Fatime Xhedia, una de las últimas burrnesh |
En las regiones más remotas de las montañas albanesas pervive hoy en día una insólita tradición que se remonta a hace mas de trescientos años y que no tiene parangón con ninguna otra de Europa. Mujeres que renuncian a su condición femenina para ser a partir de ese momento consideradas como hombres por el resto de su sociedad. Son las vírgenes juradas o burrnesh.
La tradición de las burrnesh (término derivado de la palabra albanesa burré, que significa "hombre") tiene su origen en el Kanun, el conjunto de las leyes tradicionales albanesas, atribuido al príncipe albano del siglo XV Lekë Dukagjini. Una joven se presenta ante una asamblea de los hombres más respetables de su aldea, y ante ellos jura mantener su castidad de por vida. A continuación, uno de los hombres le corta el pelo. A partir de ese momento, a los ojos de los demás, esa mujer ya es un hombre a todos los efectos, y le está permitido todo aquello que la conservadora sociedad albanesa veta a las mujeres: beber alcohol, fumar, portar armas, vestir ropa masculina, administrar los bienes de su familia, comprar y vender propiedades, recibir herencias, confraternizar con otros hombres o acceder a determinados trabajos. También, en una sociedad que da tanta importancia al honor y donde las vendettas y las deudas de honor están a la orden del día, pueden ejecutar una venganza o ser objeto de ella.
El motivo más común por el que una mujer se convierte en burrnesh es la falta de hombres en una familia. Cuando un hombre moría sin herederos varones, era habitual que alguna de sus hijas pasase a ser una de estas vírgenes juramentadas para así poder heredar sus propiedades y cuidar de su madre y sus hermanas. Otras veces, se hacía como homenaje a algún pariente varón muerto. Tampoco faltaban las mujeres que accedían a esta condición huyendo de un matrimonio concertado o buscando una libertad de la que no podría disfrutar de otra forma, aunque fuese a un precio tan alto. Y aunque en teoría es un acto voluntario, a menudo pesa mucho la influencia de las familias, para las que tener una burrnesh entre ellos es un honor.
Si una burrnesh rompía su juramento, se consideraba un crimen muy grave. El castigo establecido para estos casos era la pena de muerte; sin embargo, no hay constancia de que ese castigo haya sido aplicado nunca. No obstante, la infractora generalmente era expulsada de su aldea, y para su familia suponía una humillación y un gran descrédito. Tan profundamente enraizada estaba esta costumbre dentro de la sociedad albanesa, que ninguno de los gobernantes que ha tenido Albania ha tomado medida alguna al respecto. Ni siquiera Enver Hoxha, el dictador estalinista que durante casi cuarenta años dirigió el país, se atrevió a tomar medidas contra ella; hasta el punto de que permitió que en los documentos oficiales se pudiese dejar vacía la casilla referente al sexo.
La costumbre de las burrnesh estuvo en tiempos bastante extendida, no sólo en Albania, sino también en Serbia y Montenegro. Esta tradición, además, estaba por encima de consideraciones religiosas o étnicas: se da tanto en familias cristianas como musulmanas, y no sólo en albaneses, también en eslavos meridionales, arrumanos (etnia de origen valaco) y griegos, e incluso entre los gitanos.
Sin embargo, esta tradición está hoy en desuso. No hay un censo fiable, pero se estima que no queden más de un centenar de burrnesh, la mayoría ancianas y procedentes de la región montañosa entre Albania y Kosovo, la menos desarrollada y con carácter más conservador, más aferrada a las tradiciones. El progreso ha ido arrinconando esta costumbre, y es muy posible que en apenas unas décadas las burrnesh sean ya sólo un recuerdo.
Dos soldados albaneses, uno de ellos una burrnesh (1912) |
Cuando la necesidad se impone, aparecen soluciones desesperadas. Es curioso que ni siquiera Hoxa se atreviese a prohibir esta costumbre.
ResponderEliminarUn mundo curioso los Balcanes, la encrucijada eterna entre Europa y Oriente.
Un abrazo.
Un abrazo, Rodericus.
EliminarVenía pensando justo lo que ha dicho al final, que el progreso, los tiempos actuales tan globales, acabarían con esa costumbre, que desconocía por completo.
ResponderEliminarSiempre hay cosas curiosas que aprender aquí.
Un saludo.
Resulta inevitable que costumbres como esta vayan quedando arrinconadas hasta su desaparición. Es el signo de los tiempos. Pero no siempre es algo negativo.
EliminarUn saludo.