domingo, 23 de febrero de 2020

Billy Brooks

William L. Brooks (1832?-1874)

En una época como el Salvaje Oeste, en la que la línea que separaba ambos lados de la ley era, cuando menos, difusa, no era raro encontrar personajes que la cruzaban sin demasiados remordimientos. Personajes que vivían empuñando un arma y que pasaban de imponer la ley a transgredirla sin pensárselo dos veces. Gente como Billy Brooks.

William L. Brooks nació en Ohio, en torno al año 1832. Muy joven se marchó en busca de fortuna al Oeste, donde comenzó ganándose la vida como cazador de búfalos. Se le dio tan bien esta ocupación que acabó recibiendo el apodo de "Búffalo Bill", aunque nunca alcanzó la fama de los "otros" Búffalo Bill, como el célebre explorador y empresario circense William F. Cody o el cazador y explorador William E. Mathewson.

Con una bien ganada fama de hábil con las armas, sobre 1870 empezó a trabajar como conductor de diligencias para la Southwestern Stage Company en una ruta entre Wichita (Kansas) y Fort Gill (Oklahoma), que luego se ampliaría hasta Newton (Kansas). Newton era un pequeño enclave que había crecido de manera muy rápida después de la llegada del ferrocarril en 1871, convirtiéndose en un punto estratégico en cuya estación se embarcaban grandes hatos de ganado procedente de Texas. Esta prosperidad atrajo a un gran número de vaqueros, jugadores, prostitutas y gente de similar ralea. La ciudad se convirtió en un lugar problemático en el que abundaban los tiroteos y que llegó a ser llamada "la ciudad más perversa del Oeste". Y de este salvaje lugar aceptó Brooks ser marshal en 1872, con un salario de 75 $ mensuales, demostrando ser un hombre estricto y resuelto a la hora de hacer cumplir la ley. Una de sus acciones más recordadas tuvo lugar en junio de ese año, cuando expulsó de la ciudad a un grupo de vaqueros texanos que habían estado causando problemas en un local de la ciudad. Pese a haber recibido tres balazos, en la clavícula y los brazos, Brooks los persiguió durante varios kilómetros antes de regresar a Newton a curar sus heridas.

Newton (Kansas)
Poco después de este suceso, Brooks renunció a su cargo en Newton y se marchó a otra ciudad con fama de problemática, Dodge City (Kansas), donde a principios de 1873 volvió a ser nombrado agente de la ley. En menos de un año había devuelto la paz a la ciudad y había expulsado a la mayor parte de los indeseables; pero muchos le atribuían una excesiva facilidad a la hora de tirar del revólver. Cuentan que en su primer mes en el cargo se vio envuelto en 15 tiroteos, y que en una ocasión se enfrentó a cuatro hermanos, que habían llegado a Dodge City buscando venganza después de que Brooks hubiese matado a un quinto hermano, y acabó con los cuatro. Las autoridades locales comenzaron a cuestionar las circunstancias en las que varios hombres habían sido abatidos por Brooks, incluido un hombre al que había disparado tras una discusión causada por una bailarina. Así que Brooks renunció a su cargo y se fue de la ciudad.

Según cuentan, su siguiente parada fue Butte (Montana), donde una vez más trató de ser elegido marshal; pero la mala fama de sus tiempos de Dodge City le perseguía, y fue derrotado por otro candidato ilustre: Morgan Earp, el hermano menor del legendario Wyatt Earp y uno de los participantes en el mítico duelo del OK Corral. Brooks no se tomó demasiado bien su derrota; se encaró con Earp y ambos acabaron heridos de bala, Brooks en el estómago y Earp en un hombro.

Caldwell (c.1880)
Después de eso, Billy Brooks regresó a su trabajo de conductor de diligencias en la Southwestern a principios de 1874. Sin embargo, varios meses después, la compañía perdió su contrato para el transporte de correo a manos de una compañía rival, y Brooks perdió su empleo. Pero ya había demostrado que no era un hombre que se tomara bien las derrotas. Apenas unas semanas más tarde, Brooks y dos compinches, L. B. Hasbrouck y Charlie Smith, fueron arrestados acusados del robo de un importante número de caballos y mulas propiedad de la empresa rival de la Southwestern, supuestamente con la intención de dañar a la compañía para que perdiera el contrato del correo y conseguir recuperar su empleo. Los tres fueron encarcelados en espera de juicio cerca de la ciudad de Caldwell (Kansas), pero dicho juicio no llegaría a producirse. Los cuatreros no contaban con demasiadas simpatías en el Salvaje Oeste, y la noche del 29 de junio de 1874 una turba de ciudadanos enfurecidos asaltó la cárcel, se llevó a los tres detenidos y, pese a sus súplicas pidiendo un juicio justo, los ahorcaron en un árbol.

domingo, 16 de febrero de 2020

Estructuras vestigiales

A lo  largo de la evolución, hasta llegar al punto en el que nos encontramos, el cuerpo humano ha ido perdiendo órganos y estructuras que dejaron de ser útiles. No obstante, algunos de estos rasgos no han desaparecido aún completamente; conservamos en nuestra anatomía vestigios de antiguos caracteres que han perdido su función o conservan una utilidad mínima.


Coxis


La parte final de la columna vertebral, justo debajo del sacro, es el último resto que conservamos de lo que una vez fue nuestra cola. De hecho, los embriones humanos todavía desarrollan una cola, que luego es reabsorbida, en torno a la cuarta semana de desarrollo.

Músculo palmar largo


Este músculo del antebrazo era importante cuando nuestros antepasados todavía llevaban una vida arborícola; una musculatura fuerte en los brazos era vital para poder agarrarse con firmeza a las ramas. Ahora se ha reducido a un haz de fibras sin función (es habitual que sirva como fuente de tejidos para injertos) que incluso ya no aparece en aproximadamente un 14% de la población. Otros músculos en vías de desaparición son el piramidal (abdomen), el elevador de la clavícula, el plantar (pierna) o el dorsoepitrochlearis (espalda).

Apéndice


Sobre este órgano conectado a la porción final del intestino grueso hay cierta controversia. Mientras muchos lo ven como un órgano vestigial que en su día estaba relacionado con la digestión de la celulosa, en una época en la que nuestros antepasados tenían una alimentación básicamente herbívora, otros defienden que sigue siendo un órgano activo y que presenta algún tipo de función relacionada con el sistema inmune o con la conservación de la flora bacteriana del intestino.

Muelas del juicio


Los terceros molares suelen aparecer a edades avanzadas (14-25 años) y son una herencia de nuestros antepasados herbívoros, que necesitaban mandíbulas más grandes para masticar mejor la materia vegetal de la que se alimentaban.

Tubérculo de Darwin


Un engrosamiento cartilaginoso del borde de la oreja, vestigio de la oreja en punta común de muchos mamíferos. Solía ser de ayuda para mover la oreja en la dirección del sonido; ahora, gracias a nuestros cuellos flexibles, ya no lo necesitamos.

Plica semilunaris


Este pliegue de tejido en el borde interior del ojo es el último resto que conservamos de la membrana nictitante, un tercer párpado translúcido y horizontal, que está presente en aves, peces y reptiles, y solo en unos pocos mamíferos como el camello o la foca. El único primate que conserva una membrana nictitante completa y funcional es el poto de Calabar (Arctocebus calabarensis).



No solo hay rasgos vestigiales físicos; también existen reflejos y comportamientos que se conservan a pesar de que ya no cumplen la función que los originó.

Piloerección


La vulgarmente conocida como piel de gallina, la contracción involuntaria de los músculos erectores del pelo, tenía en su origen dos funciones: atrapar una capa de aire para mejorar el aislamiento térmico del cuerpo y aumentar el tamaño aparente como medida de disuasión para depredadores.

Reflejos temporales de los recién nacidos

Algunos comportamientos reflejos de los recién nacidos, como el reflejo de prensión palmar (cerrar la mano cuando la presiona algún objeto), el reflejo de brazos en cruz (cuando el bebé oye algún sonido fuerte o cambia bruscamente de posición, abre los brazos y luego los cierra sobre su pecho) o el reflejo de succión (el bebé comienza a succionar cuando se le acerca algún objeto a la boca) son comportamientos instintivos que suelen desaparecer antes de cumplirse el primer año de vida.

domingo, 9 de febrero de 2020

Los crímenes de Hinterkaifeck

Hinterkaifeck

Hinterkaifeck era el nombre por el que era conocida una granja construida en torno a 1863 y situada en el estado alemán de Baviera, a unos 70 kilómetros al norte de Munich. No era su nombre oficial, sino el que usaban los lugareños para referirse a ella, fruto de unir el prefijo Hinter- (detrás) y el nombre de la población más cercana, la aldea de Kaifeck (si bien la granja no pertenecía a dicha aldea, sino a otra población cercana, Gröbern). Pese a su apariencia de tranquilidad, aquella granja sería el escenario de uno de los crímenes más horrendos de la historia criminal europea del siglo pasado, conocido como los asesinatos o la masacre de Hinterkaifeck.

A finales de marzo de 1922 vivían en la granja seis personas. El propietario de la granja, Andreas Gruber, de 63 años; su esposa Cäzilia (72); su hija Viktoria Gabriel, viuda, (35); los hijos de Viktoria, Cäzilia (7) y Josef (2); y la criada Maria Baumgartner (44). Andreas no era demasiado apreciado por sus vecinos, que lo consideraban una persona hosca y malhumorada, del que se decía que maltrataba  a su esposa y del que, además, era vox populi la relación incestuosa que mantenía con su hija Viktoria, que les había llevado incluso a ambos a ser condenados a penas de cárcel por un tribunal en 1917, después de que una criada los hubiera sorprendido manteniendo relaciones sexuales en el granero. Es más, algunos atribuían a Andreas la paternidad de su nieto Josef, por más que en la partida de nacimiento del pequeño figurase como padre Lorenz Schlittenbauer, un viudo vecino de los Gruber que había sido pretendiente de Viktoria.

El lugar que ocupaba Hinterkaifeck, en la actualidad
Por aquellas fechas la familia Gruber estaba inquieta por los extraños sucesos que se sucedían en la granja. Primero, la anterior criada, llamada Kreszenz Rieger, se había despedido unos meses antes, porque creía que la granja estaba embrujada, ya que afirmaba haber escuchado ruidos y voces extrañas en la casa y sus alrededores. Más tarde, unos días antes de la fecha del crimen, Andreas Gruber había comentado a algunos vecinos haber hallado unas huellas extrañas en la nieve de alguien que parecía haber salido del bosque cercano a la granja. Las huellas llegaban hasta la puerta principal de la granja y se detenían bruscamente, sin señales de que su autor hubiese entrado o hubiese vuelto sobre sus pasos. A partir de ese día se sucedieron los incidentes misteriosos en la granja: ruidos inexplicables en el ático (aunque cuando Andreas lo registró no halló nada sospechoso), un juego de llaves de la casa desaparecido, un periódico antiguo encontrado en el porche y que no pertenecía a nadie de la familia, marcas en la cerradura de la habitación donde Andreas guardaba sus herramientas que parecían hechas por alguien que hubiese tratado de forzarla...

La nueva criada, Maria Baumgartner, llegó a la granja el viernes 31 de marzo de 1922. La acompañaba su hermana, que se marchó poco después. Fue ella la última en ver con vida a los habitantes de la granja. Los vecinos de los Gruber se extrañaron al no ver a ninguno de ellos en todo el fin de semana. La pequeña Cäzilia faltó a la escuela el sábado, y volvió a ausentarse el lunes. Nadie de la familia acudió a la iglesia el domingo, algo sumamente raro, sobre todo en el caso de Viktoria, que formaba parte del coro. El lunes, el cartero se sorprendió al ver que la correspondencia del sábado seguía en el buzón. El martes 4, por la mañana, un mecánico llamado Albert Hofner acudió a la granja para reparar una máquina; estuvo más de cinco horas allí y no vio a nadie, ni escuchó ruido alguno aparte de los sonidos de los animales de la granja, y los ladridos del perro, encerrado en el granero. Después de que Hofner comentara a varias personas su extrañeza por el aparente abandono de Hinterkaifeck, tres vecinos se presentaron en la granja esa misma tarde para ver si había pasado algo. Cuando entraron en el granero, dieron con un horrendo espectáculo: los cuerpos de Andreas Gruber, su esposa Cäzilia, su hija Viktoria y su nieta Cäzilia, semiocultos bajo un montón de heno y una puerta vieja. En la casa se encontraron más tarde los cuerpos del pequeño Josef y la criada Maria, asesinados en sus camas.

De inmediato se desplazó a la zona un equipo de detectives del Departamento de policía de Munich, a las órdenes del inspector Georg Reingruber, para investigar el caso. Lamentablemente, cuando ellos llegaron al lugar les fue muy difícil encontrar indicios en la granja y sus alrededores, dada la gran cantidad de curiosos que habían pasado por allí. La autopsia de las víctimas reveló que todos habían muerto de la misma manera: golpeados violentamente en la cabeza con algún tipo de herramienta puntiaguda, que podía haber sido un pico o una alcotana. En un primer momento se creyó que el móvil del crimen había sido el robo; idea que se descartó cuando se halló en la granja una cantidad importante de dinero y varias joyas que el autor de la masacre no había tocado.


Interrogando a los vecinos, además, salió a la luz otro de los detalles sorprendentes del caso. Dado que nadie había visto a los habitantes de la granja después del día 31 y que varias de las víctimas llevaban ropa de cama, se dedujo que los asesinatos se habían cometido el día 31 por la noche; el autor de alguna manera había atraído una a una a sus víctimas al granero, para luego acabar en la casa con la criada y el pequeño Josef, cuyos cuerpos también habían aparecido cubiertos (el de la criada, con las sábanas de su cama, y el del niño, con una falda de su madre). Todos parecían haber muerto en el acto, salvo la pequeña Cäzilia, que aparentemente había sobrevivido algunas horas antes de morir. Pero varios vecinos, al ser interrogados, declararon haber visto luces en la granja y humo saliendo de la chimenea durante el fin de semana. Un hombre llamado Michael Plöckl había pasado junto a la granja la noche del sábado, y se había cruzado con un hombre que parecía venir de la granja, pero no cruzó ninguna palabra con él ni pudo ver su cara, ya que llevaba un farol con el que le había deslumbrado. Y el mecánico Hofner (al que no se sabe bien por qué, no se le tomó declaración hasta 1925) afirmó que cuando se fue de la granja la puerta del granero donde se hallaron los cuerpos estaba abierta y el perro atado fuera, mientras que los vecinos que descubrieron la masacre habían hallado la puerta cerrada y al perro en el interior del granero. Aparentemente, el asesino había permanecido varios días en la granja, se había preparado comida en la cocina, había dormido en una de las camas e incluso había dado de comer a los animales y ordeñado a las vacas. Y, por la declaración de Hofner, había permanecido en la granja hasta poco antes de que los crímenes fueran descubiertos.

Las investigaciones de Reingruber y sus agentes no llegaron a descubrir al culpable. Se interrogó a más de un centenar de personas, unos como testigos y otros como sospechosos, pero no se llegó a presentar cargos contra ninguno. Los cráneos de las víctimas fueron enviados a Munich para ser examinados (se dijo que la policía recurrió incluso a videntes en busca de pistas), y nunca regresarían; las víctimas fueron enterradas en el cementerio de Waidhofen el sábado 8 de abril, mientras que sus cráneos, tras ser analizados, permanecieron guardados en un juzgado de Augsburgo y se perderían durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. La granja de Hinterkaifeck fue demolida en 1923.

Lorenz Schlittenbauer (1874-1941)
El primer sospechoso que consideraron los agentes del caso fue Lorenz Schlittenbauer, el antiguo pretendiente de Viktoria y supuesto padre del pequeño Josef (aunque el propio Lorenz cambió en varias ocasiones su versión sobre esto, unas veces admitiendo la paternidad del niño y otras negándola). Era bien conocida su animadversión hacia Andreas Gruber pero, como él mismo se encargó de señalar, no tenía ningún motivo para cometer el crimen. Algunos comportamientos extraños despertaron las sospechas de la gente de la zona; había sido uno de los tres hombres que habían descubierto los cuerpos, y sus acompañantes contaron que había movido los cadáveres, que el perro de los Gruber se mostró especialmente agresivo hacia él, y que entró solo en la casa tras abrir la puerta principal con una llave. Durante años se rumoreó que conocía detalles muy concretos de los crímenes y que había sido visto varias veces visitando los restos de la granja demolida. No obstante, hasta su muerte (en 1941) Lorenz Schlittenbauer llevó a los tribunales (siempre de manera exitosa) a varias personas que se habían referido a él como "el asesino de Hinterkaifeck".

Otro nombre que se barajó como el posible asesino fue el de Karl Gabriel, el marido de Viktoria. Karl había sido dado por muerto durante la guerra de trincheras de la Primera Guerra Mundial, cerca de la ciudad francesa de Arras, en diciembre de 1914, pero su cuerpo nunca se había identificado. En los pueblos cercanos a la granja empezó a correr el rumor de que quizá Gabriel no estaba realmente muerto; habría decidido regresar con su esposa tras varios años de ausencia, y al regresar y descubrir las relaciones de Viktoria con su padre y con otros hombres como Schlittenbauer, había sido presa de la ira y asesinado a su familia en un arrebato. Aunque Reingruber no creía en esta teoría, llegó a interrogar a varios ex-compañeros de armas de Gabriel, los cuales confirmaron haberle visto morir en combate.

A lo largo de la investigación surgieron otros nombres de sospechosos, como el de los hermanos Thaler (dos pequeños delincuentes de la zona); Joseph Bärtl, apodado "el panadero loco", natural de un pueblo cercano, que había huido en 1921 del hospital psiquiátrico en el que estaba recluido, y del que no volvió a saberse; los hermanos Anton y Karl Bichler y Georg Siegl (que habían trabajado como peones eventuales en la granja); o incluso la sospecha de que había sido un crimen vinculado a grupos políticos extremistas (aunque a Andreas Gruber no se le conocía adscripción política alguna). En el informe del caso también se incluyó el testimonio de un hombre llamado Joseph Betz, el cual afirmó que durante el invierno de 1919-20 había trabajado como peón en una granja donde había compartido cuarto con otro peón que se hacía llamar Peter Weber. El tal Weber le habló en varias ocasiones de Hinterkaifeck, un lugar que parecía conocer muy bien, hablándole incluso de la relación entre Andreas y su hija. Según Betz, Weber le había dicho que en la casa solía haber una gran suma de dinero, y le propuso ser su cómplice para asaltar la granja, asesinar a Gruber y robar el dinero de la familia. Al no estar Betz interesado, Weber no volvió a hablarle de ello. Por eso, cuando Betz supo de los asesinatos, sospechó que al final Weber había llevado a cabo su plan.

El caso de los crímenes de Hinterkaifeck se cerró oficialmente en 1955, tras tres décadas de investigaciones sin resultados concluyentes, aunque de vez en cuando se seguían añadiendo nuevos indicios o testimonios (el último interrogatorio relativo al caso se produjo en 1986). En 2007 los alumnos de la Academia de Policía de Fürstenfeldbruck revisaron el caso utilizando las técnicas modernas de investigación criminal. Su conclusión es que, dado el tiempo transcurrido, la ausencia de pruebas y la muerte de sospechosos y testigos, el caso es virtualmente imposible de resolver. No obstante, su investigación si señaló a uno de los sospechosos como el principal candidato, pero su nombre no se hizo público por respeto a sus familiares aún vivos.


Una última teoría sobre Hinterkaifeck fue expuesta hace relativamente poco. En 2017 se publicó el libro The Man from the Train (El hombre del tren), obra de un escritor especializado en historia del béisbol llamado Bill James y su hija, Rachel McCarthy James. En el libro, los James reconstruyen minuciosamente y con abundante documentación una serie de crímenes ocurridos en Estados Unidos y Canadá entre 1898 y 1912. Aunque en su época aquellos crímenes fueron investigados como casos aislados, Bill James y su hija afirman que en realidad fueron cometidos por una sola persona, un asesino en serie al que identifican con Paul Mueller, un inmigrante alemán sospechoso en uno de los casos, y que trabajaba como leñador itinerante, al que atribuyen entre 59 y 94 víctimas. Todos los crímenes presentan numerosos rasgos comunes entre ellos y, sorprendentemente, también con los crímenes de Hinterkaifeck: familias enteras asesinadas en granjas aisladas, muertos a golpes con una herramienta, los cuerpos movidos tras el asesinato y cubiertos con ropas o mantas, la ausencia de robo, las sospechas de que el asesino podía haber pasado algún tiempo escondido en las granjas o sus cercanías antes de cometer los crímenes, y la presencia entre las víctimas de niñas preadolescentes (la atracción sexual hacia ellas se apuntaba como el móvil de los crímenes). Los James hacen referencia expresa a Hinterkaifeck en su libro, especulando con que quizá también hubieran sido obra de Mueller, dados los paralelismos con los crímenes en Norteamérica. Mueller desapareció sin dejar rastro después de que la policía y la prensa notaran las similitudes entre sus tres últimos crímenes, dos de ellos en Colorado Springs (Colorado) y otro en Kansas, y los James especulan con que quizá, al sentirse en peligro de ser descubierto, pudo haber regresado a su Alemania natal y allí volver, al menos en una ocasión, a dar rienda suelta a sus instintos criminales.

domingo, 2 de febrero de 2020

La Operación Vegetarian

Bacillus anthracis

En marzo de 1916, poco después de que en plena Primera Guerra Mundial los alemanes emplearan por primera vez cloro gaseoso como arma, el gobierno británico creó cerca de la localidad de Porton (a unos 120 kilómetros al suroeste de Londres) el complejo de Porton Down: unas instalaciones científicas de alto secreto destinadas a la investigación con armas químicas. La investigación continuó después del final de la guerra, y en 1940, ya iniciada la Segunda Guerra Mundial, se creó una nueva sección, denominada Departamento de Biología de Porton (BDP), dedicada a la investigación con armas biológicas como el ántrax o la toxina botulínica, y dirigida por el microbiólogo Paul Fildes. Fue precisamente este departamento el que, poco después de su creación, recibió un encargo urgente y de alto secreto procedente del primer ministro Winston Churchill: desarrollar un método para emplear el ántrax como arma contra Alemania.


El Bacillus anthracis (del griego anthrakis, "carbón") es una bacteria Gram positiva responsable de la enfermedad del carbunco, caracterizada por la aparición de manchas negras en la piel. Dependiendo de la vía de infección, se habla de carbunco cutáneo (con una mortalidad del 20% si no es tratada), digestivo (60%) o pulmonar (95%). La viabilidad de emplear esta enfermedad como arma biológica era la idea que Churchill encargó al BDP.

Los científicos de Porton Down desarrollaron un plan al que se denominó Operación Vegetarian (Vegetariano): pretendían contaminar con ántrax una amplia zona de pastos en el norte de Alemania, donde se alimentaban los principales rebaños de ganado del país. Los efectos habrían sido devastadores: millones de animales habrían enfermado, provocando una grave crisis alimentaria en el país; además, según creían los británicos, muchos alemanes, temerosos de la enfermedad, habrían dejado de consumir carne (de ahí el nombre de "Operación Vegetariano"), agravando los efectos de la escasez. Un número indeterminado de personas, mayoritariamente civiles, también enfermarían al entrar en contacto con las esporas de ántrax o con los animales enfermos, causando cientos o miles de muertes. Además, dado que las esporas de ántrax pueden sobrevivir hasta un siglo en el suelo, las zonas contaminadas quedarían inhabitables durante décadas.

Como vía de dispersión de la enfermedad, los biólogos del BDP imaginaron un ingenioso sistema: inocular el ántrax en el interior de pequeños "pastelitos" hechos de semilla de lino, un complemento alimenticio habitual para el ganado. Una empresa londinense especializada en fabricar jaboncitos de tocador fue contratada para cortar el material en porciones individuales de unos dos centímetros de diámetro y poco más de veinte gramos de peso. Un grupo de mujeres, trabajadoras de una fábrica de jabón, fueron contratadas y llevadas a las instalaciones de Porton Down para inyectar las esporas en cada uno de los pastelitos. Dichas esporas fueron suministradas por el Ministerio de Agricultura, en uno de cuyos laboratorios fueron cultivadas.

Instalaciones de Porton Down
Pero antes de entrar en la fase definitiva de la operación era necesario probar la eficacia de las esporas de ántrax. Las pruebas se llevaron a cabo en la isla de Gruinard, una isla deshabitada de apenas dos kilómetros cuadrados, situada en la bahía del mismo nombre, en el noroeste de la costa escocesa. La isla fue incautada a sus propietarios por el gobierno británico y entre 1942 y 1943 se llevaron a cabo en ella varios experimentos sobre la dispersión y efectividad de las esporas. En uno de esos experimentos se llevó a la isla un rebaño de 60 ovejas para luego hacer explotar cerca de ellas una bomba cargada de ántrax. El experimento fue un éxito; el rebaño entero murió en apenas unos días, pero luego para deshacerse de los cadáveres los encargados del experimento se limitaron a arrojarlos al fondo de una hondonada y volar la ladera sobre ellos, creyendo que así quedarían enterradas. No obstante, uno de los cadáveres quedó a la intemperie y fue arrastrado al mar, llegando a la costa, donde un perro devoró parte de ella. El perro enfermó y murió, pero primero contagió la enfermedad a siete vacas, dos caballos, tres gatos y otras 50 ovejas, todos los cuales terminaron muriendo. El gobierno británico se dio prisa en compensar generosamente a los propietarios de los animales para acallar los rumores, pero sin aclarar la verdadera naturaleza de la enfermedad que había acabado con ellos, algo que no se sabría hasta la década de 1980.

En la primavera de 1944 los científicos de Porton Down tenían ya preparadas cinco millones de unidades de los pastelitos contaminados. Todo estaba dispuesto para cuando se diera la luz verde para la operación. Habían previsto utilizar una docena de bombarderos de la RAF especialmente preparados para la misión, cada uno de los cuales lanzaría unos 4000 pasteles en rondas de 400 unidades cada dos minutos, en unos 20 minutos que duraría cada bombardeo. Con esto suponían que sería más que suficiente para contaminar la mayor parte de los pastos del norte de Alemania, y aún tendrían en reserva material más que suficiente para posteriores ataques a otras zonas ganaderas.

Churchill era plenamente consciente de las gravísimas consecuencias que tendría un ataque de este tipo. Por eso marcó una línea roja muy clara: la Operación Vegetarian no se llevaría a término a menos que los alemanes atacaran primero a los ingleses con armas químicas o biológicas. Finalmente, esta operación nunca se acabó de culminar. Por un lado, porque el ataque previo de los alemanes nunca se produjo. Por otro, porque para cuando todos los preparativos de la operación estuvieron listos, el curso de la guerra ya había cambiado. La derrota alemana en el frente oriental y la entrada de los Estados Unidos en la guerra hicieron que la derrota de Alemania fuera solo una cuestión de tiempo y alejaron la necesidad de tomar una medida tan drástica. Los cinco millones de pasteles envenenados fueron incinerados en Porton Down poco después del final de la guerra.

Quedaba pendiente, sin embargo, el asunto de la isla de Gruinard, todavía contaminada con ántrax. La intención del gobierno británico era descontaminarla para luego devolverla a sus antiguos propietarios, pero resultó bastante más complicado de lo que esperaban. Los intentos de limpieza fracasaron, y los británicos acabaron por decidir que la descontaminación completa de la isla sería demasiada cara y compleja de acometer, así que se limitaron a expropiar la isla, con el compromiso de devolverla a sus dueños o a sus herederos cuando volviera a ser "apta para ser habitada por personas y animales", y declararon el lugar en cuarentena, prohibiendo el acceso a quien no estuviera autorizado. Durante más de treinta años, salvo los científicos de Porton Down, que acudían cada cierto tiempo a tomar muestras de suelo que confirmaban que la contaminación por ántrax continuaba, nadie pudo visitar la isla de Gruinard.


Así hasta que a principios de la década de 1980 hizo su aparición un grupo que se hacía llamar Dark Harvest Commando of the Scottish Citizen Army (algo así como "Comando Cosecha Oscura del Ejército Ciudadano Escocés"). Este grupo, cuyos miembros no llegaron a ser identificados, comenzó una activa campaña para que el gobierno británico eliminara de una vez el ántrax de la isla. La campaña empezó con una serie de comunicados enviados a distintos medios de comunicación, pero, en vista del escaso éxito, el grupo decidió tomar medidas más contundentes, y anunció que varios de sus miembros habían accedido a la isla con la ayuda de habitantes de la zona, y habían retirado varias decenas de kilos de tierra contaminada. Un contenedor con parte de esta tierra fue hallado poco después cerca de las instalaciones de Porton Down, y otro contenedor similar apareció abandonado en la ciudad de Blackpool, donde el Partido Conservador, entonces en el poder, celebraba una convención. Ante el revuelo que se formó, el gobierno finalmente decidió solventar el problema de una vez por todas; en 1986 se retiraron varias toneladas de tierra de las zonas más contaminadas y posteriormente 280 toneladas de formaldehído diluído en agua marina fueron esparcidas por la isla. Después de que un rebaño de ovejas llevado a la isla no mostrara signos de enfermedad tras varios meses, y de que los nuevos análisis no hallaran rastro de las esporas, la isla fue declarada oficialmente segura en 1990, y posteriormente retornó a manos de sus antiguos propietarios por un precio simbólico de 500 libras. De todas formas, el Ministerio de Defensa británico aún dispone de un fondo de emergencia para compensar económicamente a posibles víctimas de ántrax que pudieran contagiarse en la isla.