domingo, 12 de mayo de 2024

Karen Silkwood

Karen Gay Silkwood (1946-1974)

Karen Gay Silkwood, la mediana de las tres hijas del matrimonio formado por Bill y Merle Silkwood,  nació en la ciudad texana de Longview el 19 de febrero de 1946. Era una chica texana corriente, que se casó joven, con apenas 19 años, con William Meadows, empleado de un oleoducto. Siete años y tres hijos más tarde, Karen solicitó el divorcio, debido a la mala cabeza de William con el dinero (lo que había llevado a la pareja a tener que declararse en bancarrota) y a que éste mantenía una relación adúltera con otra mujer que se negaba a terminar. Tras la separación, Karen, dispuesta a cambiar de vida, dejó a sus hijos con Michael y se mudó a Oklahoma City, donde trabajó algún tiempo como recepcionista en un hospital antes de conseguir trabajo como técnico de laboratorio en la Fábrica de Combustible Cimarron, propiedad de la empresa energética Kerr-McGee Corporation y situada en las proximidades de las localidades de Crescent y Cimarron City. La fábrica se dedicaba a elaborar combustible para reactores nucleares, tanto de uranio como MOX (mezcla de óxidos, una mezcla de uranio natural, uranio empobrecido y óxido de plutonio).

Al poco de ser contratada Karen, se declaró una huelga en la factoría, reclamando mejoras en las condiciones laborales. Karen nunca había tenido una especial inclinación hacia el activismo social o político, pero acababa de afiliarse al Oil, Chemical and Atomic Workers International Union (OCAW), un sindicato que agrupaba a trabajadores de los sectores petrolífero, químico y nuclear, así que tomó parte en la huelga, tras lo cual el sindicato la nombró miembro de su comité de negociación, siendo la primera mujer en desempeñar dicho cargo. A ella le encargaría el OCAW un informe sobre posibles violaciones de las normas de seguridad y salubridad en el trabajo por parte de la empresa.

Pellets de plutonio

El resultado de las investigaciones de Karen fue demoledor. Como la propia Karen Silkwood testificaría en el verano de 1974 ante la Comisión de Energía Atómica de EEUU, en la fábrica se estaban produciendo un número muy elevado de graves infracciones, que incluían la excesiva exposición de los trabajadores a la radiación, el manejo y almacenamiento incorrecto de los residuos radiactivos, la falta de material de seguridad como trajes de protección y duchas de descontaminación, la infracualificación de algunos trabajadores (que ocupaban puestos que requerían una formación específica de la que carecían) o graves deficiencias en la seguridad. La Kerr-McGee rechazó todas las acusaciones, alegando que se trataba de exageraciones y llamando alarmista a Silkwood, pero Karen, contando con el respaldo unánime de su sindicato, se mostró dispuesta a ratificar todas y cada una de ellas.

Poco después de su declaración, Karen denunció estar recibiendo presiones y amenazas para desistir de sus reclamaciones. Algunas eran anónimas y Karen sospechaba que procedían del entorno de la directiva de la Kerr-McGee; otras procedían de algunos de sus propios compañeros, que temían perder sus empleos. Pero ella no se dejó intimidar y siguió recopilando información sobre la fábrica.

El 5 de noviembre de 1974, durante un chequeo rutinario, Karen Silkwood descubrió que su cuerpo presentaba unos niveles de plutonio que superaban en 400 veces el límite máximo permitido. Fue sometida a un proceso de descontaminación y enviada a su casa. En sus guantes de trabajo se encontraron restos de plutonio, pero curiosamente esta contaminación se localizaba en la parte interior de los guantes y estos no tenían ningún agujero. Al día siguiente fue sometida a un nuevo examen y volvió a dar positivo, a pesar de que ese día no había estado en contacto con material nuclear y solo había realizado trabajo de oficina. Al día siguiente, 7 de noviembre, Karen tenía unos niveles de plutonio tan altos en su organismo que incluso el aire que expiraba contenía trazas de plutonio. Ante la seriedad del caso, la Comisión de Energía Atómica tuvo que intervenir. Un equipo especial de descontaminación examinó la casa de Karen Silkwood, encontrando elevadas concentraciones de plutonio en varias habitaciones como el baño, la cocina y el dormitorio, así como en algunos objetos como la nevera. La casa fue sometida a una descontaminación profunda (algunos objetos estaban tan contaminados que tuvieron que ser destruidos) y Silkwood, su novio Drew Stephens y su compañera de piso Dusty Ellis fueron enviados al Laboratorio Nacional de Los Álamos y permanecieron allí durante dos días, sometidos a pruebas y procesos de descontaminación.

Pero ni siquiera este extraño incidente logró hacer vacilar a Karen Silkwood de su determinación. Según comentó a varios de sus allegados, ya había conseguido reunir suficiente documentación para respaldar sus acusaciones y demostrar además que la compañía había falsificado varios informes de inspecciones para hacer creer a las autoridades que todo discurría con normalidad en la factoría. Y estaba dispuesta a hacerlo público; un periodista del New York Times llamado David Burnham se había puesto en contacto con ella, interesándose en publicar su historia.

El 13 de noviembre de 1974 Karen Silkwood acudió a una reunión con miembros de su sindicato en el Hub Cafe de Crescent. Los que estuvieron con ella declararían más tarde que llevaba consigo un portafolios y un paquete de documentos. Tras la reunión se subió a su coche, un Honda Civic, para dirigirse a Oklahoma City, donde había quedado con Burnham y con un miembro de la directiva nacional de su sindicato llamado Steve Wodka. Sin embargo, nunca llegaría a encontrarse con ellos. Esa misma tarde el cuerpo de Karen Silkwood aparecía en el interior de su coche, en la autopista estatal 74. Se había salido de la carretera y había chocado con un tubo de drenaje de hormigón, muriendo en el acto. La policía halló en el coche cannabis y varias pastillas de Quaalude, un sedante cuyo principio activo es la metacualona. La autopsia detectó niveles altos de metacualona en el organismo de Silkwood, por lo que la conclusión oficial fue que se había salido de la carretera al quedarse dormida al volante.

El Honda Civic de Karen Silkwood, tras el accidente

Sin embargo, para mucha gente la muerte de Karen Silkwood no era en absoluto algo tan simple. El indicio más llamativo era que los documentos que Karen llevaba consigo habían desaparecido misteriosamente. No estaban en su coche, ni cerca de él, ni se mencionan en el informe oficial del accidente ni en las declaraciones de los policías presentes. Además, varios testigos declararon que poco después de que llegara la policía varios directivos de Kerr-McGee habían aparecido en el lugar del accidente, sin que nadie supiera quién los había avisado o cómo habían llegado tan rápido. Investigadores independientes contratados para revisar el caso también sacaron a la luz datos que parecían contradecir la versión oficial. En la calzada habían quedado marcas que sugerían que Karen había intentado regresar a la carretera tras salirse, y el informe de la autopsia mostraba indicios de que justo antes de la colisión había intentado protegerse, lo que indicaría que no estaba dormida.

Otro dato que sacó a la luz la investigación independiente fue que el Honda Civic de Silkwood presentaba daños en su parte trasera que no eran explicables por un choque frontal como el que había sufrido. El Honda había sido comprado nuevo, y nadie de su entorno recordaba haber visto esos daños antes del accidente, ni ella había mencionado haber sufrido un golpe, ni se había presentado ninguna reclamación a ninguna compañía de seguros. Además, en la parte trasera del coche se encontraron restos de pintura procedentes de otro vehículo. La conclusión a la que llegaron era que el accidente se había producido porque otro coche golpeó al de Karen por detrás y lo sacó de la carretera; pero a las autoridades no les pareció suficiente para reabrir el caso y mantuvieron su dictamen inicial.

La muerte de Karen Silkwood no consiguió sin embargo echar por tierra su labor. Sus denuncias ante la Comisión de Energía Atómica provocaron la apertura de una investigación federal sobre la planta de Cimarron que no solo sacó a la luz numerosas irregularidades, sino que reveló que la compañía había "extraviado" una cantidad significativa de plutonio (se habló de entre 20 y 30 kilos) cuyo destino nunca se llegó a aclarar (circularon muchos rumores que hablaban de operaciones secretas que involucraban a la CIA o al Mossad israelí, o de tramas de contrabando de material nuclear). La Kerr-McGee perdió sus autorizaciones para manejar materiales radiactivos y tuvo que cerrar todas sus plantas de combustible nuclear en 1975.

En 1979 los padres y los hijos de Karen Silkwood demandaron a la Kerr-McGee por el episodio de contaminación con plutonio de Karen. Ella siempre había acusado a la compañía de ser la responsable de su contaminación, y la autopsia reveló que en sus órganos todavía quedaban niveles significativos de plutonio. La compañía se defendió calificando a Silkwood de "problemática" y acusándola de haberse contaminado a propósito para dañar la imagen de la compañía (aunque tiempo después se sabría que el tipo específico de plutonio que había en su organismo se producía en un área restringida de la factoría a la que Karen no había accedido en más de cuatro meses antes del suceso). La sentencia dio la razón a su familia, culpando a la empresa por negligencia y concediéndoles a sus herederos una indemnización de 505000 dólares y otros diez millones como daños punitivos. La compañía apeló y logró rebajar la indemnización a solo 5000 $. En 1984, el tribunal Supremo de los EEUU desestimaba las alegaciones de Kerr-McGee y reconocía la validez de la sentencia original. Finalmente, el litigio se resolvió con un acuerdo extrajudicial: la energética pagó a la familia de Karen Silkwood 1'38 millones de dólares sin admitir ningún tipo de responsabilidad.

El caso de Karen Silkwood, que ya tuvo bastante repercusión en su época, se hizo mucho más famoso años más tarde, cuando en 1983 se estrenó la película Silkwood, basada en la vida de Karen y dirigida por Mike Nichols y protagonizada por Meryl Streep, Kurt Russell y Cher, que fue un gran éxito de crítica y público e incluso obtuvo cinco nominaciones a los premios Oscar (incluuidos los de mejor actriz, mejor actriz de reparto y mejor director).

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