El viernes 4 de junio de 2004 fue un día que los habitantes de Granby (Colorado) no olvidarán fácilmente. Ese día uno de sus vecinos iba a protagonizar un inesperado arrebato de furia que iba a sembrar de caos y destrucción la pequeña localidad.
Marvin John Heemeyer (1951-2004) |
Komatsu D355A |
Los primeros objetivos de Heemeyer fueron su antiguo negocio y la planta de cemento aledaña, causa de todos sus problemas. Tras haberlos destruido casi por completo, se dirigió al centro de Granby para continuar con su escabechina. En las siguientes dos horas, Heemeyer demolió total o parcialmente otros 11 edificios relacionados con personas o entidades contra los que guardaba inquina, entre ellos el ayuntamiento, la casa del fallecido Dick Thompson (alcalde cuando Heemeyer interpuso su primera denuncia), la sede del periódico local (que se había mostrado en contra de las pretensiones de Heemeyer) y una ferretería propiedad de un miembro del Consejo Ciudadano. De nada sirvieron los intentos para detenerle; la policía disparó contra la excavadora más de 200 balas, sin causarle daño alguno. Afortunadamente, no hubo daños personales, pero el coste de los destrozos ascendió a mas de 7 millones de dólares.
La furiosa acometida de Heemeyer terminó en la ferretería. La tienda tenía un pequeño sótano con el que el atacante no contaba, en el que quedó atascada una de las orugas de la excavadora mientras destruía el local. Además, el vehículo ya había sufrido daños, tenía una importante fuga en el radiador y apenas tenía potencia. A su conductor le fue imposible liberar a la máquina de su trampa y, poco después, se oía un único disparo procedente del interior.
Convencidos de que todo había terminado, la policía intentó sin éxito acceder a la cabina. Fueron necesarias varias horas de trabajo con sopletes de acetileno y tres explosiones controladas para abrir un boquete lo suficientemente grande (los expertos estimaron que el blindaje de la excavadora habría resistido incluso el impacto de un misil antitanque). En su interior, encontraron a Heemeyer muerto; se había suicidado disparándose en la cabeza con una pistola del calibre 357 (tenía consigo, además, otra pistola y tres rifles con los que había disparado contra la policía, contra un depósito de gas propano y contra un transformador eléctrico, a través de unos respiraderos que había construido con ese fin). No se llegó a saber con exactitud cómo había logrado entrar en la cabina en un primer momento; se especula que utilizó una grúa casera que tenía en su garaje para levantar el blindaje y luego volverlo a su sitio. En todo caso, parece seguro que una vez que entró ya no tenía previsto volver a salir con vida.
En el registro de la casa de Heemeyer la policía encontró abundante documentación y numerosos manuscritos en los que se justificaba diciendo que "a veces los hombres racionales hacen cosas irracionales", mostrándose sorprendido de que, en el año y medio que llevaba trabajando en su excavadora, nadie se hubiese dado cuenta de lo que estaba haciendo. También hallaron una lista de objetivos en la que figuraban, además de los trece edificios atacados, varios más, todos propiedad de personas relacionadas de una u otra manera con su demanda. Poco antes de iniciar su carrera de destrucción, había enviado a su hermano Ken varias cintas en las que trataba de explicar sus motivos de una manera un tanto incoherente, afirmando que lo que iba a hacer era su deber porque era "la voluntad de Dios", daba gracias porque éste lo había "bendecido con el talento y los conocimientos para llevar a cabo su misión" y que "era una cruz que debía llevar, y la llevaría en nombre de Dios".
La acción de Heemeyer provocó disparidad de opiniones. Mientras los habitantes de Granby, enojados con razón, le consideran un loco vengativo, otros sin embargo creen que fue una especie de héroe del pueblo, un hombre sencillo que no se dejó avasallar por las injusticias y se rebeló contra unas autoridades despóticas que le habían arruinado la vida.
La excavadora de Heemeyer sería posteriormente reducida a chatarra y hecha desaparecer para evitar que curiosos y admiradores se llevaran fragmentos de ella.
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