sábado, 4 de octubre de 2014
Los siete niños de Écija
Durante el primer cuarto del siglo XIX, se hizo famosa en toda España una partida de bandoleros andaluces que se hacían llamar Los siete niños de Écija. Originariamente, esta banda había sido una partida guerrillera que luchaba contra las tropas napoleónicas, pero tras la marcha de los franceses y la restauración monárquica en la figura de Fernando VII algunos de sus miembros, como muchos otros bandoleros, habían preferido mantenerse al margen de la ley, por ser opuestos al absolutismo de Fernando, por haber sido proscritos, o simplemente porque no tenían otra forma de ganarse la vida. En un primer momento los llamaron la Cuadrilla del Padilla, por ser su primer líder Antonio Padilla; no pasarían a ser llamados Los siete niños de Écija hasta más adelante.
En realidad, ni eran siete ni eran de Écija (sólo algunos), aunque si se movían por las cercanías de dicha localidad sevillana. Cuando actuaban, lo hacían en partidas de siete personas, pero la banda tenía un número mayor de miembros, y tenían además una amplia red de colaboradores y aspirantes (se llegó a decir que hasta un centenar de hombres esperaban su turno para entrar en la banda), por lo que cuando se producía alguna baja en el grupo (por muerte, abandono o apresamiento por la justicia) siempre había alguien dispuesto para ocupar su lugar. La mayoría procedían de Écija, Carmona, Osuna y otros pueblos cercanos.
Es difícil hacer un recuento de todos los bandidos que alguna vez actuaron como miembros de la partida, pero algunos alcanzaron mucha fama. Por ejemplo, Pablo Aroca, el Ojitos, líder del grupo durante varios años, que moriría en una pelea a navaja con otro bandolero apodado el Tirrias, y su segundo al mando, el Cara de Hereje, así llamado por su fealdad. O Fray Antonio de Legama, el Fraile, un sacerdote que se había unido al grupo para luchar contra los franceses y le había cogido tanta afición a aquella vida que siguió formando parte de la banda tras el final de la guerra. Francisco Huertas procedía de una familia de alta alcurnia; tanto es así que, tras ser apresado y ejecutado, a su entierro acudieron numerosas personalidades e incluso el arzobispo de Sevilla. Y también fue muy popular José Ulloa el Tragabuches, con fama de violento y sanguinario, que había alcanzado cierto renombre como torero y que se había convertido en un proscrito tras asesinar a su esposa, una bailaora apodada la Nena, y al amante de ésta. Otros que pasaron por la banda fueron el Pintado, Diego García el Hornero, José Escalera, Alonso de Osuna...
Sus fechorías empezaron en torno a 1812 y continuaron durante años sin que las sucesivas partidas de búsqueda enviadas por las autoridades pudieran encontrarlos. En sus momentos de mayor auge, llegaron a controlar el tráfico de la principal carretera entre Córdoba y Sevilla, llevando a cabo osadas acciones como el saqueo de una caravana que, procedente de Cádiz, se dirigía a Madrid cargada de valiosos regalos llegados de América para el rey Fernando VII. O el asalto al marqués de Guadalcanal, quien para que lo protegieran en su viaje de Écija a Sevilla había contratado a siete hombres armados... que resultaron ser los miembros de la banda.
Pero finalmente, la buena estrella de la banda de los siete acabó por declinar. Las autoridades lanzaron una ambiciosa operación para acabar con la cuadrilla en 1817, poniendo precio a sus cabezas y prometiendo el perdón a aquellos que hubiesen colaborado con ellos. Una sentencia de la Audiencia de Sevilla hecha pública el 1 de julio de 1817 condena en rebeldía a Pablo Aroca el Ojitos, Francisco Narejo el Becerra, Juan Antonio Gutiérrez el Cojo, Diego Meléndez, José Martínez el Portugués y Fray Antonio de Legama y pide su captura y la de todos los demás salteadores de la cuadrilla. Durante un enfrentamiento que tiene lugar entre los bandoleros y una tropa de escopeteros y voluntarios a las órdenes del coronel Vergara el 24 de julio de ese año en Santaella (Córdoba), el Portugués es abatido y Sebastián Martín el Hornerillo es capturado. Al día siguiente, son capturados Fray Antonio, el Cojo, Antonio de la Fuente Minos, José Alonso Rojo el Rojo, Manuel Remacho el Granadino y Antonio Quirós el Curita. Por los pelos logran zafarse de la persecución el Ojitos, Meléndez, el Becerra y Fernando Bermudo el Candiles. Entre agosto y septiembre de 1817, fueron ajusticiados por pertenecer a la banda Luís López, Fray Antonio, Antonio Fernández y el Rojo; y en febrero de 1818, el Cojo. El Ojitos y el Candiles morirían al año siguiente.
Habiendo perdido a sus principales componentes y estando los demás acosados por la justicia, la banda de los siete niños de Écija se disolvió en 1819, y los supervivientes buscaron refugio en otros grupos de salteadores o desaparecieron del mapa, como Tragabuches, del que no volvió a saberse. Algunos de ellos serían capturados años más tarde, como Pedro Villalba el Manco (capturado en 1820) o Bonifacio el Manchego (arrestado en enero de 1823)
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