viernes, 27 de marzo de 2015

Los falsos Romanov (I)

La familia real rusa. Detrás, la gran duquesa María y la zarina Alejandra. Delante, sentados, la gran duquesa Olga, el zar Nicolás II, la gran duquesa Anastasia, el zarevich Alexei y la gran duquesa Tatiana


La medianoche del 17 de julio de 1918 el zar Nicolás II de Rusia y su familia fueron conducidos al sótano de la casa Ipátiev, la residencia de un comerciante de Ekaterinburgo en la que llevaban varios meses prisioneros. La excusa que les habían dado era que iban ser trasladados, pero antes iban a sacarles una fotografía. No se imaginaban que, semanas antes, el gobierno bolchevique, preocupado por el discurrir de la guerra civil y temiendo que la familia real fuera rescatada por el ejército Blanco, había dado orden de que fueran ejecutados. Con toda la familia reunida, un pelotón de ejecución armado con fusiles entró de repente en la habitación y abrió fuego contra ellos. Además del zar y su esposa, la zarina Alejandra, perecieron sus cinco hijos, las Grandes Duquesas Olga, Tatiana, María y Anastasia, y el zarévich Alexei. Junto a ellos también murieron el médico de la corte, Yevgeny Botkin; la camarera Anna Demidova; el cocinero Ivan Kharitonov; y el mayordomo Alexei Trupp. Los hijos del zar no murieron en el acto (los gruesos corsés y las joyas que las duquesas llevaban cosidas en sus ropas desviaron las balas) y fueron luego rematados a tiros y bayonetazos.

Sótano de la casa Ipatiev donde tuvo lugar el fusilamiento
El responsable de la ejecución, Yákov Yurovski, tenía órdenes de hacer desaparecer los cuerpos para evitar cualquier tipo de culto a los restos del zar. Por eso, esa misma noche los cadáveres fueron cargados en un camión y llevados a las afueras de Ekaterimburgo, donde fueron depositados en un antiguo pozo minero conocido como Los Cuatro Hermanos. Al día siguiente, temeroso de que se extendiera el rumor de la ejecución por la ciudad y que alguien tratara de recuperar los restos, Yurovski ordenó que los cuerpos fueran trasladados a un lugar diferente y destruidos, incinerándolos o disolviéndolos en ácido. Pero el camión que los trasladaba se averió a mitad de camino, lo que hizo que Yurovski, nervioso, decidiera sepultarlos en un bosque cerca de la carretera de Koptyaki, en el interior de una vieja mina abandonada. El paradero de los restos de la familia real pasó así a ser un misterio conocido por muy pocos.

No fue hasta 1979 en que el geólogo Aleksandr Avdonin y el cineasta Geli Riábov dieron con el lugar del enterramiento tras una intensa investigación, pero no comunicaron su hallazgo temiendo represalias. Una década más tarde, en 1989, cuando ya soplaban nuevos vientos de cambio en la política soviética, se atrevieron a hacerlo público. La tumba fue abierta en 1991 y los cadáveres que contenía, exhumados. Las pruebas de ADN confirmaron en 1998 que los restos pertenecían al zar, a su esposa, a tres de sus hijas y a sus servidores; faltaban los cuerpos de la duquesa María y el zarévich Alexei. En 2007, un arqueólogo aficionado encontraba más restos humanos (que aparentemente habían tratado de quemar) en una fosa no muy lejos de la anterior, y en 2008 se confirmó que eran los de María y Alexei. Los restos de toda la familia descansan en la catedral de San Pedro y San Pablo, en San Petersburgo.

Pero hasta aquel entonces, la falta de datos de lo que había sido de la familia real rusa había provocado multitud de rumores sobre el destino de la familia Romanov, acerca de si realmente todos sus miembros habían muerto o alguno había logrado escapar. Y a lo largo de aquellos años fueron docenas las personas (impostores, estafadores o personas con problemas mentales) los que se atribuyeron ser alguno de los jóvenes Romanov, salvados milagrosamente de la ejecución.

Anna Anderson (Anastasia)


Anna Anderson (1896?-1984)
Sin duda alguna, la más popular de todos estos pretendidos Romanov fue la supuesta duquesa Anastasia cuya historia inspiró no pocas películas y novelas. Todo comenzó el 27 de febrero de 1920, cuando una joven que había intentado suicidarse arrojándose a un canal paralelo al río Spree fue rescatada por un policía berlinés. Al no llevar documentación y no querer identificarse, fue ingresada en un hospital psiquiátrico, donde permanecería dos años. Tenía cicatrices en la cabeza y el abdomen y hablaba alemán con un fuerte acento extranjero.
A principios de 1922, una de las compañeras de la desconocida comenzó a decir a todo el mundo que se trataba de la duquesa Tatiana de Rusia. Pero, ante el interés que despertó tal declaración, la joven afirmó ser la hija menor de los zares, Anastasia. Según su historia, un guardia bolchevique la había ayudado al descubrir que no estaba muerta sino simplemente herida. La había puesto a salvo, había curado sus heridas y más tarde, le había ayudado a huir de Rusia. Tras salir del hospital, la joven comenzó a utilizar el nombre de Anna Tschaikovsky y a presentarse como la desaparecida duquesa Anastasia. Mucha gente la creyó y su caso se hizo célebre enseguida. Pero, en 1927, el gran duque Ernesto Luis de Hesse, hermano de la zarina Alejandra, contrató a un detective para investigarla. La conclusión del detective fue rotunda: la supuesta Anastasia era en realidad Franziska Schanzkowska, una joven polaca de humilde origen que había tenido problemas psicológicos tras haber perdido a su prometido en la Primera Guerra Mundial y haber sufrido heridas en un accidente en una fábrica de municiones en la que trabajaba. Sin embargo, ella mantuvo su historia, pese a que a lo largo de los años mucha gente que había conocido a la auténtica Anastasia (incluidos familiares directos de los Romanov) negó que ella fuese quien decía ser e incluso un hermano suyo la reconoció como Franziska. Tras una breve estancia en los EEUU (donde adoptó el nombre de Anna Anderson) volvió a Alemania, donde sobrevivió gracias a las donaciones de diversas personas y trató de ser reconocida oficialmente en los tribunales para poder reclamar la herencia de la familia Romanov, sin éxito. En 1968 volvió a Estados Unidos, donde se casaría con un excéntrico profesor apellidado Manahan. Allí murió en 1984 y fue incinerada. Años más tarde, las pruebas de ADN hechas a varias muestras de tejidos suyos guardadas en un hospital demostrarían que no tenía parentesco alguno con los Romanov, pero si con miembros de la familia Schanzkowski.

Marga Boodts (Olga)


Marga Boodts (1895-1976)
Hoy en día se sabe todavía muy poco sobre los orígenes de Marga Boodts. Aunque tenía pasaporte alemán, unos le atribuyen un origen polaco y otros holandés. Tomó su apellido de un oficial del ejército alemán con el que estuvo brevemente casada entre 1926 y 1928, pero se sabe que utilizó otros nombres a lo largo de su vida, según ella, para despistar a los agentes soviéticos. No fue hasta años más tarde que públicamente afirmó ser la duquesa Olga, la primogénita de Nicolás II. Según contaba, un soldado cosaco llamado Dimitri, con el que había tenido tiempo atrás un romance, formaba parte del pelotón de fusilamiento y fue quien la salvó. Tras un tiempo escondida en una casa de campesinos, una red de personas leales al zar le ayudó a llegar a China. Lo sorprendente de su caso es que a diferencia de otros falsos Romanov nunca trató de aprovecharse de su fama; vivió una vida discreta y poco llamativa, sin conceder entrevistas ni aparecer en los medios. Además, al parecer recibió ayuda económica del mismísimo kaiser Guillermo II y del príncipe Segismundo de Prusia, primo carnal de la duquesa Olga, quien siempre defendió que Marga era verdaderamente la hija de los zares. En 1956 escribió sus memorias, Io Vivo, que sin embargo no se publicaron hasta años después de su muerte. También recurrió a los tribunales, en su caso los vaticanos, para obtener reconocimiento oficial, sin éxito, aunque parece ser que llegó a ser recibida por el papa Pio XII. Pasó sus últimos años en Italia y murió en 1976, en una residencia de ancianos en Como. En su tumba se colocó una lápida con el lema "En memoria de Olga Nikolayevna 1895-1976, hija mayor del emperador Nicolás II de Rusia".

Ceclava Czapska (María)


Ceclava Czapska (1899-1970)
A finales de 1918, huyendo de las tropas soviéticas, llegaban a Rumanía los hijos del volodar de Ucrania, los príncipes Nicolás y María Dolgóruky, que quedaron bajo la protección del rey Ferdinand I. Con ellos venían el marido de María y una noble polaca, Ceclava Czapska, que se casaría con Nicolás en enero de 1919. Lo que nadie esperaba es que después Ceclava proclamase ser en realidad la gran duquesa María de Rusia. Contaba cómo había sido trasladada junto a su madre y sus hermanas en secreto desde Ekaterimburgo a Perm, y de allí a Moscú, donde Gueorgui Chicherin, ministro de Exteriores del gobierno soviético, le había anunciado su evacuación a Ucrania, con documentación falsa y un título nobiliario polaco perteneciente a la familia del propio Chicherin.
Tras su boda, el matrimonio Dolgóruky llevó una vida viajera, pasando por Turquía, Italia (donde el gobierno les concedió el título de Condes di Fonzo), Bélgica, Alemania, el Congo... Finalmente, el matrimonio pasó sus últimos años en Italia, donde murieron, en 1970. Al parecer, durante esos años Ceclava mantuvo contacto frecuente con Marga Boodts. A su muerte dejó un testamento autógrafo en el que afirmaba, una vez más, ser María Romanov y legaba a su nieto mayor, Alexis, los derechos al trono ruso.

Eugenia Smith (Anastasia)


Eugenia Smith (1899-1997)
Nacida como Eugenia Drabek en 1899, en Bukovina (entonces parte del imperio austrohúngaro), esta mujer entró en los EEUU como inmigrante en los años 20 con el apellido Smetisko, en teoría el de su marido, aunque nunca se pudo probar que tal matrimonio hubiera tenido lugar. En 1963, tras décadas viviendo en Chicago como dependienta y modista, Eugenia se mudó a Nueva York y se presentó a un editor con una supuesta autobiografía de la gran duquesa Anastasia, en la que ésta contaba cómo había logrado huir de la ejecución de su familia. Eugenia afirmaba que la duquesa se la había entregado, pero el editor, que no se lo acababa de creer, sometió a la anciana al detector de mentiras... que no superó. Acto seguido, Eugenia cambió su versión y pasó a decir que ella misma era Anastasia, cambiando su fecha y lugar de nacimiento por los de la gran duquesa. Esta reclamación la convirtió en un personaje popular de la vida social neoyorkina, a pesar de que no pudo aportar ni una sola prueba de lo que decía: ni su rostro (estudiado por antropólogos) se correspondía con el de la duquesa, ni su escritura, ni fue reconocida por varias personas que habían tratado con la verdadera Anastasia, como su prima lejana la princesa Nina Georgievna. Incluso llegó a reconocer como su hermano Alexei a otro sonado impostor, Michael Goleniewski, pese a que en su libro decía haber visto su cadáver. En los años 70, Eugenia se mudó a Newport y llevó una vida retirada, negándose a hablar más de su pretendida identidad. En los años 90 se negó a facilitar una muestra de ADN para comprobar su supuesto parentesco con los Romanov. Murió en una residencia de ancianos en 1997.

Michelle Anches (Tatiana)


Michelle Anches (?-1926)
Se sabe muy poco sobre los orígenes de Michelle Anches. Un conserje de hotel afirmó haberla conocido en Siberia, en torno a 1923, y que ella le había confesado ser una de las hijas de Nicolás II. Posteriormente se mudó a Francia, donde en 1925 reveló que era la gran duquesa Tatiana de Rusia y expresó su intención de encontrarse con la emperatriz viuda María Fiódorovna, madre de Nicolás II, que vivía retirada en Dinamarca, su país natal, y que nunca acabó de aceptar la muerte de su hijo y sus nietos. Sin embargo, el encuentro no llegó a producirse, ya que Michelle fue asesinada en el modesto apartamento parisino en el que vivía. Nunca se halló al responsable de su muerte.


2 comentarios:

  1. Conocía el,caso de la Anderson/Schanzkowska, harto sonado. Pero desconocía al resto de "candidatas" al titulo de gran duquesa. Interesante.

    Un abrazo

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    1. Pues esto no es nada, sólo es una selección de las más celebres. Hubo más de 30 aspirantes a Anastasia, otras tantas a Tatiana y medio centenar que dijeron ser María. También hubo unos cuantos Alexeis. Incluso hubo tres hermanos argentinos que dijeron ser Olga, Anastasia y Alexei.
      Un abrazo, Rodericus.

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