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La Biblia de los Alba |
Dentro del inmenso patrimonio artístico propiedad de la Casa de Alba figura un libro singular. La llamada
Biblia de los Alba, que se guarda celosamente en el madrileño Palacio de Liria, no sólo es una joya bibliográfica, sino uno de los escasísimos textos de doctrina comparada que nos han llegado de la Edad Media.
Todo comenzó en el año 1422. Don Luis de Guzmán, Gran Maestre de la Orden de Calatrava, hombre curioso y culto, lleva tiempo deseando poseer una traducción del Antiguo Testamento a la lengua castellana. Existían ya algunas traducciones al castellano, pero poco precisas y llenas de errores, y al latín, la más famosa de las cuales es la de san Jerónimo, conocida popularmente como la Vulgata. Hay numerosos teólogos y expertos cristianos que conocen el hebreo y la tradición rabínica, incluidos conversos, a los que puede recurrir. Pero, en lugar de ello, don Luis elige a un erudito judío. El 5 de abril envía una carta a Moisés Arragel de Guadalajara, rabino de la importante comunidad judía de Maqueda (a 40 kilómetros de Toledo) y reconocido experto en la tradición judaica, pidiéndole "
una Biblia en castellano romance, con glosas e iluminaciones", que incluyera comentarios e interpretaciones no sólo de fuentes clásicas, sino también de rabinos modernos, desconocidos en su mayor parte por los autores cristianos; unas exégesis con el punto de vista de los sabios judíos que a don Luis le interesa especialmente conocer.
La magnitud del encargo impresiona a Arragel. Se da cuenta de que su interpretación puede disgustar tanto a judíos como a cristianos: no quiere traicionar su fe, pero tampoco desea acabar en las hogueras de la Inquisición. Temeroso de las consecuencias, escribe una larga respuesta a don Luis rehusando aceptar el ofrecimiento: "
no puedo, como judío, escribir un comentario ni una traducción que pueda convenir a un cristiano, pues la Ley prohíbe a los judíos cambiar aunque sea una iota del texto hebreo; pero la traducción latina de san Jerónimo los judíos la consideran muy inexacta y, dada mi condición, si más tarde se observara que mi traducción difiere de la de Jerónimo, esto podría volverse contra mí". Sin embargo, es difícil negarse a una petición del poderoso Luis de Guzmán: Gran Maestre de la orden de Calatrava, señor de Andújar, destacado militar en las campañas contra los musulmanes, es además nieto de Enrique II de Castilla (su madre, Isabel Enríquez de Castilla, era hija ilegítima del rey) y amigo personal de Álvaro de Luna, valido del rey Juan II. Y por si fuera poco, buena parte de la comunidad judía que todavía queda en Castilla vive en feudos controlados por él. Don Luis insiste, promete al rabí Moisés protección, honores y una generosa recompensa económica (se habla de trescientos mil reales de la época) y Arragel acaba por aceptar.
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La primera página de la Biblia de los Alba, en la que aparece representado Luis de Guzmán |
No sabemos mucho acerca de la vida del rabino Arragel. Nació a finales del siglo XIV y quedó huérfano muy joven, probablemente a raíz de las revueltas antijudías de 1391, por lo que debía rondar los treinta y cinco años de edad. Hombre de vastísima cultura, versado no sólo en las grandes figuras de la tradición rabínica, sino también conocedor de autores cristianos como san Jerónimo o san Bernardo, y de clásicos griegos y latinos (Aristóteles, Plinio). Uno de sus hijos, Isaac, llegó a ser un apreciado erudito, como su padre, y según algunas fuentes colaboró con él en la redacción de esta Biblia. Cuando le llegó el encargo del Maestre de Calatrava no llevaba mucho tiempo viviendo en Maqueda, pero su fama de sabio le precedía.
A petición de Luis de Guzmán, colaboran con el rabino dos eminentes religiosos cristianos: Arias de Encina, superior del monasterio franciscano de Toledo, y Vasco de Guzmán, arcediano de la catedral de Toledo. Ambos son, además, primos carnales de don Luis. Especialmente importante es la labor del primero de ellos, quien se encargará de los comentarios relativos a los autores cristianos, especialmente en aquellos puntos en los que la interpretación judía difiere de la cristiana.
Moisés de Arragel se pone de inmediato manos a la obra. Es un trabajo largo y minucioso, que le ocupará ocho años, desde 1422 hasta 1430. El trabajo se hace por partes; cuando el rabino ha terminado de traducir cada libro, lo envía a Arias, el cual, tras revisarlo, se lo devuelve antes de comenzar el siguiente. Una particularidad es que los libros de esta Biblia figuran ordenados no según el orden que sigue la Vulgata, sino en el orden que habitualmente aparecen en el canon judío.
Especial atención merecen las miniaturas que decoran el libro, un total de 334 en las 513 hojas de pergamino (1026 páginas) de las que consta la Biblia. Arragel se negó a colaborar en la ejecución de las imágenes, por ser contrario a la tradición judía. El tema se resolvió acordando que el rabino dejase un espacio en blanco donde se decidiera colocar una imagen, generalmente al final de cada capítulo. Las propias imágenes son en si un misterio: Arias de Encina decidió que fuesen artistas toledanos los encargados de realizarlas, inspirándose en las de una Biblia del tesoro de la catedral toledana, que se cree que pudo ser la llamada Biblia de San Luis. Además, las imágenes de la Biblia de los Alba son realmente atípicas en su estilo, distintas a las ilustraciones habituales de la época. En varias de ellas figuran elementos de la tradición rabínica que es difícil que los pintores cristianos conocieran; por ejemplo, aparece Caín matando a su hermano Abel mordiéndole la garganta, una versión sacada del Zohar, el texto fundamental de la mística judía. Ello lleva a creer que los pintores tuvieron la ayuda de alguien que conocía en profundidad las fuentes judías; quizá, incluso, el propio Arragel, que habría podido dar alguna indicación a los iluminadores, pese a sus reticencias iniciales.
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Caín y Abel, según la Biblia de los Alba |
El proyecto se vio favorecido por unos años de calma en las habitualmente tensas relaciones entre judíos y cristianos, en buena parte gracias a las bulas del papa Martín V, que prohibían las persecuciones, el acoso y los bautismos forzosos. Pero aún así, el rabino quiso guardarse las espaldas e incluyó en su obra un prólogo en el que copia toda la correspondencia intercambiada entre él, el Gran Maestre y Arias de Encina. Incluye, además, varios capítulos explicativos de los fundamentos del judaísmo, comparándolos con los del cristianismo y explicando sus principales diferencias.
La importancia de la Biblia de los Alba no radica sólo en el prolijo trabajo de Arragel, en su vastísimo conocimiento y sus múltiples fuentes (el Talmud, el Midrash, Maimónides, Abraham ibn Ezra, Yehudah Halevi...). También en el sentido y el significado que quiso dar a su obra. Pese al riesgo que le pueda suponer, Arragel no reniega de sus puntos de vista, defiende el honor de su pueblo, se muestra orgulloso de su condición de judío y español y recuerda los múltiples servicios que los judíos han prestado a los reyes de Castilla. Sin renunciar nunca a su fe, la argumentación de los comentarios de Arragel, presentados como un texto de doctrina comparada, deja libertad a judíos y cristianos para que cada uno saque sus propias conclusiones, abriendo la puerta a que ambas religiones lleguen, si no a un entendimiento, si al menos a una discusión razonada y serena.
La obra se finalizó oficialmente el 2 de junio de 1430 y fue enviada a la Universidad de Salamanca, al dominico fray Johan de Zamora, para un estudio preliminar. En 1433, el rabino la lleva al monasterio franciscano de Toledo donde, bajo los auspicios de Arias de Encina, es sometida a un examen público al que asisten teólogos y expertos, no sólo cristianos y judíos, sino también musulmanes.
A partir de ahí, el periplo de la Biblia se vuelve un tanto confuso. Teóricamente debería haber sido entregada a don Luis de Guzmán; sin embargo, no es mencionada en su testamento (falleció en 1443) ni en los de su viuda e hijos. Según el historiador Ladero Quesada, la Biblia se halla en 1474 en el tesoro de Enrique IV de Castilla, y a la muerte de éste (ese mismo año) pasa a su hermanastra, la reina Isabel la Católica. Posteriormente el libro pasó a manos de la Inquisición (ya fuese donado o incautado), y en 1624, el entonces Inquisidor General, Andrés Pacheco de Cárdenas, lo entrega a Gaspar de Guzmán y Pimentel, I Conde Duque de Olivares, quien lo ha reclamado como descendiente de Luis de Guzmán. Hay que hacer notar que Olivares es un notorio protector de judíos y conversos, convencido de que el país no puede permitirse la pérdida de hombres valiosos. El libro ya no saldría de la familia; en 1688 la casa de Olivares se unió a la de Alba, al casarse Francisco de Toledo y Silva, X Duque de Alba, con Catalina de Haro y Guzmán, V Duquesa de Olivares. Desde entonces, el libro pertenece al patrimonio de los Alba.
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Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tovar (1587-1645), I Conde Duque de Olivares |
La Biblia de Arragel fue uno de los últimos intentos de establecer un nexo de comunicación y entendimiento mutuo entre judíos y cristianos durante la Edad Media. El pobre rabino Arragel, que tanto se había esforzado por lograr la coexistencia pacífica entre ambas religiones, tuvo un triste final; falleció a edad muy avanzada en 1493, en Portugal, donde había buscado refugio junto a su familia, amigos y discípulos, tras la expulsión de los judíos decretada por los Reyes Católicos en 1492. Él, que tanto había hecho por su patria, acabó muriendo lejos de ella.