Anatoly Grishchenko y Cap Parlier, en el hospital
Anatoly Grishchenko nació en Leningrado en 1937, aunque siendo un bebé se trasladó con su familia a la aldea ucraniana de Bazar. Vivió pues, siendo niño, los desastres de la Segunda Guerra Mundial, en la que su padre sirvió como médico militar. Fué un alumno aventajado y con apenas 16 años ingresó en el Instituto de Aviación de Moscú, donde dio sus primeros pasos como piloto de avionetas. Luego, al graduarse como ingeniero, empezó a trabajar en el Instituto de Investigaciones Aeronáuticas, a la vez que se hacía piloto de helicópteros. Su talento no tardó en convertirle en uno de los pilotos de pruebas mejor valorados de toda la URSS, especialmente en aparatos de transporte para grandes cargas, un aspecto en que los soviéticos eran especialistas. A lo largo de su carrera, acumuló mas de 5000 horas de vuelo, de ellas 3000 en pruebas. Durante muchos años, sometió a pruebas a los nuevos prototipos de la industria rusa, a veces con gran riesgo; baste decir que de su equipo original de cuatro pilotos sólo él no murió en un accidente.
Fue precisamente su habilidad la que le llevó a España. En la década de los ochenta, el gobierno español comenzó a contratar helicópteros y pilotos del este de Europa, especialmente soviéticos, para participar en las campañas antiincendios de verano. Grishchenko participó en varias de estas campañas, ganándose el respeto y admiración de sus compañeros por su habilidad y buen carácter.
El 26 de abril de 1986 un error humano provocaba en una central nuclear cercana a la ciudad ucraniana de Chernóbil el peor accidente nuclear de la historia. Durante un simulacro de corte eléctrico, se desconectaron los sistemas de emergencia del reactor número 4, lo que provocó una reacción en cadena que provocó la fusión del núcleo y una colosal explosión que lanzó por los aires la tapa del reactor, hecha de hormigón y de unas 2000 toneladas de peso. El reactor se incendió y comenzó a vomitar una nube de partículas de material radiactivo que acabaría extendiéndose por buena parte de Europa.
La prioridad entonces fue cubrir el expuesto núcleo del reactor para detener la incesante fuga radiactiva. En los días que siguieron al accidente se arrojaron hasta 7000 toneladas de una mezcla de arena, arcilla, dolomita, plomo y boro, para detener la fuga radiactiva y la reacción en cadena del núcleo. Pero hacía falta más; había que cubrir todo el edificio con hormigón, encerrarlo para contener la radiación de manera definitiva. Y para arrojar ese hormigón hacían falta helicópteros, grandes helicópteros de carga, y pilotos expertos.
La madrugada del 10 de mayo, el teléfono sonó en casa de Grishchenko. Sus jefes le ordenaban ir a Chernobil, en una misión especial. Grischenko pudo negarse a ir, pero sabía que era su deber y no dudó en acudir a donde era necesario. Así que acudió a la llamada, acompañado por su íntimo amigo Gourgen Karapetian, también piloto de helicóptero. Tenía también motivos personales, ya que Bazar, la aldea donde se había criado, estaba a apenas 65 kilómetros de la central.
Dada su amplia experiencia, Grishchenko y Karapetian se encargaron también de hacer un reconocimiento de la zona y seleccionar las rutas de aproximación óptimas para que la exposición fuese mínima. Los helicópteros que se utilizaron habían sido dotados de una placa de plomo en el suelo para proteger a los pilotos de la radiación, pero todos sabían que, sin trajes protectores adecuados (que tampoco tenían los miles de soldados y obreros que trabajaban en tierra cerca de la central) su efectividad era escasa. Aún así, Grishchenko, Karapetian y los otros pilotos trabajaron durante días, pasando justo encima del núcleo del reactor para arrojar hormigón. Hasta que, a finales de mayo, se dio su misión por terminada. Y todos, aliviados, pudieron volver a sus casas. Todos temían los efectos de la radiación, y algunos, incluído Karapetian, sentían molestias, pero no así Grishchenko. Y en agosto, fue llamado de nuevo a Chernóbil: se trataba de transportar una serie de grandes secciones de un gran mecanismo de ventilación a las cercanías del reactor. Tampoco ahora se negó Anatoly; le supuso otro mes de trabajo en la zona y varios vuelos mas sobre el núcleo.
En septiembre de ese año, Anatoly es sometido a un reconocimiento médico, el primero desde que estuvo en Chernóbil. Allí detectan por primera vez una disminución del número de leucocitos. Poco después, empieza a sentirse mal: náuseas, debilidad, dolores... Ante el continuo descenso de sus defensas, es internado en un hospital, donde le acaban diagnosticando "leucopenia (disminución del número de góbulos blancos) de origen desconocido", sin relacionarlo en ningún momento con la exposición a la radiación. Poco después fue dado de alta, pero sus síntomas continuaban.
En 1989, Gourgen Karapetian conoció en la Exposición Aeronáutica de París a Charles "Cap" Parlier, antiguo veterano de Vietnam, piloto de helicópteros y director del departamento de pruebas de la McDonnell Douglas Helicopter Company. Charlando con él, le contó cómo los pilotos soviéticos habían arriesgado sus vidas para contener el escape radiactivo. Parlier se mostró impresionado por le heroísmo de los soviéticos y se ofreció a ayudarles si lo necesitaban.
En el verano de 1989, el estado de Anatoly empeoró y se le diagnosticó un estado de preleucemia. Su única esperanza era un transplante de médula, una operación imposible de realizar en la URSS. Fue entonces cuando sus amigos recurrieron a Cap Parlier. Cap movió Roma con Santiago, hizo numerosas llamadas y peticiones y logró que el doctor John Hansen, del Fred Hutchinson Cancer Reseach Centre de Seattle (uno de los centros punteros en investigación sobre el cáncer) se interesara por el caso de Anatoly. Dado que sus parientes más cercanos no eran compatibles, se hizo una búsqueda mundial que logró encontrar un donante de médula compatible en Francia. Además, el gobierno soviético aceptó sufragar los gastos del tratamiento; empezaban a quedar atrás las épocas de secretismo y se empezaba a asumir que miles de personas padecían las secuelas de la fuga radiactiva.
Finalmente, en abril de 1990 Anatoly y su esposa Galina viajaron a Seattle para su tratamiento. Por aquel entonces, su caso ya había saltado a los medios de comunicación y Anatoly era un hombre famoso. Cuando llegó, además de su estado preleucémico, Anatoly Grishchenko padecía un mieloma múltiple (cáncer de la médula ósea), anemia, neumonía y una grave infección pulmonar provocada por un hongo. La situación era grave y, pese a su estado, se sometió al transplante el 27 de abril. Aunque al principio su estado mejoró sensiblemente, la infección pulmonar se agravó y aparecieron síntomas de una reacción del injerto contra el huésped. Su estado empeoró y finalmente, el 2 de julio, moría.
Fue enterrado el 13 de agosto, cerca de su casa, en la ciudad de Zhukovsky, conocida por sus numerosas industrias y centros de investigación relacionados con la aeronáutica, en un cementerio donde hay enterrados numerosos aviadores caídos en cumplimiento de su deber. Se le rindieron numerosos homenajes póstumos y se le concedieron diversos premios, incluída la Orden de la Revolución de Octubre, la segunda máxima distinción de la URSS. Calles y escuelas por toda la antigua URSS llevan su nombre.
También se le rindió un homenaje en España: un humilde monumento en la base aérea de Armilla (Granada), sede de la escuela de pilotos de helicóptero de los tres Ejércitos, la Policía y la Guardia Civil. Un modesto túmulo inaugurado por el Rey Juan Carlos I en 1991 y donde en el 2000 una delegación del ejército ruso colocó una maqueta de un helicóptero Mi-24 Hind.
Gran y maravilloso ser Humano... vive por siempre!
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