lunes, 22 de septiembre de 2014

El hundimiento del HMS Hampshire

HMS Hampshire


El HMS Hampshire, crucero acorazado británico de la clase Devonshire, fue construido en los astilleros Armstrong Withworth, en la ciudad inglesa de Elswick, y botado el 24 de septiembre de 1903, aunque no fue completado hasta junio de 1905. Medía 144 metros de eslora, desplazaba algo más de 11000 toneladas y estaba armado con diez cañones de 6 y 7.5 pulgadas, además de una veintena de piezas de menor calibre y dos tubos lanzatorpedos. El coste de su construcción fue de unas 875000 £.
Su primer destino fue el 1º Escuadrón de Cruceros de la Flota del Canal. No obstante, los cruceros Devonshire no tardaron en quedarse obsoletos (ninguno de los seis de esa clase llegó a cumplir los veinte años de servicio) a raiz de la botadura de naves más modernas, como los cruceros de la clase Invincible, y pasaron a destinos menos importantes. El Hampshire fue destinado en 1909 a la Tercera Flota (una flota de reserva, formada por barcos antiguos o poco útiles, dedicada a tareas secundarias) y a finales de 1911 fue asignado brevemente al 6º Escuadrón de Cruceros en la Flota del Mediterráneo. En 1912 fue trasladado al Extremo Oriente, donde estaba en 1914 al estallar la Primera Guerra Mundial. Tras varias acciones menores y participar en la persecución del crucero ligero SMS Emden, que luego se haría célebre actuando como corsario en el Índico, volvió a Europa. Actuó como escolta de mercantes en el mar del Norte y el Ártico, antes de participar en la Batalla de Jutlandia (31 de mayo de 1916) como parte del 2º Escuadrón de Cruceros, aunque no llegó a entrar en combate. Inmediatamente después, se le ordenó acudir a la base de Scapa Flow, en el archipiélago escocés de las Orcadas, para una misión especial: trasladar al Secretario de Guerra, lord Kitchener, al puerto ruso de Arkhangelsk, desde donde debía trasladarse a Moscú para mantener una importante reunión con el gobierno ruso.

Mariscal de Campo Horatio Herbert Kitchener, Primer Earl Kitchener (1850-1916)

Lord Horatio Kirchener era un héroe de guerra muy popular entre los británicos. Había dirigido el ejército británico que había sofocado el levantamiento del Mahdi en Sudán (1881-1899) y vencido en la Segunda Guerra Boer (1899-1902). Al comienzo de la Primera Guerra Mundial había sido nombrado Secretario de Guerra y, contrariamente a la idea más extendida, fue de los pocos en predecir que la guerra iba a ser larga, costosa y sangrienta. El alargamiento del conflicto y las numerosas bajas comenzaron a minar su prestigio, aunque no siempre era culpa suya: la desastrosa campaña de Gallipolli, por ejemplo, había sido planeada por Winston Churchill, entonces Primer Lord del Almirantazgo. Empezó a decirse que Kitchener era un oficial anticuado, trasnochado, incapaz de adaptarse a las nuevas formas de hacer la guerra. Incluso tuvo que soportar una moción de censura en el Parlamento. En aquel momento, lord Kitchener se dirigía al encuentro de sus aliados rusos para coordinar la ofensiva británica contra los alemanes en el frente occidental (que daría lugar a la batalla del Somme) con la ofensiva rusa en el oriental contra los austríacos.
El 5 de junio de 1916 Kitchener partió del puerto escocés de Scrabster a bordo del destructor HMS Oak, del que pasaría al Hampshire junto a su estado mayor. El Hampshire soltó amarras a las 16:45 en medio de un intenso temporal, con vientos de fuerza 9, lo que incluso llegó a hacer temer el aplazamiento del viaje. Poco después, se encontraba con los destructores HMS Victor y HMS Unity, que le escoltarían parte del viaje. Se había previsto bordear la costa de las Orcadas hacia el noroeste, para así permitir que el convoy llevase el viento de popa y que el Victor y el Unity, más lentos, pudieran seguir su ritmo. Sin embargo, un inesperado cambio en la dirección del viento hizo que los destructores de escolta fueran incapaces de mantener la misma velocidad del Hampshire, viéndose obligados a volver a puerto.
A las 19:40, ya navegando en solitario, a no mucha distancia de la costa, en un punto entre el cabo de Marwick Head y la isla mareal de Brough of Birsay, una enorme explosión se produjo en la proa del barco, en el costado de babor. Un enorme boquete se abrió en el casco del barco y éste se hundió en menos de 15 minutos. Kitchener y sus acompañantes murieron, así como 643 de los 655 tripulantes del buque. Aunque se botaron varios botes salvavidas, la tormenta los hizo estrellarse contra la costa y sólo una docena de marineros consiguieron salvarse del ahogamiento o la hipotermia. Los cuerpos que pudieron ser rescatados (el de Kitchener nunca se encontró) recibieron sepultura en el cementerio del cercano pueblo de Lyness.
La causa de la explosión se atribuyó a un ataque alemán; un torpedo disparado por un submarino o, más probablemente, una mina. Años más tarde, las exploraciones submarinas de los restos del buque permitieron confirmar la tesis de la mina a la deriva. Entre el 28 y el 29 de mayo, poco antes de la batalla de Jutlandia, el submarino alemán U-75 había dispersado numerosas minas al oeste del archipiélago, que ya habían provocado el día 2 el hundimiento de un pequeño buque auxiliar, el HMD Laurel Crown. Es muy probable que la mina que hundió al Hampshire fuera una de ellas. No obstante, empezaron a circular todo tipo de historias y teorías conspiratorias acerca del hundimiento del barco. El hecho de que la zona no hubiera sido limpiada de minas a pesar de la pérdida del Laurel hizo pensar a algunos que el buque había sido enviado a propósito a través de una zona no segura para librarse de Kitchener, un plan urdido desde dentro del gobierno inglés para quitar de en medio a un Secretario de Guerra incapaz, pero muy popular. La tardanza en enviar buques de rescate y la cancelación a última hora de la presencia entre los acompañantes de Kitchener de David Lloyd George (ministro de Municiones y futuro Primer Ministro) se convirtieron así en sospechosos indicios de juego sucio.
También alcanzó cierta notoriedad la teoría de lord Alfred Douglas, escritor y poeta irregular, más conocido por haber sido en tiempos amante de Oscar Wilde (fue su relación la que llevó a Wilde a ser encarcelado durante dos años en el penal de Reading) y furibundo antisemita, quien publicó que la muerte de Kitchener era fruto de una conspiración judía de la que formaba parte el mismísimo Winston Churchill (Douglas acabó condenado a seis meses de cárcel por difamación).
Frederik Duquesne, un antiguo soldado boer y espía, se atribuyó ser el responsable del hundimiento del buque; según su historia (que nunca pudo probar) se había introducido en el Hampshire con una identidad falsa y había hecho señas a un submarino alemán, que hundió el barco y luego le rescató. Posteriormente, huyó del Reino Unido acusado de fraude de seguros y en 1941 fue capturado acusado de espionaje en los EEUU junto a otros 32 espías nazis, en un sonado caso conocido como El Círculo de Espías de Duquesne.
Erich Friedrich Wilhelm Ludendorff, general de infantería y uno de los más importantes oficiales del ejército alemán durante la guerra, que también era aficionado a las conspiraciones, sugirió que agentes comunistas habían filtrado a los alemanes el plan de viaje de Kitchener, según él para evitar que éste ofreciese ayuda al zar Nicolás II para recomponer su ejército y dificultar así el triunfo de la Revolución de 1917.
Hubo quién atribuyó la explosión del Hampshire a una bomba colocada por miembros del IRA. Los independentistas irlandeses odiaban a Kitchener y sabían que una vez terminada la guerra éste iba a enviar más tropas a Irlanda. Por ello, habrían colocado un artefacto explosivo en el interior del barco para hacer pensar que su muerte había sido consecuencia de una acción de guerra.


Hoy en día, los restos del HMS Hampshire, sumergidos boca abajo a unos 60 metros de profundidad, son un yacimiento protegido por la Ley de Protección de Restos Militares de 1986, siendo necesario un permiso especial para acercarse a ellos.

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