Almirante Isoroku Yamamoto (1884-1943) |
El 13 de abril de 1943 un radioescucha del servicio de inteligencia norteamericano, sito en el aeródromo de Camp Henderson, en la isla de Guadalcanal, interceptó un mensaje enviado por el vicealmirante japonés Tomoshige Samejima al comandante de la base aérea de la isla de Ballalae (Islas Salomón) y a los comandantes de la 1ª, 11ª y 26ª Flotillas Aéreas anunciando el itinerario de una visita de inspección que un alto cargo del ejército nipón haría a la base el día 18. Los japoneses no lo sabían, pero los norteamericanos habían descifrado la mayor parte de sus códigos navales gracias a un proyecto de criptoanálisis llevado a cabo conjuntamente por los servicios de criptología del ejército y la armada, y conocido con el nombre de Magic.
El mensaje fue descifrado y entregado al servicio de inteligencia, que concluyó que solo podía tratarse del almirante Isoroku Yamamoto, comandante en jefe de la Flota Combinada de la Armada Imperial Japonesa. Yamamoto, que viajaba a bordo del acorazado Musashi, había decidido visitar varias de las bases aéreas avanzadas en Nueva Guinea y las Salomón para felicitar personalmente a los pilotos que habían participado en la reciente operación I-gō (una serie de ataques aéreos a bases norteamericanas) y elevar la moral de las tropas tras el descalabro en la campaña de Guadalcanal.
El contenido del mensaje fue de inmediato calificado de secreto y comunicado al almirante Chester Nimitz, comandante en jefe de la flota norteamericana del Pacífico, el cual a su vez lo puso en conocimiento del secretario de Marina Frank Knox y del presidente Franklin D. Roosevelt. No se sabe de quién partió la idea de utilizar esa información para lanzar un ataque con el objetivo de suprimir a Yamamoto (probablemente de Nimitz) pero Roosevelt dio su aprobación (al menos verbalmente) y Knox decidió dejar la decisión final en manos del almirante.
Nimitz sopesó los pros y los contras de la misión. Había quién consideraba el plan un asesinato y expresaba ciertos reparos morales. Otros se mostraban escépticos con la aparente falta de cuidado de los japoneses y temían que se tratara de una trampa. Pero la desaparición de Yamamoto era un objetivo muy atractivo para los norteamericanos. Suponía deshacerse de uno de los militares de mayor rango de la Armada japonesa, un brillante estratega y un oficial admirado y profundamente respetado por sus hombres. Supondría una conmoción para la estructura del mando japonés, y un golpe directo a la moral de los militares japoneses. Pero además los norteamericanos tenían cuentas pendientes con Yamamoto. Era el hombre que había planeado y ejecutado el ataque contra la base de Pearl Harbor, una traición grabada a fuego en el alma del pueblo norteamericano. Aunque en realidad Yamamoto nunca había sido partidario de desatar las hostilidades contra los Estados Unidos. El almirante había vivido en Estados Unidos; había estudiado en la Universidad de Harvard y había sido agregado naval en la embajada japonesa en Washington. Conocía bien el poderío industrial y militar norteamericano, y había predicho con escalofriante precisión que en caso de una guerra probablemente Japón solo podría aguantar el empuje norteamericano durante el primer año y que "es probable que Japón quede reducida a cenizas". Pero los ciudadanos de EEUU no sabían nada de eso; para ellos Yamamoto era el militar japonés al que más odiaban.
Nimitz no dio su aprobación al ataque, al que se denominó Operation Vengeance (Operación Venganza) hasta el día 17 de abril, la víspera de la visita de Yamamoto. Se decidió que la misión fuera llevada a cabo por cazas pesados P-38 Lightning (ni los F4F Wildcat ni los F4U Corsair tenían autonomía suficiente) de la base de Guadalcanal que interceptarían al convoy de Yamamoto a unos 55 kilómetros al norte de la isla de Bouganville. Los P-38 tenían una autonomía de unas 1400 millas (con depósitos de combustible suplementarios), pero no podían dirigirse directamente al punto de interceptación; tenían que dar un rodeo para evitar ser detectados por los radares japoneses en las islas Salomón. Eso suponía 600 millas de ida y 400 de vuelta, lo que les dejaba un margen no muy amplio para esperar a Yamamoto. Si el avión de Yamamoto pasaba temprano, no lo alcanzarían; si se retrasaba, podían verse obligados a marcharse antes de encontrarse con él. Una cosa jugaba en su favor: la legendaria puntualidad del almirante. Yamamoto era famoso por cumplir a rajatabla con sus horarios. Si como decía la transmisión japonesa su avión partía de la base de Rabaul a las seis en punto de la mañana, casi con total seguridad los americanos se encontrarían con él en trono a las 9:35, como habían previsto.
Lockheed P-38 Lightning |
La misión se encomendó a dieciocho P-38 del 339º Escuadrón de Combate, divididos en dos grupos: un grupo de cuatro aviones que se encargarían del ataque, y otro grupo de cobertura de catorce unidades, que se mantendría a mayor altitud listo para intervenir en caso de que aparecieran refuerzos procedentes del aeródromo de Kahili (Bouganville) en auxilio de Yamamoto. Por problemas mecánicos dos de los aviones no pudieron despegar, así que finalmente fueron dieciséis los aviones que partieron de Guadalcanal; los cuatro encargados de abatir el avión de Yamamoto iban pilotados por el capitán Thomas G. Lanphier Jr. y los tenientes Rex T. Barber, Besby F. Holmes y Raymond K. Hine.
La escuadrilla, al mando del mayor John Mitchell, partió del aeródromo de Kukun en Guadalcanal a las 7:25 del día 18. Aunque oficialmente no habían sido informados de la identidad de su objetivo, el contraalmirante Marc Mitscher, comandante en jefe de las fuerzas aéreas aliadas en las islas Salomón, les había informado off the record antes de partir que se trataba del almirante Yamamoto, para aumentar su motivación. Volando bajo para evitar los radares, navegando por estima (usando tecnología básica como brújulas y relojes) los P-38 llegaron a la zona de interceptación casi a la hora exacta, las 9:34. Y casi de inmediato, uno de los cazas de cobertura avistó en el horizonte la escuadrilla japonesa, que llegaba con la puntualidad esperada. Los americanos esperaban un bombardero Mitsubishi G4M "Betty", en el que iría Yamamoto, escoltado por seis Mitsubishi A6M3 "Zero". Sin embargo en el convoy japonés volaban dos Bettys, escoltado cada uno por tres Zeros en formación de V. En el primero de ellos viajaban además de Yamamoto y el piloto, el capitán Ishizaki, secretario del almirante; el contraalmirante Takata, su médico personal; y los oficiales del Estado Mayor el contraalmirante Kitamura y el capitán Toibana. En el segundo, además del piloto, viajaba el jefe del Estado Mayor de Yamamoto, el almirante Matome Ugaki, junto a su ayudante el comandante Tanimura y otro oficial no identificado.
Mitsubishi G4M Betty |
Sin tiempo para dudar, Lanphier ordenó a sus hombres deshacerse de sus depósitos de combustible suplementarios y atacar a ambos bombarderos. El teniente Holmes tuvo problemas para soltar los suyos, así que se retiró momentáneamente. El mayor Mitchell y dos de los cazas de cobertura se unieron a ellos entonces en el ataque ayudándoles a distraer la atención de los Zeros. Barber y Lanphier persiguieron al Betty de Yamamoto, que trató de huir volando hacia la selva de Bouganville, pero fue alcanzado en el motor derecho, que estalló haciendo pedazos parte del ala y provocando que el avión se estrellase en la selva. Mientras, el segundo Betty trataba de huir hacia el mar perseguido por Holmes, que había logrado soltar sus depósitos y se había reincorporado al ataque, y que al final logró abatirlo sobre el océano. Acto seguido, mientras seguían siendo acosados por los Zeros, los P-38 pusieron rumbo de vuelta a su base. El grupo solo tuvo una baja: el teniente Hine, cuya suerte se desconoce, aunque se cree que su avión se estrelló en el mar. Años más tarde, Kenji Yanagiya, uno de los pilotos japoneses de aquel día, afirmó haber dañado de gravedad a uno de los P-38 participantes, aunque ni él ni sus compañeros reclamaron el derribo. Por su parte, Barber y Holmes también reclamaron haber derribado sendos Zeros aquel día, aunque Yanagiya y los archivos japoneses lo desmienten; aunque varios de los Zeros resultaron dañados, solo constan como derribados los dos bombarderos. Los aviones llegaron a Guadalcanal al límite de sus reservas de combustible; el teniente Holmes tuvo incluso que hacer un aterrizaje forzoso en las islas Russell, a cincuenta kilómetros de su base.
En el avión de Yamamoto no hubo supervivientes. Más suerte tuvo Ugaki, que junto a Tanimura y el piloto lograron sobrevivir al amerizaje y fueron rescatados, aunque heridos de gravedad. El cuerpo de Yamamoto fue recuperado al día siguiente por un equipo de rescate dirigido por el teniente de ingenieros Hamasuma. El cuerpo de Yamamoto fue hallado bajo un árbol, amarrado todavía a su asiento, con el que había sido despedido del avión. Todavía tenía su mano sobre la empuñadura de su Kai guntō, una espada a la que tenía un gran aprecio por haber sido un regalo de su hermano mayor Kihachi tras uno de sus ascensos. La autopsia reveló que había recibido dos disparos: uno en el hombro izquierdo y otro en la cabeza, que le había entrado por la mandíbula y le había salido por encima del ojo derecho. Su cuerpo fue trasladado a la cercana aldea de Buin, donde fue cremado vistiendo su uniforme de almirante, y sus cenizas llevadas a bordo del Musashi, que las llevó de vuelta a Japón. El 5 de junio se le tributó un funeral de estado en el santuario Yasukuni de Tokio. De manera póstuma se le concedió el rango de gensui (el más alto del ejército y la armada japoneses), que solo se concede en casos excepcionales por servicios extremadamente meritorios al Emperador, y la Orden del Crisantemo de 1ª Clase. Curiosamente, aunque su muerte no se hizo pública hasta el 21 de mayo, los americanos ya sabían que su ataque había tenido éxito porque se dieron cuenta de que habían cesado todas las comunicaciones oficiales dirigidas a Yamamoto.
La Operación Venganza continuó siendo un asunto secreto para los ciudadanos norteamericanos hasta el final de la guerra, cuando los detalles de la misión se hicieron públicos gracias a las investigaciones de la agencia Associated Press. Si lo supieron los británicos, quienes se mostraron disgustados porque consideraban que eliminar a un almirante no justificaba el riesgo de que los japoneses sospecharan que sus códigos habían sido descifrados. Y de hecho, el propio Winston Churchill llegó a quejarse a Roosevelt de su actuación. Aunque al final los japoneses nunca sospecharon que sus códigos habían quedado al descubierto, convencidos que que eran indescifrables. Incluso tras la guerra, cuando los norteamericanos se lo revelaron, se negaban a creer que los habían decodificado con un simple análisis, y pensaban que los aliados los habían conseguido por medio del espionaje.
La cuestión de quién fue el autor material del derribo del avión de Yamamoto creó cierta polémica tras la misión. Tanto Barber como Lanphier reclamaron haber sido los que abatieron al Betty. Barber defendía que lo había ametrallado por detrás, mientras lo perseguía sobre la selva de Bouganville. Lanphier proclamaba haberle disparado desde su derecha, tras haberse librado de la persecución de uno de los Zeros, y también que había visto a Barber derribar a otro Betty sobre la selva; lo cual implicaría que había tres Bettys (contando el derribado por Holmes), y no dos, en el convoy; algo desmentido por todos los testigos del combate y por los propios japoneses. Aunque en un primer momento fue la versión de Lanphier la que se aceptó, más tarde se decidió acreditar a los dos pilotos como coautores del derribo, lo cual no satisfizo a Barber. Años más tarde, el estudio de los restos del Betty de Yamamoto demostró que todos los daños aparentes habían sido producidos por balas procedentes de la parte trasera del avión, lo que se correspondía con la versión de Barber. Este reclamó sin éxito en numerosas ocasiones que se le concediera el mérito exclusivo del derribo, hasta su muerte en 2001.
Restos del avión de Yamamoto en la selva de Bouganville |
Los restos del avión de Yamamoto, pese al tiempo transcurrido y a la acción de saqueadores y buscadores de souvenirs, todavía se conservan en un punto con coordenadas 06°47.165′S 155°33.137′E, a unos catorce kilómetros de la localidad de Panguna. Se encuentra en una propiedad privada y el acceso no es sencillo (hay una hora de camino desde la carretera más cercana), pero es posible visitarlo poniéndose de acuerdo previamente con los propietarios. Restos del avión se conservan en el Museo Isoroku Yamamoto en Nagaoka (Japón) y en el Museo Nacional de Papúa Nueva Guinea en Port Moresby.
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