domingo, 20 de diciembre de 2015

Ferdinand Demara, el gran impostor

Ferdinand Waldo "Fred" Demara Jr. (1921-1982)

De entre la larga lista de farsantes que en el mundo ha habido y hay, el nombre de Ferdinand Demara destaca sobremanera. Un hombre que sobresalió en el arte de la impostura y que no en vano recibió el apodo de "El Gran Impostor", ya que a lo largo de su vida se hizo pasar por médico, psicólogo, abogado, sheriff, investigador médico, guardia de prisiones, profesor, pedagogo o editor, entre otros.
Ferdinand Waldo Demara Junior (aunque todos le llamaban Fred) nació el 21 de diciembre de 1921 en Lawrence, Massachusetts. Sus primeros años fueron felices y sin preocupaciones; su familia estaba razonablemente bien situada, su tío Napoleón era propietario de varios cines y su padre trabajaba para él como proyeccionista. Pero todo cambió con la gran crisis económica de 1929. Ferdinand senior perdió casi todo su dinero y la familia empezó a vivir con estrecheces y tuvo que mudarse a un barrio más humilde. El pequeño Fred nunca llegó a asumir del todo esos cambios y cuando contaba dieciséis años se escapó de casa.
Tras dar algunos tumbos acabó en un monasterio cisterciense de Rhode Island, donde permaneció varios años y de donde salió en 1941 para alistarse en el ejército. La experiencia no debió de ser cómo la imaginaba, ya que al año siguiente desertó y dio comienzo a lo que a partir de ese momento iba a ser una constante: vivir bajo una identidad falsa. Concretamente, la de un compañero de armas llamado Anthony Ignolia. Bajo ese nombre volvió a la vida monacal y estuvo un tiempo en un monasterio trapense cerca de Louisville (Kentucky), de donde una vez más salió para alistarse, esta vez en la Marina. Y de nuevo se aburrió pronto, aunque esta vez fue más creativo: en lugar de desertar, fingió su suicidio y volvió a cambiar de nombre. Haciéndose llamar Robert Linton French, identidad bajo la cual fue profesor de psicología en el prestigioso Ganon College de Pennsylvania. Pronto volvió a cambiar de aires: fue celador en un hospital en Los Ángeles y de nuevo profesor en el St. Martin's College (Washington) antes de que el FBI lo arrestara... pero no por suplantación de identidad, sino por desertor.
Cumplió 18 meses de prisión, pero cuando quedó en libertad, volvió a asumir una identidad falsa, la del doctor Cecil Hamann, bajo la cual tomó clases nocturnas de Derecho en la Northeastern University. Poco después, sin embargo, volvió a salirle la vena religiosa, y de nuevo ingresó en un monasterio, el de los Hermanos de la Instrucción Cristiana, en Maine. Allí, haciéndose llamar sencillamente "hermano John" conoció a un joven médico canadiense llamado Joseph C. Cyr, que despertó su admiración por sus habilidades médicas. Tanto fue así que, literalmente, se convirtió en él. Y bajo la identidad del doctor Cyr cometió la más audaz y sorprendente de sus suplantaciones.

El HMCS Cayuga
Poco después de salir del monasterio, el falso doctor Cyr se presentó en una oficina de reclutamiento de la Marina canadiense en la provincia de New Brunswick y se alistó como médico militar. No tardó en ser destinado al destructor HMCS Cayuga, enviado como apoyo a la guerra de Corea. Allí, pese a carecer completamente de formación médica, se las arregló para atender a la tripulación gracias a la ayuda de varios libros de medicina y a generosas dosis de penicilina. Sus mayores apuros los pasaba cuando evacuaban al barco a algún combatiente con heridas serias. Sus más destacadas operaciones las practicó en dieciséis soldados coreanos con heridas graves que fueron evacuados al Cayuga. En esas situaciones, mientras el quirófano y los heridos eran preparados para la intervención, Demara se encerraba en su habitación y memorizaba los procedimientos que iba a efectuar tal y como venían en los manuales de cirugía. Y, sorprendentemente, esos dieciséis soldados sobrevivieron y se recuperaron, pese a que Demara les practicó operaciones complejas como amputaciones y cirugías torácicas.
Estas intervenciones aumentaron la fama y el prestigio de Demara. Y fue esa fama la que lo desenmascaró. Un periódico canadiense publicó un artículo sobre el Cayuga en el que hablaba del buen hacer del cirujano de a bordo. El artículo fue leído por la madre del verdadero doctor Cyr quien, sabiendo que su hijo ejercía la medicina en Gran Falls (New Brusnwick) alertó a las autoridades, quienes a su vez informaron al capitán del Cayuga, James Plomer, que en un principio se negaba a creer que su médico fuera un impostor y que ni siquiera era médico. Demara fue inmediatamente trasladado de vuelta a Canadá, pero la Marina canadiense no presentó cargos (seguramente para no darle más publicidad al asunto) y Demara volvió a los EEUU.

Fred Demara, en su época en la Marina canadiense
De regreso en su país, Demara retomó su falsa identidad de "hermano John Payne" y, bajo los auspicios de los Hermanos de la Instrucción Cristiana, fundó un colegio religioso, el LaMennais College (hoy en día, la Universidad Walsh, una prestigiosa universidad privada católica), aunque pronto abandonó la orden, disgustado porque no había sido nombrado rector del nuevo colegio.
Demara continuó con su dinámica habitual: falsas identidades en trabajos en los que generalmente permanecía poco tiempo. También por esa época vendió su historia a la revista Life para un reportaje, que daría lugar a un libro escrito por Robert Crichton y publicado en 1959 con el título de "El gran impostor", y que a su vez se convertiría en un filme del mismo título dirigido en 1961 por Richard Mulligan y protagonizado por Tony Curtis y Karl Malden.


A todo esto, Demara seguía a lo suyo. En 1955 trabajaba en una prisión de Huntsville (Texas) bajo el nombre de "doctor Benjamin Jones", hasta que alguien vio su foto en el famoso artículo de la revista Life. Entonces buscó nuevos horizontes y se mudó a la costa este, fingiendo ser Martin Godgart, profesor de instituto. No obstante, en 1957 fue arrestado en Maine, teniendo que cumplir seis meses de prisión por suplantación de identidad.
Su nueva popularidad le dificultaba seguir con su estilo de vida, así que buscó ocupaciones más discretas. A principios de los sesenta trabajaba como consejero en un albergue para personas sin hogar en Los Ángeles y a finales de los setenta ejercía como capellán en un hospital de Annaheim (California) cuando su pintoresco pasado salió a la luz. Estuvo a punto de ser despedido, pero gracias al apoyo del director del centro, con el que Demara había forjado una estrecha amistad, se le permitió seguir en el hospital. Incluso cuando en 1980 tuvo que dejar de trabajar debido al empeoramiento de su salud a causa de la diabetes y el abuso del alcohol (su enfermedad hizo que tuvieran que amputarle ambas piernas) le permitieron seguir residiendo en el hospital. Murió el 7 de junio de 1982, a causa de un ataque al corazón, en casa de Jerry Nilsson, uno de los propietarios del hospital.


Fred Demara fue un impostor peculiar. Nunca intentó hacerse rico con sus engaños, ni cometer otros delitos más allá de la mera suplantación. Se tomaba sus engaños como un desafío y procuraba hacerlo de la mejor manera posible, como si le importara más el prestigio y la respetabilidad que el dinero que pudiera obtener. De hecho, casi siempre sus jefes y compañeros lo consideraban un buen trabajador y se sorprendían al enterarse que era un suplantador. En sus engaños le ayudaban mucho dos peculiaridades: una memoria fotográfica y un coeficiente intelectual muy por encima de la media, que le permitían memorizar con gran rapidez datos y procedimientos. Cuando se veía en un apuro, recurría a dos principios: el onus probandi (el acusador es el que debe probar sus acusaciones) y el viejo aforismo que reza "la mejor defensa es un ataque". Y cuando le preguntaban las motivaciones de sus actos, se limitaba a responder "Picardía, sólo picardía".

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