lunes, 19 de enero de 2015

El rescate de la Soyuz 23


El 14 de octubre de 1976 partía del cosmódromo kazajo de Baikonur la nave Soyuz (Unión) 23, con destino a la estación espacial militar Salyut (Saludo) 5. A bordo, dos tripulantes: el coronel Vyacheslav Dmitriyevich Zudov, como comandante de la misión, y el ingeniero de vuelo Valeri Ilich Rozhdestvensky. Estaba previsto que permaneciesen entre 70 y 80 días en la Salyut, realizando una serie de experimentos científicos y técnicos.

Salyut 5
La primera parte de la misión transcurrió sin novedad. Pero cuando la Soyuz estaba a apenas unas decenas de metros de la Salyut, el sistema Iglá de telemetría para el atraque automático sufrió una avería. Un sensor defectuoso indicó erróneamente que el módulo no llevaba aceleración lateral, con lo que la nave encendió uno de sus cohetes de manera automática tratando de compensar la trayectoria, desviándose casi 100 metros de su rumbo. Ese impulso imprevisto dejó a la nave sin combustible suficiente para intentar la maniobra de forma manual (la tripulación, además, había sido entrenada para realizar de forma manual el atraque, pero no la maniobra de aproximación), por lo que se decidió abortar la misión y traer de vuelta a los cosmonautas. Pero ya habían perdido la ventana de reentrada para aquel día, por lo que tuvieron que esperar al día siguiente, lo cual les dejaba en una posición algo problemática, ya que las baterías de la Soyuz tenían energía sólo para dos días. Por ello, se vieron obligados a apagar todos los sistemas no esenciales de la nave, incluida la radio, para ahorrar energía.
La Soyuz 23 volvió a la Tierra pasadas las ocho de la tarde del día 16 de octubre. Y lo hizo en medio de una violentísima tormenta de nieve, con temperaturas de -22º y vientos muy fuertes, que desviaron la nave de su rumbo. En lugar de aterrizar en Baikonur, como estaba previsto, cayó a tierra 150 kilómetros al noreste del cosmódromo, sobre la superficie del lago Tengiz. La capa de hielo que cubría el lago no resistió el peso de la nave y se rompió. No habría sido un problema, ya que la Soyuz estaba diseñada para que pudiera flotar, pero el paracaídas de descenso se llenó inmediatamente de agua y su peso hundió la cápsula casi por completo. La válvula que les hubiera permitido tomar aire fresco del exterior había quedado bajo el agua y tuvieron que mantenerla cerrada. Tampoco podían salir: la escotilla estaba casi completamente bajo la superficie. Si la abrían, el módulo podía inundarse y hundirse antes de darles tiempo a salir. Y aunque hubieran logrado salir, con las temperaturas extremas del exterior y sin forma de calentarse, hubieran muerto por congelación en cuestión de minutos. Así que tuvieron que quedarse en el interior de la nave, esperando a que los rescataran y apagando todos los sistemas (incluida la calefacción), excepto una pequeña luz, para reservar la escasa energía para el sistema de purificación del aire. Además, la radio dejó de funcionar al poco de aterrizar, lo que los dejó incomunicados.


El rescate no iba a ser en modo alguno sencillo. Las pésimas condiciones climatológicas hacían difícil ver las balizas de señalización de la nave e impedían la llegada de los helicópteros. Intentaron llegar hasta ellos con balsas de goma, pero el hielo y el lodo les impedían avanzar. Y cuando probaron con vehículos anfibios, éstos quedaban encallados en los pantanos que rodeaban el lago. No fue hasta la mañana siguiente en que el tiempo mejoró lo suficiente para que un helicóptero, pilotado por uno de los mejores pilotos del ejército ruso, llegara hasta el lugar donde se encontraban. Una vez allí, varios buceadores saltaron al agua y lograron enganchar a la cápsula un cable. Sin embargo, la Soyuz era demasiado pesada para que el helicóptero pudiera levantarla, por lo que tuvo que arrastrarla sobre la superficie del lago durante seis kilómetros, hasta llegar a tierra firme. Una vez allí, Zudov y Rozhdestvensky salieron al exterior tranquilos y sonrientes, pese a haber pasado casi doce horas atrapados soportando bajísimas temperaturas y el riesgo de quedarse sin energía y asfixiarse (algunos de sus rescatadores temían que ya estuviesen muertos). Ambos serían condecorados posteriormente. No volverían al espacio, aunque Zudov fue suplente en otras dos misiones Soyuz. Las autoridades soviéticas decidieron a raiz de este suceso la creación de un grupo especial de rescate, preparado para intervenir en todo tipo de condiciones adversas.

Rozhdestvensky y Zudov, tras ser rescatados

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