sábado, 29 de octubre de 2011

Saint-Amant el aventurero

Pierre de Saint-Amant

No cabe duda de que el siglo XIX fué un siglo pródigo en aventureros y personajes curiosos. Pierre Saint-Amant seguramente no es de los más conocidos, pero sin duda alguna es uno de los más polifacéticos.
Pierre Charles Fournier de Saint-Amant nació en Monflanquin (Francia) el 12 de septiembre de 1800, en el seno de una familia aristocrática arruinada tras la Revolución. Desde muy joven mostró un temperamento inquieto y una gran vocación por los viajes y las aventuras. Siendo apenas un adolescente se incorpora a la administración colonial francesa y en 1819 es nombrado secretario del gobernador de la Guyana francesa. Pero no duraría mucho en el cargo: en 1821 es cesado por sus reiteradas protestas contra el tráfico de esclavos. De vuelta en Francia, sobrevive algún tiempo como actor y periodista, hasta que la fortuna le sonríe cuando se hace comerciante de vinos y logra amasar una respetable fortuna.
Su buena situación económica le permite dedicarse más profundamente a otra de sus grandes pasiones: el ajedrez. Alumno de los maestros Schlumberger y Deschapelles, ya era reconocido como uno de los mejores jugadores de Francia. Pero ahora, y tras la muerte en 1840 del mítico Louis-Charles de La-Bourdonnais, pasa a ser considerado el mejor ajedrecista de Francia, y uno de los mejores del mundo. En diciembre de 1841 revive Le Palamède, considerada la primera revista dedicada al ajedrez, que La-Bourdonnais y el escritor y ajedrecista Joseph Méry habían fundado en 1836 y que había dejado de publicarse en 1839 por problemas económicos.
En 1843 llega uno de los momentos álgidos de su carrera como ajedrecista: su doble enfrentamiento con el inglés Howard Staunton, considerado el mejor jugador del Reino Unido. Saint-Amant vence en Londres por 3.5-2.5, pero pierde la revancha, en París y con un suculento bote de 100 libras para el ganador, por 13 a 8. Un tercer encuentro hubo de ser suspendido por la repentina enfermedad de Staunton, que se vió obligado a volver a Inglaterra.
Pero Saint-Amant no era hombre de quedarse mucho tiempo parado, ni de concentrar su interés en una sola actividad. La Revolución de 1848 le sorprende siendo capitán de la Guardia Nacional, una milicia ciudadana encargada de mantener el orden, que apoya a los revolucionarios y se encarga posteriormente de restablecer la calma tras la caída de la monarquía. Saint-Amant, al mando de un destacamento que defiende el palacio de las Tullerías, se distingue especialmente, evitando heroicamente que la masa fuera de control arrase el palacio. Como recompensa, el gobierno provisional le nombra gobernador del palacio.
Pero un puesto administrativo como aquel no era el sueño de Saint-Amant. Y desde el otro lado del mar le llegan pronto los cantos de sirena de una nueva aventura: nada menos que la fiebre del oro en California. Con sus influencias logra el nombramiento de cónsul de Francia en Sacramento, donde reside entre 1851 y 1852. Como tantos otros, se fué de vacío, sin encontrar la mina de oro con la que soñaba.
De nuevo en Francia, vuelve a dedicarse al ajedrez. En 1857 participa en el torneo de Birmingham y en 1858 es uno de los anfitriones del campeón norteamericano Paul Morphy, de gira por Europa, con quien sólo acepta disputar algunas partidas en privado. Pero no es el ajedrez en lo único que gasta su tiempo: prueba de ello es una patente, junto a su socio Jean-Baptiste Augier, de un método para la conservación de la yema de huevo.
En 1861 se compra un castillo en Argelia, donde pasa sus últimos años, planeando quién sabe qué. Muere en un accidente en Hydra en 1872.

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