La explosión de la bomba del Harvey’s Wagon Wheel Casino |
Estamos en la madrugada del martes 26 de agosto de 1980. A eso de las cinco y media, Bob Vinson, supervisor del turno de noche en el hotel y casino Harvey's, en Stateline (Nevada), en la costa sur del Lago Tahoe, se da cuenta de que se ha quedado sin tabaco, así que decide acercarse a la tienda de regalos del hotel a comprar una cajetilla. Mientras camina hacia la planta baja desde su oficina en la segunda planta del hotel descubre con sorpresa que la puerta de la sala que alberga la centralita telefónica interna del establecimiento está abierta. Hace apenas una hora ha pasado por allí y está seguro de que la puerta estaba cerrada y de que no había nadie más en aquella parte del hotel. Así que se asoma a la habitación para comprobar que todo esté en orden. Y ve algo que no debería estar allí.
En una esquina del cuarto Vinson ve una gran caja de metal, con aspecto de ser muy pesada. La caja descansa sobre varias ruedas metálicas y piezas de contrachapado, y no muestra aberturas, ni cables, ni botones. Encima de ella hay otra caja metálica, más pequeña, con veintiocho interruptores, todos cuidadosamente numerados y etiquetados. Todos, excepto el número 23, en posición de apagado. Además, al lado de la caja, tirado en la alfombra, hay un grueso sobre donde se lee "Para la dirección del Harvey's". Todo aquello le da muy mala espina a Vinson, así que decide avisar al jefe de seguridad, Simon Caban.
Cuando Caban, un curtido ex-militar que había sido artillero en un helicóptero de combate durante la guerra de Vietnam, llega a la habitación, Vinson no está solo; varios conserjes y guardias de seguridad se han acercado a curiosear. Vinson también ha llamado al sheriff del condado de Douglas y a los bomberos. Curiosamente, no es la extraña caja metálica lo que alarma a Caban, sino el sobre en el suelo junto a ella; recientemente ha asistido a un curso sobre cartas bomba, y piensa que puede tratarse de uno de estos artefactos, así que ordena a todo el mundo salir de la habitación. Más tarde, con la ayuda de un agente del sheriff, decide echar un vistazo al sobre en cuestión. Tras comprobar que no se trata de una bomba trampa (mediante el expeditivo método de golpearlo en repetidas ocasiones con el palo de una escoba) ambos abren el sobre. En su interior hay una carta de tres páginas mecanografiadas. Caban y el agente cogen una página cada uno y comienzan a leerlas. A Caban le cuesta porque no tiene sus gafas, y se apoya en la caja metálica. En ese momento el agente levanta la vista y, señalando hacia la caja, le dice a Caban: "Eso es una bomba".
De inmediato se da la alarma. El hotel, lleno hasta los topes con más de 600 huéspedes debido a la cercanía de la festividad del Labour Day, es evacuado a toda prisa; también, por lo que pudiera pasar, se vacían las cajas, que contienen varios millones de dólares, para llevar el dinero a un lugar seguro. Agentes del Sheriff, bomberos y, finalmente, el FBI, se presentan en el hotel, acordonando la zona y evacuando también los edificios cercanos. Al frente del dispositivo está el agente especial del FBI Bill Jonkey, mientras que de las tareas de desactivación se encarga Danny Danihel, el capitán del escuadrón de desactivación de explosivos del cuerpo de bomberos del condado de Douglas. Danihel, antiguo especialista en explosivos del ejército, ha sido reclamado cuando se disponía a irse de acampada a las montañas con su familia durante tres días. Ambos estudian con cuidado la carta del responsable de la bomba.
La primera hoja de la carta que acompañaba la bomba |
Dicha carta comienza de manera ominosa: "SEVERA ADVERTENCIA A LA DIRECCIÓN Y AL DEPARTAMENTO DE DESACTIVACIÓN DE EXPLOSIVOS. No muevan o sacudan esta bomba, porque el mecanismo que controla los detonadores los hará estallar con un movimiento de menos de 0'01 en la escala Richter". Quien hubiera construido la bomba les advertía que contenía mil libras (unos 450 kilos) de dinamita, una cantidad suficiente como para destruir el hotel e incluso causar graves daños en otro hotel y casino, el Harrah's, situado al otro lado de la calle, y aconsejaba evacuar a todas las personas en un radio de al menos quinientos metros. Además hacía hincapié en que bajo ningún concepto deberían intentar desactivar la bomba. Con algo de vanidad por su parte, les avisaba de que había previsto todas las estrategias posibles para desactivarla y había tomado medidas para evitarlas. Si intentaban moverla, explotaría. Si intentaban llenarla con agua o con gas, explotaría. Si intentaban abrirla, explotaría. Incluso los tornillos de la caja estaban conectados a un detonador que haría explotar la bomba si intentaban sacarlos. Una vez activada, nadie, ni siquiera él mismo, podía desactivarla. Pero si cumplían sus exigencias les facilitaría una combinación de interruptores que les permitiría mover la bomba y trasladarla a un lugar apartado donde detonarla sin peligro. Y sus exigencias eran que se le pagasen tres millones de dólares, en billetes usados de cien, sin marcar y sin ningún tipo de tratamiento químico, que debían serle entregados en unas condiciones muy concretas. Si no le pagaban, o notaba algo sospechoso durante la entrega, cesarían los contactos y dejaría que la bomba estallase (según él, tenía tres temporizadores diferentes). Y daba un plazo de 24 horas para hacer el pago.
Jonkey tiene dudas. No sabe hasta que punto fiarse de la carta, si de verdad aquello es una complejísima bomba como afirma el desconocido criminal, o se trata de un montaje. Los artificieros detectan sonidos dentro de la caja; definitivamente, hay algo activo en su interior. Pero Danihel duda que la caja pueda contener tanta dinamita como dice la carta. Sin embargo, pasadas unas horas llegan las primeras imágenes obtenidas con rayos X del interior del artefacto, que confirman algunos de los detalles técnicos descritos por el bombardero. Hay cables conectados a los 28 interruptores, y también a los tornillos. Incluso se distinguen otros dispositivos que el fabricante de la bomba no ha mencionado, como lo que parece ser un circuito colapsante, y detonadores de presión bajo la tapa de la caja. Además, sea lo que sea que hay en el fondo de la caja, hay tanta cantidad que llena prácticamente todo el espacio disponible, y es tan denso que los rayos X no pueden penetrarlo. Se estudia minuciosamente la caja, se toman muestras de la pintura y las paredes, se buscan huellas dactilares e incluso se usa un detector Geiger para descartar que contenga material radiactivo. Aunque quedan algunas dudas, Jonkey y Danihel coinciden en que difícilmente alguien construiría un dispositivo tan complejo para luego no llenarlo de explosivos. Es muy probable que se hallen en presencia de la bomba improvisada más sofisticada y potente de la historia criminal de los Estados Unidos.
El tiempo apremia y el FBI debe decidir qué estrategia debe seguir. Después de que el dueño del hotel, Harvey Gross, se niegue en redondo a pagar el rescate, Jonkey decide que seguirán las instrucciones como si fueran a pagar, aunque en realidad el plan es tender una trampa al criminal cuando acuda a recoger el dinero. Pero mientras tanto los artificieros seguirán tratando de desactivar la bomba. Aunque consigan la combinación de interruptores, no podrán estar seguros de que es la correcta, o de si la bomba tiene algún defecto que la hará explotar igualmente. No piensan arriesgar las vidas de las personas necesarias para moverla, así que la bomba tendrá que ser anulada en el lugar en el que está.
El Fire Marshall de Nevada Tom Huddleston examina la bomba del hotel Harvey's |
Siguiendo las instrucciones de la carta, esa noche el agente especial Joe Cook aterriza en un helicóptero en el aeropuerto del Lago Tahoe y llena el depósito de combustible. Con él viaja, escondido en la cabina, un tirador del FBI dispuesto para actuar si así fuera necesario. Lleva los supuestos tres millones de dólares con él; en realidad, son fajos de papeles en blanco donde solo el primero y el último son auténticos billetes. Tal y como le han indicado, aterriza cerca del edificio principal, encarado hacia el este. Según ha escrito el fabricante de la bomba, a las 00:10 exactamente recibirá nuevas instrucciones, bien a través de un taxista ajeno a la trama, contratado por ellos, o bien por una llamada al cercano teléfono público. A las 00:10 exactamente suena el teléfono; Cook descuelga y su interlocutor solo le dice que las instrucciones están en un sobre delante de él, antes de colgar. En el sobre, una nota que ordena a Cook iluminar con una linterna la cabina del helicóptero, para asegurarse de que no hay nadie más, y luego emprender el vuelo hacia el oeste, siguiendo el trazado de la autopista 50, hasta ver a su derecha una luz estroboscópica parpadeante. En ese momento, debe aterrizar en el lugar marcado por la luz, entregar el dinero y marcharse. Cook así lo hace; ilumina la cabina, tratando de no delatar la presencia del otro agente, y luego vuela en la dirección acordada. Mientras, varios vehículos de incógnito del FBI recorren la autopista examinando a los coches que circulan por ella, mientras un avión de la agencia sigue el trayecto del helicóptero desde las alturas. Sin embargo, la famosa señal no aparece. Cook vuela durante horas por la zona sin resultado, hasta que ya, casi sin combustible, tiene que regresar al aeropuerto, esperando recibir una nueva llamada que nunca se produciría. No se sabe si el criminal se asustó al descubrir el dispositivo del FBI o simplemente se equivocó con las instrucciones, pero la entrega no tuvo éxito y no se produjeron nuevos intentos de comunicación.
Ante el fracaso de la entrega, en la mañana del miércoles 27, a eso de las 9;30, tiene lugar una cumbre de urgencia en el Hotel Sahara, entre las autoridades y los distintos expertos que han estado colaborando en el caso. Es necesario decidirse por un plan de acción para tratar de desactivar de una vez por todas la bomba. Hay diversas sugerencias, desde congelar el artefacto con nitrógeno líquido, cubrirlo con hormigón o incluso sacarlo del hotel con una grúa para llevarlo a un campo de golf cercano. Finalmente, Leonard Wolfson, experto en explosivos que trabaja como asesor de la Marina, sugiere utilizar una carga hueca lineal para separar la caja de los interruptores de la carga principal. Esta técnica utiliza una pequeña carga de explosivo plástico dentro de una carcasa metálica que dirige la fuerza de la explosión en una única dirección, capaz de cortar con limpieza casi cualquier material. De este modo, Wolfson piensa que separando la caja superior la bomba podría quedar "decapitada" y que el corte sería lo suficientemente rápido como para impedir que los impulsos eléctricos de la batería lleguen a los detonadores. Es una opción arriesgada, pero es la mejor que tienen.
La réplica de la bomba que construyó el FBI |
A las 15:10 Danihel coloca la carga, apoyándola en una pila de guías telefónicas y una mesa, inserta el detonador y comprueba que las conexiones sean correctas y todo esté en orden. Las manos le tiemblan; lleva 30 horas seguidas despierto, estudiando aquel artefacto y preparándose para ese momento. Conecta los cables al detonador y vuelve a revisar todo una vez más. Luego abandona la habitación y sale a la calle. Los agentes del sheriff han dado un aviso de 15 minutos, asegurándose de que todo el mundo se mantiene a una distancia prudencial. Danihel espera a que le confirmen que todo está dispuesto, y cuando la confirmación llega, se dispone a detonar la carga conectando los cables del detonador a una batería de coche. Son las 15:46 y Danihel da el aviso definitivo por radio: "Fuego en el agujero", y conecta los cables. Y el hotel Harvey's saltó por los aires.
Quizá resulte exagerado decir que el Harvey's "saltó por los aires". Pero la enorme explosión abrió un boquete en su fachada que iba desde el sótano hasta el quinto piso, destrozando numerosas habitaciones y provocando daños por valor de 18 millones de dólares de la época. También resultó dañado el Harrah's, que vio como la mayoría de sus ventanas saltaban en pedazos. El misterioso criminal no mentía cuando había dicho que había preparado la bomba contra cualquier intento de desactivación. La caja con los interruptores tenía una pequeña carga de dinamita escondida que ninguno de los que habían examinado la bomba había descubierto. La carga hueca había hecho explotar esa carga oculta, que a su vez había hecho explotar la bomba principal. Aunque la zona no afectada del hotel se reabriría pasados solo unos días, la zona dañada no volvería a entrar en funcionamiento hasta mayo del año siguiente.
De inmediato se procedió a abrir una investigación para dar con la identidad del autor. Resultó ser algo más complicado de lo que imaginaban. Los restos de la bomba no aportaron apenas información; eran materiales corrientes, que se podían encontrar en cualquier ferretería. Tampoco había ninguna firma específica (la mayoría de los fabricantes de bombas tiene una "firma", que puede ser usar un componente poco común, una manera específica de conectar las distintas partes o incluso algún tipo de inscripción), ni el diseño de la bomba se parecía a nada que hubiera en los archivos del FBI. Pese a su escepticismo inicial, los expertos federales comenzaban a pensar que de verdad era posible que una de las bombas más complejas a la que se habían enfrentado jamás fuera obra de un primerizo sin experiencia. Tampoco la dinamita les dio pistas; era parte de un cargamento robado de una obra en construcción en Fresno (California) meses antes, y no había sospechosos.
También se reexaminó un extraño incidente sucedido unos meses antes. En junio de ese año alguien había volado con dinamita el Dry Creek Bridge, un puente de madera que cruzaba un arroyo al norte de las ciudades de Fresno y Clovis. En un primer momento se creyó que se trataba de un acto de vandalismo, pero tras lo sucedido en el Harvey's se consideró que probablemente se trataba de una prueba preliminar en la que el bombardero había hecho explotar una versión no perfeccionada de su artefacto.
Lo único que pudieron averiguar en la investigación era que el día 26, sobre las cinco de la mañana, un par de hombres vestidos con monos de trabajo habían descargado un bulto aparentemente muy pesado de una furgoneta blanca a la entrada del hotel; un bulto que iba cubierto con una lona con las siglas de la compañía informática IBM. Todos habían supuesto que se trataba de la entrega de algún nuevo equipamiento para el hotel, y nadie había prestado demasiada atención.
Ante la falta de pistas, el FBI ofreció una recompensa de 200000 dólares, que luego elevó a medio millón, a cualquiera que facilitara información que llevara a la detención del responsable, lo que a la postre fue esencial para la resolución del caso. Meses más tarde, cuando la investigación languidecía sin pruebas, un hombre llamó al FBI afirmando conocer la identidad del fabricante de la bomba. Cuando se entrevistó con varios agentes en un hotel, les reveló que la chica con la que estaba saliendo había sido hasta hacía poco novia de un tal John Birges Jr, el cual le había confesado antes de su ruptura que la bomba del Harvey's había sido construida por su padre, John Birges Sr, un respetado empresario de la ciudad de Clovis (California). Cuando el FBI consultó sus archivos, descubrió que Birges ya figuraba en ellos como una "persona de interés" en el caso: había sido investigado porque era propietario de una furgoneta blanca cuya descripción encajaba con la usada para llevar la bomba, y que había sido vista aquella noche en la zona del Lago Tahoe, aunque no habían hallado más pruebas en su contra. Pero ahora que contaban con una acusación directa los federales se decidieron a investigar más a fondo a Birges.
John Birges era un inmigrante de origen húngaro (su nombre real era János Birgés y se lo había cambiado al adquirir la nacionalidad estadounidense) que durante la Segunda Guerra Mundial había sido piloto en el ejército húngaro, con el cual había luchado al lado de las fuerzas del Eje. Capturado por los soviéticos tras el final de la guerra, había pasado ocho años en un campo de prisioneros antes de ser liberado, y en 1957 había emigrado a EEUU, instalándose en Clovis y fundando un exitoso negocio de jardinería y paisajismo. A pesar del éxito de su negocio, Birges siempre andaba escaso de dinero debido a su compulsiva afición al juego, que le había acarreado tener numerosas deudas... incluida una importante en el Harvey's, donde afirmaba haber perdido más de 750000 dólares a lo largo de los años. Pero dos cosas llamaron especialmente la atención del FBI: Birges tenía estudios de ingeniería, y debido a su trabajo de paisajismo estaba acostumbrado a manejar explosivos.
Durante la espera antes del intento de desactivación de la bomba, algunos espectadores lucían camisetas con la leyenda "I got bombed at Harvey's" |
Solo unos días más tarde, los agentes del FBI arrestaban a Birges, a sus dos hijos, James y John Jr, a su novia Ella Joan Williams, y a dos de sus empleados, Terry Lee Hall y el suegro de éste, Willis Brown. Los dos hijos de Birges, que conocían los planes de su padre pero no habían participado directamente en ellos, accedieron de inmediato a testificar contra los demás acusados a cambio de una sentencia leve, que les permitía eludir la cárcel y quedar en libertad condicional. Hall y Brown, quienes admitieron haber sido los hombres que llevaron la bomba al Harvey's, fueron condenados a siete años de cárcel por conspiración y transporte ilegal de explosivos. Williams, quien solo admitió haber mecanografiado la famosa carta pero desconocer las intenciones de Birges, fue condenada a siete años por conspiración e intento de extorsión, aunque su juicio fue anulado tras una apelación. En su segundo juicio, celebrado ya en 1985, se declaró culpable de complicidad en el intento de extorsión a cambio de quedar en libertad condicional.
En cuanto a Birges, quien en el momento de su arresto estaba fabricando una nueva bomba con la que pensaba repetir su plan, bien de nuevo contra el Harvey's o bien contra un banco de San Francisco, fue declarado culpable de ocho de los nueve cargos que se le imputaron, y condenado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Falleció en el Centro Correccional del Sur de Nevada en 1996, a los 74 años, a causa de un cáncer hepático, tras pasar sus últimos 16 años entre rejas.
La bomba del hotel Harvey's sigue siendo una leyenda para los miembros del FBI. Una réplica del artefacto, construida para el juicio de Birges, se siguió utilizando al menos hasta 2009 para entrenar a nuevos reclutas para el laboratorio del FBI en Quantico (Virginia), y hoy ocupa un lugar de privilegio en la colección de explosivos del laboratorio. Thomas Mohnal, un agente especial del FBI experto en explosivos diría de ella que, a pesar de los avances tecnológicos, tanto por parte de los constructores de bombas como por parte de los encargados de desactivarlas, aún hoy en día sería difícil construir una bomba más difícil de vencer que la del Harvey's, y posiblemente no se pudiera hacer con ella mucho más de lo que se hizo en 1980.
Flipante. Una historia apasionante, como siempre
ResponderEliminarGracias, me alegro de que te haya gustado.
EliminarSaludos.
¡Hola! Un gusto saludarte desde Cali, Colombia, mi tierra. ¡Por fin te puedo escribir! Llevo años leyendo este tu blog, y cada semana espero una nueva historia con la que hacés más placenteras e interesantes una parte de mis horas. Te felicito por tu empeño en seguir con esta noble tarea, y espero seguir disfrutando de estos maravillosos aportes. ¡Gracias por tanto!
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, por leer mi blog y por tomarte la molestia de escribirme. Me alegra sobremanera tener lectores tan fieles que disfrutan tanto de este humilde blog que nació como una simple recopilación de historias curiosas. Pienso continuar con él mientras pueda, y espero seguir contando con tu atención.
EliminarSaludos desde España a la bella Colombia. Un abrazo.