miércoles, 29 de mayo de 2013
El hombre que mató a Don Quijote
Allá por octubre del año 2000, el director y guionista norteamericano Terry Gilliam, antiguo miembro del legendario grupo cómico Monty Python, desembarcaba en España con su equipo para hacer realidad un sueño largo tiempo acariciado: dirigir su particular versión de las aventuras de Don Quijote. El filme se iba a titular El hombre que mató a Don Quijote y Gilliam, autor también del guión, llevaba diez años preparando el proyecto. Contaba con un presupuesto elevado, 32 millones de euros (en una coproducción íntegramente europea), para recrear el tema con todo su barroquismo e imaginería visual, que ha demostrado en películas como Los héroes del tiempo, Las aventuras del barón Munchausen o Miedo y asco en Las Vegas.
La película iba a contar la historia de un ejecutivo londinense que viaja atrás en el tiempo y aparece en la España del siglo XVII, donde se encuentra con Don Quijote, el cual lo confunde con Sancho Panza y se lo lleva consigo en sus aventuras. Para los papeles principales contaba con el actor francés Jean Rochefort (El artista y la modelo) como Don Quijote y Johnny Depp (reconocido admirador de la obra de Cervantes) como el ejecutivo, además de Vanessa Paradis (La mujer del puente) como Dulcinea. Empezaron a rodar con todo el entusiasmo del mundo. Y a partir de entonces, todo empezó a salir mal.
Para empezar, nadie de la producción se había dado cuenta de que el lugar elegido para el rodaje, el paraje semidesértico de las Bárdenas Reales (Navarra) tenía un pequeño inconveniente: cerca de allí está el Polígono de Tiro de las Bárdenas, un campo de tiro del Ejército del Aire. Los aviones sobrevolaban a menudo el set del rodaje, estropeando las tomas. Ante la dificultad de buscar nuevas localizaciones, Gilliam decidió continuar el rodaje y eliminar luego el sonido de los aviones en postproducción, aunque hubiera que grabar de nuevo los diálogos.
El segundo día de rodaje, un nuevo contratiempo: una violentísima tormenta seguida de una riada destrozó parte de los decorados, dañó el equipo e incluso alteró la apariencia de los lugares donde se había estado rodando, lo que los obligaba a repetir las escenas.
Y como las desgracias nunca viene solas, Rochefort tuvo que ser ingresado en un hospital, aquejado de una dolorosísima hernia discal doble que le exigía reposo y por lo tanto le impedía continuar el rodaje. Mientras Gilliam buscaba un sustituto, parte de los productores, asustados por la sucesión de fatalidades, abandonaron el proyecto, que se quedó así sin financiación. Desesperado, sin posibilidades de seguir con el proyecto, Gilliam tuvo que suspender el rodaje apenas dos semanas después de haberlo iniciado, quedando los derechos del guión en manos de la aseguradora de la película.
Pero Gilliam no se da por vencido tan fácilmente. En 2010, tras recuperar los derechos de su guión, anunció que retomaba el proyecto, con Robert Duvall (Open Range) como Don Quijote y de nuevo con Johnny Depp; y cuando éste renunció por problemas de agenda, fué sustituído por Ewan MacGregor (Ángeles y demonios). Pero volvió a tropezar en la misma piedra: no fué capaz de conseguir financiación y el filme se fué de nuevo al traste.
Como testimonio del desastroso rodaje existe un excelente y premiado documental, Lost in La Mancha. Dirigido por Keith Fulton y Louis Pepe (quienes ya habían rodado un deocumental sobre el rodaje de otra de las películas de Gilliam, Doce monos), iba a ser originariamente un "Making of" para cuando la película fuese editada en DVD; pero poco a poco fué cobrando vida propia para convertirse en la crónica del fracaso del proyecto. Según va avanzando el documental, vemos cómo se suceden uno tras otro los reveses y cómo Gilliam pasa del entusiasmo a la preocupación y de la preocupación a la más absoluta desesperación, hasta llegar al punto de gritarle a la cámara ¡Jodidos! ¡Jodidos! ¡Estamos tan jodidos! ¡Jodiiiiidoooooos!.
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