Voy a seguir con la temática tan de actualidad de los disturbios londinenses. Tras haberos hablado de las Gordon's Riots hoy voy a contaros otros disturbios ocurridos en Londres que, si bien sus consecuencias fueron menos graves que los anteriores, si tuvieron un notable significado político y social en la Inglaterra de entre guerras. Hablo de la llamada Batalla de Cable Street.
Nos situamos en 1936. El fascismo campa a sus anchas por Europa. Los nazis gobiernan en Alemania, Mussolini en Italia, y en buena parte de Europa surgen movimientos fascistas que comparten su ideología y copian su estética y modo de actuar. El Reino Unido no es la excepción; el grupo más destacado es la British Union of Fascists (BUF), fundada en 1932 por sir Oswald Mosley, un aristócrata de origen irlandés que admiraba a Hitler hasta el punto de invitarlo a su boda (y, en lo anecdótico, padre de Max Mosley, presidente durante años de la Federación Internacional de Automovilismo).
En sus buenos tiempos, la BUF llegó a contar con más de 8000 afiliados y muchos más simpatizantes, pero Mosley estaba convencido de que el fascismo era la vía correcta que debía seguir el Reino Unido y no era suficiente para él. Así que se le ocurrió un plan que era, en la mejor tradición fascista, parte demostración de fuerza, parte acto propagandístico y parte desafío a autoridades y enemigos: una marcha de miles de sus simpatizantes más acérrimos a través del barrio londinense de East End, que tenía un elevado porcentaje de población judía.
Incomprensiblemente, las autoridades permitieron la marcha, lo que dió lugar a numerosas protestas tanto de asociaciones judías como de grupos antifascistas, pero pese a ello, el gobierno permitió la marcha, aun cuando había grandes posibilidades de que se produjeran incidentes. Lo único que hicieron es asignar un fuerte contingente policial para custodiar la marcha y tratar así de evitar enfrentamientos.
De este modo, la mañana del domingo 4 de octubre de 1936, siete mil fascistas de la BUF, dirigidos por Mosley y vestidos con el uniforme negro característico del grupo (copiado de los Camisas Negras italianos), marcharon acompañados de más de 10000 policías, entre ellos 4000 a caballo, dispuestos a llevar a cabo su provocador desfile. Pero en el centro mismo del East End se encontraron una resistencia feroz. Miles de habitantes del barrio, acompañados por antifascistas llegados de todo Londres y otras ciudades, hasta sumar más de 300000 personas, estaban dispuestos a impedirles el paso. Entre esos miles de personas había muchos habitantes judíos del East End, pero también obreros católicos irlandeses, socialistas, anarquistas y miembros del Partido Comunista británico. El grueso de los enfrentamientos se produjo en Cable Street, donde cerca del cruce con Christian Street se habían levantado barricadas. Al grito de They shall not pass! (¡No pasarán!) la multitud se enfrentó a la policía durante horas utilizando armas improvisadas, piedras, palos, basura. La lucha fué enconada y se saldó con mas de un centenar de heridos y ciento cincuenta detenidos. Al final, Mosley y sus seguidores (que no llegaron a intervenir en los enfrentamientos), viendo el cariz que tomaba el asunto, desistieron de sus planes y huyeron hacia Hyde Park. De los detenidos, la mayoría sólo recibieron una multa de cinco libras, aunque varios de los cabecillas fueron condenados a tres meses de trabajos forzados.
Irónicamente, lo que Mosley había concebido como un paso adelante decisivo en la supremacía de la BUF acabó siendo el inicio de su declive. La repercusión de los hechos de ese día les restó muchos simpatizantes e hizo que la sociedad inglesa pasara a mirarles con precaución. Además, estos hechos dieron lugar a la Public Order Act de 1936, una ley que, entre otras disposiciones, prohibía el uso de uniformes políticos y las marchas sin permiso policial. La BUF acabó languideciendo y siendo prohibida tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, y Mosley y otros destacados fascistas fueron confinados en arresto domiciliario mientras duró el conflicto.
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