domingo, 30 de julio de 2023

Los hombres de la Cueva del Ciervo Rojo

Este es el aspecto que podrían haber tenido los hombres de la Cueva del Ciervo Rojo

En 1979 un geólogo llamado Li Changqing que buscaba yacimientos petrolíferos en la región autónoma china de Guangxi halló en una cueva cercana al pueblo de De'e una serie de restos que incluían fósiles humanos y animales, carbón vegetal y arcilla carbonizada. Aquellos restos fueron enviados a la ciudad de Kunming para su estudio, conde se concluyó que los fósiles humanos pertenecían a un único individuo que fue denominado LL-1.

Diez años más tarde, en la vecina provincia de Yunnan, aparecían nuevos restos durante las excavaciones en una cueva cercana a la ciudad de Mengzi, una cueva llamada en chino Maludong (Cueva del Ciervo Rojo), debido a los numerosos restos de este animal hallados en ella (se supone que este animal era una de las bases de la dieta de aquellos individuos). En esta ocasión se trataba de los restos de al menos tres individuos diferentes pero, como había ocurrido con los de LL-1, no se hizo un estudio profundo sobre ellos.

Algunos de los restos de LL-1

Estos restos no llamaron la atención hasta casi dos décadas después. En 2008 un equipo internacional dirigido por el australiano Darren Curnoe, de la Universidad de Nueva Gales del Sur, y el chino Ji Xueping, del Instituto de Arqueología de Yunnan, comenzó un proyecto para examinar y datar fósiles humanos hallados en Extremo Oriente, tratando así de llenar los numerosos vacíos existentes en el registro evolutivo humano en Asia. Fue entonces cuando estos hallazgos fueron por primera vez estudiados a fondo. Fueron limpiados, preparados (algunos de los restos del LL-1 ni siquiera habían sido extraídos de la roca sedimentaria donde estaban incrustados) y examinados a fondo. Y se concluyó que, dadas sus muchas similitudes, tanto el LL-1 como los hombres del Ciervo Rojo pertenecían a la misma población.

Lo primero que llamó la atención de los investigadores fue la peculiar mezcla de caracteres modernos y arcaicos que presentaban aquellos individuos. Junto a características típicas de los hombres modernos, aquellos individuos presentaban otras propias de especies mucho más antiguas como el Homo erectus o el Homo habilis: cráneos gruesos, arcos superciliares prominentes, cara plana, nariz ancha, mandíbula sin barbilla, grandes molares y fémures estrechos y largos. La sorpresa llegó cuando los restos fueron sometidos a una datación radiométrica por uranio-torio: a los hombres de la Cueva del Ciervo Rojo se les atribuyó una antigüedad de entre 17000 y 13000 años solamente, mientras que LL-1 era incluso más moderno, situándolo en torno a 11500 años. 

Ahora bien, una de las hipótesis que se habían propuesto sobre el origen de aquellos individuos era que se trataba de una especie nueva y desconocida hasta entonces. Pero, de acuerdo con la línea evolutiva aceptada, el Homo sapiens es la única especie del género Homo en el planeta desde hace, al menos, 28000 años, cuando desaparecieron los últimos neandertales. Si se confirmaba que los hombres de la Cueva del Ciervo Rojo eran una nueva especie, habría sido un descubrimiento fabuloso: una especie humana nueva que habría sobrevivido hasta una época extraordinariamente reciente, hasta la última edad de hielo. Sin embargo, Curnoe y Xieping nunca se mostraron demasiado partidarios de esta hipótesis. Dado que aquellas características primitivas siguen apareciendo (aunque con escasa frecuencia) entre los humanos modernos, su opinión era que podía tratarse de los descendientes de una migración temprana y desconocida de hombres modernos desde África, distinta a la que dio origen a los actuales habitantes de Asia, y que no habría dejado contribución alguna al patrimonio genético actual.

La Cueva del Ciervo Rojo

Otra de las teorías propuestas fue la de que aquella población era el resultado del cruce entre humanos modernos y alguna otra especie arcaica nativa, como los denisovanos. Eso explicaría aquella peculiar mezcolanza de caracteres modernos y antiguos. Se hicieron nuevas excavaciones en las cuevas donde se habían hallado los especímenes, pero solo se encontraron pequeños fragmentos pertenecientes con toda probabilidad a los individuos ya encontrados, sin que aportaran mucha información a lo que ya se sabía. En cualquier caso, todas las teorías coincidían en atribuir al aislamiento la explicación de la inusual persistencia de aquellos individuos: la orografía de la región donde fueron hallados, con altas montañas y valles profundos, había actuado como una barrera natural manteniéndolos incomunicados con el resto de poblaciones humanas. En cualquier caso, en aquellos años la tecnología de análisis de ADN no estaba lo suficientemente avanzada como para poder obtener muestras útiles de aquellos fósiles.

No fue hasta hace muy poco tiempo que se dispuso de una tecnología lo suficientemente sensible como para aislar y analizar ADN de los restos de los hombres de la Cueva del Ciervo Rojo. Los resultados del análisis, realizado por la Academia de Ciencias de China, fueron publicados en julio de 2022, y resultan, como mínimo, sorprendentes: ni sapiens arcaicos, ni una nueva especie, ni híbridos. Aquella población estaba formada por humanos modernos en todos los sentidos, emparentados genéticamente con los actuales habitantes de Extremo Oriente y, en menor medida, con los nativos americanos. Las características primitivas y poco corrientes que presentaban eran, sencillamente, fruto de la variabilidad genética que se da en las poblaciones actuales de cualquier parte del mundo. El aislamiento, eso si, había jugado un papel importante. La endogamia y la baja variabilidad genética habían convertido en corrientes caracteres que, en otras poblaciones humanas, son mucho más esporádicos e infrecuentes.

Uno de los cráneos hallados en Maludong

La identificación de los restos de esta población constituye una nueva pieza en el inmenso rompecabezas que supone reconstruir el mapa de las migraciones que dieron lugar a las actuales poblaciones humanas a lo largo y ancho del planeta. El equipo chino encargado de analizar su ADN espera seguir contribuyendo a este propósito analizando nuevas muestras de fósiles hallados en distintas regiones de Asia.

domingo, 23 de julio de 2023

Lola Montez

Elizabeth Rosanna Gilbert, "Lola Montez" (1821-1861)


La vida de la que sería una de las mujeres más fascinantes del siglo XIX comenzó el 17 de febrero de 1821. Ese día vino al mundo en el pequeño pueblo irlandés de Grange una niña llamada Elizabeth Rosanna Gilbert, hija de un militar inglés llamado Edward Gilbert y su joven esposa, Elizabeth Oliver, hija de un parlamentario irlandés, de tan solo 15 años. Con solo dos años, toda la familia se muda a la India, donde había sido destinado el regimiento de Gilbert, quien moriría al poco de llegar a causa del cólera. Su viuda se volvería a casar poco después con un teniente llamado Patrick Craigie.

Ante el comportamiento rebelde e ingobernable de la pequeña Elizabeth, sus preocupados padres decidieron enviarla de vuelta a Gran Bretaña. Vivió durante un tiempo con el padre de Craigie en Montrose (Escocia), y cuando este ya no pudo más con ella, la enviaron cuando tenía diez años a un internado cerca de Sunderland, dirigido por la hermana mayor de su padrastro y el marido de esta. Allí impresionó vivamente a los profesores de la escuela: por su belleza y elegancia... y por su indómito temperamento. Solo estuvo allí durante un año, antes de ser enviada a una nueva escuela en Bath, en el sur de Inglaterra.

Cuando tenía 16 años su madre trató de casarla con un oficial amigo de su padrastro, viudo y septuagenario. La joven no solo rechaza el compromiso, sino que poco después se fuga con un joven y apuesto teniente llamado Thomas James. Su matrimonio se rompería cinco años después, en Calcuta, donde él estaba destinado, tras lo cual Elizabeth inicia una nueva carrera como bailarina exótica, utilizando un seudónimo.

En 1843 regresa a Gran Bretaña, presentándose como Lola Montez, bailarina española, con gran éxito; aunque lo que se dice bailar, bailaba poco: su éxito se debe sobre todo a su belleza, su sensualidad y su exotismo. Tras sus primeras actuaciones alguien la reconoce como la esposa del teniente James, y estalla el escándalo. Escapando de las críticas y los rumores, Lola se marcha al continente, donde viaja por distintos países con bastante éxito, como bailarina y como cortesana, vendiendo sus favores a hombres adinerados. Más tarde se instala en París durante algún tiempo. Mantiene un romance con el compositor austríaco Franz Liszt y también (probablemente) con el escritor Alejandro Dumas. Pero, tras la muerte de su amante el periodista Alexandre Dujarrier en un duelo, abandona París y vuelve a viajar con su espectáculo por Europa.

En 1846 llega a Munich, capital de Baviera; pero después de una sola actuación, el propietario del teatro en el que actúa la despide, juzgando su espectáculo demasiado provocador. Lola muestra una vez mas su temperamento volcánico y acude nada menos que al rey de Baviera, Luis I, para quejarse por el trato recibido. Luis era un sesentón de carácter tranquilo y apacible, casado desde hacía casi cuarenta años y padre de nueve hijos; pero cuando aquella espectacular belleza morena se presentó frente a él perdió completamente la cabeza. Según cuentan, el rey, obnubilado, solo acertó a preguntarle si su belleza era fruto de la naturaleza o del arte, ante lo cual ella, sin decir palabra, respondió abriéndose el vestido y mostrando al rey sus pechos desnudos. Lola salió de aquella entrevista convertida en la amante del rey y con un lucrativo contrato con el Teatro de la Ópera muniqués.

Ludwig Karl August von Pfalz-Birkenfeld-Zweibrücken, Luis I de Baviera (1786-1868)

Lola Montez no tarda en ganarse la antipatía del pueblo bávaro, por su comportamiento altivo y arrogante, por sus estallidos de furia (dicen que solía llevar consigo una fusta con la que golpeaba a quien osaba llevarle la contraria) y sobre todo por su cada vez mayor injerencia en los asuntos del gobierno. Aprovechando la debilidad de Luis ante sus encantos, Lola se dedica a influir en la política bávara favoreciendo determinadas medidas pro-liberales, e incluso induciendo al rey a tomar decisiones muy criticadas, tales como cerrar la Universidad de Munich, cuyos estudiantes habían protagonizado numerosas protestas, o cesar al ministro de Interior, Karl von Abel, muy crítico con el papel de la bailarina en las decisiones del rey. La gota que colma el vaso es la decisión de Luis I de concederle la nacionalidad bávara a Lola y otorgarle el título nobiliario de condesa de Landsfeld, acompañado de una generosa pensión anual. En el país cunde el descontento y el desdén hacia un rey hasta entonces querido y apreciado por los suyos. Al final, la impopularidad y el rechazo que causan los manejos de su amante fuerzan a Luis a abdicar en su hijo mayor, Maximiliano II, y a marchar al exilio en Francia, donde permanecería hasta su muerte en Niza en 1868 (es curioso ver como ciertas situaciones se repiten en la Historia).

Ante esta situación, Lola abandona Bavaria y se instala durante un tiempo en Suiza, esperando en vano que Luis se reúna con ella. Cuando esto no sucede, Lola viaja brevemente a Francia antes de regresar a Gran Bretaña a finales de 1848.

En Londres Lola conoce a un joven oficial de caballería llamado George Trafford Heald, que acaba de recibir una importante herencia. Lola y Heald se casan poco después; pero el acuerdo de divorcio entre ella y el teniente James establecía que ninguno de los dos podía volver a casarse mientras el otro siguiera con vida. Una tía de Heald, escandalizada por el matrimonio, los acusa de bigamia, así que los recién casados deciden abandonar Inglaterra, viviendo en Francia y España, hasta que dos años después la pareja rompe su relación y siguen caminos diferentes. En 1851 Lola decide buscar nuevos horizontes y cruza el Atlántico para instalarse en EEUU, mientras que su todavía marido moriría, supuestamente ahogado, en 1856.

Durante un par de años, Lola actúa con gran éxito en la Costa Este, antes de trasladarse en 1853 a California, atraída por la fiebre del oro. En San Francisco sus actuaciones vuelven a tener un gran éxito y Lola se casa (sin que haya constancia de que se hubiera divorciado antes de George Heald) con un periodista local llamado Patrick Hull, con el que se instala en Grass Valley, un pueblo minero en las estribaciones de Sierra Nevada. Su matrimonio se rompe pronto, pero Lola abre en la localidad un saloon lujosamente decorado que se hace muy popular. Permanecería dos años en Grass Valley, durante los cuales sería mentora y profesora de baile de una niña llamada Lotta Crabtree, que con los años se convertiría en una célebre actriz y comediante. 

Lola Montez fue una de las primeras mujeres en ser fotografiada fumando un cigarrillo (c. 1851)

En 1855 Lola Montez vuelve a los escenarios embarcándose en una nueva gira, esta vez por Australia, donde despierta numerosas polémicas por lo atrevido de su espectáculo y su fuerte carácter (en una ocasión ataca con un látigo al editor de un periódico que ha publicado una mala crítica sobre su actuación). Al año siguiente regresa a EEUU. Sus intentos de volver a actuar en los teatros norteamericanos no tienen éxito, así que se dedica a otras actividades como publicar un libro con sus secretos de belleza titulado precisamente El arte de la belleza (1858) o embarcarse en una serie de conferencias sobre moralidad escritas para ella por el escritor Charles Chauncey Burr.

A finales de 1859 se encuentra viviendo en Philadelphia, muy modestamente, para trasladarse poco después a Nueva York. En esta época su salud física y mental se deteriora notablemente debido a los efectos de la sífilis. Pasa sus últimos días viviendo de la caridad de algunos amigos, convertida prácticamente en una indigente, hasta que muere de neumonía en enero de 1861, a los 39 años de edad. Está enterrada en el cementerio de Green-Wood (Brooklyn) bajo una lápida con el nombre "Mrs. Eliza Gilbert".


Pese a su corta vida, Lola Montez dejó una profunda marca en la cultura popular. Ha aparecido como personaje en numerosas películas, novelas o series de televisión, y muchos la consideran una adelantada a su tiempo, una mujer libre e independiente que vivió como quiso y no como otros esperaban que lo hiciese.

domingo, 16 de julio de 2023

La desaparición de la Honjō Masamune

Masamune (c. 1264-1343)

Masamune Ozaki (c. 1264-1343), también llamado Gorō Nyūdō Masamune, ha pasado a la historia como el más grande de los espaderos de la historia de Japón. Aunque se desconocen muchos aspectos de su vida, se cree que trabajó en la provincia de Sagami (en lo que hoy es la prefectura de Kanagawa, en el centro de la isla de Honshu) y formó parte de la llamada Escuela Sōshū. Fue discípulo de Shintōgo Kunimitsu, uno de los fundadores del estilo Sōshū, que él llevó a su máxima perfección.

Hasta entonces, el principal defecto de las espadas japonesas era su fragilidad; no era raro que una espada se rompiera durante un combate. Para remediarlo, Masamune desarrolló una nueva técnica que utilizaba un acero más rico en carbono, con el que forjaba hojas de múltiples capas, que eran calentadas a altas temperaturas y luego enfriadas rápidamente. Las espadas de Masamune eran típicamente más anchas y con una curvatura más pronunciada, con un filo duro y resistente y un canto flexible, capaz de detener el golpe de un arma enemiga sin romperse. Además de por su excepcional calidad, sus espadas eran altamente valoradas por la belleza de los patrones que el forjado dejaba en las hojas. Casi nunca firmaba sus obras; solo se conocen unas pocas de sus espadas firmadas, y aún de estas se sabe que no todas las firmas son legítimas y que varias de ellas fueron añadidas más tarde para aumentar su valor. Su obra sería continuada a posteriori por discípulos suyos como Saemonzaburo, Saeki Norishige o su hijo Hikoshiro Sadamune, aunque su técnica acabaría perdiéndose en torno al siglo XVI.

Ishida Masamune (Museo Nacional de Tokyo)

Las espadas de Masamune eran tan apreciadas que a menudo tenían nombre propio (generalmente, el del propio Masamune con el de alguno de sus propietarios) y se convertían en valiosas herencias familiares o se vendían por grandes sumas de dinero. Una de estas espadas estaba en poder de un general llamado Umanosuke, que a las órdenes del daimyō Takeda Shinden se enfrentó a las tropas del poderoso daimyō Uesugi Kenshin el 10 de septiembre de 1561, en la llamada Cuarta Batalla de Kawanakajima. En plena batalla, Umanosuke atacó a Honjō Shigenaga, general de las tropas de Kenshin. La Masamune de Umanosuke partió en dos el casco de Shigenaga, pero este logró matar a su rival, quedándose con su espada como botín. A partir de entonces, la espada pasó a ser conocida como la Honjō Masamune.

Años más tarde, debido a sus problemas económicos, Shinenaga vendió la espada por la suma de trece Mai (monedas de oro) a Toyotomi Hidetsugu, un daimyō sobrino de Toyotomi Hideyoshi, uno de los hombres más poderosos de su época y considerado el unificador de Japón. Cuando Hidetsugu murió (ejecutado con toda su familia por orden de su tío), la espada pasó a manos de Hideyoshi, quien se la cedió brevemente a su aliado Shimazu Yoshihiro, para luego recuperarla. Cuando a su vez Hideyoshi murió, la espada pasó a manos de la familia Tokugawa, que acababa de acceder al cargo de Shōgun. Tokugawa Ieyasu, primer Shōgun del shōgunato Tokugawa, la legó a su hijo Tokugawa Yorinobu, y de este pasó a su sobrino nieto Tokugawa Ietsuna, cuarto shōgun Tokugawa. A partir de ese momento, la espada pasaría de shōgun a shōgun, convertida en uno de los símbolos del poder de los Tokugawa. Incluso después de la abolición oficial del shōgunato en enero de 1868, la familia Tokugawa siguió siendo una de las más ricas y poderosas de Japón. La Honjō Masamune, que seguía perteneciendo a la rama Kii de los Tokugawa, fue declarada en 1939 Kokuhō (Tesoro Nacional) de Japón.

Tokugawa Ieyasu (1543-1616)

Y así pasamos a 1945. Tras la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, el país queda bajo la ocupación de las fuerzas aliadas, dirigidas por el general norteamericano Douglas MacArthur. Una de las primeras disposiciones de MacArthur fue la de que los japoneses debían entregar todas sus armas, incluidas sus espadas. TODAS las espadas, sin hacer distinciones, tanto las más modernas, de escaso valor (durante la guerra los japoneses habían fabricado más de dos millones de espadas para repartirlas entre sus oficiales, como símbolo de orgullo nacional), como las antiguas, obras insustituibles de cientos de años de antigüedad. Muchas de esas espadas fueron destruidas, y otras muchas repartidas como trofeo de guerra entre los soldados aliados por orden directa de MacArthur. 

Tokugawa Iemasu (1884-1863)

Entre aquellos a los que se les ordenó entregar sus armas estaba el entonces jefe del clan Tokugawa, el kōshaku (príncipe) Tokugawa Iemasa, un distinguido político, miembro de la Cámara de los Pares. Iemasa pudo haber escondido sus espadas, como habían hecho otras familias aristocráticas, pero consideró que debía dar ejemplo, y en diciembre de 1945 entregó quince espadas, todas ellas ejemplares únicos de inmenso valor histórico y artístico, entre ellas la Honjō Masamune, en una comisaría del distrito tokyota de Mejiro. Es la última vez que se tiene noticia de la espada. Poco después el general MacArthur rectificaba sus órdenes sobre las espadas, autorizando la conservación de aquellas que tuvieran valor histórico. Un buen número de ellas fue salvado de su destrucción (un solo experto del Museo Nacional de Tokyo logró rescatar más de cinco mil espadas de valor histórico), paliando algo el terrible daño contra el patrimonio cultural de Japón. Pero la Honjō Masamune no estaba entre ellas. Según los registros de la comisaría, aquellas espadas habían sido entregadas a un sargento del Séptimo de Caballería llamado "Coldy Bimore". Sin embargo, aunque es cierto que el Séptimo de Caballería estuvo destinado en el área de Mejiro, no había ningún "Coldy Bimore" entre sus miembros, con lo que aquella pista parecía un callejón sin salida.

No fue hasta décadas más tarde, tras minuciosas investigaciones, que se dedujo que, con toda probabilidad, aquel "Coldy Bimore" era en realidad Cole D. B. Moore (evidentemente, el funcionario japonés responsable se había limitado a registrar el nombre según su pronunciación), un soldado originario de Wilcox County (Georgia). No era un sargento, sino un técnico de nivel T4 (a los que se les llamaba "sargentos" porque lucían insignias similares) adscrito a la Foreign Liquidation Commission for AFWESPAC (Comisión de Liquidaciones Extranjeras de las Fuerzas Armadas-Pacífico Oriental). El soldado Moore había sido licenciado en abril de 1946 y regresado a su hogar, pero poco más se pudo averiguar. Para cuando se le identificó, Moore ya había muerto y los registros de su servicio en el ejército habían desaparecido en un incendio sucedido en 1973 en los archivos del Centro Nacional de Registros de Personal de las Fuerzas Armadas norteamericanas. 

No hay manera de saber qué hizo Moore (si realmente había sido él) con la Honjō Masamune. Si la destruyó, la vendió o (como sospechan algunos) se la llevó como recuerdo de vuelta a EEUU. La familia de Moore se han negado a responder a cualquier clase de pregunta relacionada con su servicio durante la Segunda Guerra Mundial y a colaborar con las distintas investigaciones sobre el paradero de la espada.

Oshigata

No existen imágenes conocidas de la  Honjō Masamune. La única manera de identificarla sería mediante su hamon, una línea irregular a lo largo de la hoja, fruto del proceso de enfriado del filo, y que es característico de cada espada. El oshigata (una copia del hamon en papel) de esta espada se mantendría oculto para evitar intentos de falsificación.

sábado, 8 de julio de 2023

Pequeñas historias (XXXIII)

Moby Dick, la inmortal novela de Herman Melville, se publicó originalmente con el título mucho más corriente de The Whale (La ballena). Después de que la primera edición tuviera unas ventas más bien escasas, sus editores sugirieron a Melville que introdujera algunos cambios; entre ellos, un nuevo título más atractivo. El escritor decidió entonces darle un nombre a la ballena protagonista, y eligió el de Moby Dick mezclando, por un lado, el de Mocha Dick, un famoso cachalote albino que durante décadas había provocado el terror entre los balleneros del Pacífico Sur; y por otro, el de su amigo Richard Tobias "Toby" Greene, antiguo compañero de tripulación a bordo del ballenero Acushnet.

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En julio de 2014, los usuarios de la página web 4chan lanzaron lo que ellos llamaron "Operación Shell Shock" para identificar a dos adolescentes que habían colgado en Internet un video en el que torturaban y mataban a una tortuga de Florida (Gopherus polyphemus), una especie protegida. Comparando las imágenes del lugar donde había sido grabado el video con imágenes de Google Street View, en cuestión de horas lograron encontrar el lugar, y a partir de ahí consiguieron identificar a las dos jóvenes, haciendo públicos sus nombres, el instituto en el que estudiaban e incluso sus números de teléfono y redes sociales. Posteriormente ambas serían acusadas de crueldad animal y de dañar una especie protegida.

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El olor de la lluvia o de tierra mojada, llamado petricor, se debe a una molécula llamada geosmina, producida por bacterias del género Streptomyces. El olfato humano es extremadamente sensible a este olor; lo percibimos a partir de concentraciones de apenas cinco partes por trillón. Como comparación, los tiburones pueden oler la sangre a partir de concentraciones de una parte por millón.

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La primera vez que se utilizó la marca "Made in [país]" fue en 1887 en el Reino Unido, como parte de una campaña que denunciaba la importación masiva de productos extranjeros (principalmente alemanes) y animaba a los ciudadanos a consumir productos británicos. La campaña tuvo el efecto contrario al deseado, ya que los consumidores comenzaron a adquirir preferentemente productos alemanes, que tenían fama de ser más baratos y duraderos.

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El 24 de diciembre de 1871, el vapor América se hundía en el Río de la Plata, a 25 millas de la costa uruguaya, a causa de un incendio, falleciendo 141 personas. Entre los supervivientes estaba el armador uruguayo de origen vasco Ramón Artagaveytia, el cual sin embargo quedó profundamente afectado por el naufragio, donde murieron dos de sus sobrinos, sufriendo pesadillas el resto de su vida. En 1912, estando en Europa, escribió a su sobrino Enrique anunciándole su regreso a América a bordo de uno de los barcos más modernos del mundo, "un barco de verdad", mostrándose especialmente complacido con el telégrafo, que les permitiría pedir ayuda en caso de apuro, algo que el América no había podido hacer. "Por fin voy a poder viajar y sobre todo dormir tranquilo", le decía. ¿El nombre de aquel barco? El Titanic.

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Tras dejar la política, el ex-presidente norteamericano John Tyler (1790-1862) fue nombrado a modo de broma por sus vecinos "Supervisor de Caminos", un cargo menor y de escasa importancia. Tyler, sin embargo, se tomó tan en serio su cometido que sus vecinos acabaron pidiéndole que lo dejara.

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Mary Whiton Calkins (1863-1930) fue una de las psicólogas más brillantes de  la historia de Estados Unidos. Estudió psicología en la universidad de Harvard como "estudiante especial" (las mujeres no eran aceptadas como estudiantes oficiales), e incluso realizó un seminario de posgrado en psicología filosófica. En 1895 defendió con brillantez su tesis doctoral ante un tribunal del que formaban parte eminentes psicólogos como Hugo Münsterberg, William James y Josiah Royce (James llegó a decir que el examen de doctorado de Calkins había sido el más brillante jamás visto en Harvard). Pero, a pesar de cumplir de sobra todos los requisitos de educación, exámenes e investigación para recibir un doctorado, Harvard rechazó su petición por ser mujer. Calkins llegó a ser considerada uno de los mejores psicólogos de EEUU y fue presidenta de la Asociación Estadounidense de Psicología y de la Asociación Filosófica Americana, pero Harvard siguió rechazando concederle el doctorado siempre que se lo solicitó, a pesar de contar con el apoyo de destacados psicólogos y profesores de otras universidades, incluso de manera póstuma. Harvard no concedería doctorados a mujeres hasta 1963.

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En 1901 se publicó en Islandia Makt Myrkranna (Los poderes de la oscuridad), que afirmaba ser la traducción al islandés de la novela Drácula de Bram Stoker. El escritor y editor Valdimar Ásmundsson figuraba como autor de la traducción. No fue hasta 2014 que un estudioso se dio cuenta de que en lugar de una traducción literal Makt Myrkranna era en realidad una versión que difería notablemente del libro de Stoker tal y como lo conocemos. Hay ciertas discrepancias pero muchos expertos consideran que Ásmundsson, en lugar de trabajar con la versión definitiva del libro, tradujo una versión inacabada, o bien se basó en un libro homónimo publicado dos años antes en Suecia, que pese a ser presentado como una traducción era en realidad una reescritura de Drácula publicada a espaldas de Stoker.

lunes, 3 de julio de 2023

Un fallo para la historia

 

Yasuke (2021)

Si sois aficionados al cine de acción japonés, ya sea de animación o con personajes reales, seguramente habréis visto con anterioridad alguna escena similar a la que abre este post: en una lucha con espadas, uno de los contendientes hiere a un rival, que deja escapar un desmesurado y antinatural chorro de sangre. Y curiosamente, este recurso, originario del cine japonés pero cuyo uso se ha extendido a otras cinematografías, tiene su fuente en un error sucedido en un rodaje hace más de sesenta años.

En los años 60 del pasado siglo Akira Kurosawa ya era considerado uno de los directores más prestigiosos del cine japonés. Poseedor de una ya extensa filmografía que abarcaba distintos géneros, habían sido sus películas jidaigeki (dramas de época), especialmente las protagonizadas por samurais, las que le habían valido el éxito popular y el reconocimiento de la crítica internacional. Películas como Rashomon (1950), León de Oro en el Festival de Venecia, o Los siete samurais (1954), siguen siendo consideradas hoy en día como obras fundamentales en la historia del cine y tuvieron una profunda influencia en el cine posterior.

En 1961 Kurosawa estrenó otra de sus obras maestras, Yojimbo, la historia de un samurai errante con un peculiar sentido de la justicia, que llega a un pueblo controlado por dos clanes que luchan entre sí por hacerse con el poder. La película fue un gran éxito de crítica y público, e impactó a cineastas como el italiano Sergio Leone, el cual no solo se inspiró en el protagonista para crear a su personaje El Hombre Sin Nombre, al que daría vida Clint Eastwood, sino que en 1964 estrenó Por un puñado de dólares, una versión libre de Yojimbo. De hecho, el parecido entre ambos filmes es tan notorio, que los productores de la película japonesa demandaron a Leone por plagio (el italiano siempre habló de "homenaje" al filme de Kurosawa). Al final, los tribunales fallaron en favor de los japoneses y Leone, además de cederles los derechos de distribución del filme en Japón, Taiwán y Corea del Sur, tuvo que entregarles el 15% de los beneficios de su filme. Y Kurosawa le envió al director italiano una célebre carta en la que le decía: "He visto tu película. Es una muy buena película. Desafortunadamente, es mi película".

El éxito de Yojimbo propició que al año siguiente se rodara una secuela, protagonizada por el mismo personaje (de nuevo interpretado por el actor Toshiro Mifune) y titulada Sanjuro. En la escena culminante de la película, un funcionario corrupto llamado Muroto Hanbei (al que da vida Tatsuya Nakadai), cuyos planes han sido desbaratados por el samurai, lo desafía a un duelo para restaurar su honor. Sanjuro, aunque en un principio trata de disuadir a Hanbei, acaba aceptando. El duelo en si es breve: aunque Hanbei logra empuñar su espada, la rapidez y habilidad de Sanjuro no tienen rival y su espada atraviesa el pecho de su rival como un relámpago. Teóricamente así debía de ser la escena: Sanjuro hiere a Hanbei, quien, sangrando por su herida, se desploma con cara de incredulidad sin decir ni una sola palabra. Sin embargo, a la hora de rodarla ocurrió esto:

El dispositivo de efectos especiales que Tatsuya Nakadai llevaba en el pecho, un pequeño tubo que debía liberar en el momento adecuado una pequeña cantidad de sirope de chocolate diluido en agua con gas (una receta habitual para la sangre falsa en películas rodadas en blanco y negro), falló de manera estrepitosa. En lugar de verter la cantidad prevista, el tubo estalló liberando de golpe toda la sangre falsa en un auténtico geiser. Hay que reconocerle a Nakadai su profesionalidad: a pesar de la sorpresa, y de que el estallido del dispositivo le causó una pequeña herida en el pecho, siguió en su papel y terminó la escena como estaba previsto.

¿Que pasó luego? A Kurosawa le gustó aquel efecto del torrente de sangre. Consideró que daba mayor dramatismo a la escena y destacaba aún más la fuerza y la habilidad de Sanjuro. Y decidió no repetir la escena y dejarla como estaba. 

Kill Bill: Vol. 1

Sanjuro se convirtió en la película japonesa más taquillera de 1962. A su éxito comercial se unió el unánime aplauso por parte de la crítica. A muchos directores que la vieron también les impresionó la escena de la muerte de Hanbei y empezaron a incluir escenas similares en sus películas, hasta que se convirtió en un recurso habitual del cine japonés. Más tarde, con el boom de las películas de artes marciales de los años 70, muchas películas de otros países también empezaron a usarla. Incluso Quentin Tarantino, gran admirador del cine oriental, la ha incluido como homenaje en algunos de sus filmes como Kill Bill.