Mathias Rust, junto a su avioneta en Moscú |
En octubre de 1986, un adolescente alemán llamado Mathias Rust veía por televisión junto a sus padres, en su casa cerca de Hamburgo, cómo la cumbre que mantenían en Reikiavik el presidente de los EEUU, Ronald Reagan, y el secretario general del Partido Comunista soviético, Mijail Gorbachov, terminaba sin acuerdo. A Rust le interesaba la política y le preocupaba la tensión existente entre ambas superpotencias, y se le ocurrió que él también podía hacer algo, un gesto simbólico que sirviese para acercar a los dos bandos.
Mathias Rust (n. 1968) |
La mañana del 28 de mayo, Rust llenó los depósitos de su avioneta y partió del aeropuerto de Helsinki-Malmi declarando como destino Estocolmo. Sin embargo, apenas media hora después de despegar, Mathias decidió llevar a cabo el plan que había ido forjando durante los últimos meses: cambió totalmente de dirección y se dirigió directamente hacia Moscú. Los controladores finlandeses trataron de ponerse en contacto con él, pero Rust no respondió a sus llamadas. Poco después, la avioneta desaparecía de los radares, y las autoridades temieron que se hubiese estrellado en el Báltico. Una mancha de aceite localizada poco después parecía reforzar esa tesis, y se inició una búsqueda infructuosa por la zona (cuyo coste, más de 100000 dólares, tendría que pagar Rust más tarde).
Mientras, el joven alemán se dirigía hacia el espacio aéreo soviético. Sabía que el riesgo al que se enfrentaba era enorme; las fuerzas de defensa antiaérea soviéticas eran las mayores del mundo, y no se andaban con medias tintas: menos de cuatro años antes, un avión de pasajeros de Korean Airlines había sido derribado, con 269 personas a bordo, tras entrar involuntariamente en el espacio aéreo de la URSS. Sin embargo, Rust tuvo suerte: una sucesión de errores, indecisiones y fallos de organización le permitieron cruzar territorio soviético sin ser interceptado.
La avioneta de Rust fue detectada por primera vez a las 14:29 tras cruzar la frontera a través de la costa de Estonia. Dos aviones fueron enviados a interceptarlo; uno de ellos pasó muy cerca, pero creyó que era una avioneta soviética, y pidió permiso para escoltarla, que le fue denegado. Los errores se fueron sucediendo uno tras otro, en buena parte debido a que poco tiempo antes la defensa antiaérea había sido dividida en distritos y los oficiales al cargo no estaban todavía acostumbrados. Se cree que Rust aterrizó en algún momento durante su viaje, ya que desapareció de los radares durante un tiempo y tardó bastante en llegar a Moscú. Los errores de la vigilancia aérea se fueron sucediendo: en Pskov creyeron que era un piloto de una base cercana en un vuelo de entrenamiento, y en Torzhok lo tomaron por un helicóptero que colaboraba en las operaciones de rescate de un accidente aéreo sucedido el día anterior. En varias ocasiones más fue detectado por los radares, pero se lo consideró un avión local volando de manera irregular, por lo que apenas se le dio importancia.
La avioneta de Rust, poco antes de aterrizar |
El aterrizaje de Rust despertó una enorme expectación entre los testigos. Decenas de personas se arremolinaron a su alrededor, mientras Rust estrechaba manos y les decía que venía de Alemania en misión de paz. Poco después era arrestado por la policía.
El incidente supuso una humillación para el ejército soviético, que veía cómo un adolescente con un pequeño avión lograba burlar un sistema de vigilancia supuestamente inexpugnable. El ministro de Defensa, el mariscal Serguéi Sokolov, y el comandante de las Fuerzas de Defensa Aérea, el mariscal en jefe Alexander Koldunov, fueron cesados de sus cargos un día después. En las siguientes semanas y meses, se siguieron produciendo un número considerable de ceses en el ejército y las fuerzas aéreas (algunos hablan de hasta 2000 oficiales relevados de sus puestos, el mayor relevo de oficiales en el ejército soviético desde las purgas estalinistas de los años 50). Algunos analistas sugieren que Gorbachov aprovechó el incidente para librarse de oficiales de la vieja escuela como Sokolov y Koldunov, conservadores y opuestos a sus políticas reformistas.
Mathias Rust, durante su juicio |
Tras su regreso a Alemania, la vida de Rust fue un tanto errática e inestable. En 1989, mientras cumplía con el Zivildienst (el equivalente alemán a la prestación social sustitutoria, la alternativa al servicio militar) en un hospital fue arrestado por apuñalar a una compañera de trabajo que se había negado a salir con él. En el juicio, su defensa alegó que el encierro en la URSS le había provocado problemas psicológicos. Fue condenado por tentativa de homicidio a dos años y medio de cárcel, de los que cumplió 15 meses. En los siguientes años, se casó un par de veces, se convirtió al hinduismo, vivió durante algún tiempo en Rusia y tuvo algunos roces con la justicia por hurtos menores. En 2009 se definía como jugador profesional de póker y en 2012 vivía en Zurich, donde trabajaba como analista financiero y profesor de yoga. Una de sus últimas apariciones fue en octubre de 2015, en una entrevista para el periódico indio The Hindu, en la que criticaba el poder cada vez mayor de las grandes empresas y la gestación de una nueva Guerra Fría entre Rusia y los países occidentales.
La avioneta Cessna con la que aterrizó en Moscú fue posteriormente vendida a un empresario japonés que la utilizó como reclamo publicitario. En 2008 regresó a Alemania y en la actualidad se exhibe en el Museo Alemán de Tecnología de Berlín.
Je, je. Como buen aficionado a la aviación con años a cuestas, recuerdo perfectamente el vuelo de Rust.
ResponderEliminarLo de aterrizar en la Plaza Roja era un deseo frustrado entre los aviadores de la Luftwaffe en la II G.M., y supongo que Rust debió escuchar esa "historia" de labios de algún piloto veterano durante su fase de aprendizaje en el aero-club de turno.
Aparte de la descomposición que padecía en aquella época la fuerza aérea soviética y que pudo ayudar a Rust a colarse, la defensa aérea soviética estaba muy orientada a detectar incursiones a gran altura y velocidad por parte de las fuerzas de la OTAN o de la USAF, con lo que el vuelo a baja altura, y con la escasa velocidad de la Cessna tenía muchas posibilidades de pasar casi inadvertido. Y si a eso le añadimos la incompetencia....
Hay que reconocer también el factor suerte. Pudo acabar en el fondo de un cráter humeante.
Un abrazo.
Rust tuvo mucha mucha mucha suerte. Cierto es que los rusos no esperaban una "invasión" de ese estilo, pero sin toda una concatenación de errores y negligencias no habría podido llegar a Moscú.
EliminarUn abrazo, Rodericus.
Tengo suficiente años, para llegar a la conclusión que no fue suerte fue algo más bien vontrolado. Cuando en ese año pude ver las imagenes y me creia que fue un gran evento, pero ya no
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