viernes, 4 de abril de 2014

Fidelidad recompensada


El gran Vittorio Gassman (1922-2000), uno de los actores más sobresalientes de la historia del cine italiano, vivió buena parte de su vida en un lujoso palazzo en las colinas de Roma. Ya hacia el final de su vida, Gassman consideró durante bastante tiempo venderla; era demasiado grande y llena de recuerdos, y le apetecía mudarse a otra casa más pequeña y confortable. Pero no se decidía a deshacerse de ella, principalmente para no darles un disgusto a las dos ancianas criadas que llevaban muchos años a su servicio, la fedele (fiel) Rina y la fedele Margarita, a las que consideraba prácticamente como de su familia.
Hasta una tarde que Gassman estaba leyendo en su biblioteca y le pidió a la fedele Rina que le trajera un café. Enseguida, signore -contestó. Pasaron diez, quince, veinte minutos, media hora, y el café no llegaba. Gassman se levantó y se dirigió a la cocina a buscarlo él mismo. Por la puerta entreabierta, pudo escuchar el siguiente diálogo:
- Il stronzo vuole un caffè (El gilipollas quiere un café)- decía la fedele Rina
- Se lo puo mettere in culo (Creo que no necesita traducción)- contestó la fedele Margarita
Gassman, sin decir nada, dio media vuelta y volvió a la biblioteca. Aquel café no llegó nunca, pero dos semanas más tarde la casa había sido vendida.

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