sábado, 8 de noviembre de 2014

Rimbaud en Etiopía

Jean Nicolas Arthur Rimbaud (1854-1891)

Arthur Rimbaud pasó la primera parte de su vida de forma un tanto turbulenta. Precoz aspirante a poeta, huido de casa de su estricta madre en varias ocasiones, deslizándose por la vida bohemia de bares y burdeles, entre vasos de absenta y humo de hachís, marcado por su tormentosa relación con el poeta Paul Verlaine, era prácticamente un adolescente cuando escribió sus dos obras cumbres, dos poemarios de importancia capital en la literatura del siglo XIX: Una temporada en el infierno (1873) y Las Iluminaciones (que no sería publicada hasta 1886). Y después, repentinamente, dejó de escribir, cuando contaba apenas veinte años.
¿Estaba cansado de su desordenada vida llena de excesos y quería estabilidad?¿Se había aburrido y deseaba ver mundo?¿O, como afirman algunos, quería hacerse rico para luego dedicarse a escribir sin ningún tipo de ataduras ni preocupaciones? Difícil es de saber. Durante algún tiempo, viajó por Europa, fundamentalmente a pie y sobreviviendo como podía. Fue preceptor en Stuttgart, luego visitó Suiza, Italia, Austria, Baviera, Bélgica... Incluso se alistó como mercenario en las huestes carlistas que iban a tomar parte en la tercera guerra carlista, aunque desertó antes de llegar a España. En 1876
se alistó en el ejército colonial holandés y viajó a las Indias Orientales, pero no tardó en desertar y volver a Francia, via Londres. Llegó a Chipre en 1878 para trabajar como capataz de una cantera, pero tuvo que volver a Francia en 1879 al enfermar de tifus; retornaría en 1880, pero una vez mas se iría del país, esta vez huyendo de su responsabilidad en un accidente laboral que costó la vida a un obrero. Finalmente, tras solicitar empleo en los puertos árabes del mar Rojo  (Djeddah, Massaouah, Hodeidah, Souakim) se estableció en Adén (Yemen), trabajando en la compañía de importación-exportación Viannay, Bardey et Cie. hasta que en 1884 fue enviado a la ciudad etíope de Harar como representante comercial.

Rimbaud (de pie a la izaquierda) en Adén (1880)
Por aquel entonces, Harar era una ciudad desconocida para los europeos. Situada en una de las regiones más recónditas e inaccesibles de Etiopía, cercada por abruptas montañas y desiertos abrasadores, apenas habían pasado treinta años desde la primera vez que había sido visitada por un europeo, el legendario explorador sir Richard Francis Burton, en 1855. Por lo demás, era una ciudad como otras del África oriental, una caótica y bulliciosa amalgama de edificios de todo tipo, populosos mercados, callejones intrincados y numerosas mezquitas. El propio Burton escribió sobre ella que hay pocos árboles en la ciudad y no tiene ninguno de esos jardines que dan a las villas orientales esa placentera vista del poblado y el campo combinados. Las calles son estrechos pasadizos y la ciudad abunda en mezquitas, edificios de una planta sin minaretes y sus patios repletos de tumbas.

Rimbaud en Harar
A esta ciudad sin apenas atractivos llegó Rimbaud, tras cruzar el desierto somalí, con un pequeño salario, alojamiento y comida, y una comisión del 2% sobre los beneficios que obtuviera del comercio de mercancías: café, marfil, pieles, caucho, almizcle. No obstante, no tuvo demasiado éxito y vivió de manera muy humilde, aunque si forjó cierta amistad con el gobernador local, Ras Makonnen (padre del futuro emperador Haile Selassie). De su vida en Harar escribió: Este clima atroz... Vivo de la manera más aburrida y sin provecho; no cabe imaginar una vida más aburrida que esta. Aunque alguna que otra distracción si que ofrecía la ciudad: en 1885, enfermo de sífilis, tuvo que volver a Adén para recibir tratamiento. En su convalecencia, barajó varias opciones para no tener que regresar: buscó otros trabajos, pensó en irse a Panamá, incluso envió a la Société de Géographie de Paris un "Informe de Ogaden" sobre la región etíope a la que pertenecía Harar. Pero todas sus opciones se frustraron y Rimbaud tuvo que volver a Harar con un contrato de dos años.
Las cosas siguieron sin irle bien, pese a que recorrió aquella inhóspita región en busca de proveedores. Caminos terribles -escribió- que recuerdan el horror que se supone a los paisajes lunares. No tardó mucho en romper su contrato y establecerse como comerciante independiente, buscando un mayor beneficio. Intentó conseguirlo con el tráfico de armas: con sus escasos ahorros y el dinero que pudo conseguir prestado, compró más de dos mil fusiles Remington y numerosas municiones y se los ofreció a Menelik II, el belicoso y pendenciero gobernador de la región de Shewa, quien poco a poco se iba anexionando territorios y acabaría por convertirse en emperador de Etiopía. Pero Menelik era un negociador duro y regateó el precio de las armas todo lo que pudo, con lo que Rimbaud apenas obtuvo ganancias. En 1887, arruinado, probó suerte en su última aventura: el tráfico de esclavos. Pero tampoco le sonrió la fortuna esta vez.
Sus últimos años en Harar los pasó prácticamente en la miseria. En 1889 recayó de la sífilis y en febrero de 1891 empezó a sentir dolores muy fuertes en su rodilla derecha, que en un principio le fueron diagnosticados en Adén como artritis o sinovitis. El dolor se volvió tan intenso que decidió volver a Francia en el vapor L'Amazone, cruzando el mar Rojo y el Canal de Suez, hasta llegar a Marsella en mayo. Allí, en el Hôpital de la Conception le tuvo que ser amputada la pierna, diagnosticándole un agresivo cáncer óseo, probablemente un osteosarcoma. En agosto trató de embarcarse de vuelta para África, pero su salud estaba tan deteriorada que tuvo que ser ingresado de nuevo, hasta su muerte, el 10 de noviembre de 1891. Extrañamente, él, que tanto había abominado de Etiopía en sus cartas, confesó poco antes de morir a su hermana Isabelle, quien le cuidó en su convalecencia, que su único deseo era poder volver a Harar.
Hoy en día, la casa-museo de Rimbaud es uno de los principales atractivos turísticos de Harar. Un hermoso edificio de estilo indio de dos plantas, hermosamente amueblado y con bellas cristaleras, con una exposición permanente sobre el poeta... pero que Rimbaud posiblemente nunca pisó. No hay registros que indiquen donde vivió mientras estuvo allí (posiblemente, en más de un lugar) pero dadas las estrecheces económicas que padeció, resulta muy poco probable que hubiera podido permitirse ese alojamiento.

Casa Museo de Rimbaud en Harar

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