sábado, 28 de febrero de 2015

La Operación Algeciras



El 2 de abril de 1982, una fuerza de desembarco conjunta de la Marina y el Ejército argentinos ocupaba los archipiélagos de las Malvinas, las Georgias del Sur y las Sandwich del Sur, tres grupos de islas bajo soberanía británica que los argentinos reclamaban como propios, y que habían sido anexionados unilateralmente por el Reino Unido en 1833 (las Malvinas), 1843 (las Georgias) y 1908 (las Sandwich).


Los argentinos sabían que el poderío militar del Reino Unido era muy superior al suyo, pero creían que los británicos no lanzarían un contraataque a gran escala para recuperar unas islas de escasa importancia económica y estratégica, y además tan alejadas de sus bases. Confiaban en que la opinión pública inglesa (afectada por una severa crisis económica) se mostrara contraria a la movilización y que los organismos internacionales (como la ONU, que defendía la teoría de la "guerra justa") acabasen presionando a los británicos para una salida diplomática. No fue así, sin embargo: el 3 de abril, el Reino Unido logró que la ONU aprobase la resolución 502, exigiendo la retirada de las tropas argentinas. En apenas una semana, los británicos ya habían conseguido el apoyo de la ONU, la OTAN (es decir, EEUU), la Comunidad Económica Europea y la Commonwealth. La acción de Argentina fue apoyada únicamente por los países del bloque comunista (lo que no debió de ser de gran consuelo para el régimen dictatorial y ultraderechista argentino) y algunos vecinos sudamericanos como Perú, Brasil o Venezuela.
Los argentinos tenían que pensar en como equilibrar un poco las fuerzas. Y fue así como surgió la Operación Algeciras.

Jorge Isaac Anaya (1926-2008)
La idea partió del almirante Jorge Isaac Anaya, comandante en jefe de la Armada argentina. El almirante Anaya pensó que si un barco británico era atacado y hundido en una de sus bases europeas, los ingleses se lo pensarían dos veces antes de desplegar su flota tan lejos, y preferirían dejar parte de ella protegiendo su territorio. El 22 de abril, Anaya llamó a su despacho al contraalmirante Eduardo Morris Girling, jefe del Servicio de Inteligencia Naval, para encargarle la organización de la misión. Era prioritario que nadie pudiese vincular el ataque con el gobierno argentino, para evitar ser catalogados como un país instigador de actos terroristas. Aunque dada la situación las sospechas eran inevitables, Anaya estaba convencido de que los británicos culparían a otros: agentes soviéticos, terroristas árabes, o incluso miembros del IRA norirlandés.
El primer paso era fijar un objetivo. Por motivos obvios, se descartaron las bases en Gran Bretaña: dado el enfrentamiento entre ambos países, un grupo de argentinos rondando las bases navales de las islas llamaría la atención hasta del agente menos espabilado. Por lo tanto, se eligió Gibraltar; actuando desde territorio español, el comando argentino no tendría dificultades idiomáticas y pasaría desapercibido.
A continuación, Girling eligió a los componentes del grupo, escogiendo a tres antiguos guerrilleros montoneros. Los Montoneros era un grupo armado de la izquierda peronista que había cometido numerosos ataques entre 1970 y 1979, antes de ser brutalmente reprimidos por el régimen militar a finales de la década de los setenta. Aunque pudiera parecer un contrasentido elegir a quienes teóricamente eran enemigos del gobierno, Girling los escogió porque, en el caso de ser descubiertos, nadie podría relacionarlos con la Junta Militar argentina; bastaría con decir que se trataba de una acción aislada de la guerrilla montonera. Además, los tres se habían convertido en colaboradores de los servicios secretos argentinos tras el desmantelamiento de la guerrilla. Los tres ex-guerrilleros eran buzos expertos y tenían experiencia en ataques a buques. Se trataba de Máximo Alfredo Nicoletti (hijo de un buzo militar italiano miembro de la Decima Fottiglia MAS, que durante la Segunda Guerra Mundial había llevado a cabo varios ataques submarinos a barcos aliados), Antonio Nelson Latorre, alias "Diego el Pelado", y un tercer miembro apodado "el Marciano" cuya identidad real nunca se supo. Los tres aceptaron el ofrecimiento de Girling. Los acompañaría el capitán de corbeta Héctor Rosales, miembro del servicio de inteligencia argentina, como supervisor y enlace entre el grupo y la cúpula militar argentina.

Máximo Nicoletti
El grupo partió hacia Europa el 24 de abril, en dos grupos: Rosales y el Marciano volaron directamente a Madrid, mientras que Nicoletti y Latorre viajaron a París para allí hacer transbordo y dirigirse a Málaga. En Francia tuvieron su primera contrariedad: para evitar cualquier tipo de relación con el gobierno argentino, el grupo no llevaba pasaportes auténticos, sino falsificaciones obra de otro ex-montonero, Víctor Basterra. Pero esos documentos no eran todo lo buenos que cabría esperar, y despertaron las sospechas de los agentes franceses, quienes, tras retener durante unas horas a los dos argentinos, les permitieron seguir su viaje. Nunca se confirmó oficialmente, pero se cree que en ese momento los servicios secretos franceses informaron a sus homólogos británicos y españoles de la llegada de los dos sospechosos.
Nicoletti y Latorre se instalaron en un hotel de Estepona y realizaron un primer reconocimiento de la zona de la bahía de Algeciras, para luego alquilar un coche y viajar a Madrid, donde se encontrarían con los otros dos miembros del grupo y recogerían las minas magnéticas con las que se llevaría a cabo el ataque. Las minas, de fabricación italiana (otra precaución más para no dejar pistas que señalasen hacia Argentina) habían llegado a la embajada argentina en Madrid por medio de la valija diplomática, para evitar inoportunas inspecciones de aduanas, ocultas en el interior de una boya de señalización marítima. Eran tres artefactos bastante voluminosos (de unos 60 centímetros de diámetro) cargados cada uno con veinticinco kilos de Trotyl, un potente explosivo a base de TNT. Para su transporte por carretera, Rosales alquiló en Madrid otros dos coches. Por aquel entonces, la actividad del grupo terrorista ETA y la inminente celebración del Mundial de fútbol hacía que hubiese a menudo controles aleatorios en las carreteras españolas. Se decidió que los tres automóviles de que disponían viajasen con una separación de unos 20 minutos. El primero, conducido por Nicoletti y que actuaba como lanzadera, en caso de encontrarse un control, debía dar la vuelta sin despertar sospechas en cuanto pudiera y desandar el camino hasta cruzarse con los otros dos vehículos, que así sabrían que algo ocurría. En caso de que el primer coche fuese retenido en el control, era el segundo el que debía cambiar de sentido y advertir al tercero, en cuyo interior iban los artefactos. Sin embargo, el viaje transcurrió sin incidentes y se instalaron en un hotel de Algeciras, justo enfrente de la base naval británica.
Su siguiente paso fue comprar un bote hinchable y equipo de buceo, con la excusa de dedicarse a la pesca deportiva. Lo adquirieron en el Corte Inglés de Málaga (creyendo que llamarían menos la atención que si lo hacían en una tienda especializada) y pagando en metálico (para evitar dejar pistas, sólo empleaban dinero en efectivo, ni tarjetas ni cheques). Durante sus fingidas excursiones de pesca, pudieron llevar a cabo un exhaustivo reconocimiento de las aguas de la bahía de Algeciras y de las defensas de la base gibraltareña, descubriendo que las medidas de seguridad eran escasas: apenas había vigilancia y ni siquiera había una red antisubmarinos. Evidentemente, los británicos no esperaban un ataque.
Sin embargo, en aquel momento el único barco atracado en la base era un pequeño minador, un objetivo de escasa entidad. Y aunque posteriormente llegarían a puerto un destructor y varios buques logísticos, el comando no recibió el permiso de sus superiores para atacar. En aquellos días todavía se estaba intentando una salida negociada a la crisis. Aquellas negociaciones, en las que intervenían como mediadores el secretario de estado norteamericano Alexander Haig y el presidente de Perú, Fernando Belaúnde Terry, tenían pocos visos de properar, ya que ni los argentinos accedían a retirar sus tropas de las islas, ni los británicos estaban dispuestos a pasar por alto el ataque sufrido. Pero aún así, el gobierno argentino temía que el ataque echase por tierra aquella última opción diplomática, por lo que al comando se le ordenó esperar.

ARA General Belgrano
Finalmente, el 2 de mayo, poco después de que la Junta Militar hubiera rechazado la última petición de luz verde del comando, el submarino británico HMS Conqueror torpedeó y hundió al crucero argentino ARA General Belgrano, provocando la muerte de 323 de sus tripulantes. Un ataque que tuvo lugar fuera del área de exclusión de 200 millas decretada por los británicos en torno a las Malvinas, lejos de la flota británica, y mientras el buque se retiraba de la zona de conflicto. El hundimiento destruyó las pocas posibilidades que había de llegar a un acuerdo, y de inmediato los agentes argentinos recibieron la orden de atacar al primer buque de guerra británico que llegase a puerto.
Ellos todavía no lo sabían, pero los británicos estaban sobre aviso de que algo tramaban los argentinos en la zona. Un mensaje interno entre el gobierno argentino y su embajada en Madrid interceptado por sus servicios secretos les había revelado la existencia de un comando activo en el campo de Gibraltar, y suponían, con razón, que estaban preparando alguna acción contra la base naval.

HMS Ariadne
Por fin, el 8 de mayo de 1982 llegó a puerto la fragata británica HMS Ariadne, que se convirtió de inmediato en el objetivo de los argentinos. Su plan era aprovechar la noche para hacerse a la mar en el bote y cruzar la bahía hasta situarse a una distancia segura de la base. Una vez allí, Nicoletti y el Marciano se sumergirían con las minas y recorrerían el resto del camino buceando, colocarían los explosivos en el casco del Ariadne y regresarían al bote, donde les esperaría Latorre. A continuación volverían a la costa española, hundirían el bote y regresarían al hotel. A la mañana siguiente, tenían previsto abandonar la zona por carretera, en distintos vehículos y por distintas rutas, rumbo a Barcelona, cruzar la frontera francesa y luego dirigirse a la ciudad italiana de Milan, donde embarcarían en el primer avión que saliese rumbo a Argentina.
La incursión se fijó para la noche del 9 al 10 de mayo. Pero, con todo dispuesto y los buzos ya en el bote, el cielo, hasta entonces cubierto de nubes, se descubrió de repente. Era una noche con una luna llena espléndida, y el comando temió ser descubierto por los centinelas, por lo que aplazaron el intento para el día siguiente.
La mañana del día 10, mientras Nicoletti y el Marciano descansaban en el hotel, Rosales y Latorre se encaminaron hacia la agencia de alquiler para renovar el contrato de los tres automóviles. Pero cuando estaban en la agencia, hicieron su aparición varias patrullas de la policía española, que arrestaron a ambos. Los otros dos miembros del comando fueron detenidos poco después en su hotel. Lo cierto es que, a pesar de todas sus precauciones para pasar desapercibidos, habían despertado las sospechas de la policía. Sus movimientos y la gran cantidad de dinero en efectivo que manejaban habían llevado a los agentes a pensar que podía tratarse de narcotraficantes o de los miembros de una banda de ladrones de bancos de origen sudamericano que había actuado en la zona, por lo que habían pedido a los trabajadores de la agencia de alquiler que los avisasen si volvían por allí. Su sorpresa fue grande cuando Rosales, mientras era interrogado, afirmó "Soy el capitán Rosales, de la Armada argentina, y estoy en una misión secreta. Desde este momento me considero prisionero de guerra y no diré una palabra más", a lo que el comisario que lo interrogaba, al parecer, respondió con la típica guasa andaluza "Si tú eres marino argentino, yo soy sobrino del Papa".
La detención de los cuatro argentinos no tardó en llegar a oídos del CESID, los servicios secretos españoles, quienes ya habían sido advertidos por los británicos de la presencia del comando en la zona. De inmediato, se dio orden de mantenerlos bajo custodia mientras se informaba al presidente del gobierno, Leopoldo Calvo-Sotelo. Los arrestados acabaron compartiendo un almuerzo con sus captores; un almuerzo que, según los propios argentinos, fue cordial y divertido. Los agentes simpatizaban con ellos y les decían que, si sus jefes no estuvieran ya informados, les habrían dejado en libertad. Uno incluso llegó a decir: Hombre, si yo hubiera sabido que ibais a hundir un barco inglés os dejaba. Después de todo, el Peñón de Gibraltar también es territorio usurpado por Inglaterra.

Leopoldo Calvo-Sotelo (1926-2008)
El presidente Calvo-Soltelo, que casualmente se encontraba no muy lejos de allí, en Málaga, en un mitin de la UCD, se vio de repente metido en un asunto peliagudo de política internacional. Temeroso de acabar envuelto en un incidente diplomático entre el Reino Unido (miembro de la OTAN, a la que España estaba a punto de unirse) y Argentina (con la que España tenía profundos vínculos históricos, culturales y políticos), el presidente optó por una salida "política": básicamente, echar tierra sobre el asunto y hacer como que no había pasado nada. Los cuatro miembros del comando argentino, junto a varios agentes que los custodiaban, fueron llevados a Málaga y embarcados en el avión del propio presidente, con el que viajaron a Madrid. Y una vez allí, los subieron (con sus pasaportes falsos) al primer avión que salía de Barajas rumbo a Argentina, escoltados por cuatro policías españoles que se bajaron en Tenerife, donde hacía escala el vuelo. Los ingleses miraron para otro lado, los argentinos no dijeron ni mu, y el asunto quedó olvidado durante dos décadas.
El almirante Anaya fue condenado a doce años de prisión en 1989 por su actuación durante la Guerra de las Malvinas, aunque sería luego indultado por el presidente Carlos Menem. Moriría a principios de 2008. Nicoletti fue encarcelado en 1994 por el asalto a varios furgones blindados, aunque sólo cumplió cinco años de prisión. Rosales y Latorre fallecieron en los 90 y, en cuanto al Marciano, sigue sin saberse su verdadera identidad, pero se rumorea que ocupa un cargo importante en la ONU.


En 2004 se estrenó un documental hispano-argentino dirigido por Jesús Mora y titulado, precisamente, "Operación Algeciras", en el que se reconstruía toda la operación y que incluía declaraciones de algunos de los protagonistas del plan, entre ellos el almirante Anaya y Nicoletti.

sábado, 21 de febrero de 2015

Sesenta años enterrado con su avión

Eduardo Laucilica (con el número 7) junto al resto de su promoción de pilotos
Eduardo Laucirica Charlén, bilbaíno, nacido el 13 de diciembre de 1912, estudiaba quinto curso de Medicina en Santander cuando el 18 de julio de 1936 se produjo el levantamiento militar contra el gobierno republicano que daría lugar a la Guerra Civil española. De inmediato fue reclutado por el ejército republicano, pero Eduardo, poco afín a las ideas izquierdistas, no tardó en desertar para pasarse a las filas nacionales.
Laucirica ingresó en la fuerza aérea del bando nacional y, con el rango de alférez provisional, formó parte como observador del grupo 22 de bombarderos nocturnos. En abril de 1939 fue ascendido a teniente provisional y, tras el final de la guerra, realizó el curso de pilotaje de cazas, siendo asignado a la sexta escuadrilla del 23º Regimiento de Caza del Ejército del Aire, autodenominada "Lara Larán", con base en el aeropuerto barcelonés de El Prat. Allí estuvo destinado hasta que, a finales de 1940, decidió dejar el ejército y retomar su vida anterior al conflicto: terminar sus estudios, casarse con su novia, formar una familia...
El 7 de diciembre de 1940 se celebró en El Prat una exhibición aeronáutica a la que asistió un elevado número de espectadores y autoridades, civiles y militares. Laucirica fue uno de los pilotos que tomó parte en dicha exhibición, a los mandos de un Messerschmitt BF-109 E-3 matrícula 6-130. El avión había formado parte de la Legión Cóndor y había sido pilotado por Walter Grabmann, comandante del Jagdgruppe 88, que había llevado a cabo 143 misiones durante la guerra y había derribado seis aviones republicanos (dos Polikarpov I-15, dos I-16 y dos bombarderos Tupolev SB-2). Tras el final de la guerra el avión había sido entregado al ejército español como regalo por el régimen nazi. Era sin duda uno de los cazas más modernos y rápidos que existían por aquel entonces.

El Messerschmitt Bf-109 de Laucirica
Durante la demostración, Eduardo ejecutó varias acrobacias para deleite de los espectadores. No era un piloto demasiado experto, pese a estar en posesión de varias condecoraciones como la Medalla de Guerra o dos Cruces Rojas del Mérito Militar. Pero cuando llevaba diez minutos de vuelo, algo ocurrió. El avión de Laucirica hizo un giro y se precipitó en picado desde unos ochocientos metros de altura, cayendo sin control hasta estrellarse violentamente a unos dos kilómetros del aeródromo, en un cenagal del delta del Llobregat. El brutal impacto levantó un gran surtidor de agua y fango, ante la horrorizada mirada de los espectadores, entre los que se encontraba la prometida del piloto. Aunque la cola del avión fue visible durante algún tiempo, el avión no tardó en hundirse completamente y desaparecer. Nadie sabe el motivo del accidente, si fue un problema mecánico o a causa de un error del piloto.
De inmediato, se movilizaron los bomberos de Barcelona y los servicios de emergencias del propio aeropuerto, pero dados los escasos medios de que disponían y lo complicado del terreno no tuvieron éxito. Tras varios días de búsqueda, lo único que consiguieron recuperar fue un fragmento de una de las alas del avión y una falange del piloto. La familia tuvo que aceptar que el rescate no era posible, y su padre, Óscar Laucirica Uribe, compró tiempo después una pequeña parcela cerca de donde se había estrellado el avión, donde hizo erigir un monolito de piedra blanca con una cruz en recuerdo de su hijo.
Durante más de seis décadas, el accidente del avión de Eduardo Laucirica permaneció en el recuerdo de unos pocos, hasta que a principios del siglo XXI, la casualidad hizo que el proyecto de construcción de la tercera pista del aeropuerto del Prat pasara justo por donde se creía que descansaban los restos del avión y de su piloto. La familia Laucirica solicitó a Aena, la sociedad encargada de la gestión de los aeropuertos públicos españoles, que realizase un último intento de hallar el cuerpo del piloto, antes que que toda la zona fuese urbanizada. La búsqueda comenzó en noviembre de 2002 y no tardaron en aparecer los primeros restos del avión, no muy lejos del monolito erigido por la familia de Eduardo Laucirica. Fragmentos del fuselaje, el motor y el tren de aterrizaje, una ametralladora MG-17 con numerosa munición, el paracaídas del piloto (prácticamente intacto, pese al tiempo transcurrido) y, finalmente, el 19 de noviembre se hallaron los primeros restos humanos: varios huesos largos (fémur, cúbito, radio), varias costillas, un pie todavía dentro de su calcetín...

Trabajadores recuperando un fragmento del Messerschmitt
Los restos de Eduardo Laucirica reposan en el panteón del Ejército del Aire en Montjuich. En cuanto a los restos de su avión, una vez analizados, fueron cedidos al Patronato del Campo de Aviación de la Sénia (Tarragona), donde forman parte de una exposición permanente. El campo de La Sénia es un antiguo aeródromo republicano donde, tras ser conquistado por el ejército franquista, había tenido su base la Legión Cóndor, a la que pertenecía el avión.

Motor Daimler-Benz DB 601 perteneciente al avión de Laucirica

sábado, 14 de febrero de 2015

Cuando un partido presentó tres candidatos a presidente: las elecciones presidenciales norteamericanas de 1836

Al terminar su segundo mandato, que concluía en 1837, el presidente norteamericano Andrew Jackson decidió no presentarse a la reelección y retirarse de la política. Por aquel entonces no existía el límite de dos mandatos para los presidentes de los EEUU, que se establecería en 1947 al aprobarse la 22ª Enmienda, pero nadie había optado a una tercera presidencia. Como candidato de su partido, el Demócrata, a las elecciones presidenciales que se iban a celebrar a finales de 1836, Jackson apoyó al que había sido su vicepresidente durante su segundo mandato, Martin van Buren, quien fue elegido candidato por unanimidad durante la Convención Nacional Demócrata de 1835.

Andrew Jackson (1767-1845)
Frente a los demócratas, el único partido con suficiente poder como para disputarles la victoria era el Partido Whig, creado apenas un par de años antes, a finales de 1833. Los whig tomaban su nombre no del Partido Whig británico, sino de los American Whigs, nombre utilizado por algunos de los colonos que se rebelaron en 1776 contra el gobierno del rey Jorge III. El Partido Whig, de carácter conservador, liberal y proteccionista, estaba formado por un heterogéneo grupo de políticos de muy diversas procedencias: miembros del Partido Nacional Republicano y del Partido Anti-Masónico, veteranos del desaparecido Partido Federalista, independientes, antiguos demócratas... Pero todos tenían en común su oposición rotunda a las políticas del presidente Jackson, al que acusaban de autoritario, reaccionario y opuesto al progreso, y al que se referían burlonamente como "el rey Andrew".
El reto al que se enfrentaban los whig en las elecciones de 1836 era considerable. Eran un partido todavía demasiado joven y heterogéneo como para presentar un liderazgo claro. Aunque tenían nombres de peso entre sus filas, como el ex-presidente (1825-29) John Quincy Adams o el senador por Kentucky Henry Clay, carecían de un candidato lo suficientemente popular y con los suficientes apoyos para presentarlo a la presidencia. En el bando contrario tenían a van Buren, conocido, con experiencia y con el apoyo unánime y sin fisuras del poderoso Partido Demócrata. Ante las pocas expectativas de victoria, los líderes del Partido Whig diseñaron una estrategia insólita para hacerse con la presidencia: en lugar de un único candidato, presentarían a tres.

Martin van Buren (1782-1862)
Antes de seguir, un pequeño inciso acerca del sistema electoral norteamericano. La elección del presidente de los EEUU se hace de manera indirecta. Los votos de los ciudadanos sirven para elegir una serie de "electores" que forman el llamado Colegio Electoral, una asamblea que es la que elige al presidente. Aunque en teoría los electores (un total de 538 en la actualidad) son libres de votar al candidato que quieran, en la práctica cada lista de electores vota al candidato de su partido. Cada uno de los estados tiene asignado por ley un número de electores, que son concedidos a la lista más votada, aunque lo haya sido por un sólo voto: no hay medalla de plata, el ganador se lo lleva todo.
La estrategia de los whig era ingeniosa. En lugar de buscar a un candidato que tuviese aceptación en todo el país, elegirían a tres candidatos para presentarlos en aquellas regiones donde eran más populares, con la esperanza de que entre los tres lograran arrebatarle los suficientes votos a van Buren para formar una mayoría sumando todos sus electores. Y luego, bastaba con elegir un candidato de consenso entre los whig para hacerse con la presidencia.
Los tres candidatos que presentó el Partido Whig fueron William Henry Harrison, antiguo senador y parlamentario por Ohio y ex-gobernador de Indiana; Hugh Lawson White, senador por el estado de Tennessee, que había abandonado el Partido Demócrata para unirse a los whig tras rechazar públicamente las políticas del presidente Jackson; y Daniel Webster, senador por el estado de Massachusetts. Harrison se presentó en los estados del Norte y el Oeste: Maine, New Hampshire, Vermont, Rhode Island, Connecticut, Nueva York, Nueva Jersey, Pennsylvania, Ohio, Michigan, Indiana, Illinois, Delaware, Maryland y Kentucky. White, por su parte, se presentó en los estados del Sur: Virginia, Arkansas, Tennessee, Carolina del Norte, Georgia, Mississippi, Missouri, Alabama y Louisiana, mientras que Webster se limitó a presentarse en su estado originario, Massachusetts. Y por si no fuera suficientemente complicado, estaba el caso de Carolina del Sur. En Carolina del Sur no había elecciones presidenciales; los 11 electores que tenía asignados eran nombrados directamente por el gobierno estatal (un sistema que perduró hasta 1865). Y el parlamento del estado, pese a ser un gobierno demócrata, otorgó sus electores a un candidato whig... pero no a alguno de los tres presentados oficialmente, sino a Willie Person Mangum, senador por aquel estado.

De izquierda a derecha, William Henry Harrison (1773-1841), Hugh Lawson White (1773-1840), Daniel Webster (1782-1852) y Willie Person Mangum (1792-1861)
Pero finalmente aquella estrategia no dio resultado: tras las votaciones, celebradas en un periodo que fue del 3 de noviembre al 7 de diciembre de 1836, Martin van Buren obtuvo una holgada mayoría de 170 electores frente a 124, aunque en el cómputo de votos totales la diferencia fue bastante más ajustada: 764000 votos para el demócrata frente a 738000 de los candidatos whigs. De este modo, van Buren se convertía en el octavo presidente de los EEUU y en el primero nacido después de la independencia.
Estos son los 26 estados que entonces formaban los Estados Unidos (además del Distrito de Columbia, donde se encuentra la capital Washington DC y que no eligió electores hasta 1961) y los candidatos que ganaron en cada uno:

Martin van Buren
Estado                   Votos electorales
Alabama                7
Arkansas               3
Carolina del Norte  15
Connecticut            8
Illinois                    5
Louisiana                5
Maine                    10
Michigan                3
Mississippi             4
Missouri                 4
New Hampshire      7
Nueva York            42
Pennsylvania         30
Rhode Island          4
Virginia                  23

William Henry Harrison
Delaware                3
Indiana                   9
Kentucky               15
Maryland                10
Nueva Jersey          8
Ohio                       21
Vermont                 7

Hugh Lawson White
Georgia                  11
Tennessee             15

Daniel Webster
Massachusetts       14

Willie Person Mangum
Carolina del Sur       11


El mandato presidencial de van Buren estuvo lleno de incidentes y problemas. No sólo tuvo que afrontar el llamado Pánico de 1837, uno de las crisis económicas más duras que ha tenido que soportar EEUU, sino que además recibió durísimas críticas por su política económica, sus enfrentamientos con los partidarios de la esclavitud y por rechazar el ingreso de Texas como estado de la Unión. Cuando llegaron las elecciones de 1840, van Buren fue de nuevo el candidato demócrata, pero su popularidad estaba por los suelos. Los whigs, que habían aprendido la lección, presentaron en esta ocasión a un único candidato, en la figura de William Henry Harrison. La mala fama de van Buren y la campaña electoral de Harrison (considerada la primera campaña electoral moderna, con discursos y propaganda electoral tal y como hoy la conocemos), que en buena parte se basó en criticar y difamar a van Buren, consiguieron que Harrison saliese elegido por una aplastante mayoría (234 votos electorales contra 60)... aunque su presidencia fue fugaz. Van Buren no sería candidato a la presidencia en 1844, pero si en 1848, representando a dos pequeños partidos, los Barnburners (escisión neoyorkina de los demócratas) y el Free Soil Party. No consiguió ningún voto electoral, pero los más de 120000 votos que consiguió en Nueva York fueron decisivos para que el candidato demócrata, Lewis Cass, no venciera en aquel estado, lo que a la postre permitiría al candidato whig, Zachary Taylor, alzarse con la victoria.

sábado, 7 de febrero de 2015

La Segunda Guerra Mundial en suelo español: la Operación Postmaster



Durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial la actitud de las autoridades españolas fue variando según el desarrollo del conflicto, aunque mantuvo sus simpatías hacia los países del Eje. Si en el comienzo de la guerra su postura oficial era de neutralidad, no tardó mucho en declararse "no beligerante" (sin participar directamente en el conflicto, pero mostrando cierta afinidad por uno de los bandos) para luego volver a ser estrictamente neutral una vez el curso de los combates empezó a torcerse para las fuerzas del Eje y, hacia el final de la guerra, tuvo gestos de aproximación hacia los aliados (que le sirvieron de poco, pues la exclusión de España de las instituciones internacionales se mantendría durante años después de 1945). Incluso, en abril de 1945, el gobierno franquista rompió relaciones diplomáticas con Japón (y estuvo a punto de declararle la guerra) a raiz de la masacre de Manila (febrero del 45), en la que las tropas niponas asesinaron a decenas de miles de civiles, entre ellos varios cientos de españoles y numerosos filipinos con doble nacionalidad. Pero aunque no intervino directamente en los combates, España también jugó su papel: numerosos espías de ambos bandos pululaban por su territorio, prisioneros de guerra aliados huidos de los campos alemanes lograban ponerse a salvo cruzando a suelo español, hubo combatientes españoles en ambos bandos, mantuvo un importante intercambio comercial con las naciones en guerra, especialmente con el Eje (incluidas materias primas estratégicas, como el wolframio que la industria armamentística alemana requería en grandes cantidades), y no pocos combates entre barcos, aviones y submarinos de ambos bandos se libraron frente a sus costas, especialmente las atlánticas. Incluso fue escenario de alguna que otra operación de espionaje de gran importancia, como la célebre Operación Mincemeat. Pero solamente en una ocasión las acciones de guerra cruzaron la frontera para desarrollarse en territorio español. Una acción menor, de escasa relevancia, y cuyos protagonistas prefirieron mantener en el olvido durante décadas: la Operación Postmaster.

La isla de Fernando Poo, actualmente llamada Bioko, fue ocupada por los portugueses a finales del siglo XV, y se mantuvo bajo su dominio hasta que, merced a los tratados de San Ildefonso (1777) y del Pardo (1778), su soberanía, junto a la de las islas de Annobón y Corisco y de una franja de terreno en tierra firme conocida como Río Muni, pasó a manos de los españoles a cambio de la ciudad uruguaya de Colonia del Sacramento. En 1885, Río Muni se convirtió en protectorado, en 1900 pasó a ser colonia, y en 1926 las islas y el territorio continental se unificaron en una única colonia llamada Guinea Española, con capital en Santa Isabel (la actual Malabo), la mayor población de Fernando Poo y el principal puerto de la colonia.

Precisamente en el puerto de Santa Isabel se habían refugiado en 1940 tres buques del Eje, aprovechando su condición de territorio neutral. Se trataba del Duchessa d'Aosta, un vapor mixto de pasajeros y carga de la naviera italiana Lloyd-Triestino, de 7872 TRB; y dos pequeños buques auxiliares alemanes, el remolcador Likomba (199 TRB) y la gabarra Bibundi (100 TRB). En 1941, los británicos recibieron informes de que submarinos alemanes estaban utilizando estuarios de las colonias francesas africanas controladas por el gobierno títere de Vichy para reabastecerse de combustible. Para investigar la veracidad de tales datos, el Almirantazgo británico envió a la zona al Small Scale Raiding Force (SSRF), acompañado de agentes del Special Operations Executive (SOE), la organización encargada de llevar a cabo misiones de espionaje, reconocimiento y sabotaje.

El Duchessa d'Aosta
El SSRF era uno de los varios comandos de operaciones especiales que el ejército británico puso en funcionamiento durante la Segunda Guerra Mundial. Era una unidad relativamente pequeña, formada por apenas 55 soldados, bajo las órdenes del comandante Gustavus Henry "Gus" March-Phillips. Sus componentes de desplazaron a Sierra Leona a principios de agosto del 41, parte en un transporte convencional de tropas y parte a bordo de un yate llamado Maid Honor. Tras reunirse en Freetown, los agentes del SOE se dedicaron a recabar información sobre la presencia de buques del Eje en la región, mientras el SSRF exploraba sin llamar la atención las costas cercanas en busca de indicios de puntos de reabastecimiento de submarinos. Tras varios meses de trabajo, ni unos ni otros habían descubierto indicio alguno de los supuestos repostajes de submarinos alemanes, pero el SOE había descubierto la presencia de los tres buques en Santa Isabel.

Saltaba a la vista que aquellos buques no suponían una amenaza desde el punto de vista militar, pero si un incordio para las actividades británicas en la zona. El SOE sospechaba que podían ser utilizados eventualmente para suministrar combustible y víveres en alta mar a los U-boot alemanes. Asimismo, mantenían contacto por radio con las autoridades de sus países de origen, con lo que cabía la posibilidad de que informaran sobre los movimientos de barcos británicos en el golfo de Guinea o de la partida y llegada de convoyes a sus colonias. Además, el capitán del Duchessa d'Aosta sólo había declarado a las autoridades portuarias una parte de su carga (lana, cueros, productos para el curtido de pieles, copra y lingotes de cobre) por lo que los agentes británicos sospecharon que podía transportar armas y municiones. A raiz de ello, el SOE envió al Almirantazgo una propuesta para una incursión en el puerto (pese a tratarse de un país neutral) para capturar el Likomba e inutilizar el Duchessa d'Aosta. El alto mando británico autorizó la operación en noviembre de ese año.

Gustavus Henry "Gus" March-Phillips (1908-1942)
Pero la misión encontró pronto obstáculos. Tanto el GOC (General Office Commanding) del África Occidental Británica (la máxima autoridad militar de la región), el general sir George Giffard, como las autoridades locales, se opusieron a la misión, por tratarse de un acto de piratería y una flagrante violación de la neutralidad española. De igual manera reaccionaron el Foreign Office y la embajada británica en Madrid, preocupadas por la reacción del gobierno español. No fue hasta enero del 42 en que el Foreign Office dio su brazo a torcer y dio su aprobación a la misión, insistiendo en que a pesar de que la autoría británica iba a ser imposible de ocultar, al menos no dejasen pruebas tangibles. También se cambió el objetivo final de la incursión: en lugar de sabotear los buques, se proponían hacerse con ellos y llevárselos a Nigeria. A la incursión se la denominó oficialmente Operación Postmaster.

Para preparar su acción, los británicos contaban con la inestimable ayuda de un agente del SOE, Richard Lippett, que se encontraba en Santa Isabel bajo la tapadera de ser un empleado de la naviera de Liverpool John Holt & Co. Esta posición no sólo le permitió reunir abundante información sobre la ciudad y el puerto, la guarnición de la isla, las defensas, los barcos y sus tripulaciones, sino que además consiguió que la noche del asalto buena parte de los oficiales de los tres barcos se encontrasen invitados a una fiesta que él había organizado, con lo que los efectivos a bordo eran mínimos.


El plan de los británicos era rápido, directo y preciso. Los comandos entrarían en el puerto aprovechando la oscuridad a bordo de embarcaciones de poco calado, tomarían el control de los buques reduciendo a los tripulantes que encontrasen y, en completo silencio, levarían anclas y saldrían del puerto. 15 minutos era el tiempo previsto que duraría todo. No esperaban tener demasiados problemas; la mayor parte de la guarnición estaba acantonada en la otra punta de la isla y las defensas del puerto eran obsoletas (algunos de los cañones tenían ya un siglo de antigüedad).

El comando partió de Lagos el 11 de enero de 1942, por la mañana. Lo formaban un total de 32 hombres: 11 del SSRF, cuatro del SOE y 17 voluntarios locales. Iban a bordo de dos remolcadores, el Vulcan y el Nuneaton, cedidos por las autoridades nigerianas. March-Phillips y su segundo, el capitán Geoffrey Appleyard, iban a bordo del Vulcan, mientras que el capitán Graham Hayes mandaba el Nuneaton. El asalto definitivo tuvo lugar a las 23:15 de la noche del 14 de enero. Las condiciones eran las idóneas: noche sin luna, oscuridad total (el alumbrado de la ciudad, debido a la escasez de combustible, se apagaba a las once), sin otros barcos en el puerto (el cañonero Dato, encargado de la defensa de la isla, y el vapor Gomera estaban anclados en la parte continental de la colonia) más que un viejo barco maderero y varias barcas de pequeño tamaño. Mientras el Vulcan se dirigía al Duchessa, los hombres de Hayes, a bordo de canoas, asaltaban los dos pequeños buques alemanes.

Los británicos no estuvieron todo lo ágiles que habían previsto; tardaron más de media hora en controlar los tres buques, y tuvieron que volar con explosivos la cadena del ancla del Duchessa, al verse incapaces de levarla. Las explosiones alertaron a los habitantes de Santa Isabel; pero cuando se dio la alarma y se encendió el alumbrado público, los tres barcos habían abandonado ya el puerto, rumbo a aguas internacionales, donde les esperaba la corbeta HMS Violet, que los escoltaría hasta Lagos. Los británicos no perdieron ningún hombre e hicieron 29 prisioneros.

El Duchessa d'Aosta en el puerto de Santa Isabel
Al hacerse de día el gobernador de la colonia ordenó que un avión De Havilland Dragon Rapide propiedad de la compañía Iberia fuese armado con una ametralladora pesada y bombas de mano y saliese a recorrer las costas cercanas en busca de los tres buques. No encontró nada, pese a que la Nuneaton, con el motor averiado, permaneció dos días inmovilizada a apenas unas millas de la isla, hasta que pudo ser remolcada.

De Havilland DH-89 Dragon Rapide
Como era de esperar, la acción británica provocó una protesta oficial del gobierno español, que consideraba la incursión como un acto de guerra y exigía la devolución de los tres buques, con sus tripulantes y su carga. Los británicos, con su habitual flema, se limitaron a alegar que ellos habían encontrado los tres buques en aguas internacionales y los consideraban presas de guerra legítimas. A su vez, Alemania e Italia, protestaron enérgicamente ante las autoridades españolas, por no haber sabido defender los buques refugiados en uno de sus puertos. El gobierno franquista, tan dado a los gestos altisonantes, envió un buque con voluntarios (en su mayor parte, falangistas) con armas y municiones para reforzar las defensas de la colonia. Desgraciadamente, durante el viaje se desató a bordo una epidemia de fiebre amarilla (con la habitual imprevisión española, en el buque no había médicos ni personal sanitario) que acabó con la vida de buena parte de ellos. El agente del SOE Richard Lippett fue arrestado el día 17 por las autoridades españolas como sospechoso de haber participado en la trama; pero, pese a haber sido el organizador de la fiesta en la que se encontraba la oficialidad de los buques apresados, logró convencerlas de que no tenía nada que ver. Fue puesto en libertad el 27 de enero, con la prohibición de abandonar la isla; no obstante, logró eludir la vigilancia y huyó de Fernando Poo en una canoa, llegando a territorio británico el 1 de marzo.

Los tres buques capturados fueron luego empleados por las autoridades británicas. El Duchessa d'Aosta, renombrado como Empire Yukon, se dedicó al transporte de tropas y material de guerra entre Canadá y Gran Bretaña; tras la guerra, fue vendido a una naviera londinense y más tarde volvería a manos italianas, antes de ser desguazado en 1952. Por su parte el Likomba, rebautizado Malakai, fue entregado a la Elden Dempster Lines, una naviera que enlazaba puertos británicos con los del África Occidental. Terminó sus días prestando servicio en el puerto de Freetown, al igual que su compañero el Bibundi, rebautizado como Kalomo.

El éxito de la misión le valió a March-Phillips recibir la Orden del Servicio Distinguido; al capitán Hayes, la Military Cross; a Appleyard, que ya había sido galardonado con la Military Cross por una acción anterior, se le otorgó una barra o distintivo para añadirle; y los agentes del SOE Leonard Guise (autor de la propuesta original) y Richard Lippett fueron nombrados miembros de la Orden del Imperio Británico.

Orden de Servicios Distinguidos
Después de la Operación Postmaster, el SSRF llevó a cabo una serie de incursiones a pequeña escala en las costas francesas entre agosto y septiembre de 1942. Las misiones, ordenadas directamente por el almirante Mountbatten, comandante del Cuartel General de Operaciones Combinadas, tenían como objeto reunir información sobre las defensas costeras de los alemanes. Las tres primeras misiones (Operación Barricade, Operación Dryad y Operación Pound) fueron un éxito. No así la cuarta, la Operación Aquatint, llevada a cabo la noche del 12 al 13 de septiembre de 1942 en las proximidades de la localidad normanda de Sainte-Honorine-des-Pertes, en lo que posteriormente se convertiría en Omaha Beach, uno de los cinco puntos donde se produciría el desembarco de Normandía. El comando británico fue sorprendido por una patrulla alemana y entabló un duro combate, durante el cual de los once hombres que lo componían tres resultaron muertos (entre ellos, el comandante March-Phillips), cuatro fueron capturados y otros cuatro lograron huir. Entre los que lograron escapar estaba el capitán Hayes quien, sin embargo, fue capturado por las autoridades españolas tras cruzar la frontera, siendo entregado a los alemanes. Hayes estuvo preso y en aislamiento hasta el 13 de julio de 1943, en que fue fusilado.

Tras la muerte de March-Phillips, el capitán Appleyard fue ascendido a comandante y nombrado como nuevo oficial al mando del SSRF, pero por poco tiempo. A principios de 1943, el SSRF fue disuelto y sus hombres, repartidos entre distintos grupos de operaciones especiales. Appleyard se integró en el Special Air Service (SAS) y fue trasladado a Argelia, pero no sobrevivió a la guerra: volviendo de una misión, su avión desapareció sin dejar rastro, curiosamente, el mismo día en que Hayes era fusilado en la prisión francesa de Fresnes.

La Operación Postmaster permaneció en el olvido durante medio siglo; los españoles no tenían demasiado interés en recordar un hecho que resultaba humillante para su orgullo, y los ingleses tampoco querían hacer demasiado hincapié en una misión que había supuesto una flagrante violación de la legalidad internacional. No fue hasta que los documentos oficiales sobre la misión fueron desclasificados que se supo los detalles concretos de aquel suceso.