lunes, 28 de octubre de 2024

Como hundir tu empresa en 59 segundos



Allá por 2015 un joven californiano llamado Noah Katz iniciaba su primer negocio, fabricando partes de trajes de cosplay con una impresora 3D, que luego vendía a través de la plataforma de comercio electrónico Etsy. Como aquel negocio no le fue mal, dos años más tarde, en 2017, fundaba su empresa Artesian Future Technology LLC, dedicada a la fabricación de ordenadores personalizados.

En sus primeros tiempos, Artesian se centró sobre todo en la fabricación de equipos informáticos para el minado de criptomonedas, un sector en auge en aquel momento. En 2020 Katz decidió dar un golpe de timón a su empresa: la renombró como Artesian Builds y se centró en un nuevo nicho de negocio, los ordenadores para gaming. En este nuevo sector alcanzó un éxito rápido, consiguiendo numerosos pedidos y ganándose una fama de buena atención al cliente y productos de calidad.

En su primer año, Artesian Builds alcanzó dos millones de dólares en ventas. Pero en 2022 sus cifras se multiplicaron por diez, alcanzando los veinte millones, con alrededor de setenta empleados y dos almacenes, uno en la Costa Este y otro en la Costa Oeste. Buena parte de su estrategia de márketing se basaba en la peculiar personalidad de su fundador; a Katz le gustaba el protagonismo de su posición, presentarse como la cabeza visible de una empresa joven y diferente, los anuncios llamativos y excéntricos. Como cuando anunció que habían construido un ordenador utilizando huesos reales de dinosaurio como parte de la carcasa. O cuando se ofreció a construir un ordenador en el interior de un auténtico cráneo fósil de Triceratops, aunque nadie se mostró dispuesto a pagar los 300000 dólares en los que estaba valorado.

Como parte de esta estrategia, el 1 de marzo de 2022 Artesian Builds realizó una emisión en directo en la plataforma Twitch, protagonizada por Katz, en la que los espectadores podían ver como se montaba uno de los ordenadores que la empresa fabricaba. El punto culminante de la emisión iba a ser el sorteo de ese mismo ordenador entre las personas que estuvieran viendo la retransmisión en ese momento. La agraciada fue una streamer texana llamada Kiapiaa; sin embargo, tras echar un vistazo a su perfil, Katz anunció que el sorteo no era válido y tenía que repetirse. ¿El motivo? Según él, Kiapiaa no estaba "cualificada" para convertirse en "embajadora" de Artesian Builds porque no tenía suficientes seguidores en sus redes. Así que volvió a repetir el sorteo. Todo ello en menos de un minuto.

Noah Katz

A Kiapiaa, claro, le sentó fatal. Y no tardó nada en publicar en sus redes sociales lo ocurrido, incluyendo imágenes del sorteo. La noticia de lo ocurrido se extendió con rapidez y Artesian Builds se vio enfrentada a una oleada de indignación y críticas. Sus cuentas se vieron inundadas de mensajes que clamaban contra la injusticia cometida. En una comunidad como la gamer, donde la credibilidad se puede perder con rapidez, Artesian Builds pasó a quedar señalada. Miles de seguidores se dieron de baja y algunos de sus asociados más famosos, como el streamer Nickmercs (conocido por sus partidas del videojuego Call of Duty) rompieron todo lazo con la empresa. Y lo que fue incluso peor para Artesian, cientos de personas que habían encargado equipos nuevos o componentes nuevos anularon sus pedidos, dejándola prácticamente sin actividad. Noah Katz trató de disculparse y ofreció a Kiapiaa de nuevo el ordenador, pero ya era demasiado tarde.

Apenas ocho días más tarde, el 9 de marzo de 2022, Artesian Builds publicaba un tweet en el que anunciaba la suspensión de sus actividades debido a la falta de encargos. Aunque se especuló que podía volver a la actividad pasado un tiempo, o incluso que sus trabajadores podían hacerse cargo de ella, el 18 de junio la empresa anunciaba que se declaraba en bancarrota y sus activos (fundamentalmente ordenadores y componentes) iban a ser subastados para pagar sus deudas.

Resulta difícil creer que en apenas una semana una empresa pasara de estar en pleno crecimiento a hundirse completamente. En realidad, según irían contando más tarde algunos ex-trabajadores, la situación real de Artesian Builds no era tan idílica como Katz solía presumir. Aludían a problemas internos como sospechas de que los números de la empresa estaban inflados artificialmente, al carácter controlador de Katz, la existencia de una competitividad tóxica entre las dos localizaciones que acabó perjudicando a la empresa, o de la continua injerencia de los padres de Katz, quienes pese a no tener ningún cargo oficial en la compañía se involucraban a menudo en las actividades corrientes de sus trabajadores. También hablaban de como Katz había dado orden de aceptar todos los pedidos, aunque no tuviesen los componentes necesarios, lo que obligaba a los trabajadores a recurrir al mercado de segunda mano o incluso a familiares y amigos para conseguirlos, lo que redundaba en mayores gastos, mayor tiempo de espera y peor calidad del producto. En realidad, parece que el escándalo del sorteo no fue más que la gota que colmó el vaso y que solo aceleró el inevitable final al que Artesian Builds se encaminaba.

Los problemas de Noah Katz no cesaron tras la desaparición de su empresa. Algunos de sus clientes, que habían entregado sus equipos para ser reparados o personalizados, tuvieron que recurrir a la justicia para que les fueran devueltos y no fueran subastados junto al resto de propiedades de Artesian Builds. Y varios antiguos empleados y proveedores denunciaron que el ex-presidente había anulado pagos por valor de miles de dólares que les había hecho a través de la plataforma de pago PayPal, algunos de ellos varios meses anteriores a la quiebra de la empresa.

Se ignora que ha sido de Katz. Borró sus redes sociales después de que Artesian cesara su actividad y se desconoce donde está o a que se dedica en la actualidad. 

miércoles, 16 de octubre de 2024

Ástilo de Crotona, el primer gran fichaje deportivo



La prueba estrella de las Olimpiadas clásicas era el stadion, una carrera a pie en la que los participantes, completamente desnudos, recorrían una distancia de un estadio (600 pies). Esta distancia variaba ligeramente de una polis a otra; así, en Olimpia equivalía a 192 metros, en Pérgamo a 210 y en Delfos y Nemea, a 178. Era la prueba que más interés despertaba; de hecho, en las primeras ediciones de los Juegos era la única prueba que se disputaba. El ganador  se convertía en una celebridad dentro del mundo griego, daba nombre al periodo de cuatro años entre celebración y celebración, y tenía el privilegio de encender el fuego sagrado en los siguientes Juegos. Y para la ciudad a la que representaba suponía orgullo y prestigio tener a un campeón olímpico entre ellos.

Crotona (la actual Crotone italiana) era una colonia griega fundada por los aqueos de la ciudad de Ripes a finales del siglo VIII a. C. en el sur de la Península Itálica, en la desembocadura del rio Aesaros (hoy llamado Esaro). En sus primeros siglos prosperó y llegó a ser una de las principales ciudades de la Magna Grecia, fundando a su vez colonias como Caulonia, Terina y Turios, pero luego su importancia fue decayendo y en el siglo III a. C. acabó siendo conquistada por los romanos. En su historia destacan dos hechos que la hicieron famosa: fue el lugar donde el célebre matemático y filósofo Pitágoras de Samos fundó su Escuela, y fue cuna de numerosos campeones olímpicos.

El talento de los atletas de Crotona llegó a ser proverbial entre los griegos. El historiador Estrabón llegó a decir en su Geografía que "Aquel que llega el último de los crotoniatas es el primero del resto de los griegos". Aún se discute si se debía a su entrenamiento, a su alimentación o algún otro factor, pero lo cierto es que los crotoniatas lograron un número desproporcionadamente elevado de victorias en los Juegos; así, en las 26 Olimpiadas celebradas entre el 588 y el 488 a. C. hubo nada menos que 11 campeones del stadion nacidos en Crotona (en el mismo intervalo ninguna otra ciudad tuvo más de 2 campeones). De Crotona fueron originarios deportistas legendarios como Milón, que venció en la prueba de lucha de las Olimpiadas en seis ocasiones, y Ástilo.


Ástilo de Crotona participó en los tres Juegos Olímpicos celebrados entre el 488 y el 480 a. C., y en los tres se proclamó doble vencedor de stadion y diaulo (una carrera de dos estadios). En la de 480 a. C. se proclamó además campeón de hoplitódromo, una carrera a pie cuya distancia variaba entre los dos estadios en Olimpia y los quince en Platea, y en la que los participantes en lugar de ir desnudos corrían llevando el equipo completo de un hoplita: armadura, casco y escudo. Tradicionalmente, el hoplitódromo era la prueba que cerraba los Juegos, y servía como recordatorio a los griegos de que la tregua que se establecía durante su celebración llegaba a su fin y los conflictos armados que habían quedado en suspenso se reanudaban. Además, Ástilo también fue reconocido como periodónice, un título que se otorgaba a los atletas que lograban al menos una victoria en cada uno de los Juegos Panhelénicos (Olímpicos, Ístmicos, Píticos y Nemeos) en el periodo de cuatro años que iba de una Olimpiada a otra.

Sin embargo, en su tercera Olimpiada Ástilo fue proclamado campeón como Ástilo de Siracusa y no de Crotona. Como ya he dicho, para una ciudad griega era un inmenso honor que un atleta que la representase fuera campeón olímpico, aunque no fuera oriundo de ella. Por eso algunas ciudades recurrían a reclutar a deportistas de otros lugares para que participaran en su nombre. Y eso era lo que había pasado con Ástilo: Hierón, hermano de Gelón, el tirano de la ciudad siciliana de Siracusa (al que sucedería poco después como Hierón I), había convencido al campeón con dinero y prebendas para que aceptara competir como siracusano. Ástilo no era el primer atleta que competía en nombre de una ciudad que no era la suya, pero hasta entonces nunca un deportista de su fama y categoría había cambiado de bando de esa manera.

Milón de Crotona (Pierre Puget, 1671-1682)

No es necesario decir que a sus compatriotas crotoniatas no les sentó nada bien aquella traición. Como venganza, destruyeron la estatua de Ástilo, obra del gran escultor Pitágoras de Regio, que habían erigido después de su primera victoria olímpica, y que se encontraba junto a la de otros campeones crotoniatas junto al templo de Hera Lacinia, y convirtieron la que había sido su casa en una prisión. No parece que a Ástilo le importase demasiado: para entonces ya vivía en Siracusa, de manera más que acomodada gracias a la generosidad de Hierón. Algunos historiadores especulan con que la defección de Ástilo tuvo un trasfondo político al estar el atleta enfrentado a los entonces gobernantes de la ciudad. No obstante, parece claro que la cuestión económica fue la que más pesó a la hora de cambiar de ciudad.

martes, 15 de octubre de 2024

El accidente nuclear de Tokaimura

La planta nuclear de Tokaimura

La mañana del 30 de septiembre de 1999 tuvo lugar cerca de la localidad de Tōkai (prefectura de Ibaraki) el considerado el peor accidente nuclear de la historia de Japón hasta la catástrofe de la central nuclear de Fukushima en 2011. El incidente se produjo en unas instalaciones propiedad de la Japan Nuclear Fuel Conversion Co. (JCO), una filial de la Sumitomo Metal Mining Company dedicada a la producción de combustible para reactores nucleares. 

En aquella factoría se transformaba hexafluoruro de uranio en dióxido de uranio con el que se elaboraba el combustible. Uno de los pasos de aquel proceso implicaba mezclar óxido de uranio con ácido nítrico para producir nitrato de uranio. Y eso era lo que estaban haciendo aquel 30 de septiembre por la mañana dos de los trabajadores de JCO, Hisashi Ouchi (35) y Masato Shinohara (40). Inclinado sobre un tanque de decantación lleno de ácido, Shinohara estaba subido a una escalera e iba vertiendo poco a poco el uranio en el tanque a través de un embudo que sostenía Ouchi. A unos metros de ellos, en otra habitación, su supervisor, Yutaka Yokokawa (54), trabajaba en su escritorio. Y a eso de las 10:35 ocurrió lo inimaginable. Una serie de brillantes destellos de luz azul (producidos por la llamada Radiación de Cherenkov) comenzaron a surgir del tanque, señal inequívoca de que se estaba produciendo una reacción nuclear. El uranio de su interior había alcanzado la masa crítica iniciándose una fisión nuclear que estaba produciendo grandes oleadas de neutrones y rayos gamma.

Hisashi Ouchi (1964-1999)

Ouchi y Shinohara se sintieron enfermos casi de inmediato, con dolor físico y náuseas, sobre todo Ouchi, que al estar inclinado sobre el tanque había sido el que más radiación había soportado. Yokokawa fue más afortunado; al estar en otra habitación la cantidad de radiación a la que se vio expuesto fue sensiblemente menor. Ouchi y Shinohara se dirigieron a la sala de descontaminación, donde el primero llegó a vomitar. Mientras tanto, la radiación que seguía produciendo la reacción dentro del tanque fue detectada por los sensores de rayos gamma de las instalaciones, lo que disparó la alarma. En un primer momento los tres trabajadores, sin darse cuenta de la verdadera gravedad de lo sucedido, no informaron a nadie de lo que había pasado. Fue otro trabajador, al ver el estado en el que se encontraban, el que sospechó que habían estado expuestos y avisó a los servicios médicos. Tras confirmarse su contaminación fueron evacuados de emergencia al hospital más cercano, y de ahí al Hospital Universitario de Tokio, que contaba con instalaciones para el tratamiento de daños por radiación.

Diagrama del accidente. A) Hisashi Ouchi B) Masato Shinohara C)Yutaka Yokokawa

A eso de las tres de la tarde, cuando se confirmó que la reacción continuaba, se ordenó la evacuación de unas 160 personas, trabajadores y residentes en un radio de 350 metros alrededor de las instalaciones. A las once de la noche se estableció un nuevo perímetro, esta vez de 10 kilómetros, recomendando a los que vivían en él (unas 300000 personas) que no salieran de sus casas y no consumieran agua ni productos agrícolas de la zona. Al día siguiente se levantó el confinamiento, aunque se mantuvieron cerradas las escuelas, y se inició una serie de chequeos masivos para determinar cuántas personas habían sido afectadas. Al final, se concluyó que más de 700 personas se habían visto expuestas; de ellas, 39 (todos trabajadores de la JCO) habían recibido una exposición severa y otras 667 (trabajadores, residentes y miembros de los equipos de emergencias) habían recibido un exceso de radiación menos grave. El incidente acabaría con la clasificación de "irradiación" y no de "contaminación", con una categoría de 4 en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares (que va de 0 a 7).

La reacción en cadena se detuvo al día siguiente, cuando los equipos de emergencia lograron vaciar el agua del sistema de refrigeración del tanque (que actuaba como reflector de neutrones, alimentando la reacción) y añadiendo a la mezcla una solución de ácido bórico, que absorbe neutrones. Análisis posteriores descartaron contaminación radiactiva en el agua y en el suelo cercanos a las instalaciones, y solo hallaron una leve radiación residual en parte de la vegetación.

A su llegada al hospital, Hisashi Ouchi presentaba un estado sorprendentemente bueno. Pese a que había llegado a perder la consciencia antes de su traslado, en sus primeros días en el hospital se mostraba lúcido y activo, caminaba sin ayuda y hablaba con los médicos. Sus únicas secuelas aparentes era un oscurecimiento de la piel y la mano izquierda (la que tenía sobre el tanque) enrojecida e hinchada. Ouchi llegó a pensar que había tenido suerte y se curaría, pero los médicos no albergaban esperanzas. Había sufrido una exposición brutal: se calcula que estuvo expuesto a unos 17 sieverts (la exposición de Shinohara se calculó en 10 Sv y la de Yokokawa, en 3), mientras que la máxima exposición admitida por las autoridades a los trabajadores nucleares japoneses es de 50 milisieverts al año. La intensidad de la radiación que afectó a Ouchi era similar a la que se produjo en el epicentro de la explosión atómica de Hiroshima, y decenas de veces superior a la que encontraron los equipos de limpieza que actuaron en la central de Chernobyl tras el accidente de 1986, convirtiéndolo en la persona que haya estado expuesta a mayor radiactividad en toda la historia. Ouchi no era consciente de que le esperaban casi tres meses de terrible agonía y una de las muertes más espantosas jamás vistas.

Los efectos de la radiación no tardaron en hacerse patentes. Al cuarto día, un análisis de sangre reveló que el sistema inmunitario de Ouchi estaba devastado y apenas le quedaban glóbulos blancos, lo que obligó a colocarlo en un régimen de estricto aislamiento. Una micografía mostró que su ADN estaba tan dañado que los cromosomas no se distinguían. Eso ya era una sentencia de muerte, ya que sus células eran incapaces de regenerarse o dividirse, lo que implicaba que una vez hubieran cumplido su ciclo vital no se podrían sustituir y sus órganos irían fallando uno a uno. Aún así, y pese a que algunos miembros del equipo médico que lo atendía se mostraron contrarios a prolongar su agonía sin esperanza, se decidió seguir tratándolo y mantenerlo con vida todo lo posible.

El tanque de precipitación donde tuvo lugar la reacción nuclear

El estado de Ouchi se deterioró con rapidez. Pasados unos días ya era incapaz de tenerse en pie, su abdomen se había hinchado y sufría de intensos dolores. Para tratar de regenerar su sistema inmune se le hizo un trasplante de células madre sanguíneas periféricas, donadas por su hermana, una técnica pionera en la época. Aunque durante un tiempo volvió a tener sistema inmunitario, la radiación no tardó en matar sus nuevas células, igual que había hecho con las antiguas. Pasadas dos semanas ya era incapaz de comer por si mismo, sufría de hemorragias frecuentes y su cabello, sus uñas y sus dientes se caían, mientras su piel era tan frágil que se desprendía si se manejaba sin cuidado. Y el terrible dolor se había multiplicado, sin que los calmantes pudieran hacer mucho para aliviarlo.

Ouchi siguió empeorando mientras los tratamientos continuaban. Se le realizaron múltiples transfusiones de sangre debido a las numerosas hemorragias que padecía (llegó a necesitar diez transfusiones por día), y también injertos de piel, que tuvieron un éxito limitado. Se le suministraban continuamente analgésicos, antibióticos de amplio espectro y factores estimulantes de colonias de granulocitos (un medicamento que estimula la producción de glóbulos blancos). Sufrió varias paradas cardíacas, de las que fue resucitado por los médicos. 

Pasados dos meses del accidente su situación era tan grave que el propio Ouchi pidió a los médicos que dejaran de tratarlo. "No soy un conejillo de indias" llegó a decirles. Desgraciadamente, lo cierto era que eso era justo en lo que se había convertido. Para los médicos Ouchi no solo era una ocasión magnífica para estudiar los daños que la radiactividad provocaba en el cuerpo humano, sino también para testar la eficacia de los tratamientos que se le administraban. Así que, tras consultarlo con su familia, los médicos decidieron continuar tratándolo.

Edificio donde tuvo lugar el accidente

Y así Hisashi Ouchi tuvo que soportar durante varias semanas más un dolor agónico imposible de describir, mientras sus órganos empezaban a fallar uno tras otro y sus músculos literalmente se desprendían de sus huesos. Finalmente, el 21 de diciembre, después de 83 días de sufrimiento, la situación de Ouchi llegó a un extremo tal que se hizo evidente que estaba a punto de morir, así que los médicos permitieron a su esposa e hijo visitarlo una última vez. Apenas unos minutos después de que se fueran, Ouchi sufrió un paro cardíaco del que ya no se repondría. Su cadáver era aún tan radiactivo que no pudo ser inhumado de forma tradicional y tuvo que ser procesado como un residuo radiactivo más.

No le fue mucho mejor a su compañero Shinohara, el cual, habiendo recibido menos radiación, pudo aguantar más, pero acabó muriendo el 27 de abril del 2000 a causa de un fallo multiorgánico. En cuanto al supervisor Yokokawa, salió mejor parado y fue dado de alta después de tres meses en el hospital, con secuelas menores.

La investigación oficial llevada a cabo por las autoridades japonesas y la Organización Internacional de la Energía Atómica concluyó que el accidente había sido provocado por una serie de negligencias y errores humanos concatenados, que incluían falta de adecuado entrenamiento y cualificación de los trabajadores, falta de supervisión, manejo negligente de los materiales y medidas de seguridad inadecuadas y obsoletas. La imprudencia más grave, y la causa última del accidente, era que el proceso que Ouchi y Shinohara llevaban a cabo tenía un límite máximo de 2'3 kilos de uranio por partida; pero en el momento en el que se había producido la reacción ellos ya habían añadido 16 kilos de uranio a la mezcla. Un error que no se hubiera producido de haberse contado con una supervisión adecuada y de haberse respetado las normas básicas de seguridad, como por ejemplo no utilizar recipientes que pudieran contener una cantidad mayor a la autorizada. 

Al parecer, los directivos de la JCO habían ordenado acelerar todo lo posible el proceso de producción de combustible, ya que la planta tenía un pedido para el reactor nuclear de Jōyō y su fabricación iba con retraso. En el juicio posterior se supo que los directivos de la empresa llevaban años haciendo la vista gorda para este tipo de irregularidades con el fin de abaratar costes. Y también que, por ese mismo motivo, no se habían aplicado en la planta una serie de nuevas regulaciones de seguridad que el gobierno japonés había implantado a raíz de un incendio sucedido dos años antes en una planta de tratamiento de residuos nucleares situada a apenas cuatro kilómetros de la factoría de JCO.

Como consecuencia, en marzo de 2000 las autoridades japonesas retiraron a la JCO la licencia par elaborar combustible nuclear (la empresa cesó sus actividades en el 2003) y en abril de 2001 seis directivos, incluido el supervisor Yokokawa, se sentaron en el banquillo acusados de negligencia con resultado de muerte. Para entonces la JCO ya había aceptado pagar más de 120 millones de dólares para resolver más de 7000 reclamaciones de afectados por el accidente, tanto por la exposición a la radiación como por daños en sus posesiones. Los seis acusados se declararon culpables y fueron condenados a penas de entre dos y cuatro años de cárcel, mientras que el presidente de la JCO admitió la responsabilidad de su empresa y aceptó compensar a los afectados que no habían sido indemnizados hasta entonces y asumir los gastos de descontaminación y limpieza de la factoría.

A raíz de este incidente el gobierno japonés redobló su vigilancia sobre el sector atómico: nuevas leyes de seguridad, requerimientos más estrictos a empresas y trabajadores, y un mayor número de inspecciones.

domingo, 6 de octubre de 2024

Pequeñas historias (XXXIX)

En diciembre de 2006, un instructor de paracaidismo neozelandés llamado Michael Holmes saltó desde un avión a 15000 pies de altitud (más de 4500 metros) en lo que era un salto de rutina. Sin embargo, tanto el paracaídas principal de Holmes como el de reserva fallaron y el paracaidista se precipitó al suelo en caída libre. Milagrosamente, un arbusto de zarzamora amortiguó su caída y Holmes sobrevivió con heridas menores. Todo el descenso fue grabado por la cámara que Homes llevaba en su casco (la grabación está en YouTube).

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El astrónomo danés Tycho Brahe (1546-1601) fue también un entusiasta alquimista que disponía de un laboratorio en el sótano de su casa, llamada Uraniborg, en la isla de Ven. Como muchos otros alquimistas, Brahe guardaba un gran secretismo con sus experimentos, y no dejó ninguna descripción escrita de estos o de sus resultados. Uraniborg fue demolida poco después de la muerte de Brahe, pero una prospección arqueológica llevada a cabo entre 1988 y 1990 sacó a la luz varios fragmentos de vidrio y cerámica, que se creen que pertenecen a recipientes del laboratorio. Recientemente estos fragmentos han sido sometidos a un análisis químico para ver qué elementos usaba Brahe en sus investigaciones, y se encontraron en ellos restos de níquel, cobre, zinc, estaño, antimonio, oro, mercurio y plomo (todos ellos habituales en los laboratorios alquímicos), y, sorprendentemente, también tungsteno, un elemento que oficialmente no fue identificado hasta 1781, y aislado en 1783. Los investigadores barajan dos opciones: que el tungsteno fuera producido accidentalmente, como subproducto de alguno de sus experimentos, o bien que Brahe lo aislara voluntariamente (en su época se sabía que en algunas minas de estaño de Sajonia el mineral contenía una impureza, a la que llamaban wolfram, que dificultaba su fundición) pero lo guardara en secreto.

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El actor norteamericano John Cazale (1935-1978) posee un record difícil de igualar. Siendo un actor eminentemente teatral, apenas trabajó en el cine. Antes de su temprana muerte solo rodó cinco películas entre 1972 y 1978 (tres de ellas a las órdenes de Francis Ford Coppola), pero las cinco fueron nominadas al Oscar a la Mejor Película y seleccionadas por la Biblioteca del Congreso para su preservación por ser "cultural, histórica o estéticamente significativas". Esas películas son El padrino (1972), La conversación (1974), El padrino II (1974), Tarde de perros (1975) y El cazador (1978).

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Isidor "Izzy" Einstein (1880-1938) fue un agente federal que se distinguió durante la época de la Ley Seca (1920-1933) a la hora de perseguir el contrabando de alcohol y cerrar bares ilegales. Einstein solía presumir de que era capaz de encontrar alcohol ilegal en una ciudad en menos de treinta minutos. En Chicago le llevó 21 minutos, en Atlanta 17, en Pittsburgh solo 11. Pero el récord lo estableció en Nueva Orleáns: 35 segundos. Nada más salir de la estación de tren se subió a un taxi, le preguntó al taxista donde podía conseguir un trago, y el taxista le pasó una botella.

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En la primera edición de la Copa América, celebrada en Argentina en 1916, el seleccionador chileno Carlos Fanta y el jugador brasileño Sidney Pullen también actuaron como árbitros, dirigiendo entre los dos cuatro de los seis partidos disputados.

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Cuando Sally Ride se convirtió en la primera mujer norteamericana en viajar al espacio (en la misión STS-7, en junio de 1983) los ingenieros de la NASA, demostrando su profundo conocimiento de las mujeres, le preguntaron si cien tampones era una cantidad adecuada para incluir en los suministros de la misión (para un vuelo de menos de una semana). Además, dando por supuesto que las mujeres astronautas querrían llevar maquillaje durante sus misiones, diseñaron un kit de maquillaje para utilizar en el espacio.

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Louis Braille, el inventor del lenguaje braille para personas ciegas, se basó en un sistema de lectoescritura táctil inventado por el militar francés Charles Barbier de la Serre, cuyo objetivo era poder transmitir mensajes de noche a puestos avanzados sin que sus receptores tuvieran que encender una luz, revelando su posición, para leerlos.

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En 1826 un ciudadano llamado William Morgan, residente en la ciudad de Batavia (Nueva York) anunció públicamente que iba a publicar un libro revelando los secretos de la masonería (de la cual él afirmaba haber sido miembro destacado) y de sus ceremonias de iniciación. Tras este anuncio, Morgan fue arrestado acusado del impago de un préstamo y del robo de una camisa; después de que su editor pagara su deuda y fuera puesto en libertad, volvió a ser arrestado, esta vez por una deuda en una taberna. Cuando fue liberado de nuevo, desapareció sin dejar rastro y nunca se volvió a saber de él, por lo que todo el mundo asumió que había sido asesinado por los masones para callarlo. Su caso despertó un fuerte sentimiento antimasónico (los masones habían ido ganando influencia dentro de la política estadounidense) e incluso el nacimiento de un Partido Antimasónico, de breve existencia.