martes, 28 de junio de 2016

El Affaire Petticoat

John Henry Eaton (1790-1856) y Margaret O'Neill Eaton (1799-1879)
El llamado Petticoat affair (algo así como el escándalo de las enaguas), también conocido como el escándalo Eaton, fue uno de los más sonados escándalos que sacudieron la política norteamericana en la primera mitad del siglo XIX. Un escándalo que aunaba sexo y política, un triángulo amoroso, un joven y prometedor senador, un montón de rumores y al mismísimo presidente de los Estados Unidos, llegando incluso a jugar un papel relevante en la carrera presidencial norteamericana.
Margaret O'Neil, conocida por casi todos como Peggy, nació el 3 de diciembre de 1799. Su padre William era el propietario de The Franklin House, una taberna y casa de huéspedes cercana a la Casa Blanca, frecuentada habitualmente por políticos y militares. Peggy era una joven guapa, simpática e inteligente; hablaba francés y era una gran intérprete de piano, que solía charlar con los clientes y entretenerlos con canciones, aunque algunos no veían bien que una joven alternase de esa manera con hombres en un bar. En 1816 Peggy se casó con un contador de la Marina de los EEUU llamado John Timberlake, con el que había intentado fugarse en tres ocasiones. Ella tenía 17 años y él, 39, además de una bien ganada fama de borracho y numerosas deudas. El matrimonio se instaló en una casa que los padres de ella les regalaron, enfrente de The Franklin House. Tuvieron tres hijos: dos niñas, Mary Virginia y Margaret Rosa, y un niño, que murió al poco de nacer.

John B. Timberlake (1777-1828)
En 1818, el matrimonio Timberlake conoció a una de las figuras políticas emergentes de Washington, John Henry Eaton. Eaton tenía 28 años y acababa de ser elegido senador por Tennessee (a pesar de que la Constitución fijaba la edad mínima para ser elegido en 30 años). Veterano de la Guerra de 1812 contra los británicos, era guapo, inteligente, carismático y también amigo íntimo de Andrew Jackson, futuro presidente de los EEUU. Además, Eaton acababa de enviudar hacía muy poco de su primera esposa, Myra. El joven senador y los Timberlake muy pronto se convirtieron en grandes amigos; Eaton trató de ayudarlos en lo que fuera posible, dada su delicada situación económica. Primero, intentó que el Senado aprobara una ley autorizando al gobierno a hacerse cargo de las deudas que Timberlake había contraído durante su servicio en la Marina. Al no conseguirlo, él en persona pagó dichas deudas. Poco después John Timberlake volvió a ingresar en la Marina, lo que hizo que estuviera ausente largos periodos de tiempo. En esa época, algunos empezaron a mirar con malicia la estrecha amistad entre Eaton y Peggy, y no tardó en extenderse el rumor de que ambos mantenían una relación adúltera y que las atenciones del senador hacia el matrimonio no habían sido sino una forma de ganarse los favores de la joven.
A finales de 1824 John Timberlake consiguió, gracias a la influencia de Eaton, un puesto muy bien pagado a bordo de la fragata USS Constitution, que partía para incorporarse al Escuadrón del Mediterráneo de la Marina de EEUU, donde habría de permanecer durante cuatro años. Las malas lenguas no tardaron en propagar el rumor de que Eaton lo había hecho para alejar a Timberlake de Washington y poder seguir frecuentando la compañía de su esposa. Y en 1828, estando todavía a bordo de la Constitution, John Timberlake fallecía a causa de una infección pulmonar que había desembocado en una neumonía. De inmediato, se empezó a decir que en realidad Timberlake se había suicidado, incapaz de soportar la vergüenza que le causaba la relación extramarital de su esposa, a quien algunos incluso atribuían haber sufrido un aborto cuando su marido llevaba ya tiempo ausente y no podía ser de ninguna manera el responsable de dicho embarazo.

Floride Bonneau Calhoun (1792-1866)
Pero lo que era hasta entonces un rumor se convirtió en un escándalo de grandes dimensiones cuando a principios de 1829, sólo unos meses después de la muerte de John Timberlake, su viuda Peggy y John Eaton contraían matrimonio, sin respetar el periodo de luto que era habitual en estos casos. Indignadas y escandalizadas, un grupo de mujeres de la alta sociedad de Washington, en su mayor parte esposas de altos cargos políticos, lideradas por Floride Calhoun, esposa del vicepresidente John Caldwell Calhoun, formó una especie de alianza o comité "anti-Eaton" empeñado en excluir al matrimonio de la vida social de la capital norteamericana, evitándolos en público, renunciando a las habituales visitas de cortesía (y rechazando las de los Eaton) y no invitándolos a fiestas y otros eventos.

Andrew Jackson (1767-1845)
El affaire no tardó en dar el salto del ámbito social al político. Andrew Jackson, que acababa de ser elegido presidente, apoyó al matrimonio Eaton de manera incondicional. John Eaton no sólo era uno de sus mejores amigos, también formaba parte de su círculo de asesores de confianza (al que apodaban "el gabinete de la cocina" porque solían reunirse en la cocina de la Casa Blanca). Además, el propio Jackson había sufrido en sus carnes el efecto de los rumores malintencionados; sus enemigos políticos habían acusado a su segunda esposa, Rachel, de haberse casado con Jackson sin haber logrado aún el divorcio de su primer marido, lo que la convertía en bígama.
El presidente Jackson, pese a las críticas, incorporó a Eaton a su gabinete, en uno de los cargos más importantes, el de Secretario de Defensa. Pero tuvo que lidiar con el rechazo de la mayor parte de su gobierno, cuyas esposas se habían alineado con la señora Calhoun (incluso Emily Donelson, sobrina de la esposa de Jackson, que ejercía las funciones de primera dama tras la muerte de esta, se puso de parte de los contrarios a Eaton). Jackson acabó por sospechar que Calhoun y otros miembros de su propio partido estaban magnificando a propósito el escándalo con objeto de dañar su prestigio. Al final, la tensa situación entre Jackson y sus ministros se resolvió gracias a la intervención de Martin Van Buren, el Secretario de Estado. Van Buren (el único miembro del gobierno que no estaba casado) había apoyado en todo momento a Jackson y a los Eaton. En mayo de 1831, Van Buren renunció a su puesto, lo que aprovechó Jackson para pedir al resto de sus Secretarios que renunciasen también a sus cargos y poder así sustituirlos por colaboradores leales. El único que permaneció en su puesto fue William Taylor Barry, director del Servicio Postal. Eaton también renunció a su cargo; siguiendo los consejos de algunos amigos, decidió que lo mejor era alejarse por un tiempo de Washington, y el presidente Jackson lo nombró primero gobernador de Florida (1834-36) y luego embajador en España (1836-40). Refiriéndose a este caso, Jackson pronunció una de sus frases más célebres: "Te digo, Margaret -le dijo a Margaret Easton- que preferiría tener insectos vivos en mi espalda, antes que la lengua de una de estas mujeres de Washington en mi reputación"

Martin Van Buren (1782-1862)
El gran beneficiado por toda la polémica fue Martin Van Buren. Su lealtad le granjeó el agradecimiento de Jackson quien, después de que Van Buren pasara unos meses como embajador en el Reino Unido, lo convirtió en su candidato a la vicepresidencia cuando en 1832 se presentó a la reelección. En 1836 Van Buren se presentó a su vez como candidato a la presidencia (con el apoyo de Jackson), logrando ser elegido. Por su parte Calhoun fue el gran perdedor; pese a que contaba con posibilidades de ser el sucesor de Jackson, sus maniobras lo enemistaron con el presidente y levantaron suspicacias en su propio partido, perdiendo sus opciones de ser candidato. En 1832 renunció a la vicepresidencia y fue elegido senador por Carolina del Sur.
El matrimonio Eaton regresó a Washington en 1840. John Eaton dejó la política y se retiró a la vida privada; además, su amistad con Jackson se había enfriado desde que Eaton se había negado a apoyar a Van Buren en su campaña de reelección. Los Eaton vivieron discreta y tranquilamente hasta la muerte de John en 1856. No obstante, Peggy aún daría que hablar y protagonizaría un nuevo escándalo cuando tres años después de enviudar por segunda vez, en 1859, volvería a contraer matrimonio. Su nuevo esposo, Antonio Gabriele Buchignani, era un veinteañero italiano (Peggy tenía ya 59 años), profesor de música y danza, que al parecer era un mozo guapo y seductor. Y siete años después de la boda Antonio huyó llevándose buena parte de los ahorros de Peggy... y a su nieta Emily, de 17 años, con la que contraería matrimonio más tarde tras divorciarse de Peggy.
Peggy nunca se recuperaría totalmente de aquel golpe. Vivió con estrecheces económicas sus últimos años y falleció en 1879. Fue enterrada en el cementerio de Oak Hill, en Washington, junto a su segundo esposo.

sábado, 25 de junio de 2016

El alce irlandés


El Megaloceros giganteus, también conocido como alce irlandés o megalocero, fue el mayor cérvido que jamás haya pisado la Tierra. Lo de "irlandés" viene dado porque es relativamente frecuente encontrar restos fósiles suyos en las turberas y las zonas lacustres de la Isla Esmeralda, aunque en su época de mayor esplendor el megalocero se extendía por toda Europa, buena parte de Asia y el norte de África. Tampoco lo de "alce" es demasiado acertado; más que con un alce, el megalocero tenía un notable parecido con los actuales gamos. Exceptuando, claro, su colosal tamaño: los machos podían superar con holgura los dos metros de altura y pesar cerca de una tonelada. Además, presentaban unas impresionantes cornamentas que en algunos casos alcanzaban los tres metros y medio de largo de punta a punta y un peso de unos cincuenta kilos. Con ese tamaño, pocos depredadores suponían una amenaza para los ejemplares adultos: el poderoso león de las cavernas y los individuos del género Homo (neandertales y sapiens).


Los megaloceros vivían en los amplios espacios abiertos de llanuras, estepas y tundras, donde podían hallar con facilidad la hierba y los arbustos de los que se alimentaba. Presentaban un marcado dimorfismo sexual: las hembras eran notablemente más pequeñas que los machos. Las impresionantes cornamentas de los machos no eran permanentes; como en algunas especies de ciervos modernos, se caían tras la época de apareamiento y se regeneraban al año siguiente, lo que para los machos suponía un considerable gasto de energía y minerales (a algunos ejemplares la regeneración de las astas les provocaba osteoporosis). Del estudio de pinturas rupestres se ha deducido que mudaba el pelo según la estación; en verano tenía un pelaje corto y de color parduzco, mientras en invierno era más denso y de un color oscuro en el dorso y más claro en vientre y garganta. Las mismas pinturas lo representan con una especie de joroba entre los hombros, que posiblemente fuese una reserva de grasa para periodos de escasez.
En cuanto a sus hábitos reproductivos, dada la diferencia de tamaño entre machos y hembras se supone que en época de celo los machos dominantes reunían harenes de hembras, por cuyo control peleaban con otros machos. Dado el elevado número de restos de machos jóvenes que se han hallado, se supone que durante el celo había una muy elevada mortalidad entre los machos, bien por causa de las peleas, bien por el hambre y el agotamiento, ya que muchos ejemplares dejaban de alimentarse, concentrados en el apareamiento. El resto del año, machos y hembras vivían por separado, encargándose las hembras en solitario del cuidado de las crías.

Cráneo de alce irlandés
Los primeros ejemplares de esta especie aparecieron en las estepas de Asia central hace aproximadamente medio millón de años, y de ahí se extendieron hacia Europa, siguiendo el avance de los hielos durante las glaciaciones. Se estima que poblaron las islas Británicas hace unos 37000 años, cuando ambas islas aún estaban conectadas con el continente. Siendo un animal de climas fríos, su distribución variaba según la temperatura, extendiéndose en los periodos fríos y reduciéndose en los cálidos. Por ello, su época de mayor esplendor coincide con el apogeo del periodo glaciar, y el final de este y la subida de las temperaturas marcan el inicio de su declive.
La primera descripción científica de esta especie data de 1697 y se debe al irlandés sir Thomas Molyneux, médico y miembro de la Royal Society. No sería catalogado taxonómicamente, sin embargo, hasta 1799, por el naturalista y antropólogo alemán Johann Friedrich Blumenbach, quien le dio el nombre de Megaloceros (Gran cuerno). No obstante, ya aparecía mencionado en algunos documentos tiempo antes; en el Museo Nacional de Irlanda se conserva un dibujo de un cráneo de megalocero, obra de Adam Loftus, arzobispo de Armagh, datado en 1588, y en los registros públicos ingleses hay constancia de que uno de estos cráneos, con sus cuernos, fue llevado en 1596 a Hatfield House, en Hertfordshire (Inglaterra), antigua residencia real y entonces propiedad del conde de Salisbury.

Esqueleto completo de Megaloceros hallado en Sapozhka (Rusia) y conservado en el Instituto de Paleontología de Moscú
El final de la época glaciar marcó el principio de su decadencia, al igual que ocurrió con otras especies de la llamada megafauna, como el rinoceronte lanudo (Coelodonta antiquitatis), el bisonte estepario (Bison priscus), el elasmoterio (Elasmotherium sibiricum) o el oso de las cavernas (Ursus spelaeus). Todas estas especies desaparecieron en un periodo de tiempo relativamente breve, y los motivos aún son objeto de discusión. Aunque hay quien dice que la presión de los cazadores humanos sobre ellos tuvo bastante que ver, lo más probable es que fueran incapaces de adaptarse a los cambios en su hábitat producidos por la subida de las temperaturas. Y de hecho, el registro fósil muestra que los megaloceros desaparecieron antes en las zonas más afectadas por el cambio climático. La tesis del exterminio por la caza es poco plausible; lo cierto es que los humanos y la megafauna llevaban miles de años conviviendo, y los primeros tenían otras fuentes alternativas de alimento. Algunos autores apuntan a que, debido a los elevados requerimientos de minerales de los machos de esta especie, debido a sus grandes cuernos, un cambio en las especies vegetales de las que se alimentaban pudo haber causado un déficit nutricional que habría contribuido a la desaparición del Megaloceros.

Elasmotherium
Durante mucho tiempo, se creyó que esta especie había desaparecido hace unos 10600 años. Pero en el año 2000 se encontraron fósiles de Megaloceros en el sur de Escocia y en la isla de Man datados en torno al 7500 a.C., que demuestran que tras la retirada de los hielos hubo un grupo que quedó aislado en las islas Británicas y se las arregló para sobrevivir durante algún tiempo; se cree que fue la llegada de cazadores humanos procedentes del sur la que finalmente los hizo desaparecer. Y en 2004, nuevos hallazgos en los montes Urales datados en el 5000 a.C. confirmaron que en aquella fecha todavía había Megaloceros en Siberia y que la especie había sobrevivido al final de las glaciaciones y resistido hasta entonces.

miércoles, 22 de junio de 2016

Cuando un periódico norteamericano explicó cómo Japón podía invadir EEUU


El 7 de diciembre de 1941 una fuerza aeronaval japonesa atacaba sin previo aviso la base naval de Pearl Harbor, en la isla de Oahu (Hawai). Los japoneses buscaban eliminar de un sólo golpe la mayor parte de la flota norteamericana en el Pacífico, para de este modo proseguir sin interrupciones su política expansionista por el Sudeste asiático. Pero el ataque, aún siendo exitoso, no consiguió los objetivos que buscaba: buena parte de la flota norteamericana se salvó del ataque al no encontrarse en la base y, pese a los graves daños y más de 2400 muertos, la base pudo volver a estar operativa en relativamente poco tiempo.
La desconfianza entre ambas naciones venía de décadas atrás. Durante los años 20, la expansión territorial de los japoneses, en busca de materias primas, empezó a preocupar a los EEUU, con fuertes intereses en la zona. Las tensiones aumentaron cuando en 1931 los japoneses invadieron Manchuria y establecieron el estado títere de Manchukuo. Pese a que en apariencia las relaciones diplomáticas entre ambos eran cordiales, en los dos bandos no tardaron en aparecer voces que presagiaban un inevitable conflicto armado.
La preocupación en los EEUU alcanzó nuevas cuotas cuando, en julio de 1937, los japoneses invadieron el norte y el este de China, desencadenando la segunda guerra sino-japonesa. Sólo unos meses después, el 7 de noviembre de 1937, el periódico Los Angeles Examiner publicaba un sorprendente artículo titulado "Cómo Japón podría atacar los Estados Unidos". El Examiner formaba parte del grupo mediático propiedad del magnate Willian Randolph Hearst, quien llevaba décadas insistiendo en la amenaza que suponía el llamado "peligro amarillo", así que no resultaba extraño el carácter del artículo, aunque, vistos los acontecimientos posteriores, si hay que reconocer que se anticipó a algunos de ellos.


El artículo iba a acompañado de un mapa, obra del pintor e ilustrador Howard A. Burke, en el que se describía con detalle un plan de ataque que podría llevar a los japoneses a hacerse con el control de una parte importante del territorio norteamericano. Todo comenzaría con un ataque a gran escala contra Hawai, con especial importancia para la base de Pearl Harbor. Pero no con el objeto de destruirla, sino para conquistarla. Las tropas niponas tomarían el control del archipiélago (seguramente con ayuda de una quinta columna actuando desde el interior; en aquellos días, en torno al 20% de la población de Hawai era de origen japonés) y utilizarían Pearl Harbor como base para lanzar un ataque contra Los Angeles y San Francisco, bombardeando puntos estratégicos con ataques aéreos y marítimos y forzando a los EEUU a concentrar sus tropas en California para resistir una posible invasión.


Pero, en realidad, el ataque a California no sería más que una cortina de humo. Aprovechando la distracción por los ataques a Hawai y California, una flota japonesa habría atacado Alaska, tomando el control del puerto de Dutch Harbor, en la isla de Amaknak (archipiélago de las Aleutianas). Dutch Harbor sería la base desde la que comenzaría un gran desembarco de tropas que, atravesando Alaska y Canadá siguiendo la costa del Pacífico hacia el sur, y apoyados desde el mar por la flota japonesa, cruzarían la frontera estadounidense, tomando la ciudad de Seattle para utilizarla como punto de entrada para la invasión del territorio continental norteamericano.




¿Era realizable este proyecto de invasión? Resulta bastante inverosímil. Los japoneses habrían necesitado de una enorme cantidad de hombres, recursos, navíos, aviones... que difícilmente podrían haber reunido. No sin dejar desprotegido su propio archipiélago y los territorios que habían ocupado por toda Asia. Un gran riesgo, sobre todo teniendo en cuenta la guerra que en ese momento libraban en China y el importante contingente de tropas que los británicos tenían en la India y en Malasia. No obstante, las publicaciones de Hearst siempre habían adolecido de un carácter sensacionalista y un tanto exagerado. Aunque, eso si, adivinó el papel fundamental que iba a jugal Pearl Harbor en el conflicto. Una invasión a gran escala al territorio continental norteamericano habría sido un ataque demasiado ambicioso. Por eso, cuando los japoneses por fin se decidieron a atacar a los EEUU, eligieron un objetivo más modesto: Pearl Harbor y la flota del Pacífico.
O quizá sencillamente los japoneses no leyeron el Examiner aquel día.

domingo, 19 de junio de 2016

The Poison Squad

Harvey Wiley con algunos de los miembros del Poison Squad
Aquellos doce hombres comenzaron a reunirse en octubre de 1902. Eran hombres jóvenes, inteligentes y sanos, que se reunían en unas habitaciones del sótano de un edificio del Departamento de Agricultura situado en la Independence Avenue de Washington DC, habilitadas como comedor y cocina. Allí les eran servidas unas suculentas comidas, con los mejores y más frescos ingredientes, preparadas además por un chef de reconocido prestigio. Uno de aquellos menús típicos podía consistir, por ejemplo, en pollo asado, ternera a la brasa, espárragos con mantequilla, hot rolls, pastel de frutas y café. La única peculiaridad era que algunos de aquellos platos estaban "aderezados"... con productos químicos potencialmente tóxicos y cuyo efecto sobre la salud era desconocido.

Harvey Washington Wiley (1844-1930)
Harvey Washington Wiley fue nombrado Químico Jefe del Departamento de Agricultura de EEUU en 1882. Wiley, licenciado en Medicina, Química y Humanidades, era profesor en la Universidad de Purdue, donde se había especializado en el análisis químico de los alimentos y en el estudio de los aditivos que les añadían. Y de hecho, su principal preocupación tras asumir su cargo fue la de asegurar la salubridad de la comida que consumían los norteamericanos. Por aquel entonces el uso de aditivos químicos de todo tipo (conservantes, colorantes, edulcorantes, espesantes) era ya habitual, pero apenas existía ningún tipo de legislación sobre el tema. No había pruebas de toxicidad, ni estudios sobre los efectos de dichos aditivos, ni requerimientos de etiquetado. En la práctica, el tipo y la cantidad de sustancias que eran añadidos a los alimentos dependía fundamentalmente de la voluntad del fabricante. Y los lobbys financiados por las poderosas empresas alimentarias se encargaban de echar abajo cualquier intento de crear nuevas leyes que regulasen el uso de productos químicos en la alimentación.
Finalmente, tras mucho insistir, el Congreso de los EEUU empezó a hacer caso de las peticiones de Wiley y le concedió una subvención de 5000 $ para que probara el efecto sobre la salud humana de algunos de aquellos aditivos.. Y Wiley decidió que la manera más rápida y eficaz de comprobar dichos efectos era que un grupo de voluntarios consumiesen dichos productos y ver qué consecuencias producían sobre ellos. Para ello, empezó de inmediato a buscar voluntarios entre los funcionarios del Departamento de Agricultura.
En seguida, numerosos trabajadores del Departamento se ofrecieron como voluntarios para ejercer de cobayas, a pesar de los riesgos que podía entrañar aquella misión. Wiley eligió entre ellos a una docena, todos varones (Wiley, notorio misógino, opinaba que las mujeres carecía de la "capacidad mental" de los hombres). Eran hombres jóvenes, en perfecto estado de salud, de buena reputación, sobrios y de moral intachable. No sólo no iban a recibir ningún tipo de recompensa económica por su labor, únicamente tres comidas diarias (posiblemente envenenadas, eso si), sino que además todos accedieron a firmar un documento eximiendo al gobierno norteamericano de toda responsabilidad por los daños o secuelas que pudieran sufrir, incluida su muerte. El grupo no tenía un nombre oficial; Wiley se refería al proyecto simplemente como "pruebas de higiene alimentaria". Fue George Rothwell Brown, reportero del Washington Post, el que les puso el nombre con el que pasarían a la posteridad: The Poison Squad, algo así como "El escuadrón del veneno".

El comedor del "Poison Squad"
Los componentes del grupo de pruebas seguían una rutina minuciosa. Antes de cada comida, debían pesarse, tomarse la temperatura y medir el ritmo cardíaco. Luego, consumían la comida, en la que se añadía el aditivo que estaban investigando (ellos no sabían cuál era ni en que plato se encontraba). La cantidad de aditivo se iba incrementando en cada comida, hasta que los conejillos de indias humanos empezaran a sufrir algún efecto, momento en el que suspendía el estudio y se pasaba a otro aditivo. A mayores, debían entregar muestras de cabello (cuando uno se cortó el pelo al margen del proyecto, tuvo que volver a la barbería para reclamar su pelo cortado), orina, heces y sudor, y pasar chequeos semanales.
El primer aditivo que el grupo testó fue el tetraborato de sodio o bórax, usado muy frecuentemente como conservante, especialmente en la carne. El estudio demostró que el consumo prolongado de bórax (y también de ácido bórico) provocaba dolores de cabeza y de estómago, náuseas y otras molestias. Del bórax se pasó a otros aditivos de los que Wiley sospechaba su peligrosidad, como el formaldehído (usado como conservante y que hoy se sabe que es tóxico y potencialmente cancerígeno), el sulfato de cobre (que en la actualidad se usa como pesticida y entonces se añadía a los guisantes en conserva para darles un color verde más atractivo), el ácido salicílico o el benzoato de sodio. Aquel grupo siguió con su labor hasta julio de 1903, fecha en la que tomó el relevo otro equipo. Las pruebas continuarían varios años más.
Historiadores posteriores restaron importancia a la validez de aquellas pruebas, aludiendo a que tenían más de espectáculo que de auténtica ciencia. Aún así, no cabe duda de que prestaron un valiosísimo servicio a la causa de la seguridad de los alimentos. Su labor rápidamente atrajo la atención del público y les hizo muy populares, los periódicos informaron ampliamente acerca de ellos y de este modo contribuyeron a darle publicidad a la problemática de la seguridad alimentaria, en la que tanto había porfiado Wiley. Gracias en buena parte al trabajo de éste y de sus voluntarios, el 30 de junio de 1906 era promulgada la llamada Ley de Pureza de Alimentos y Medicamentos (conocida popularmente como la Ley Wiley), la primera ley que regulaba la fabricación y comercialización de alimentos y medicinas. Esta pionera ley, aunque limitada al ámbito interestatal, contemplaba, entre otras medidas, el etiquetado obligatorio, y reconocía a la Farmacopea de EEUU y al Formulario Nacional de Medicamentos como máximas autoridades en cuanto a la comercialización de medicamentos. También definía por primera vez la adulteración y el etiquetado engañoso de productos (estableciendo penas por ello) y obligaba a los medicamentos que contenían en su composición alguno de una lista de 10 productos considerados altamente adictivos (entre ellos el alcohol, la morfina o el cannabis) a especificarlo en sus etiquetas. Otra de las medidas que tomó fue darle mayores competencias a la Oficina de Química del Departamento de Agricultura, que en 1930 pasaría a llamarse Food and Drug Administration (FDA), convirtiéndose en una agencia gubernamental independiente dedicada a salvaguardar la seguridad de alimentos, medicamentos, cosméticos, productos biológicos y material médico.
Wiley permaneció en su puesto una década más. Muy sonada fue la doble demanda que presentó contra la Coca-Cola Company: por etiquetado engañoso, ya que decía que el refresco no podía llamarse "Coca" porque no empleaba ya extracto de hoja de coca entre sus ingredientes; y por el uso de cafeína como aditivo, que Wiley consideraba ilegal. Ambas denuncias fueron desestimadas. Wiley renunció a su cargo en 1912 por discrepancias con sus superiores. Poco después sería contratado por la revista Good Housekeeping como jefe de sus laboratorios, desde donde siguió velando por la seguridad de los consumidores. Permaneció en el cargo hasta su muerte, en 1930.

jueves, 16 de junio de 2016

¿Sabías que...

-... el nombre de "Albion" para referirse a la isla de Gran Bretaña deriva del latín "albus", que significa "blanco"? Seguramente es una referencia al color de los acantilados del sudeste de la isla, visibles desde el otro lado del Canal de la Mancha, que están compuestos principalmente de creta, un tipo de roca caliza de color claro.
-... en cierta ocasión Albert Einstein dijo que su segunda mejor idea, después de la teoría de la relatividad, había sido añadir un huevo mientras preparaba sopa, para así conseguir un huevo pasado por agua sin necesidad de tener que lavar otra cacerola?
-... en 1883 un granjero de Michigan llamado Frank Devereaux fue hallado muerto junto al cadáver de un oso y numerosas señales de lucha? Aparentemente, ambos habían peleado hasta matarse el uno al otro.
-... la costumbre de que la novia se sitúe a la izquierda del novio durante las bodas viene heredada desde la Edad Media? De este modo, al novio le quedaba libre la mano derecha para manejar la espada por si era atacado durante el enlace.
-... el presidente de los EEUU Abraham Lincoln tenía un gato llamado Tabby al que permitía comer en su propia mesa de la Casa Blanca?
-... la empresa de paquetería UPS fue fundada por dos adolescentes con una bicicleta y cien dólares que les había prestado un amigo?
-... la ciudad de Kyoto fue borrada de la lista de posibles objetivos para las bombas atómicas que luego habrían de caer sobre Hiroshima y Nagasaki por el Secretario de Guerra norteamericano Henry L. Stimson, que había pasado en ella parte de su luna de miel?
-... las mujeres indias poseen el 11% de las reservas mundiales de oro? Es una cantidad mayor a la suma de las reservas de EEUU, Suiza, Alemania y el FMI.
-... en cierta ocasión, el actor Sean Connery se peleó con cuatro hombres a la vez en un nightclub mientras Michael Caine le sostenía el abrigo?
-... cuando la revista Omni eligió al físico Richard Feynman como el hombre más inteligente del planeta, su madre dijo "Si él es el hombre más listo del mundo, Dios nos asista"?
-... la pineberry es una fresa híbrida de color blanco, con semillas rojas y sabor a piña?

lunes, 13 de junio de 2016

El bunyip


El bunyip o kianpraty es una de las criaturas más populares de la mitología de los aborígenes australianos. Se trataría, según la tradición, de un gran animal que vive en hábitats acuáticos: ríos, pantanos, ciénagas, lagunas, riberas... Las descripciones del aspecto del bunyip varían mucho de unas regiones a otras: unos le atribuyen una cabeza como la de un perro, otros dicen que se asemeja más a la de un cocodrilo. Hay quien lo representa con el cuerpo cubierto de pelo, quien dice que se parece a una morsa, y quienes le adjudican cuernos, colmillos, una cola como la de un caballo e incluso un pico de pato. También dicen que posee un característico y espeluznante grito, que se oye a grandes distancias. En lo que si coinciden todos es en que se trata de un feroz depredador, que mata y devora a cuanto animal se adentra en su dominios, incluidos seres humanos.


La leyenda del bunyip pasó pronto de los aborígenes a los primeros colonos de origen europeo quienes, enfrentados a una naturaleza totalmente desconocida para ellos, no dudaron de su existencia. Uno de los primeros hombres blancos que afirmó haber visto un bunyip fue William Buckley, un presidiario inglés fugado en 1803 que se pasó los siguientes 32 años viviendo en compañía de los aborígenes. Tras volver a la civilización, en 1852 publicó sus memorias, en las cuales decía haber visto uno de estos seres, al que describía como "del tamaño de un ternero y con la espalda cubierta de una especie de plumas de color gris oscuro". También de cómo los aborígenes le habían aconsejado mantenerse apartado de los bunyips, a los que consideraban seres sobrenaturales.
Como ocurre con otras muchas leyendas, es posible que en el origen del mito del bunyip haya un poso de verdad. Algunos expertos opinan que este mito se basa en la existencia de grandes marsupiales, como el Diprotodon o el Zygomaturus. Estas especies, si bien eran herbívoras y no especialmente agresivas, si alcanzaban grandes tamaños; el Diprotodon podía llegar a medir dos metros de altura y cuatro de largo, y pesar cerca de tres toneladas. Los marsupiales gigantes se extinguieron hace entre 50 y 45000 años, poco después de la llegada de los primeros humanos a Australia, y es posible que el mito del bunyip sea una suerte de eco, transmitido a través de la memoria colectiva, de la época en la que los humanos convivían con estos grandes y amenazadores (al menos en su aspecto) animales.

Diprotodon 
Otra teoría habla de que en realidad la leyenda del bunyip se originó por la presencia de focas, que en ocasiones se sabe que han llegado a remontar ríos como el Murray o el Darling hasta puntos muy tierra adentro. Curiosamente, hay muy pocas representaciones del bunyip en el arte aborigen (seguramente por ser considerado un ser sobrenatural o de mal agüero) pero una de las pocas es el llamado "bunyip de Challicum". En torno a 1840, cuando los primeros colonos llegaron a las cercanías de donde hoy se asienta la ciudad de Ararat (a unos 200 kilómetros al oeste de Melbourne), se encontraron con que la tribu local de los Djapwurrong tenía un lugar de culto en la orilla del Fiery Creek, un arroyo cercano, porque según contaban muchos años atrás habían encontrado un bunyip muerto en aquel lugar. A lo largo del tiempo, los aborígenes habían dibujado la silueta de aquel animal año tras año como parte de su ritual. Cuando los europeos llegaron hicieron bocetos de aquella silueta (hoy desaparecida) que, a pesar de la inevitable distorsión por el tiempo transcurrido, recordaba poderosamente la imagen de una foca.

El "bunyip de Challicum"
A lo largo de los años, muchas personas dijeron haber visto a este animal, o escuchado su grito (que suele ser en realidad el grito del avetoro australiano o Botaurus poiciloptilus). Uno de los avistamientos más espectaculares tuvo lugar en marzo de 1847 cuando numerosas personas afirmaron haber visto un bunyip o un ornitorrinco gigante a orillas del río Yarra, en Melbourne. El animal desapareció sin dejar rastro, pese a que varias personas trataron de perseguirlo en un bote. También en varias ocasiones se han hallado restos óseos que han sido atribuidos a esta especie. La primera vez, en 1818, cuando el explorador Harrison Hume afirmó haber hallado grandes huesos parecidos a los de un hipopótamo o un manatí a orillas del lago Bathurst. Aquellos restos no llegaron a ser estudiados; pero se piensa que eran fósiles de Diprotodon, cuyos esqueletos han sido comparados en ocasiones con los del hipopótamo. En la década de 1830, en las llamadas Cuevas de Wellington fueron hallados huesos de gran tamaño atribuidos a bunyips en un principio, que más tarde se identificaron como pertenecientes a ejemplares de Diprotodon y Nototherium (un pariente cercano, de similares características).
Posiblemente, el supuesto resto de bunyip que más expectación causó fue un cráneo hallado en la ribera del río Murrumbidgee en enero de 1847, con unas características únicas. Mientras algunos defendían que se trataba de un animal desconocido para la ciencia (posiblemente un bunyip), otros expertos concluyeron que se trataba de una aberración y que seguramente era el cráneo de un animal doméstico (un potro o un ternero) nacido con una malformación. El Australian Medical Journal llegó a publicar que "hablar de un cráneo de bunyip sólo puede ser visto como una ostentación de ignorancia y credulidad". En medio de las discusiones, el cráneo (al que posteriormente se le perdería la pista) llegó a estar expuesto en el Museo Australiano de Sydney.

El cráneo del río Murrumbidgee
La popularidad del mito del bunyip ha llegado a influir hasta en el lenguaje de los australianos. Mientras que para los aborígenes la palabra "bunyip" se ha convertido en un sinónimo de demonio o espíritu maligno, entre los australianos de origen europeo es muy habitual su uso con el significado de impostor o farsante (hasta todo un primer ministro utilizó el término para referirse a los miembros de la oposición)

viernes, 10 de junio de 2016

La nueva vida de Arthur


Corría el mes de noviembre de 2014 y en la selva amazónica de Ecuador se disputaba el Adventure Racing World Championship, una prueba anual de resistencia por equipos cuyos participantes deben de enfrentarse a diversas pruebas de marcha, escalada, orientación, bicicleta de montaña o piragüismo, a lo largo de un recorrido de cientos de kilómetros. Uno de los equipos participantes de aquel año era el sueco Team Peak Performance, liderado por Mikael Lindnord.


Durante una pausa que el equipo hizo en su recorrido para comer, un perro callejero se les acercó. Un perro flaco, sucio, famélico, que inspiró la compasión de Lindnord, quien compartió con él sus albóndigas, sin imaginar que aquella sencilla ofrenda iba a ser para el perro como la señal de un contrato de fidelidad eterna.. Desde aquel instante, aquel chucho callejero no se apartó ni un momento del grupo, siguiéndolos por caminos infames, pantanos y colinas. Los miembros del equipo creyeron que antes o después se cansaría de seguirlos; pero el perro, tozudo y determinado, continuaba a su lado.



Llegó un punto en el que el grupo debía continuar su recorrido por agua, a bordo de kayaks. Creyeron que por fin el perro se daría por vencido... pero nada más partir, el animal saltó al agua y los siguió a nado hasta que Lindnord, resignado, lo subió a su kayak. Tras seis días de dura competición, el equipo cruzaba la línea de meta acompañado por su inseparable socio canino.


Terminada la prueba, Lindnord decidió que no podía abandonar a su suerte al perro (al que había llamado Arthur, inspirándose en la leyenda del rey Arturo) y decidió adoptarlo y llevárselo con él de vuelta a Suecia. Lo primero fue llevar a Arthur a un veterinario ecuatoriano, donde lo atendieron de sus muchos problemas. Arthur tenía numerosas heridas, algunas infectadas, y estaba lleno de pulgas y otros parásitos. Hubo que coserle esas heridas y administrarle antibióticos. Para costear sus gastos médicos y el traslado, el equipo lanzó una campaña de crowdfunding a través de Twitter que reunió el dinero en muy poco tiempo.


Mientras Arthur se recuperaba, Lindnord batallaba con la burocracia ecuatoriana hasta conseguir el permiso para llevarse al perro. Finalmente, Arthur viajó a Suecia en el mismo avión que llevaba al resto del equipo y allí, tras cuatro meses de cuarentena y una pequeña operación dental, se fue a vivir con Lindnord y su familia, a la ciudad de Örnsköldsvik.


Hoy, Arthur es un perro feliz y alegre que se ha adaptado perfectamente a su nueva vida. Le encanta la nieve, jugar con su nueva familia, y sobre todo, correr. Suele acompañar a su amo en sus entrenamientos e incluso ha participado con él en algunas competiciones.


Después de que el caso se hiciera célebre, varios ciudadanos ecuatorianos han reclamado ser el legítimo propietario del perro. No obstante, todas las reclamaciones se retiraron después de que numerosas personas solicitaran a las autoridades ecuatorianas que se localizara al antiguo dueño de Arthur para acusarlo de maltrato animal.


martes, 7 de junio de 2016

El caso del metílico


Durante la primavera de 1963, una serie de extrañas muertes empezaron a sucederse en algunas comarcas del rural gallego y de las islas Canarias, sin que nadie pareciera dar con una causa que las explicase. Las víctimas presentaban síntomas similares: dolor abdominal, vómitos y una repentina ceguera. Se barajaron hipótesis tales como que se tratara de aneurismas cerebrales o de una epidemia de meningitis.

María Elisa Álvarez Obaya
La primera que sospechó de esas muertes fue María Elisa Álvarez Obaya, la joven farmacéutica titular del municipio lanzaroteño de Haría. donde, en poco más de un mes, habían muerto cuatro personas con dichos síntomas, y otras dos se habían quedado ciegas. Elisa, sospechando que tantos casos en tan poco tiempo y en un un área tan limitada no podían ser una casualidad, se puso a investigar, y descubrió que todos los afectados habían consumido alcohol poco antes de enfermar, y que varios eran clientes habituales de la misma bodega en Haría. La farmacéutica tomó muestras de las bebidas alcohólicas que se sevían allí y, tras analizarlas, descubrió en una garrafa de aguardiente niveles muy elevados de alcohol metílico, altamente tóxico. De inmediato, se prohíbe la venta de ese alcohol en el municipio y el 21 de marzo de 1963 entrega un informe a las autoridades judiciales quienes, tras investigar el origen de esa bebida, descubren que procedía de la bodega Lago e Hijos, de Vigo, la cual tenía entres sus suministradores a una bodega ourensana propiedad de Rogelio Aguiar Fernández y situada en la calle Rosalía de Castro, en el barrio de A Ponte.

Rogelio Aguiar Fernández
Rogelio Aguiar era un empresario pontevedrés que llevaba décadas relacionado con la fabricación y distribución de bebidas alcohólicas. A principios de los años 60 descubrió lo que él pensaba que era una oportunidad magnífica para su negocio: emplear alcoholes industriales de bajo coste, como el alcohol isopropílico, para elaborar bebidas alcohólicas, mezclándolos con alcohol etílico. Aguiar empezó a ofrecer su producto a fabricantes de licores y vinagres; pero las bebidas elaboradas con isopropílico tenían un sabor desagradable, y muy pronto sus clientes rechazan el producto y dejan de comprárselo. Viendo amenazado lo que el creía que era la gallina de los huevos de oro, Aguiar se pone a buscar alternativas y descubre el alcohol metílico.
El alcohol metílico o metanol es un líquido incoloro, sin sabor ni olor. Se emplea en la fabricación de plásticos, disolventes, barnices o combustibles. Su apariencia es similar a la del etanol, pero el metílico es muy tóxico; ataca el sistema nervioso, tiene graves efectos secundarios, provoca ceguera y, en concentraciones elevadas, la muerte. Dependiendo de la complexión o el estado de salud de la persona, una dosis de a partir de 20 mililitros puede resultar letal. Pero eso era lo de menos para Aguiar. Podía hacerlo pasar por alcohol corriente y costaba apenas una tercera parte que el alcohol etílico. Así que empezó a comprar grandes partidas de alcohol metílico a una empresa química de Madrid, Alcoholes Aroca. Entre diciembre de 1962 y abril de 1963, Rogelio Aguiar adquiere unos 75000 litros de alcohol metílico. Los envíos llegaban a su bodega en camiones y eran descargados de noche, para no llamar la atención, y una vez allí, el bodeguero, a veces con la ayuda de su mujer, lo mezclaba en distintas proporciones con alcohol etílico, para luego venderlo a otros fabricantes y distribuidores, bien como materia prima, bien como aguardiente ya elaborado. Aguiar sabe perfectamente que el metílico no es apto para el consumo humano; así consta en las facturas de la casa Aroca y en las etiquetas de los barriles. Pero aún así, continúa con su actividad, obteniendo grandes beneficios. Algunos de sus clientes se muestran sorprendidos por el bajo precio del alcohol; Aguiar los engaña contándoles que se trata de alcohol importado de manera ilegal, sobornando a los empleados de Aduanas del puerto de Málaga para que hagan la vista gorda.

La bodega de Rogelio Aguiar
Y así, durante meses, el letal alcohol se va extendiendo lentamente, provocando más y más víctimas. Entre los clientes de Aguiar destacan la bodega Lago e Hijos, buena parte de cuyos productos son destinados a las Islas Canarias; y la empresa coruñesa Rosol, que adquiere varios miles de litros del alcohol para fabricar vinagre, que luego vende a distintas conserveras para elaborar escabeches, lo que contribuye a extender aún más los efectos del metílico.
Si bien es en Galicia y las Canarias donde se comercializa la mayor parte del alcohol, partidas de licores adulterados son enviadas a una gran cantidad de destinos. Algunos envíos van a parar a otras ciudades españolas (Madrid, Barcelona, Bilbao, Cádiz, Granada, Zaragoza) , pero también a las colonias africanas de Guinea y el Sáhara Español; a países europeos como Alemania, Suiza o Francia; a Senegal; a Sudamérica; e incluso a Estados Unidos, donde un envío de varias cajas de aguardiente elaborado por el industrial vigués Manuel López Valeiras fue intervenido en la aduana de Nueva York y posteriormente destruido al detectarse que estaba contaminado con metanol. En muchos casos, son emigrantes gallegos los que reciben esos envíos, contribuyendo involuntariamente a extender la acción del metílico.
El escándalo del metílico sale a la luz pública por primera vez el 30 de marzo de 1963. Es el periódico Faro de Vigo el que publica una pequeña nota haciendo referencia a la investigación que tiene lugar en las Canarias relativa a varias muertes provocadas por consumir alcohol en malas condiciones. No llama mucho la atención, pero si pone sobre aviso a Aguiar y a algunos de sus clientes. El bodeguero ourensano comienza a destruir documentación comprometedora. Solicita a Alcoholes Aroca un certificado de que le han vendido menos alcohol del que realmente le han suministrado (algo a la que la empresa se niega) y se deshace de los últimos bidones de metílico que conserva en su bodega; unos 800 litros que oculta en una apartada finca rural propiedad de su abogado y amigo José Ramiro Nóvoa.


A raíz de la publicación en la prensa de los casos en Canarias, empiezan a crecer las sospechas de que la causa de las extrañas muertes en Galicia tienen un origen similar. El médico de Cea, José Nóvoa Seijo, que ha tratado varios casos y conoce alguno más, informa de sus sospechas a la Guardia Civil tras atender una muerte, el 20 de abril, en la que la víctima había consumido licor café poco antes de empezar a notar los síntomas.
Finalmente, el 27 de abril de 1963 se incoan las diligencias del caso. La prioridad es detener el flujo de alcohol adulterado e incautar todas las existencias que siguen en circulación. Algunos de los implicados ya han tomado medidas por su cuenta, deshaciéndose del alcohol que todavía conservaban e incluso recuperando algunas partidas que ya habían vendido. Aún así, las autoridades confiscan una gran cantidad de licor sospechoso, dentro y fuera de Galicia. En Madrid se incautan más de 1400 litros de aguardiente, ginebra y licor café dispuestos para ser comercializados, y en Barcelona otros 300 litros de aguardiente comprados por el Centro Gallego. También empiezan a producirse los primeros arrestos: Rogelio Aguiar y su esposa, María Ferreiro; su amigo, el abogado José Ramiro Novóa; Román Rafael Lago y su hijo Román Gerardo, responsables de Lago e Hijos; Miguel Ángel Basail, gerente de Rosol. Así, hasta un total de diez personas, para los que se dicta auto de procesamiento el 2 de mayo, que son enviadas a prisión, la mayor parte de ellos sin fianza.
El estallido del caso provoca el pánico general. Pese a las llamadas a la calma y los anuncios de la mayoría de los fabricantes asegurando la total seguridad de sus productos, las ventas de bebidas alcohólicas se desploman, especialmente en las zonas más afectadas por el envenenamiento. Tardarían meses en recuperarse, y ello después de un anuncio oficial en el que se advierte de que ya no hay peligro.


La instrucción del caso es larga y laboriosa. Hay una enorme cantidad de documentos que estudiar, testigos a los que interrogar, análisis químicos, etc. El Laboratorio de Sanidad de Ourense se ve literalmente desbordado a la hora de analizar los centenares de muestras procedentes de la gran cantidad de licor intervenido por la Policía y la Guardia Civil. No es hasta septiembre de 1965, una ver terminadas todas las diligencias, en que se dicta el auto de conclusión del sumario.Se presentan cargos contra once personas, a los que se les atribuyen 51 muertes (38 en Galicia, 12 en Canarias y uno en el Sáhara Español) y cinco casos de ceguera permanente. La cifra, dada la magnitud del caso, parece casi irrisoria. Son sólo los casos que se han podido comprobar fuera de toda duda que se han producido por el consumo de alcohol metílico. Muchos otros casos sospechosos no pudieron ser probados, por no haberse hecho autopsia, por no permitir los familiares la exhumación o por haberse dictaminado muerte por causas naturales. La imposibilidad de seguirle la pista a cada uno de los miles de litros de alcohol contaminado, especialmente los que fueron a parar al extranjero, impide saber el número exacto de víctimas. Pero algunos de los que trabajaron en el caso hablaron de que el número real de muertos por el metílico pudo fácilmente haber sido de 500, 1000 o 5000 personas. El fiscal del caso, Fernando Seoane, trató inútilmente de que las autoridades implicadas asumieran su parte de responsabilidad; era evidente que de no ser por la falta absoluta de controles y la dejadez de instituciones como los Ministerios de Salud y Agricultura, el Sindicato Vertical de Industrias Químicas o la misma Presidencia del Gobierno, el caso no habría alcanzado tales dimensiones. Pero todo fue en vano; la maraña burocrática y el rechazo de instancias superiores impidió que se presentaran cargos contra cualquier administración pública.


El juicio, finalmente, dio comienzo el 1 de diciembre de 1967, más de cuatro años después de los sucesos, en el Juzgado de Instrucción de Ourense, en medio de una gran expectación y ante numerosos curiosos y periodistas. Fue un juicio largo y complejo. El sumario tenía 36000 páginas y era el más extenso instruido hasta la fecha en España. La acusación llamó a declarar a 113 testigos y las defensas, a 76. Rogelio Aguiar se defendió alegando que desconocía los graves efectos del consumo de metílico; los empresarios que le compraron el alcohol adulterado formaron un frente común para atribuirle a él toda la responsabilidad, alegando haber sido engañados y que en ningún momento supieron de la toxicidad del producto que les había vendido. Una versión desmentida por los peritos, quienes además señalaron que ninguno de ellos realizó ningún tipo de análisis al alcohol suministrado por Aguiar, más allá de comprobar su graduación alcohólica. El juicio se prolonga durante veinte días, con sesiones de mañana y tarde.
La sentencia final se lee el 27 de diciembre. Los once acusados son condenados por delitos contra la salud pública, imprudencia temeraria y encubrimiento, a un total de 120 años de cárcel. La mayor pena (19 años de cárcel) es para Rogelio Aguiar. Su esposa es condenada a 12 años y los Lago, a diecisiete años cada uno. También son condenados a pagar a las víctimas del envenenamiento y a sus familias indemnizaciones que suman casi diecinueve millones de pesetas.

Lista de condenas:
Rogelio Aguiar Fernández, bodeguero y principal responsable del envenenamiento, 19 años de cárcel y multa de 25000 pesetas por un delito contra la salud pública.
María Ferreiro Sánchez, esposa de Rogelio Aguiar, 12 años y un día de cárcel y multa de 5000 pesetas por un delito contra la salud pública.
Román Rafael Saturno Lago Cabral y su hijo Román Gerardo Lago Álvarez, propietarios de la bodega Lago e Hijos, 17 años de cárcel y 25000 pesetas de multa cada uno por sendos delitos contra la salud pública.
Luís Barral Iglesias, propietario de un almacén de licores en el barrio ourensano de El Veintiuno, 17 años de cárcel y multa de 25000 pesetas por un delito contra la salud pública.
Miguel Ángel Sabino Basail Infante, gerente de Industrias Rosol, 15 años de cárcel y multa de 10000 pesetas por un delito contra la salud pública.
Ricardo Debén Gallego, que vendía licor café suministrado por Barral Iglesias, 12 años y un día de cárcel y multa de 5000 pesetas por un delito contra la salud pública.
Alberto Lombán González, propietario de una fábrica de licores, 6 años de cárcel por un delito de imprudencia temeraria.
Francisco Emilio López Otero, propietario de una tienda de alimentación en Ourense, 3 años de cárcel por imprudencia temeraria.
José Ramiro Novoa Ramírez, abogado y amigo de Rogelio Aguiar, un año de cárcel y multa de 5000 pesetas por encubrimiento.
Manuel López Valeiras Souto, distribuidor de licores vigués, 1 año de cárcel y multa de 10000 pesetas por un delito contra la salud pública.

Aunque las penas eran un tanto suaves, dada la gravedad del delito cometido, los principales acusados no llegarían a cumplirlas. Diversos indultos y medidas de gracia recortaron sensiblemente el periodo que pasaron entre rejas. Así, Rogelio Aguiar salió en libertad en 1972 y Román Lago, en 1974. María Ferreiro ni siquiera llegó a pisar la cárcel: huyó del país poco antes de que se hiciera pública la sentencia y se refugió en París. En 1975 fue identificada en la frontera y arrestada, pero como para entonces los delitos por los que había sido condenada habían prescrito, fue puesta en libertad sin cargos. Las víctimas tampoco llegaron a recibir las indemnizaciones fijadas por el tribunal: las empresas involucradas se declararon en quiebra una tras otra, evitando de esa manera tener que pagar dichas compensaciones.

sábado, 4 de junio de 2016

Pequeñas historias (VII)

Kim Peek, el famoso "savant" de memoria prodigiosa, era capaz de gestionar las nóminas de una empresa con 160 trabajadores sin necesidad de emplear una calculadora. Cuando fue despedido para ser sustituido por un ordenador, hicieron falta dos contables a tiempo completo, además del ordenador, para hacer su mismo trabajo, y empleando para ello más tiempo del que tardaba Peek.
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En las primeras décadas del siglo pasado, Canadá fue la gran dominadora del hockey sobre hielo mundial. Su dominio era tan abrumador que en el mundial de 1930 los canadienses pasaron directamente a la final; todas las eliminatorias previas sirvieron sólo para decidir quién sería el otro finalista, que resultó ser Alemania. En la final, los canadienses (que no enviaron a una auténtica selección, sino a un equipo, los Toronto CCMs) vencieron sin problemas por 6 a 1.
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En 1806, el futuro presidente de los EEUU Andrew Jackson retó a duelo a un abogado llamado Charles Dickinson, con el que ya había tenido algunas confrontaciones previas, por haberlo llamado cobarde. Dado que en el estado de Tennessee los duelos estaban prohibidos, ambos se encontraron en Adairville (Kentucky), la mañana del 30 de mayo de 1806. Jackson, al haber sido el retador, permitió que Dickinson disparase primero. El disparo de su rival le alcanzó en el pecho, a apenas un par de centímetros del corazón, pero Jackson siguió de pie sin inmutarse, haciendo que los presentes creyeran que Dickinson había fallado. Calmada y metódicamente, cargó su pistola y disparó a su vez, acertando a su oponente en el pecho y matándolo. La bala que le había herido estaba tan cerca del corazón que los médicos no se atrevieron a extraérsela, y Jackson la llevó en su pecho el resto de su vida.
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Durante la batalla del río Monongahela (9 de julio de 1755), en la que las tropas franco-indias derrotaron a una columna de soldados ingleses bajo el mando del general Braddock, el futuro presidente de los EEUU George Washington vio como su caballo era abatido por un disparo. Le dieron otro caballo que también murió a causa de un disparo enemigo. Cuando los ingleses lograron retirarse, con más de 450 muertos (entre ellos Braddock) y otros tantos heridos, Washington descubrió en su abrigo cuatro agujeros de bala. Milagrosamente, ninguno de aquellos cuatro disparos le había herido.
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La isla de Hans es un islote despoblado de 1'3 km2 sito en el canal que separa Groenlandia de la isla canadiense de Ellesmere, cuya soberanía se disputan desde hace décadas Canadá y Dinamarca. Las tropas de uno y otro país visitan periódicamente el lugar para arriar la bandera del otro país e izar la suya, dejando al pie del mástil como regalo una botella de whisky Canadian Club (los canadienses) o schnapps (los daneses).
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Don Karkos era un joven recluta de 17 años natural de Lisbon Falls (Maine) que durante la Segunda Guerra Mundial sirvió a bordo del buque de abastecimiento de combustible USS Rapidan. En verano de 1942, una explosión accidental a bordo del barco hizo que Karkos resultara herido por el impacto de varios trozos de metralla, que le privaron de la visión del ojo derecho. A finales de 2006 Karkos, gran aficionado a los caballos y vigilante voluntario en las instalaciones del hipódromo de Monticello Raceway (en Monticello, Nueva York) fue golpeado en la cabeza por un caballo llamado My Buddy Chimo, que lo lanzó contra una pared. Al día siguiente, Karkos había recuperado totalmente la visión en su ojo derecho, después de 64 años. Se cree que el golpe desplazó algún fragmento de metralla que Karkos todavía conservaba en su cabeza.
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Aunque no es una figura especialmente conocida, Norman E. Borlaug es sin duda una de las personas más influyentes de la historia de la humanidad. Ingeniero agrónomo, genetista y Premio Nobel de la Paz en 1970, Borlaug fue pionero en la creación de variedades híbridas de trigo y otros cereales, más productivas y resistentes a enfermedades. Se estima que las semillas que él desarrolló han salvado más de mil millones de vidas.
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El 20 de octubre de 1986, el piloto del vuelo 6502 de Aeroflot que volaba de Yekaterinburgo a Grozny, Alexander Kliuyev, apostó con su copiloto, Gennadi Zhirnov, que era capaz de aterrizar el avión a ciegas, guiándose sólo con las lecturas de los instrumentos de navegación. Para probarlo, ambos taparon las ventanillas de la cabina, quedando sin puntos de referencia para tomar tierra. Durante el intento de aterrizaje, el avión tocó el suelo a demasiada velocidad, se salió de la pista y se incendió. De las 92 personas a bordo murieron 70, incluido Kliuyev. Zhirnov fue condenado a 15 años de cárcel, de los que cumplió 6.

miércoles, 1 de junio de 2016

La desaparición de Bobby Dunbar

El supuesto Bobby Dunbar, fotografiado en 1913

Todo comenzó el viernes 23 de agosto de 1912. Aprovechando el buen tiempo, el matrimonio formado por Perry y Lessie Dunbar, residentes en la ciudad de Opelousas (Louisiana) decidió disfrutar de un agradable día de pesca en el cercano lago Swayze, acompañados de sus hijos Robert Clarence (llamado Bobby), de cuatro años, y Alonzo, que estaba a punto de cumplir tres. Pero, durante esa excursión, algo ocurrió. En un determinado momento, los Dunbar se dieron cuenta de la ausencia del pequeño Bobby. Por más que lo buscaron, fueron incapaces de encontrarlo. Las autoridades fueron avisadas y se organizó un amplio dispositivo de búsqueda, con decenas de voluntarios, que registraron el lago y sus alrededores. Llegaron incluso a lanzar explosivos al lago, por si el niño se hubiese ahogado, para remover el fondo y hacer que el cadáver saliera a flote, sin éxito. Temiendo que el pequeño hubiera sido secuestrado, se envió la fotografía de Bobby a los distintos cuerpos policiales del país.

La foto de Bobby Dunbar distribuida por sus padres (izquierda) y la del niño encontrado en compañía de William Walters (derecha)
Ocho meses después de la desaparición de Bobby, la policía de Hub (Mississippi) arrestaba a William Cantwell Walters, un trabajador ambulante especializado en la reparación y afinado de pianos y órganos. Con Walters viajaba un niño de unos cuatro años que tenía un cierto parecido físico con Bobby Dunbar. Interrogado sobre el niño, Walters negó rotundamente que se tratase del pequeño desaparecido, y afirmó que en realidad se trataba de Charles Bruce Anderson, hijo de una mujer llamada Julie Anderson a la que conocía por haber trabajado para su familia (según algunos rumores, el hermano de William habría sido el padre del niño). Sin embargo, la policía no quedó convencida con su historia; Walters permaneció en prisión y se dio aviso a los Dunbar, quienes viajaron hasta Mississippi para tratar de identificar a aquel niño, que quedó bajo custodia de las autoridades.
Las versiones de lo ocurrido cuando el matrimonio se encontró con el niño son contradictorias. Algunos periódicos publicaron que los Dunbar lo habían reconocido como Bobby, y que éste los había reconocido a ellos y a su hermano, diciendo incluso el nombre de éste. Otros, sin embargo, dijeron que el pequeño no mostró indicio alguno de reconocimiento, y que sus supuestos padres habían mostrado serias dudas de que de verdad fuera su hijo. Pero, al día siguiente, tras bañarlo, Lessie Dunbar afirmó que aquel era sin duda su hijo Bobby, ya que reconocía las marcas y lunares que presentaba. Las autoridades entonces entregaron el niño a los Dunbar, quienes se lo llevaron a su casa en Opelousas, donde fue recibido con felicitaciones y celebraciones por su "vuelta a casa".


Poco después hacía su aparición Julia Anderson, proclamando ser la madre del niño y confirmando la historia de Walters: ella había permitido que el pequeño Bruce (aunque en un principio. sólo durante unos días) quedara al cuidado del trotamundos. Sin embargo, Julia se encontró un recibimiento hostil. La prensa ofreció un retrato sumamente negativo de ella; su moralidad fue cuestionada por haber tenido tres hijos estando soltera (los dos primeros habían muerto a muy corta edad) e incluso se insinuó que era prostituta. Un periodista llegó a escribir que Julia "carecía del instinto maternal que incluso los animales tienen". Julia fue sometida a una rueda de reconocimiento; se le presentaron cinco niños de similares características físicas, pero ella no fue capaz de identificar entre ellos a su hijo (al que hacía meses que no veía). No obstante, al día siguiente, tras verlo desnudo, mostró su convicción de que el niño era su hijo Bruce. Pero las simpatías de las autoridades y los habitantes de Opelousas estaban muy claras. Por un lado, los Dunbar, una familia honrada, trabajadora y decente, que había pasado por la penosa experiencia de perder a su hijo. Por otro, Julia Anderson, una madre soltera y pobre, acusada de negligente y mala madre, que según su propia declaración había entregado a su hijo pequeño a un vagabundo, y que además (como se encargaron de destacar los periódicos) había sido incapaz de reconocer al niño en primera instancia. La reclamación de Anderson fue desestimada y el pequeño volvió con los Dunbar. Sin recursos para emprender una batalla legal, Anderson se vio obligada a regresar a su Carolina del Norte natal.

El supuesto Bobby Dunbar y su madre, Lessie
Julia Anderson volvería a Louisiana para participar en el juicio a Walters por secuestro. Una vez más, defendió al acusado y reclamó que le devolviesen a su hijo. También declararon a favor de Walters varios vecinos de Poplarville (Mississippi), donde Walters había parado en varias ocasiones durante sus viajes, y que juraron haberlo visto con el niño en fechas anteriores a la desaparición de Bobby Dunbar. Pero, a pesar de esos testimonios, el tribunal declaró que aquel niño era Bobby, otorgó su custodia definitiva a los Dunbar y condenó a Walters a cadena perpetua por secuestro. El niño fue criado por los Dunbar, se casó, tuvo cuatro hijos, y pasaría el resto de sus días, hasta su muerte en 1966, siendo Bobby Dunbar.
Julia Anderson, apesadumbrada por la sentencia, acabó quedándose a vivir en Poplarville, cuyos vecinos la acogieron con amabilidad, considerándola víctima de una injusticia. Allí Julia se casó, tuvo otros siete hijos y se convirtió en una cristiana devota que trabajó durante años como enfermera y matrona. A pesar de su nueva vida, su familia recuerda que nunca olvidó a su hijo y a menudo hablaba de él y se refería a los Dunbar como sus "secuestradores".
Tras dos años en prisión, el abogado de Walters ganó una apelación que concedía a su cliente el derecho a un nuevo juicio. Pero, sorprendentemente, la fiscalía de Opelousas no quiso mantener la acusación, justificándose en los elevados costes de un nuevo juicio, con lo que Walters quedó en libertad. Hasta el día de su muerte, sucedida en una fecha desconocida de finales de la década de los 30, defendió su inocencia.


La historia del secuestro de Bobby Dunbar, que había sido largamente tratada por la prensa, fue quedando poco a poco olvidada, aunque de vez en cuando los periódicos la rescataban, especialmente cuando se producía algún secuestro infantil relevante, como sucedió en 1932 con la desaparición del hijo del famoso piloto Charles Lindbergh. No obstante, hubo personas que recordaban la historia con la duda de si aquel niño era verdaderamente Bobby; dudas que el propio protagonista de la historia parecía compartir. Los hijos de Julia Anderson contaban que un Bobby ya adulto había estado en Poplarville en varias ocasiones y visitó a varios de ellos.
Décadas después de la muerte del supuesto Bobby Dunbar, una de sus nietas, Margaret Dunbar Cutright, que como todos en su familia conocía la historia del secuestro de su abuelo, inició una investigación por su cuenta. Aunque ella creía de buena fe que su abuelo era Bobby Dunbar y esperaba demostrarlo fuera de toda duda, cuanta más información recogía sobre el caso, más dudas despertaban en ella. Finalmente, en 2004 Bobby Dunbar jr., el primogénito de Bobby Dunbar, accedió a someterse a una prueba genética para comparar su ADN con el de uno de los hijos de Alonzo Dunbar. Sorprendentemente, la prueba demostró que ambos hombres, pese a ser en teoría primos, no estaban emparentados, lo que parece dejar claro que aquel niño era en efecto Bruce Anderson y no Bobby Dunbar. Las familias de Julia Anderson y William Walters se mostraron satisfechas de que, después de tanto tiempo, se hubiera aclarado lo ocurrido. En cambio, entre los hijos y nietos del pretendido Bobby Dunbar hubo algunos que se negaron a reconocer aquellos resultados, afirmando considerarse únicamente miembros de la familia Dunbar.
Pero una vez aclarada la identidad del niño entregado a los Dunbar, queda pendiente el misterio de qué le ocurrió al verdadero Bobby Dunbar aquella tarde de agosto de 1912. Probablemente nunca lo sepamos con certeza. Muchas teorías se han propuesto, pero la opinión de Margaret Dunbar es que el pequeño muy probablemente cayó accidentalmente al lago y se ahogó, o bien fue devorado por un caimán.