sábado, 25 de mayo de 2013

El Batallón de San Patricio



Tras la guerra de Independencia de Texas (1835-36) que enfrentó a los colonos anglosajones con el ejército mexicano, se creó la República de Texas, de breve existencia, ya que en 1845 fue admitida como 28º estado de los Estados Unidos. Pero había quedado un pequeño "fleco" sin resolver del todo. Los mexicanos reconocieron el río Nueces como frontera del territorio texano; pero el Tratado de Velasco, firmado en cautiverio por el general Santa Anna y que el gobierno mexicano nunca admitió, establecía la frontera en el río Grande, cincuenta kilómetros más al sur.
El mismo año que Texas se convertía en estado, el gobierno de Washington trató de comprar a México los territorios de Nuevo México y la Alta California. Los mexicanos rechazaron de plano la propuesta y rompieron las relaciones diplomáticas con los EEUU. Entonces, dado el grado de tensión existente, el presidente James K. Polk envió tropas a Texas para defender su frontera... pero la del río Grande, no la del Nueces, ocupando el territorio en disputa que México reclamaba como propio. El 25 de abril de 1846, una patrulla de 63 soldados norteamericanos al mando del capitán Seth Thornton cayó en una emboscada tendida por 2000 lanceros mexicanos al mando del general Torrejón. Murieron 16 soldados norteamericanos y el 13 de mayo, Estados Unidos declaraba oficialmente la guerra a México.
Fue una guerra corta pero sangrienta. El ejército norteamericano derrotó con relativa facilidad a los mexicanos, peor entrenados y equipados, y el gobierno mexicano tuvo que firmar el Tratado de Guadalupe-Hidalgo, rubricado el 2 de febrero de 1848, en resultas del cual México cedía a EEUU prácticamente la mitad de su territorio: cerca de dos millones y medio de kilómetros cuadrados, que comprendían los actuales estados de Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah, California (que al principio de la guerra se había declarado república independiente, en un curioso experimento que duró 26 días), y buena parte de Oklahoma, Colorado, Wyoming y Kansas. A cambio, México recibía 15 millones de dólares (menos de lo que EEUU le había ofrecido al principio sólo por Nuevo México y California) y quedaba exonerado de pagar compensaciones de guerra. Murieron 13000 mexicanos y 16000 norteamericanos (de estos, menos de 2000 en combate; el resto, a causa de enfermedades).
En esta guerra se dio la circunstancia de que en ella participó una unidad militar que, pese a estar formada por europeos y norteamericanos luchó en el bando de México. Se trataba del Batallón de San Patricio.
El batallón estaba formado en su mayor parte por soldados desertores del ejército norteamericano; más de la mitad de ellos, de origen irlandés (de ahí el nombre de San Patricio, patrón de Irlanda). Aunque además, había alemanes, polacos, franceses, italianos, ingleses, escoceses, canadienses, suizos e incluso españoles. Con un punto en común: la práctica totalidad eran católicos.
Los motivos que les habían llevado a desertar eran varios. Muchos de ellos estaban hartos de ser discriminados y maltratados por sus superiores, mayoritariamente protestantes y de origen inglés, que en general se fiaban poco de ellos. Siendo católicos, además, sentían una mayor simpatía y afinidad con los mexicanos, que también lo eran. El gobierno mexicano llevaba tiempo intentando reclutar a miembros del ejército norteamericano (especialmente a los católicos) con promesas de buenas pagas y entrega de tierras. Y una vez declarada la guerra, hubo soldados que prefirieron luchar contra los estadounidenses porque consideraban la guerra injusta y un acto de agresión contra México. Los mexicanos los apodaban los Patricios o los Colorados (por el elevado número de pelirrojos que había entre ellos).
El batallón nunca fue muy numeroso; en sus mejores momentos, formó apenas dos compañías, unos 300 hombres, reforzados con soldados y oficiales mexicanos. Su líder y principal impulsor fue John Riley (o John O'Reilly, dependiendo de la fuente), un antiguo teniente de la Compañía K del Quinto Regimiento de Infantería de los EEUU, natural de Clifden (Irlanda), y que previamente había sido sargento en el 66º Regimiento de Infantería de Berkshire, en el ejército británico. Como enseña, eligieron una bandera verde con un arpa y tréboles (símbolos de Irlanda) amarillos y la leyenda Erin Go Bragh (Irlanda por siempre, en irlandés gaélico). Pese a su reducido número, tuvieron un destacado papel en la guerra; eran de las pocas unidades disciplinadas y bien entrenadas del ejército mexicano.
Aunque algunos de sus miembros ya habían tomado parte en combates previos, su primera acción de guerra como unidad tuvo lugar durante la batalla de Monterrey (21 de septiembre de 1846). Pese a que la ciudad acabó siendo tomada por los estadounidenses, el batallón se desenvolvió con brillantez y heroísmo, rechazando al frente de una batería de cañones dos asaltos norteamericanos. Volvieron a destacar en la batalla de La Angostura (febrero de 1847). Poco después, pese a su excelente desempeño como artilleros, el general Santa Anna convirtió a los San Patricios en un regimiento de infantería.
La última gran acción del Batallón fue en la batalla de Churubusco (20 de agosto). Tras la derrota de las fuerzas mexicanas en la batalla de Padierna (19-20 de agosto), el general Santa Anna reagrupó parte de sus fuerzas en Churubusco, en las afueras de Ciudad de México. Allí, en el convento franciscano de Santa María de Churubusco, se atrincheraron 1500 hombres de los regimientos Independencia, Bravos y San Patricio. Pese a la desesperada resistencia de los defensores, la superioridad numérica y armamentística de los norteamericanos fue decisiva y los mexicanos acabaron rindiéndose. Eso sí, sólo tras quedarse sin municiones ni pólvora, y de que los irlandeses hubieran arriado hasta en tres ocasiones la bandera blanca que los mexicanos habían izado. Ochenta y cinco miembros del batallón fueron capturados; treinta y cinco murieron durante el combate, y cerca de un centenar lograron huir.
Los norteamericanos no mostraron compasión alguna por los miembros del batallón. Era la primera vez en la historia que su ejército se enfrentaba a una unidad formada por sus propios desertores, que además les habían causado no pocas bajas. Setenta y dos San Patricios, incluído Riley, fueron acusados de traidores. El general Winfield Scott, al mando del ejército norteamericano, decidió que fueran juzgados por dos cortes marciales: una, presidida por el coronel John Garland, tuvo lugar en Tacubaya el día 23 de agosto; la otra, presidida por el coronel Bennet Riley (irlandés y católico) en San Ángel, el 26. De los setenta y dos, setenta fueron condenados a muerte por traición; sólo dos fueron absueltos, uno por haber sido alistado irregularmente en el ejército norteamericano y otro por haber sido declarado loco.
Las sentencias provocaron una ola de protestas entre los mexicanos. Elevadas personalidades como el arzobispo de México, el embajador británico y diversos extranjeros residentes en la ciudad (incluídos norteamericanos) pidieron clemencia a Scott. El general, quien tampoco estaba demasiado conforme con las condenas, decidió suavizar las penas, y, aprovechándose de un resquicio legal, decretó que sólo los soldados que habían desertado una vez comenzada la guerra podían ser declarados traidores, mientras que los demás eran simples desertores. Así, redujo el número de penas de muerte a cincuenta, aunque posteriormente perdonaría a otros cinco y reduciría la pena a quince más, incluído Riley, por distintas causas (a varios, por su juventud, y a uno porque, al parecer, no se había alistado por propia voluntad sino que había sido secuestrado estando borracho). Finalmente, treinta serían los ahorcados. Dieciséis en San Ángel el 10 de septiembre, cuatro más en Mixcoac el día 11. La ejecución de los restantes diez causó gran indignación entre los mexicanos y fue duramente criticada dentro del propio ejército norteamericano. El coronel William S. Harney, encargado de la ejecución, los llevó a la vista del castillo de Chapultepec, una fortaleza clave para la defensa de Ciudad de México, mientras era asaltada, el 13 de septiembre. Cuando la bandera mexicana fue arriada y sustituída por la norteamericana, señal de que el castillo había caído, ordenó colgar a los prisioneros.
Los prisioneros que no habían sido ejecutados recibieron, no obstante, el castigo reservado para los desertores: cincuenta latigazos y ser marcados con la D de desertores al rojo vivo. Los verdugos se ensañaron con Riley, al que dieron más latigazos de los ordenados y marcaron no una, sino dos veces a fuego. También fueron sentenciados a diversas penas de trabajos forzados. Los últimos prisioneros no serían liberados hasta meses después de firmarse el tratado de paz.
El batallón de San Patricio fue reconstituído en marzo de 1848 con los supervivientes del batallón original y nuevos reclutas procedentes de ejército norteamericano. Después de la guerra, durante algún tiempo, patrullaron la frontera y sofocaron pequeñas revueltas, pero luego fueron acantonados en Ciudad de México. Finalmente, el gobierno mexicano disolvió la unidad a finales de 1848. Unos dicen que porque los Patricios estaban involucrados en una conspiración contra el gobierno del general Herrera; otros, que fue por cuestiones económicas.
La mayoría de sus integrantes se instaló en México tras ser licenciados. Sólo un puñado prefirió retornar a sus países de origen. Riley murió en Veracruz el 30 de agosto de 1850, totalmente alcoholizado. Fue enterrado en una tumba con el nombre de Juan Reley, el mismo con el que se había alistado en el ejército mexicano.
Los componentes del Batallón de San Patricio son considerados héroes nacionales por los mexicanos. La calle de Churubusco que pasa por delante del convento se llama Mártires Irlandeses, y hay escuelas con su nombre, placas conmemorativas... En Clifden, localidad natal de John Riley, hay una estatua del militar, erigida en 2004 y donada por el gobierno mexicano.

Placa en memoria de los soldados caídos del Batallón de San Patricio en San Ángel (Ciudad de México)

4 comentarios:

  1. Muy buen post. Conocí la historia de este batallón por un disco llamado "San Patricio" publicado en 2010 por la banda irlandesa The Chieftains junto a Ry Cooder (aunque cuenta con más colaboraciones como Lila Downs, Chavela Vargas o Los Tigres del Norte)

    http://en.wikipedia.org/wiki/San_Patricio_(album)

    Una muestra de como suena:

    http://www.youtube.com/watch?v=aIQz3mNxEog

    http://www.youtube.com/watch?v=I69xQpL8DDQ

    http://www.youtube.com/watch?v=mzQzSsTewbc

    ¡¡Saludos!!

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    1. Yo conocí la historia gracias a una película que en España se tituló "Héroes sin patria", de 1999 (http://www.imdb.com/title/tt0120775/?ref_=fn_al_tt_1). Da una visión un tanto idealizada de la historia (curioso, si tenemos en cuenta que en EEUU los San Patricios siempre han sido considerados traidores). El disco de los Chieftains no lo conocía, pero siendo de ellos tiene que ser bueno. ¡Saludos!

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  2. Saludos, muy buena información. Yo viví en la Colonia Churubusco en la infancia, de allí que me enteré del heroísmo de los Mártires Irlandeses desde los 5 años de edad, al conocer los acontecimientos tan importantes ocurridos en aquel lugar. Aclaro, además, que la calle de Mártires Irlandeses no se encuentra alrededor del Convento de Churubusco sino que es una calle que corre de oriente a poniente, desde Calzada de Tlalpan y hasta Avenida División del Norte, y se encuentra al sur de la Colonia Churubusco, a cuatro cuadras (una de ellas muy larga) de la calle 20 de agosto que es la que rodea al Convento ahora Museo de las Intervenciones (ignominioso lugar de malos recuerdos). Quería subir el mapa para que lo vieran pero no se puede en este comentario así que dejo la liga al mapa:
    https://www.google.com/maps/place/Mártires+Irlandeses,+04120+Ciudad+de+México,+CDMX/@19.3522773,-99.1493782,17.39z/data=!4m5!3m4!1s0x85d1ffd287cd03e3:0xe4eb50abf5d9b428!8m2!3d19.349565!4d-99.1482661

    Darío Aguirre

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