domingo, 28 de diciembre de 2014

Especial Día de los Inocentes: Horace de Vere Cole, el gran bromista

William Horace de Vere Cole (1881-1936)

Nacido en el seno de una acaudalada familia angloirlandesa, William Horace de Vere Cole (1881-1936) mostró desde muy joven un carácter excéntrico y teatral y un extravagante sentido del humor que le convertirían en uno de los más legendarios bromistas de la historia del Reino Unido.
Su primera gran "obra" tuvo lugar en 1905, cuando todavía era estudiante en la Universidad de Cambridge. Cole se enteró por casualidad de que el sultán de Zanzíbar, Sayyid Ali bin Hamud Al-Busaid, se hallaba de visita en Londres. Ni corto ni perezoso, envió un telegrama al rector anunciándole que el sultán acudiría a visitar la famosa universidad. Entonces, Cole, su mejor amigo, Adrian Stephen, y otros dos compañeros (Bowen Colthurst y Leland Buxton) viajaron a Londres, se maquillaron, se vistieron con ropas exóticas y tomaron el tren a Cambridge, donde les esperaba un comité de bienvenida. Stephen (haciéndose pasar por el sultán), Cole (como su traductor) y sus cómplices hicieron una visita guiada a su propia universidad e incluso compartieron mesa y mantel con las autoridades locales. El momento más peliagudo de su visita fue cuando una dama local, que había sido misionera, intentó hablar con el supuesto sultán en su propio idioma. La rapidez de reflejos de Cole les permitió salir del apuro; el falso traductor puso como excusa que "el sultán sólo hablaría con ella si accedía a entrar a formar parte de su harén". La broma continuó hasta que el sultán tomó el tren de vuelta a Londres entre los saludos de las personas allí congregadas. La verdad sobre la visita saldría a la luz días después, cuando se confirmó que el verdadero sultán no había salido de Londres; pero Cole y Stephen no revelarían que habían sido ellos hasta que dejaron la Universidad.
Una broma así habría sido suficiente para casi cualquier persona. Para Cole, aquello no fue sino el comienzo de una serie de bromas que le harían célebre. En una ocasión, se encontró en la calle con un antiguo condiscípulo de sus días en el elitista colegio de Eton, Oliver Locker-Lampson, por aquel entonces miembro del Parlamento. Mientras conversaban, Cole se las arregló para deslizarse en el bolsillo su reloj. Luego de despedirse y así que Locker se hubo alejado algo, Cole salió corriendo tras él gritando "¡Al ladrón, al ladrón!" provocando la intervención de un policía, que arrestó al asombrado parlamentario. Ambos acabaron en comisaría y el asunto se zanjó con una multa de cinco libras para Cole por alterar el orden público.
Otra broma que dio mucho que hablar fue cuando, sin motivo aparente, comenzó a regalar entradas para una obra de teatro a todos los transeúntes calvos con los que se encontraba. El motivo se pudo ver cuando comenzó la función y los sorprendidos espectadores de la platea pudieron contemplar cómo aquellas cabezas calvas y brillantes situadas en asientos estratégicamente elegidos deletreaban una palabra obscena en el patio de butacas. En otra ocasión organizó una fiesta en la que los invitados acabaron por descubrir que todos ellos tenían apellidos terminados en -bottom (que en inglés se traduce como fondo, cola o, vulgarmente, culo).
En ocasiones, fingía ser un topógrafo y amablemente, pedía a un viandante que le sujetase durante un momento el extremo de una cuerda. Luego, doblaba la esquina y hacía la misma petición a otro amable transeúnte y se iba, dejando a las dos víctimas agarrando ambos extremos de la cuerda. Pero no todas sus chanzas eran premeditadas; Cole tenía una enorme capacidad de improvisación. Una vez se cruzó con una cuadrilla de trabajadores municipales que no tenían capataz, y los convenció de que era un alto cargo del ayuntamiento. Los llevó a Piccadilly Circus, en pleno centro de Londres, y los hizo cavar una zanja en mitad de una de las calles más transitadas de la capital, obligando a desviar el tráfico. Las autoridades tardaron varias horas en averiguar que nadie había ordenado cavar aquel agujero.

HMS Dreadnought
Pero sin duda la broma que más fama le dio fue la del Dreadnought. En febrero de 1910, el acorazado HMS Dreadnought, orgullo de la marina británica, se encontraba anclado en el puerto de Weymouth. cuando se recibió a bordo un telegrama firmado por el subsecretario de Asuntos Exteriores, sir Charles Hardinge, en el que se anunciaba la llegada de varios miembros de la familia real de Abisinia con la intención de visitar el buque. Os suena, ¿verdad? Cole había recuperado aquella vieja broma del sultán de Zanzíbar, renovándola y perfeccionándola.
Por aquel entonces, Horace de Vere Cole era un apreciado poeta que formaba parte del llamado Círculo de Bloomsbury, un grupo de intelectuales británicos caracterizados por su rechazo hacia la sociedad victoriana y su puritana moral. Fue precisamente en el seno de este grupo en el que se gestó la broma del Dreadnought, como protesta hacia la Marina, una institución profundamente conservadora y clasista. Seis miembros del grupo llevaron a cabo la carnavalada: Cole, su amigo Adrian Stephen, la hermana mayor de Adrian, Virginia Stephen (que luego sería famosa como escritora con el apellido de su esposo, Woolf), el abogado Guy Ridley, el artista Duncan Grant y el naturalista Anthony Buxton. Los cuatro últimos, maquillados y disfrazados, se hicieron pasar por los príncipes abisinios, mientras que Adrian Stephen fingía ser su intérprete, un alemán llamado "Herr Kauffmann" y Cole, un miembro del Foreign Office llamado "Herbert Cholmondeley".
Los seis partieron de la estación londinense de Paddington (donde Cole, con su descaro e inventiva, logró que se habilitase para ellos un tren especial) y llegó a Weymouth, donde les esperaba un recibimiento de gala de la Marina, con escolta oficial, banda de música y coche privado, para luego ser llevados a bordo del acorazado, donde fueron recibidos por el almirante sir William Henry May, comandante de la Home Fleet, que les rindió honores (por equivocación, fueron recibidos con la bandera y el himno de Zanzíbar y no de Abisinia, pero nadie pareció notarlo) y les guió en su visita al barco, que duró unos tres cuartos de hora. Los "príncipes" se mostraron encantados, hablando entre ellos y con el "intérprete" en un swahili irreconocible trufado con citas clásicas en latín y griego, y cuando algo les llamaba la atención, exclamaban entusiasmados "¡Bunga bunga!". Tras la visita, declinando amablemente una invitación a comer, la comitiva volvió a la estación y regresó a Londres. Siempre se ha discutido hasta qué punto los oficiales presentes fueron de verdad engañados o si algunos sólo fingían serlo; varios de ellos conocían a los miembros del Círculo e incluso uno de los presentes, el comandante Willie Fischer, era primo carnal de los Stephen.
La broma se hizo pública días más tarde, cuando Cole envió una fotografía de la "visita" al Daily Mirror. La noticia enseguida se extendió y supuso una profunda humillación para la Royal Navy, que se convirtió en objeto de las burlas del país. El engaño fue incluso objeto de debate en el Parlamento británico y algunos altos cargos de la Marina exigieron que Cole y los demás fueran arrestados y procesados; pero tuvieron que desechar la idea porque, siendo estrictos, ninguno de los seis había hecho nada ilegal. Lo único ilegal era el telegrama falso firmado por sir Charles Hardinge, pero se pudo probar que fue enviado después de que la comitiva partiera de Paddington (el nombre del cómplice que lo envió nunca se supo). La expresión "Bunga bunga" se hizo enormemente célebre; durante años se siguió utilizando para burlarse de la tripulación del Dreadnought y de sus oficiales, e incluso años más tarde, cuando el verdadero emperador de Etiopía visitó Inglaterra, tuvo que escuchar ese grito en algunas de sus apariciones.

La falsa comitiva abisinia: de izquierda a derecha, Virginia Woolf, Duncan Grant, Adrian Stephen, Anthony Buxton, Guy Ridley y Horace de Vere Cole
Después de esto, Cole siguió con sus bromas. Aprovechando cierto parecido físico con el líder del Partido Laborista Ramsay MacDonald (que llegaría a ser primer ministro), se hacía pasar por él para dar discursos en público donde causaba un profundo desconcierto entre sus oyentes al criticar virulentamente las políticas que el propio MacDonald defendía y proponer otras totalmente opuestas. Otras veces se disfrazaba de obrero y solicitaba la ayuda de la policía para cortar el tráfico en alguna calle, con la excusa de que se iba a llevar a cabo algún trabajo urgente. También conducía llevando a su lado un maniquí con el que fingía discutir para luego arrojarlo a la calle. Y en una ocasión condujo un rebaño de vacas a través de Picadilly hasta Leicester Square, donde celebró un picnic rodeado por ellas.
La fiebre bromista de Cole no se detuvo ni durante su luna de miel. En 1919 se casó con una joven heredera irlandesa. Parte de su viaje de novios discurrió por Italia y coincidió que el 1 de abril (el April's Fools Day, la versión anglosajona del Día de los Inocentes) estaban en Venecia. La noche del 31 de marzo al 1 de abril, Cole se escabulló del lecho conyugal y, con la complicidad de un barquero al que había contratado previamente, viajó al continente donde cargaron una gran cantidad de estiércol de caballo, que luego distribuyeron por toda la Plaza de San Marcos. La mañana del 1 de abril, los sorprendidos venecianos se despertaron para ver cómo su plaza más emblemática amanecía como si toda una manada de caballos se hubieran puesto de acuerdo para aliviarse a la vez en ella (en una ciudad en la que no hay caballo alguno).

Plaza de San Marcos (Venecia)
Aquel matrimonio acabaría fracasando; su mujer se hartó de sus continuas bromas y le abandonó. Tampoco su segundo matrimonio llegó a buen término; descubrió que el verdadero padre de su hijo era el amante de su mujer, un pintor llamado Augustus John. Horace de Vere acabaría sus días totalmente arruinado y murió en París de un ataque al corazón, el 25 de febrero de 1936. Su fama se mantuvo tras su muerte; cuando se descubrió que el famoso hombre de Piltdown era un fraude, se sospechó de él como uno de los responsables.
Apenas un año después de su muerte, su cuñado, Neville Chamberlain (casado con Anne de Vere Cole) se convertiría en primer ministro del Reino Unido. Cabe imaginarse las posibilidades de nuevas bromas que este parentesco le habría proporcionado al incorregible Horace de haber seguido vivo.

jueves, 25 de diciembre de 2014

El Arca Rusa



El arca rusa (Русский ковчег) es una película rusa estrenada en 2002 y dirigida por Aleksandr Sokúrov. Pero va más allá que una simple película. Es un atrevido experimento y un fascinante ejercicio de estilo, rodado en un marco incomparable como es el Palacio de Invierno de San Petersburgo.
Dos son los personajes protagonistas del filme. Uno es el narrador, al que nunca vemos, sólo escuchamos su voz, que se presenta a si mismo diciendo que es un fantasma que vaga por el Palacio. Toda la película está rodada desde su punto de vista. El otro, al que llama "el Europeo", es Astolphe Louis Léonor, marqués de Custine, un aristócrata y viajero francés del siglo XIX, famoso por sus libros de viajes, especialmente por su obra La Russie de 1839, en la que hace un minucioso análisis de la sociedad rusa y se muestra muy crítico con su aristocracia y su realeza.

El Palacio de Invierno
Todo comienza un día de invierno, cuando al Palacio llegan varias personas para una pequeña fiesta. De todos ellos, el Europeo es el único que parece notar la presencia del fantasma, con el que inicia una conversación. Mientras charlan sobre Rusia, sobre su historia, su cultura, sus relaciones con Europa y su situación a caballo entre ésta y Asia, van pasando de un cuarto a otro, de un salón a otro, y en cada uno asisten (y nosotros con ellos) a una escena histórica de una época diferente (no en orden cronológico), mientras se cruzan con numerosos personajes, famosos unos, anónimos otros, que entran y salen de escena continuamente. Así, pasamos revista a los últimos tres siglos de historia de Rusia, desde Pedro I hasta la época actual, pasando por el reinado de Catalina la Grande, Nicolás II, la Segunda Guerra Mundial, la dictadura estalinista... para culminar en un espectacular baile, acontecido en 1913, el último celebrado en el Gran Salón del Palacio, en el que los despreocupados aristócratas bailan al son de piezas de Mikhail Glinka sin sospechar de la pronta llegada de la Revolución de 1917.


Lo que hace sorprendente a El arca rusa es la manera en que se rodó. Porque este insólito filme se rodó en una sola toma; la película es en realidad una única secuencia de 96 minutos, sin cortes, sin pausas, sin montaje. Casi un millar de actores y extras (incluyendo tres orquestas) fueron empleados en el rodaje, con una planificación milimétrica que se ensayó durante meses, sabiendo que cualquier error obligaría a detener el rodaje y comenzar de nuevo. Y de hecho, el filme se completó al cuarto intento; en los tres primeros diversos errores obligaron a detener la grabación y volver a empezar.
Técnicamente, también fue una película innovadora. Se rodó en formato digital de alta definición, sin comprimir (el material grabado pasaba directamente a un disco duro), aunque luego para su exhibición comercial se pasó al formato de 35 mm. La cámara empleada (una Sony HDW-F900) se diseñó específicamente para este rodaje y el director de fotografía, el alemán Tillman Büttner, que también actuó como operador de cámara, usó un Steadicam, un sistema estabilizador de cámara que permite al operador llevar la cámara unida a su cuerpo con un arnés, lo que le posibilitó rodar desde su punto de vista eliminando los molestos saltos y sacudidas típicos del rodaje cámara al hombro.


El filme se rodó en el Palacio de Invierno de San Petersburgo. El que fuera residencia oficial de los zares de Rusia durante casi dos siglos forma parte en la actualidad de uno de los museos más importantes del mundo, el Hermitage, y por eso no podía permanecer cerrado mucho tiempo, por lo que la grabación se realizó en un sólo día: el 23 de diciembre de 2001.


Sergey Dreyden interpreta el papel de Custine, mientras que quien pone voz al narrador es el propio director, Aleksandr Sokúrov. Asistimos a un despliegue de belleza pocas veces visto en la pantalla, donde a la impecable dirección artística, con todos esos atuendos de época y sus correspondientes peinados, se suman las numerosas obras de arte de grandes maestros (Rembrandt, El Greco, Rubens, Tintoretto...) que pasan ante nuestros ojos. Toda esta demostración refuerza el carácter sugerente de esta película, en la que acompañamos a los protagonistas en ese viaje por el Palacio (el "arca rusa" a la que alude el título) en cuyo interior se guarda buena parte de la memoria histórica y cultural de Rusia, en una mirada a la vez nostálgica y crítica con el pasado de su país. Y aunque Sokúrov fue acusado de reaccionario y de ensalzar al régimen zarista, esta reflexión sobre el devenir del tiempo y de los acontecimientos que marcaron la historia rusa va mucho más allá de un simple retrato de un lugar o época.







すべてのメリークリスマス

lunes, 22 de diciembre de 2014

El origen español del símbolo del dólar


Se trata probablemente de uno de los símbolos más universalmente conocidos. El símbolo del dólar americano, una S cruzada por una o dos líneas verticales está tan extendido que en no pocas ocasiones se utiliza para referirse al dinero en general y no sólo a la moneda estadounidense.
El símbolo comenzó a utilizarse en torno a la década de 1770. Sobre su origen hay diversas teorías, pero tienen un aspecto en común: su relación con el real de a ocho español.

Real de a ocho de Carlos IV
El real de a ocho (llamado así porque su valor era de ocho reales) empezó a acuñarse en plata a finales del siglo XV. Pero, tras la conquista de América y el descubrimiento de los inmensos yacimientos de plata de Zacatecas y Taxco en México y de Potosí en Bolivia, se acuñaron en territorio americano millones de estas monedas, que no sólo se distribuyeron masivamente por Europa a través de España, sino que también fueron enviadas en grandes cantidades a las Filipinas, donde los comerciantes las empleaban para adquirir mercancías procedentes de China y el sudeste asiático, ya que a menudo la plata era el único medio de pago que aceptaban los mercaderes chinos. Extendido por tantos mercados, el real de a ocho acabó por convertirse en una moneda de referencia que era aceptada por mercaderes de todo el mundo, por su abundancia y su amplia distribución (de la misma manera que lo sería más tarde la libra y lo es hoy en día el dólar estadounidense). Tal era el prestigio de esta moneda, que hubo países como Birmania, Sudán o Zanzíbar que, estando escasos de moneda propia, recurrieron a reacuñar reales de a ocho.

Reales de a ocho reacuñados en Arabia Saudí, Bahrein, Birmania, la colonia holandesa de Ceilán, China, Gran Bretaña, Hong Kong, Sudán, Tailandia y Zanzíbar
El real de a ocho también se hizo muy popular en la América no española. Fue muy utilizado en las colonias británicas de Norteamérica (a menudo escasas de moneda por causa de las restricciones impuestas por la corona inglesa), donde en un principio fue llamado Spanish thaller (el thaler o tálero era una moneda austríaca de plata, también muy famosa en la época). De ahí derivó en Spanish daller y, finalmente, en Spanish dollar.
Después de lograr su independencia, los Estados Unidos tardaron un tiempo en acuñar moneda propia, así que se permitió utilizar otras monedas extranjeras; una de las más populares fueron los reales españoles. En 1792 los norteamericanos acuñaron sus primeros dólares de plata, tomando como modelo los Spanish dollars, pero aún así muchos siguieron prefiriendo utilizar los reales de a ocho, más pesados y con un mayor porcentaje de plata. Los reales de a ocho continuaron siendo de curso legal hasta la reforma monetaria de 1857, que prohibió que monedas extranjeras fueran de curso legal, y su influencia en la economía norteamericana fue tal que la Bolsa de Nueva York siguió expresando el valor de las acciones en octavos de dólar hasta 1997.

Billete de cinco dólares en el que aparecen reales de a ocho
El símbolo $ aparece por primera vez en torno a la década de 1770 en diversos documentos comerciales de comerciantes que trataban con las colonias española, para referirse al real de a ocho. Sobre su origen, hay tres teorías principales:
- Que se trate de una simplificación de la abreviatura ps, de peso (el real de a ocho también era conocido como peso duro, peso fuerte o peso de a ocho). Con el tiempo, ambas letras acabaron por superponerse y finalmente el símbolo resultante se simplificaría hasta adoptar el aspecto que hoy conocemos.


Otra posibilidad es que derive de la abreviatura US, de Units of silver (unidades de plata); cada real era una unidad (a veces se recurría a dividir las monedas en ocho partes)


- Que derive de un número 8 (por los reales de a ocho) cruzado por una línea vertical, que serviría para señalar que se trata de un símbolo y no un número corriente.
- O bien, en una interpretación algo más rebuscada, que sea una representación simbólica de uno de los motivos más habituales en el real de a ocho: las columnas de Hércules con la leyenda "Plus Ultra"


Hay otras hipótesis, un tanto extravagantes, sobre el origen de este símbolo (que se inspira en las letras HS que llevaban inscritas las monedas romanas, que representa el caduceo del dios griego Hermes o incluso que es un símbolo de origen masón) pero resultan muy poco verosímiles, y hoy es comúnmente aceptado que el $ tiene un origen hispano.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Errol Flynn en la Guerra Civil española

Errol Flynn (1909-1959)

Si las películas protagonizadas por Errol Flynn son interesantes, su vida lo es mucho mas. El que fuera una de las estrellas por excelencia del cine de aventuras del Hollywood clásico con películas como Robin de los bosques o Murieron con las botas puestas tuvo una vida agitada que hubiera servido como inspiración no para una, sino para varias películas. Nacido en Tasmania en 1909, fue un niño rebelde (se escapó de casa por primera vez a los siete años) que estudió en Australia, Reino Unido y Francia, antes de dedicarse a recorrer mundo de un lado a otro dedicándose a todo tipo de trabajos. Fue boxeador olímpico en Amsterdam'28, peón, dependiente, marinero, pescador, dinamitero, cultivador de tabaco, buscador de oro y diamantes, cazador de cocodrilos, traficante de animales exóticos, gigoló y periodista, antes de dedicarse a la interpretación. A todo ello sumaba una personalidad arrolladora; seductor, divertido, mujeriego irremediable (a veces, demasiado; fue acusado de violación en tres ocasiones), aventurero, bebedor, siempre dispuesto a vivir intensamente la vida... Un auténtico personaje.
En 1937 Flynn se encontraba en Europa cuando decidió darse una vuelta por el frente de la Guerra Civil española. No lo hizo por compromiso ideológico, como otros ilustres visitantes del conflicto (George Orwell, Ernest Hemingway), sino para huir de una mujer. Más concretamente, de su mujer. En 1935 se había casado con la actriz y empresaria francesa Lili Damita, mujer de carácter volcánico, a la que no en vano apodaban Tiger Lil. La asfixiante y controladora personalidad de Damita llegó a agobiar a Flynn, acostumbrado a volar libre y hacer su voluntad, hasta hacerse insoportable. Me persigue, me persigue, no puedo más, llegó a escribir sobre ella a un amigo. Así que decidió tomarse unas vacaciones en un lugar al que ella no pudiera seguirle. Y, entre su esposa y la guerra, eligió la guerra. Para ello, obtuvo de su buen amigo, el magnate de la prensa William Randolph Hearst, una acreditación como reportero de la revista Photoplay, aunque no llegaría a publicar ni una sola línea. Con todo, Damita lo persiguió hasta la mismísima frontera franco-española, donde tuvo que dar la vuelta. ¡Al fin solo y libre!, dicen que exclamó el actor cuando supo que ella había vuelto a París.

Liliane Marie-Madeleine Carré, "Lili Damita" (1904-1994)
Flynn llegó a territorio republicano a finales de marzo de 1937 y durante varias semanas viajó por el país. Estuvo en Barcelona, Valencia, Madrid (donde se dijo, falsamente, que había sido herido en un bombardeo), Albacete, visitó a las Brigadas Internacionales, dio discursos ante los milicianos... Los republicanos le recibieron con grandes muestras de apoyo y entusiastas titulares periodísticos; esperaban que su visita fuera el preludio de la llegada de ayuda norteamericana (que nunca se produciría). También quiso ver el otro bando, pero los nacionales no le dieron facilidades y su estancia se limitó a una breve visita. De hecho, los franquistas no se fiaban demasiado de los actores; por aquel entonces circulaba una "lista negra" de intérpretes y directores hollywoodienses (entre ellos, Charles Chaplin, Joan Crawford, James Cagney, Douglas Fairbanks jr. y el propio Flynn) cuyas películas estaban prohibidas por estar señalados como simpatizantes de la República.

Flynn durante su estancia en Madrid
Una biografía publicada en 1980 acusaba a Flynn de haber sido simpatizante nazi y de haber espiado en favor del bando franquista durante su visita a España. De hecho, en su época circularon rumores de que Flynn había fotografiado instalaciones navales de California y Hawai (incluido Pearl Harbor) para los japoneses. Tales rumores incluso motivaron que se abriera una investigación por parte del FBI. Pero la verdad era la contraria; años más tarde los servicios secretos británicos confirmaron que Flynn había trabajado para ellos durante la guerra, y también se hizo público el diario que el actor había escrito durante su viaje, en el que dejaba clara su simpatía por los republicanos y el profundo desagrado que le habían causado los oficiales franquistas. No se puede decir lo mismo de su acompañante durante la visita: Hermann F. Erben, un oscuro personaje que habría hecho las delicias de Graham Greene o John LeCarré. Erben, austriaco de nacimiento pero con la nacionalidad estadounidense, que decía ser médico especialista en enfermedades tropicales, había conocido a Flynn en 1933, en Nueva Guinea, y se habían reencontrado en París. Lili Damita sentía hacia él una profunda antipatía (le llamaba "el cerdo") y el propio Flynn no se fiaba demasiado de él, pero le permitió acompañarlo a España, donde Erben se presentaba como miembro de la Institución Rockefeller (una entidad benéfica para el fomento de la educación infantil) y simpatizante comunista. En realidad, Erben era miembro del Partido Nazi, trabajaba para los servicios secretos alemanes y aprovechó la cobertura que le brindaba la compañía del actor para espiar a los republicanos, sacando numerosas fotografías de sus líderes y de los miembros de las Brigadas Internacionales, especialmente de los alemanes; fotografías que luego entregaría a la Gestapo y, según algunas fuentes, también al régimen de Franco.

Flynn y Hermann Erben
Después de unas semanas, Flynn volvería a París con Damita. Se separarían en 1940, poco antes del nacimiento de su único hijo, Sean; se divorciarían en 1942. Flynn moriría en 1959, solo, olvidado por casi todos, arruinado y totalmente alcoholizado. En cuanto a Erben, en las décadas posteriores estuvo apareciendo y desapareciendo en los lugares más insospechados: China, Irán, Pakistán, Arabia Saudí... rodeado por el misterio y sin que se supiera para quién trabajaba. Reapareció en 1978, como director de una leprosería en Borneo (Indonesia), y murió en 1985, llevándose a la tumba sus secretos.

martes, 16 de diciembre de 2014

Ingleses en el Río de la Plata (II)

Ante la amenaza de una inminente vuelta de los ingleses, una de las primeras disposiciones de Liniers como Capitán General fue la de organizar una serie de milicias ciudadanas de infantería, caballería y artillería, que reforzasen a las tropas profesionales en caso de una nueva invasión. La mayoría de estos batallones se nombraron según el origen de los que lo componían: así, estaban el Cuerpo de Patricios (formado por nativos porteños), el Cuerpo de Arribeños (de las provincias del interior), el Tercio de Gallegos, el de Andaluces, el de Montañeses (cántabros), el de Catalanes, el Cuerpo de Indios, Pardos y Morenos (indios, mestizos y ex-esclavos)...

Oficial y bandera del Tercio de Gallegos
Mientras tanto, la flota británica permanecía en el Río de la Plata, bloqueando sus puertos y esperando refuerzos. El 22 de septiembre de 1806, el gobierno de Londres ordenó de manera oficial la conquista de Montevideo y Buenos Aires, y dio instrucciones para enviar a Sudamérica al general Auchmuty, al frente de un nuevo contingente de tropas para apoyar a Popham. También acudió en su auxilio el 47º Regimiento de Infantería (unos 1400 hombres), al mando del coronel Blackhome, procedente de Sudáfrica.
El 29 de octubre de 1806 se produjo el primer ataque de las tropas británicas, que conquistaron la estratégica ciudad de Maldonado. El 14 de enero de 1807, una flota británica, mandada por el almirante Stirling (sustituto de Popham) llegaba a Montevideo llevando al ejército de Auchmuty (unos 4300 hombres) junto a varios batallones mas; un total de 6000 soldados, frente a los escasos 3000 que defendían la ciudad. Los británicos desembarcaron a diez kilómetros de la ciudad el día 16, y de nuevo quedó patente la cobardía del virrey Sobremonte, que se dio a la fuga. Pese a la tenaz resistencia de la guarnición y la ciudadanía, las tropas de Auchmuty tomaron Montevideo el 3 de febrero, eso si, sufriendo numerosas bajas. Liniers, que acudía en su auxilio con un ejército de 3000 hombres, tuvo que volverse a Buenos Aires.
Ante la desastrosa actuación de Sobremonte, se reunió en Buenos Aires un cabildo abierto (impulsado por Álzaga, elegido como alcalde en enero) que decidió desposeer de su cargo al virrey y nombrar a Liniers como virrey provisional del Río de la Plata. Una decisión insólita, ya que nunca un virrey, nombrado directamente por el rey español, había sido depuesto por una institución americana. Las autoridades españolas, temiendo que cundiera el ejemplo en otras colonias, anunciaron que Sobremonte había renunciado "por motivos de salud".

Sir John Whitelocke (1757-1833)
Los ingleses, por su parte, no dejaban de recibir refuerzos. En mayo llegaba a Montevideo el teniente general sir John Whitelocke para asumir el mando del ejército y poco después llegaba una flota al mando del general Craufurd, con otros 5000 soldados procedentes de Ciudad del Cabo, elevando el número total de soldados bajo el mando de Whitelocke a más de diez mil. El 28 de junio de 1807 más de 7000 ingleses desembarcaron en la Ensenada de Barragán, a 50 kilómetros de Buenos Aires. El 2 de julio, en la localidad de Miserere, tuvo lugar el primer enfrentamiento entre los invasores y los defensores de la ciudad. Las tropas al mando de Craufurd lograron romper la formación enemiga, obligándola a retirarse. Ahí Whitelocke cometió un grave error; en lugar de continuar avanzando, creyó que la victoria era segura y exigió la rendición de la ciudad, dando tres días de plazo, tiempo que emplearon los bonaerenses en reorganizar sus tropas y preparar la defensa de la ciudad.
Ante la falta de respuesta, las tropas británicas prosiguieron su avance hasta entrar en la ciudad a primera hora del día 5. Si pensaban que la conquista les resultaría tan sencilla como a Beresford, se equivocaron de cabo a rabo. Liniers y Álzaga habían convertido la ciudad en una ratonera, colocando barricadas, pozos y trincheras en la principales calles y apostando tiradores en ventanas y azoteas. El resto de los 9000 hombres de que disponían lo distribuyeron en distintos puntos estratégicos de la ciudad. Y Whitelocke colaboró con una estrategia errada, dividiendo sus tropas en doce columnas que entraron por distintos puntos, con la orden de no disparar hasta llegar a la Plaza de la Victoria.
Los soldados británicos empezaron a sufrir los ataques nada más entrar en la ciudad. Desde posiciones elevadas los tiradores batían sin piedad sus filas, mientras que desde las ventanas de las casas arrojaban sobre ellos piedras y líquidos hirviendo (agua, aceite, manteca derretida). Cada metro que se internaban en la ciudad era un infierno para ellos. Los británicos lograron alguna victoria parcial, pero a un gran coste, como la toma del cuartel de El Retiro, heroicamente defendido por cuatro compañías (una de Patricios, otra de infantes de Marina, la compañía de granaderos del Tercio de Gallegos y una compañía auxiliar de Pardos y Morenos), unos 600 hombres. Tras resistir hasta agotar sus municiones y viéndose acorralados, los defensores lanzaron un ataque a la desesperada con las bayonetas caladas dirigido por el capitán coruñés Jacobo Adrián Varela, logrando abrirse paso y evacuar a la mayor parte de sus tropas. Los ingleses tomaron el Retiro, pero sufrieron importantes pérdidas.
En pocas horas las columnas inglesas habían sido desbaratadas y la mayoría de los soldados que no habían muerto se batían en retirada. Craufurd se atrincheró con algunos hombres en el Convento de Santo Domingo, donde se negó a rendirse; siguió luchando hasta que, pasadas las tres de la tarde, tuvo que ceder y entregar su espada al capitán Bernardo Pampillo, de la 7ª Compañía del Tercio de Gallegos.
Los ingleses habían sufrido una derrota completa y sin paliativos. Habían tenido cerca de 3000 bajas: 311 muertos, 679 heridos y más de 1800 prisioneros y desaparecidos. Por su parte, los defensores de la ciudad habían tenido 302 muertos, 514 heridos y 105 desaparecidos. Liniers exhortó a Whitelocke a capitular. Éste aceptó las condiciones de Liniers el día 7, incluida una cláusula añadida por sugerencia de Álzaga, en la que el inglés se comprometía a abandonar el Río de la Plata, incluido Montevideo, con todas sus tropas antes de pasados sesenta días. Hubo un intercambio de prisioneros, los ingleses tuvieron que entregar sus armas y sus banderas y el 9 de septiembre abandonaban definitivamente Montevideo.
La brillante actuación de los defensores de Buenos Aires permitió a la corona española conservar sus colonias rioplatenses durante unos años; sin embargo, también sirvió para convencer a los criollos de que podían gobernarse a si mismos sin necesidad de la tutela española, lo que cristalizaría en la formación de una Junta autónoma en 1810 y más tarde en la independencia de Argentina (1816) y Uruguay (1830).
Santiago de Liniers, nombrado conde de Buenos Aires y que ostentaría el cargo de virrey hasta 1809, moriría fusilado en 1810, por mantenerse leal a la corona española y oponerse a los designios de la Junta, el mismo destino que sufrió Martín de Álzaga en 1812. Rafael de Sobremonte fue juzgado en consejo de guerra a su vuelta a la Península, pero no fue condenado (el propio Liniers testificó en su favor); sería ascendido a mariscal de campo y ocupó diversos cargos oficiales hasta su muerte, en 1827.
En el bando inglés, a Whitelocke se le atribuyó la responsabilidad de la derrota y sería sometido a un consejo de guerra a su vuelta a Inglaterra. Fue declarado culpable de haber cometido errores graves de estrategia como el haber dividido sus fuerzas y no haber socorrido a las columnas atrapadas en el interior de la ciudad, así como de haber entregado Montevideo pese a que la ciudad estaba bien defendida y no corría peligro inminente. Se le declaró "incapaz e indigno de servir a Su Majestad en cualquier servicio militar" y por ello se le expulsó deshonrosamente del ejército.
La derrota de sus tropas generó una durísima respuesta por parte de la prensa y la opinión pública del Reino Unido. Fue calificado de "desastre" y "calamidad nacional". El periódico The Times, muy crítico con la actuación de su ejército, dijo literalmente que "El plan original era malo, y mala la ejecución. No hubo nada de honorable o digno en él; nada a la altura de los recursos o el prestigio de la nación. Fue una empresa sucia y sórdida". Acusaba a su ejército de haber actuado movido únicamente por la codicia ("Avaricia y pillaje sólo comparables a las vergonzosas expediciones de los bucaneros") en lugar de haber tratado de ganarse el favor de los habitantes de la colonia y criticaba los múltiples errores cometidos tanto en la concepción como en la ejecución del plan. Aunque claro, quizá la reacción popular habría sido diferente de haber vuelto victoriosas sus tropas; no hay más que recordar cómo Popham y Beresford habían sido recibidos con alabanzas y celebraciones cuando volvieron a Londres con el tesoro saqueado en Buenos Aires. Tesoro que, por otra parte, los ingleses no consideraron conveniente devolver; se lo quedaron argumentando que era una compensación "por los prejuicios sufridos cuando los españoles habían abolido la libertad de comercio en el Río de la Plata". Como se suele decir, la victoria tiene muchos padres pero la derrota es huérfana.

Versos satíricos publicados en Londres sobre la desastrosa campaña del Río de la Plata
Según se sabría más adelante, los ingleses ya tenían maduro un plan para una intervención a mayor escala en las colonias españolas en América, para el que contaban con lograr el apoyo de los distintos movimientos revolucionarios que perseguían la independencia de dichas colonias. En el proyecto se contemplaba reforzar las posiciones en el Río de la Plata y enviar ejércitos a Colombia y Venezuela, primero, y más tarde a México. Para ello, ya habían empezado a acumular tropas en el puerto irlandés de Cork. Pero el desastre de Buenos Aires les hizo reconsiderar su plan, que finalmente sería desestimado. A partir de ahí, su apoyo a los independentistas americanos se limitaría a ser económico y político, pero no militar.

viernes, 12 de diciembre de 2014

Ingleses en el Río de la Plata (I)

La rendición de Beresford (pintura de Charles Fouqueroy)

A principios del siglo XIX, en plena guerra con Napoleón, y tras haber dejado clara su superioridad naval en Trafalgar, a los ingleses se les ocurrió "dejarse caer" por el Río de la Plata para ocupar las prósperas colonias españolas de Montevideo y Buenos Aires, con la excusa de que España era aliada del francés, igual que habían hecho con la colonia holandesa de Ciudad del Cabo (Sudáfrica). Lo hacían, por supuesto, para luchar contra la tiranía y para defender la libertad de los pueblos, y no (líbreme Dios) para establecer allí sus puestos comerciales y monopolizar el lucrativo comercio con Europa, ni buscando las riquezas de las colonias.
El ataque fue una iniciativa del almirante inglés Home Riggs Popham, cuya escuadra había conducido al ejército inglés que, comandado por el general David Baird, había tomado el Cabo de Buena Esperanza en enero de 1806. Camino de Sudáfrica, Popham se había enterado de que España se había aliado oficialmente con Napoleón. Lo cierto es que el almirante ya había redactado en 1804 un memorándum escrito en colaboración con el líder independentista venezolano Francisco de Miranda, en el que proponía la invasión de Sudamérica y la emancipación de las colonias españolas; ese memorándum había sido presentado al primer ministro William Pitt. En esa situación, el almirante Popham decidió que ya no había motivos para postergar más tiempo la invasión y decidió actuar por su cuenta. Tras obtener de Baird el préstamo de un regimiento de infantería, el 71º Regimiento de Highlanders, reforzado con marineros de su flota a los que se entrenó como soldados de infantería y con unos pocos soldados más que embarcó en la isla de Santa Helena, cruzó el Atlántico, partiendo de Sudáfrica el 14 de abril de 1806.

William Carr Beresford (1768-1854)
Como comandante del ejército invasor fue elegido el coronel William Carr Beresford. El 8 de junio, la flota británica fue avistada frente a Montevideo y, tras un amago de desembarco, el 25 de junio las tropas invasoras (unos 1600 hombres) mandadas por Beresford desembarcaban en Quilmes. Pese a que se temía un ataque inglés, apenas se habían tomado medidas defensivas. Las bien entrenadas tropas británicas desbarataron los ataques de los defensores y la lastimosa actuación del virrey Rafael de Sobremonte hizo el resto. Los ingleses tomaron Buenos Aires sin demasiados problemas, Beresford fue nombrado gobernador y Sobremonte huyó a Córdoba, donde estableció su capital provisional.
Las primeras decisiones tomadas por Beresford fueron (¡oh, sorpresa!) incautar el tesoro de la ciudad (más de un millón de pesos), que fue embarcado y enviado a Londres, y decretar el libre comercio. Visto que los ingleses no tenían intención de irse y ante la absoluta falta de reacción del virrey y su gobierno, fueron los porteños los que comenzaron a organizar la resistencia. El ex-alcalde y próspero comerciante Martín de Álzaga fue el principal organizador y financiador de las guerrillas que se formaron en la ciudad. Cientos de hombres recibieron armas y entrenamiento, mientras se llevaban a cabo los preparativos para el levantamiento. Y además, no tardaron en recibir ayuda procedente de Montevideo. Un ejército de 1600 hombres, enviado por el gobernador de aquella ciudad y mandado por el militar de origen francés Santiago María de Liniers, que antes de la invasión estaba al mando de la batería defensiva de la ensenada de Barragán, desembarcó el 4 de agosto cerca de la ciudad. Habían cruzado el Río de la Plata en las mismas narices de la flota británica, aprovechando la niebla y la sudestada (una tempestad propia de la región).

Santiago Antonio María de Liniers y Bremond, nacido Jacques de Liniers (1753-1810)
Las fuerzas de Liniers, apoyadas por una columna de unos 200 hombres procedentes de Tucumán y por la acción de las guerrillas urbanas en la ciudad, atacaron a los ingleses el 12 de agosto. La victoria de las tropas locales fue completa; los ingleses, con más de 200 muertos, tuvieron que rendirse sin condiciones y Beresford firmó su capitulación el 20 de agosto. En Buenos Aires los ingleses tuvieron que entregar sus banderas e incluso sus gaitas escocesas, emblema del regimiento de Highlanders. Liniers, caballeroso, dejó a Beresford en libertad bajo palabra, aunque luego el inglés aprovecharía para huir. Popham fue juzgado por una corte marcial acusado de abandonar su puesto, pero se libró con una severa amonestación (poco le importó, ya que su actuación le había granjeado la admiración popular). El rey británico Jorge III tuvo que tragarse el sapo de reconocer la derrota después de haber anunciado orgullosamente a sus ministros que "Buenos Aires ha sido conquistada". 46 días había durado el gobierno británico de Buenos Aires.
Tras la victoria, Santiago de Liniers fue nombrado Capitán General de la ciudad y la Real Audiencia asumió el gobierno civil. El virrey Sobremonte trató de retomar su cargo, pero, después de su vergonzosa actuación, no fue admitido en la ciudad y tuvo que marcharse a Montevideo.
Pero aquella calma sólo era pasajera. La flota británica permanecía fondeada en el Río de la Plata y tanto los rioplatenses como los ingleses sabían que un nuevo enfrentamiento era sólo cuestión de tiempo.

martes, 9 de diciembre de 2014

Sir Neil Loring

Sir Neil Loring (c.1315-1386)

Neil (o Nigel) Loring nació en Chalgrave (Bedfordshire) en torno a 1315, hijo de Roger Loring y Cassandra Perot, y nieto de sir Piers Loring, que había servido a las órdenes de Eduardo I Longshanks en las guerras contra los escoceses. Muy joven se unió al ejército inglés y no tardó en empezar a distinguirse; en 1335 le fue concedida una pensión anual de 100 chelines, y recibiría nuevas dádivas del rey Eduardo III en 1338 y 1339. Durante esa época también se desempeñó como soldado de fortuna, al servicio de distintos caudillos, como William Montagu, conde de Salisbury.
En 1340 tomó parte en la batalla naval de Sluys, el primer gran enfrentamiento entre ingleses y franceses de la Guerra de los Cien Años, donde volvió a distinguirse por su valor, tanto que fue nombrado caballero y se le otorgó una pensión vitalicia de 20 libras anuales. En 1342 luchó en Bretaña a las órdenes de sir Walter Mauny, uno de los más brillantes generales del rey Eduardo. Paralelamente a su carrera militar, también se distinguió como político y diplomático. En 1345 fue enviado a Roma junto a Michael de Northburgh, archidiácono de Chester que años más tarde se convertiría en obispo de Londres, para obtener del papa Clemente VI una dispensa para la boda del príncipe de Gales, Eduardo de Woodstock, que tan sólo contaba con quince años, con Margaret, una de las hijas de Juan III, duque de Brabante, aunque al final el matrimonio no se celebró. Ese mismo año de 1345 y en 1346 está a las órdenes de Henry de Grosmont, conde de Derby, al que acompaña en diversas incursiones por Poitou y Saintonge y en la batalla de Crecy. Y en 1347, es parte del séquito del rey Eduardo III en el sitio de Calais. En recompensa a sus destacados servicios, cuando el rey funda en 1348 la Muy Noble Orden de la Jarretera, la orden de caballería más antigua y prestigiosa de Inglaterra, sir Neil es uno de los 25 caballeros originales que la componen.

Eduardo de Woodstock, príncipe de Gales y Aquitania (1330-1376)
Su talento, valor y lealtad al rey le llevan a ser designado en diciembre de 1350 uno de los comisionados que el rey envía a los Países Bajos para negociar con la emperatriz Margarita II la cesión de la soberanía de Holanda al hijo de la emperatriz, Guillermo de Wittelsbach, aliado de los ingleses. En 1351, entra al servicio del príncipe de Gales, como chambelán ("para permanecer a su lado de por vida, en la paz como en la guerra") y miembro de su consejo, con un sueldo de 50 libras al año. Los siguientes años los pasa al lado del joven Eduardo (que más tarde acabaría siendo conocido como el Príncipe Negro), protegiéndolo, aconsejándolo y siguiéndolo en sus campañas militares: en 1353 en Aquitania, y en 1356 en la batalla de Poitiers, tras la cual es enviado de vuelta a Inglaterra para informar al rey de la gran victoria lograda y de la captura en su transcurso del rey de Francia, Juan II. De nuevo es recompensado por sus servicios, con una generosa pensión anual de más de 83 libras y con tierras en Gales. El príncipe Eduardo se refiere a él en 1357 como "mi querido y muy buen amigo".
En 1359 acompaña a Eduardo III a Francia, donde el rey firma el Tratado de Bretigny (25 de mayo de 1360), en el que Juan II entrega al rey inglés a cambio de su libertad una enorme suma de dinero y la soberanía de Aquitania. Una muestra de la alta estima que el rey tenía a sir Neil fue que éste figuró como uno de los testigos de la tregua y uno de los encargados de garantizar el cumplimiento de lo estipulado en el tratado.
En 1362 lo encontramos en Aquitania, preparando la llegada del Príncipe Negro, quien se instala allí asumiendo el título de Príncipe de Aquitania. A su lado, fielmente, permanece Loring cuando el Príncipe interviene en la guerra civil que enfrenta al rey de Castilla Pedro I el Cruel y a su hermanastro Enrique de Trastámara, tomando partido por Pedro y derrotando a los mercenarios franceses de Enrique en la batalla de Nájera (3 de abril de 1367), en la que sir Neil combate junto al Príncipe. A finales de junio de ese año sir Neil es enviado a Sevilla para pedirle al rey castellano que cumpla sus promesas de proporcionarle a Eduardo refuerzos, suministros y dinero; promesas que nunca llegaría a cumplir, lo que provocó la marcha del Príncipe Negro de vuelta a territorio francés.
En 1369 encontramos a sir Neil bajo las órdenes de sir Robert Knolles en el sitio de Domme y en 1370 lucha en Poitou y Limoges bajo el mando de John Hastings, conde de Pembroke. Poco después, tras casi cuatro décadas como soldado, decide retirarse a sus posesiones de Chalgrave. Se había casado en 1343 con Margaret de Beaupel, con la que tuvo dos hijas: Isabel, que se casaría dos veces, la primera con sir William Cogan, barón de Bampton, y la segunda con sir Robert Harington, 3º barón de Harington; y Margaret, que se casó con Thomas Pervyre, hijo del señor de Toddington.
Pero su retiro duró apenas un año, ya que en 1371 es reclamado por el príncipe Eduardo, con el que permanece hasta que Eduardo de Woodstock muere el ocho de junio de 1376, sólo una semana antes de cumplir 46 años. Apenas un año después, moría también Eduardo III, con lo que subiría al trono Ricardo II, hijo del Príncipe Negro. Sir Neil permanecería a su servicio hasta 1380, en que se retira definitivamente de la vida pública.
Sir Neil Loring murió el 18 de marzo de 1386. El lugar de su enterramiento no está claro; según algunos, fue enterrado en el Priorato de Dunstable, propiedad de la orden de los agustinos, y según otros, en la iglesia de Chalgrave. En dicha iglesia se conservan dos tumbas con efigies de guerreros, datadas a finales del siglo XIV. Uno de los guerreros tiene a sus pies un león (lo que indicaría que murió en combate) y el otro, un sabueso; sería ésta la de sir Neil, pero no se ha podido probar todavía. En su testamento, dejó generosos legados a monasterios y órdenes religiosas, así como una valiosa corona de oro y 2367 grandes perlas para sus dos hijas.
Sir Neil Loring alcanzó gran fama en vida, que se fue acrecentando tras su muerte. En una época en la que ya se vislumbraba la decadencia del viejo código de la caballería medieval, él fue uno de sus más brillantes exponentes, valeroso, honesto, fuerte, hábil como guerrero tanto como político, y absolutamente leal a su rey. Siglos más tarde, sir Arthur Conan Doyle lo haría protagonista de dos de sus novelas históricas, The White Company (1891) y Sir Nigel (1906).

Supuesta tumba de sir Neil en Chalgrave

sábado, 6 de diciembre de 2014

Las tierras raras (II)


Europio (Eu): Número atómico 63. No se usa en su forma metálica, sino como óxido de europio (Eu2O3). Compuestos fluorescentes, pantallas LCD y cristales son sus principales usos.










Gadolinio (Gd): Número atómico 64. Se caracteriza por tener un efecto magneto-calórico (su temperatura puede variar si se somete a un campo magnético). Se emplea en sistemas de refrigeración industrial, aleaciones termorresistentes y como contraste en resonancias magnéticas.







Terbio (Tb): Número atómico 65. Sus principales aplicaciones son las células de combustible, los sistemas de grabación de datos, los componentes electrónicos y los tubos de imagen.









Disprosio (Dy): Número atómico 66. Se usa en materiales para láseres, discos compactos, electrodomésticos y en las barras de control de los reactores nucleares.









Holmio (Ho): Número atómico 67. Es el elemento de mayor poder magnético, por lo que se utiliza para fabricar imanes de alta potencia, además de en cirugía láser y sistemas de seguridad de reactores nucleares. Asimismo, se emplea en diversos componentes electrónicos.







Erbio (Er): Número atómico 68. Esencial para la fabricación de láseres industriales, amplificadores de fibra óptica, aleaciones y para la fabricación de instrumental médico.









Tulio (Tm): Número atómico 69. Interviene en la composición de materiales cerámicos que mejoran la efectividad de los microondas. Sirve de fuente de radiación en equipos de rayos X portátiles y en algunos tipos de láseres.








Iterbio (Yb): Número atómico 70. Se usa como catalizador, en sensores de alta sensibilidad, en aleaciones para mejorar la calidad del acero, como fuente de radiación para equipos de rayos X y en instrumental de odontología.
Lutecio (Lu): Número atómico 71. Es uno de los más escasos (y, por lo tanto, de los más caros). Se utiliza como catalizador de numerosas reacciones químicas, en lámparas LED, aparatos de rayos X y en la tomografía por emisión de positrones (PET), y se estudia su uso en medicina nuclear.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Las tierras raras (I)

En Química se conocen como tierras raras o metales especiales a un grupo de elementos metálicos del grupo IIIB de la tabla periódica. Son en total 17 elementos: escandio, itrio y los 15 elementos de la serie de los lantánidos (cerio, disprosio, erbio, europio, gadolinio, holmio, iterbio, lantano, lutecio, neodimio, praseodimio, prometio, samario, terbio, tulio), la mayoría de los cuales se descubrieron en los siglos XVIII y XIX. Durante mucho tiempo fueron simples curiosidades científicas, sin utilidad práctica, pero recientemente sus propiedades químicas, eléctricas y magnéticas han demostrado tener numerosas aplicaciones tecnológicas, lo que las ha vuelto imprescindibles y disparado su cotización.
El apelativo de "raras" no hace referencia a su escasez, ya que muchos de estos elementos se encuentran en abundancia en la corteza terrestre, sino a que rara vez se encuentran en elevadas concentraciones, lo que dificulta y encarece notablemente su extracción; generalmente es necesario remover y tratar ingentes volúmenes de materiales para conseguir refinar una pequeña cantidad. Se presentan como óxidos o hidróxidos formando parte de al menos 200 minerales diferentes, siendo los más habituales la monacita, la loparita, la allanita, la xenotima o la bastnasita.
China es, con mucha diferencia, el principal productor de tierras raras, dominando más del 90% de la producción mundial, seguida de muy lejos por Rusia y la India. Gracias a esta posición privilegiada, China controla el mercado, lo que ha causado no pocos enfrentamientos comerciales con otras potencias industriales en los que incluso ha tenido que intervenir la Organización Mundial de Comercio.

Escandio (Sc): Número atómico 21. Sus aleaciones se usan en la industria aeroespacial y también se emplea en luces de alta intensidad y lámparas de vapor de mercurio.
Itrio (Y): Número atómico 39. Se emplea en superconductores, baterías, aparatos de rayos X, láseres, teléfonos móviles, LEDs, pantallas de televisión, como catalizador y en lentes de gran resistencia. También como aditivo en determinadas aleaciones y como estabilizante del óxido de zirconio en la fabricación de cerámicas de alta resistencia. Los granates de itrio-hierro tienen múltiples aplicaciones en telecomunicaciones, y los isótopos radiactivos del itrio se emplean en el tratamiento de tumores.
Lantano (La): Número atómico 57. Vital para la fabricación de cristales de alta refracción y electrodos de batería. También se usa en aleaciones como el mischmetal, superconductores, catalizadores, medicinas, resonancias magnéticas y para fabricar lentes de precisión. Es muy probable que, en un futuro no muy lejano, sea un componente esencial de las baterías de los vehículos eléctricos.
Cerio (Ce): Número atómico 58. Sirve para la fabricación de catalizadores, imanes y para el pulido de lentes e instrumentos ópticos. También para las lámparas LED y pantallas táctiles. Combinado con el óxido de zirconio forma una cerámica de gran dureza y resistencia (es la que se utilizaba para recubrir los transbordadores espaciales). Y, al igual que el lantano, está presente en la piedra de los mecheros.


Praseodimio (Pr): Número atómico 59. Se usa en aleaciones de alta resistencia para la industria aeroespacial, en imanes, en las luces de arco de carbón y como pigmento amarillo en vidrios y cerámicas.








Neodimio (Nd): Número atómico 60. Se emplea en la fabricación de los imanes de neodimio, de gran potencia y esenciales en todo tipo de aparatos electrónicos, así como en la de lentes protectoras, rubíes sintéticos, lámparas LED y pantallas táctiles.

Prometio (Pm): Número atómico 61. Es el único que no se encuentra en estado natural, sino que se obtiene de manera artificial en reactores nucleares. Se usa como fuente de radiación en aparatos portátiles de rayos X y equipos de medición de espesores, y como combustible en generadores de radioisótopos.

Samario (Sm): Número atómico 62. En óptica se usa para absorber luz infrarroja y como aleación en los imanes de samario-cobalto, usados en sistemas de armamento. También se emplea en la construcción de láseres.