lunes, 6 de enero de 2014

La peregrinación de Mansa Musa



Musa I, conocido comúnmente como Mansa Musa, décimo mansa (emperador) del Imperio de Mali, fue una de las personalidades más fascinantes de la Edad Media. Gobernó un amplísimo reino surgido a mediados del siglo XIII, que comprendía territorios de lo que hoy son Mali, Mauritania, Senegal, Gambia, Guinea, Costa de Marfil, Burkina Faso y Níger, y que en su momento de mayor esplendor se extendía por más de 1'1 millones de kilómetros cuadrados, con una población de unos cincuenta millones de personas.
Mansa Musa subió al trono en 1312, a los 32 años. Se encontró uno de los reinos más ricos de la Tierra. El comercio del cobre y la sal producían grandes beneficios. Pero sobre todo, sus fabulosas minas de oro (propiedad personal del mansa) producían inmensas cantidades del dorado metal. Los yacimientos de Bambuk, Goure y Balam eran el origen de más de la mitad del oro que circulaba en Europa por aquellas fechas. Y Mansa Musa empleó ese inagotable caudal de riqueza en embellecer su reino y en hacerlo más próspero, con el arte y el conocimiento. Hizo venir de todo el mundo islámico, desde España hasta Persia, a los mas reputados arquitectos, poetas, eruditos, astrónomos, matemáticos, que convirtieron al imperio en uno de los principales centros culturales y comerciales del mundo islámico. Mansa Musa también hizo construir decenas de edificios en las principales ciudades del reino, la capital Niani, Tombuctú y Gao. Construyó decenas de mezquitas, escuelas y palacios por todos sus dominios. Algunas de sus más destacadas construcciones fueron la Universidad de Sankore, el Salón de Audiencias de Niani, o el Palacio Real, la universidad y la Mezquita de Djingareyber (que aún se conserva) en Tombuctú. Era tal la riqueza que poseía, que un estudio reciente lo señala como la persona más rica que jamás haya existido sobre la tierra (su fortuna se ha calculado en unos 400 mil millones de dólares de hoy).
Mansa Musa era un musulmán devoto, y llegado el momento, decidió que era hora de cumplir con el hajj, la peregrinación a La Meca, uno de los cinco pilares o preceptos fundamentales del Islam. En 1324, partió de su reino rumbo a Arabia. Pero tratándose de un rey tan magnífico, no podía menos que hacerse acompañar con un séquito igualmente espectacular. Mas de 60000 personas, entre soldados, criados, esclavos, consejeros y siervos de toda clase, lo seguían. Y Mansa Musa se aseguró de llevar suficiente oro como para costear todo el despliegue, para pagar la alimentación y alojamiento de todo su séquito, además de para adquirir recuerdos del viaje (como por ejemplo, unas cuantas docenas de mujeres para su harén) y repartir obsequios con extrema generosidad por allí por donde pasaban. En la comitiva iban ochenta camellos, cargados con mas de 100 kilos de polvo de oro cada uno. Además, quinientos esclavos avanzaban portando pesados cetros de mas de cuatro kilos de peso hechos de oro puro. Se estima que durante su viaje la comitiva de Mansa Musa se gastó no menos de 10000 kilos de oro.
Aquellos que veían pasar la magnífica caravana quedaban extasiados ante su grandiosidad y su riqueza. Docenas de relatos de la época mencionan dicho viaje como un suceso extraordinario. Mansa Musa hacía construir una mezquita cada viernes y daba generosos donativos a las ciudades por las que pasaba, a los santuarios que visitaba y a los pobres con los que se encontraba. En Egipto se quedó tres meses como huésped del sultán mameluco Al-Nasir Muhammad, en El Cairo. Dicen que fue tal la espléndida dadivosidad del mansa, que cuando se fue todos los funcionarios públicos de la ciudad habían recibido algún presente de su parte.
Irónicamente, esta generosidad extrema acabó siendo perjudicial para aquellos que la recibían. La inesperada avalancha de oro en Egipto provocó el desplome del precio del metal, que era un patrón básico para las economías de la zona. Esto, a su vez, generó una hiperinflación que encareció enormemente productos y servicios. A la vuelta, en 1325, Musa intentó arreglarlo tomando prestada gran cantidad de oro de los prestamistas egipcios a un elevado interés (también porque se había gastado ya todo el que había llevado). Aún así, el precio del oro no se estabilizó en la región hasta la década siguiente.
Mansa Musa abdicó en 1332 en su hijo, Mansa Maghan. No se sabe a ciencia cierta cuándo murió, pero si que en 1337 seguía con vida, ya que envió emisarios a felicitar a los bereberes zenata, aliados suyos, por haber conquistado la ciudad argelina de Tlemcen.
Mezquita de Djingareyber (Tombuctú) 

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