La neotenia es un proceso evolutivo por el cual una especie mantiene en su fase adulta caracteres propios de su estado juvenil, a causa de un retraso en el ritmo de su desarrollo. Se engloba dentro de la heterocronía, que comprende todos aquellos procesos por los que los organismos cambian de forma y/o tamaño por culpa de una alteración en la velocidad de crecimiento habitual.
El mítico biólogo evolutivo y paleontólogo Stephen Jay Gould fué uno de los primeros en defender que los seres humanos somos una especie neoténica con respecto a los demás primates, ya que conservamos caracteres (como el rostro pequeño y el cráneo redondeado) que los demás primates pierden en su fase adulta. Según Gould, esto nos permite seguir aprendiendo y adquiriendo nuevas aptitudes toda nuestra vida. Además, Gould escribió el ensayo Homenaje biológico a Mickey Mouse, donde pone al conocido personaje de dibujos animados como ejemplo de la neotenia.
Fijaos en la siguiente imagen:
Así era Mickey Mouse en sus inicios, en 1928. Su aspecto difiere bastante del actual:
También difieren bastante en actitud y personalidad. El Mickey original era un personaje travieso y bastante gamberro. Se pasaba el día cometiendo travesuras y gastándole bromas (algunas muy pesadas) a los personajes que lo rodeaban. Tanto era así que Walt Disney recibía a menudo cartas de espectadores protestando por su comportamiento poco edificante. Como en aquel momento Mickey ya se había convertido en el personaje más popular de su compañía, decidió someter al ratón a una "transformación": Mickey se volvió menos travieso, menos problemático, y cada vez más tierno y adorable. Y el cambio no sólo se produjo en su personalidad, sino también en su aspecto. Los dibujantes de Disney, conscientemente o no, fueron modificando su aspecto físico de acuerdo con su nueva personalidad. ¿Y cómo lo hicieron? Dándole características típicas de las crías de numerosos animales, incluídos los seres humanos: brazos y piernas más cortas, cráneo más prominente, rostro más amplio, ojos de mayor tamaño. Características todas que despiertan sentimientos de ternura y protección en los adultos. Gould tenía toda la razón del mundo: un ejemplo perfecto de neotenia.
sábado, 31 de diciembre de 2011
miércoles, 28 de diciembre de 2011
El viaje en el tiempo, más cerca
En 2005 se dió el primer paso para la teleportación (si, lo que hemos visto tantas veces en Star Trek), aunque fué bastante menos espectacular que en el cine. Un equipo de la Universidad de Ginebra dirigido por el doctor Nicolás Gisin lograba transferir las propiedades cuánticas de un fotón a otro fotón situado a dos kilómetros de distancia. Así dicho suena bastante poco emocionante, pero las implicaciones del experimento eran infinitas. Ahora, un nuevo experimento viene a dar un vuelco a la física moderna.
Un equipo mixto de científicos de las universidades de Miskatonic (EEUU) y de Karakura (Japón), dirigidos por las doctoras Hakuna Matata e Inoue Orihime trataban de reproducir el experimento de Gisin como parte de un proyecto llamado Time And Relative Dimension In Space cuando notaron un hecho sorprendente: el fotón B, el que supuestamente debía recibir las propiedades cuánticas del fotón original, parecía transformarse antes de que dichas propiedades fueran transferidas. La diferencia era de apenas unos milisegundos, pero lo suficiente para ser medible. El experimento se repitió varias veces, siempre con el mismo resultado. De alguna manera aún desconocida, la transformación se producía con anterioridad al inicio del experimento.
Las consecuencias de este experimento son inimaginables. La posibilidad de alterar las condiciones del pasado abre la puerta a que éste pueda ser cambiado, al menos en teoría. Las aplicaciones de este descubrimiento permitirían cambiar los acontecimientos ya producidos, pero la investigación está en una fase muy temprana y necesitamos aún hacer muchas pruebas para comprender cómo es posible, señaló la doctora Orihime en la rueda de prensa donde se hizo público el sorprendente hallazgo.
P.D: Para quién no se haya dado cuenta, este post fué publicado el 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, y es una completa invención.
Un equipo mixto de científicos de las universidades de Miskatonic (EEUU) y de Karakura (Japón), dirigidos por las doctoras Hakuna Matata e Inoue Orihime trataban de reproducir el experimento de Gisin como parte de un proyecto llamado Time And Relative Dimension In Space cuando notaron un hecho sorprendente: el fotón B, el que supuestamente debía recibir las propiedades cuánticas del fotón original, parecía transformarse antes de que dichas propiedades fueran transferidas. La diferencia era de apenas unos milisegundos, pero lo suficiente para ser medible. El experimento se repitió varias veces, siempre con el mismo resultado. De alguna manera aún desconocida, la transformación se producía con anterioridad al inicio del experimento.
Las consecuencias de este experimento son inimaginables. La posibilidad de alterar las condiciones del pasado abre la puerta a que éste pueda ser cambiado, al menos en teoría. Las aplicaciones de este descubrimiento permitirían cambiar los acontecimientos ya producidos, pero la investigación está en una fase muy temprana y necesitamos aún hacer muchas pruebas para comprender cómo es posible, señaló la doctora Orihime en la rueda de prensa donde se hizo público el sorprendente hallazgo.
P.D: Para quién no se haya dado cuenta, este post fué publicado el 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, y es una completa invención.
lunes, 26 de diciembre de 2011
De cómo Ramón María del Valle-Inclán perdió su brazo
Ramón María del Valle-Inclán
Parte del inconfundible aspecto del gran literato español Ramón María del Valle-Inclán tenía que ver con la ausencia de su brazo izquierdo. El propio Valle-Inclán gustaba a menudo de contar diversas versiones, a cual más excéntrica y fabulosa, de la pérdida de dicho miembro. Unas veces contaba que, estando en África y viéndose perseguido por un león hambriento, se lo había dado a la fiera para que, mientras ésta se entretenía devorándolo, le diese tiempo a escapar. Otras veces decía que se lo había regalado a un escritor que acostumbraba a plagiar sus obras, para que pudiera firmarlas con su propia mano. La verdad era mucho más prosaica: había perdido el brazo a resultas de una riña en un café.
Todo ocurrió, si las fuentes son exactas, el 24 de julio de 1899, en el Café de la Montaña, cerca de la madrileña Puerta del Sol. Se reunían de tertulia allí habitualmente, además de Valle-Inclán, otros intelectuales como el poeta Antonio Palomero, el pintor Ricardo Baroja (hermano de Pío Baroja), el dramaturgo Jacinto Benavente (Nobel de Literatura en 1922) o el periodista Manuel Bueno. Aquel 24 de julio la tertulia giró sobre el enfrentamiento que el día anterior habían tenido dos jóvenes conocidos de los tertulianos: Leal da Cámara, pintor y caricaturista portugués, y un joven de buena familia llamado López del Castillo, que habían pasado de los argumentos a los insultos y de ahí, a retarse en duelo. En cierto momento, Bueno intervino en la discusión para decir que el duelo no se celebraría, ya que Leal da Cámara no tenía edad para batirse (contaba sólo 22 años). A lo que Valle-Inclán respondió con su característico ceceo: No zea uzted majadero que uzted no zabe una palabra de ezo.
Viéndose así insultado, Bueno reaccionó echando mano de su bastón para acometer con él a Valle-Inclán, quien a su vez se defendió enarbolando una botella de agua. Bueno propinó a su contrincante un fuerte bastonazo dirigido a su cabeza, que Valle logró detener parcialmente con el brazo izquierdo. Sin embargo, el golpe, además de abrirle una brecha en la cabeza, le fracturó los huesos del antebrazo izquierdo y le clavó en la muñeca el gemelo de la camisa. Los demás miembros de la tertulia lograron entonces separarlos y Valle fué llevado a un médico, que le hizo una cura somera y le vendó el brazo. Sin embargo, el dolor iba en aumento, hasta impedirle incluso dormir, y unos días después Valle volvió al médico, quien encontró que la herida, agravada por la complicada fractura, se había infectado y mostraba signos inequívocos de gangrena, por lo que era necesaria la amputación. Consultado el escritor, dió su permiso, pero pidió que no le anestesiaran para poder contemplar la intervención (dicen que incluso se recortó la barba para no perderse detalle); y cuentan que hasta se fumó un puro mientras observaba. Al final, el dolor le venció y se desmayó.
Al despertarse, ya sin brazo y con el muñón vendado, lo primero que dijo fué: ¡Cómo me duele este brazo!, a lo que Benavente, que había permanecido a su lado durante la operación y el posoperatorio, le contestó: Ese ya no, don Ramón.
Más tarde, sus amigos comunes lograron incluso que Valle y Bueno se reconciliaran. Valle aprovechó su mutilación para presentar un aspecto si cabe más extravagante todavía, y en las tertulias a las que acudía gustaba de compararse con el otro manco ilustre de las letras españolas, Miguel de Cervantes. Tanto lo hacía que más de una vez sus amigos le tuvieron que recordar, burlonamente: ¡Que no fué en Lepanto, don Ramón!.
sábado, 24 de diciembre de 2011
Las momias de Tarim
El hombre de Cherchen, una de las momias de Tarim más famosas
Desde principios del siglo XX diversos exploradores y viajeros europeos que recorrieron la región hicieron referencia a la existencia en el desierto de Taklamakán de enterramientos con cuerpos extraordinariamente bien conservados, pero la auténtica revelación no llegó hasta 1978, cuando un arqueólogo chino llamado Wang Binghua llegó a la región en busca de antiguos asentamientos y un habitante de la zona le aconsejó visitar un lugar llamado Qäwrighul (en chino, Gumugou). Allí Wang halló la primera de una serie de tumbas excavadas en el desierto que contenían cuerpos momificados. Dos cosas llamaron poderosamente su atención: primero, su excelente estado de conservación. Aunque se trataba de cuerpos muy antiguos (posteriormente se datarían en torno al 1800 aC) aquellos restos estaban perfectamente preservados y sus rasgos eran perfectamente distinguibles. Y segundo, que pese a hallarse en el corazón de Asia, sus rasgos no eran chinos. Se trataba de personas de elevada estatura (muchos alcanzaban el metro ochenta de altura, muy por encima de la media de los chinos, incluso hoy en día), cabellos y barbas rubios o pelirrojos y aspecto indudablemente caucásico. Había hombres, mujeres y niños, y se han hallado más de un centenar de ellas.
¿Qué pintaban personas de rasgos europeos en plena China dos mil años antes de Cristo?. Las autoridades chinas no se mostraron demasiado impresionadas y durante años no se investigó demasiado. Había un trasfondo político, o más bien nacionalista. En efecto, los chinos poseen un gran orgullo por su cultura y su historia, son los inventores del papel y la tinta, de la pólvora y la brújula. Y les daba algo de apuro reconocer que había europeos en la zona en una época tan temprana y que pudieran haber tenido influencia en el origen de la cultura china. De hecho, hoy en día bastantes autores atribuyen a poblaciones procedentes de Europa Oriental la introducción en Extremo Oriente de adelantos tales como la domesticación del caballo, el uso de carros o determinados tipos de metalurgia avanzada. Además, la zona está cerca de la frontera con la antigua URSS y a los políticos chinos no les interesaba hacer público que en ese lugar había tumbas antiguas que se parecían bastante más a sus incómodos vecinos que a ellos.
Pero sigamos con las momias de Tarim. Hay que decir que se trata de momias naturales, no artificiales. No fueron sometidos a ningún complejo proceso de conservación, como las egipcias, sino que el método de enterramiento y el lugar donde fueron sepultadas son los responsables de su conservación. En tumbas poco profundas y en un desierto extermadamente árido como es Taklamakán, los cuerpos se deshidrataron muy rápidamente. Unid a ello un suelo rocoso y ligeramente salino, y obtendreis momias instantáneas.
En seguida surgieron teorías acerca de quienes eran los habitantes de Tarim. Los primeros y más obvios sospechosos fueron los tocarios. Este pueblo, conocido por los chinos como yuezhi o yuechi, eran de origen europeo y aparecen mencionados por los griegos ya en el siglo II a. C. Su idioma, el tocario, era una lengua indoeuropea y tuvieron cierta relevancia en el primer milenio de nuestra era, antes de ser derrotados y asimilados por los uigures en torno al siglo IX d. C. También hubo quién especuló, por el estilo de su artesanía, especialmente la textil, de que se trataba de poblaciones de origen céltico, algo que no tardó en descartarse. Incluso hubo quienes los relacionó con los cumanos, una tribu nómada de Europa Oriental.
Y sin embargo, puede que ninguna de estas posibilidades sea la correcta. Estudios genéticos de las momias parecen mostrar una mezcla de dos linajes genéticos en las momias de Tarim. Uno de ellos parece proceder de Europa Oriental, de las estepas rusas y ucranianas, y el otro al parecer es iranio. Pero en cualquier caso la unión de ambos linajes se produjo antes de la llegada de aquel pueblo a la cuenca del Tarim. Seguramente procedían del norte, de las llanuras siberianas. Las llamadas culturas de Afanasevo y Andronovo parecen haber sido sus antecedentes directos. En el segundo milenio antes de Cristo las condiciones de la cuenca del tarim eran bastante diferentes, no era tan árida y había más vegetación y cursos de agua, con lo que hubieran podido mantener sin dificultad su modo de vida, basado en una rudimentaria agricultura y la ganadería de caballos, ovejas y cabras.
¿Qué fué del pueblo que enterró a sus muertos en Tarim? Seguramente no se fueron a ninguna parte y se fundieron con las sucesivas oleadas de población que fueron llegando a la zona. La etnia han, predominante en la China actual, no llegó a la zona hasta el siglo III a. C. y las etnias centroasiáticas de hoy en día (kazajos, tayikos, kirguís) son según todos los indicios resultado de la unión de poblaciones orientales con otras de origen europeo. Aún hoy en día es frecuente encontrar entre los uigures individuos de características que se apartan notablemente de las características habituales de las poblaciones orientales, con individuos de piel blanca, ojos azules o verdes y rasgos caucásicos, herencia de su mestizaje con los tocarios.
sábado, 17 de diciembre de 2011
La batalla de Okehazama
La batalla de Okehazama (tríptico de Yoshitoshi, c.1860)
La batalla de Okehazama está considerada como uno de los momentos cruciales de la historia de Japón. Cimentó el poder del vencedor, Nobunaga Oda, quien posteriormente alcanzaría un papel muy relevante en la política japonesa. Además, de por sí Okehazama es un extraordinario ejemplo de estrategia militar. Si hubiera tenido lugar en Occidente, posiblemente su nombre nos sería tan familiar como los de Cannas, Farsalia o Austerlitz.
Japón, siglo XVI. El país se halla bajo un régimen feudal. Todos reconocen la autoridad del Emperador, pero éste rara vez se aventura fuera de la capital, Kioto, y delega su poder en un jefe militar o shogun. Fuera de allí, quienes controlan el país son los daimyo, señores feudales que gobiernan un determinado territorio gracias a la fuerza de sus ejércitos, y que a menudo se hacen la guerra entre ellos para aumentar sus posesiones.
Nobunaga Oda nació en 1534. A la muerte de su padre, un daimyo llamado Nobuhide Oda, en 1551, se hizo con el control del clan Oda por la fuerza, matando a su hermano Nobuyuki y a su tío Nobutomo, que le disputaban el mando.
Años más tarde, en mayo de 1560, su camino se cruzó con el de Yoshimoto Imagawa. Éste era uno de los daimyo más poderosos de Japón, ambicioso y sin escrúpulos. Tras aliarse con los clanes Matsudaira, Takeda y Go-Hojo, reunió un impresionante ejército de más de 25000 soldados y se encaminó hacia Kioto, teóricamente para apoyar al shogunato del clan Ashikaga, pero seguramente para acabar con él e imponerse a sí mismo como shogun. Y su camino cruzaba por las posesiones del clan Oda. Nobunaga tenía a sus órdenes apenas 3000 hombres, acantonados en un templo llamado Zenshoji. Ante tal desproporción de fuerzas, Nobunaga consideró cuidadosamente su estrategia. Descartado, por supuesto, rendirse o escapar, como le recomendaban algunos de sus consejeros, le quedaban pocas opciones. Sabía que enfrentarse al ejército de Imagawa en campo abierto era un suicidio, con una desproporción de diez a uno. Tampoco era viable resistir en Zenshoji, ya que tarde o temprano las tropas de Imagawa tomarían el lugar o los rendirían por hambre. Por eso determinó que la mejor estrategia era precisamente la más inesperada: tomar la iniciativa y atacar a los invasores. Tenía a su favor dos factores: el elemento sorpresa, ya que Imagawa no esperaría jamás un ataque; y el conocimiento de su territorio.
Imagawa, convencido de su victoria, había establecido su campamento en un lugar poco apropiado: un desfiladero conocido como Dengaku-hazama, cubierto por un espeso bosque. Dejando atrás a unos pocos hombres, para hacer creer al ejército invasor que seguían en el mismo lugar, Nobunaga condujo a sus hombres hacia el campamento enemigo, moviéndose con precaución a través de la espesura para no ser descubiertos. Un tercer factor acudió en su auxilio: la climatología. Hasta aquel momento había sido un día de un calor bochornoso, pero justo en ese momento estalló un súbito aguacero que hizo que los hombres de Imagawa buscaran refugio, permitiendo así a Nobunaga y los suyos llegar hasta las proximidades del campamento sin ser vistos.
Pasada la tormenta, a una orden de su líder, los soldados de Nobunaga cayeron sobre sus enemigos tan de improviso, que éstos, pese a su superioridad numérica, apenas pudieron oponer resistencia y acabaron huyendo desordenadamente. Como ya he dicho, era un día de mucho calor y los soldados de Imagawa, seguros de vencer, habían estado celebrando la victoria, por lo que muchos de ellos ni siquiera llevaban puestas sus armaduras. A todo esto, en plena batalla, Imagawa salió de su tienda muy enfadado. ¡Creía que el alboroto que oía eran sus soldados, ebrios, haciendo ruído e iba a ordenarles que se callaran y volvieran a sus puestos! Debió sorprenderse mucho al ver a su ejército en desbandada... al menos hasta que un samurai de Nobunaga, llamado Shinsuke Mori, le decapitó.
Okehazama supuso el fin del dominio del clan Imagawa (que no tardaría en perder sus tierras e influencia) a la vez que el inicio del apogeo del clan Oda. Nobunaga se convirtió en la figura clave del gobierno de Japón, manteniéndose cerca de la corte de Kioto, de la que recibió títulos y homenajes. Aliado del shogun Yoshiaki Ashikaga primero, luego se enemistó con él y lo depuso. El gran sueño de Nobunaga era la unificación efectiva de todo el territorio japonés bajo un mando fuerte, y llegó a controlar directamente gran parte del centro y el oeste del país, antes de que la traición de uno de sus generales, Mitsuhide Akechi, le llevara a cometer suicidio por el ritual tradicional del sepukku el 21 de junio de 1582. Aún así, se le considera uno de los tres precursores de la unificación del Japón, junto a Hideyoshi Toyotomi (que fué general suyo) e Ieyasu Tokugawa (aliado de Imagawa, luego lo fué de Nobunaga).
¡Nacimos para morir! Quien quiera que esté conmigo, que venga mañana al campo de batalla. Quien no, que se quede donde está y me vea vencer (Nobunaga Oda, la víspera de su victoria en Okehazama).
La batalla de Okehazama está considerada como uno de los momentos cruciales de la historia de Japón. Cimentó el poder del vencedor, Nobunaga Oda, quien posteriormente alcanzaría un papel muy relevante en la política japonesa. Además, de por sí Okehazama es un extraordinario ejemplo de estrategia militar. Si hubiera tenido lugar en Occidente, posiblemente su nombre nos sería tan familiar como los de Cannas, Farsalia o Austerlitz.
Japón, siglo XVI. El país se halla bajo un régimen feudal. Todos reconocen la autoridad del Emperador, pero éste rara vez se aventura fuera de la capital, Kioto, y delega su poder en un jefe militar o shogun. Fuera de allí, quienes controlan el país son los daimyo, señores feudales que gobiernan un determinado territorio gracias a la fuerza de sus ejércitos, y que a menudo se hacen la guerra entre ellos para aumentar sus posesiones.
Nobunaga Oda nació en 1534. A la muerte de su padre, un daimyo llamado Nobuhide Oda, en 1551, se hizo con el control del clan Oda por la fuerza, matando a su hermano Nobuyuki y a su tío Nobutomo, que le disputaban el mando.
Años más tarde, en mayo de 1560, su camino se cruzó con el de Yoshimoto Imagawa. Éste era uno de los daimyo más poderosos de Japón, ambicioso y sin escrúpulos. Tras aliarse con los clanes Matsudaira, Takeda y Go-Hojo, reunió un impresionante ejército de más de 25000 soldados y se encaminó hacia Kioto, teóricamente para apoyar al shogunato del clan Ashikaga, pero seguramente para acabar con él e imponerse a sí mismo como shogun. Y su camino cruzaba por las posesiones del clan Oda. Nobunaga tenía a sus órdenes apenas 3000 hombres, acantonados en un templo llamado Zenshoji. Ante tal desproporción de fuerzas, Nobunaga consideró cuidadosamente su estrategia. Descartado, por supuesto, rendirse o escapar, como le recomendaban algunos de sus consejeros, le quedaban pocas opciones. Sabía que enfrentarse al ejército de Imagawa en campo abierto era un suicidio, con una desproporción de diez a uno. Tampoco era viable resistir en Zenshoji, ya que tarde o temprano las tropas de Imagawa tomarían el lugar o los rendirían por hambre. Por eso determinó que la mejor estrategia era precisamente la más inesperada: tomar la iniciativa y atacar a los invasores. Tenía a su favor dos factores: el elemento sorpresa, ya que Imagawa no esperaría jamás un ataque; y el conocimiento de su territorio.
Imagawa, convencido de su victoria, había establecido su campamento en un lugar poco apropiado: un desfiladero conocido como Dengaku-hazama, cubierto por un espeso bosque. Dejando atrás a unos pocos hombres, para hacer creer al ejército invasor que seguían en el mismo lugar, Nobunaga condujo a sus hombres hacia el campamento enemigo, moviéndose con precaución a través de la espesura para no ser descubiertos. Un tercer factor acudió en su auxilio: la climatología. Hasta aquel momento había sido un día de un calor bochornoso, pero justo en ese momento estalló un súbito aguacero que hizo que los hombres de Imagawa buscaran refugio, permitiendo así a Nobunaga y los suyos llegar hasta las proximidades del campamento sin ser vistos.
Pasada la tormenta, a una orden de su líder, los soldados de Nobunaga cayeron sobre sus enemigos tan de improviso, que éstos, pese a su superioridad numérica, apenas pudieron oponer resistencia y acabaron huyendo desordenadamente. Como ya he dicho, era un día de mucho calor y los soldados de Imagawa, seguros de vencer, habían estado celebrando la victoria, por lo que muchos de ellos ni siquiera llevaban puestas sus armaduras. A todo esto, en plena batalla, Imagawa salió de su tienda muy enfadado. ¡Creía que el alboroto que oía eran sus soldados, ebrios, haciendo ruído e iba a ordenarles que se callaran y volvieran a sus puestos! Debió sorprenderse mucho al ver a su ejército en desbandada... al menos hasta que un samurai de Nobunaga, llamado Shinsuke Mori, le decapitó.
Okehazama supuso el fin del dominio del clan Imagawa (que no tardaría en perder sus tierras e influencia) a la vez que el inicio del apogeo del clan Oda. Nobunaga se convirtió en la figura clave del gobierno de Japón, manteniéndose cerca de la corte de Kioto, de la que recibió títulos y homenajes. Aliado del shogun Yoshiaki Ashikaga primero, luego se enemistó con él y lo depuso. El gran sueño de Nobunaga era la unificación efectiva de todo el territorio japonés bajo un mando fuerte, y llegó a controlar directamente gran parte del centro y el oeste del país, antes de que la traición de uno de sus generales, Mitsuhide Akechi, le llevara a cometer suicidio por el ritual tradicional del sepukku el 21 de junio de 1582. Aún así, se le considera uno de los tres precursores de la unificación del Japón, junto a Hideyoshi Toyotomi (que fué general suyo) e Ieyasu Tokugawa (aliado de Imagawa, luego lo fué de Nobunaga).
¡Nacimos para morir! Quien quiera que esté conmigo, que venga mañana al campo de batalla. Quien no, que se quede donde está y me vea vencer (Nobunaga Oda, la víspera de su victoria en Okehazama).
domingo, 11 de diciembre de 2011
La catástrofe de Vajont
La presa de Vajont, hoy
Poderoso caballero es Don Dinero, dice un antiguo refrán español. Que como la mayoría de los refranes, suele tener razón. A menudo resulta sorprendente ver cómo los intereses económicos o políticos a menudo priman sobre las demás consideraciones, incluída (lamentablemente) la vida humana.
Italia, devastada por la Segunda Guerra Mundial, había sufrido una posguerra igualmente dura. Privada de recursos, obtenía la mayor parte de su energía eléctrica (hasta un 80% en los años cincuenta) de las instalaciones hidroeléctricas, especialmente las situadas al Norte, en la región de los Alpes. En este contexto hay que situar el proyecto de Vajont.
El proyecto de la presa de Vajont comenzó a gestarse a principios de los años cincuenta. Era sin duda uno de los proyectos más ambiciosos de la historia de la ingeniería civil italiana: una inmensa presa que embalsaría el río Vajont en un desfiladero bajo el monte Toc, a unos 100 kilómetrtos al norte de Venecia, con una altura de más de 260 metros (la segunda más alta del mundo) y una capacidad de 170 hectómetros cúbicos.
Pero el proyecto contó con detractores desde su inicio. Muchos alertaban de la inestabilidad geológica de la zona escogida por la empresa promotora, SADE (Società Adriatica di Elettricità), posteriormente absorbida por la ENEL. A pesar de que los responsables afirmaban tener estudios e informes detallados de geólogos e ingenieros que respaldaban el proyecto, mucha gente creía que el riesgo era demasiado alto. Entre los críticos destaca un nombre: Tina Merlin, antigua partisana y periodista del periódico comunista L'Unità, quien batalló incesantemente para denunciar el peligro que corrían los que vivían cerca de la presa. No sólo no le hicieron caso, sino que incluso fué procesada por divulgación de información falsa (aunque fué absuelta). Pese a las presiones, siguió denunciando la amenaza.
Las obras de la presa comenzaron en 1957 y duraron tres años. En 1959, SADE contrató a Leopold Müller, un prestigioso geólogo austríaco, para que desmintiera de una vez por todas los supuestos peligros de la construcción. Les salió el tiro por la culata: el exhaustivo informe de Müller alertaba de la inestabilidad de la ladera izquierda del desfiladero y desaconsejaba el llenado de la presa. Pero los responsables prefirieron ocultarlo y seguir adelante con el proyecto. Igualmente ignoraron los repetidos avisos producidos: grietas, pequeños desprendimientos y movimientos de tierras, incluso un aumento de la actividad sísmica. Dichos avisos se multiplicaron con las primeras pruebas de llenado, a partir de 1960. Pero nadie hizo nada. Había demasiados intereses en juego, demasiado dinero cambiando de manos (se habló de que la mismísima mafia tenía parte en el negocio), y los que podían hacer algo prefirieron callar.
Así llegamos a 1963. La tercera prueba de llenado se inicia en abril y se suspende el 4 de septiembre, dado que la amenaza de derrumbe es ya más que evidente. Se planea vaciar totalmente la presa para acometer nuevas obras de consolidación de la problemática ladera, pero ya es demasiado tarde.
El 9 de octubre, a las 22:39 horas, un estruendo como nunca antes habían oído sacude a los habitantes de una amplia zona alrededor de la presa. La tristemente famosa ladera izquierda del Monte Toc se ha venido abajo. Doscientos setenta millones de metros cúbicos de tierra y rocas se derrumban a más de 80 km/h sobre la presa aún medio llena. La presa resiste el embate; estaba muy bien construída. Pero el efecto de semejante masa sobre el embalse... fué como arrojar un ladrillo en un cubo de agua. Una gigantesca ola de varias decenas de metros de altura sobrepasa la presa desplazándose río abajo y río arriba con una furia imparable. Río arriba, el agua (y también la onda expansiva generada por el gigantesco movimiento de agua) afecta a varias pequeñas localidades del municipio de Erto e Casso, como Le Spesse, San Martino, Cristo, Prada, Pineda o Marzana, causando más de 150 muertos. Pero el mayor daño se produce río abajo. Allí, una ola cuyo frente medía más de 100 m. al sobrepasar la presa, recorre 40 km. por el valle del Piave hasta llegar al mar, arrasando a su paso las localidades de Longarone, Rivalta, Villanova, Faè y Pirago, causando cerca de 1500 muertos, y arrastrando numerosos cadáveres hasta el lago de Venecia.
El número de muertos seguramente nunca se sabrá con certeza. Las cifras oficiales hablan de 1972 (1458 en Longarone, 158 en Erto e Casso, 111 en el ayuntamiento de Castellavazzo y 183 en otros ayuntamientos, además de 62 trabajadores de la presa).
Tras la espantosa tragedia es hora de pedir responsabilidades. Once personas son procesados como responsables de lo sucedido: Alberico Biadene (ingeniero y director de la obra), Mario Pancini (ingeniero, jefe de obra), Pietro Frosini (ingeniero del Consejo de Obras Públicas, presentó el proyecto para su aprobación), Francesco Sensidoni (ingeniero jefe del Servicio de Presas), Curzio Batini (ingeniero del Consejo de Obras Públicas, sustituyó a Frosini en el cargo), Francesco Penta (geólogo, asesor de SADE y miembro del Consejo Superior de Obras Públicas), Luigi Greco (presidente del Consejo de Obras Públicas, autorizó el proyecto de la presa), Almo Violin (ingeniero, jefe del Servicio de Ingenieros Civiles de la provincia de Belluno), Dino Tonini (ingeniero de la SADE), Roberto Marin (ingeniero y director general de la SADE) y Augusto Ghetti (ingeniero, jefe del Instituto de Hidráulica de la Universidad de Padua, realizó un estudio descartando la posibilidad de un desprendimiento). Sólo diez se sentaron en el banquillo de los acusados al comenzar el juicio, en febrero de 1967, ya que Francesco Penta murió por causas naturales en 1965. Y sólo nueve escucharían la sentencia en marzo de 1971, ya que Mario Pancini se suicidó en 1968. Dicho veredicto fué, como era de esperar, decepcionante para las víctimas y sus familias: de todos los juzgados, sólo Biadene y Sensidoni fueron condenados, a cinco años y tres años y ocho meses de prisión, respectivamente, aunque luego recibirían un indulto que rebajó en tres años ambas condenas. El acuerdo para indemnizar a las víctimas llevaría más tiempo y no se cerraría definitivamente hasta el 2000.
La presa de Vajont sigue en pie hoy en día, como un homenaje a la insensatez y la codicia humanas.
Si queréis saber más sobre el asunto, aquí tenéis un exhaustivo informe sobre el caso:
http://oph.chebro.es/DOCUMENTACION/Congresos_Seminarios/Laderas2007/Ponencias/8%20Vaiont%20.pdf
Poderoso caballero es Don Dinero, dice un antiguo refrán español. Que como la mayoría de los refranes, suele tener razón. A menudo resulta sorprendente ver cómo los intereses económicos o políticos a menudo priman sobre las demás consideraciones, incluída (lamentablemente) la vida humana.
Italia, devastada por la Segunda Guerra Mundial, había sufrido una posguerra igualmente dura. Privada de recursos, obtenía la mayor parte de su energía eléctrica (hasta un 80% en los años cincuenta) de las instalaciones hidroeléctricas, especialmente las situadas al Norte, en la región de los Alpes. En este contexto hay que situar el proyecto de Vajont.
El proyecto de la presa de Vajont comenzó a gestarse a principios de los años cincuenta. Era sin duda uno de los proyectos más ambiciosos de la historia de la ingeniería civil italiana: una inmensa presa que embalsaría el río Vajont en un desfiladero bajo el monte Toc, a unos 100 kilómetrtos al norte de Venecia, con una altura de más de 260 metros (la segunda más alta del mundo) y una capacidad de 170 hectómetros cúbicos.
Pero el proyecto contó con detractores desde su inicio. Muchos alertaban de la inestabilidad geológica de la zona escogida por la empresa promotora, SADE (Società Adriatica di Elettricità), posteriormente absorbida por la ENEL. A pesar de que los responsables afirmaban tener estudios e informes detallados de geólogos e ingenieros que respaldaban el proyecto, mucha gente creía que el riesgo era demasiado alto. Entre los críticos destaca un nombre: Tina Merlin, antigua partisana y periodista del periódico comunista L'Unità, quien batalló incesantemente para denunciar el peligro que corrían los que vivían cerca de la presa. No sólo no le hicieron caso, sino que incluso fué procesada por divulgación de información falsa (aunque fué absuelta). Pese a las presiones, siguió denunciando la amenaza.
Las obras de la presa comenzaron en 1957 y duraron tres años. En 1959, SADE contrató a Leopold Müller, un prestigioso geólogo austríaco, para que desmintiera de una vez por todas los supuestos peligros de la construcción. Les salió el tiro por la culata: el exhaustivo informe de Müller alertaba de la inestabilidad de la ladera izquierda del desfiladero y desaconsejaba el llenado de la presa. Pero los responsables prefirieron ocultarlo y seguir adelante con el proyecto. Igualmente ignoraron los repetidos avisos producidos: grietas, pequeños desprendimientos y movimientos de tierras, incluso un aumento de la actividad sísmica. Dichos avisos se multiplicaron con las primeras pruebas de llenado, a partir de 1960. Pero nadie hizo nada. Había demasiados intereses en juego, demasiado dinero cambiando de manos (se habló de que la mismísima mafia tenía parte en el negocio), y los que podían hacer algo prefirieron callar.
Así llegamos a 1963. La tercera prueba de llenado se inicia en abril y se suspende el 4 de septiembre, dado que la amenaza de derrumbe es ya más que evidente. Se planea vaciar totalmente la presa para acometer nuevas obras de consolidación de la problemática ladera, pero ya es demasiado tarde.
El 9 de octubre, a las 22:39 horas, un estruendo como nunca antes habían oído sacude a los habitantes de una amplia zona alrededor de la presa. La tristemente famosa ladera izquierda del Monte Toc se ha venido abajo. Doscientos setenta millones de metros cúbicos de tierra y rocas se derrumban a más de 80 km/h sobre la presa aún medio llena. La presa resiste el embate; estaba muy bien construída. Pero el efecto de semejante masa sobre el embalse... fué como arrojar un ladrillo en un cubo de agua. Una gigantesca ola de varias decenas de metros de altura sobrepasa la presa desplazándose río abajo y río arriba con una furia imparable. Río arriba, el agua (y también la onda expansiva generada por el gigantesco movimiento de agua) afecta a varias pequeñas localidades del municipio de Erto e Casso, como Le Spesse, San Martino, Cristo, Prada, Pineda o Marzana, causando más de 150 muertos. Pero el mayor daño se produce río abajo. Allí, una ola cuyo frente medía más de 100 m. al sobrepasar la presa, recorre 40 km. por el valle del Piave hasta llegar al mar, arrasando a su paso las localidades de Longarone, Rivalta, Villanova, Faè y Pirago, causando cerca de 1500 muertos, y arrastrando numerosos cadáveres hasta el lago de Venecia.
El número de muertos seguramente nunca se sabrá con certeza. Las cifras oficiales hablan de 1972 (1458 en Longarone, 158 en Erto e Casso, 111 en el ayuntamiento de Castellavazzo y 183 en otros ayuntamientos, además de 62 trabajadores de la presa).
Tras la espantosa tragedia es hora de pedir responsabilidades. Once personas son procesados como responsables de lo sucedido: Alberico Biadene (ingeniero y director de la obra), Mario Pancini (ingeniero, jefe de obra), Pietro Frosini (ingeniero del Consejo de Obras Públicas, presentó el proyecto para su aprobación), Francesco Sensidoni (ingeniero jefe del Servicio de Presas), Curzio Batini (ingeniero del Consejo de Obras Públicas, sustituyó a Frosini en el cargo), Francesco Penta (geólogo, asesor de SADE y miembro del Consejo Superior de Obras Públicas), Luigi Greco (presidente del Consejo de Obras Públicas, autorizó el proyecto de la presa), Almo Violin (ingeniero, jefe del Servicio de Ingenieros Civiles de la provincia de Belluno), Dino Tonini (ingeniero de la SADE), Roberto Marin (ingeniero y director general de la SADE) y Augusto Ghetti (ingeniero, jefe del Instituto de Hidráulica de la Universidad de Padua, realizó un estudio descartando la posibilidad de un desprendimiento). Sólo diez se sentaron en el banquillo de los acusados al comenzar el juicio, en febrero de 1967, ya que Francesco Penta murió por causas naturales en 1965. Y sólo nueve escucharían la sentencia en marzo de 1971, ya que Mario Pancini se suicidó en 1968. Dicho veredicto fué, como era de esperar, decepcionante para las víctimas y sus familias: de todos los juzgados, sólo Biadene y Sensidoni fueron condenados, a cinco años y tres años y ocho meses de prisión, respectivamente, aunque luego recibirían un indulto que rebajó en tres años ambas condenas. El acuerdo para indemnizar a las víctimas llevaría más tiempo y no se cerraría definitivamente hasta el 2000.
La presa de Vajont sigue en pie hoy en día, como un homenaje a la insensatez y la codicia humanas.
Si queréis saber más sobre el asunto, aquí tenéis un exhaustivo informe sobre el caso:
http://oph.chebro.es/DOCUMENTACION/Congresos_Seminarios/Laderas2007/Ponencias/8%20Vaiont%20.pdf
sábado, 3 de diciembre de 2011
Raoul Walsh, Errol Flynn y el cadáver de John Barrymore
John Barrymore
Errol Flynn
Raoul Walsh
John Barrymore, abuelo de la actriz Drew Barrymore, fué un extraordinario actor y miembro de una de las más ilustres sagas de actores del Hollywood clásico. Lamentablemente para él, compartía con casi todos los miembros de dicha saga un problema que les llevaría a una muerte prematura: el alcoholismo. En su caso, fué una agresiva cirrosis, complicada al final con una neumonía, la que le llevó a la tumba. Sus últimos meses los pasó internado en un hospital, donde todavía iban a visitarle algunos de sus amigos más cercanos, entre ellos, el actor Errol Flynn (otro ilustre crápula) y el director Raoul Walsh. Ambos fueron protagonistas de una chocante aventura cuyo tercer vértice fué el cadáver de Barrymore.
John Barrymore murió el 29 de mayo de 1942. Rápidamente se avisó a los allegados, entre ellos Walsh y Flynn, que estaban en casa de éste último. Parece ser que ambos habían estado bebiendo y se encontraban algo "perjudicados". Se pusieron a recordar y a brindar por el buen amigo, hasta que Flynn tuvo que irse. Walsh se enteró poco después de que el cuerpo de Barrymore estaba en la funeraria de los hermanos Malloy. Casualmente, él conocía a uno de los Malloy, que había sido actor y había trabajado a sus órdenes. Esta coincidencia, ayudada por la generosa cantidad de alcohol ingerido, le inspiró una idea un tanto alocada. Se presentó en la funeraria y le pidió a su conocido llevarse un par de horas el cadáver de John, diciendo que era para que pudiera despedirse de él un amigo muy querido. El tal Malloy, que al parecer también había estado bebiendo, no le puso impedimento alguno, y Walsh cargó el cuerpo en su camioneta y lo llevó a casa de Flynn, donde con ayuda del mayordomo de éste (al que le dijo que el señor Barrymore estaba "algo indispuesto") lo metió en casa y lo sentó en un sillón, colocándole una copa en una mano y un cigarrillo en la otra, y se sentó esperando el regreso del actor. Cuando Errol Flynn, triste y cabizbajo por la pérdida de su amigo, entró en el salón, lo primero que vió fué el cuerpo de Barrymore, sentado donde había estado tantas otras veces. El propio Walsh cuenta que Flynn se quedó paralizado un segundo y luego saltó por una ventana al jardín (por suerte estaba en la planta baja), negándose a volver a entrar en la casa (pese a que Walsh le decía que viniera a saludar a John) hasta que que el director se llevó el cadáver de vuelta a la funeraria. Una vez allí, Malloy le preguntó: ¿Adonde se lo ha llevado, señor Walsh?. A lo que él respondió: A casa de Errol Flynn. Y el funerario le respondió: ¿Por qué demonios no me lo dijo antes? Le hubiera puesto un traje mejor.
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