martes, 29 de noviembre de 2016

El Ejército Privado de Popski

Vladimir Peniakoff "Popski" (1897-1951)

Una de las unidades británicas de fuerzas especiales más curiosas de la Segunda Guerra Mundial fue el llamado 1º Escuadrón de Demoliciones, creado en El Cairo en octubre de 1942. Aunque ese era su nombre oficial, la unidad se hizo conocida por otro apodo, que hacía referencia a su peculiar comandante: la llamaban el Ejército Privado de Popski.
Vladimir Peniakoff nació en la ciudad de Huy (Bélgica) el 30 de marzo de 1897. Hijo de un matrimonio de judíos rusos, su padre Dimitri era un brillante científico e inventor, que desarrolló un novedoso sistema para la obtención de aluminio a partir de la bauxita y construyó dos factorías en Bélgica para explotar su descubrimiento. Vladimir tenía una hermana mayor (Eugenia) y una menor (Olga) y era un joven inteligente, que hablaba perfectamente inglés, francés y alemán, y ruso e italiano con fluidez. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, Vladimir estudiaba en la Université Libre de Bruselas y su padre, temeroso de que los alemanes los arrestasen, se lo llevó a Inglaterra dejando a las mujeres al frente del negocio familiar. En Inglaterra, Vladimir asistió durante algunos meses a la Universidad de Cambridge, antes de que su familia se reuniese de nuevo en París en 1915, donde Dimitri Peniakoff colaboraría con la industria armamentística francesa y Vladimir serviría brevemente en el ejército francés, aunque fue herido y pasó varios meses hospitalizado, siendo declarado no apto para el servicio poco después de la firma del armisticio de 1918.
Tras la guerra, Vladimir continuó sus estudios, licenciándose como ingeniero eléctrico en la Universidad de Grenoble y regresó a Bélgica para trabajar en la industria familiar. No obstante, la muerte por neumonía de su hermana Olga en 1921 y un desengaño amoroso le provocaron un estado de depresión y ansiedad que le hizo cambiar de aires. En 1924 se mudó a Egipto, donde aceptó un puesto como ingeniero en una fábrica de azúcar. Su nuevo trabajo no era demasiado interesante ni estimulante, así que Peniakoff se buscó algunas aficiones: aprendió a navegar y a pilotar aviones, aprendió a hablar árabe e hizo numerosos viajes por el desierto del Sáhara, que llegó a conocer bien, al igual que las tribus que vivían en él, hasta el punto de convertirse en miembro de la Royal Geographical Society de Londres. En 1928 se casó con Josephe Ceysens, una mujer belga con la que tuvo dos hijas, Olga (nacida en 1930) y Anne (1932).
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, Peniakoff trató de alistarse en el ejército británico. Probó suerte en el ejército, en la marina y en la RAF, pero en los tres fue rechazado, debido a su condición de súbdito de un país neutral. Pero cuando Alemania invadió Bélgica, su status cambió y fue aceptado por el ejército. Su primer destino, debido en buena parte a su dominio del árabe, fue como oficial en un batallón de la Libyan Arab Force, una fuerza militar formada por soldados árabes (muchos de ellos, refugiados libios huidos de la dominación italiana) y oficiales británicos. No obstante, la LAF no dio los resultados que se esperaban y acabó relegada a funciones secundarias. Peniakoff, convencido de que podía ser de más utilidad a los británicos, logró permiso para formar una pequeña unidad dedicada a la infiltración y al sabotaje tras las líneas enemigas, que se llamaría Libyan Arab Force Commando (LAFC). Con una docena de soldados de la LAF y algunos oficiales británicos, Peniakoff, ya con el rango de mayor, partió del oasis de Siwa en marzo de 1942 y durante cinco meses se movió por el área de Jebel Akhdar, recogiendo información sobre las tropas italianas y alemanas, estableciendo pactos con numerosos líderes tribales de la zona, y saboteando las líneas de aprovisionamiento enemigas, haciendo explotar al menos tres depósitos con cerca de 75000 litros de combustible.

Patrulla del LRDG; Peniakoff aparece a la izquierda, sentado tras un árbol
El avance del Áfrika Korps del mariscal Rommel obligó a los británicos a replegarse hacia Egipto. De vuelta en El Cairo en agosto de 1942, Peniakoff tomó parte en una incursión del Long Range Desert Group (LRDG), otra de las unidades especiales británicas, acción por la que fue condecorado con la Military Cross. Durante esa misión Peniakoff empezó a ser conocido como Popski (nombre tomado del personajes de una popular tira cómica del diario Daily Mirror), apodo que le puso el capitán William Kennedy Shaw, oficial de inteligencia del LRDG, porque sus operadores de comunicaciones tenían problemas para deletrear "Peniakoff". Pero, al volver a Egipto, Popski descubrió que el LAFC había sido desmantelado y él aparentemente no tenía designada función ni misión alguna. Durante algún tiempo ejerció como enlace con los jefes árabes locales, y en septiembre de 1942 rechazó tomar parte en el ataque a Tobruk preparado por el coronel John Haselden (la fracasada Operación Agreement), por considerarlo un plan insensato, aunque si tomó parte en una de las operaciones de apoyo de dicha acción, el ataque al aeródromo de Barca, acompañando al LRDG, ataque en el que Popski resultó herido en una mano a resultas de lo cual pasaría cinco semanas hospitalizado.
Una vez tuvo el alta, Popski se presentó ante el coronel John "Shan" Hackett, coordinador de algunos de los grupos de operaciones especiales británicos. Ante la insistencia de Popski, Hackett lo autorizó a formar su propia unidad bajo el nombre de Escuadrón de Demoliciones Nº1. Popski trató de que su unidad quedara adscrita al LRDG, pero su comandante, el coronel Guy Prendergast se negó, porque no se fiaba demasiado de Popski. Además, el Escuadrón necesitaba un nombre clave, fácil de recordar y que no diera pistas sobre sus verdaderos objetivos. A Popski no se le ocurría nada y Hackett, en broma, le dijo "Encuentra un nombre rápido, o lo llamaremos el Ejército Privado de Pospki". Y con ese nombre, Popski's Private Army (PPA), se quedó.

Cap. Robert Park "Bob" Yunnie (1909-1961)
Peniakoff empezó de inmediato a reclutar hombres para su unidad. Los dos primeros fueron dos viejos conocidos suyos, dos oficiales que habían servido con él en el LAF y de los que se fiaba completamente: un capitán escocés llamado Robert Yunnie y un teniente francés llamado Jean Caneri. Con su ayuda, Popski fue reuniendo hombres de procedencias muy diversas: del LRDG, del SAS, del cuerpo de blindados e incluso de regimientos de caballería, hasta sumar unos 35 hombres. La mayoría de ellos eran hombres con cualidades destacadas pero que encajaban mal en los regimientos en los que estaban adscritos, y la mayoría se adaptó fenomenalmente a la nueva unidad.
La idea de Peniakoff era crear una unidad totalmente diferente a lo que hasta entonces había en el ejército británico. Un cuerpo alejado de la rigidez, el formalismo y la inflexible disciplina militar. Una unidad sin saludos ni ceremonias, donde soldados y oficiales vestían de la misma manera, donde se fomentaba el espíritu de equipo, sin sanciones ni castigos; si un recluta demostraba no estar a la altura del resto, simplemente se le devolvía a su unidad de origen. También su forma de actuar iba a ser diferente. Peniakoff había imaginado una unidad pequeña, fácil de manejar, móvil y adaptable, con hombres duros y bien entrenados, dedicada a la recogida de información y al sabotaje, que sin eludir el enfrentamiento con las tropas del Eje, eligiese cuidadosamente las condiciones en las que se producirían dichos enfrentamientos: acciones rápidas e inesperadas, atacar al enemigo donde y cuando menos se lo esperase, y retirarse antes de que pudiera contraatacar. Las acciones del PPA eran cuidadosamente preparadas por Popski y sus oficiales, evaluando toda la información disponible y teniendo en cuenta todas las variables. "La improvisación y la precipitación son ajenas a mi naturaleza, los riesgos desconocidos me hacen sentir incómodo", escribiría más tarde en sus memorias. En buena parte gracias a esta milimétrica planificación, el PPA tendría muy pocas bajas durante sus muchas acciones. Para sus desplazamientos por el desierto, disponían de jeeps armados con ametralladoras Vickers y camiones de transporte de tropas, vehículos que, al igual que los hombres del PPA, eran robustos y fiables.

Mayor Jean Caneri (1915-1988)
Se ha dicho que el PPA nació algo tarde. Y es que cuando a finales de 1942 el grupo estuvo organizado y listo para entrar en acción el curso de la guerra en el Norte de África había cambiado. Las tropas germano-italianas, derrotadas en El Alamein, se habían replegado hacia Túnez. El PPA se dirigió al oeste en su persecución. Mientras buena parte de las tropas alemanas resistían en la llamada Línea Mareth (una serie de fortalezas, construidas por los franceses, que defendían el paso entre el Mediterráneo y las colinas de Matmata, patrullas conjuntas del PPA y el LRDG buscaban pasos alternativos por el sur. Y así, en enero de 1943, una avanzadilla conjunta de ambos grupos, dirigida por Popski y por el capitán Nicholas Wilder, del LRDG. descubría el llamado Paso de Tebaga, entre las elevaciones de Djebel Tabaga y Djebel Metah. En marzo de ese año, las tropas del VIII Ejército británico, al mando del mariscal Montgomery, atacaban sin éxito la Línea Mareth; pero, enterados de la existencia del Paso, la División de Nueva Zelanda lo utilizaría para flanquear a las tropas del Eje, atrapándolas entre dos fuegos, lo que propiciaría su retirada y la caída de la Línea Mareth.
Sin embargo, cuando Popski regresó a su campamento, se encontró con la desagradable sorpresa de que había sido atacado por tribus árabes hostiles que, aunque no habían causado víctimas, si habían quemado los vehículos y robado la mayor parte de sus suministros. Popski decidió entonces dirigirse a Tozeur, un puesto avanzado de las tropas francesas, a casi 300 kilómetros al noroeste de allí. A continuación, el PPA fue transferido al I Ejército Británico, que avanzaba desde el este junto a las tropas norteamericanas del II Corps. Con ellos tomaron parte en la batalla del paso de Kasserine (una de las últimas victorias alemanas), en acciones como el minado de carreteras o la defensa de una posición elevada. No habría tiempo para mucho mas; en mayo, las tropas del Eje se rendían y la campaña del norte de África se daba por terminada. Eso si, el PPA participó aceptando la rendición de unos 600 soldados italianos que se entregaron a ellos.
Una vez asegurada África, hubo que buscar un nuevo destino para el PPA. Se habló de enviarlos a Yugoslavia y de llevarlos a Sicilia utilizando planeadores. Al final desembarcaron con la 1ª División Aerotransportada británica en el estratégico puerto de Tarento en septiembre de 1943. Su misión, una vez la ciudad y su importante puerto estuvieron asegurados, era explorar los alrededores de la ciudad, localizar posibles puntos de aterrizaje para los aviones de la RAF y recoger toda la información posible sobre las tropas alemanas, su número, situación y movimientos. Una misión resuelta brillantemente; además de conseguir la rendición de un general y un almirante italiano, recogieron abundante información sobre los aeródromos alemanes y su actividad y, en un golpe audaz, obtuvieron datos precisos sobre las tropas alemanas en la zona: haciéndose pasar por un sargento italiano interesado en venderle una caja de coñac a un oficial alemán, Popski se infiltró en un cuartel alemán y se hizo con documentos que indicaban el número exacto de soldados alemanes que permanecían en los alrededores de Tarento, además de su localización exacta y las unidades a las que pertenecían.
Tras este éxito, el PPA (que había aumentado el número de sus integrantes hasta unos 80 hombres) se dirigió al norte, dividido en dos patrullas (una al mando de Popski, la otra mandada por Yunnie), llegando incluso hasta las cercanías de Roma. Pero la conquista de Italia no iba a ser tan sencilla. Las líneas defensivas establecidas por los alemanes ralentizaron el avance aliado. Sin mucho más que hacer, Popski reclutó y entrenó nuevos miembros, elevando a 100 el número de componentes del PPA, divididos en cuatro patrullas.
En junio de 1944, la unidad volvió a la acción. Popski planeó un desembarco anfibio tras las líneas alemanas, para realizar acciones de sabotaje y facilitar información a los ejércitos aliados que avanzaban hacia el norte. Bob Yunnie, junto a dos de sus hombres y dos guías italianos, desembarcaron primero para preparar la llegada del resto de hombres. Lamentablemente, el ejército alemán se retiraba hacia el norte, y las carreteras de la zona estaban atestadas de soldados, vehículos y tanques alemanes. El riesgo era demasiado elevado, y así lo consideró Popski, que ordenó suspender la misión. Yunnie permaneció oculto, espiando a los alemanes e identificando blancos para los ataques aéreos, hasta que las tropas aliadas (entre ellas, el propio PPA) llegaron a su posición.
En las fechas posteriores, el PPA actuó en las estribaciones de los Apeninos, con gran libertad de movimientos. Una de sus grandes acciones fue la toma de la ciudad de Camerino, con ayuda de los partisanos italianos. Camerino era una ciudad amurallada, situada en una posición ventajosa y con una guarnición alemana dotada de armamento pesado. Ante estas desventajas, Popski se valió de una ingeniosa estratagema: mediante una serie de pistas falsas cuidadosamente preparadas, hizo creer a los alemanes que el avance aliado estaba a punto de sobrepasar su posición. Ante el riesgo de quedar rodeados por las tropas enemigas, el comandante alemán ordenó evacuar Camerino, que fue ocupado sin lucha.

Vehículo anfibio DUKW
En octubre el teatro de operaciones de los hombres de Popski se trasladó al norte, al entorno de Ravenna, colaborando con la Brigada Garibaldi (partisanos comunistas). En estas acciones comenzaron a utilizar vehículos anfibios DUKW. El 9 de diciembre de 1944, una patrulla del PPA acudió en ayuda de un grupo de soldados británicos del 27º Regimiento de Lanceros, atrincherados en una granja y rodeados por fuerzas alemanas muy superiores. La intervención del PPA puso en fuga a los alemanes, que sufrieron ochenta bajas, mientras que los británicos tuvieron cuatro heridos, entre ellos Popski, que perdió la mano izquierda y tuvo que ser evacuado de emergencia, primero a Roma y luego a Inglaterra. Tras su baja forzosa, el PPA quedó bajo las órdenes de Caneri, y siguió funcionando con la misma efectividad aún sin su líder, lo que deja bien claro la perfecta organización y entrenamiento de aquellos hombres.

Soldados del PPA en la Universidad de Padua (1944)
Una vez terminadas las operaciones en torno a Ravenna, el PPA pasó a la reserva durante cuatro meses. Un merecido descanso, tras seis meses de acción continua, cruzando Italia de sur a norte y ganándose el aprecio y la admiración del resto del ejército por sus muchos éxitos. Caneri se llevó a sus hombres a un campamento en los Apeninos, donde contrató instructores para que les enseñaran a esquiar. Bob Yunnie obtuvo un permiso y viajó a Gran Bretaña; allí se encontraría con un muy recuperado Popski. Yunnie dejaría el PPA poco después; tras un breve retorno a Italia, recibió la noticia de la muerte de su hijo pequeño, tras lo que solicitó y obtuvo un puesto en Inglaterra. Popski regresaría al servicio activo en abril de 1945, poco antes del final de la guerra. A su unidad se le encargó la misión de desarmar a algunas partidas de partisanos incontroladas que pululaban todavía por el norte de Italia; misión que le permitió cumplir uno de sus sueños: visitar Venecia.

Soldados del PPA en la Plaza de San Marcos (Venecia)
Posteriormente, el Ejército Privado de Popski fue destinado a Rosegg, una pequeña localidad cerca de la frontera yugoslava, donde sería disuelto, en septiembre de 1945. Para entonces, los hombres que lo componían habían recibido, entre otras muchas condecoraciones, una Orden de Servicios Distinguidos (concedida a Peniakoff), una Medalla de Conducta Distinguida, 6 Military Cross, 10 Military Medals y 14 menciones, y el propio rey Jorge VI se había interesado personalmente por las actividades de la unidad. Asimismo, Peniakoff también recibiría la Croix de Guerre francesa y sería nombrado oficial de la Orden de la Corona belga.

Peniakoff, de vuelta al servicio tras perder la mano izquierda
Tras la guerra, Popski fue ascendido a teniente coronel y destinado a Viena como enlace entre las tropas británicas y las soviéticas. Posteriormente se instalaría en Inglaterra, donde conseguiría la nacionalidad británica en 1946. En 1948 se casó con la británica Pamela Firth (se había divorciado de Josephe en 1942) y en 1949 publicó sus memorias, llamadas precisamente Popski's Private Army, que tuvieron bastante éxito. Lamentablemente, Popski falleció en 1951 a causa de un tumor cerebral. Está enterrado en la iglesia de St. Leonard, en Wixoe (Suffolk). Su esposa Pamela (fallecida en 2005) fue enterrada a su lado.


Bob Yunnie también publicaría un libro sobre su etapa en el PPA; se tituló Fighting in the Popski's Private Army ("Luchando en el Ejército Privado de Popski") y se publicó en 1959. Ben Owen, un joven soldado que se había unido a la unidad en Italia, también escribió un relato de sus andanzas con la unidad: With the Popski Private Army (Con el Ejército Privado de Popski)

sábado, 26 de noviembre de 2016

Pequeñas historias (IX)

En 1935, el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt promulgó la Revenue Act of 1935, una ley que aplicaba un impuesto creciente a las personas con mayores ingresos, a partir de un 31% a las personas que ganasen más de 50000 $. La mayor retención prevista por esa ley (un 75%) se aplicaba a aquellos que ganasen más de cinco millones de dólares al año, y en la práctica, esa máxima retención se aplicó a una única persona: el multimillonario John D. Rockefeller.
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En el lago Leven, en Escocia, existe una pequeña isla llamada Eilean a' Chomhraidh o Isla de la Discusión. Tradicionalmente, cuando dos vecinos de la zona tenían entre manos algún pleito por lindes de tierras o algo parecido eran llevados a la isla y dejados allí, con queso y whisky como provisiones, y no se les permitía irse hasta que llegaban a un acuerdo. Entonces eran llevados a otra isla, llamada Eilean na Bainne o Isla del Acuerdo y situada a algo más de una milla de distancia, donde el acuerdo al que habían llegado se ponía por escrito y se firmaba.
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En 1969, los científicos quedaron sorprendidos al descubrir una planta de tomate creciendo en la isla de Surtsey, una isla volcánica surgida sólo seis años antes a 32 kilómetros de la costa islandesa, y que estaba siendo estudiada como modelo de colonización vegetal. Al final se determinó que probablemente las semillas habían llegado a la isla en las heces de alguno de los científicos que se había "aliviado" allí.
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El célebre luchador André el Gigante, afectado de gigantismo, a los doce años medía ya 1'90 m. y pesaba 110 kilos. Dado que con esas dimensiones no cabía en el autobús escolar, el encargado de llevarlo habitualmente al colegio era su vecino, el dramaturgo irlandés y premio Nobel de Literatura en 1969 Samuel Beckett.
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El creador del bikini, el ingeniero francés Louis Réard, decía que un bikini era genuino "solo si puede pasar a través de un anillo de boda", además de definirlo como "un traje de baño de dos piezas que lo revela todo de una mujer salvo el apellido de su madre". Le puso de nombre bikini en honor al atolón de Bikini, en la Micronesia, donde se estaban llevando a cabo detonaciones nucleares, porque "al igual que la bomba atómica, el bikini es pequeño y devastador".
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El 9 de septiembre de 1914, el soldado británico Thomas Hughes, desplegado en Francia, escribió una carta a su esposa Elizabeth, la metió en una botella vacía de cerveza de jengibre y la arrojó a las aguas del Canal de la Mancha. Dos días después el soldado Hughes moría en combate. La botella fue recuperada del río Támesis por un pescador en marzo de 1999, y aunque Elizabeth había muerto en 1979, la carta fue entregada a la hija de ambos, Emily, que por entonces tenía 86 años y vivía en Nueva Zelanda.
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En 2009, un hombre llamado Ronald Ball denunció a la empresa PepsiCo afirmando haber encontrado un ratón muerto en una lata de refresco Mountain Dew. La demanda fue desestimada porque la lata había sido envasada 74 días antes de ser abierta, y el abogado defensor presentó un estudio de un patólogo veterinario en el que demostraba que un ratón sumergido en el refresco se habría disuelto completamente en apenas un mes.
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El 20 de noviembre de 1973, mientras el legendario grupo The Who daba un concierto en el Cow Palace de San Francisco, su batería Keith Moon se desmayó tras haber tomado una gran cantidad de tranquilizantes para caballos acompañados de alcohol. Tras tocar un par de canciones sin percusión, el guitarrista Pete Townshend pidió un voluntario de entre el público para tocar la batería. El afortunado fue un joven de 19 años, estudiante de arte, llamado Scot Halpin, que acompañó al grupo en las tres últimas canciones del concierto.

martes, 22 de noviembre de 2016

Charles Nungesser

Charles Eugène Jules Marie Nungesser (1892-1927)

Charles Nungesser no era un buen estudiante. Aquel joven parisino, nacido el 15 de marzo de 1892, nunca dio demasiada importancia a sus calificaciones, pero había un aspecto en el que destacaba: era un excelente deportista. Una vez terminados sus estudios, su deseo de aventuras lo llevó a Sudamérica, en busca de un tío suyo del que la familia no sabía nada desde hacía años. Vivió un tiempo en Río de Janeiro y luego se trasladó a Buenos Aires, donde trabajó como mecánico y luego como piloto de carreras. Pero cuando descubrió los aviones no tardó en dejar los coches; en la aviación descubrió la emoción y la adrenalina que su carácter aventurero buscaba. Al final, encontró a su tío perdido; era propietario de una plantación de caña de azúcar en la provincia de Buenos Aires, en la que Charles acabaría trabajando.
Charles Nungesser regresó a Europa en los albores de la Primera Guerra Mundial. Al estallar el conflicto se alistó de inmediato. Y lo hizo, curiosamente, en la caballería, en el 2º Regimiento de Húsares (otro famoso aviador de la Primera Guerra Mundial, el Barón Rojo, también empezaría la guerra en la caballería). Una brillante acción en la que, junto a varios compañeros, acabó con varios oficiales alemanes y capturó un vehículo militar, le valió una condecoración y la aceptación de su petición de traslado a la todavía incipiente fuerza aérea francesa en noviembre de 1914

Nungesser a bordo de un Voisin III
Tras seguir el preceptivo curso de pilotaje, Nungesser fue destinado en marzo de 1915 a la Escuadrilla VB 106, en Dunkerque, donde pilotaría bombarderos ligeros biplaza Voisin III. Unos aviones que en un principio ni siquiera disponían de armas para defenderse de los ataques de otros aviones; su única defensa era un fusil manejado por el observador. No fue hasta algún tiempo después que se empezaron a instalar en ellos ametralladoras Hotchkiss. En la VB 106 completó 53 misiones de bombardeo sobre posiciones enemigas, y lograría en julio de 1915 su primera victoria en combate aéreo, derribando un biplano Albatros alemán. El 31 de julio, pese a que ese día Nungesser no tenía previstos vuelos, él y su mecánico Roger Pochon "tomaron prestado" un Voisin III para dar una vuelta. Se encontraron con una formación de cuatro Albatros alemanes y, tras entablar combate con ellos lograron derribar a uno. Esta acción le valió al piloto ser condecorado con la Croix de Guerre... y un arresto de ocho días por insubordinación. En noviembre sería trasladado a una nueva escuadrilla, la N65, con base en Nancy, que volaba en cazas biplanos Nieuport 11 "Bébé".

Nieuport 11
En su nueva formación, Nungesser se convirtió pronto en uno de los aviadores más famosos de Francia. Pilotando cazas pudo demostrar su talento para el combate aéreo, con un estilo atrevido y audaz, temerario incluso. No le importaba involucrarse en peleas en inferioridad numérica, y se arriesgaba tanto que era habitual que al volver a la base su avión tuviese impactos de bala. Su maniobra favorita era el whip stall: ascendía con su avión a gran altura, y luego descendía a gran velocidad, remontaba con un giro y ametrallaba a sus enemigos desde abajo.
Un estilo tan imprudente como el suyo por fuerza le pasaba factura en forma de heridas y accidentes. En febrero de 1916 se estrelló mientras probaba un prototipo de caza modelo Ponnier, fracturándose ambas piernas y la mandíbula. Pero a finales de marzo, aún convaleciente, solicitó el alta y retornó a su unidad. Las secuelas del accidente hicieron que, durante un tiempo, Nungesser necesitase de ayuda para subir y bajar de su avión. Al final de la guerra, la lista de sus heridas provocaba vértigo: fractura de cráneo, conmoción cerebral, múltiples heridas internas, cinco fracturas de la mandíbula superior, dos de la inferior, un trozo de metralla de un proyectil antiaéreo incrustado en el brazo derecho, dislocación de ambas rodillas, heridas de bala en boca y oreja, atrofia en los tendones de la pierna derecha, atrofia muscular en las pantorrillas, clavícula dislocada, muñeca dislocada, tobillo derecho dislocado, pérdida de varios dientes, contusiones demasiado numerosas para mencionarlas.

Charles Nungesser, tras su accidente de febrero de 1916
En abril de 1916, Nungesser alcanzó la consideración de "as" al derribar su quinto avión. Por aquel entonces, ya había decorado su avión (un Nieuport 17) con su peculiar sentido del humor, pintando en su costado una calavera con dos huesos cruzados, un ataúd y dos velas, haciéndose llamar "Chevalier de la mort", "El caballero de la muerte". Acabó el año 1916 con 21 enemigos derribados, entre ellos dos ases de la aviación alemana, Hans Schilling y Kurt Haber.


No obstante, a la vez que acumulaba condecoraciones y distinciones, Nungesser también recibía numerosas sanciones, arrestos y reprimendas. Su carácter despreocupado y revoltoso chocaba a menudo con la rígida disciplina militar, aunque a menudo su brillante hoja de servicios le libraba de penas mayores. Los motivos de los castigos iban desde hacer piruetas sobre la base antes de aterrizar, a volar sin permiso, o retrasarse a la hora de incorporarse a su puesto. Y es que Nungesser tenía una agitada vida social. En sus días (y noches) libres frecuentaba los bares y cabarets de Paris, disfrutando de la música, el vino y la compañía femenina. Cuentan que alguna vez incluso se presentó a su patrulla matutina vestido con el esmoquin que había llevado la noche anterior. No obstante, esta parte de su personalidad contribuyó a hacerlo famoso. Con su heroico historial, sus múltiples condecoraciones, su personalidad extrovertida y arrolladora, y su afición a la buena vida, era prácticamente el estereotipo de héroe del aire, intrépido y seductor. Muy pronto su nombre se hizo conocido por el público francés, gracias a la amplia cobertura que la prensa daba a sus hazañas.


A finales de 1916 fue herido en combate y estuvo tres meses apartado del servicio. Regresa a la actividad tras llegar a un acuerdo con sus médicos: entre misión y misión volverá al hospital para seguir tratándose de sus heridas. En mayo de 1917 es trasladado temporalmente con su avión a la escuadrilla de bombarderos VB116, con base en Dunkerque; un arreglo cómodo para él, ya que junto a la base de su nueva unidad había un hospital donde podía recibir los cuidados necesarios. Unos meses más tarde, ya muy mejorado, vuelve a la N65, pero en diciembre vuelve a resultar herido de gravedad en un accidente de tráfico en el que muere su mecánico y amigo Roger Pochon. De nuevo pasa varios meses convaleciente y, tras algún tiempo como instructor de pilotos novatos, regresa a su unidad, donde sigue volando con su Nieuport pese a que la unidad ya contaba con aviones Spad, más modernos. En mayo de 1918 alcanza las 35 victorias y recibe la Legión de Honor. No es hasta agosto en que abandona el Nieuport para volar en un moderno Spad XIII. El 15 de agosto de 1918 consigue su última victoria en combate. Terminaría la guerra con 43 victorias, siendo el tercer piloto francés con más derribos (solo por detrás de René Fonck, con 75, y George Guynemer, con 54).

SPAD S.XIII
Muchas son las anécdotas que se cuentan sobre su carácter y su talento como aviador. En cierta ocasión, un avión alemán dejó caer sobre su aeródromo una nota retándolo a un duelo. La trampa era evidente, pero Nungesser no pudo resistirse. Acudió a la hora y el lugar acordados, y se encontró con una formación de seis Albatros alemanes. Y en lugar de huir, se enfrentó a ellos en combate, derribando a dos y haciendo huir a los demás. Otra vez su avión fue atacado por un avión británico. Nungesser, creyendo que se trataba de una trampa de los alemanes, abatió al atacante, que resultó ser un joven e inexperto piloto inglés que había creído que el emblema del cráneo y los huesos del piloto francés era una insignia alemana. Para evitar que otros cometieran el mismo error, Nungesser hizo pintar su avión con rayas rojas, blancas y azules.
Sus brillantes acciones le valieron una larguísima lista de condecoraciones de hasta siete países diferentes. Oficial de la Legión de Honor y poseedor de la Croix de Guerre con 28 palmas y dos estrellas (una por cada acción destacada), también poseía la Médaille militaire y la Médaille de la Victorie (Francia), la Orden del Rey Leopoldo y la Croix de Guerre belgas, la Cruz de Servicios Distinguidos de los EEUU, la Military Cross británica, la Cruz de Mihai el Valiente (Rumanía), la Cruz del Valor y la Orden de la Estrella de Karadjordje (Serbia), caballero de la Orden de Danilo I (Montenegro), la Cruz de Guerra de Portugal...


Tras la guerra, Charles Nungesser buscó una ocupación que satisficiera su afán aventurero y su deseo de nuevas experiencias. Creó primero una escuela de pilotos, que acabó teniendo que cerrar por la falta de alumnos. Luego se instaló en EEUU, trabajó en exhibiciones aéreas, como intermediario de ventas de aviones (trató de venderle al gobierno cubano unos cuantos aviones procedentes de los excedentes de la guerra, en un negocio que no llegó a buen término) e incluso hizo sus pinitos en el cine, participando en el rodaje de algunos filmes. Todo eso antes de que se le presentara la ocasión de participar en una empresa a la altura de sus expectativas: el vuelo transatlántico.
En 1919, el hotelero neoyorquino Raymond Orteig había ofrecido lo que sería llamado el Premio Orteig: 25000 $ para el primer piloto que fuese capaz de volar sin escalas entre Nueva York y París. El jugoso premio despertó el interés entre numerosos pilotos, entre ellos François Coli, un veterano de la Primera Guerra Mundial que estaba en posesión de varios records de vuelo de larga distancia y había cruzado en varias ocasiones el Mediterráneo. Coli comenzó a preparar el vuelo en 1923 con la ayuda de Paul Tarascon, otro veterano de guerra que había servido a sus órdenes. En 1927 los preparativos para su intento estaban listos, pero Tarascon resultó herido en un accidente y Coli tuvo que buscar a un sustituto que lo acompañase. Ofreció el puesto a Nungesser y éste aceptó de inmediato.

L'Oiseau Blanc
El avión de Coli, un biplano Levasseur PL. 8 pintado de blanco y conocido como L'Oiseau Blanc (El Pájaro Blanco), que llevaba en un costado el emblema de Nungesser durante la guerra (el cráneo, los huesos y el ataúd), partió del aeropuerto parisino de Le Bourget el 8 de mayo de 1927, a las 5:17 de la mañana, escoltado por cuatro aviones de la fuerza aérea francesa. La tripulación del submarino británico HMS H50 lo avistó poco después a unas 20 millas de la isla de Wight (sur de Inglaterra), y luego se lo vio cruzar Irlanda. La última vez que fue visto fue en la localidad de Carrigaholt, en la costa oeste de la isla.
Una gran multitud esperaba al aeroplano en Nueva York. Las crónicas hablan de decenas de miles de personas esperando su llegada en Central Park y calles cercanas. Pero el tiempo pasaba, y no había rastro de L'Oiseau Blanc. Cuando se hizo evidente que algo había ocurrido y el avión no llegaría, se lanzó una gran operación de búsqueda en las costas de Norteamérica y el Atlántico norte, en la que participaron las armadas de EEUU, Canadá y Francia, pero fue infructuosa. Jamás se halló rastro alguno ni del avión ni de sus ocupantes. La hipótesis más aceptada es que habían caído al mar a consecuencia del mal tiempo o de haber agotado el combustible. Apenas doce días después del intento de Coli y Nungesser, el norteamericano Charles Lindbergh se convertía en el primer piloto en cruzar el Atlántico sin escalas.


No obstante, a muchos les quedó la duda de si los pilotos franceses habían realmente caído al mar o si por el contrario habían logrado cruzar el Atlántico y se habían estrellado en tierra. Algunos testigos en la isla canadiense de Newfoundland y en el estado norteamericano de Maine afirmaron haber visto un avión blanco volando entre la niebla la tarde del día 9 de mayo, casi al límite del tiempo estimado de duración del combustible del Levasseur. Y un cazador solitario llamado Anson Berry que vivía en una cabaña apartada en los bosques de Maine afirmó haber oído ese día el sonido de un avión y lo que parecía ser el estruendo de un choque cerca del lago Round, en Maine, aunque debido a la espesa niebla de aquel día no había podido ver el avión ni el lugar donde se habría estrellado, y todos los intentos que hizo por encontrarlo fueron en vano. En 1984 una investigación del gobierno francés concluía que era posible que el avión hubiera alcanzado la costa norteamericana. Desde entonces, diversos investigadores han registrado los bosques de Maine, e incluso varios lagos han sido examinados por buzos. Después de tanto tiempo, poco es lo que habrá quedado del avión (construido principalmente de lona y contrachapado) pero al menos las partes metálicas y el motor deberían haber resistido. Sin embargo, ninguna de esas investigaciones ha encontrado pruebas sólidas, y el misterio del destino de L'Oiseau Blanc permanece hoy en día.

sábado, 19 de noviembre de 2016

Pasos Largos, el último bandolero

Juan José Mingolla Gallardo, "Pasos Largos" (1873-1934)

Se llamaba Juan José Mingolla Gallardo y había nacido en la localidad malacitana de El Burgo el 4 de mayo de 1873, pero todos lo llamaban Pasos Largos, apodo que había heredado de su padre, del que decían que caminaba de manera extraña. Y con ese apodo pasaría a la historia como el último bandolero de la Serranía de Ronda.
Nunca fue un hombre demasiado sociable ni amistoso, salvo con su propia familia, a la que estaba muy apegado. Le tocó, como a otros muchos, hacer el servicio militar en Cuba, donde permaneció tres años, entre 1895 y 1898. Pero al volver, en poco tiempo, ve como su familia se descompone: su hermano mayor había muerto mientras él estaba ausente, su hermano menor se marcha para casarse, y su madre fallece en 1901. Queda Juan José solo con su padre, lo que lo vuelve aún más retraído y taciturno. Además de trabajar el campo, se dedica a la caza furtiva, pasando largos periodos en la sierra, que acaba por conocer como la palma de su mano. Pero también se aficiona compulsivamente al juego y pierde grandes sumas de dinero, viéndose envuelto a menudo en riñas y altercados a causa de su carácter cada vez más hosco e iracundo.
Es durante esta época en la que Pasos Largos es denunciado a la Guardia Civil por el guarda del cortijo Los Chopos, en Arriate, que lo ha sorprendido cazando sin permiso en los terrenos del cortijo. Los guardias arrestan al furtivo y le dan una paliza, para que escarmiente. Llevado por la ira y el deseo de venganza, el 8 de mayo de 1916 Pasos Largos asesina brutalmente al guarda y a su hijo, y a continuación huye a la sierra.
Escondido en la sierra, de la que conoce todos sus senderos y escondrijos, no le resulta difícil dar esquinazo a las patrullas que lo buscan. Enseguida comienza su carrera como bandolero, que pronto le convierte en un hombre popular por su audacia y osadía. Siempre necesitado de dinero (el hecho de ser buscado por la justicia no le impide seguir acudiendo a bares y garitos a jugar a las cartas, donde a menudo pierde todo el fruto de sus delitos) se dedica al robo, la extorsión y el secuestro. Amenaza y chantajea a los principales terratenientes de la Serranía de Ronda, incluido al alcalde de Ronda, Juan Peinado. Secuestra a Diego Villarejo, terrateniente de Cuevas del Becerro, del que obtiene 10000 reales y un reloj de oro.

"Pasos Largos" en la cárcel de Ronda (1916)
Su fama se acrecienta y sus hazañas aparecen en los periódicos de toda España. Muchas de sus hazañas se cuentan una y otra vez. Como la ocasión en la que sorprendió y desarmó a una pareja de guardias civiles en la sierra, y los dejó en libertad para que volvieran a Ronda y contaran lo ocurrido. En el camino, un muchacho alcanza a los guardias para devolverles sus armas; el bandolero se las devolvía para evitarles una reprimenda de sus superiores. El alboroto mediático hace que las autoridades tomen un mayor interés en su captura. Las patrullas recorren la sierra sin descanso, buscándolo. Al final, el 14 de agosto de 1916 la Guardia Civil da con su paradero, gracias a la delación de la mujer de un cabrero en cuya cabaña Pasos Largos se refugia de vez en cuando. Tras un tiroteo con los agentes, el bandido, herido de bala, logra huir, pero cae por un barranco y queda inconsciente durante horas. Al despertar se dirige a Ronda, al café Sibajas, en la calle de La Bola, uno de los bares en los que acostumbraba a jugar, y anuncia a su dueño, Antonio Sibajas, su intención de entregarse. La Guardia Civil se lo lleva esposado, mientras la gente de la ciudad se arremolina a su alrededor, vitoreando al bandolero y pidiendo a los agentes que lo liberen.
Pasos Largos es condenado a cadena perpetua y enviado al penal de Figueras, donde la tuberculosis que llevaba padeciendo desde sus tiempos en Cuba se agrava. En 1932 es trasladado al presidio del Puerto de Santa María, y ese mismo año, al aplicarse la nueva política penal de la República, es puesto en libertad por su buen comportamiento y su mala salud.
Al volver a Ronda, Diego Villarejo, aquel terrateniente al que había secuestrado, le ofrece trabajo como guarda. Pero el empleo le dura poco a Pasos Largos. A pesar de contar casi sesenta años y con su salud bastante deteriorada, añora la libertad de la sierra, y vuelve a su vida de cazador furtivo y delincuente ocasional, robando en cortijos y allanando propiedades, lo que provocaría que volviera a pasar alguna temporadita en la cárcel. En 1934, estando preso en el penal de Málaga, concede a la revista Estampa una célebre entrevista, por la que cobra mil pesetas de la época.

La entrevista a "Pasos Largos" en la revista Estampa
Tras salir de la cárcel no tarda en volver a las andadas. En el cortijo de Lifa roba una escopeta y se echa al monte una vez mas, pero esta vez sería la última. Guardias civiles llegados de Ronda, Arriate, Igualeja, Serrato, El Burgo y Cuevas del Becerro peinan la sierra y acaban encontrando al fugitivo el 18 de marzo de 1934, escondido en la cueva de Sopalmillo. Lo instan a que se entregue o si no lo matarán. "Pos máteme", responde. En el tiroteo que se produce a continuación Pasos Largos es abatido por el sargento Gil Ramírez de dos disparos, uno en el pecho y otro en el vientre. Con casi 61 años, termina así la vida del último bandolero de la Serranía de Ronda.

El cadáver de "Pasos Largos" yace frente a la cueva de Solpalmillo

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Chelsea Hotel Nº2

Leonard Norman Cohen (1934-2016) y Janis Lyn Joplin (1943-1970)

Ahora que tenemos tan reciente la muerte de Leonard Cohen, no viene mal recuperar una de las anécdotas más conocidas de su carrera, una curiosa historia que se halla en el origen de uno de sus mayores éxitos: Chelsea Hotel Nº 2.
Era la primavera de 1968. Leonard Cohen vivía en Nueva York, a donde se había mudado desde su Montreal natal buscando como cantante el éxito que no acababa de alcanzar como escritor. Pero las cosas no le iban del todo bien todavía: su primer disco, Songs of Leonard Cohen, publicado en diciembre de 1967, no había tenido el éxito que esperaba, e incluso, debido a un tecnicismo de su contrato, había perdido los derechos de autor de tres de sus canciones, entre ellas la célebre Suzanne.
Por aquel entonces, tras vagar por varios hoteles de la ciudad, Cohen se había instalado en la habitación 424 del Hotel Chelsea, en el número 222 de la calle 23 Oeste. El Chelsea era un hotel de ambiente bohemio y artístico, que había alojado entre sus muros a figuras de la talla de Mark Twain, Arthur Miller o Charles Bukowski. Arthur C. Clarke había escrito 2001: una odisea del espacio en una de sus habitaciones, y Jack Kerouac había mecanografiado allí su célebre On the Road. Incluso el célebre poeta Dylan Thomas residía en el hotel cuando murió, en 1953. A finales de los años 60 el hotel se había convertido en alojamiento habitual de jóvenes músicos emergentes, como Jimi Hendrix, The Grateful Dead, John Cale o el mismísimo Bob Dylan. Todo ello contribuía a hacer del hotel un lugar en cuyo ambiente Cohen se sentía a sus anchas. Como diría años después en una entrevista, "Había escuchado que el Chelsea era un lugar donde podía conocer a gente como yo. Y lo era. Era un lugar grande y loco. Me gustan los hoteles donde puedes aparecer a las cuatro de la madrugada con un enano, un oso y cuatro chicas, llevarlos a tu habitación y que a nadie le importe".

El Hotel Chelsea
Fue en una de aquellas noches de primavera cuando Cohen, sintiéndose preocupado e indeciso por su carrera musical, decidió salir a dar una vuelta para aclarar sus ideas. Comió algo en una hamburguesería y luego estuvo un buen rato bebiendo en la White Horse Tavern, uno de los bares emblemáticos del barrio de Greenwich Village, frecuentado durante décadas por escritores e intelectuales.
Eran ya las tres de la mañana cuando Cohen volvió al Chelsea. Cruzó el vestíbulo del hotel y se encaminó al ascensor. Un ascensor famoso entre la clientela del hotel: anticuado, estrecho, lento y chirriante, y además complejo de manejar. Aunque a Cohen se le daba bien hacerlo funcionar. Una de las pocas tecnologías que de verdad supe dominar, diría años después en un concierto. Pero aquella noche no estaba solo. Una chica se subió con él. Una chica con el pelo alborotado y ropas desastradas. Se llamaba Janis Joplin, tenía 25 años, había nacido en Port Arthur (Texas) y se encontraba en Nueva York con su banda, Big Brother and the Holding Company, grabando el que sería su segundo disco, Cheap Thrills, casualmente en el mismo estudio en el que se había grabado unos meses antes Songs of Leonard Cohen. Como muchos otros músicos, Joplin se alojaba en el Chelsea, en la misma planta que Cohen, además, en la habitación 411.
El aspecto de la joven interesó a Cohen. El incorregible seductor que había en él no perdió su ocasión. "¿Está buscando a alguien?" le preguntó. Ella le contestó: "Si, estoy buscando a Kris Kristofferson" Cohen no era tan alto ni tan guapo como el cantante texano, pero tenía otras armas. "Señorita, está usted de suerte, yo soy Kris Kristofferson". A ella le hizo gracia la broma. Cuando salieron del ascensor, ambos sabían que iban a pasar la noche juntos. En palabras del propio Leonard Cohen, "Ella no me buscaba a mi, buscaba a Kris Kristofferson. Yo no la buscaba a ella, buscaba a Brigitte Bardot. Pero caímos uno en los brazos del otro por una especie de proceso de eliminación".
Su romance duró solo esa noche. Después, se verían solo unas pocas veces mas, casi siempre de manera fugaz. Ella moriría el 4 de octubre de 1970, a causa de una sobredosis de heroína. Al final si que dio con Kris Kristofferson, con el que mantuvo un romance y del que grabaría unos días antes de su muerte una versión de Me and Bobby McGee, la única de sus canciones que alcanzaría el número 1 en las listas de éxitos. Su muerte afectó profundamente a Leonard Cohen. No sólo porque había muerto alguien que había estado tan próxima a él (aunque por poco tiempo). También por el final de su excelente carrera, por su (a su juicio) demasiado breve legado, por todas las canciones que su talento ya no podría alumbrar. "Hay un cierto tipo de artistas que resplandecen con una luz muy brillante durante un tiempo muy breve: los Rimbaud, los Shelleys, Tim Buckley, gente así. Y Janis era uno de ellos".


Meses después de la muerte de Joplin, Cohen estaba en un restaurante de Miami, en plena gira, cuando una vez más el recuerdo de ella regresó a sus pensamientos. Y de repente, los primeros versos de la canción aparecieron claros en su mente: I remember you well in the Chelsea Hotel / You were talking so brave and so free / Giving me head on the unmade bed / While the limousine waited in the street. Cohen siguió durante algún tiempo trabajando en ella, puliendo la letra y la música. La terminó tiempo después, con la ayuda de su guitarrista Ron Cornelius, durante un vuelo de ocho horas y media entre Nashville e Irlanda. Cuando el avión aterrizó, la canción estaba terminada. Tras barajar varios nombres, acabaron llamándola simplemente Chelsea Hotel.
Cohen interpretó la canción en varias ocasiones en sus conciertos, aunque no llegó a grabarla (existe alguna copia pirata de aquellos conciertos en los que se puede escuchar). Pero perfeccionista como era, siguió dándole vueltas a la letra. Hasta que, finalmente, durante una visita a Asmara (Etiopía), por fin la canción tomó la forma con la que hoy la conocemos. Para diferenciar esta nueva versión, Cohen la llamó Chelsea Hotel Nº 2. La interpretó por primera vez el 23 de marzo del 72, en un concierto en el Royal Albert Hall de Londres, y la incluiría en su álbum de 1974 New Skin for the Old Ceremony.
La canción aparecería en su recopilatorio de 1975, The Best of Leonard Cohen, en cuyo librillo el autor decía que la canción trataba de "una cantante americana muerta hacía algún tiempo". Más tarde, en algunos de sus conciertos, admitiría que se trataba de Janis Joplin, quitándole importancia a la revelación: "A ella no le habría importado. A mi madre si le habría importado". La historia no tardaría en hacerse popular. Años después, Cohen se arrepentiría de haber asociado el nombre de Joplin a la canción, revelando una situación tan íntima sin el consentimiento de la otra parte. "Hay una única indiscreción, en mi vida profesional, de la que me arrepiento profundamente [...] conecté su nombre con la canción y me he estado sintiendo mal por ello desde entonces. Es una indiscreción que siento mucho, y si hay alguna manera de disculparme con el fantasma, quiero disculparme ahora, por haber cometido esa indiscreción".


Chelsea Hotel nº 2

I remember you well in the Chelsea Hotel,
you were talking so brave and so sweet,
giving me head on the unmade bed,
while the limousine waited in the street.
Those were the reasons and that was New York,
we were running for the money and the flesh.
And that was called love for the workers in song
probably still is for those of them left.
Ah but you got away, didn't you babe,
you just turned your back on the crowd,
you got away, and never once heard you say,
I need you, I don't need you,
I need you, I don't need you
and all of that jiving around.

I remember you well in the Chelsea Hotel
you were famous, your heart was a legend.
You told me again you preferred handsome men
but for me you would make an exception.
And clenching your fist for the ones like us
who are oppressed by the figures of beauty,
you fixed yourself, you said, "Well never mind,
we are ugly but we have the music."

And then you got away, didn't you babe,
you just turned your back on the crowd,
you got away, and never once heard you say,
I need you, I don't need you,
I need you, I don't need you
and all of that jiving around.

I don't mean to suggest that I loved you the best,
I can't keep track of each fallen robin.
I remember you well in the Chelsea Hotel,
that's all, I don't even think of you that often.


Te recuerdo bien en el Hotel Chelsea,
Hablabas tan valiente y tan dulce,
Haciéndome una felación en la cama deshecha
Mientras la limusina esperaba en la calle
Esas eran las razones y esa era Nueva York,
corríamos por el dinero y la carne.
Y eso fue llamado amor por la gente del oficio
Probablemente aún lo es por los que quedan.
Ah pero tu te fuiste, ¿no, nena?
Simplemente diste la espalda a la multitud, 
Te fuiste, y ni una ver te oí decir
Te necesito, no te necesito
Te necesito, no te necesito
Y todo eso dando vueltas a tu alrededor

Te recuerdo bien en el Hotel Chelsea
Eras famosa, tu corazón era una leyenda.
Me dijiste otra vez que preferías los hombres guapos
Pero que en mi caso harías una excepción.
Y apretando el puño por los que como nosotros
Están oprimidos por los cánones de belleza
Te arreglaste y dijiste "Bueno, no importa,
Somos feos pero tenemos la música"

Y entonces te fuiste, ¿no, nena?
Simplemente diste la espalda a la multitud, 
Te fuiste, y ni una ver te oí decir
Te necesito, no te necesito
Te necesito, no te necesito
Y todo eso dando vueltas a tu alrededor

No intento sugerir que yo fui el que mejor te amó
No puedo seguir la pista de cada petirrojo caído
Te recuerdo bien en el Hotel Chelsea
Eso es todo, ni siquiera pienso en ti tan a menudo.

domingo, 13 de noviembre de 2016

El experimento Rosenhan

David L. Rosenhan (1929-2012)

El 19 de enero de 1973 la revista Science publicaba un artículo titulado On being sane in insane places (Estar cuerdo en lugares de locos), obra del psicólogo norteamericano David Rosenhan, que presentaba sus conclusiones acerca de un estudio que había estado llevando a cabo en los últimos años. Un estudio que provocaría muchas discusiones y que acabaría siendo conocido como "el experimento Rosenhan".
David Rosenhan era un brillante psicólogo, autor de importantes trabajos sobre psicología educativa y conocido por ser uno de los pioneros en la introducción de la psicología en el ámbito judicial, tanto en declaraciones de expertos durante los juicios como en otros aspectos del proceso legal (como la selección de jurados). También ejerció como profesor en las prestigiosas universidades de Princeton y Stanford. A finales de los años 60, Rosenhan quiso saber hasta qué punto los criterios empleados en los diagnósticos psiquiátricos eran realmente objetivos, o si en cambio el análisis de los síntomas de la persona evaluada dependía de la subjetividad del observador. Para ello, no se le ocurrió nada mejor que enviar falsos pacientes a varios hospitales psiquiátricos para comprobar cómo eran diagnosticados.
En el experimento tomaron parte ocho voluntarios (cinco hombres y tres mujeres): tres psicólogos (entre ellos, el propio Rosenhan), un psiquiatra, un estudiante de psicología, un médico pediatra, un pintor y una ama de casa. Todos ellos de edades diversas y libres de antecedentes de enfermedades mentales. Entre 1968 y 1972, estos voluntarios lograron ser admitidos en doce hospitales psiquiátricos, tanto públicos como privados, de cinco estados diferentes, simplemente afirmando en su evaluación inicial haber sufrido alucinaciones auditivas (decían oír voces extrañas de las que sólo entendían palabras aisladas). No alegaron ningún otro síntoma, ni ocultaron sus circunstancias personales ni su biografía, sólo dieron nombres y ocupaciones falsas para ocultar sus verdaderas identidades. Pese a esta escasa sintomatología, siete de ellos fueron diagnosticados de esquizofrenia y otro, de psicosis maníaco-depresiva.
Una vez ingresados, los falsos pacientes debían de comportarse con absoluta normalidad y decir que se encontraban bien y ya no escuchaban voces, para ver si de ese modo podían convencer de su cordura al personal médico y ser así dados de alta. A pesar de ello, los sujetos del experimento simplemente fueron considerados pacientes "amigables" y "cooperativos", sin que en ningún momento se cuestionase el diagnóstico inicial. Curiosamente, a diferencia del personal de los hospitales, un buen número de pacientes si se percató de que no eran auténticos enfermos.
Los voluntarios de Rosenhan estuvieron ingresados por periodos que iban de los 7 a los 52 días, con una duración media de 19 días. Pese a su comportamiento normal, en ningún caso sus cuidadores pusieron en duda su diagnóstico. De hecho, en algunas ocasiones el personal hospitalario llegó a exagerar comportamientos normales, como tomar notas acerca del hospital y del trato recibido, considerándolos como "patológicos" y sintomáticos de las enfermedades que les habían diagnosticado. Ninguno de los voluntarios fue dado de alta "por méritos propios"; antes de ser puestos en libertad todos tuvieron que aceptar el dictamen del psiquiatra que los consideraba enfermos mentales, y consentir en empezar a tomar antipsicóticos (aunque sólo fingían tomarlos).
Las conclusiones de Rosenham eran bastante críticas con la relatividad de los diagnósticos y de la influencia que en ellos tenía la opinión subjetiva del psicólogo que los efectuaba. Pero también con el trato que recibían los pacientes una vez diagnosticados. Una vez que eran "etiquetados" como enfermos mentales resultaba prácticamente imposible librarse de esa categoría, aunque no volvieran a mostrar síntomas. Literalmente llegaba a decir que "en los hospitales psiquiátricos no podemos distinguir a los cuerdos de los locos". Asimismo, también cuestionaba la deshumanización y la rutina con la que los pacientes eran tratados, de la poca atención que se les prestaba, y del escaso contacto que el personal médico mantenía con ellos (el contacto medio de los participantes en el experimento con médicos, psicólogos y psiquiatras no llegaba a los siete minutos al día). Rosenhan terminaba su artículo proponiendo como posible solución el establecimiento de instituciones especializadas en problemas concretos, y una mejor preparación del personal de los hospitales.
La publicación del artículo provocó encendidas reacciones a favor y en contra. Muchos defendieron la psiquiatría argumentando que sus diagnósticos se basaban en los síntomas descritos por los propios pacientes, y que mentir a la hora de hacer un diagnóstico era lo mismo que mentir acerca de los síntomas de una enfermedad. Aunque, como Rosenhan se encargó de señalar, eso no explicaba por qué los falsos pacientes habían seguido siendo considerados enfermos mentales a pesar de que ya no mostraban síntomas. Por otro lado, también fueron numerosos los apoyos de Rosenhan. Se considera que su experimento impulsó un movimiento de reforma de las instituciones psiquiátricas, en favor de una atención más personalizada y, en la medida de lo posible, tratando de mantener a los pacientes integrados en la sociedad en lugar de recluirlos en instituciones. Y también sirvió de argumento a los partidarios de la antipsiquiatría, movimiento que se opone a la psiquiatría convencional.
El experimento de Rosenhan tendría una continuación o epílogo. Tras conocer su estudio, los responsables de un hospital universitario contactaron con él para advertirle que algo así sería imposible en su institución. Rosenhan acordó con ellos que, en el plazo de tres meses, enviaría a varios pacientes simulados para ver si podían descubrirlos. En ese plazo, el hospital atendió a 193 pacientes psiquiátricos, de los cuales cerca de la mitad fueron considerados "sospechosos" por algún médico o empleado: 41 fueron considerados impostores con una alta probabilidad, y otros 42 despertaron las sospechas de algún miembro del personal. En realidad, según se supo más tarde, Rosenhan no había enviado a nadie a aquel hospital y todos los pacientes "sospechosos" eran auténticos pacientes, reforzando aún más la tesis de Rosenhan: "Cualquier proceso diagnóstico que se preste por sí mismo tan fácilmente a errores masivos de este tipo no puede ser un proceso muy fiable".

jueves, 10 de noviembre de 2016

Rags el héroe


La noche del 14 de julio de 1918 un soldado norteamericano llamado James Donovan, perteneciente a la 1ª División de Infantería de las Fuerzas Expedicionarias Norteamericanas, recorría con prisas las calles de París, camino del cuartel en el que estaba alojada su unidad. Había participado en el desfile que había tenido lugar ese día con motivo de la Fiesta Nacional francesa, y luego se había entretenido con algunos compañeros en los bares del barrio de Montmartre, a consecuencia de lo cual llegaba con retraso a reincorporarse a su puesto. Por el camino, Donovan se tropezó con lo que en un primer momento creyó que era un montón de trapos y que resultó ser un perro. Un pequeño chucho callejero, un terrier mestizo de edad indefinida y no excesivamente agraciado. Pero al soldado le cayó simpático y decidió llevárselo con él.
Al llegar a su cuartel, el perro (al que Donovan llamaría Rags, Trapos) le prestó su primer servicio a su nuevo amo: para evitar un castigo por llegar tarde, el soldado convenció a la Policía Militar de que aquel perro era la mascota de la División, que se había escapado, y había estado hasta entonces buscándolo. Lo cierto es que el soldado se libró así de su sanción y Rags no tardó en ganarse el aprecio de los hombres de la 1ª División, a los que acompañó cuando poco después fueron enviados al frente.
Ya en zona de combates, Rags demostró pronto su utilidad. No sólo contribuía a mantener elevada la moral de la tropa, sino que, como pudieron comprobar sus camaradas humanos, su agudo oído resultaba muy útil durante los combates. Los soldados no tardaron en descubrir que Rags era capaz de anticipar los bombardeos alemanes; en cuanto el perro escuchaba la llegada de los proyectiles, reaccionaba echándose al suelo y quedándose inmóvil, poniéndolos sobre aviso y dándoles un tiempo vital para ponerse a cubierto.


El soldado Donovan era especialista en comunicaciones; su labor era tender líneas telefónicas para comunicar las posiciones de la infantería con las de la artillería de apoyo, y reparar las líneas dañadas por el fuego enemigo. Cuando alguna de estas líneas quedaba interrumpida, las comunicaciones debían llevarse a cabo mediante mensajeros. Una labor difícil y peligrosa; a menudo, los mensajeros resultaban heridos o muertos por el fuego enemigo, o eran incapaces de llegar a su destino. A Donovan se le ocurrió entonces adiestrar a Rags para que llevara esos mensajes prendidos en su collar. Muy pronto fue habitual ver al pequeño perro llevando comunicaciones a puestos avanzados, arriesgándose incluso a cruzar por zonas de combates donde podía ser herido, aumentando más si cabe el aprecio que le tenían los soldados. En cierta ocasión, Donovan y 42 de sus compañeros quedaron rodeados por los alemanes; se salvaron gracias a que enviaron a Rags con un mensaje de socorro que permitió un providencial ataque de su artillería y la llegada de refuerzos.
En septiembre de 1918 las tropas expedicionarias norteamericanas lanzaron la ofensiva de Meuse-Argonne, la mayor y más ambiciosa de sus operaciones durante la Primera Guerra Mundial. Rags también tuvo su momento de gloria en esa ofensiva: el 2 de octubre llevó un mensaje desde el 1º Batallón del 26º Regimiento de Infantería al 7º Batallón de Artillería de Campaña que desencadenó un bombardeo que permitió a los norteamericanos tomar la estratégica carretera de Very a Epinonville, lo que salvó la vida a muchos soldados.
El 9 de octubre, sin embargo, Donovan y Rags resultaron heridos en un bombardeo alemán. Ambos fueron alcanzados por la metralla de los proyectiles y el gas mostaza utilizado como arma por el ejército alemán, y fueron evacuados del frente. En honor a los distinguidos servicios prestados por Rags, se le permitió acompañar a Donovan en sus varios traslados de hospital en hospital. El perro había sido herido en una pata y en la cabeza; perdió la visión de un ojo y quedó sordo de un oído, pero no tardó mucho en recuperarse. Las heridas de Donovan, sin embargo, eran mucho más graves, y fue enviado de vuelta a EEUU. Sus compañeros se aseguraron de que Rags fuese con él, con un collar en el que se lo identificaba como miembro de la 1ª División.

Rags pasando revista a las tropas en Fort Jay (Nueva York)
Rags y Donovan acabaron en la base de Fort Sheridan (Chicago), en cuyo hospital quedó ingresado el soldado, mientras que Rags se convertía en la mascota de la base, alimentado y cuidado por todos. Desgraciadamente, el soldado Donovan nunca se recuperó de sus heridas y falleció a principios de 1919. Cuentan que un grupo de soldados llevó a Rags al hospital, a la cama de Donovan. Se habían llevado el cuerpo, pero aún no habían cambiado las sábanas. Rags se puso a olisquearlas, quedó inmóvil durante varios minutos, y luego se dio media vuelta y salió del pabellón. Durante varios días permaneció sin apenas probar bocado y sin salir de la estación de bomberos, donde solía dormir. Luego volvió a su rutina habitual de paseos por la base, aunque al parecer nunca volvió a acercarse al hospital.
Rags siguió siendo el perro de la base hasta que en 1920 fue adoptado por la familia del mayor Raymond Hardenbergh, con cuyas hijas acostumbraba a jugar. Acompañó a la familia en sus traslados por diversas bases hasta que en 1924 Hardenbergh fue destinado a la base de Governors Island, en la Bahía de Nueva York, donde también estaba destinado el 16º Regimiento de Infantería, que había estado en Europa durante la guerra y donde aún había soldados que habían conocido al perro. Rags comenzó a acompañarlos, y pronto fue habitual verlo subido al ferry que comunicaba la isla con tierra firme para visitar bases cercanas como Fort Hamilton o Fort Wadsworth. Muy pronto se convirtió en toda una celebridad en Nueva York: los periódicos publicaron sus hazañas, recibió condecoraciones y homenajes y participó en varios desfiles militares.


En 1928, los Hardenbergh volvieron a trasladarse, esta vez a Fort Hamilton, en el barrio de Brooklyn. En 1934 Raymond Hardenberg fue ascendido a teniente coronel y trasladado a Washington, donde, dos años después, en 1936, fallecería Rags, a una edad avanzada para un perro. Fue enterrado con honores en el cementerio para mascotas de Aspen Hill, en Maryland, no lejos de la casa de los Hardenberg.

lunes, 7 de noviembre de 2016

La habitación 106

El Hotel Le Bristol, en la actualidad

El 14 de junio de 1940, tras una meteórica ofensiva, las tropas alemanas entraban en París. Francia se veía obligada a firmar un armisticio y la capital quedaba bajo la administración de los ocupantes germanos.
Una de las medidas que tomaron los nuevos amos de la ciudad fue la de requisar varios de los más lujosos hoteles para instalar en ellos centros de mando y alojar a los numerosos oficiales de alto rango allí destinados. Uno de los hoteles que se libraron fue el famoso Le Bristol, en buena parte gracias a la habilidad diplomática de su propietario, Hypolitte Jammet, quien en sus años mozos había trabajado en el Hotel Adlon de Berlín. Sin embargo, pese a mostrarse cordial y obsequioso con los alemanes, Jammet había empezado a colaborar con la resistencia y, muy especialmente, con las redes clandestinas que se dedicaban a facilitar la huida de los judíos franceses al extranjero.
En 1942, en el momento álgido de las redadas antisemitas en París, el reconocido arquitecto Léo Lehrman acudió a Jammet en busca de ayuda para evitar correr la misma suerte que otros miles de judíos, arrestados y enviados a campos de concentración. Lehrman había trabajado para Jammet en los años 30 en varias ampliaciones y reformas que había efectuado en el hotel. Jammet no se lo pensó dos veces, y acogió a Lehrman, instalándolo en la habitación 106 del hotel.
Sin embargo, la presencia de Lehrman era arriesgada, para él y para los que lo protegían. El Bristol era un hotel muy activo, siempre había huéspedes entrando y saliendo, e incluso la embajada provisional de los EEUU estaba instalada en él desde junio de 1940, ya que el embajador norteamericano, William Christian Bullit jr. se había negado a abandonar la ciudad. En varias ocasiones se alojaron en el hotel altos mandos nazis, e incluso el británico John Amery, un reconocido antisemita y colaborador del Tercer Reich, vivió un tiempo en una de sus habitaciones. Y por eso Jammet recurrió a una muy particular estratagema: hizo desaparecer la habitación 106. La placa con el número del cuarto fue retirada, todas las referencias a la habitación en los registros y la contabilidad del hotel fueron eliminadas.
Durante mas de dos años, hasta la liberación de la ciudad en agosto de 1944, Lehrman vivió clandestinamente en aquella habitación, saliendo de ella sólo por la noche, gracias a la complicidad de Jammet y sus empleados, sin que nadie pareciera darse cuenta de que una de las 188 habitaciones del hotel había dejado de existir misteriosamente. Aprovechó su encierro para planificar y diseñar una serie de reformas que se llevarían a cabo en el hotel tras la guerra, tales como el cambio de un estilo Art Decó al Regencia, o la construcción de su célebre ascensor de hierro forjado.

viernes, 4 de noviembre de 2016

Don Alejo

Don Alejo Garza Tamez (1933-2010)

Don Alejo Garza Tamez nació en 1933, en el estado de Nuevo León, fronterizo con los EEUU. Norteño de pura cepa, hombre íntegro y cabal, los que lo conocían dicen que su palabra valía tanto como un contrato firmado. Desde muy joven trabajó con sus hermanos en el aserradero propiedad de su padre, y luego fundaría con ellos la maderera "El Salto", en Monterrey, que se convertiría en un negocio próspero, con varias sucursales. El tiempo que le dejaban libre el trabajo en la maderera y sus continuos viajes para comprar materia prima lo dedicaba a su gran afición, la caza. Era un excelente tirador, y con el paso de los años fue reuniendo una amplia colección de armas de caza y deportivas.
Ya tenía cierta edad cuando compró, a medias con su hermano Rodolfo, el rancho San José, cerca de la presa Padilla y distante unos 15 kilómetros de Ciudad Victoria, capital del estado de Tamaulipas. Un rancho que, gracias al trabajo de don Alejo y a su buen hacer, se convirtió en una propiedad próspera. Demasiado próspera, quizá, hasta el punto de despertar la codicia de algunos. El 13 de noviembre de 2010 un grupo de hombres armados, sicarios al servicio del sangriento cártel de Los Zetas, se presentaron en el rancho de don Alejo dándole un ultimátum: los narcos querían su rancho, así que tenía 24 horas para abandonar la propiedad o si no, tendría que atenerse a las consecuencias.
Don Alejo no dudó a la hora de decidir cómo iba responder al desafío de aquellos criminales. Tenía 77 años, nunca había permitido que le arrebataran lo que era legítimamente suyo, y no iba a permitirlo entonces. Reunió a sus empleados y los envió a sus casas, advirtiéndoles que no acudieran a trabajar al día siguiente. A continuación preparó las armas y la munición de las que disponía, y las distribuyó en lugares estratégicos del edificio principal del rancho, junto a puertas y ventanas. Y luego, simplemente, esperó.
Los sicarios llegaron en varias camionetas a eso de las cuatro de la madrugada del día 14. Dispararon una ráfaga al aire, gritando que iban a tomar posesión del rancho, pero nadie les respondió, así que creyeron que todos habían huído. Pero en cuanto se acercaron a la casa, don Alejo abrió fuego.
Fue un tiroteo brutal. Los sicarios acribillaban la casa con armas automáticas mientras don Alejo les respondía parapetado en el interior, moviéndose de una ventana a otra, sin dejar de disparar. Impotentes para doblegar al valeroso anciano, los narcos se vieron obligados a emplear granadas de mano para vencer su resistencia.
Con el alba, llegó al rancho un contingente de infantes de Marina, avisados por los habitantes de ranchos cercanos, que habían escuchado el intenso tiroteo. Los soldados encontraron un panorama auténticamente bélico. Multitud de casquillos de bala por todas partes y el edificio principal semiderruido por los efectos de las granadas y de centenares de balazos. En su interior hallaron el cadáver de don Alejo, abatido por la metralla de las granadas, y rodeado de docenas de casquillos que daban fe de la feroz resistencia que había ofrecido frente a sus agresores. Los narcos habían huido mucho antes de la llegada de los infantes, pero habían pagado un alto precio por su osadía: en el rancho, tendidos frente a la casa que había sido la última morada de don Alejo, quedaban los cuerpos de cuatro de ellos, abatidos por los disparos del valiente anciano, y otros dos gravemente heridos, abandonados por sus compañeros, que fueron quienes relataron a las autoridades lo sucedido.
En un país donde lamentablemente a menudo las bandas criminales imponen su voluntad y muchos crímenes quedan impunes, el valor y la decisión de don Alejo lo convirtieron rápidamente en un héroe popular, alguien cuya historia se cuenta en las cantinas y a quien los músicos componen corridos en su honor.