domingo, 28 de mayo de 2023

Los más antiguos

La rueda de las marismas de Ljubljana

En 2002 arqueólogos eslovenos del Instituto de Arqueología de Ljubljana encontraban en unas marismas a veinte kilómetros al sur de la capital eslovena una rueda hecha de madera de fresno y roble, y un eje de madera de roble. Sometida a datación por radiocarbono, a la rueda, de 72 centímetros de diámetro, se le atribuyó una antigüedad de entre 5100 y 5350 años, lo que la convierte en la rueda más antigua conocida.

La Venus de Hohle Fels

Hallada en septiembre de 2008 en la cueva de Hohle Fels (Alemania), esta estatuilla de apenas seis centímetros de altura y 33 gramos de peso representa una figura femenina con sus atributos sexuales exagerados. Los exámenes a los que ha sido sometida le otorgan una antigüedad de entre 35000 y 40000 años, lo que la sitúan en la cultura Auriñaciense y la convierten en la estatua humana figurativa más antigua conocida hasta la fecha, y probablemente en la escultura más antigua en general, aunque algunos se lo atribuyen al llamado Hombre león de Hohlenstein-Stadel.

Las pinturas de la cueva de Blombos

La cueva de Blombos, situada en la costa sudafricana del Océano Índico, a unos 300 kilómetros al este de Ciudad del Cabo, fue utilizada como refugio ocasional por pequeños grupos de humanos hasta hace unos 70000 años. En esta cueva se encontró en 2002 el que se considera el dibujo más antiguo realizado por un ser humano: una serie de marcas grabadas con ocre sobre un fragmento de un mineral llamado silcreta. A estas pinturas se les calculan unos 73000 años de antigüedad, es decir, 30000 años más antiguas que las pinturas rupestres más antiguas conocidas entonces, halladas en España e Indonesia. 

Los pantalones de Yanghai

En 2014 un equipo de arqueólogos alemanes descubría en una tumba del yacimiento conocido como "Tumbas de Yanghai", en la cuenca del río Tarim, al oeste de China, unos pantalones, los más antiguos jamás hallados, datados hace 3000 años y en un excelente estado de conservación. Los pantalones, hechos de lana marrón, son sorprendentemente modernos en cuanto a su forma y costura. Se encontraban en una tumba donde habían sido enterrados dos hombres de unos 40 años pertenecientes a la cultura Gushi, una tribu de pastores seminómadas que probablemente inventaron esta prenda para tener mayor libertad de movimientos al montar a caballo.

Los chicles de Huseby Klev

El yacimiento de Huseby Klev es un antiguo asentamiento de cazadores-recolectores situado en la costa occidental sueca, al norte de Göteborg y con una antigüedad estimada de unos diez mil años. En este yacimiento se han hallado, desde la década de 1990, numerosas muestras de los que se consideran los chicles más antiguos conocidos. Se trata de pequeñas masas de brea de corteza de abedul, un material que los habitantes de Huseby Klev utilizaban como adhesivo en armas y herramientas pero que también solían masticar, bien para darle forma o quizá por sus propiedades antisépticas. La importancia de estos hallazgos radica en que, pese a su antigüedad, es posible obtener de ellos el ADN de las personas que los masticaban, lo que ha proporcionado una valiosísima información sobre el origen de aquellos humanos.

Las herramientas de Lomekwi

En Lomekwi 3, un yacimiento a orillas del lago Turkana, en el norte de Kenia, se han hallado desde julio de 2011 un importante número (cerca de 150) de herramientas de piedra, que incluyen lascas (fragmentos cortantes desprendidos de otra roca), núcleos (rocas de mayor tamaño de los que se extraen lascas) y yunques (rocas contra las que se golpean los núcleos). La datación de estas herramientas sitúa su fabricación hace 3'3 millones de años, lo que no solo las hace ochocientos mil años más antiguas que las halladas en Gona (Etiopía), y que hasta entonces eran consideradas las más antiguas, sino que además son medio millón de años anteriores al primer fósil conocido del género Homo. Esto lleva a pensar que las primeras herramientas no fueran obra de Homos sino de una especie anterior, muy probablemente Kenyanthropus platyops, un homínido del que se encontró un cráneo en 1999.

La espada de San Lázaro

Hace unos años una joven italiana llamada Vittoria Dall’Armellina, estudiante de doctorado en la Universidad Ca’ Foscari de Venecia, se hallaba visitando el monasterio de San Lázaro de los Armenios, un pequeño islote en la laguna de Venecia perteneciente a la Orden Mequitarista (una pequeña orden monástica de origen armenio) cuando una pequeña espada le llamó la atención. La espada estaba expuesta en una vitrina junto a otros objetos medievales, pero Vittoria, cuya tesis de doctorado en Arqueología trataba sobre los orígenes de la espada en Oriente Medio, se dio cuenta de que aquel objeto no parecía medieval en absoluto, y si tenía un gran parecido a las espadas halladas en el palacio real de Arslantepe (Anatolia), fechadas en el cuarto milenio antes de Cristo y consideradas las más antiguas del mundo, que la joven había estudiado para su doctorado. Tras comprobar que la espada no estaba en el catálogo de antigüedades orientales del museo del monasterio, Vittoria habló con la directora de su tesis, la doctora Elena Rova, para iniciar una investigación. Los análisis a los que fue sometida la pieza demostraron que, efectivamente, la espada era mucho más antigua de lo que creía y tiene alrededor de cinco mil años de antigüedad, siendo muy probablemente la espada más antigua que se conserva. Está fabricada con cobre arsenicado (una aleación utilizada antes de la aparición del bronce), al igual que las de Arslantepe, y su forma y fabricación son igualmente similares, con lo que es lógico atribuirle un origen común. En cuanto a como fue a parar a San Lázaro, una nota hallada en el archivo del monasterio indica que un comerciante de obras de arte armenio llamado Yervant Khorasandjian donó a finales del siglo XIX varios objetos (entre los que estaba la espada) a un sacerdote llamado Ghevond Alishan, haciendo constar que habían sido hallados en un yacimiento de una ciudad de la región turca de Trebisonda llamada Kavak. Dado que la espada no presenta inscripciones ni marcas de uso, no se sabe si se trató de un arma usada realmente en combate, de una pieza de exhibición o de parte de un ajuar funerario.

Las sandalias de la Gran Cuenca

Halladas por el arqueólogo norteamericano Luther Sheeleigh Cressman en una excavación en territorio del estado de Oregón en los años 30, estas sandalias, fabricadas con fibras vegetales como la corteza de artemisa, fueron datadas hace más de diez mil años, lo que las convierte en el calzado más antiguo jamás hallado. Fueron encontradas bajo una capa de ceniza volcánica, lo que explica en parte su excelente estado de conservación.

Las marcas de las pinturas rupestres

En numerosos yacimientos de pinturas rupestres de toda Europa se han encontrado, acompañando a las representaciones de animales como bisontes, ciervos, mamuts, caballos, etc. extrañas marcas como puntos o líneas. Nadie había prestado demasiada atención a estas marcas hasta que un investigador llamado Ben Bacon, un restaurador de muebles y arqueólogo aficionado, presentó, después de años de investigación, la sorprendente teoría de que esas marcas son en realidad un sistema primitivo de escritura que proporcionaba información acerca de las épocas de apareamiento y cría de los animales allí representados. Bacon revisó durante años centenares de imágenes de pinturas rupestres, examinando las marcas y buscando patrones recurrentes, antes de que sus conclusiones se publicasen en el Cambridge Archeological Journal en enero de 2023. Aunque algunos investigadores se resisten a calificar como "escritura" estas marcas, si que estaríamos ante el primer ejemplo conocido de protoescritura (en el sentido de transmitir información a través de signos sobre un soporte) de la historia de la humanidad.

domingo, 21 de mayo de 2023

La desaparición de Andrew McAuley

Andrew McAuley (1968-2007)


Nacido el 7 de agosto de 1968 en la ciudad de Goulburn, en el estado australiano de Nueva Gales del Sur, a Andrew McAuley le atrajo la aventura desde muy joven. Se decantó primero por el alpinismo; ascendió a las principales cumbres de Australia y Nueva Zelanda, y otras en grandes formaciones montañosas como el Himalaya o los Andes. Siempre que podía, huía de las vías más habituales, eligiendo las rutas menos transitadas o incluso buscando otras nuevas.

A finales de los años noventa McAuley encontró una nueva pasión en su búsqueda de aventura: las travesías de larga distancia en kayak, y se entregó a ella con el mismo empeño que antes había empleado en la escalada. En 2003 llevó a cabo la primera travesía sin paradas a través del estrecho de Bass, cuyos 350 kilómetros de ancho separan Australia de la isla de Tasmania. En 2004 cruzó los alrededor de 600 kilómetros del golfo de Carpentaria, en el norte de Australia, y en 2006 lideró una expedición al Territorio Antártico Australiano que recorrió más de 800 kilómetros a través del Círculo Polar Antártico. Estas hazañas le valieron ser nombrado Aventurero del Año en 2005 por la Sociedad Geográfica Australiana.

Y en diciembre de 2006, McAuley se enfrentó al que era su proyecto más ambicioso y arriesgado: atravesar el mar de Tasmania, desde la isla australiana hasta Nueva Zelanda, en una travesía de más de 1600 kilómetros, a través de unas aguas heladas con durísimas condiciones de viento y oleaje; una travesía en solitario que le iba a llevar aproximadamente un mes. Una aventura extremadamente arriesgada, que solo había sido intentada en dos ocasiones, ambas sin éxito; una de ellas, por parte del legendario navegante neozelandés Paul Caffyn. Por aquel entonces McAuley, de 38 años, trabajaba como consultor informático en Sydney, tenía una esposa, Vicki, y un hijo de tres años, Finlay. Muchos lo acusaron de egoista y temerario por embarcarse en aquel temerario proyecto teniendo una familia; el trató de explicarlo en una entrevista en la cadena de radio ABC: "Supongo que realmente me atrae un viaje como este; es un verdadero desafío personal. Existe una gran satisfacción en intentar una aventura difícil e improbable".

El kayak de McAuley (Australian National Maritime Museum)

El kayak con el que McAuley iba a intentar su hazaña era un kayak de fibra de la marca Mirage, con algunas modificaciones para hacerlo más resistente a las condiciones extremas de la travesía. Medía unos seis metros y medio de eslora y sesenta centímetros de manga, y su principal modificación era una capota de fibra de vidrio, pintada de un vivo color amarillo, a la que McAuley llamaba "Casper" y que cerraba el habitáculo del kayak impidiendo que entrara el agua. Cuando McAuley quería dormir, largaba un ancla flotante y cerraba la capota, respirando a través de un ventilador que impedía la entrada de agua. Asimismo, en caso de verse sorprendido por una tormenta, podía cerrarla y esperar dentro del kayak a que amainara. El principal problema era que, si el kayak volcaba cuando no estaba colocada, se llenaba de agua e impedía el llamado "giro esquimal" con el que el kayakista vuelve a enderezar el kayak usando su cuerpo y su pala; en caso de vuelco, McAuley tenía que salir del kayak y empujarlo para enderezarlo.

McAuley, además de los víveres para el viaje, llevaba a bordo una vela, un estabilizador hinchable, una pala de repuesto, una desaladora, una bomba de achique manual, una baliza de emergencia EPIRB, una radio baliza y un GPS. Estos materiales iban repartidos entre el habitáculo y dos pequeños pañoles en ambos extremos del kayak. Desde tierra, un equipo de apoyo dirigido por un veterano marinero llamado Jonathan Borgais le informaba a diario de las previsiones meteorológicas. El primer intento tuvo que ser abortado apenas un día después de su partida, por problemas con el aislamiento del kayak. La segunda intentona comenzó el 11 de enero de 2007; navegando siempre por debajo del paralelo 40, mantuvo un ritmo constante con un tiempo razonablemente bueno, hasta que el 27 de enero, habiendo recorrido dos tercios de su viaje, fue sorprendido por una terrible tormenta, con vientos de cuarenta nudos y olas de más de diez metros. Encerrado en el kayak, sacudido por la tormenta, resistió como pudo, llegando a estar desaparecido por varias horas, pero logró sobrevivir y continuar su viaje, habiendo perdido la radio baliza y el teléfono satélite de repuesto, y con algunos daños en Casper.

El 8 de febrero, cuando apenas le quedaban 120 kilómetros para llegar a su destino, envió un mensaje a su esposa, que le esperaba con su hijo en Nueva Zelanda, diciendo "Os veo el domingo a las nueve de la mañana". La previsión meteorológica era buena y no se esperaban complicaciones. Varios amigos de McAuley, entre ellos Paul Caffyn, esperaban también su llegada e incluso habían planeado salir a su encuentro cuando se acercara a la costa. Pero no iba a poder ser. El viernes 9, a las siete de la tarde, la Guardia Costera de Nueva Zelanda recibió un confuso mensaje de alguien que se identificaba como Kayak1. La familia y amigos de McAuley no creyeron que se tratase de una llamada de emergencia, e incluso sospecharon que fuese una falsa alarma. Los guardacostas hicieron una breve búsqueda, sin resultado.

La última imagen de McAuley, conservada en la tarjeta de memoria de su cámara

A la mañana siguiente, la limpieza y análisis del mensaje reveló palabras inquietantes como "ayuda" y "hundiendo". El mensaje decía "¿Me recibís? Soy Kayak1 ¿Me recibís? Estoy en una situación de emergencia. Mi kayak... a unos 30 kilómetros de Milford Sound (un fiordo en la costa neozelandesa). Necesito un rescate... Necesito un rescate... Mi kayak se está hundiendo... He caído al mar y me estoy hundiendo". De inmediato, se lanzó una operación de búsqueda cubriendo más de 25000 kilómetros cuadrados de océano. El sábado por la tarde era encontrado el kayak de McAuley, volcado a unos 54 kilómetros de Milford Sound. Estaba prácticamente intacto; solo faltaba la capota... pero no había rastro de McAuley. La búsqueda, sin éxito, se prolongó hasta el lunes. El cuerpo del aventurero australiano jamás apareció. 

Solo se puede hacer conjeturas sobre lo que le sucedió a McAuley, pero la idea más aceptada es que el kayak volcó, seguramente golpeado por una ola, y McAuley fue incapaz de volver a enderezarlo. El peso de la capota y del agua de la desaladora, unidos al agotamiento del navegante tras un mes de viaje, seguramente le hicieron imposible darle la vuelta. Aparentemente, McAuley sacó la radio vhf y el traje seco (un traje aislante para evitar la hipotermia) del interior de la bodega, y en algún momento se separó del kayak. Hay quien dice que probablemente trató de llegar a nado a la costa, que debía ser visible desde el lugar en el que había volcado. No se sabe por qué no encendió la baliza de emergencia (que se encontró, apagada, en el interior del kayak, junto a su teléfono satélite), por qué no se ató al kayak o por qué no envió un mayday con su mensaje, que hubiera dejado claro que estaba en apuros; quizá fue un error, quizá el agotamiento no le dejaba pensar con claridad.

Su esposa Vicki escribiría más tarde un libro, Solo, sobre la figura de Andrew y su última aventura. En noviembre de 2008 se estrenó Solo: Lost at sea, un documental sobre el último viaje de McAuley, dirigido por David Michod y Jennifer Peedom, que incluía imágenes de su travesía tomadas por el propio McAuley y procedentes de las grabaciones recuperadas a bordo del kayak. El kayak de McAuley, restaurado, se exhibe en el Australian National Maritime Museum.

domingo, 14 de mayo de 2023

Tragedia en el K2

K2

Con sus 8611 metros sobre el nivel del mar el K2 es la segunda montaña más alta del mundo, solo por detrás del Everest. Descrita por primera vez en 1856 por el militar y topógrafo británico Thomas Montgomerie, fue este quien la denominó K2 por considerarla erróneamente la segunda montaña más alta de la cordillera del Karakórum (llamó K1 a la que hoy se conoce como Masherbrum). El K2 estaba en un área tan remota que ni siquiera los habitantes locales le habían dado un nombre; por eso, aunque a lo largo de los años ha sido nombrado monte Godwin-Austen, Dapsang, Lamba Pahar, Chogori o Qogir (su nombre oficial para las autoridades chinas), la mayoría se siguen refiriendo a ella como K2.

El K2 es para muchos la montaña más peligrosa del mundo. El montañero norteamericano George Irving Bell llegó a decir de ella que "Es una montaña salvaje que intenta matarte". A su forma piramidal, con paredes abruptas y sin secciones planas como las del Everest, se une un tiempo inclemente durante buena parte del año, con terribles tormentas que se desatan en ocasiones de manera sorpresiva y temperaturas extremas. Además, durante bastante tiempo se dijo que la montaña tenía una maldición hacia las mujeres escaladoras: las seis primeras mujeres que alcanzaron su cumbre murieron en el descenso o escalando otras montañas poco después, y otras muchas perecieron en el intento. Su cumbre fue coronada por primera vez en 1954 por los italianos Lino Lacedelli y Achille Compagnoni; desde entonces y hasta 2021, menos de 400 personas habían alcanzado su cumbre y cerca de un centenar habían muerto en el intento, a causa de la congelación, la fatiga, las avalanchas, las tormentas o los edemas pulmonares. Recientemente, cambios en la política de concesión de visados y la llegada de sherpas nepalíes a la zona para implantar un modelo de escalada similar al del Everest han hecho que el número de ascensos se haya multiplicado, llegando a producirse en un solo día, el 22 de julio de 2022, hasta 145 llegadas a la cumbre.

Alison Jane Hargreaves (1962-1995)

A mediados de agosto de 1995 Alison Hargreaves llegaba al campo 4, el último antes de la cumbre, situado a unos 7600 metros de altitud. Hargreaves era una escaladora que empezaba a ser conocida en los círculos del montañismo; en 1993 había sido la primera alpinista en subir a las seis grandes caras norte de los Alpes en una misma temporada, y ahora estaba embarcada en un nuevo desafío: ascender a las tres montañas más altas del mundo (el Everest, el K2 y el Kangchenjunga) sin asistencia. El 15 de mayo había alcanzado la cima del Everest sin oxígeno ni ayuda de los sherpas y ahora pretendía hacer lo mismo en el K2. Iba acompañando a los miembros de una expedición norteamericana a la que se había unido poco antes. En el campo 4 coincidió con otras dos expediciones: una canadiense-neozelandesa y otra española, organizada por los clubes Peña Guara de Huesca y Montañeros de Aragón de Zaragoza, formada por Javier Escartín, Lorenzo Ortiz, Javier Olivar, Lorenzo Ortas, José Garcés, Manuel Avellanas y Manuel Ansón. Todos coincidían en intentar el acceso a la cumbre por la llamada ruta del Espolón de los Abruzzos, la más habitual y menos complicada de las varias que existen para coronar el K2.

De izquierda a derecha, Manuel Ansón, Manuel Avellanas, Javier Escartín, Lorenzo Ortiz, Lorenzo Ortas, José Garcés y Javier Olivar

El 13 de agosto las condiciones parecían ser las idóneas para un intento de alcanzar la cumbre. El tiempo era bueno y llevaba así durante cuatro días seguidos. Todos estaban al tanto de la peligrosidad de la montaña (solo un mes antes otro escalador español, el catalán Jordi Anglès Soler, había muerto en el intento) pero parecía el momento ideal para el asalto final a la montaña. Seis escaladores salieron muy temprano rumbo a la cumbre: Hargreaves, el estadounidense Rob Slater, los neozelandeses Bruce Grant y Peter Hillary (hijo del legendario sir Edmund Hillary, el primer hombre en alcanzar la cima del Everest) y los canadienses Jeff Lakes y Kim Logan. Los españoles Javier Escartín, Lorenzo Ortiz, Javier Olivar y José Garcés habían salido algo más temprano; se encontrarían con ellos en un estrechamiento de la ruta conocido como "Cuello de botella". Sin embargo, cuando aún estaban lejos de la cumbre, Hillary decidió dar la vuelta. Pese a que el tiempo había permanecido estable durante días, había visto indicios de que podría cambiar pronto. Su instinto le decía que era mejor desistir del intento, y prefirió regresar. Logan regresó con él; los demás, sin embargo, continuaron con el ascenso. Poco después se cruzaban con Garcés que, con problemas en los pies, regresaba al Campo 4

A las 6:45 PM Hargreaves y Olivar anunciaban por radio a Ortas, que se había quedado en el Campo 4, que habían alcanzado la cumbre. Los demás irían llegando después, salvo Lakes, que se había visto obligado a dar la vuelta por el agotamiento. Según le contaron a Ortas, el tiempo era espléndido. Menos de una hora después, estallaba una brutal tormenta en la montaña, con temperaturas extremas y vientos de hasta 160 km/h, que sorprendió a los montañeros en pleno descenso, sin posibilidad de encontrar refugio. Desde el campo base, algunos testigos con prismáticos afirmaron haber visto a los escaladores luchando por descender antes de desaparecer tragados por la ventisca. Hargreaves, Slater, Grant, Escartín, Ortiz y Olivar; ninguno de los seis volvió a ser visto. Lakes llegó a duras penas al Campo Base, donde pese a ser atendido moriría horas más tarde de hipotermia y agotamiento. Ortas y Garcés, los únicos que quedaban en el Campo 4, resistieron la tormenta a duras penas, después de que el viento hubiera destrozado sus tiendas.

A la mañana siguiente Ortas y Garcés, con un inicio de congelación en manos y pies, comenzaron un penoso descenso hasta el Campo 3. Durante su descenso, a unos 7400 metros de altitud, encontraron varios objetos: una bota de escalada, un anorak y un arnés, ambos manchados de sangre, reconociendo todo ello como parte del equipo de Alison Hargreaves. A unos cientos de metros Ortas, que se había desviado de la ruta para investigar, divisó un cuerpo (que identificó, por el color de su ropa, como el de la escaladora británica) y señales de que al menos otros dos cuerpos más se habían deslizado montaña abajo; su opinión era que el terrible viento de la tormenta los había hecho salir despedidos mientras descendían. Pero, debido a su complicada situación, decidió seguir descendiendo y tratar de volver más tarde para recuperar el cadáver de Hargreaves y cualquier otro que pudiera haber. Sin embargo, en el Campo 3 apenas había suministros y tuvieron que continuar hasta el Campo 2, a donde llegaron sobre las diez de la noche. Al día siguiente siguieron descendiendo hasta el Campo Base, donde se reunieron con Ansón y Avellanas y recibieron asistencia médica; serían evacuados en helicóptero el día 19, sufriendo pequeñas amputaciones en manos y pies.

Ninguno de los cuerpos de los seis fallecidos en lo que se llamó "El desastre del K2" fueron jamás recuperados. Alison Hargreaves tenía dos hijos: Thomas y Katherine Ballard. Thomas llegaría con el tiempo a ser un respetado escalador. En febrero de 2019, cuando contaba con solo 30 años, desapareció durante una expedición al Nanga Parbat. Su cuerpo y el de su compañero de escalada Daniele Nardi fueron encontrados dos semanas después.

domingo, 7 de mayo de 2023

El monstruo de Tully



El yacimiento de Mason Creek, cerca de Grundy (Illinois) es un depósito de fósiles de extraordinaria riqueza, por la cantidad y la variedad de estos. Datado en el periodo Carbonífero, hace unos 309 millones de años, fue en tiempos un amplio delta fluvial en una región de clima tropical, cuyos fondos de arena y limo permitieron la formación de lo que se conoce como lagerstätte: un depósito sedimentario con una gran riqueza de fósiles en un excelente estado de conservación, incluyendo a veces las partes blandas del animal.

Fue en Mason Creek, en 1955, cuando un buscador de fósiles aficionado llamado Francis Tully halló en una de sus expediciones el primer ejemplar de un fósil que durante décadas iba a provocar quebraderos de cabeza a los paleontólogos. Cuando lo vio, Tully supo de inmediato que estaba ante algo que no había visto nunca, así que lo llevó al Museo Field de Historia Natural de Chicago, pero los sorprendidos paleontólogos del museo tuvieron que admitir que ellos tampoco tenían la menor idea de qué podía tratarse. Unas dudas que se han perpetuado hasta hoy. En honor a su descubridor se le dio en 1966 el nombre de Tullimonstrum o, como se conoce habitualmente, el monstruo de Tully.

Francis Tully (1912-1987)

El monstruo de Tully era un animal de forma alargada, con una aleta caudal triangular y un par de aletas laterales similares a las de una sepia, y una especie de probóscide o trompa dotada de ocho pequeños dientes. A cada lado del cuerpo presenta un pedúnculo que se cree albergaba algún tipo de órgano sensorial, probablemente un ojo. En Mason Creek se han hallado más de un centenar de ejemplares, todos adscritos a la misma especie, Tullimonstrum gregarium, lo que indicaría que se trataba de una especie relativamente abundante. Los ejemplares más pequeños miden unos ocho centímetros; los mayores, unos 35, que se cree era el tamaño máximo que alcanzaban los adultos. Por sus características, se cree que se trataba de una especie nadadora que vivía en aguas poco profundas y usaba su trompa para remover el limo del fondo, en busca de materia orgánica y pequeños animales de los que se alimentaba.

El misterio que rodea la naturaleza del Tullimonstrum ha generado múltiples teorías sobre su adscripción a uno u otro grupo. No hay ni siquiera un consenso acerca de si se trataba de un vertebrado o un invertebrado ya que, aunque ninguno de los fósiles de esta especie que se han hallado conserva restos de un esqueleto, eso no prueba que no lo tuviera, ya que algunos grupos de vertebrados como los peces cartilaginosos no suelen dejar restos óseos. Así, a lo largo de los años se ha propuesto, entre otras teorías, que el Tullimonstrum era un molusco, un artrópodo, un anélido, un conodonto (un tipo de vertebrados extintos), un tunicado (un cordado no vertebrado, como las ascidias) o algún otro tipo de vertebrado (probablemente un pez).

Tullimonstrum gregarium

En 2016, dos estudios independientes publicados casi a la vez coincidían en identificar al Tullimonstrum como un vertebrado. El estudio de McCoy et al. lo identificaba como un pariente cercano de las modernas lampreas (orden Petromyzontiformes) basándose en el estudio de algunas de sus características anatómicas, como las aletas o los dientes. El de Clemens et al. lo identificaba como un vertebrado de algún grupo extinto, basándose en la anatomía de su ojo. Sin embargo, hace apenas unas semanas, tras examinar con escaners 3D y tomografía microcomputerizada más de 150 ejemplares de este fósil y 70 de otras especies del mismo yacimiento, el estudio de Mikami et al., llevado a cabo por científicos de las universidades de Tokio y Nagoya, descarta ambas posibilidades y lo identifica como un invertebrado, basándose principalmente en la segmentación de la cabeza del Tullimonstrum, que se prolonga desde su cuerpo, una característica que no se conoce en ningún linaje de vertebrados. Y aunque no establece una clasificación alternativa, sugiere que puede tratarse de un cordado no vertebrado o bien de algún tipo de protóstomo (un supergrupo que incluye a moluscos, artrópodos, anélidos y nematodos, entre otros).

Como vemos, la identificación definitiva del monstruo de Tully está lejos de llegar a un consenso general. Solo queda esperar que los avances técnicos nos den una solución definitiva algún día. Dentro de lo anecdótico, el Tullimonstrum gregarium fue elegido en 1989 fósil oficial del estado de Illinois.