martes, 29 de julio de 2014

El estafador que inventó un país

Gregor MacGregor (1786-1845)

Gregor MacGregor nació en Stirlingshire (Escocia) el día de Navidad de 1786, hijo de Daniel MacGregor, capitán de navío que trabajaba para la Compañía Británica de las Indias Orientales, y de Ann Austin, hija de un médico. Su padre murió en 1794, dejando en precaria situación económica a su viuda y a sus tres hijos, que fueron criados con ayuda de sus familiares. Gregor se alistó en marzo de 1803, con apenas 16 años, en el 57º Regimiento de Infantería de West Middlesex, donde ascendió con rapidez; en febrero de 1804 ya era teniente. En 1805 se casó con Mary Bowater, hija del almirante Edward Bowater y miembro de una familia rica e influyente. Poco después era nombrado capitán y jefe de compañía.
En 1809, el regimiento de MacGregor fue enviado a Portugal para reforzar las tropas del duque de Wellington, que combatían a los soldados de Napoleón en la Península. Durante algunos meses estuvo adscrito al ejército portugués, pero en 1810 dejó el ejército británico, al parecer por discrepancias con sus superiores, y volvió a Gran Bretaña. Se instaló con su esposa en Edimburgo (donde se atribuyó falsamente el rango de coronel) y posteriormente se mudaron a Londres, donde se hacía llamar Sir Gregor MacGregor y afirmaba ser descendiente del héroe escocés Robert "Rob Roy" MacGregor y jefe de su clan (en realidad, su familia pertenecía a una rama secundaria del clan). A finales de 1811, su esposa Mary murió, viéndose privado de la ayuda económica y social que la familia de ésta les prestaba, por lo que, tras vender sus posesiones, se embarcó rumbo a Sudamérica, entrando con el rango de coronel al servicio de los movimientos independentistas que por entonces luchaban por la emancipación de las colonas españolas.
Sirvió a las órdenes de varios de los más importantes líderes independentistas sudamericanos: Francisco de Miranda (que lo ascendió a general de brigada), Simón Bolívar, Antonio Nariño, Custodio García Rovira... y se ganó fama de fanfarrón y de no ser mucho de fiar. No obstante, participó en acciones destacadas durante las luchas entre independentistas y realistas: la Campaña del Magdalena con Bolívar, la toma de Santa Fe, la Expedición de Los Cayos, la célebre "Retirada de los Seiscientos"... Estas acciones y su boda al poco de llegar a Venezuela con Josefa Aristeguieta y Lovera (dama de la alta sociedad caraqueña y prima de Simón Bolívar) cimentaron un cierto prestigio entre los independentistas.
En 1817, Simón Bolívar le nombra general de división y le concede la Orden de los Libertadores, y le envía a Florida (la última colonia española en Norteamérica) para organizar una sublevación y conseguir la ayuda de los EEUU. Sin embargo, la misión tiene escaso éxito; lo único que consigue MacGregor es someter en junio la pequeña isla de Amelia con un grupo de soldados venezolanos y mercenarios contratados en Savannah y Charleston, proclamando la República de Florida y autonombrándose "Brigadier general de las provincias unidas de Nueva Granada y Venezuela y general en jefe de los ejércitos de las dos Floridas". Sin embargo, la ocupación apenas duró dos meses; ante la falta de financiación y suministros, MacGregor y los suyos dejaron la isla en manos del corsario francomexicano Luís Aury (quien a su vez sería desalojado por tropas norteamericanas en diciembre de 1817). En 1819 organiza desde Londres el intento de tomar la ciudad de Portobelo, que termina en desastre: de los 500 hombres que componen la expedición, sólo una docena logran huir, entre ellos MacGregor. Poco después, es elegido diputado en el Congreso Constituyente de Cúcuta (Colombia) representando a isla Margarita, pero en lugar de asumir su cargo, sigue avanzando al frente de un grupo de soldados hacia la costa de Nicaragua.

La Costa de Mosquito
En Nicaragua atracó en la llamada Costa de Mosquito, una región inhóspita y salvaje, habitada únicamente por tribus indígenas, donde todos los intentos de colonización habían fracasado y que había sido brevemente (entre 1749 y 1787) un protectorado británico. Allí, MacGregor firmó en abril de 1820 un acuerdo con el cacique local que se hacía llamar rey George Frederick August I, quien mantenía estrechas relaciones con la colonia de Honduras Británica (la actual Belice), para la colonización de una región llamada Poyais, habitada por una tribu de igual nombre, en las cercanías de la desembocadura del Río Negro. Según se dice, MacGregor logró firmar el acuerdo tras emborrachar concienzudamente al rey con whisky y ron.
Ese mismo año de 1820, MacGregor está de vuelta en Inglaterra con su esposa. Y lo hace a lo grande, dejándose llevar una vez más por su afición a los títulos rimbombantes (y falsos) y anunciándose como Gregor I, príncipe del Principado de Poyais y cacique de la tribu poyais. Según su versión, su Principado, concedido por el rey George, tenía su capital en St. Joseph, una ciudad próspera e industriosa, fundada por colonos británicos en torno a 1730, que contaba con un parlamento democrático, un banco, un ejército, un gran puerto e incluso un teatro de la ópera. Además había amplias extensiones de terrenos fértiles esperando para ser aprovechados, yacimientos de oro y plata, mano de obra indígena barata, etc. Todas estas maravillas venían explicadas en un libro titulado Sketch of the Mosquito Shore, including the Territory of Poyais, que se editó por aquellas fechas, escrito por un tal capitán Thomas Strangeways, que no era sino un seudónimo del propio MacGregor. También se dice que se garantizó la amistad y el apoyo de algunas importantes figuras de la época gracias al oportuno reparto de sobornos y regalos.
Las fantasiosas invenciones de MacGregor tuvieron éxito inmediato en Gran Bretaña. Los ingleses desconocían prácticamente todo de las colonias españolas en América, pero llevaban siglos intentando hacerse con una parte de los beneficios que producían sus muchas materias primas y su comercio. Y ahora, con los movimientos independentistas, veían con avidez cómo la oportunidad se acercaba. Lo que contaba el escocés era demasiado bonito como para no creerlo. Además, el atractivo del matrimonio MacGregor ayudaba a extender la fama de Poyais. Él, con su aura de héroe militar, con su uniforme venezolano profusamente cargado de medallas, alardeando de ser descendiente de Rob Roy y de tener un antepasado entre los supervivientes del Proyecto Darién (un frustrado intento de colonización de Panamá por colonos escoceses a finales del siglo XVII). Ella, por su exótica belleza y su elegancia, que la hacían muy solicitada en todos los salones de la nobleza inglesa. La farsa llegó a tal extremo que incluso el rey Jorge IV nombró Sir a MacGregor para favorecer el entendimiento entre ambos países. MacGregor también creo una Delegación de Poyais, con sede en Dowgate Hill, cerca del centro financiero de Londres, donde organizaba reuniones y suntuosos banquetes a los que invitaba a altos dignatarios, embajadores extranjeros, importantes militares... Todo ello daba verosimilitud y consistencia a su historia. Y cuando se hubo ganado la confianza de la sociedad inglesa y los contactos adecuados en las altas esferas, pudo dar comienzo a su verdadero plan: hacerse rico vendiendo a los crédulos todo lo que tuviera que ver con Poyais.
Aparte de en Londres, abrió "oficinas de Poyais" en otras localidades inglesas y escocesas, como Glasgow, Stirling o Edimburgo, en las que ofrecía lotes de tierras en Poyais (al competitivo precio de tres peniques y tres chelines el acre) a aquellos que quisieran asentarse allí. Pero no se limitó a vender tierras, sino que puso a la venta todo tipo de cargos en la administración y en el ejército de Poyais. Incluso llegó a imprimir dinero de Poyais, que cambió por dinero inglés a los futuros colonos. En 1822 puso a la venta bonos, respaldados supuestamente por el Banco y el Gobierno de Poyais, con un interés muy jugoso, con los que ganó 200000 libras, destinadas según él a fomentar el progreso y el desarrollo del Principado. Nadie puso en duda su credibilidad (además, otros gobiernos americanos de reciente formación como Chile o Colombia habían hecho lo mismo).

Certificado de propiedad de tierras en Poyais
Papel moneda de Poyais 

A finales de 1822, el primer barco con destino a Poyais, el Honduras Packet, partió de Londres llevando a unos 70 colonos. En enero de 1823 le seguiría el Kennersley Castle, que partió del puerto de Leith (Escocia) con otros 200 colonos. Cuando llegaron a Nicaragua, por más que los barcos recorrieron la costa no pudieron dar con el supuesto puerto de St. Joseph. Pese a todo, los colonos optaron por desembarcar. Pero aquella región, empobrecida y sin recursos, distaba mucho de ser el paraíso que les habían vendido. Las enfermedades tropicales se cebaron con ellos, provocando una gran mortandad. En abril llegó a la zona el Mexican Eagle, un buque procedente de la Honduras Británica, a bordo del cual iba el rey George, que les anunció que el tratado con MacGregor estaba roto porque éste se había extralimitado en sus atribuciones. Los apenas 60 supervivientes fueron evacuados y no regresaron a Gran Bretaña hasta octubre.
El retorno de los frustrados colonos fue enseguida noticia de portada en los periódicos de la City. Aunque algunos de ellos seguían defendiendo a MacGregor, creyendo que también había sido engañado por el rey George, no tardaron en extenderse las acusaciones de que todo era un vulgar timo. Un decreto de la República de Colombia fechado el 8 de julio de 1824 declaraba oficialmente la inexistencia del principado. Aún así, MacGregor, gracias a sus amistades, logró evitar que se abriera una investigación oficial. Sin embargo, viendo que aumentaba la publicidad negativa y que los que habían comprado sus bonos le exigían el pago de los intereses, decidió poner tierra de por medio y se fue a Francia, donde trató de repetir la jugada, presentándose ahora como presidente de la República de Poyais (llegó incluso a publicar una Constitución de su ficticio país, en buena parte copiada de la de los Estados Unidos). De nuevo comenzó a vender lotes de tierras a los interesados en convertirse en colonos, además de intentar vender bonos y acciones de una supuesta Compañía de Poyais. Pero las autoridades francesas estuvieron más diligentes que las británicas y a finales de 1825 MacGregor y varios de sus colaboradores fueron arrestados acusados de fraude. El falso presidente de Poyais permaneció dos meses en prisión y fue sometido a dos juicios, aunque salió absuelto.
En 1826 MacGregor retornó a Londres, donde los ecos de la fracasada expedición a Poyais se habían apagado bastante. Abrió una nueva oficina y trató de poner de nuevo en marcha su engaño, pero esta vez sin éxito. Intentó una nueva emisión de bonos que fracasó estrepitosamente y sus nuevas ofertas de terrenos en Poyais no despertaron interés alguno. De hecho, empezaron a surgir imitadores que usaban el mismo engaño ofreciendo tierras en Poyais a precios mucho más bajos que los suyos. También se tuvo que enfrentar a los compradores de su primera emisión de bonos, que le reclamaban lo que les debía, a los que tuvo que pagar con nuevos bonos. Su ya escasa credibilidad se vio todavía más en entredicho cuando se supo que el nuevo rey de la Costa de Mosquito, Robert Charles Frederic (hermano del anterior) había vendido los territorios que MacGregor reclamaba como suyos a varias empresas madereras.
MacGregor trató de repetir la estafa poniendo a la venta más tierras en Poyais en 1831, 1834 y 1837, sin éxito. Finalmente, en 1839, completamente arruinado, solicitó al gobierno de Venezuela que le concediera la nacionalidad venezolana y recuperar su rango de general, así como una pensión por los servicios prestados, que le fue concedida. Se trasladó a vivir a Caracas, donde se dedicó a la cría de gusanos de seda, y allí murió en 1845, enfermo y casi ciego.

viernes, 25 de julio de 2014

Las Olimpiadas de Los Ángeles, las hamburguesas gratis y Krusty el payaso


Los aficionados a la serie de dibujos animados Los Simpson recordarán un capítulo titulado "La primera palabra de Lisa" (4ª temporada, 10º capítulo). El episodio está ambientado en el verano de 1984, durante la celebración de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. Precisamente, una de las subtramas tiene que ver con los Juegos; Krusty el payaso, uno de los secundarios más famosos de la serie, lanza una campaña en su cadena de hamburgueserías Krusty Burguer. Cada cliente recibirá un boleto que debe rascar para descubrir una disciplina olímpica. Y si en esa disciplina triunfa un atleta norteamericano, el poseedor del boleto recibirá una hamburguesa gratis. Claro que la promoción tiene truco; como el propio contable de Krusty le cuenta "sólo hemos incluido deportes en los que siempre ganan los soviéticos". El problema viene más tarde, cuando se enteran de que los países comunistas han boicoteado las Olimpiadas, lo que le acaba costando millones de dólares a Krusty porque son los americanos los que triunfan en esas modalidades. Lo curioso de esta historia es que se basa en hechos reales; en una campaña lanzada en esas mismas fechas por McDonald's.


La cadena de restaurantes de comida rápida McDonald's fue uno de los principales patrocinadores de las Olimpiadas de Los Ángeles. Para aprovechar el tirón mediático de los juegos, la compañía lanzó una ambiciosa campaña de marketing con el lema When the US wins, you win (Cuando Estados Unidos gana, tú ganas). Los clientes de los restaurantes de la cadena recibían un boleto que debían rascar para dejar al descubierto una de las especialidades olímpicas. Y si EEUU obtenía medalla en dicha disciplina, el afortunado se llevaba un premio. Si la medalla era de oro, se llevaba una hamburguesa gratis. Si era de plata, una ración de patatas fritas. Y si era de bronce, una Coca-Cola.


A diferencia de Krusty, McDonald's incluyó en su promoción todos los deportes del espectro olímpico. Pero lo que también hizo fue subestimar gravemente las esperanzas de medalla de la delegación norteamericana. Al parecer, la compañía de marketing encargada de la campaña manejaba un informe sobre las posibilidades de medalla de los EEUU que basaba sus predicciones en los resultados norteamericanos en los Juegos de Montreal 76 (los estadounidenses boicotearon los de Moscú 80 en respuesta a la invasión de Afganistán), en los cuales el equipo yanqui había quedado tercero en el medallero con 94 medallas (34 de oro, 35 de plata y 25 de bronce). Pero obviamente no tuvieron en cuenta el "factor casa": tradicionalmente, en las competiciones deportivas, los atletas que participan en sus países suelen rendir por encima de sus posibilidades (por una mayor motivación competitiva o simplemente por su mayor familiaridad con las condiciones ambientales o los estadios). Además, también estaba el asunto del boicot. Los países del bloque soviético (excepto Rumanía) rechazaron participar en respuesta al boicot de 1980. Entre ellos, los dos primeros clasificados del medallero de Montreal 76 (la URSS y la República Democrática Alemana) y otros cuatro situados entre los diez primeros de la cita canadiense (Polonia, Bulgaria, Cuba y Hungría).
¿Cuál fue el resultado? Compitiendo en casa y sin muchos de sus principales rivales, los atletas norteamericanos arrasaron en buena parte de las competiciones. EEUU batió todos los récords de medallas conseguidas en una cita olímpica: 174 preseas (83 de oro, 61 de plata y 30 de bronce), un registro que todavía no ha sido superado, más del triple de las conseguidas por el segundo clasificado (Rumanía). Para McDonald's supuso pérdidas de millones de dólares: sólo en hamburguesas acabó regalando más del doble de las que había previsto. Eso si, consiguió que se hablara mucho de la campaña.

martes, 22 de julio de 2014

La primera aviadora: Raymonde de Laroche


Raymonde de Laroche figura en la lista de mujeres pioneras que se enfrentaron a las convenciones asumidas por la sociedad de su época y se atrevieron a irrumpir en actividades que hasta aquel entonces eran un reducto exclusivo de los hombres.


Élise Léontine Deroche nació en París en 1886, hija de un humilde fontanero. Era una niña inteligente y atrevida, a la que le gustaba destacar y no tenía miedo a nada. Decidió dedicarse a la interpretación y para ello se cambió el nombre por el de Raymonde de Laroche, que sonaba más elegante y chic.
No tardó en hacerse popular en París, no sólo por su talento interpretativo, también por su carácter decidido y su nulo interés por lo que los demás opinaran de ella. Era una mujer polifacética, deportista, notable pintora, tenía una agitada vida sentimental e incluso conducía su propio automóvil (algo insólito en la época). También tenía un hijo de soltera, André, cuyo padre no quiso revelar, pero cuya paternidad muchos atribuyen a Léon Delagrange, pionero de la aviación francesa, muerto en enero de 1910 al estrellarse el avión que pilotaba.


Siempre buscando nuevos desafíos y barreras que derribar (y que también le diesen la publicidad que quería para favorecer su carrera como actriz), su atención se fijó en la aviación. Por aquel entonces los avances en aeronáutica atraían la atención del público. Cada nuevo record o hazaña era inmediatamente publicitado y los pilotos eran los nuevos héroes populares, celebridades admiradas por todos. Las exhibiciones ofrecidas en París en 1908 por Wilbur Wright (uno de los famosos hermanos Wright), a las que la propia Raymonde asistió, provocaron una expectación sin precedentes. Además, Raymonde ya había pilotado anteriormente globos aerostáticos, y en su círculo de amigos había varios pilotos (alguno, como Delagrange, muy muy amigo). Así que en 1909, durante una cena, su amigo Charles Voisin, piloto y fabricante de aviones, la convenció para que aprendiera a pilotar y se ofreció para ser su instructor.
Sus primeros pasos como piloto tuvieron lugar en el aeródromo de Chalons, al este de París. Dejó a todos sorprendidos por su habilidad y aplomo. Realizó su primer vuelo en solitario el 22 de octubre de 1909, de apenas 300 metros. Pero en su segundo vuelo, al día siguiente, ya recorrió seis kilómetros. Su talento para pilotar era sorprendente, su precisión y su sangre fría. Pero había algo más. Puede que al principio hubiese afrontado aquel nuevo reto como un medio para lograr publicidad, pero algo había cambiado dentro de Raymonde. Pilotando aquellos toscos aeroplanos se sentía realmente feliz. Una auténtica pasión por volar se había despertado en su interior, que le llevó a volcar todo su empeño en convertirse en piloto.
A la semana siguiente de su vuelo, la revista Flight publicó un extenso artículo sobre ella, en la que la llamaba erróneamente "baronesa" (un título nobiliario que ella no poseía). El error (que ella se cuidó mucho de no desmentir) se extendió y no tardó en ser conocida como la baronesa Laroche.


Su irrupción en el mundo de la aviación incomodó a algunos de sus colegas pilotos, quienes no acababan de asimilar la presencia de una mujer en lo que hasta entonces era un coto exclusivamente masculino. No faltaron en su camino críticas, burlas, amenazas e incluso su avión fue saboteado en alguna ocasión. Era frecuente que se encontrara con personas que ponían en duda la capacidad de las mujeres para pilotar, a los que ella respondía sin perder la calma que al contrario, el vuelo es muy apropiado para ellas porque no depende tanto de la fuerza física como de la coordinación mental.
El entusiasmo de Laroche por volar fue tal que incluso aparcó su carrera como actriz para dedicarse por entero al pilotaje. Empezó a participar asiduamente en exhibiciones y competiciones aéreas: El Cairo, Budapest, Rouen. El 5 de mayo de 1910, en la exhibición de Tours, fue el único piloto que se atrevió a despegar desafiando las pésimas condiciones climatológicas. Poco después, en San Petersburgo, se clasificó cuarta, despertando la admiración del zar Nicolás II, quien le concedió la Orden de Santa Ana (según algunas fuentes, también le otorgó el título de baronesa, que hasta entonces había utilizado sin tenerlo). El 14 de junio batió su propio récord con un vuelo de treinta minutos y veinte segundos.
Raymonde de Laroche no fue la primera mujer en pilotar un avión. La francesa Thérèse Peltier y la belga mademoiselle Van Pottelsberghe lo habían hecho un año antes. Pero si que fue la primera en obtener la licencia de piloto, con el número 36, concedida por el Aero-Club de Francia el 8 de marzo de 1910.


El 8 de julio de 1910, mientras participaba en la Grand Semaine d'Aviation de la Champagne en Reims, su avión se vio sorprendido por una violenta ráfaga de viento que le hizo estrellarse. Laroche sufrió numerosas heridas y dieciocho fracturas, lo que la obligó a una larga convalecencia. No pudo volver a pilotar hasta febrero de 1912, pero cuando regresó lo hizo con el mismo entusiasmo de antes. El 26 de septiembre de ese mismo año resultó levemente herida en un accidente de tráfico que le costó la vida a su amigo y mentor Charles Voisin. El 25 de noviembre de 1913 ganó la Coupe Femina (otorgada por la revista femenina Femina) por un vuelo de cuatro horas sin paradas. Ese mismo año conoció en la escuela de pilotaje de Henri Farman al también piloto Jacques Vial, quien se convertiría poco después en su marido.

Raymonde de Laroche, rescatada tras su accidente en Reims
Al estallar la Primera Guerra Mundial Laroche trató de alistarse en el ejército francés, pero la rechazaron porque era "demasiado peligroso para una mujer". Aún así, no se dejó derrotar y acabó sirviendo como conductora militar, transportando oficiales desde la retaguardia al frente. La Gran Guerra fue cruel con Raymonde: Jacques Vial murió en combate y su hijo André, víctima de la epidemia de gripe que asoló buena parte del planeta durante aquellos años.
Estas desgracias no derrotaron el espíritu de Raymonde. Una vez terminada la guerra, volvió a pilotar. En junio de 1919 batió dos récords de vuelo femenino: altitud (4800 metros) y distancia (323 kilómetros). En julio de ese mismo año, viajó hasta el aeródromo de Le Crotoy, con la intención de convertirse en la primera mujer piloto de pruebas. Desafortunadamente, el 18 de julio, mientras efectuaba un vuelo de prueba (como pasajera) en un biplano Caudron G.3, el piloto calculó mal a la hora de hacer un giro y el avión acabó estrellándose boca abajo contra el suelo. Ambos ocupantes murieron en el acto. Su cuerpo descanse en el célebre cementerio de Pére-Lachaise.
Hoy en día, una estatua en el aeropuerto parisino de Le Bourget la recuerda, así como una placa en la que fue su casa en la Rue de la Verrerie, número 61. En 2010 el servicio francés de correos emitió un sello con su imagen.

viernes, 18 de julio de 2014

Nick Drake



Nick Drake tuvo una vida corta. Su carrera musical fue, asimismo, breve, y no tuvo apenas reconocimiento mientras estuvo vivo. Sin embargo, con el tiempo su música fue alcanzando mayor consideración y hoy en día numerosos músicos consagrados reconocen la influencia de Drake.
Nicholas Rodney Drake nació en 1948 en Rangún (Birmania), donde su padre trabajaba como ingeniero. Cuando tenía dos años, la familia regresó a Inglaterra y se instaló en el condado de Warwickshire, no lejos de Birmingham. Con nueve años, el pequeño Nick entró en un internado y a los catorce ingresó en el Marlborough College, un instituto al que ya habían acudido su padre, su abuelo y su bisabuelo.
Nick tuvo una infancia relativamente normal. Era un buen estudiante, sacaba buenas notas, y además era un excelente deportista, capitán del equipo de rugby y destacado atleta. También tenía talento musical; sus padres, músicos aficionados, habían legado a Nick y a su hermana mayor Gabrielle (que más tarde se convertiría en una conocida actriz televisiva) su amor por la música. Nick tocaba el piano, el clarinete y el saxofón, y estando en el instituto formó su primera banda, que tocaba versiones de jazz. Sin embargo, le costaba hacer amigos. Su carácter retraído e introspectivo le llevaba a menudo a aislarse en su propio mundo, coqueteando con la depresión. Como el director de su instituto dijo a sus padres en una carta, Nick es un gran alumno y deportista, pero nadie lo conoce bien.

Soy un pobre chico / Y también soy un vagabundo / Las cosas que digo /  Pueden parecer más extrañas que el domingo / Transformándose en lunes ("Poor boy", Bryter Layter)

Conforme pasaba el tiempo, Nick se interesaba más y más por la música. Empezó a sentirse atraído por el folk y el blues, hasta que se dio cuenta de que ni con el piano ni con el clarinete iba a poder componer las canciones que tenía en mente, así que con 17 años se compró su primera guitarra, con la que pasó mucho tiempo aprendiendo a tocarla y a afinarla de la manera que él quería. Sus calificaciones escolares se resintieron, pero aún así obtuvo en 1966 una beca para estudiar literatura inglesa en Cambridge. No obstante, primero pasó seis meses en la universidad francesa de Aix-Marseille, una estancia que resultaría decisiva por dos motivos: perfeccionó su estilo con la guitarra y empezó a consumir marihuana, una costumbre que nunca abandonaría.
Los profesores de Drake en Cambridge opinaban de él que era un alumno inteligente, pero poco aplicado. No demostraba demasiado entusiasmo por sus estudios, apenas se relacionaba con sus profesores y compañeros, y dejó de practicar deporte. Pasaba la mayor parte de su tiempo libre en su habitación, fumando marihuana, escuchando música (en esa época, se sentía vivamente atraído por el folk británico y norteamericano, de autores como Bob Dylan y Bert Jansch) y componiendo. También por esa época, empezó a dar sus primeros recitales en clubes londinenses. Fue en una de esas actuaciones cuando Ashley Hutchings, bajista del grupo Fairport Convention, lo escuchó y se lo recomendó al productor John Boyd, dueño del sello independiente Witchseason Productions, que a su vez tenía un contrato firmado con la influyente Island Records. Boyd, tras escuchar una grabación casera de algunos temas de Drake, le ofreció un contrato y grabar su primer disco, algo que ilusionó al cantante.

Por favor, concédeme una segunda gracia / Por favor, dame una segunda cara / He caído muy hondo la primera vez / Ahora sólo me siento en el suelo en tu camino ("Fly", Bryter Layter)

El primer disco de Nick Drake se tituló Five Leaves Left (nombre tomado de la advertencia que aparecía en los librillos de papel de fumar cuando sólo quedaban cinco en el paquete) y tenía diez canciones, con un tono sensible, poético e intimista. Su grabación, entre finales de 1968 y principios de 1969, fue complicada. Las tomas se grababan sin horario fijo y de manera un tanto apresurada, en los huecos libres que dejaba al estudio londinense Sound Techniques la grabación de Unhalfbricking, el tercer disco de Fairport Convention. Además, Drake (que empezó a faltar a sus clases de manera habitual para concluir la grabación) difería con Boyd sobre cómo debía ser el estilo y el sonido del álbum. La postproducción fue también complicada y el disco no salió a la venta hasta septiembre de 1969, con una escasa promoción y sin despertar apenas interés ni entre el público ni entre la crítica, vendiendo apenas cinco mil copias. Aún así, los fans de Drake señalan este disco como el mejor de su carrera, el que mejor refleja su poesía y el tipo de sonido que buscaba.
Pese a la relativa decepción que supuso la pobre acogida de Five Leaves Left, Drake decidió dejar los estudios (a pesar de que sólo le quedaba un año y de las objeciones de sus padres) y se mudó a Londres para centrarse en su carrera musical. Durante un tiempo, vivió sin domicilio fijo, durmiendo en el piso de su hermana Gabrielle o en el sofá de algún amigo, hasta que Boyd, cansado de no tener un lugar fijo en el que localizarle, le encontró una habitación de alquiler.

Cuando yo era joven, más joven que ahora / Nunca vi la verdad colgada en la puerta / Y ahora que soy más viejo la miro cara a cara / Y ahora que soy más viejo debo levantarme y recogerlo todo ("Place To Be", Pink Moon)

Su segundo disco, Bryter Layter, salió al mercado en 1970. Un álbum con un tono menos intimista y bucólico que el primero, más optimista y cercano al pop y al jazz, y que contaba entre otras con la colaboración de John Cale (The Velvet Underground) en dos canciones. Drake y Boyd esperaban que este disco tuviera más éxito; pero vendió menos de 3000 copias y las críticas no fueron demasiado benevolentes con él. Poco después, Boyd vendió su sello a Island Records y se mudó a Estados Unidos para trabajar en Hollywood. El fracaso del disco y la pérdida de su principal valedor sumieron a Drake en una profunda depresión. Por la insistencia de su familia, acudió a un psiquiatra que le recetó antidepresivos. Pero aún así siguió hundiéndose en un estado de ánimo cada vez más oscuro. Empezó a alejarse de sus conocidos y pasaba días enteros sin salir de su apartamento más que para actuar o para comprar droga.

Cayendo rápido y en caída libre / Esperas encontrar un amigo / Cayendo rápido y en caída libre / Este podría ser el fin ("Harvest Breed", Pink Moon)

Aunque nadie lo esperaba (sobre todo su productora), en octubre del 71 Drake llamó a John Wood, que había sido su ingeniero de sonido en sus dos primeros discos, para comenzar la grabación de un nuevo álbum. El disco se tituló Pink Moon y fue un fiel reflejo del estado de ánimo de Drake. Un disco sombrío, austero, despojado de artificios. Son once canciones, con una duración total de apenas 28 minutos, sin añadidos, sin colaboraciones, sólo con la voz de Drake y su guitarra (salvo un fragmento de piano en la canción que da nombre al disco, interpretado por el propio Drake). La grabación se completó en sólo dos noches y, cuando el disco estuvo listo, Drake lo llevó en persona a la discográfica, donde el fundador y presidente de Island Records, Chris Blackwell, le pagó las apenas 600 libras que había costado.
A Blackwell le impresionó el álbum y trató de que Drake promocionara el disco con actuaciones y entrevistas, pero este se negó. Sólo concedió una breve entrevista (la única que dio en su vida), para la revista Sounds, en la que admitió que no estaba del todo satisfecho con Bryter Layter y que no se sentía cómodo actuando en público. En sus actuaciones en directo se mostraba distante y cohibido, y muchas veces ni siquiera miraba al público. La mayoría de las veces ni siquiera se presentaba a los espectadores; llegaba con su guitarra y se ponía a tocar directamente. Además, entre canción y canción en ocasiones se pasaba varios minutos en silencio, cambiando la afinación de su guitarra. Conforme empeoraba su estado anímico estas rarezas se fueron acentuando, llegando incluso a dejar de tocar de repente en medio de una canción e irse sin dar explicaciones.

Echa un vistazo y quizá me veas en el suelo / Porque soy el parásito de este pueblo / Y echa un vistazo y quizá me veas en el lodo ("Parasite", Pink Moon)

Pink Moon es un retrato crudo y veraz del perturbado estado de ánimo de Drake, pero en una época donde triunfaban el rock, la psicodelia y el glam, su propuesta era demasiado inquietante y desasosegante para triunfar. Tras su salida al mercado en febrero de 1972, las críticas fueron buenas, pero vendió todavía menos que los dos primeros. Agotado y deprimido, sin fuerzas para seguir componiendo, Drake decidió dejar la música y empezó a barajar otras ocupaciones, incluso pensó en alistarse en el ejército.
Tras unos meses dando tumbos de un lado a otro, a Drake no le quedó otra solución que volver a casa de sus padres. Su vida siguió siendo errática e irregular. Se pasaba el tiempo escuchando música y fumando cannabis, descuidaba su higiene (dejó de cortarse el pelo y las uñas), y tenía la profunda convicción de haber fracasado en la vida. En ocasiones aparecía de improviso en casa de alguno de sus amigos, se quedaba un par de noches y luego volvía a desaparecer sin dar explicaciones. Otras veces cogía el coche de su madre y conducía sin rumbo hasta quedarse sin combustible. Incluso pasó cinco semanas ingresado en un hospital tras sufrir una crisis nerviosa en 1972.

El tiempo me ha dicho / Que eres un extraño hallazgo / Una cura conflictiva / Para una mente con problemas ("Time Has Told Me", Five Leafs Left)

Inesperadamente, en febrero de 1974 Drake volvió a llamar a Wood para decirle que quería grabar nuevo material. John Boyd, que estaba por entonces en Inglaterra, asistió a las grabaciones. Se llevó una desagradable sorpresa al ver el estado en el que se encontraba Nick. Física y mentalmente su estado era lamentable. Su comportamiento era errático y dubitativo, daba muestras de una profunda insatisfacción e ira contenida, y su capacidad de interpretación se había deteriorado hasta el punto de que era incapaz de cantar y tocar la guitarra a la vez. Llegó a grabar cuatro canciones, en un tono aún más sombrío y pesimista que las de Pink Moon. Sin embargo, aquellas sesiones le levantaron el ánimo y los que lo conocían admitían que por primera vez en mucho tiempo Drake parecía estar (levemente) feliz.

El sol del sábado llegó una mañana temprano / En un cielo tan claro y azul / El sol del sábado llegó sin avisar / Así que nadie supo qué hacer ("Saturday Sun", Five Leaves Left)

La madrugada del 25 de noviembre de 1974, Drake estuvo despierto como solía ser habitual (toda su vida había sufrido insomnio), escuchando música y fumando. Se levantó a las seis de la mañana, comió algo y volvió a su cuarto. Al mediodía, cuando su madre fue a despertarlo, lo encontró muerto sobre la cama. La autopsia concluyó que su muerte había sido causada por una sobredosis de antidepresivos, y la investigación posterior dictaminó suicidio como causa de su muerte. Aunque no todos estuvieron de acuerdo; su hermana opinó que el suicido era lo más probable, pero sus padres y Boyd se inclinaban más por la muerte accidental. El cuerpo de Drake fue incinerado y sus cenizas, enterradas en el cementerio de la iglesia de Santa María Magdalena en Tanworth-in-Arden. Apenas un puñado de amigos asistieron a su funeral. Su epitafio son dos versos de la canción From The Morning, de Pink Moon: Y ahora nos levantamos / Y estamos en todas partes.

Olvidado mientras estás aquí / Recordado por un momento / Una ruina muy actual / De un estilo muy pasado de moda ("Fruit Tree", Five Leaves Left)

Su muerte apenas despertó reacciones en el mundillo musical. Era un músico sin apenas relevancia ni fama. Pero su breve carrera si había atraído el interés de un grupo de admiradores incondicionales que no dejaron que su música cayera en el olvido. En 1979, uno de estos admiradores, el publicista y productor Rob Partridge, fue contratado por Island Records y aprovechó para editar una caja con los tres albumes de Drake y un cuarto disco con las canciones grabadas en 1974 y otras grabaciones inéditas. La caja se llamó Fruit Tree (como una de las canciones más conocidas de Drake), pero no tuvo demasiado éxito. Aún así, su música siguió transmitiéndose gracias al boca a boca, convertida en una suerte de secreto a voces para los "entendidos". Su aura de héroe romántico, de poeta atormentado, de genio incomprendido, ayudó también a aumentar su popularidad. Músicos conocidos empezaron a señalar a Drake como una de sus influencias: Elton John (que grabó una maqueta con canciones de Drake antes de ser famoso), Paul Weller (quien fue amigo de Drake), Pete Buck (guitarrista de R.E.M.), Robert Smith (quien afirmó haber sacado el nombre de su grupo The Cure de un verso de una canción de Five Leaves Left que dice a troubled cure for a troubled mind), Jackson Browne, The Black Crowes, Blur...

Nunca sentí una mágica locura como esta / Nunca vi lunas que supieran el significado de los mares / Nunca sostuve la emoción en la palma de mi mano / O sentí la dulce brisa en lo alto de un árbol / Pero ahora estás aquí / Iluminando mi cielo del norte ("Northern Sky", Bryter Layter)

Ante el renovado interés por su figura, sus discos empezaron a reeditarse. En 1986 se reeditó Fruit Tree, y también se editó por separado el disco de rarezas y temas inéditos, con el nombre de Time of No Reply. Documentales, libros, anuncios publicitarios, un álbum llamado Made to Love Magic con versiones inéditas de sus canciones y un tema nuevo... Incluso la revista Rolling Stone incluyó los tres discos que grabó en vida en su lista de los "500 mejores discos de todos los tiempos". Todo ello contribuyó a darle a Nick Drake el reconocimiento y la fama de las que no gozó en vida.

Five Leaves Left

Bryter Layter

Pink Moon

miércoles, 9 de julio de 2014

Alexander Easton, el Inglés

El ingeniero británico Alexander Easton y su esposa Maude se instalaron en 1931 en una casona con finca que habían comprado en el pueblo leonés de Carracedo del Monasterio, cerca de Cacabelos. La casa no tardó en ser conocida como "La casa del Inglés" y don Alejandro y doña Amor, como los llamaron los lugareños, enseguida se ganaron el aprecio de sus vecinos por su amabilidad.
Easton, nacido en Edimburgo en 1895, había pasado por numerosas ocupaciones a lo largo de su vida. Supervisor en una mina de carbón, tasador en el Departamento de Impuestos británico, soldado en la I Guerra Mundial (alcanzó el rango de teniente en los Royal Engineers), entre 1919 y 1924 vivió en Argentina trabajando en la construcción de ferrocarriles. En 1924 desembarca en España por primera vez: trabaja en la construcción de la vía férrea Santander-Mediterráneo y en 1929 es ingeniero jefe en las obras del puerto de Melilla.
¿Qué lo llevó a León? Lo mismo que siglos atrás llevó a los romanos: el oro. Cerca de allí estaba el yacimiento de Las Médulas, explotado por los romanos hasta que se agotó, y él esperaba poder encontrar algún nuevo filón, para lo cual hizo exhaustivos estudios geológicos de los alrededores. No lo encontró, pero se enamoró del lugar y de sus gentes, y convirtió sus terrenos en una granja con criterios y técnicas modernas.
Su nacionalidad inglesa le mantuvo a salvo durante la Guerra Civil, pero León y la comarca de El Bierzo sufrieron, como el resto del país, las purgas y los fusilamientos por parte de las tropas franquistas, de los que fueron víctimas algunos conocidos de Easton.
En 1941, Easton supo que cinco soldados aliados que habían huido de campos de prisioneros en Francia habían sido detenidos y encarcelados en León cuando trataban de llegar a Portugal. De inmediato, empezó a negociar su liberación con las autoridades, ayudó económicamente a los presos y avisó a la embajada británica en Madrid de lo ocurrido. Fue posiblemente entonces cuando el SOE lo captó como agente. El Special Operations Executive (SOE) era una organización secreta creada por Winston Churchill al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, con sede en Londres y cuya misión era el espionaje, el sabotaje y el reconocimiento, con agentes por toda Europa. Alexander Easton pasó a ser el agente V.300 y se convirtió más tarde en el enlace del SOE con la Federación de Guerrillas de León-Galicia, que agrupaba a los distintos grupos armados antifascistas del noroeste español. Además, empezó a dar apoyo logístico a los maquis. A menudo los guerrilleros buscaban refugio en su casa, donde siempre había dos habitaciones preparadas para esconder a los huidos. También los guerrilleros heridos eran atendidos clandestinamente allí por el doctor Genadio y Ángel Basante, médico y practicante de Cacabelos.
Pero su labor no terminaba allí: Easton actuaba de enlace entre las distintas partidas, trazaba mapas topográficos de la región, enviaba informes sobre la producción de las minas orensanas de Casaio (de donde salía el wolframio vital para la industria armamentística alemana)... Para proveer de una cobertura oficial a los desplazamientos de Easton, los británicos le nombran "mensajero consular" entre la embajada en Madrid y el consulado británico de Vigo. Entre los guerrilleros es conocido como "El Inglés" o "El Amigo" y su presencia les da esperanza de tener el apoyo de los aliados y de que estos, tras la derrota de Alemania, intervendrán en España para derrocar a Franco. Esperanzas que luego se verían defraudadas.
Easton también propuso al SOE organizar una ruta entre Francia y Portugal para la entrada y salida de agentes, fugitivos y mensajes. La ruta recibió el nombre de Armstrong y partía de León. De allí, con la complicidad de un maquinista de tren y un guarda de la estación, los implicados viajaban hasta Ponferrada en un tren de mercancías, para luego entrar en contacto con los guerrilleros de la zona, que se encargarían de guiarlos a través de los montes hasta Vinhais, en Portugal. Sin embargo, la ruta no llegó a utilizarse nunca.
Poco después de terminar la guerra, el SOE es disuelto. No obstante, Easton, que mantendría sus credenciales oficiales hasta 1946, seguiría apoyando a los guerrilleros. Ante las autoridades británicas, lo justificó diciendo que no podía dejar en la estacada a los que eran sus compañeros de armas. Pero aquellos que lo conocieron creen que fueron sus simpatías por el comunismo las que le llevaron a seguir ayudando a los antifascistas, como mensajero, ofreciendo refugio e incluso consiguiendo una multicopista con la que se editaron varios números de El Guerrillero, un periódico de la resistencia armada contra Franco.


Finalmente, después de todos los riesgos que había corrido, las autoridades descubrieron su papel como colaborador de la resistencia. Tras la detención de un guerrillero llamado Marcelino de la Parra, éste había revelado durante su interrogatorio el nombre de Easton como uno de los principales colaboradores de la guerrilla. En agosto de 1948 es arrestado en su casa y encarcelado, acusado de relación con elementos subversivos y revolucionarios y haber facilitado la propaganda política de dichos elementos. Casi de inmediato, es expulsado del país. Cuatro meses después, en diciembre, su esposa Maude salió también del país a través del puerto de Vigo, hasta donde había sido escoltada por la policía.
Tras su expulsión, el matrimonio se instaló en Edimburgo con la madre y la hermana de Alexander. Easton intentó, sin éxito, conseguir una compensación económica por parte del gobierno inglés. También intentó volver a España, pero las autoridades españolas no lo permitieron. Murió el 11 de diciembre de 1975, menos de un mes después del general Franco. Apenas habló nada a su familia ni a sus amigos de sus actividades durante y después de la guerra, sujeto a la Ley de Secretos Oficiales que exigía confidencialidad a los antiguos miembros del SOE.

domingo, 6 de julio de 2014

El hundimiento de la Flota de Azogues

Navío de dos puentes (siglo XVIII)

El 13 de julio de 1724 partía del puerto de Cádiz rumbo a Veracruz la Flota de Azogues. La componían el navío de dos puentes Nuestra Señora de Guadalupe y San Antonio (construido en Campeche, México, en 1702), mandado por el capitán Gabriel de Mendinueta, como nave capitana, y el navío Tolosa (comprado cinco años atrás, bajo el nombre de San José, a don Diego de Murga, marqués de Montesacro), capitaneado por Sebastián de Villaseñor, como nave almiranta. A bordo de la capitana iba además el comandante de la flota, el general Baltasar de Guevara. Ambos buques llevaban unas 600 personas a bordo cada uno, sumando marinos y pasajeros, y carga variada (incluidas herramientas, clavos y herrajes para la construcción de un galeón en La Habana), pero el verdadero motivo del viaje iba en los pañoles del fondo de sus bodegas: cuatro mil quintales (unas 400 toneladas) de mercurio, destinado a las minas de oro de México.
El mercurio, procedente de las minas de Almadén en Ciudad Real, las más grandes y antiguas del mundo, era vital para la extracción del precioso metal, mediante el proceso de la amalgama: el mineral extraído de la mina, triturado y lavado, se mezclaba en grandes recipientes cerámicos con mercurio y sal. Tras reposar varios días, para que el mercurio absorbiese todas las partículas de oro, la amalgama se calentaba para separar el oro y el mercurio (que podía ser reutilizado). Y como en América no se había encontrado ningún yacimiento, las minas americanas dependían exclusivamente del mercurio enviado desde España.
El mercurio iba envasado en pequeños barriles de madera, colocados de tres en tres en cajas rectangulares de un quintal y medio de peso. De este modo, no sólo se evitaban los peligrosos desplazamientos masivos de la carga provocados por el oleaje, sino que también se hacía más fácil su carga y descarga y su transporte por tierra.
Tras hacer escala en Tenerife, la Flota llegó el 13 de agosto a Puerto Rico, donde se detuvieron a hacer aguada y reparar el mastelero del Tolosa. El día 23 zarparon rumbo a La Habana, pero el día 24 una violenta tempestad sorprendió a las naves al norte de la isla de La Española. Buscando refugio, las naves intentaron refugiarse en la bahía de Samaná (hoy en día en territorio de la República Dominicana) pero, con noche cerrada, el Nuestra Señora embarrancó en un arrecife pasado el cabo San Rafael. El Tolosa, en medio de fortísimos vientos, correría igual suerte al amanecer.
El desalojo del Nuestra Señora fue largo y complicado. Los marineros lograron construir una balsa con las maderas del navío, con la que tardaron tres días en evacuar hasta la orilla a la mayor parte del pasaje, unas 500 personas. Alrededor de 80 murieron, la mayor parte ahogadas al tratar de llegar nadando a la costa. Peor suerte corrieron los náufragos del Tolosa: treinta o cuarenta personas lograron alcanzar la orilla ayudados por tablas y maderas, y siete más permanecieron 32 días en la cofa del barco hasta que fueron rescatados. El resto del pasaje, incluido el capitán Villaseñor, murió ahogado. Baltasar de Guevara murió durante la evacuación, pero el capitán Mendinueta logró salvarse.


Sin embargo, no era ese el fin de sus padecimientos. El paraje al que habían ido a parar era un lugar agreste y sin víveres, rodeado de un espeso bosque. De aquel grupo que no llegaba a los 600 hombres, la mitad prefirió aventurarse siguiendo la costa en busca de algún pueblo o asentamiento. Los restantes permanecieron en el lugar del naufragio, alimentándose de lo que pudieron recuperar del pecio. Un pequeño grupo fabricó un bote con el que se dirigió hacia el norte, tratando de llegar a algún asentamiento francés (el tercio oriental de la isla era posesión francesa desde 1697). Pero como no regresaban y apenas quedaban provisiones, el 13 de septiembre el resto de los náufragos abandonaron la playa siguiendo la ruta marcada por el primer grupo, llevando en la balsa a los enfermos y los heridos. Tras varios días de camino, se toparon con unos pescadores de Higuey, la única población cercana, que les ayudaron. Finalmente, salvo una decena que murieron por enfermedad durante el camino, aquellos quinientos y pico náufragos llegaron sanos y salvos a Santo Domingo.
El naufragio de estas dos naves provocó una aguda crisis económica en España: la escasez de mercurio que causó hizo descender notablemente la producción de oro y, por consiguiente, la cantidad de moneda acuñada.
Los restos del Nuestra Señora de Guadalupe fueron descubiertos cerca de Punta Mangle por pescadores de la localidad de Miches en 1974, a no mucha profundidad, en excelentes condiciones de conservación y con el hierro y el mercurio todavía en sus bodegas. La Marina de Guerra dominicana se hizo cargo del yacimiento para evitar saqueos y extrajo algunos elementos, como los cañones (el Nuestra Señora llevaba 66 cañones de bronce y el Tolosa, 56) y las anclas. La Comisión de Rescate Arqueológico Marino concedió más tarde un permiso de extracción a una compañía norteamericana, que rescató más de 50000 piezas de todo tipo (herramientas, armas, monedas, vasos, platos...), la mayoría de las cuales permanecen en museos dominicanos. En 1992, en colaboración con arqueólogos e investigadores españoles, se llevó a cabo el llamado "Proyecto Galeones de Azogue", gracias al cual los restos fueron cartografiados, fotografiados y estudiados minuciosamente, permitiendo hacer un modelo en tres dimensiones del Nuestra Señora. Además, se recopiló toda la información disponible en los archivos españoles sobre el buque: el derrotero, la lista de pasajeros, el registro de la carga, los autos judiciales sobre su naufragio, los contratos de construcción del buque, los registros de aprovisionamiento...

jueves, 3 de julio de 2014

Los frisos del Partenón



El Partenón de Atenas es sin duda alguna un monumento emblemático de Grecia. Este templo dórico consagrado a Atenea data del siglo V antes de Cristo y su construcción se debe a Pericles, como agradecimiento por la gran victoria contra los persas. Como pasó con muchos otros templos, a lo largo del tiempo los dioses que albergaba fueron cambiando: fue convertido en una iglesia cristiana en el siglo V y en el siglo XV, tras la conquista turca, en una mezquita. Y más tarde fue utilizado como polvorín. Durante el sitio al que fue sometida la ciudad por las tropas venecianas del almirante Morosini, el 26 de septiembre de 1687 un proyectil alcanzó el Partenón e hizo estallar la pólvora allí acumulada, provocando graves daños tanto al edificio como a las esculturas que todavía se conservaban en él, dejándolo más o menos como lo conocemos hoy.
Entre la decoración que sobrevivió al tiempo y a la pólvora estaba su impresionante friso, que decoraba la parte superior del naos o sala principal. Una maravillosa obra de un metro de altura y 160 metros de largo, compuesta por 114 bloques de mármol pentélico en los que estaban esculpidas 378 figuras humanas y 245 animales y que representa las procesiones de las Grandes Panateneas, fiestas religiosas en honor de Atenea que se celebraban en Atenas cada cuatro años. Su autoría se le ha atribuido tradicionalmente a Fidias, el más grande de los escultores de la Grecia clásica, aunque lo más probable es que lo hiciera en colaboración con sus discípulos. Hay partes del friso que hoy se han perdido, pero podemos conocer su composición y distribución original gracias al pintor y dibujante francés Jacques Carrey, quien en 1647 dibujó minuciosamente el templo y su decoración.

Lord Thomas Bruce, conde de Elgin (1766-1841)

En 1799, el aristócrata y diplomático escocés lord Thomas Bruce Elgin, séptimo conde de Elgin, fue enviado a Constantinopla como embajador ante la corte del sultán Selim III. En plena guerra con Francia, a la que los otomanos habían declarado la guerra, era conveniente mantener la buena sintonía entre todos los enemigos de Napoleón para formar un frente común. Como buen diplomático, no tardó en tejer una red de amigos, confidentes y deudores entre los altos cargos de la administración turca, repartiendo regalitos y "sobres" (algunas cosas son mucho menos novedosas de lo que la gente cree) para asegurarse de que los turcos mantendrían su política antifrancesa (y de paso abrían sus mercados a los comerciantes británicos). Y como Elgin también era un gran aficionado al arte antiguo, se aprovechó de las influencias obtenidas con su cargo para conseguir el permiso para llevarse a Inglaterra algunas esculturas procedentes del Partenón. Esta "colección" incluía la mitad del friso, quince metopas, diecisiete estatuas de los frontones y otras doce independientes. Además, también se llevó varias obras más procedentes de otros templos de la Acrópolis (una cariátide del Erecteion, fragmentos de los Propileos, estatuas del templo de Atenea Niké...) hasta sumar 253 piezas. Huelga decir que estas esculturas fueron extraídas sin ningún tipo de cuidado ni miramiento, dañando incluso varias de las que no se llevaron. Así, el friso fue retirado utilizando enormes sierras para arrancarlo, destrozando algunas de las figuras y afectando a la estructura del edificio. Dice una historia (probablemente apócrifa) que un oficial turco presente durante la extracción llegó a exclamar ¡Telos! (¡Basta!), espantado por lo que estaba viendo.

Detalles del friso del Partenón

Las obras, convenientemente empaquetadas, fueron enviadas a Inglaterra por mar en 1802. Lord Elgin tenía la intención de seguirlas poco después, pero los franceses le hicieron prisionero y estuvo encarcelado hasta 1806, en que pudo volver a su país. Cuando regresó, se encontró en serias dificultades económicas, causadas por deudas familiares y por las 40000 libras que había desembolsado por las estatuas griegas. Para salir de apuros, ofreció las estatuas al gobierno británico, que compró su colección por 35000 libras y la envió al Museo Británico, donde aún hoy permanecen.

El friso del Partenón en el Museo Británico

La adquisición de los mármoles griegos causó no poca controversia en su tiempo. Cuando se debatió su compra en el Parlamento inglés varios diputados se opusieron y cuestionaron la legalidad de la actuación de Elgin y si era aceptable que un embajador utilizara su posición para sus propios fines. Años más tarde, el poeta lord Byron, reconocido helenófilo, calificó a Elgin de "bárbaro" y "saqueador". Durante los siglos XIX y XX los griegos reclamaron de vez en cuando la devolución de los mármoles, sin éxito. La polémica se reavivó cuando en 1981 la actriz Melina Mercouri fue nombrada Ministra de Cultura griega y convirtió la reclamación de los mármoles de Elgin (y de otras piezas de la Acrópolis que también posee el Museo Británico) en uno de los leit-motiv de su ministerio. Y aunque no consiguió el tan ansiado retorno, si logró que se abriera un debate sobre la legalidad de la actuación de lord Elgin y de si sería más justo dejar los mármoles en Inglaterra o devolverlos a Grecia. Mientras el gobierno griego defiende el traslado de los mármoles al Museo de la Acrópolis para recuperar la integridad del friso, el Museo Británico sigue defendiendo su derecho a conservar las piezas.

Una de las metopas del Partenón 

De las 94 placas del friso original que se conservan, 56 están en el Museo Británico, 36 en el Museo de la Acrópolis, otra en el Louvre de París y diversos fragmentos están dispersos por museos de Viena, el Vaticano, Munich y Copenhague, entre otros.