Aniano Jiménez Santos (centro) recibe un disparo de García-Verde (a la derecha, con gabardina)
El 31 de marzo de 1830, el rey español Fernando VII promulgaba la llamada Pragmática Sanción, que suponía derogar la Ley Sálica, que excluía del trono a las mujeres. De este modo se aseguraba que su hija Isabel, que nacería el 10 de octubre de ese año, ocuparía el trono. Algo que no gustó nada a su hermano menor, Carlos María Isidro, hasta entonces heredero. Carlos se fué al exilio en marzo de 1833 para no reconocer a Isabel como princesa de Asturias y, cuando Fernando murió en septiembre de ese año, considerándose el legítimo heredero se proclamó rey con el nombre de Carlos V, dando lugar así a la primera guerra carlista (1833-1840). Mientras que por lo general los sectores más conservadores y reaccionarios tomaron partido a favor de Carlos, los moderados y liberales se unieron mayoritariamente a las filas isabelinas. Tras siete años y más de 200000 muertos, se alcanzó un acuerdo de paz e Isabel fué reconocida como reina. Pero poco después se revivían las hostilidades: Carlos María Isidro "abdicaba" en 1845 en su hijo Carlos Luís que, bajo el nombre de Carlos VI, trató de ocupar el trono. La nueva guerra, de 1846 a 1849, tuvo mucha menos significación y sólo tuvo relevancia en regiones con fuerte arraigo carlista: Cataluña, Navarra, Aragón y el País Vasco. Habría aún una tercera guerra carlista, de 1872 a 1876, comenzada por los partidarios de Carlos María de Borbón (alias Carlos VII) tratando de aprovechar el cesconcierto causado por la abdicación de Isabel II, el reinado de Amadeo I y la proclamación de la Primera República, pero de nuevo tuvo una limitada repercusión.
Durante el siglo XX la importancia del carlismo se vió reducida paulatinamente, en medio de la multitud de partidos, movimientos y organizaciones surgidas en la convulsa política española de principios de siglo. Tras el estallido de la Guerra Civil, el regimen franquista forzó al partido carlista a fusionarse con la Falange. Esto provocó en el carlismo unos años de confusión, cismas, escisiones, etc. bajo la "regencia" de Javier de Borbón-Parma, aunque un grupo trató de establecer una nueva línea sucesoria reconociendo como heredero a Carlos de Habsburgo-Borbón (nieto de Carlos VII). Posteriormente, el movimiento carlista, originariamente derechista y conservador, comenzó un giro ideológico que lo acercó a posiciones de izquierda, aunque en contra de la voluntad de parte de sus seguidores más tradicionalistas. En abril de 1975, Javier de Borbón abdicaba en su hijo Carlos Hugo, verdadero impulsor de este cambio político, al que los sectores más reaccionarios del carlismo rechazaban.
Desde altas instancias del gobierno se veía con cierta preocupación este nuevo carlismo, por lo que se aprovechó el descontento interno con Carlos Hugo para tratar de crear un nuevo frente carlista opuesto y de carácter ultraderechista. Los descontentos carlistas más radicales se agruparon en torno a la figura del hermano menor de Carlos Hugo, Sixto Enrique, y a esta nueva facción (al parecer, organizada y financiada por los servicios secretos del gobierno español) se unieron diversos elementos de ultraderecha, procedentes de movimientos como los Guerrilleros de Cristo Rey o la Falange, e incluso mercenarios argentinos e italianos. Y proclamaron a Sixto como el auténtico aspirante, negándole la legitimidad a Carlos Hugo.
En los años cuarenta, Javier de Borbón había instaurado la costumbre de convocar, periódicamente, reuniones de seguidores carlistas en el monte navarro de Montejurra, donde en 1873 había tenido lugar una inportante batalla durante la Tercera Guerra Carlista. Por lo general, los asistentes partían desde el cercano Monasterio de Irache y ascendían a pie al monte, donde tenía lugar una misa y diversos discursos y actos de confraternización. Pero en mayo de 1976 fué radicalmente diferente. A los actos de aquel año acudían representantes de varios partidos de izquierdas (incluídos PSOE y Partido Comunista), con los que Carlos Hugo mantenía estrechas relaciones. Un grupo de seguidores de Sixto, fuertemente armados, acamparon en la cumbre el 7 de mayo amenazando a los fieles a Carlos Hugo para que no trataran de acceder a ella; según decían, la simbólica cumbre había sido "usurpada" y ellos iban a devolverla a sus legítimos dueños.
El sábado 8 de mayo varios seguidores de Carlos Hugo que trataban de acceder a la cumbre fueron amenazados por los leales a Sixto, que les amenazaron con armas de fuego. Aún así, al día siguiente, domingo 9, de nuevo los partidarios de Carlos Hugo trataron de ascender a Montejurra, como estaba previsto. Los primeros incidentes tuvieron lugar ya cerca de Irache: agresiones, pedradas, etc. que culminaron con un disparo efectuado por José Luis Marín García-Verde, un falangista ultrarreaccionario y comandante retirado del Ejército, disparo que hirió de gravedad a un seguidor de Carlos Hugo llamado Aniano Jiménez Santos, que moriría diás después en el hospital. Posteriormente, ya cerca de la cumbre, los sixtinos realizaron varios disparos contra los carloshuguinos, produciéndose varios heridos y un nuevo fallecido, Ricardo García Pellejero (al parecer, también por disparos de García-Verde).
Ante la pasividad de las fuerzas del orden, los responsables del tiroteo lograron huir del lugar. Sólo días más tarde fueron detenidos y procesados tres de los participantes: José Luis Marín García-Verde, Arturo Márquez de Prado y Fernando Carrera. Sin embargo, no llegaron ni a ser juzgados. La Ley de Amnistía de 1977, al haber sido calificados de "políticos" sus crímenes, les dejó en libertad. A Sixto de Borbón ni se le llegó a tomar declaración; fué expulsado del país poco después.
José Luís Marín García-Verde, pistola en mano durante los sucesos de Montejurra