La primera de ellas tiene como origen la sustitución del calendario juliano por el gregoriano en 1582. El calendario juliano (así llamado por Julio César) había sido implantado por los romanos en el siglo I a. C. pero tenía un error de 11 minutos por año, con lo que al llegar al siglo XVI la diferencia acumulada entre la fecha astronómica y la oficial era de once días. Para solucionarlo, el papa Gregorio XIII lo sustituyó por el actual, mucho más preciso. Y para resolver el retraso acumulado, decretó que ese año de 1582 se saltasen once días y se pasase directamente del 4 al 15 de octubre. Eso sólo en Italia, España, Portugal y Polonia, porque en el resto de Europa se fue adoptando más lentamente, especialmente en los países protestantes. Y no digamos ya los países ortodoxos (Rusia, Grecia, Rumanía, Bulgaria) donde no se aceptaría el cambio hasta el siglo XX.
Uno de los países que no aceptaron al instante el nuevo calendario fue el reino de Suecia. Pero acabaron por darse cuenta de que, estando o no el Papa detrás, la reforma era razonable, y decidieron adoptarla a partir de 1700. Pero para que el cambio fuera menos traumático, decidieron eliminar un día por año en lugar de eliminar los once de golpe (otras fuentes dicen que el plan era eliminar los bisiestos a lo largo de 40 años). Y así, en 1700 se eliminó el bisiesto que correspondía a aquel año. Pero ese mismo año estalló la llamada Gran Guerra del Norte, que duró de 1700 a 1721 y enfrentó a Suecia contra el Imperio Ruso, Noruega y Prusia. La preocupación por la guerra hizo que los suecos no prestaran atención al asunto del calendario, y en 1712 se dieron cuenta de que era absurdo que su calendario no estuviese sincronizado con ningún otro; tenían un día de adelanto con respecto al juliano y diez de retraso con el gregoriano. Así que decidieron volver al juliano, y para subsanar ese día de mas añadieron un segundo bisiesto al año 1712, que tuvo, pues, un 30 de febrero (el calendario gregoriano sería adoptado, definitivamente, en 1753, pasándose del 17 de febrero al 1 de marzo).
La segunda ocasión en que hubo un 30 de febrero se remonta a 1929, cuando la Unión Soviética quiso sustituir el calendario existente por uno "más eficiente". Ya habían adoptado el calendario gregoriano en 1918 (fue una de las primeras decisiones del gobierno de Lenin) pasando del 1 al 13 de febrero. Y en 1929, decidieron adoptar un nuevo calendario "revolucionario" para favorecer la productividad. Así, organizaron un calendario con 12 meses de 30 días, mientras que los cinco días restantes eran considerados festivos, que se repartían sin adjudicarlos a ningún mes en concreto. Además, también impusieron una semana laboral continua de cinco días, cuatro de trabajo y uno de descanso, que variaba según el grupo de trabajadores, para que las empresas pudieran continuar su producción todos los días (además de que así se eliminaban las connotaciones religiosas de los días de descanso). Por eso, en 1930 y 1931 los meses de febrero en la URSS tuvieron 30 días.
El experimento del nuevo calendario no acabó de funcionar. Por un lado no llegó a imponerse en todos los ámbitos del estado (por ejemplo, el diario oficial del Partido Comunista, el Pravda, siguió utilizando el calendario preexistente). Además, la productividad apenas subió y por el contrario si aumentaron las averías (debido a que la maquinaria funcionaba sin descanso y ya apenas había tiempo para el mantenimiento). Al final, Stalin desistió y en diciembre de 1931 decretó el final de la semana continua salvo para algunas fábricas de interés estratégico y el retorno al calendario tradicional. En 1935 apenas una cuarta parte de los trabajadores utilizaban algún tipo de semana continua y en 1939 se abandona definitivamente esta reforma y se vuelve a la semana clásica de siete días y descanso dominical.
No hay comentarios:
Publicar un comentario