La Purity Distilling Company era una empresa química de Boston, filial de la United States Industrial Alcohol Company, que, a principios del siglo XX, se dedicaba a la obtención de alcohol etílico mediante la fermentación de distintos subproductos del sector agrícola, especialmente de la melaza. La melaza es un residuo del proceso de fabricación y refinado del azúcar; se trata de una mezcla de azúcares, sales y otros compuestos que adquiere la forma de un líquido dulce y espeso, de consistencia similar a la miel (de ahí que también se la conozca como miel de caña) y que se usa ocasionalmente para el consumo humano (sólo la de caña de azúcar; la melaza de remolacha es amarga y se usa únicamente para la alimentación animal). La Purity empleaba luego el alcohol producido para fabricar licores o para su uso industrial en la fabricación de explosivos.
Uno de los almacenes de la Purity Distilling estaba situado en el 529 de la Commercial Street de Boston. Allí se almacenaban en depósitos las melazas hasta el momento de llevarlas a la planta de procesado, que estaba en la cercana localidad de Cambridge. La mañana del 15 de enero de 1919, los trabajadores del almacén comenzaron a escuchar una serie de inquietantes sonidos procedentes del depósito principal, de más de 15 metros de alto y 27 de diámetro. Pero a eso de las 12:30 del mediodía, se escuchó un prolongado rugido procedente del depósito, seguido de un gran estruendo similar al ruido de un tren y un sonido como el de un trueno. De repente, los remaches del depósito comenzaron a saltar con un ruido similar al de una ametralladora y, finalmente, el depósito entero reventó, arrasando las instalaciones del almacén y proyectando grandes fragmentos de metal a decenas de metros de distancia. Pero lo peor vino a continuación. Los casi nueve millones de litros de melaza que contenía, liberados de golpe, se precipitaron a las calles de Boston, formando una ola que alcanzaba los siete metros y medio de altura y se desplazaba a 56 km/h arrastrando personas, caballos y automóviles, dañando edificios e incluso haciendo descarrilar varios vagones de tren. Varias manzanas del barrio de North End quedaron cubiertas de una capa del viscoso jarabe, que en algunos puntos alcanzaba un espesor de 90 centímetros.
De inmediato se movilizaron todas las fuerzas de seguridad de la ciudad para ayudar a las víctimas, muchas de las cuales permanecían atrapadas en aquel pegajoso y dulzón lodo sin poder liberarse por sus propios medios. Policías, bomberos, la Cruz Roja, el Ejército e incluso la tripulación del USS Nantucket, un vetusto cañonero que ahora funcionaba como buque escuela y se hallaba fondeado en el puerto, se aprestaron a rescatar a los afectados por el desastre, pero, pese a sus esfuerzos, 21 personas (con edades que iban de los 10 a los 76 años) perecieron por ahogamiento o a causa de los golpes, y otras 150 quedaron heridas, además de producirse cuantiosos daños materiales.
La Purity trató de eludir su responsabilidad en la catástrofe (se decía, medio en broma medio en serio, que sus abogados habían llegado al lugar del desastre antes que los equipos de rescate) e incluso echó la culpa de lo sucedido a un sabotaje perpetrado por un grupo de anarquistas. No obstante, la investigación oficial sacó a la luz numerosas irregularidades relacionadas con el depósito que había estallado. El depósito no había pasado las pertinentes pruebas de presión antes de entrar en funcionamiento, y empleados del almacén contaron cómo era frecuente que se produjeran fugas, pero que la empresa, en lugar de repararlo, sencillamente lo hizo pintar de marrón para ocultarlas. Además, un estudio reciente con técnicas modernas ha demostrado que las paredes del depósito eran demasiado delgadas y habían sido construidas con acero de baja calidad (seguramente, para abaratar costes). Al final, tras tres años de pleitos, la USIAC se vio obligada a pagar más de un millón de dólares en indemnizaciones. El almacén de Commercial Street sería abandonado por la empresa y acabaría convertido en un garaje para la compañía municipal de transportes.
La causa de la explosión se atribuyó a un exceso de presión en el interior del depósito, debido a la fermentación de la melaza, favorecida por un súbito aumento de las temperaturas (que habían pasado de -17 a 5º en apenas un día). El depósito, debido a sus defectos de fabricación, fue incapaz de soportar esa presión y acabó por reventar. Además, el tanque estaba casi completamente lleno; al parecer, la empresa había estado aumentando su producción antes de que fuera promulgada la 18ª Enmienda a la Constitución, la comúnmente conocida como Ley Seca, que prohibía la fabricación y comercialización de bebidas alcohólicas, que efectivamente se firmaría al día siguiente de la catástrofe.
Las tareas de limpieza, fundamentalmente con arena y mangueras de agua salada, se prolongaron durante meses. Las aguas del puerto tuvieron un color pardusco durante todo el invierno y la primavera siguiente, y la suciedad provocada por la melaza se extendió a otros barrios de la ciudad. Sin embargo, el característico olor a melaza tardó aún más tiempo en desaparecer, y durante décadas se dijo que, en los días más calurosos del verano, todavía rezumaba melaza de algunas grietas.