domingo, 26 de abril de 2015

La legión perdida de Craso

Marco Licinio Craso (115 a. C.-53 a.C.)

Marco Licinio Craso tenía fama en su época de ser el hombre más rico de Roma. Una fortuna que había amasado gracias a su proverbial habilidad para todo tipo de negocios, su absoluta falta de escrúpulos y sus buenas relaciones con el estamento político. Fueron sus intereses los que le llevaron a participar en el Primer Triunvirato, una alianza secreta con Cneo Pompeyo Magno, senador y casi tan rico como Craso, y Cayo Julio César, un talentoso político y militar con poco dinero pero una enorme ambición. Este acuerdo (hoy hablaríamos directamente de cohecho) consistía en que Pompeyo y Craso facilitaban la llegada de César al cargo de cónsul, utilizando para ello sus enormes riquezas e influencias; y, en compensación, César, una vez elegido cónsul en el año 59 a. C., les devolvía el favor impulsando leyes que beneficiaban a ambos y otorgando cargos y nombramientos a sus hombres de confianza.
El acuerdo resultó beneficioso para los tres y fue renovado después de que César dejara el consulado. En el año 55 a. C. Pompeyo y Craso se convirtieron en cónsules (ambos lo habían sido ya en el 70 a. C.), y al dejar el cargo se habían asegurado sendos puestos de gobernador durante cinco años, Pompeyo en Hispania y Craso en Siria, mientras que a César se le prorrogaba su mandato como procónsul de las provincias de la Galia Cisalpina y Transalpina y la Iliria.

El imperio parto
Craso llegó a Siria sediento de gloria y riquezas. Ansiaba triunfos militares como los que habían obtenido César y Pompeyo, y también las riquezas que pudiera obtener con la conquista de nuevos territorios. Por eso, una de sus primeras decisiones como gobernador fue preparar una invasión del poderoso imperio parto, que en aquella época ocupaba Mesopotamia y Persia y se extendía hasta Armenia por el norte y el macizo del Hindukush en el este. En el verano del 54 a. C. el ejército romano cruzó el Éufrates, la frontera natural del imperio parto, y ocupó una serie de ciudades fronterizas. Pero, en lugar de seguir con la ofensiva, Craso se pasó un año entero dedicado a saquear concienzudamente los territorios bajo su mando, dándole a los partos un tiempo precioso para preparar sus defensas. Finalmente, en el año 53 a. C. se produjo la esperada invasión: Craso en persona guió a su ejército, formado por siete legiones (unos 35000 soldados), además de 4000 jinetes y otros tantos auxiliares; en total, entre 40 y 50000 hombres.


El encuentro entre las tropas romanas y partas tuvo lugar el 9 de junio del 53 a. C. cerca de un pequeño pueblo llamado Carrhae. Los partos sólo eran 10000, entre arqueros a caballo y catafractos (caballería pesada), pero estaban mandados por un hábil estratega, el general armenio Surena. Además, el ejército romano estaba agotado por una larga marcha por el desierto, escaso de agua y víveres, desmoralizado y falto de confianza en su general. A su vez, Craso se mostraba dubitativo y no hacía caso de los consejos de sus oficiales, tratando de suplir su falta de talento militar mostrándose arrogante y autoritario. Las consecuencias de la batalla fueron devastadoras para los romanos: más de 20000 muertos, entre ellos el hijo de Craso, Publio (las bajas en las filas partas fueron insignificantes), 10000 prisioneros (dos legiones enteras) y apenas 6000 hombres que pudieron volver a Siria, guiados por Cayo Casio Longino, cuestor de Craso (quien había desoído sus advertencias sobre el combate) y que años más tarde sería uno de los conspiradores que asesinarían a Julio César. En cuanto a Craso, los partos lo ejecutaron cuando trataba de negociar su rendición, derramándole oro fundido por la garganta como castigo a su avaricia, y su cabeza cortada acabó decorando un teatro en el que se representaba una obra de Eurípides.

Surena (84 a. C.-52 a. C.)
Parte de aquellos 10000 prisioneros acabarían sus días esclavizados y forzados a trabajar en las minas de Bactriana, el actual Afganistán. Pero, según cuentan Plinio el Viejo y Plutarco, muchos de ellos fueron reclutados a la fuerza por los partos como tropas auxiliares y enviados a las proximidades del río Oxus (el actual Amu Daria) para defender la frontera del norte de las incursiones de las tribus de las estepas, como los escitas y los xiongnu. Ya no se volvió a saber más de ellos. Marco Antonio atacó a los partos años más tarde, pero la campaña fue un nuevo desastre; y finalmente, en el 19 a. C., el emperador Augusto alcanzó un acuerdo de paz, gracias al cual volvieron a casa un puñado de prisioneros, los últimos que todavía quedaban con vida. Pero a los hombres de Craso se los había tragado el olvido.
Ahora demos un pequeño salto en el tiempo. En el año 36 a.C. el general chino Gan Yanshou lanzó una campaña bélica contra las levantiscas tribus xiongnu (considerados los antepasados de los hunos), que incordiaban los territorios fronterizos del oeste del imperio, en lo que hoy es la provincia china de Xinjiang. Uno de los momentos culminantes de la campaña fue la conquista de la ciudad de Zhizhi, capital de los xiongnu, actualmente la Taraz uzbeca. El historiador Ban Gu, que tomó parte en aquella campaña, describe en su crónica la presencia entre los defensores de la ciudad de un contingente de guerreros extranjeros, veteranos y muy disciplinados, que vivían en un campamento rectangular rodeado de empalizadas de madera y que combatían colocando juntos sus escudos "alineados y desplegados en una formación como de escamas de pescado".

Formación de testudo
La descripción de Ban Gu recuerda poderosamente a los campamentos romanos y a la formación de testudo. ¿Se trataba de los últimos supervivientes de las legiones romanas capturadas por los partos? ¿Habían logrado de alguna manera liberarse del yugo parto y escapar hacia el este, hasta llegar Zhizhi, donde se convirtieron en mercenarios al servicio de los xiongnu o en aliados suyos? Muchos historiadores consideran factible esta teoría, que fue expuesta por primera vez en 1955 por el sinólogo norteamericano Homer Hasenpflug Dubs. Según la crónica de Ban Gu los supervivientes de aquellas tropas, unos mil hombres, fueron desterrados por los chinos al norte, cerca del desierto del Gobi, donde se asentaron y fundaron una ciudad llamada Li-Juen, cuyo nombre no sería otra cosa que una adaptación de la palabra "Legión", que era como los chinos conocían al imperio romano, del que sabían gracias a los relatos de los mercaderes.
Hoy en día, Li-Juen se llama Zhelaizhai y muchos de sus habitantes poseen rasgos físicos atípicos para las etnias orientales: ojos claros, pelo rizado, rubio o pelirrojo, narices aguileñas... Un estudio de ADN hecho hace unos años por la Universidad de Lanzhou demostró que cerca de la mitad de los habitantes de Zhelaizhai poseen marcadores genéticos típicamente europeos, lo que reforzaría la teoría del origen romano de la población.

Habitantes de Zhelaizhai con rasgos europeos
La teoría, sin embargo, también tiene sus detractores, que se basan en la ausencia de restos arqueológicos de estilo romano en la zona, y en que las fuentes chinas no mencionan en ningún momento el origen de aquellos soldados, que bien pudieran haber sido simples mercenarios orientales adiestrados por romanos. S. Cammann, por su parte, opina que Li-Juen pudo haber sido fundada por mercaderes griegos o bactrianos, lo que explicaría el origen europeo de parte de su población. A día de hoy, la hipótesis del origen romano de Zhelaizhai sigue sin estar demostrada, a falta de un hallazgo que aclare de una vez por todas el misterio.

jueves, 23 de abril de 2015

¿Sabías que...

-... cuando en 1813 el gobernador de Luisiana William C. C. Claiborne ofreció una recompensa de 500 $ por la captura del pirata francés Jean Lafitte, éste respondió ofreciendo una recompensa de 5000 $ por la captura del gobernador?
-... hasta 1989, el 80% de los electrodomésticos vendidos en el Reino Unido eran vendidos sin un enchufe, sólo con un cable pelado?
-... la cuenta de Twitter oficial de Suecia (@sweden) es gestionada cada semana por un ciudadano diferente elegido al azar?
-... uno de los primeros usos de la heroína fue como alternativa "no adictiva" para desenganchar a los adictos a la morfina? A su vez, uno de los primeros usos de la morfina fue el de alternativa "no adictiva" para tratar a los adictos al opio.
-... en 1994 un preso británico llamado Stephen Young, condenado a cadena perpetua por un doble asesinato, consiguió que su caso se juzgara de nuevo después de que se supiera que cuatro miembros del jurado que lo había condenado habían recurrido a una sesión de ouija para decidir si era o no culpable? Aunque no le sirvió de mucho, ya que en el nuevo juicio volvió a ser declarado culpable.
-... cuando a Winston Churchill le pidieron que se abstuviera de consumir alcohol en presencia del rey de Arabia Saudí, por las creencias religiosas de éste, Churchill respondió que "mi religión prescribe un rito absolutamente sagrado de fumar cigarros y beber alcohol antes, después y si es necesario, durante todas las comidas y los intervalos entre ellas"?
-... la última población de mamuts, localizada en la isla de Wrangel, en la costa de Siberia, se extinguió en torno al año 1700 a. C.? En esas fechas, la Gran Pirámide de Giza llevaba ya ocho siglos en pie.
-... Freddie Mercury y Michael Jackson estuvieron a punto de grabar varias canciones juntos en los años 80? El proyecto se canceló porque Mercury no estaba de acuerdo con que Jackson llevara al estudio de grabación a su mascota, una llama de nombre Louie.
-... el rey Gustavo III de Suecia (1746-1792) estaba convencido de que el café era venenoso? Para probar su teoría, obligó a dos presos a beber tres tazas de café y té, respectivamente, a diario, bajo la supervisión de dos médicos. El experimento fue un fracaso: primero murieron los dos médicos, luego murió el rey, luego el bebedor de té y por último, muchos años después, el bebedor de café.
-... el 2 de diciembre de 1979, una joven de 29 años llamada Elvita Adams trató de suicidarse saltando desde el piso 86 del Empire State Building? Salvó su vida gracias a que una fuerte ráfaga de viento la arrojó sobre la cornisa del piso 85, de donde fue rescatada con una cadera rota.
-... el escritor L. Ron Hubbard, fundador de la Cienciología, mantuvo en 1943, estando al mando de un buque cazasubmarinos, un combate de 68 horas contra dos submarinos japoneses inexistentes, tras malinterpretar las señales del sonar? Poco después sería desposeído del mando tras bombardear accidentalmente territorio mexicano.
-... para el estreno en 1940 de la película Pinocho Walt Disney contrató a once enanos para vestirlos como el protagonista de la película? Lamentablemente, los enanos, tras consumir una gran cantidad de bebidas alcohólicas durante el almuerzo, acabaron totalmente borrachos, provocando altercados y corriendo desnudos por el teatro, hasta que fueron arrestados por la policía.

lunes, 20 de abril de 2015

La Biblia de los Alba

La Biblia de los Alba

Dentro del inmenso patrimonio artístico propiedad de la Casa de Alba figura un libro singular. La llamada Biblia de los Alba, que se guarda celosamente en el madrileño Palacio de Liria, no sólo es una joya bibliográfica, sino uno de los escasísimos textos de doctrina comparada que nos han llegado de la Edad Media.
Todo comenzó en el año 1422. Don Luis de Guzmán, Gran Maestre de la Orden de Calatrava, hombre curioso y culto, lleva tiempo deseando poseer una traducción del Antiguo Testamento a la lengua castellana. Existían ya algunas traducciones al castellano, pero poco precisas y llenas de errores, y al latín, la más famosa de las cuales es la de san Jerónimo, conocida popularmente como la Vulgata. Hay numerosos teólogos y expertos cristianos que conocen el hebreo y la tradición rabínica, incluidos conversos, a los que puede recurrir. Pero, en lugar de ello, don Luis elige a un erudito judío. El 5 de abril envía una carta a Moisés Arragel de Guadalajara, rabino de la importante comunidad judía de Maqueda (a 40 kilómetros de Toledo) y reconocido experto en la tradición judaica, pidiéndole "una Biblia en castellano romance, con glosas e iluminaciones", que incluyera comentarios e interpretaciones no sólo de fuentes clásicas, sino también de rabinos modernos, desconocidos en su mayor parte por los autores cristianos; unas exégesis con el punto de vista de los sabios judíos que a don Luis le interesa especialmente conocer.
La magnitud del encargo impresiona a Arragel. Se da cuenta de que su interpretación puede disgustar tanto a judíos como a cristianos: no quiere traicionar su fe, pero tampoco desea acabar en las hogueras de la Inquisición. Temeroso de las consecuencias, escribe una larga respuesta a don Luis rehusando aceptar el ofrecimiento: "no puedo, como judío, escribir un comentario ni una traducción que pueda convenir a un cristiano, pues la Ley prohíbe a los judíos cambiar aunque sea una iota del texto hebreo; pero la traducción latina de san Jerónimo los judíos la consideran muy inexacta y, dada mi condición, si más tarde se observara que mi traducción difiere de la de Jerónimo, esto podría volverse contra mí". Sin embargo, es difícil negarse a una petición del poderoso Luis de Guzmán: Gran Maestre de la orden de Calatrava, señor de Andújar, destacado militar en las campañas contra los musulmanes, es además nieto de Enrique II de Castilla (su madre, Isabel Enríquez de Castilla, era hija ilegítima del rey) y amigo personal de Álvaro de Luna, valido del rey Juan II. Y por si fuera poco, buena parte de la comunidad judía que todavía queda en Castilla vive en feudos controlados por él. Don Luis insiste, promete al rabí Moisés protección, honores y una generosa recompensa económica (se habla de trescientos mil reales de la época) y Arragel acaba por aceptar.

La primera página de la Biblia de los Alba, en la que aparece representado Luis de Guzmán
No sabemos mucho acerca de la vida del rabino Arragel. Nació a finales del siglo XIV y quedó huérfano muy joven, probablemente a raíz de las revueltas antijudías de 1391, por lo que debía rondar los treinta y cinco años de edad. Hombre de vastísima cultura, versado no sólo en las grandes figuras de la tradición rabínica, sino también conocedor de autores cristianos como san Jerónimo o san Bernardo, y de clásicos griegos y latinos (Aristóteles, Plinio). Uno de sus hijos, Isaac, llegó a ser un apreciado erudito, como su padre, y según algunas fuentes colaboró con él en la redacción de esta Biblia. Cuando le llegó el encargo del Maestre de Calatrava no llevaba mucho tiempo viviendo en Maqueda, pero su fama de sabio le precedía.
A petición de Luis de Guzmán, colaboran con el rabino dos eminentes religiosos cristianos: Arias de Encina, superior del monasterio franciscano de Toledo, y Vasco de Guzmán, arcediano de la catedral de Toledo. Ambos son, además, primos carnales de don Luis. Especialmente importante es la labor del primero de ellos, quien se encargará de los comentarios relativos a los autores cristianos, especialmente en aquellos puntos en los que la interpretación judía difiere de la cristiana.
Moisés de Arragel se pone de inmediato manos a la obra. Es un trabajo largo y minucioso, que le ocupará ocho años, desde 1422 hasta 1430. El trabajo se hace por partes; cuando el rabino ha terminado de traducir cada libro, lo envía a Arias, el cual, tras revisarlo, se lo devuelve antes de comenzar el siguiente. Una particularidad es que los libros de esta Biblia figuran ordenados no según el orden que sigue la Vulgata, sino en el orden que habitualmente aparecen en el canon judío.
Especial atención merecen las miniaturas que decoran el libro, un total de 334 en las 513 hojas de pergamino (1026 páginas) de las que consta la Biblia. Arragel se negó a colaborar en la ejecución de las imágenes, por ser contrario a la tradición judía. El tema se resolvió acordando que el rabino dejase un espacio en blanco donde se decidiera colocar una imagen, generalmente al final de cada capítulo. Las propias imágenes son en si un misterio: Arias de Encina decidió que fuesen artistas toledanos los encargados de realizarlas, inspirándose en las de una Biblia del tesoro de la catedral toledana, que se cree que pudo ser la llamada Biblia de San Luis. Además, las imágenes de la Biblia de los Alba son realmente atípicas en su estilo, distintas a las ilustraciones habituales de la época. En varias de ellas figuran elementos de la tradición rabínica que es difícil que los pintores cristianos conocieran; por ejemplo, aparece Caín matando a su hermano Abel mordiéndole la garganta, una versión sacada del Zohar, el texto fundamental de la mística judía. Ello lleva a creer que los pintores tuvieron la ayuda de alguien que conocía en profundidad las fuentes judías; quizá, incluso, el propio Arragel, que habría podido dar alguna indicación a los iluminadores, pese a sus reticencias iniciales.

Caín y Abel, según la Biblia de los Alba
El proyecto se vio favorecido por unos años de calma en las habitualmente tensas relaciones entre judíos y cristianos, en buena parte gracias a las bulas del papa Martín V, que prohibían las persecuciones, el acoso y los bautismos forzosos. Pero aún así, el rabino quiso guardarse las espaldas e incluyó en su obra un prólogo en el que copia toda la correspondencia intercambiada entre él, el Gran Maestre y Arias de Encina. Incluye, además, varios capítulos explicativos de los fundamentos del judaísmo, comparándolos con los del cristianismo y explicando sus principales diferencias.
La importancia de la Biblia de los Alba no radica sólo en el prolijo trabajo de Arragel, en su vastísimo conocimiento y sus múltiples fuentes (el Talmud, el Midrash, Maimónides, Abraham ibn Ezra, Yehudah Halevi...). También en el sentido y el significado que quiso dar a su obra. Pese al riesgo que le pueda suponer, Arragel no reniega de sus puntos de vista, defiende el honor de su pueblo, se muestra orgulloso de su condición de judío y español y recuerda los múltiples servicios que los judíos han prestado a los reyes de Castilla. Sin renunciar nunca a su fe, la argumentación de los comentarios de Arragel, presentados como un texto de doctrina comparada, deja libertad a judíos y cristianos para que cada uno saque sus propias conclusiones, abriendo la puerta a que ambas religiones lleguen, si no a un entendimiento, si al menos a una discusión razonada y serena.
La obra se finalizó oficialmente el 2 de junio de 1430 y fue enviada a la Universidad de Salamanca, al dominico fray Johan de Zamora, para un estudio preliminar. En 1433, el rabino la lleva al monasterio franciscano de Toledo donde, bajo los auspicios de Arias de Encina, es sometida a un examen público al que asisten teólogos y expertos, no sólo cristianos y judíos, sino también musulmanes.
A partir de ahí, el periplo de la Biblia se vuelve un tanto confuso. Teóricamente debería haber sido entregada a don Luis de Guzmán; sin embargo, no es mencionada en su testamento (falleció en 1443) ni en los de su viuda e hijos. Según el historiador Ladero Quesada, la Biblia se halla en 1474 en el tesoro de Enrique IV de Castilla, y a la muerte de éste (ese mismo año) pasa a su hermanastra, la reina Isabel la Católica. Posteriormente el libro pasó a manos de la Inquisición (ya fuese donado o incautado), y en 1624, el entonces Inquisidor General, Andrés Pacheco de Cárdenas, lo entrega a Gaspar de Guzmán y Pimentel, I Conde Duque de Olivares, quien lo ha reclamado como descendiente de Luis de Guzmán. Hay que hacer notar que Olivares es un notorio protector de judíos y conversos, convencido de que el país no puede permitirse la pérdida de hombres valiosos. El libro ya no saldría de la familia; en 1688 la casa de Olivares se unió a la de Alba, al casarse Francisco de Toledo y Silva, X Duque de Alba, con Catalina de Haro y Guzmán, V Duquesa de Olivares. Desde entonces, el libro pertenece al patrimonio de los Alba.

Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tovar (1587-1645), I Conde Duque de Olivares
La Biblia de Arragel fue uno de los últimos intentos de establecer un nexo de comunicación y entendimiento mutuo entre judíos y cristianos durante la Edad Media. El pobre rabino Arragel, que tanto se había esforzado por lograr la coexistencia pacífica entre ambas religiones, tuvo un triste final; falleció a edad muy avanzada en 1493, en Portugal, donde había buscado refugio junto a su familia, amigos y discípulos, tras la expulsión de los judíos decretada por los Reyes Católicos en 1492. Él, que tanto había hecho por su patria, acabó muriendo lejos de ella.

jueves, 16 de abril de 2015

Corrupted Blood, la gran epidemia virtual


Pocas personas habrá que no conozcan, al menos de oídas, el World of Warcraft. Este famosísimo juego de rol multijugador online, ambientado en un mundo fantástico de magia y espada, cuenta con millones de jugadores por todo el mundo. Pero además, este juego fue protagonista en 2005 de un suceso sorprendente, que aún hoy despierta el interés de los estudiosos: la primera epidemia virtual de la historia.
Todo comenzó el 13 de septiembre de 2005. Ese día, Blizzard Entertainment, la compañía que creó y desarrolló el juego, instaló una actualización que incluía, además de varias pequeñas modificaciones, la creación de una nueva área llamada Zul'Gurub, accesible sólo para jugadores de alto nivel. El "jefe" de esta nueva zona era un ser llamado Hakkar, una de cuyas armas era un hechizo llamado "Corrupted Blood" (Sangre Corrupta) capaz de reducir la energía vital de sus rivales. Esta enfermedad era capaz de debilitar a los personajes más fuertes y llegaba a matar a los débiles, y era extremadamente contagiosa; bastaba con que un personaje estuviese unos segundos cerca de un infectado para contagiarse. Los programadores habían previsto que la enfermedad no saldría de los límites de Zul'Gurub, dada su rápida actuación; una vez que un personaje se contagiaba, moría o se curaba en un periodo relativamente breve. Se trataba, simplemente, de añadir una dificultad mas al enfrentamiento con Hakkar. Sin embargo, una serie de errores de programación provocaron que Corrupted Blood se transformase en una epidemia de consecuencias devastadoras.

Hakkar, el Cazador de Almas
Su primer error fue creer que los personajes enfermos no saldrían de Zul'Gurub. En un mundo donde los jugadores pueden teletransportarse y viajar en cuestión de segundos a la otra punta del mundo, no tardaron en producirse contagios en todas las regiones del juego. Además, resultó que la enfermedad podía afectar también a los "personajes no jugables" (no controlados por un jugador; por así decirlo, los "extras" del juego), incluidas las mascotas de los jugadores, que podían transmitir la enfermedad pero no sufrían sus efectos. Y por si fuera poco, los que sufrían la enfermedad no quedaban inmunizados; podían enfermar de nuevo en cualquier momento.
Pese a la rápida reacción de Blizzard, los efectos de la epidemia fueron devastadores. Cientos de miles de personajes (millones, según otras fuentes) murieron a causa de la enfermedad. Tres de los servidores del juego se vieron afectados y las medidas tomadas por la compañía, como parches y cuarentenas, no surtieron efecto. Para eliminar la plaga tuvieron que recurrir a medidas drásticas y reiniciar regiones enteras del juego.

Los efectos de la plaga de Corrupted Blood
Pero lo que de verdad atrajo la atención de los epidemiólogos fue la reacción de los jugadores ante la enfermedad. Aún tratándose de un juego, los personajes mostraron un comportamiento totalmente humano; los jugadores reaccionaron como si fueran sus propias vidas y no las de unos personajes virtuales las que estaban en peligro. Muchos trataron de ponerse a salvo refugiándose en zonas remotas y aisladas del juego, dejando vacías ciudades y pueblos. Otros, por el contrario, se negaron a abandonar sus residencias, creyéndose a salvo, a pesar de las indicaciones de los programadores, que intentaban crear zonas de cuarentena. Personajes con habilidades curativas se dedicaron a sanar a los afectados de manera altruista, aun asumiendo el riesgo de contagiarse, mientras que otros ayudaban advirtiendo a los que todavía no estaban infectados de las zonas de peligro. En el extremo opuesto, algunos jugadores formaron grupos para protegerse mutuamente que acababan con cualquier otro jugador que se les acercase, sin esperar a saber si estaba infectado o no. Incluso se dieron casos de enfermos que de manera premeditada se dedicaban a contagiar a los sanos, actos que los programadores calificaron de "bioterrorismo".
La epidemiología utiliza modelos matemáticos o informáticos para predecir el desarrollo de una epidemia. Estos modelos asignan una serie de valores numéricos a los parámetros de la enfermedad: tanto por cien de mortalidad, tal tasa de contagio, tal velocidad de curación... Un complejo sistema matemático que origina unos resultados teóricos que no siempre se corresponden con la realidad, porque hay un factor que se escapa a estos modelos: el comportamiento humano. Resulta tremendamente complicado predecir cómo va a reaccionar cada persona en una situación de crisis. Quién hará caso de las recomendaciones de las autoridades, quién tratará de huir, quién se comportará de manera racional, quién se preocupará únicamente de salvar su pellejo. Y con esta crisis, los estudiosos se encontraron con una representación casi perfecta de una epidemia real. Algo difícil de conseguir por otros métodos: un perfecto simulacro de epidemia con millones de participantes y registros detallados de los movimientos de cada uno. Un modelo de propagación de una enfermedad que no respondía a un algoritmo matemático, sino que era causado por la respuesta caótica de millones de personajes, cuyos movimientos además quedaban convenientemente guardados y podían ser consultados. Blizzard siempre defendió que WoW era sólo un juego y no un modelo representativo del mundo real, pero aún así los epidemiólogos (e incluso expertos en bioterrorismo) han podido obtener valiosísima información estudiando el comportamiento de los jugadores.
Este paralelismo fue señalado por primera vez en marzo de 2007 en un artículo publicado en la revista Epidemiology por el doctor Ran D. Balicer, de la Universidad Ben-Gurion (Beersheba, Israel). En él ponía de manifiesto las inquietantes similitudes entre la plaga de Corrupted Blood y dos epidemias reales recientes, la del Síndrome Agudo Respiratorio Grave (SARS) y la de la gripe aviar, y proponía el uso de los juegos de rol por internet como una herramienta ideal para el estudio de la expansión de enfermedades infecciosas.

lunes, 13 de abril de 2015

La banda de Quantrill

William Clarke Quantrill (1837-1865)

William Clarke Quantrill nació en Canal Dover (Ohio) el 31 de julio de 1837. Era el mayor de los doce hijos de un matrimonio de maestros de escuela, y sus padres le dieron una esmerada educación; a los dieciséis años ya era profesor. Con diecisiete murió su padre, y poco después su carácter aventurero le llevó a buscar nuevos horizontes. Su primera parada fue Mendota (Illinois), donde encontró trabajo en un aserradero. Fue allí donde mató a su primer hombre, en un confuso tiroteo. Alegó defensa propia, y como no había testigos y el muerto no era del pueblo, el sheriff lo dejó en libertad, aunque "aconsejándole" que cambiara de aires. Su siguiente parada fue Fort Wayne (Indiana), donde ejerció como maestro desde febrero de 1856. Pero el sueldo de un profesor era escaso por aquellos días, y Quantrill sólo aguantó unos meses, antes de volver a casa de su familia.
Pasó el invierno con los suyos y en febrero de 1857 partió a una nueva aventura (huyendo, dicen, de una acusación por el robo de un caballo): junto a un par de vecinos suyos, partió hacia Kansas, donde había mucho territorio libre esperando colonos dispuestos a hacerlo productivo. Pero el duro trabajo del campo no gustaba mucho a Quantrill; no tardó en desatender sus obligaciones y se pasaba el día vagabundeando por la espesura con un rifle. Acabó por dejar la granja y se unió a un grupo de colonos de Ohio que iban a crear un asentamiento cerca del lago Tuscarora (Pennsylvania), pero cuando los colonos le sorprendieron robándoles, lo expulsaron.
Su siguiente ocupación fue la de explorador del ejército, lo que le llevó hasta Salt Lake City (Utah), donde durante un tiempo se ganó la vida como tahúr bajo el nombre falso de Charles Hart. Más tarde se unió a una banda en Missouri que ofrecía "protección" a los granjeros, volvió a Utah, pasó por Colorado, y finalmente se estableció en Lawrence (Kansas) en 1859. Fue profesor durante un año, pero, cuando la escuela cerró en 1860, Quantrill volvió a las andadas: robo de ganado y persecución de esclavos fugados. Hasta entonces, se había mostrado en contra de la esclavitud, pero esta nueva "ocupación" y sus estrechas relaciones con elementos pro-esclavistas le llevaron a cambiar sus ideales y se convirtió en un radical defensor de la esclavitud.
Cuando estalló la Guerra de Secesión, Quantrill estaba en Texas y allí se unió al ejército confederado, donde sólo aguantó unos meses; demasiado independiente, impetuoso y poco amigo de obedecer órdenes, la disciplina militar no era lo suyo. Desertó de su puesto y volvió a Missouri, donde reunió a un grupo de diez hombres leales y de su confianza, con los que formó una milicia irregular dedicada a la guerra de guerrillas, principalmente en el territorio de Kansas.
Con su banda, Quantrill se dedicó a hostigar a las fuerzas nordistas todo lo que pudo. Atacaba patrullas, saboteaba las comunicaciones, quemaba suministros, saqueaba pueblos y granjas y atemorizaba a civiles de ideas antiesclavistas. También se enfrentaba a las guerrillas pro-unionistas de Kansas, los jayhawkers. Su fama empezó a crecer y el número de hombres a sus órdenes aumentaba sin parar. Llegó a tener más de 500 hombres bajo su mando, divididos en varias partidas. Entre sus seguidores había hombres que se hicieron enormemente populares. Por ejemplo, su lugarteniente, William "Bloody Bill" Anderson, un sujeto sanguinario y cruel, que llevaba las cabelleras de los hombres a los que había matado colgadas de su silla de montar; cuando fue abatido llevaba encima una cuerda con 53 nudos, uno por cada víctima. También sirvieron a sus órdenes Frank James y Cole Younger, que luego se convertirían en famosos forajidos, a los que hacia el final de la guerra se sumaron sus hermanos Jesse James y Jim Younger, que se unieron a la partida con apenas 16 años. Y también John Noland, un esclavo libre, uno de los pocos negros que combatieron en el bando confederado, y que llegó a ser el mejor explorador de la partida.

Los hermanos Jesse (1847-1882) y Frank (1843-1915) James 
Sus audaces incursiones hicieron famoso a Quantrill. Mientras que para los nordistas se trataba de un despiadado asesino y forajido, para los del sur se convirtió en un héroe popular, una especie de figura romántica, un caballero sureño (aunque ni siquiera era nativo del sur) hasta el punto de que el ejército confederado le otorgó el rango de capitán (pese a tratarse de un desertor, al menos en teoría).
La acción más recordada de Quantrill y sus hombres fue el asalto a Lawrence. La ciudad no tenía importancia estratégica, pero si simbólica: para los partidarios del sur, Lawrence era una de las cunas del movimiento antiesclavista en la región. Además, era una de las bases desde donde los jayhawkers lanzaban sus incursiones contra territorio de Missouri, y también era donde vivía el senador James Henry Lane, un notorio antiesclavista y líder de los jayhawkers, profundamente odiado en todo Missouri. La excusa que dio lugar al ataque fue la venganza por el ataque de los jayhawkers a la ciudad de Osceola en septiembre de 1861, y la muerte de cinco mujeres, parientes de seguidores de Quantrill (entre ellas, la hermana de Bloody Bill y dos primas de los hermanos Younger), al derrumbarse parte de una cárcel en la que se encontraban retenidas. Quantrill en persona dirigió el ataque, al frente de entre 450 y 500 hombres que habían llegado a las cercanías de la ciudad en grupos pequeños, para no llamar la atención. Fue un ataque perfectamente planeado y ejecutado. El 21 de agosto de 1863, con las primeras luces del día, los guerrilleros entraron a sangre y a fuego en la ciudad. El senador Lane logró huir, atravesando semidesnudo un campo de maiz, pero cerca de 200 hombres, la mayoría civiles, de entre 12 y 90 años murieron, muchos de ellos asesinados en presencia de sus familias. La ciudad fue saqueada concienzudamente y muchos de sus edificios incendiados. El asalto en si duró apenas cuatro horas.

La masacre de Lawrence (ilustración publicada en 1863 en la revista Harper's Weekly)
La sangrienta acción causó una fuerte conmoción en todo el país. Los propios dirigentes confederados desaprobaban lo sucedido y retiraron parte de su apoyo a aquellas milicias irregulares, y en las propias filas de la guerrilla había muchos a los que la manera de resolverse el ataque había dejado profundamente disgustados. La reacción de los unionistas no se hizo esperar y fue igual de contundente: el 25 de agosto, apenas cuatro días después del ataque, el general Thomas Ewing autorizó la llamada Orden General Nº 11, que ordenaba la evacuación forzosa de toda la población civil de los condados de Bates, Cass, Jackson y parte de Vernon. Todos ellos, condados de Missouri fronterizos con Kansas, donde los hombres de Quantrill tenían apoyos y se movían a sus anchas. Decenas de miles de personas tuvieron que dejar sus hogares, lo que aprovecharon las tropas nordistas y los jayhawkers para ocupar el terreno ahora despoblado, quemando granjas y pueblos, arrasando las cosechas y matando al ganado; todo para dejar sin provisiones a los guerrilleros. La devastación fue de tal magnitud que aquella región pasó a ser llamada el Distrito Quemado, y sus consecuencias se hicieron sentir durante décadas.
Ante el acoso del ejército del norte, Quantrill y los suyos se trasladaron a Texas, donde pasaron el invierno en campamentos del ejército regular confederado, con el que empezaron a colaborar persiguiendo desertores. Sin embargo, no tardaron en ponerse de manifiesto las discrepancias entre Quantrill y sus hombres, lo que condujo a una escisión del grupo: Bloody Bill Anderson formó su propia partida y volvió a Missouri, donde sembró el terror saqueando y asesinando sin piedad, como en la llamada masacre de Centralia, en la que 22 soldados unionistas desarmados que volvían de permiso fueron asesinados a sangre fría. Acabaría siendo abatido el 26 de octubre de 1864, en un combate con tropas nordistas; tenía 24 años.

William T. Anderson, "Bloody Bill" (1840-1864)

Quantrill había perdido la autoridad sobre la mayor parte de sus hombres y se había convertido en un quebradero de cabeza para el ejército confederado. Algunos de sus hombres, acostumbrados al saqueo y al pillaje, llevaron a cabo razzias en territorio texano. Finalmente, el general confederado McCulloch lo hizo arrestar en marzo de 1864 acusándolo del asesinato de un capitán. Pero Quantrill escapó y con los hombres que todavía le seguían, huyó a territorio indio, desde donde regresó a Missouri. Aún hubo de sufrir otra escisión, cuando otro de sus tenientes, George Todd, formó su propia partida, lo que redujo aún más el número de las tropas de Quantrill.
De vuelta en la región que conocía bien, concibió el plan de infiltrarse tras las líneas enemigas para llegar a Washington y atentar contra el presidente Lincoln, pero hubo de renunciar ante la férrea vigilancia que había en la frontera. A principios de 1865, acompañado de 33 hombres, los últimos leales que le quedaban, se internó en territorio de Kentucky para llevar a cabo una serie de ataques. Sus acciones continuaron incluso después de que en abril de ese año el gobierno confederado se rindiese. El 10 de mayo de 1865, Quantrill y los suyos fueron sorprendidos en Wakefield Farm, un caserío cercano a Taylorsville (Kentucky) por un contingente de milicianos irregulares del norte. En el enfrentamiento, Quantrill recibió un disparo en la columna que le dejó paralizado del pecho para abajo; moriría el 6 de junio a causa de sus heridas en el hospital de la prisión militar de Louisville. Le faltaban menos de dos meses para cumplir 28 años. Entre los hombres que lo siguieron hasta el final estaban Frank James y Cole Younger.

La tumba de William Quantrill en el cementerio de Fourth Street, en Dover (Ohio)
La mayoría de los seguidores de Quantrill murieron o fueron a parar a prisión tras la guerra. Algunos, como Jesse James o Archie Clement, siguieron combatiendo, pero convertidos en bandidos y ladrones de bancos.

viernes, 10 de abril de 2015

El heroico sargento Stubby

Stubby (1916?-1926)

La historia del sargento Stubby comienza en julio de 1917 en New Haven (Connecticut), en los jardines de la célebre Universidad de Yale. Estados Unidos había declarado la guerra a los imperios alemán y austrohúngaro apenas tres meses antes y el 102º Regimiento de Infantería, asignado a la 26ª División de Infantería (apodada la División Yankee) se preparaba para ser enviado a Europa. Fue mientras se entrenaban en los jardines de Yale cuando un grupo de soldados del 102 se encontraron un perrillo de raza Boston bull terrier vagabundeando por allí. Uno de aquellos soldados, el cabo Robert Conroy, se encariñó con el animal y le puso el nombre de Stubby (que significa algo así como "truncado", por su cola corta). El perro no tardó en convertirse en la mascota no oficial de la unidad y aprendió a responder a las llamadas de corneta, a marchar con los soldados y a saludar a sus compañeros.

Stubby y el cabo Conroy
Cuando llegó la hora de que el regimiento embarcase rumbo a Europa, Conroy logró introducir subrepticiamente a Stubby a bordo del USS Minnesota, escondido en un abrigo. Cuando durante la travesía el perro fue descubierto por el oficial superior de Conroy, Stubby le saludó levantando la pata, como le habían enseñado, y el oficial le permitió seguir con el regimiento.
Acompañando al 102º Regimiento, Stubby pasó año y medio en el frente, participando en cuatro grandes ofensivas (Aisne-Marne, Champagne-Marne, St. Mihiel y Meuse-Argonne) y diecisiete batallas. En abril de 1918 fue herido en una pata por la metralla de una granada de mano y evacuado a la retaguardia, donde contribuyó a elevar la moral de los soldados heridos. En cuanto se recuperó, volvió a las trincheras con su unidad. Se convirtió en un valioso miembro del regimiento: aprendió a avisar a los soldados cuando se producían bombardeos y ataques con gases tóxicos (que él, gracias a sus agudos sentidos, percibía antes que nadie). También ayudaba a encontrar soldados heridos en tierra de nadie, y en una ocasión, durante la ofensiva de Meuse-Argonne, contribuyó a capturar a un espía alemán, al que mordió y retuvo hasta que llegaron refuerzos. Por esta acción, se dice que el comandante del regimiento le concedió el ascenso honorario a sargento, aunque no hay constancia oficial de ello. Eran tantas las condecoraciones que llegó a acumular, que las mujeres del pueblo francés de Château-Thierry le cosieron un abrigo de piel de gamuza para que pudiera lucirlas. Ya hacia el final de la guerra, Stubby volvió a ser herido por una granada, en el pecho y en una pata.

Stubby encabezando un desfile de la Legión americana
Una vez terminado el conflicto, Stubby volvió a casa con Conroy, convertido en una celebridad. Recibió homenajes, participó en desfiles y paradas militares, e incluso tuvo audiencia con tres presidentes de los EEUU: Woodrow Wilson (1913-21), Warren Harding (1921-23) y Calvin Coolidge (1923-29). Además, fue nombrado miembro vitalicio de, entre otras asociaciones, la Cruz Roja Americana, la Legión y la YMCA. En 1921, el general Pershing, que había sido comandante en jefe de las tropas norteamericanas durante la guerra, le impuso la medalla de oro de la Humane Society, dedicada a la protección y defensa del bienestar animal.

El general Pershing condecorando a Stubby
Cuando en 1921 Robert Conroy se matriculó en la Universidad de Georgetown (Washington DC) para estudiar derecho, Stubby lo acompañó y llegó a ser la mascota oficial de los Georgetown Hoyas, los equipos deportivos de la universidad, entreteniendo además a los espectadores durante los descansos de los partidos de fútbol americano.

Stubby en su época de mascota universitaria
Stubby murió pacíficamente el 16 de marzo de 1926, mientras dormía. Muchos diarios importantes publicaron su obituario. Sus restos fueron disecados y Conroy los donó al Instituto Smithsonian, junto a sus condecoraciones. Hay una placa en su honor en el Liberty Memorial de Kansas City, un monumento en recuerdo de todos los que sirvieron durante la Primera Guerra Mundial.

El obituario de Stubby, publicado en el New York Times el 4 de abril de 1926

"Sargento Stubby, heroico perro de la Primera Guerra Mundial, un valiente perro callejero"

lunes, 6 de abril de 2015

Darlo todo por la ciencia (II)

Jesse William Lazear y Clara Maass
Jesse William Lazear (1866-1900) y Clara Louise Maass (1876-1901)
Durante muchos años, la medicina fue incapaz de explicar el mecanismo de contagio de la fiebre amarilla. El médico hispanocubano Carlos Finlay (1833-1915) fue el primero en proponer (allá por 1881) que eran los mosquitos los que transmitían la enfermedad; no obstante, su teoría apenas despertó interés entre sus colegas. Tras la Guerra de Cuba, el gobierno norteamericano envió a la isla una Comisión Médica para tratar de determinar de una vez por todas cómo se transmitía la enfermedad. Dirigía la comisión el doctor Walter Reed y formaban además parte de ella James Carroll (médico militar, al igual que Reed), Jesse William Lazear (médico militar especializado en enfermedades tropicales) y Arístides Agramonte (bacteriólogo cubano). La Comisión no tardó en comenzar a trabajar sobre la hipótesis de Finlay, y para probarla decidieron someter a un grupo de voluntarios (en su mayor parte, soldados norteamericanos y habitantes de La Habana), en buen estado de salud y que no hubieran sufrido la enfermedad, a la picadura de mosquitos, de manera controlada y manteniéndolos en aislamiento. El experimento fue un éxito; varios de los voluntarios contrajeron la enfermedad y las medidas que a consecuencia de ello se tomaron para erradicar a los mosquitos contribuyeron a eliminar prácticamente la enfermedad de Cuba y del resto del Caribe en pocos años. Lamentablemente, dos miembros de aquel equipo murieron de fiebre amarilla durante el experimento: el doctor Lazear, quien se inoculó sangre de un paciente enfermo para demostrar que la sangre era el medio de transmisión de la enfermedad, y Clara Maass, una joven enfermera que fue la única mujer del grupo de voluntarios picados por los mosquitos.

Werner Forssmann
La radiografía original del experimento de Forssmann
En 1929, a un joven estudiante de medicina alemán llamado Werner Forssmann, quien estaba haciendo sus prácticas de cirugía en el hospital Ausgust Victoria Home de Eberswalde, se le ocurrió la idea de introducir un catéter a través del sistema circulatorio hasta el corazón. Ya se había hecho anteriormente en cadáveres y en animales, pero no en pacientes vivos. Pese al rechazo rotundo de sus supervisores, Forssmann se introdujo él mismo un catéter de 65 centímetros a través de la vena cubital hasta llegar a la aurícula derecha. Y luego, tranquilamente, se dirigió caminando al sótano del hospital, donde se encontraba la sala de rayos X, para hacerse una radiografía donde se podía ver perfectamente el extremo del catéter dentro de su corazón. El experimento le trajo no pocos problemas; fue tachado de imprudente y temerario, e incluso lo despidieron de algún hospital. Acabó por dejar la cardiología para dedicarse a la urología. No obstante, en 1956 acabaría recibiendo el Premio Nobel de medicina por el gran avance que supuso su técnica.

William Randolph Lovelace II
Lovelace, con traje de vuelo
Este médico militar norteamericano estuvo destacado desde 1938 en la base aérea de Wright (Ohio), donde se encontraba el Laboratorio de Investigación Aeromédica de las fuerzas aéreas. Lovelace se dedicó fundamentalmente al estudio de los efectos de la escasez de oxígeno a elevadas altitudes y las consecuencias que esto tenía sobre pilotos y tripulantes de los aviones, tanto en el interior del avión como cuando saltaban en paracaídas. Por eso, para tener información de primera mano, el 24 de junio de 1943 Lovelace saltó desde un bombardero B-17 a más de 40000 pies (12000 metros), una altura que se consideraba letal para los paracaidistas, llevando un prototipo de máscara de oxígeno. Quedó inconsciente al abrirse su paracaídas y sufrió un inicio de congelación en ambas manos al perder los guantes, pero sobrevivió al salto y demostró la utilidad de los sistemas de respiración autónomos en vuelos a tanta altura.

John Paul Stapp
El coronel Stapp durante su récord 
Tras la Segunda Guerra Mundial, en un momento en el que la aeronáutica vivía una auténtica revolución con la aparición de los reactores, se hizo necesario el desarrollo de nuevos sistemas de seguridad para los pilotos. Por aquel entonces se consideraba que el límite de la resistencia humana estaba en torno a las 18g. Pero, durante los años 40 y 50, un grupo de médicos e investigadores radicados en la base aérea de Wright se dedicaron a poner a prueba estos límites. Utilizando un carro sobre raíles, impulsado por un cohete y con un poderoso sistema de frenado, diversos voluntarios del equipo de investigación fueron sometidos a elevadas aceleraciones seguidas de bruscos frenazos, sufriendo fuerzas que multiplicaban las que se habían experimentado hasta entonces. De entre todos los voluntarios, destaca el nombre de John Paul Stapp (1910-1999), médico militar con el rango de coronel. Stapp fue sometido a decenas de estas pruebas. Se rompió muñecas y costillas, sufrió desprendimiento de retina en ambos ojos y múltiples traumas y contusiones por todo el cuerpo. En su último viaje, el 10 de diciembre de 1954, Stapp alcanzó una velocidad de 1017 km/h en cinco segundos para luego ser detenido de golpe en apenas 1'4 segundos. Esto significa haber sido sometido a una fuerza de 46'2 g, la mayor que haya experimentado jamás ningún ser humano (que haya vivido para contarlo). Todo este sacrificio tuvo su recompensa: no sólo sirvió para fabricar asientos eyectables y mecanismos de sujección más eficaces, sino que muchos de sus principios se aplicaron también al diseño de cinturones de seguridad para automóviles.

Alexander Shulgin
Alexander Shulgin
Químico y farmacéutico norteamericano de origen ruso (1925-2014) que comenzó su carrera desarrollando pesticidas antes de dedicarse por entero a su gran pasión, las drogas psicotrópicas. Durante décadas se dedicó a analizar y sintetizar todo tipo de sustancias psicoactivas, tanto las descubiertas por él como por otros. Y nada mejor para describir sus efectos que probarlas él mismo. Fue el primero en describir los efectos del MDMA o éxtasis y a lo largo de su carrera probó no menos de 250 sustancias diferentes, además de diversas variedades de ellas. Sufrió numerosos efectos secundarios graves (vómitos, dolor, parálisis...) pero le sirvió para desarrollar la llamada Escala Shulgin, un método de clasificación de las sensaciones que cada tipo de droga provoca.

Barry Marshall
Helicobacter pylori
Este médico australiano comenzó a colaborar en 1981 con el patólogo Robin Warren, que llevaba años estudiando la gastritis y las úlceras de estómago. Warren tenía la teoría de que, al contrario de lo que creía la mayor parte de los investigadores, un número elevado de úlceras no se debían a factores alimentarios o fisiológicos, sino que eran consecuencia de infecciones bacterianas y, por lo tanto, tratables con antibióticos. El trabajo de ambos les llevó a descubrir que en un amplio porcentaje de las úlceras de estómago y en bastantes casos de gastritis estaba presente una determinada bacteria, la Helicobacter pylori. Pero, cuando en 1983 vio la luz su estudio, fue recibido con escepticismo, críticas e incluso burlas directas. Sin embargo, eso no detuvo su investigación. Cuando los intentos de infectar cerdos con la bacteria fracasaron, Marshall tomó la decisión de experimentar consigo mismo, y en 1984 se bebió una placa Petri con un cultivo de H. pylori. Marshall esperaba desarrollar una úlcera a lo largo de meses o años; pero, sorprendentemente, tardó sólo tres días en notar los primeros síntomas y al cabo de una semana una endoscopia mostró que sufría una gastritis masiva, despejando así muchas dudas. Hoy en día, se estima que la bacteria es la responsable del 80% de las úlceras gástricas y el 90% de las de duodeno. En 2005, Warren y Marshall recibieron el Premio Nobel de medicina por su descubrimiento.

jueves, 2 de abril de 2015

Darlo todo por la ciencia (I)

A lo largo de la historia de la humanidad, ha habido científicos e investigadores cuya sed de conocimiento les llevó a límites insospechados. Algunos no dudaron poner su salud o incluso su vida en riesgo para descubrir las respuestas que buscaban. He aquí algunos de ellos.

Plinio el Viejo
El monte Vesubio
Gayo Plinio Segundo (23-79), apodado el Viejo para distinguirlo de su sobrino e hijo adoptivo Cayo Plinio Cecilio Segundo el Joven, fue un destacado militar, historiador y científico, de cuya ingente obra escrita sólo ha llegado hasta nuestros días la monumental Naturalis Historia, un compendio de conocimientos de geografía, geología, biología y medicina en 37 volúmenes. Su sobrino lo describe como un hombre consagrado al trabajo y al estudio, con una insaciable curiosidad que, a la postre, provocaría su muerte. El 24 de agosto del año 79 el Vesubio entró en erupción, sepultando Pompeya y Herculano y matando a miles de personas. Por aquel entonces, Plinio el Viejo era prefecto de la flota romana del puerto de Misenum, en el otro extremo de la bahía de Nápoles, y de inmediato acudió al lugar con sus galeras para ayudar a las víctimas y, de paso, observar con detenimiento la erupción. Desgraciadamente para él, se acercó demasiado y falleció asfixiado por los gases tóxicos emanados del volcán. Hoy en día se denomina erupción pliniana a la que se caracteriza por su explosividad y la emisión de grandes volúmenes de gases y cenizas, similar a la que en su día tuvo el Vesubio.

Isaac Newton
El experimento de Newton, descrito por él mismo
La de Sir Isaac Newton (1642-1727) fue sin duda una de las mentes más brillantes que jamás se haya paseado sobre la faz de la Tierra. Pero con toda su genialidad, en ocasiones le daba por llevar a cabo experimentos un tanto excéntricos que ponían en riesgo su salud. Una vez sir Isaac decidió introducir una larga aguja en el espacio entre su ojo y la cuenca, hasta tocar el hueso, sólo para ver cómo afectaba a su visión. En otra ocasión, estuvo horas mirando directamente al sol y tuvo que pasarse varios días en un cuarto a oscuras antes de recuperarse totalmente.

Henry Cavendish
Henry Cavendish
El físico y químico británico Henry Cavendish (1731-1810) fue en muchos aspectos un adelantado a su tiempo. Fue el primero en descomponer el agua en oxígeno e hidrógeno, y también el primero en calcular (con bastante exactitud) la densidad de la Tierra. También fue uno de los pioneros en investigar la electricidad. Pero tenía un problema: carecía de instrumentos capaces de medir la intensidad de la corriente eléctrica. Y como era una persona un tanto peculiar, extremadamente tímido e introvertido, en lugar de buscar a algún colega investigador que pudiese fabricárselos, prefirió medirla de manera directa: se sometía a la descarga eléctrica y luego calculaba su intensidad "a ojo" según el dolor que le causaba.

John Hunter
Treponema pallidum y Neisseria gonorrhoeae, causantes respectivamente de la sífilis y la gonorrea
El médico escocés John Hunter (1728-1793), cirujano y fisiólogo, alcanzó en vida una gran reputación. Llegó a ser cirujano personal del rey Jorge III y cirujano general del ejército británico, además de contar entre sus pacientes nombres tan famosos como lord Byron, Benjamin Franklin o Adam Smith. También fue un conocido anatomista con fama de excéntrico, al que le gustaba experimentar con cadáveres (se dice que su figura inspiró la novela de R. L. Stevenson El extraño caso del Dr. Jekyll y Mister Hyde) y se le considera el autor de la primera inseminación artificial de la historia de la medicina moderna.
Otro de sus campos de estudio fueron las enfermedades venéreas, que por aquel entonces estaban muy extendidas. Principalmente, Hunter atendía casos de gonorrea y sífilis, y desarrolló la hipótesis de que ambas enfermedades estaban causadas por un mismo agente, que afectaba sólo a los genitales en el caso de la gonorrea y cuando se extendía al resto del cuerpo daba lugar a la sífilis. Para probar su teoría, y ante la (comprensible) falta de voluntarios, Hunter procedió a infectarse a si mismo con secreciones de un enfermo de gonorrea. Al cabo de unas semanas había desarrollado síntomas de ambas enfermedades, con lo cual creyó demostrada su teoría. Lamentablemente para él, estaba equivocado; probablemente, el enfermo del que tomó las muestras también padecía sífilis, o bien el material que utilizó estaba contaminado. Hubo que esperar más de medio siglo hasta que el francés Philippe Ricord probara en 1838 que se trataba de dos enfermedades diferentes.

Max Joseph von Pettenkofer
Vibrio cholerae
El alemán Max von Pettenkofer, médico y químico, ha pasado a la historia como uno de los padres de la higiene experimental. Defensor a ultranza del valor del agua limpia, el aire puro y los adecuados sistemas de alcantarillado, publicó numerosos trabajos sobre salud pública. En 1883, Robert Koch descubrió y aisló el bacilo causante del cólera, que provocaba recurrentes focos de infección por toda Europa. Von Pettenkofer, aun admitiendo que el bacilo jugaba un papel en la enfermedad, defendía sin embargo que también intervenían circunstancias personales de los enfermos relacionadas con su estado de salud y su higiene. Además, sostenía que el bacilo no se transmitía por el agua, como se sospechaba desde hacía tiempo, sino que se volvía infeccioso al contacto con el suelo y que eran luego las emanaciones o miasmas de ese suelo las que provocaban la enfermedad. Por eso, en 1892, von Pettenkofer, queriendo demostrar su hipótesis, se bebió un cultivo de bacilos de cólera procedentes de un paciente recién fallecido. Tuvo la fortuna de que, pese a estar equivocado, como se demostraría más tarde, no contrajo la enfermedad y sólo experimentó algunas molestias gastrointestinales.

Henry Head
El brazo izquierdo de Henry Head, en el que se muestra el "mapa" de las zonas que iban recuperando la sensibilidad
Sir Henry Head (1861-1940) fue un neurólogo cuyas investigaciones permitieron un enorme avance en el conocimiento del sistema nervioso, especialmente del llamado sistema somatosensorial (el encargado de recibir y transmitir estímulos como la temperatura o el tacto). Muchas de sus investigaciones se basaban en los datos aportados por pacientes que habían sufrido el corte accidental de algún nervio. Sin embargo, esos pacientes no siempre podían darle toda la información y los detalles que él necesitaba. Así que decidió que si quería información de primera mano, tendría que ser realmente de primera mano. Es decir, de su propia mano. O más bien, de su brazo. En abril de 1903, el colaborador de Head, el doctor James Sherren, procedió a cortar los nervios cutáneo lateral y radial de su brazo izquierdo, que quedó consecuentemente insensible. Durante su recuperación, que le llevó los cuatro años siguientes, Head estuvo acudiendo puntualmente cada fin de semana a la consulta de su colega el doctor W. H. R. Rivers para llevar un minucioso registro de cómo iba recuperando la sensibilidad, qué zonas del brazo eran las primeras en recuperarse, qué tipo de sensaciones eran las primeras en volver... Un experimento arriesgado, pero que le ayudó a comprender mucho mejor el sistema nervioso (por ejemplo, concluyó que lo que llamamos "tacto" no es sino la combinación de numerosas sensaciones que se perciben por separado y luego se combinan).

John Haldane
John Scott Haldane
John Scott Haldane (1860-1936) fue un fisiólogo escocés, de origen aristocrático, tan brillante como temerario. Se especializó en el estudio de la respiración, los gases y su efecto sobre el cuerpo humano, y lo hizo utilizándose a si mismo como conejillo de indias, exponiéndose a todo tipo de experimentos arriesgados con una absoluta falta de preocupación por su integridad. Se exponía a todo tipo de gases para documentar sus efectos fisiológicos; fue el primero en describir la actuación del monóxido de carbono. Investigó ampliamente los gases causantes de los desastres mineros: gracias a sus investigaciones, pudo diseñar una lámpara de seguridad que alertaba de la presencia de gas grisú, sistemas de respiración para los equipos de rescate, y por indicación suya se empezaron a emplear animales pequeños (como canarios) como método de detección de gases tóxicos. Se fabricó una cámara hiperbárica en la que estudió los efectos de la presión y la descompresión sobre el organismo. Se rompió los tímpanos en varias ocasiones y otra vez sufrió unas convulsiones tan violentas que se fracturó varias vértebras. Pero confeccionó unas detalladas tablas sobre tiempos de descompresión que hoy en día siguen siendo imprescindibles en el buceo. En 1911 participó en una expedición al Pikes Peak, en las Montañas Rocosas, para comprobar la reacción del sistema respiratorio en entornos de baja presión. Y en plena Primera Guerra Mundial, se dio una vuelta por las trincheras para comprobar que tipo de gases tóxicos estaban empleando los alemanes. Respiró cloruro de amonio y por poco no lo cuenta, pero a raiz de esa experiencia diseñó la primera máscara antigás.