescata a la soldado Lynch. Con el añadido de un video de la acción que se hizo público: imágenes de visión nocturna, soldados parapetándose tras las columnas, apuntando con sus armas a todas partes, diciendo cosas del estilo Charlie Bravo Zulú, todo despejado, la soldado Lynch siendo evacuada en camilla. Todo de ese estilo Hollywood que tanto gusta al público yanqui. En fin, que la soldado Lynch es devuelta a casa, entre honores, condecorada y convertida en un símbolo nacional.
Esta es la "versión oficial", comunicada a los medios el 2 de abril en una conferencia en Doha (Qatar), en el centro de comunicaciones del ejército norteamericano. Lástima que sea falsa.
Desde el principio hubo quienes pusieron en duda la historia. Demasiado perfecta, demasiado conveniente para mejorar la discutida imagen del Gobierno. La primera discrepancia era la naturaleza de las heridas de Jessica Lynch: mientras que la versión ofrecida a los medios hablaba de heridas de bala y de arma blanca, el informe médico hablaba de un brazo y un fémur partidos, un tobillo disclocado y un fuerte golpe en la cabeza; heridas compatibles con un accidente de tráfico. Algunos medios, como la BBC, siguieron investigando y acabaron por recurrir a la versión de los iraquíes y a otras fuentes para desentrañar la historia verdadera.
La realidad es menos glorificante. Como ya he dicho, era soldado pero no combatiente; su unidad se encargaba de organizar el aprovisionamiento de otras unidades que si combatían: montar los campamentos, cocinas, letrinas, hospitales de campaña, cosas así. No estaba previsto que entrara en combate; su entrenamiento bélico, como el de sus compañeros, había sido bastante limitado. Bueno, pues el convoy del que formaba parte se equivocó de camino (pese a disponer de GPS) a causa de la indicación errónea que les dieron en un control. Y en lugar de rodear la ciudad, como estaba previsto, el convoy se metió de cabeza por el centro de Nasiriya, punto caliente de la resistencia iraquí, cruzando la línea del frente y entrando en territorio enemigo. Y los iraquíes, obviamente, aprovecharon la metedura de pata y abrasaron a tiros el convoy. La soldado Lynch no tuvo ocasión de combatir: el Humvee en el que iba se estrelló contra un camión destruído mientras trataban de huir. Ahí resultó herida Lynch. Fué la única de los que iban en el vehículo que sobrevivió. Y tras ser capturada, fué llevada al hospital. No hubo sesión de torturas, ni violación. Permaneció custodiada por soldados durante unos días, hasta que estos, visto el discurrir de la guerra, huyeron y Lynch quedó al cuidado únicamente del personal médico. El comportamiento de éstos fué ejemplar: salvaron su vida (tenía una grave hemorragia interna), recibió todo tipo de cuidados, incluso le donaron su sangre para una transfusión. Trataron de llevarla hasta sus compañeros, pero los americanos creyeron que se trataba de una trampa y abrieron fuego contra la ambulancia que la transportaba, que se vió obligada a dar media vuelta y volver al hospital. Allí la "rescataron" sus compañeros, ante el asombro de médicos y enfermeras; como ya he dicho, no quedaba un solo soldado iraquí en el edificio. El tal Mohammed Odeh Al-Rehaief había facilitado al ejército norteamericano los planos del hospital, y les había confirmado que no había soldados en el interior; a cambio, recibió una generosa recompensa y el visado para instalarse en EEUU con su familia.
Tras el montaje estaba The Rendon Group, una empresa de relaciones públicas cercano al Partido Republicano, y que ya había sido cuestionado durante la Primera Guerra del Golfo, cuando se supo que algunas noticias que había difundido habían sido manipuladas para generar una corriente de opinión favorable a la intervención militar. Sus fundadores fueron la inspiración para el filme La cortina de humo (Wag the dog, 1997), en la que un productor de Hollywood inventa una guerra inexistente para distraer la atención pública de un escándalo sexual del presidente de los EEUU. Era el momento oportuno: la acción militar empezaba a enquistarse, la invasión relámpago que el gobierno norteamericano había vendido empezaba a transformarse en una ocupación, empezaban a aparecer voces cuestionando el ataque, la moral de los soldados comenzaba a resentirse con las bajas. Y entonces apareció la historia de la soldado Lynch y aprovecharon para transformar una historia corriente (es más, lesiva para la imagen del ejército; lo sucedido mostraba el deficiente entrenamiento y planificación de las tropas sobre el terreno) en una historia de las que conmueven el corazoncito de los norteamericanos. Lo maquillaron, le pusieron un bonito lazo y, con ayuda de periodistas afines y medios amigos, lo hicieron circular. Así se conseguía mejorar la imagen del Gobierno, se aumentaba el orgullo nacional (o lo que es lo mismo, el respaldo a sus tropas) y se elevaba la moral del ejército.
La soldado Lynch fué evacuada a EEUU y recibió numerosos homenajes y condecoraciones, incluída la Estrella de Bronce (por una actuación heroica) y el Corazón Púrpura (por haber sido herida en combate). Fué licenciada con honores (por motivos médicos) en agosto de ese mismo año. En noviembre se publicó su historia en el libro I Am A Soldier Too: The Jessica Lynch Story, escrito con el periodista Rick Bragg (vinculado, casualmente, al grupo Rendon) donde se repetía la versión más artificiosa, recurriendo a fuentes anónimas o sin confirmar. Aunque la propia Lynch admitió más tarde que no recordaba buena parte de lo sucedido y que "algunas partes" de la historia no eran exactamente como había pasado.

                                            Jessica Lynch, durante su rescate

martes, 22 de enero de 2013

¡Troppo vero!


El Retrato de Inocencio X (pintado en 1650) es sin duda alguna una de las obras cumbres del pintor Diego Velázquez (1599-1660) y uno de los mejores retratos de la Historia del Arte. Pocas veces un pintor ha sabido captar con tal precisión el carácter de un retratado. Todo el cuadro es de una maestría sin par, por la perfección de cada detalle, de cada pliegue de la ropa del pontífice. Pero el rostro... ahí está el auténtico genio de Velázquez, que supo captar a Inocencio tal cual era: suspicaz, desconfiado, escrutando a su observador... No es de extrañar que, cuando el Papa vió la obra terminada, exclamase ¡Troppo vero!, "demasiado real".

sábado, 19 de enero de 2013

Jasper Maskelyne, el hombre que ocultó Alejandría


                           Jasper Maskelyne (1902-1973)

Se puede decir que Jasper Maskelyne nació predestinado para dedicarse al ilusionismo. Nieto de John Nevil Maskelyne, mítico mago británico del siglo XIX y considerado uno de los creadores del ilusionismo moderno (no en vano fué el creador de uno de los trucos clásicos, la levitación horizontal), e hijo de Nevil Maskelyne, también mago, Jasper aprendió desde niño los rudimentos del espectáculo y se crió entre las bambalinas de los teatros londinenses donde su padre actuaba. Nacido en 1902, cuando le llegó el momento de empezar a actuar por su cuenta, cosechó a su vez un rotundo éxito, por su inmenso talento para crear trucos y también, todo hay que decirlo, por su apostura física, que hacía estragos entre el público femenino.
Cuando en 1939 se desata la II Guerrra Mundial, Maskelyne, llevado por su patriotismo (y porque los ataques aéreos habían dejado sin público los teatros), decide alistarse y es asignado al Real Cuerpo de Ingenieros. Está convencido de que sus peculiares habilidades le pueden ser de gran utilidad al ejército, pero en el ejército no comparten su entusiasmo. Pero Maskelyne logra atraer su atención con un truco espectacular: la simulación perfecta de un acorazado alemán remontando el Támesis utilizando espejos y un barco de juguete. Ingresa en los Royal Engineers, pero es demasiado aburrido para él. Posteriormente, deja los Ingenieros y se incorpora a la Inteligencia, y es destinado a Egipto, donde sus superiores tampoco confían demasiado en la capacidad del mago, del que esperan que divierta a la tropa con sus exhibiciones y poco más, y lo destinan al Servicio de Camuflaje, una unidad secundaria cuya labor era ocultar nidos de ametralladoras, blindados y similares. Aquí logra algunos de sus primeros éxitos, como fabricar una pintura ocre para camuflar los tanques en el desierto... a base de excrementos de camello y salsa Worcestershire. O unos ingeniosos camuflajes que convertían a los tanques en camiones:

Poco después, el general Archibald Wavell crea la A Force, un grupo dedicado al contraespionaje y la creación de confusión entre las tropas enemigas, al que Maskelyne logra incorporarse. Una de las primeras discusiones trata de cómo proteger Alejandría de los ataques de la Luftwaffe, especialmente el puerto, infraestructura estratégica por donde entran buena parte de los suministros del ejército británico y donde se localizan unos inmensos depósitos de combustible que luego se revelarían fundamentales para el desarrollo del conflicto. Durante la reunión, alguien dice: “Necesitamos una solución. No podemos hacer desaparecer la ciudad”. Es entonces cuando el talento y la audacia del mago (además de su innata propensión a los golpes de efecto) le llevan a decir: “Cierto. No podemos hacerla desaparecer. Pero quizá... quizá podamos cambiarla de sitio”.
La idea fascina desde el principio a los altos mandos ingleses, que ponen a disposición de Maskelyne un contingente de 500 soldados. Pero él prefirió elegir personalmente a sus colaboradores, por el método de pasearse por el campamento inglés y observar cómo trabajaban. Un carpintero, un electricista, un pintor, un químico, un arquitecto, un escenógrafo de teatro, un ingeniero, y así hasta 14 hombres que son puestos a sus órdenes y reciben el nombre de Cuerpo Especial de Camuflaje, aunque pronto empiezan a ser conocidos por el nombre que los haría famosos: The Magic Gang, la Banda Mágica.
El primer paso es elegir el lugar donde se asentará la falsa Alejandría. Maskelyne elige Maryut Bay, un enclave situado a algunas millas de la ciudad. Trabajando con fotografías aéreas, para tener la misma perspectiva que los pilotos alemanes, comienza el trabajo de crear una réplica de la ciudad utilizando todo tipo de engaños habituales de la magia: edificios falsos, juegos de luces, etc. El plan es sencillo: cuando los centinelas den el aviso de la aproximación de la aviación enemiga, la energía eléctrica de Alejandría de cortará totalmente y a la vez se encenderá la Alejandría de Maryut Bay, que debía ofrecer el mismo aspecto que la real. Además, Maskelyne se guardaba otro as en la manga: una serie de artefactos pirotécnicos detonados por control remoto y que hacían creer a los pilotos que habían alcanzado sus objetivos. El engaño es total y la estratagema, un éxito: durante varias noches, los alemanes bombardean la ciudad de Maskelyne y se retiran creyendo haber inutilizado el puerto. La sorpresa cuando se enteraron que el puerto y la ciudad estaban intactos debió ser de órdago. Un sistema parecido se empleó en Londres para protegerla de los bombardeos desorientando a los pilotos enemigos alterando sus principales puntos de referencia.
Ante el éxito de la primera acción de guerra de la Magic Gang, sus superiores les encargan un nuevo reto: impedir que los bombardeos alemanes afectasen a otra de las estructuras vitales para los aliados: el Canal de Suez. Tras mucho meditarlo, Maskelyne decide utilizar los propios reflectores del Canal, reforzados por una serie de espejos estroboscópicos giratorios que crean haces de luz que confunden a los pilotos alemanes. Segundo gran éxito de Maskelyne.
Pero posiblemente el mayor éxito de la Magic Gang se produjo durante el preludio de la batalla de El Alamein, que supuso el punto de inflexión para los éxitos alemanes en el Norte de África. Dado que el ataque definitivo de las tropas del general Montgomery habría de venir del norte, Maskelyne fué encargado de crear una gigantesca ilusión: un ejército falso que llevase a los alemanes a creer que el ataque definitivo procedería del sur. Nueva puesta en escena de toda una serie de trucos ingeniosos: falsos barracones y blindados, depósitos de agua, tanques falsos... incluso una vía de tren de mentira y un oleoducto falso construído con bidones de combustible vacíos. El perfeccionismo de Maskelyne llegó al extremo de crear emisiones de radio falsas, destinadas a nadie, sólo para que los alemanes las interceptasen. Además, en esas transmisiones se incluían de fondo sonidos típicos de un campamento militar en plena actividad: soldados trabajando, gritos, vehículos... sonidos que eran producidos por los propios miembros del Magic Gang. La estratagema fué perfecta: los alemanes, convencidos de que el grueso de las tropas aliadas estaba al sur, desplazan buena parte de sus hombres hacia allí. Cuando se dan cuenta del engaño, es tarde. El golpe fué casi definitivo para las aspiraciones nazis.
Después de El Alamein, The Magic Gang fué disuelta. Sus componentes fueron dispersados entre diversos destinos. Ninguno de ellos recibió distinción o mención oficial alguna, ni siquiera Maskelyne. Este pasó el resto de la guerra atendiendo otros encargos, fundamentalmente equipos para espías y para facilitar la fuga de prisioneros aliados: agujas magnéticas ocultas en los cordones del calzado, mapas impermeables ocultos en las lengüetas de las botas, hebillas de cinturón que ocultaban un compás, cadenas de placas de identificación que eran una eficaz sierra para metales... Tras el fin de la guerra, al igual que otros muchos miles de hombres, Maskelyne fué desmovilizado y se reincorporó a la vida civil. Pero los tiempos habían cambiado, los espectáculos de magia tenían cada vez menos éxito, y Maskelyne acabó emigrando a Kenia, donde fundó una autoescuela y murió en 1973. Tuvo un hijo, Alistair, que no siguió sus pasos.
En 1949 publicó una autobiografía, Magic: Top secret, donde contaba sus aventuras durante la guerra. Muchos historiadores las han puesto en duda: consideran que Maskelyne mintió o exageró mucho sus méritos. Lamentablemente, los informes sobre las actuaciones de Maskelyne siguen siendo Top Secret y no serán desclasificadas hasta 2046. En cualquier caso, no dejaría de ser un truco sensacional (el último de un genio) haber engañado a tantas personas durante tanto tiempo.

domingo, 13 de enero de 2013

El descubrimiento del VIH: Montagnier vs. Gallo

El VIH infectando un linfocito

El 5 de junio de 1981 la revista Morbidity and Mortality Weekly Report describió en un artículo un extraño caso epidemiológico. Cinco jóvenes varones homosexuales aparentemente sanos habían enfermado de neumonía provocada por el Pneumocystis carinii (hoy rebautizado P. jirovecii), un hongo que afecta a personas enfermas o con el sistema inmunológico deprimido. El Centro de Control de Enfermedades (CDC) no tardó en detectar un anómalo aumento de casos de ésta y otras enfermedades oportunistas, como el sarcoma de Kaposi (un tipo de cáncer de piel). Las personas que las sufrían, pese a parecer sanas, tenían gravemente afectadas sus defensas: un agente desconocido había atacado específicamente a los linfocitos T CD4, esenciales para la respuesta inmune. A la nueva enfermedad se la denominó Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA).
En cuanto a quién era el responsable, la epidemiología parecía descartar una toxina. Como la mayoría de los enfermos eran homosexuales, se pensó que se trataba de una enfermedad de transmisión sexual. Los cultivos descartaron que se tratase de una bacteria o un hongo, por lo que sólo quedaba una posibilidad: un virus. Y laboratorios de todo el mundo se lanzaron en su busca, tratando de ser los primeros en aislar e identificar el escurridizo virus. Entre ellos, el parisino Instituto Pasteur, donde el reputado virólogo Luc Montagnier dirigía un equipo que investigaba la relación entre los retrovirus y el cáncer. Y fué una de las colaboradoras de Montagnier, Françoise Barré-Sinoussi, la que logró aislar el virus en la muestra procedente de un ganglio linfático de un joven llamado Frédéric Brugiere, del que se sospechaba tenía la misteriosa enfermedad (moriría de sida en 1988). Eso fué en febrero de 1983. Al nuevo virus se le denominó Virus Asociado a Linfoadenopatía (LAV) y el descubrimiento se publicó en mayo en la revista Science, dejando claro que el equipo de Montagnier lo consideraba sospechoso de ser el responsable del sida, pero todavía sin confirmarlo.
A todo esto, los franceses quisieron buscar ayuda para confirmar sus sospechas. Y enviaron muestras de su virus al norteamericano Robert Gallo, del Instituto Nacional del Cancer. No fué decisión extraña: Gallo era en aquel momento el mayor experto mundial en retrovirus y el descubridor del HTLV, el primer retrovirus humano conocido. Mientras, los franceses secuenciaban el genoma del virus.
Y en abril de 1984 salta la sorpresa: se anuncia oficialmente (con discurso de Margaret Heckler, secretaria de sanidad norteamericana, incluído) que el equipo de Gallo ha identificado el virus causante del sida, al que han denominado HTLV-III. Gallo publica sus conclusiones en cuatro artículos publicados en Science y patenta un test de detección en sangre del virus. Inmediatamente, los sorprendidos franceses reclaman la paternidad del hallazgo y solicitan una investigación. No sólo estaba en juego el prestigio del descubrimiento, sino también una importante cantidad de dinero, procedente de las patentes de las pruebas diagnósticas.
La primera reacción de Gallo fué negarlo todo. Pero pocos meses después un investigador británico demostraba que las muestras de ambos equipos eran virtualmente idénticas; no sólo eran el mismo virus, se podía decir que eran la misma muestra. Gallo se excusó entonces con la teoría de una "contaminación": un error en la manipulación de las muestras había causado que el virus enviado por Montagnier acabase infectando sus cultivos. Una posibilidad recibida con notorio escepticismo en la comunidad científica.
La discusión sobre el descubrimiento acabó por trascender lo estrictamente científico y llegando al ámbito político. Finalmente, tras una reunión el 31 de marzo de 1987, los presidentes norteamericano y francés, Ronald Reagan y Jacques Chirac, anunciaban "oficialmente" que el mérito del descubrimiento sería compartido por ambos equipos. Claro que el mundo científico ya había tomado su decisión hacía tiempo, decantándose a favor de Montagnier. Gallo vió seriamente afectada su reputación, aunque es cierto que tuvo un papel importante a la hora de confirmar que el VIH era el causante del sida. Incluso llegó a escribir varios artículos en colaboración con Montagnier.
En 2008, Luc Montagnier y Françoise Barré-Sinoussi recibían el premio Nobel de Medicina, ex-aequo con el virólogo alemán Harald zur Hausen (el primero en descubrir que determinados tipos de cáncer están causados por virus). Ni una sola referencia directa a Gallo en el comunicado oficial de la Fundación Nobel; sólo una referencia general a otros grupos de investigadores que contribuyeron a la demostración definitiva de que el virus del VIH es es causante del sida.

miércoles, 9 de enero de 2013

Benedicto IX, el Papa de ida y vuelta

                                           Benedicto IX

Cuando es necesario elegir un nuevo Papa, generalmente por la muerte del anterior (también puede suceder que el Papa renuncie al cargo, pero es algo que no ocurre desde que lo hizo Gregorio XII en 1415), el nuevo pontífice es elegido por un cónclave, una reunión de los cardenales de la Iglesia Católica, donde sólo los cardenales electores (los que tenían menos de ochenta años en el momento de quedar vacante el papado) tienen derecho a voto. Pero no siempre ha sido así. De hecho, sólo sucede así desde el siglo XI. Antes de eso, la responsabilidad de la elección papal recaía en el pueblo romano, lo que daba lugar en ocasiones a situaciones un tanto extrañas. Como el caso de Benedicto IX, que figura en la lista de Papas de Roma con el número 145... además del 147 y el 150.
Benedicto IX se llamaba realmente Teofilatto y fué elegido Papa en 1032. La fecha de su nacimiento es desconocida: la Enciclopedia Católica le atribuye veinte años cuando alcanzó el papado, lo que situaría su nacimiento en torno a 1012; pero Rodolfus Glaber, un cronista contemporáneo a Benedicto, data su edad en catorce años (nacido pues en 1018); y otros historiadores retrasan su nacimiento incluso hasta 1021. Por lo tanto, está claro que no llegó al cargo por méritos propios. Era hijo del poderoso conde Alberico III, hermano de los predecesores de Benedicto IX, Benedicto VIII y Juan XIX. Y como Alberico estaba interesado en que el puesto se quedara en la familia, no encontró un candidato mejor que su propio hijo. Así que impuso a Teofilatto, con el apoyo del Emperador germánico Conrado II.
Benedicto IX distó mucho de ser un buen  Papa. De carácter caprichoso y depravado, sus libertinas costumbres y numerosos vicios escandalizaron a los romanos, con los que tuvo numerosos desencuentros. Hasta que en 1045, muerto ya Conrado II, estalló una revuelta popular en Roma dirigida por el capitán Gerardo di Sasso, que expulsó de Roma a Benedicto y puso en su lugar a Giovanni dei Crescenzi, obispo de Sabina (cuya familia, los Crescenzi, pagaron por ello una generosa suma), con el nombre de Silvestre III.
Pero Benedicto no estaba conforme, ni mucho menos. Se refugió en la ciudad de Tusculum, de donde era originaria su familia, y tras reunir un ejército con la ayuda de sus familiares y aliados, volvió a Roma, depuso a Silvestre III (que sólo fué Papa cincuenta días) y ocupó de nuevo el cargo.
Su nueva etapa en la silla de Pedro duró menos aún que la de Silvestre; apenas un mes después, con la excusa de que quería casarse, vendió (literalmente) el pontificado por 1500 libras de oro a Giovanni Graziano Pierleoni, arcipreste de Letrán y padrino suyo, que pasó a ser Gregorio VI.
Gregorio VI trató de reformar la cúpula de la Iglesia para acabar de una vez con los escándalos, pero Enrique III, hijo y sucesor de Conrado II, no se fiaba demasiado de él (no es de extrañar, visto el modo que había utilizado para llegar hasta allí). Como además Benedicto IX había vuelto a conspirar para recuperar el poder, y Silvestre III no había renunciado "oficialmente" al Papado, Enrique III decidió que lo más sensato era hacer borrón y cuenta nueva: convocó un sínodo en Sutri, al norte de Roma, donde obligó a abdicar a Gregorio VI y destituyó a Benedicto IX y a Silvestre III. Para ocupar su puesto, impuso a un hombre de su confianza: Suidger de Morsleben y Hornburg, obispo de Bamberg, que se convirtió en Clemente II el día de Navidad de 1046.
Clemente II tuvo (qué sorpresa) un papado breve. Le dió tiempo a tomar algunas medidas para reformar el clero y tratar de contener la corrupción y la venta de cargos eclesiásticos (además de coronar emperador a Enrique III; de bien nacidos es ser agradecido). Pero, tras su muerte por enfermedad (otros dicen que fué envenenado) en octubre de 1047, Benedicto entró de nuevo en Roma al frente de un ejército y por tercera vez se sentó en el asiento papal. Allí  se mantuvo por la fuerza, hasta que una nueva revuelta lo expulsó de la ciudad en julio de 1048. Pese a que algunos miembros de la curia trataron de volver a nombrar Papa a Gregorio VI, finalmente Enrique III impuso a otro clérigo alemán: Poppo, obispo de Brixen, nombrado Dámaso II... que murió de malaria 23 días después. Finalmente, su sucesor, León IX (también alemán) devolvió algo de estabilidad al trono de Roma, en el que se mantuvo cinco años, de 1049 a 1054 (toda una hazaña para la época).
¿Qué fué de Benedicto IX? Cuentan que continuó intrigando y conspirando para recuperar el papado, sin suerte. Finalmente, dicen que se arrepintió de sus (muchos) pecados y terminó sus días haciendo penitencia en el monasterio de Grottaferrata, en torno a 1055.
Después del bochorno que supuso esta turbulenta época, el Papa Nicolás II decretó en 1059 que fuese el cónclave de los cardenales quien a partir de entonces se encargaría de elegir al Papa. En 1139, bajo el reinado de Inocencio II, un nuevo sínodo eliminó el requisito de que el candidato elegido debería ser aceptado por el pueblo y el clero romano, dejando el sistema de elección tal y como lo conocemos actualmente.

jueves, 3 de enero de 2013

Los Cuatro de Bridgewater

James Robinson y Vincent y Michael Hickey, el día de su puesta en libertad

La muerte del pequeño Carl Bridgewater conmocionó a la sociedad británica en 1978. Carl, de trece años, fué encontrado muerto en una granja cercana a Stourbridge, en el condado de Staffordshire, el 19 de septiembre de aquel año. Por lo que se pudo deducir, Carl repartía periódicos como todos los días cuando llegó a la granja llamada Yaw Tree Farm. La pareja de ancianos que vivía allí estaba ausente, y todo indica que Carl sorprendió a un ladrón en el interior de la casa, el cual, para no ser delatado le disparó a quemarropa en la cabeza con un rifle. El cuerpo de Carl fué descubierto poco después por un amigo de los propietarios.
El caso alcanzó gran popularidad y a la Policía se le exigió una resolución rápida, pero no había pruebas, y la presión popular aumentaba... Así hasta que, en noviembre, la Policía por fin echó mano a un sospechoso. Patrick Molloy, de 51 años y con numerosos antecedentes por robo, fué arrestado por haber robado en una granja no muy lejana a la escena del crimen de Stourbridge. No tardó a delatar a sus cómplices: James Robinson (45) y los primos Vincent (25) y Michael (16) Hickey. Pero la Policía siguió interrogando a Molloy durante días y de manera muy agresiva, tratando de que admitiera su implicación en el caso Bridgewater. A Molloy se le aplicó una ley promulgada unos años antes con el objetivo de luchar contra el terrorismo del IRA, que permitía a la Policía prolongar indefinidamente la prisión preventiva de un arrestado sin llevarlo a presencia de un juez ni proporcionarle un abogado. Una ley que había sido utilizada en otros casos de acusaciones falsas, como los famosos "cuatro de Guidlford". Tras diez días de interrogatorios, Molloy acabó firmando una confesión, y sólo cuando le dijeron (falsamente) que los Hickey le habían acusado a él de ser el asesino. La confesión de Molloy afirmaba que él se hallaba en el piso superior cuando oyó el disparo y al bajar se encontró al niño muerto, junto a sus tres compinches. Pero, en cuanto le concedieron un abogado, Molloy se retractó inmediatamente de su declaración y afirmó haberla firmado sólo por las presiones de la Policía. Los otros tres jamás admitieron  haber participado en el crimen.
Pese a que no había ningún tipo de prueba física, ni huellas, ni testigos, ni se halló el arma homicida, en febrero de 1979 los "cuatro de Bridgewater" fueron declarados culpables, basándose sólo en la confesión firmada por Molloy. El deseo de hallar un culpable, el terrible crimen del que eran acusados y el hecho de ser reconocidos delincuentes jugó en su contra. Robinson y Vincent Hickey fueron condenados a cadena perpetua, con un mínimo de 25 años entre rejas. Michael, menor de edad, era ingresado en un correccional. Y Molloy, acusado de complicidad, se libró con una condena de doce años. No le valió de mucho ser el condenado a una menor pena: murió en la cárcel en 1981, de un infarto.
Desde el momento en el que fueron condenados, los cuatro de Bridgewater no cesaron de proclamar su inocencia y solicitar una revisión del caso, llevando a cabo numerosas acciones reivindicativas, como huelgas de hambre o subirse a la azotea de la cárcel para llamar la atención sobre su caso. Apoyados desde fuera por un movimiento dirigido por Ann Whelan, madre de Michael Hickey, y el periodista especializado en temas judiciales Paul Foot, los tres supervivientes lucharon por una apelación que les fué denegada en primera instancia en marzo de 1989. Pero no se rindieron: siguieron luchando y la ansiada revisión del caso les fué concedida en 1995. Tuvieron que esperar aún a febrero de 1997 para que la justicia británica les declarara no culpables y los pusiera en libertad, tras 18 años en prisión. Se les compensó con 200000 libras a cada uno... aunque, en una decisión grotesca, a los Hickney se les descontó una cuarta parte de dicha indemnización en concepto de "comida y alojamiento". James Robinson murió en 2007, a los 73 años, a causa de un cancer de pulmón.
En la revisión del juicio quedó clara la ausencia total de pruebas contra los acusados. Pero más aún, se demostró que la declaración de Molloy había sido amañada: le habían presentado una declaración falsificada atribuída a Vincent Hickey para obligarle a confesar. El inspector John Perkins, responsable del interrogatorio de Molloy, había sido acusado mas tarde de utilizar pruebas falsificadas en al menos una veintena de casos. Y el llamado "Escuadrón de Crímenes Graves de West Midlands", responsable del caso Bridgewater y de otros casos graves de encarcelamientos injustos, como los conocidos "seis de Birmingham", fué disuelto en 1989. Se inició un proceso contra seis agentes implicados en el encarcelamiento de los cuatro de Bridgewater, pero fué archivado en 1998.
El asesinato de Carl Bridgewater permanece sin resolver. Algunos investigadores han apuntado, no obstante, el nombre de un sospechoso: Hubert Spencer. Spencer fué detenido tiempo después del asesinato de Carl, por haber matado a un hombre de 70 años llamado Hubert Wilkes, de la misma manera que lo había sido Carl: de un disparo a quemarropa en la cabeza con un rifle. Spencer había sido investigado como sospechoso: un testigo había visto el día del crimen un Vauxhall Viva azul aparcado cerca de la granja, en cuyo interior había un hombre vestido con una especie de uniforme. Spencer tenía un Vauxhall Viva azul y trabajaba de conductor de ambulancias, vistiendo un uniforme. Pero además, Spencer vivía en el pueblo de Wordsley, al igual que Carl Bridgewater. Hubert Spencer y Carl Bridgewater eran vecinos y se conocían, con lo que Carl lo habría identificado sin ninguna duda. No obstante, tras el arresto de Molloy se cerraron todas las demás vías de investigación, e incluso se hizo desaparecer la declaración del testigo del informe policial. Spencer estuvo encarcelado por homicidio desde 1980 hasta 1995, en que salió en libertad condicional; desde entonces, nada se ha sabido de él.


martes, 1 de enero de 2013

La Carta de Toledo


Seguramente todos os habéis enterado de que hemos vivido un nuevo fin del mundo. Y como en los demás, "fuese y no hubo nada", como dijo Cervantes. No es una gran novedad: las profecías apocalípticas existen desde que el hombre es hombre. En prácticamente todas las civilizaciones hallamos leyendas que aluden de una manera u otra al fin del mundo. Y también son numerosas, por supuesto, durante la era cristiana. Desde que un obispo sirio, cuando el Imperio romano todavía no había caído, se internó con sus feligreses en el desierto a esperar el inminente (según él) regreso de Jesucristo y el subsiguiente fin del mundo, no han faltado agoreros, visionarios, profetas que auguraban el fin de los días. La Carta de Toledo fué uno de estos avisos, de entre los más famosos.
La Carta de Toledo comenzó a circular por Europa en 1184. Escrita supuestamente por varios astrólogos toledanos (Toledo tenía fama por entonces de ser una ciudad abundante en misterios y saberes ocultos, donde estaría escondida la mismísima Mesa del rey Salomón) y dirigida al papa Lucio III, anunciaba el fin del mundo en septiembre de 1186, coincidiendo con una poco común conjunción astronómica, en la que los cinco planetas conocidos entonces se alinearían con la cola de la constelación del Dragón, en la casa de Libra. Según la carta, en ese momento se desatarían una serie de espantosas tormentas, que arrasarían ciudades y cosechas, las villas costeras se hundirían en el mar, se extenderían el hambre y la peste, se producirían violentos terremotos, el aire se oscurecería y una horrible voz se oiría y mataría a quienes la escuchasen. Mucha gente huyó de las ciudades para buscar refugio en el campo o incluso en cuevas.
La Carta alcanzó gran difusión por toda Europa. El mismísimo arzobispo de Canterbury organizó una ceremonia de tres días para evitar el apocalipsis. Y llegó septiembre, se produjo la conjunción... y no hubo nada. Algunos atribuyen al desasosiego y perturbación creada por la profecía el inicio de la Tercera Cruzada (1189)... aunque su verdadero origen sea la conquista de Jerusalén por Saladino en 1187.
Pero la Carta de Toledo no terminó ahí su recorrido. A lo largo de los siguientes siglos, variantes del mismo texto, con nombres y fechas cambiadas, siguieron circulando. Una versión de 1214, atribuída a un tal cardenal Johannes Toletanus, predecía el fin del mundo para 1229, coincidiendo con una nueva conjunción planetaria. A finales del siglo XIV circuló una nueva versión atribuída a unos supuestos "Maestros de París", aunque el resto de la carta apenas había variado. Hasta en una fecha tan avanzada como 1480 seguía circulando una versión, supuestamente escrita por un ermitaño del Monte Sinaí y un adivino persa, que fechaba el fin del mundo en 1510.