domingo, 26 de abril de 2015

La legión perdida de Craso

Marco Licinio Craso (115 a. C.-53 a.C.)

Marco Licinio Craso tenía fama en su época de ser el hombre más rico de Roma. Una fortuna que había amasado gracias a su proverbial habilidad para todo tipo de negocios, su absoluta falta de escrúpulos y sus buenas relaciones con el estamento político. Fueron sus intereses los que le llevaron a participar en el Primer Triunvirato, una alianza secreta con Cneo Pompeyo Magno, senador y casi tan rico como Craso, y Cayo Julio César, un talentoso político y militar con poco dinero pero una enorme ambición. Este acuerdo (hoy hablaríamos directamente de cohecho) consistía en que Pompeyo y Craso facilitaban la llegada de César al cargo de cónsul, utilizando para ello sus enormes riquezas e influencias; y, en compensación, César, una vez elegido cónsul en el año 59 a. C., les devolvía el favor impulsando leyes que beneficiaban a ambos y otorgando cargos y nombramientos a sus hombres de confianza.
El acuerdo resultó beneficioso para los tres y fue renovado después de que César dejara el consulado. En el año 55 a. C. Pompeyo y Craso se convirtieron en cónsules (ambos lo habían sido ya en el 70 a. C.), y al dejar el cargo se habían asegurado sendos puestos de gobernador durante cinco años, Pompeyo en Hispania y Craso en Siria, mientras que a César se le prorrogaba su mandato como procónsul de las provincias de la Galia Cisalpina y Transalpina y la Iliria.

El imperio parto
Craso llegó a Siria sediento de gloria y riquezas. Ansiaba triunfos militares como los que habían obtenido César y Pompeyo, y también las riquezas que pudiera obtener con la conquista de nuevos territorios. Por eso, una de sus primeras decisiones como gobernador fue preparar una invasión del poderoso imperio parto, que en aquella época ocupaba Mesopotamia y Persia y se extendía hasta Armenia por el norte y el macizo del Hindukush en el este. En el verano del 54 a. C. el ejército romano cruzó el Éufrates, la frontera natural del imperio parto, y ocupó una serie de ciudades fronterizas. Pero, en lugar de seguir con la ofensiva, Craso se pasó un año entero dedicado a saquear concienzudamente los territorios bajo su mando, dándole a los partos un tiempo precioso para preparar sus defensas. Finalmente, en el año 53 a. C. se produjo la esperada invasión: Craso en persona guió a su ejército, formado por siete legiones (unos 35000 soldados), además de 4000 jinetes y otros tantos auxiliares; en total, entre 40 y 50000 hombres.


El encuentro entre las tropas romanas y partas tuvo lugar el 9 de junio del 53 a. C. cerca de un pequeño pueblo llamado Carrhae. Los partos sólo eran 10000, entre arqueros a caballo y catafractos (caballería pesada), pero estaban mandados por un hábil estratega, el general armenio Surena. Además, el ejército romano estaba agotado por una larga marcha por el desierto, escaso de agua y víveres, desmoralizado y falto de confianza en su general. A su vez, Craso se mostraba dubitativo y no hacía caso de los consejos de sus oficiales, tratando de suplir su falta de talento militar mostrándose arrogante y autoritario. Las consecuencias de la batalla fueron devastadoras para los romanos: más de 20000 muertos, entre ellos el hijo de Craso, Publio (las bajas en las filas partas fueron insignificantes), 10000 prisioneros (dos legiones enteras) y apenas 6000 hombres que pudieron volver a Siria, guiados por Cayo Casio Longino, cuestor de Craso (quien había desoído sus advertencias sobre el combate) y que años más tarde sería uno de los conspiradores que asesinarían a Julio César. En cuanto a Craso, los partos lo ejecutaron cuando trataba de negociar su rendición, derramándole oro fundido por la garganta como castigo a su avaricia, y su cabeza cortada acabó decorando un teatro en el que se representaba una obra de Eurípides.

Surena (84 a. C.-52 a. C.)
Parte de aquellos 10000 prisioneros acabarían sus días esclavizados y forzados a trabajar en las minas de Bactriana, el actual Afganistán. Pero, según cuentan Plinio el Viejo y Plutarco, muchos de ellos fueron reclutados a la fuerza por los partos como tropas auxiliares y enviados a las proximidades del río Oxus (el actual Amu Daria) para defender la frontera del norte de las incursiones de las tribus de las estepas, como los escitas y los xiongnu. Ya no se volvió a saber más de ellos. Marco Antonio atacó a los partos años más tarde, pero la campaña fue un nuevo desastre; y finalmente, en el 19 a. C., el emperador Augusto alcanzó un acuerdo de paz, gracias al cual volvieron a casa un puñado de prisioneros, los últimos que todavía quedaban con vida. Pero a los hombres de Craso se los había tragado el olvido.
Ahora demos un pequeño salto en el tiempo. En el año 36 a.C. el general chino Gan Yanshou lanzó una campaña bélica contra las levantiscas tribus xiongnu (considerados los antepasados de los hunos), que incordiaban los territorios fronterizos del oeste del imperio, en lo que hoy es la provincia china de Xinjiang. Uno de los momentos culminantes de la campaña fue la conquista de la ciudad de Zhizhi, capital de los xiongnu, actualmente la Taraz uzbeca. El historiador Ban Gu, que tomó parte en aquella campaña, describe en su crónica la presencia entre los defensores de la ciudad de un contingente de guerreros extranjeros, veteranos y muy disciplinados, que vivían en un campamento rectangular rodeado de empalizadas de madera y que combatían colocando juntos sus escudos "alineados y desplegados en una formación como de escamas de pescado".

Formación de testudo
La descripción de Ban Gu recuerda poderosamente a los campamentos romanos y a la formación de testudo. ¿Se trataba de los últimos supervivientes de las legiones romanas capturadas por los partos? ¿Habían logrado de alguna manera liberarse del yugo parto y escapar hacia el este, hasta llegar Zhizhi, donde se convirtieron en mercenarios al servicio de los xiongnu o en aliados suyos? Muchos historiadores consideran factible esta teoría, que fue expuesta por primera vez en 1955 por el sinólogo norteamericano Homer Hasenpflug Dubs. Según la crónica de Ban Gu los supervivientes de aquellas tropas, unos mil hombres, fueron desterrados por los chinos al norte, cerca del desierto del Gobi, donde se asentaron y fundaron una ciudad llamada Li-Juen, cuyo nombre no sería otra cosa que una adaptación de la palabra "Legión", que era como los chinos conocían al imperio romano, del que sabían gracias a los relatos de los mercaderes.
Hoy en día, Li-Juen se llama Zhelaizhai y muchos de sus habitantes poseen rasgos físicos atípicos para las etnias orientales: ojos claros, pelo rizado, rubio o pelirrojo, narices aguileñas... Un estudio de ADN hecho hace unos años por la Universidad de Lanzhou demostró que cerca de la mitad de los habitantes de Zhelaizhai poseen marcadores genéticos típicamente europeos, lo que reforzaría la teoría del origen romano de la población.

Habitantes de Zhelaizhai con rasgos europeos
La teoría, sin embargo, también tiene sus detractores, que se basan en la ausencia de restos arqueológicos de estilo romano en la zona, y en que las fuentes chinas no mencionan en ningún momento el origen de aquellos soldados, que bien pudieran haber sido simples mercenarios orientales adiestrados por romanos. S. Cammann, por su parte, opina que Li-Juen pudo haber sido fundada por mercaderes griegos o bactrianos, lo que explicaría el origen europeo de parte de su población. A día de hoy, la hipótesis del origen romano de Zhelaizhai sigue sin estar demostrada, a falta de un hallazgo que aclare de una vez por todas el misterio.

4 comentarios:

  1. Hay una novela de Massimo Manfredi basada en la hipótesis de que unos legionarios se asientan en el oeste del imperio celeste. "El Imperio de los Dragones". No puedo opinar sobre su calidad, la tengo pendiente de leer aún.

    Un abrazo.

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    1. Precisamente, dicha novela se basa en estos mismos hechos. Bastante entretenida.
      Un abrazo, Rodericus

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  2. Ha sido un artículo tan interesante como interesante sería desvelar el misterio.
    Un saludo.

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    1. Fascinante, ¿verdad? Nada menos que una legión romana en el imperio chino. Parece sacado de la mente de un novelista. Ojalá algún día se desentrañe el misterio.
      Un saludo.

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