domingo, 26 de marzo de 2023

El síndrome de la cabeza explosiva



El llamado "Síndrome de la cabeza explosiva" (EHS, por sus siglas en inglés) es un poco conocido trastorno del sueño en el que quienes los sufren relatan como en ciertas ocasiones escuchan un sonido extremadamente fuerte, descrito como una explosión o un zumbido, que parece provenir del interior de su cabeza. En ocasiones los ataques vienen acompañados de destellos de luz, dificultades para respirar o de una sensación de hormigueo por todo el cuerpo. Salvo en rarísimas excepciones los ataques son indoloros, pero provocan al que los sufre ansiedad, ataques de pánico y una elevación del ritmo cardíaco. Se incluyó por primera vez en 2014 en la Clasificación Internacional de Desórdenes del Sueño, calificándola como una alucinación auditiva que afecta a personas solo parcialmente despiertas.

El término "síndrome de la cabeza explosiva" fue acuñado en 1989 por el neurólogo británico John M. S. Pearce, quien también publicó una detallada descripción del trastorno. Sin embargo, se conservan descripciones anteriores que encajan con este síndrome. En 1920 el médico británico Robert Armstrong-Jones ya hablaba de lo que el llamaba "chasquido del cerebro" y en 1876 el médico norteamericano Silas Weir Mitchel describió como "descargas sensoriales" los síntomas de uno de sus pacientes. Incluso hay quien le atribuye algunos episodios narrados en una biografía del filósofo y matemático francés René Descartes (1596-1650) publicada en 1691. En la actualidad, muchos especialistas prefieren referirse a este trastorno como "Shock sensorial craneal episódico".

Los ataques se suceden típicamente en la transición entre el estado de vigilia y el de sueño. Mayormente cuando el paciente está empezando a quedarse dormido, aunque también en ocasiones cuando se está despertando. Su periodicidad varía enormemente de unos pacientes a otros, aunque la norma común es que tiende a remitir con el paso del tiempo. Así, algunos pacientes relatan solo algunos casos aislados sin posteriores recaídas, otros durante unas semanas o meses, y solo unos pocos sufren casos de forma irregular cada pocos días, semanas o meses a lo largo de toda su vida.

La falta de estudios limita mucho lo que se sabe acerca de su incidencia. Parece que afecta a las mujeres en una proporción ligeramente superior y que personas afectadas de otras parasomnias como la parálisis del sueño tienen una mayor probabilidad de padecerlo. Un estudio llevado a cabo entre universitarios encontró que hasta un 14% de ellos había sufrido a lo largo de su vida al menos un episodio atribuible al EHS. Algunos investigadores calculan que hasta un 10% de la población puede sufrirlo en algún momento, pero es difícil de cuantificar porque, dado que no es un fenómeno doloroso ni deja secuelas, la mayoría de la gente no recurre a los profesionales de la medicina.

Las causas que provocan este síndrome siguen siendo desconocidas. La mayoría de las teorías lo relacionan con situaciones de estrés o fatiga extremas, o incluso con el Síndrome de estrés postraumático (SEPT), o bien con una disfunción de la llamada Formación reticular, una estructura del tallo cerebral que regula los ciclos circadianos de sueño y vigilia. Otras teorías hablan de ataques menores en el lóbulo temporal (donde se encuentran las neuronas responsables de la audición), una patología del oído (incluidos movimientos bruscos de algún componente del oido medio o de la trompa de Eustaquio, o daños en la membrana del laberinto), disfunciones temporales en los canales de calcio o síndrome de abstinencia de antidepresivos o benzodiacepinas. Electroencefalogramas obtenidos durante los ataques no mostraron actividad cerebral anómala en la mayoría de los casos, con lo que se descarta que estén vinculados a ataques epilépticos.

Dado que se desconocen las bases fisiológicas de este trastorno, tampoco existe un tratamiento establecido seguro y efectivo. Algunos estudios apuntan la utilidad de tratamientos con antidepresivos tricíclicos como la clomipramina, bloqueadores de los canales de calcio como la flunarizina y la nifedipina, y estabilizadores del estado de ánimo como el topiramato y la carbamazepina. 

2 comentarios:

  1. Buena entrada. He padecido este fenómeno en alguna ocasión, y tras el "estallido" se sufre una cierta sensación de desorientación y congoja. Por suerte, solo ha sido en ocasiones contadas. Puede ser que tenga relación con el estrés acumulado en una temporada.
    Me quedo más tranquilo, no soy un "bicho" tan raro.

    Saludos.

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    1. Pues no, ya ves, es un trastorno relativamente común. Y, afortunadamente, sin más consecuencias que la previsible confusión e incomodidad.

      Saludos.

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