La mina de zinc de Vieille Montagne (1843) |
El punto donde se unían las fronteras de Bélgica, Alemania, los Países Bajos y Moresnet Neutral |
Bandera de Moresnet |
Sello de Moresnet |
Wilhelm Molly (1838-1919) |
La mina de zinc de Vieille Montagne (1843) |
El punto donde se unían las fronteras de Bélgica, Alemania, los Países Bajos y Moresnet Neutral |
Bandera de Moresnet |
Sello de Moresnet |
Wilhelm Molly (1838-1919) |
El piloto mexicano de Fórmula 1 y NASCAR Pedro Rodríguez de la Vega viajaba siempre con una bandera mexicana y una grabación de su himno nacional, después de que tras ganar el Gran Premio de Sudáfrica de 1967 los organizadores, al no disponer de una copia del himno, acompañaran su subida al podio con La Raspa.
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La última viuda de un veterano de la Guerra de Secesión norteamericana (1861-65), Helen Viola Jackson, murió en el año 2020. En 1936 Helen, de 17 años, se había casado con el veterano James Bolin, de 93. En aquellos años era corriente que veteranos de edad avanzada se casaran con mujeres jóvenes para que ellas pudieran seguir cobrando su pensión después de que ellos hubieran muerto.
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Cuenta el historiador griego Herodoto (484-425 a. C.) en las páginas que dedica al pueblo escita que algunos guerreros de estas tribus euroasiáticas tenían una bárbara costumbre: arrancar la piel de sus enemigos muertos para forrar con ella los carcajes en los que llevaban sus flechas. Durante mucho tiempo se dudó de la veracidad de esta afirmación, dado que no existían otras fuentes que la confirmaran. Hasta que recientemente un equipo de arqueólogos analizó 45 muestras de cuero halladas en diferentes enterramientos escitas, usando espectrometría de masas para identificar proteínas específicas y averiguar la especie a la que pertenecían. La mayoría resultó ser de animales domésticos: cabras, ovejas, caballos y bóvidos. También había algunas de animales salvajes como zorros y ardillas. Y, sorprendentemente, dos de las muestras, ambas procedentes de sendos carcajes, resultaron ser de piel humana, dando así la razón a Herodoto.
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El Jenny era una goleta británica que partió en 1822 de la isla de Wight rumbo a Sudamérica. Tras hacer escala en varios puertos, el último de los cuales fue el del Callao (Perú), la goleta desapareció sin dejar rastro a principios de 1823. En septiembre de 1840 el ballenero Hope la encontró atrapada en una barrera de hielo en el Paso de Drake, con toda su tripulación congelada a bordo. La última entrada en el diario del capitán decía así: "4 de mayo de 1823. 71 días sin comida. Soy el único que sigue con vida". Algunos historiadores ponen en duda la veracidad de este suceso.
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El 20 de enero de 1953, al terminar su segundo mandato como presidente de los Estados Unidos, Harry Truman tomó el tren como un ciudadano más, camino de su casa de Independence (Missouri), charlando amigablemente con el resto de pasajeros. Había rechazado cualquier tipo de escolta por parte del servicio secreto y su única fuente de ingresos era su pensión del ejército.
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El 29 de agosto de 2007 seis misiles de crucero AGM-129, cada uno de ellos cargado con una cabeza nuclear W80-1, fueron cargados por error en un bombardero B-52H en la base aérea de Minot (Dakota del Norte) y transportados hasta la base de Barksdale (Louisiana). Durante 36 horas, nadie se dio cuenta del error ni se echaron en falta las cabezas nucleares, que permanecieron montadas en el avión sin vigilancia especial ni cumplir las precauciones obligatorias en el transporte y manipulación de armas nucleares. El incidente fue calificado como Bent Spear (un incidente de menor importancia que involucra material nuclear), un nivel más bajo que el mucho más serio Broken Arrow.
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El compositor y pianista polaco André Tchaikowsky (1935-1982) donó su calavera a la Royal Shakespeare Company para que fuera usada como parte del atrezzo de la compañía; más específicamente, para que se usara como la calavera del bufón Yorick en representaciones de Hamlet. Su deseo se cumplió finalmente en 2008, en una representación protagonizada por David Tennant.
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En el año 2008 un ejecutivo moscovita llamado Dmitry Agarkov recibió por correo una oferta de una tarjeta de crédito con un 12'9% de interés por parte de un banco ruso. Sin embargo, al leer con atención el contrato, descubrió que en realidad ese interés era un gancho publicitario y los intereses reales podían alcanzar el 43%. Enfadado con esa y otras prácticas poco éticas por parte de los bancos, decidió tomarse la justicia por su mano. Escaneó el contrato y lo modificó con un procesador de texto, añadiendo una serie de cláusulas muy favorables para él, que incluían un 0% de interés, crédito ilimitado, cero comisiones y una importante indemnización si el banco no cumplía las condiciones o trataba de romper el contrato; lo firmó y lo envió de vuelta al banco, quien, sin darse cuenta de los cambios de Agarkov, lo firmó también y le devolvió una copia. Dos años después el banco reclamó judicialmente a Agarkov las comisiones y tasas pendientes; el juez concluyó que el contrato era válido y lo eximió de pagar. A continuación, Agarkov demandó al banco por incumplimiento de contrato. La denuncia no llegó a los tribunales, ya que el banco prefirió negociar un acuerdo extrajudicial.
Raphael Oimbari, un nativo de Papúa Nueva Guinea al servicio de las tropas australianas, guía al soldado George Whittington, herido en la batalla de Buna-Gona y que moriría semanas más tarde de fiebre Tsutsugamushi, de vuelta a su base (25 de diciembre de 1942).
Jim Henson posa con Rowlf, una de sus creaciones (1963).
Un periodista soviético entrevista a un pingüino (1966).
Elvis Presley con sus padres (1937).
Robert Wadlow (1918-1940), el hombre más alto jamás conocido en la historia de la medicina (2'72 m.), posa con su familia (1935).
El pintor Claude Monet y su segunda esposa, Alice Hoschedé (1908).
La actriz Theda Bara (nacida Theodosia Burr Goodman, 1885-1955), uno de los primeros sex-symbols de Hollywood, caracterizada para su papel en Cleopatra (1917).
El Cine Oriente |
El 30 de junio de 1950, un día extremadamente caluroso, un guarda-agujas de la Renfe realizó un macabro hallazgo cerca de la vía del tren a Barcelona, en el barrio valenciano de Russafa. Al observar un bulto parcialmente sumergido en una acequia y acercarse a investigar, descubre con horror que en el interior del bulto hay una cesta de paja que contiene dos brazos y dos piernas humanas, en estado de descomposición. Avisada la policía de la Comisaría de Russafa, comienza de inmediato una investigación para identificar a la víctima que, dado que los miembros están depilados y con las uñas pintadas, se cree en primera instancia que se trata de una mujer. Una mujer de robusta complexión, visto el tamaño de las extremidades.
Con el barrio aún conmocionado con el hallazgo, tres días después un sereno encuentra en un solar de la calle Sueca, escondida tras un quiosco, una caja en cuyo interior aparece un torso, esta vez de un hombre, seccionado a la altura de la cintura y con cada mitad metida en un saco. Según le cuenta el sereno a la policía, había estado en ese mismo lugar charlando con la mujer del conserje del cercano Cine Oriente cuando tuvo que atender la llamada de un vecino. Al volver, minutos después, encontró la caja, con lo que quien quiera que la hubiera dejado allí lo había hecho en ese breve lapso de tiempo.
La policía tiene fundadas sospechas de que los restos han sido abandonados por alguien que vive cerca, así que comienza una discreta vigilancia de la zona, especialmente centrada alrededor de las calles Sueca y Denia. No tardan en averiguar un hecho interesante; en el Cine Oriente varios espectadores se han quejado del nauseabundo olor, que según su dueño se debe a la presencia de ratas muertas por el veneno que han colocado para librarse de dicha plaga. Sospechando algo turbio, los agentes piden entrevistar a los trabajadores del cine. El conserje, Salvador Rovira Pérez, de 45 años, está ausente. Según explica su mujer, María López Ducos, de 35, que trabaja en el cine como limpiadora y taquillera, unos días antes se había marchado a Barcelona, tras recibir un telegrama urgente, para resolver unos asuntos personales, y al irse le ha comentado que pretendía viajar a Francia, con lo que era previsible que estuviera ausente cierto tiempo. Pero esta historia presenta numerosos puntos débiles. El sereno no tiene noticia de que se haya entregado allí ningún telegrama últimamente, y recuerda que charlando con Salvador el día anterior a su marcha, este no le comentó nada de que fuera a salir de viaje. Además, la sobrina del conserje se muestra extrañada porque su tío aparentemente se ha ido sin llevarse su maleta, ni sus objetos personales.
La policía interroga varias veces a María y registra la casa en la que vivía con Salvador, un apartamento adyacente al cine, propiedad del mismo dueño, que se lo cede a ambos mientras trabajen para él. Allí no encuentran nada sospechoso, más que el mismo olor a putrefacción que hay en el cine. Las investigaciones sobre la pareja revelan que ambos no están en realidad casados; o mejor dicho, si están casados, pero no entre ellos. Salvador tenía una esposa, de la que llevaba siete años separado y a la que pagaba una pensión. También María estaba separada y tenía una hija. Llevan años conviviendo y su relación, tumultuosa y problemática, es la comidilla del barrio. Salvador es bebedor y mujeriego, y puede llegar a ser violento cuando bebe. María tiene un carácter iracundo, es muy celosa y está profundamente enamorada de Salvador; además, es conocida en el barrio su gran fuerza física. Las peleas a gritos entre ambos son habituales; peleas que en más de una ocasión han terminado en agresiones mutuas. Las sospechas de la policía aumentan cuando, tras ser puesta en libertad, María regresa a su casa y comienza a quemar espliego, un remedio casero contra los malos olores.
Convencidos de que la mujer oculta algo, la policía vuelve a registrar su casa. Esta vez descubren algo que se les había pasado por alto en el primer registro: una puerta oculta, que conduce a un pequeño trastero en la parte posterior del cine. Al registrar la estancia, encuentran papeles similares a los empleados para envolver los restos humanos hallados, una barra de hierro que todavía tiene adheridos restos de sangre y cabellos, una sierra, un cuchillo de carnicero y, finalmente, oculta tras una viga, hallan una caja de galletas en cuyo interior hay una cabeza humana en estado de descomposición, cubierta de tierra y serrín, que más tarde será identificada como la de Salvador Rovira.
María es arrestada y acusada del asesinato de Salvador. No tardaría en confesar ser la autora de su muerte, según ella de manera accidental. De acuerdo a su confesión, Salvador había llegado a casa borracho la madrugada del día 27, y se había enfurecido al descubrir que, debido a sus problemas económicos, María había empeñado varios objetos de la casa. Se había producido una de sus peleas habituales y Salvador había tratado de estrangular a María, quien para defenderse le había propinado un fuerte empujón a resultas del cual Salvador había caído al suelo, golpeándose la cabeza. María, creyéndolo inconsciente, lo había arrastrado hasta la cama y lo había acostado, pero a la mañana siguiente descubrió que estaba muerto. Asustada, había querido deshacerse del cadáver descuartizándolo y abandonando sus restos en distintos lugares; hasta se había tomado la molestia de depilar y pintar las uñas de brazos y piernas, para hacer creer que se trataba de los de una mujer y que no los relacionasen con los demás.
María López es juzgada y condenada a seis años y un día de cárcel por homicidio involuntario, y a cinco meses de arresto y 5000 pesetas de multa por inhumación ilegal. Años después, ya cumplida su condena, regresaría a Valencia para vivir en el barrio del Carmen, donde los vecinos la recuerdan como una mujer huraña y solitaria.
La historia de este crimen sería llevada al cine en 1997, en una película titulada El crimen del Cine Oriente, dirigida por Pedro Costa y protagonizada por Pepe Rubianes y Anabel Alonso.
Escudo del municipio de Líjar (Almería) |
Corría el mes de septiembre del año 1883 cuando el rey de España Alfonso XII partió en un viaje oficial para visitar varios países europeos. A pesar de la turbulenta situación política en España (que incluía disturbios provocados por movimientos anarquistas, desórdenes públicos en ciudades como Barcelona y Burgos e incluso una fallida sublevación republicana en agosto) el gobierno, presidido por el liberal Práxedes Mateo Sagasta, dio su visto bueno al viaje.
Alfonso XII visitó primero el Imperio Austro-Húngaro, donde fue recibido por el emperador Francisco José I, y luego el Imperio Alemán donde, además de firmar un tratado comercial y tratar de estrechar lazos con su gobierno (en un momento en el que las relaciones españolas con Francia y el Reino Unido distaban de ser cordiales), asistió junto a otros soberanos y príncipes europeos a unas maniobras del ejército alemán, invitado por el káiser Guillermo I. Además, el káiser nombró al rey español coronel honorario del 15º Regimiento de Ulanos, un nombramiento que Alfonso aceptó de muy buen grado. Lo cierto es que el rey español nunca había escondido su carácter germanófilo; no solo había estudiado en la Academia Teresiana de Viena (el célebre Collegium Theresianum) sino que estaba casado con una princesa austríaca de origen alemán, María Cristina de Habsburgo-Lorena. El rey Alfonso quiso también, pese a que algunos de sus ayudantes le advirtieron en contra, seguir el desarrollo de las maniobras vestido con el uniforme de coronel alemán, lo cual era en cierta medida inconveniente para la diplomacia española. Apenas una década antes, el ejército alemán había derrotado contundentemente a los franceses en la Guerra Franco-prusiana, lo que había supuesto no solo la caída del emperador Napoleón III, sino la pérdida de las regiones de Alsacia y Lorena, anexionadas por los alemanes. Y precisamente en Estrasburgo, capital de la Alsacia, estaba destinado el 15º Regimiento de Ulanos, cuyo uniforme lucía orgullosamente Alfonso. Huelga decir que la actitud del rey español causó malestar en Francia, cuya prensa se hizo amplio eco de sus acciones.
Alfonso Francisco de Asís Fernando Pío Juan María de la Concepción Gregorio Pelayo de Borbón y Borbón, Alfonso XII (1857-1885), con el uniforme de coronel de los ulanos |
Pero la imprudencia de Alfonso aún llegaría más lejos. Tras cinco días de maniobras, el 25 de septiembre de 1883 el káiser ofreció a sus invitados un suntuoso banquete en el castillo de Bad Homburg, durante el cual Alfonso XII pronunció un entusiasta brindis en el que no solo alababa al imperio alemán y a su ejército, sino que ofrecía el apoyo de España en una futura guerra. Algo que sobrepasaba sus atribuciones; según la Constitución de 1876, el rey no podía tomar una decisión así sin la aprobación del gobierno. Pero aún fue más lejos; en una conversación privada con el káiser, le ofreció, en caso de un nuevo conflicto con Francia, desplegar el ejército español en los Pirineos para disuadir a los franceses de atacar a Alemania, aunque esto no se sabría hasta más tarde. Aún así, sus inoportunas declaraciones estuvieron a punto de causar un incidente diplomático y el mismo canciller alemán Otto von Bismarck tuvo que matizar las palabras del rey para evitarlo.
Tras abandonar Alemania, Alfonso XII viajó a Bélgica, siendo recibido en Bruselas por el rey Leopoldo II. Y a continuación se dirigió a la última parada de su viaje: Francia, donde todavía escocían sus palabras y el pueblo parisino, azuzado por la prensa, le preparaba un recibimiento hostil. El tren que llevaba a Alfonso XII llegó el 29 de septiembre a la Estación del Norte de París, donde le esperaba para recibirlo una comisión oficial encabezada por el presidente de la República, Jules Grévy. Y el bendito rey Alfonso no tuvo mejor ocurrencia que bajarse del tren... vestido con su uniforme de oficial alemán. Al pasmo inicial de la comisión de recibimiento le siguió de inmediato un estallido de furia de los centenares de curiosos que se habían congregado para ver llegar al rey español, que prorrumpieron en silbidos y gritos de "¡Abajo el ulano!" y "¡Viva la República!". Alfonso tuvo que abandonar precipitadamente la estación, pero los insultos y abucheos por parte de los parisinos lo acompañaron a él y a su séquito todo el camino hasta la embajada española, donde se alojaría, e incluso el carruaje en el que viajaba, acompañado del presidente del Consejo de Ministros Jules Ferry, recibió el impacto de varios objetos.
François Judith Paul Grévy, "Jules Grévy" (1807-1891) |
La situación era tan tensa que Alfonso XII consideró seriamente la posibilidad de suspender su visita y regresar de inmediato a España. Lo impidió el presidente Grévy, que acudió a la embajada española para presentar una disculpa oficial por los incidentes y convencer al rey para que asistiese al banquete oficial que se iba a celebrar en su honor en el Palacio del Elíseo. También hizo público un comunicado de prensa en el que lamentaba lo sucedido y reiteraba la buena relación entre ambos países. Alfonso XII no regresaría a España hasta el día 3 de octubre y, aunque algunos políticos, como el ministro de Estado, Antonio Aguilar, marqués de la Vega de Armijo, eran partidarios de romper relaciones con Francia, al final ambos gobiernos zanjaron la cuestión con unas disculpas mutuas. Sin embargo, el incidente con Francia y el levantamiento republicano de agosto debilitaron el gobierno de Sagasta, que se vio obligado a dimitir solo una semana más tarde, pasando a ocupar la presidencia José de Posada Herrera, de la Izquierda Dinástica.
A todo esto, el trato recibido en Francia por el rey levantó una ola de indignación y sentimiento antifrancés por toda España. Se sucedieron protestas y manifestaciones, e incluso la embajada francesa llegó a ser apedreada. Los disturbios acabaron por calmarse, pero en Líjar, un pequeño pueblo de Almería, en plena Sierra de los Filabres, habían ido un paso más allá y habían declarado la guerra a Francia.
Líjar (Almería) |
La declaración de guerra de Líjar a Francia |
Aparentemente, el gobierno de Líjar no tomó medida alguna después de la declaración, que quedó guardada en el archivo local, donde sería descubierta muchos años más tarde. Finalmente, después de un siglo de "guerra incruenta", el 30 de octubre de 1983 se celebraba en Líjar una ceremonia, a la que asistieron el entonces alcalde, Diego Sánchez Cortés; el cónsul general francés en Málaga, Charles Santi; el vicecónsul francés en Almería, René Bicer; y el director provincial de la Administración Territorial, Fernando Fernández Montero, para firmar de una vez por todas la paz entre Líjar y Francia.
Este es el texto íntegro de la declaración de guerra de Líjar a Francia:
Srs. Del Ayuntamiento Miguel García Saez. Juan Martínez. Daniel Molina. Nazario Saez. Juan Diaz. Raimundo Lopez. Francisco Martínez. Antonio Martínez. Andrés Martínez. Francisco García. En la villa de Líjar a catorce de octubre de mil ochocientos ochenta y tres, reunidos los Srs. Del Ayuntamiento que al final suscriben, en Sala Capitular y Sesión Ordinaria bajo la presencia del Sr. Alcalde D. Miguel García Saez. Abierta la sesión se dio lectura de la acta de la anterior y se aprobó por unanimidad. Se dio cuenta de cuantas ordenes se han recibido en la semana y se acordó su cumplimiento por quien corresponda. Por el Presidente se hizo saber al Ayuntamiento, que al pasar por la Ciudad de París, el Rey D. Alfonso de regreso de su viaje el día veinte y nueve de septiembre último, fue insultado, apedreado y cobardemente ofendido por turbas miserables, pertenecientes a la Nación Francesa.
Que el más insignificante Pueblo de la Sierra de los Filabres, debe de protestar en contra de semejante atentado, y hacer presente, recordar y publicar, que solamente una mujer vieja y achacosa, pero hija de España, degolló por si sola treinta franceses que se albergaron, cuando la invasión del año ocho en su casa. Que este ejemplo solo, es muy bastante para que sepan los habitantes del Territorio Frances, que el pueblo de Líjar, que se compone únicamente de trescientos vecinos y seiscientos hombres útiles, está dispuesto a declararle guerra a toda la Francia, computando por cada diez mil franceses un habitante de esta villa. Pues es necesario que sepa el Territorio Francés, que España ostenta en su escudo, la insignia de más valor que puede ostentar la primera nación del Mundo. Tiene en la nada menos que un León. Cuenta la Historia Española, un Sagunto, un San Marcial, Bailén, Zaragoza, Otumba, Lepanto y un Pavía, que ninguna Historia de las que se conocen hasta el día puede presentar ejemplos tan terribles.
Que un Carlos Primero de España, supo hacer prisionero a un Rey Francés, y cuando lo guardaba en Castilla, con cuantas consideraciones se albergan únicamente en pechos Españoles, supo el solo atravesar, la Francia aterrorizando con su figura el Mundo. Que también hubo un Felipe Segundo, que en su reinado supo abarcar de uno a otro confín de la Tierra y que ahora, cuando el Pueblo de España, no cuenta ni con un Gonzalo de Córdoba, ni con un D. Juan Chacón, ni con un Conde de Gabia, ni un Dureña Ponce, hay todavía vergüenza y valor para hacer desaparecer del mapa de los Continentes a la Cobarde Nación Francesa.
El Ayuntamiento tomando en consideración lo expuesto por el Alcalde, acuerda unánimemente declararle Guerra a la Nación Francesa, dirigiendo comunicado en forma debida directamente al Presidente de la República Francesa, anunciando previamente al Gobierno de España esta Resolución. No teniendo ninguna otra cosa que acordar, se levantó la Sesión, estampando la presente acta, que firman los Srs que sabían y los que no signan, de que yo el Secretario Certifico.
Panulirus argus |
Hace cosa de seis décadas tuvo lugar en pleno Atlántico uno de los incidentes diplomático-económicos más curiosos de tiempos recientes. Franceses y brasileños estuvieron en un tris de llegar al enfrentamiento armado a causa de un episodio que, en sus últimas causas, fue debido a una disparidad de criterios acerca del modo que emplean las langostas para desplazarse.
A principios de la década de 1960, un grupo de armadores franceses que hasta entonces habían pescado langostas en las costas mauritanas empezaron a buscar caladeros alternativos. Los franceses llevaban desde principios de siglo pescando langostas en aquellas aguas, obteniendo pingües beneficios, pero en los últimos tiempos las cosas habían empezado a cambiar. En la década de los 50 las poblaciones de langosta verde (Panulirus gracilis), que suponía la mayor parte de las capturas, empezaron a dar muestras de agotamiento, mientras que la otra especie presente en el caladero, la langosta rosada (Panulirus mauritanicus) vivía a mayor profundidad y por lo tanto era más complicada de capturar. Además, las importaciones de colas de langosta congeladas procedentes de Sudáfrica les estaban restando mercado. Y por encima, en noviembre de 1960 Mauritania había logrado su independencia de Francia, y las autoridades del recién nacido país se mostraban mucho más estrictas con los pesqueros de lo que lo habían sido las autoridades coloniales francesas. Así que, por precaución, empezaron la búsqueda de nuevas zonas de pesca. Y no tardaron en encontrarlas, justo al otro lado del Atlántico.
Allí, frente a las costas del estado de Pernambuco, había un caladero de langostas espinosas (Panulirus argus) de excepcional riqueza, localizado además a no mucha profundidad, lo que lo hacía fácilmente accesible. Aquel caladero llevaba tiempo siendo explotado por pescadores locales que utilizaban técnicas artesanales como el covo (similar a las nasas) y que luego vendían sus capturas a empresas norteamericanas o japonesas. Y cuando los franceses hicieron su aparición en sus costas, a los brasileños no les gustó nada. No solo porque iban a competir por los mismos recursos, sino por el temor a los daños que las redes de arrastre de los franceses (un arte de pesca prohibida en Brasil, que arrasa los fondos marinos) podían causar en el caladero. Los hechos no tardaron en darles la razón. Los primeros pesqueros franceses llegaron a aguas brasileñas en marzo de 1961, con un permiso temporal de 180 días concedido por la CODEPE (Companhia de Desenvolvimento da Pesca) para tres barcos para llevar a cabo "prospecciones" en la zona; permiso que fue revocado cuando se descubrió que en lugar de tres había cuatro barcos franceses que, lejos de explorar el caladero, se estaban dedicando a pescar tanta langosta como podían. En noviembre de ese año, se solicitó un nuevo permiso, que también les fue concedido, esta vez para seis barcos.
Las protestas de los pescadores brasileños (alentados por una de las compañías norteamericanas asentadas en la zona, que tampoco quería la competencia francesa) no tardaron en comenzar, acusando a los franceses de competencia desleal y exigiendo al gobierno brasileño que los expulsara de la zona. Ante el cariz que tomaba el asunto, el almirante Arnoldo Toscano envió a la zona a dos buques, la corbeta Ipiranga y el destructor Babitonga, cuyos capitanes exigieron a los barcos franceses que se retiraran a aguas más profundas, fuera de la zona de pesca exclusiva brasileña (12 millas) e incluso fuera de las 100 millas que marcaba el límite de sus aguas territoriales. Los pesqueros se negaron y reclamaron la presencia de barcos de guerra franceses para defenderlos. El 2 de enero de 1962 el Ipiranga abordó al pesquero francés Cassiopeia y lo condujo a puerto. Los apresamientos se suceden: el Babitonga aborda al Plomarc'h el 14 de junio y al Lonk-Ael el 10 de julio; en agosto, el Françoise-Christine y el Folgor son apresados por el Ipiranga. En todos los casos, los capitanes franceses son informados de que están de manera irregular en aguas brasileñas, y liberados a condición de que no regresen a la costa brasileña.
Corbeta Ipiranga |
Cada apresamiento es recibido con protestas y quejas oficiales por parte de las autoridades francesas, que reclaman el derecho que tienen sus barcos a pescar en la zona. Brasil justifica sus acciones alegando que las langostas, al desplazarse caminando por el fondo marino, no pueden ser calificadas de pesquería sino que son un recurso de la plataforma continental brasileña, que en ciertas zonas se extiende hasta 180 millas mar adentro. Los franceses responden que, dado que las langostas ocasionalmente se desplazan nadando, si que son equiparables a los peces y, como tales, pueden ser pescadas libremente. El embajador brasileño en Paris, Carlos Alves de Souza Filho, es llamado a consultas por el presidente de Francia, el general Charles de Gaulle. Tras la entrevista, Souza, insatisfecho con las acciones de su gobierno, diría a un periodista brasileño: O Brasil não é um país sério (Brasil no es un país serio); una frase que la prensa brasileña repetiría hasta la saciedad, pero atribuiyéndola erróneamente a de Gaulle, lo que aumentaría el resentimiento de los brasileños.
En 1963 se repiten los apresamientos. El Françoise-Christine (por segunda vez), el Banc-d'Arguin y el Gotte son retenidos por la marina brasileña. El presidente brasileño João Goulart accede a petición del embajador francés a permitir que los barcos franceses sigan pescando mientras se negocia un acuerdo amistoso; pero, ante el rechazo popular, Goulart se retracta y ordena a los franceses abandonar las aguas brasileñas.
João Belchior Marques Goulart (1919-1976) |
Es entonces cuando de Gaulle decide dar un golpe sobre la mesa llevando el conflicto a otro nivel. En febrero de 1963 una flotilla compuesta por un portaaviones (el Clemenceau), un crucero, tres destructores, cinco fragatas, una corbeta y un buque de aprovisionamiento, parte de la base mediterránea de Toulon hacia el Atlántico, haciendo escala en Dakar primero y en Abidjan más tarde. Ante el temor de que esta flotilla cruce el Atlántico y se dirija a las costas de Brasil (algo que el gobierno francés niega, argumentando que se trata simplemente de una misión de rutina en las costas africanas), la armada brasileña reúne en el puerto de Recife al portaaviones Minas Gerais y al crucero Almirante Barroso, así como varios aviones de patrulla, por si fuera necesario interceptar a los franceses. Pero se encuentra con la oposición de los Estados Unidos, que le prohíbe expresamente utilizar el material militar que le ha vendido contra Francia, aliada suya y miembro de la OTAN.
De improviso, uno de los componentes de la flotilla francesa, el destructor Tartu, abandona la formación y aparece por sorpresa a finales de febrero frente a las costas brasileñas. Buscando su protección, los pesqueros franceses se reúnen a su alrededor, mientras los aviones brasileños vigilan todos sus movimientos. Más tarde el Tartu es sustituido por la corbeta Paul Goffeny. Finalmente, para rebajar la tensión, el gobierno francés ordena a los seis pesqueros y al Paul Goffeny abandonar aguas brasileñas, apostando por una salida dialogada. El 10 de marzo todos los barcos franceses regresan a Francia. El destructor brasileño Paraná se despide del Paul Goffeny enviándole humorísticamente un mensaje de Boa viagem! (¡Buen viaje!).
A partir de entonces se empieza a hablar de como afrontar las negociaciones. Francia intenta recurrir a la Convención de Ginebra sobre Alta Mar, firmada en 1958; pero ni Francia ni Brasil la han firmado todavía, y ni siquiera había entrado en vigor (lo haría en junio de 1964). Se habla entonces de recurrir a Estados Unidos o la ONU como mediadores, o presentar el caso en el Tribunal Permanente de Arbitraje, con sede en La Haya. Finalmente, es la iniciativa brasileña la que resuelve el conflicto. El 1 de abril de 1964 un golpe de estado depone a Goulart dando lugar a una dictadura militar que perduraría hasta 1985. Los nuevos gobernantes extienden unilateralmente sus aguas territoriales hasta las 200 millas marítimas, reclamando la posesión de todos los recursos, pesqueros y no pesqueros, en ellas. Pero, para contentar a los franceses, acceden a concederle licencias de pesca a 26 de sus barcos, si bien por un periodo limitado de tiempo (nunca más de cinco años) y obligándoles a entregar parte de sus capturas a los pescadores locales para compensarlos. En octubre de 1964, el presidente de Gaulle visita Brasil durante una gira por varios países sudamericanos, recibiendo una calurosa acogida y mostrando su buena sintonía con los nuevos gobernantes y que la polémica de las langostas había quedado atrás. El acuerdo definitivo se firma el 10 de diciembre de ese año.
Aún quedaban, sin embargo, un par de flecos sueltos. Varios armadores franceses habían presentado una demanda ante el Tribunal Administrativo de Rennes, que no emitiría un veredicto hasta el 6 de julio de 1966 (más de dos años después de terminado el conflicto), admitiendo la versión francesa de que las langostas pueden asimilarse a los peces y no a los recursos naturales del fondo marino. El almirante Paulo Moreira, reputado oceanógrafo, que actuaba como consejero del comité diplomático brasileño, diría después que "si se acepta la teoría francesa de que una langosta es un pez porque a veces salta en el fondo del mar, según la misma lógica Francia debería aceptar que un canguro cuando salta es un ave". El mismo Tribunal también resolvió una demanda de dos de los armadores que reclamaban una indemnización del estado francés por las pérdidas económicas de la campaña de 1963, alegando que el gobierno francés no los había autorizado explícitamente a faenar en la zona en disputa.
Para evitar más incidentes de este tipo, en 1973 la Asamblea General de las Naciones Unidas convoca la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, cuyo trabajo dio lugar a la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, un tratado que regula aspectos como las aguas territoriales, las Zonas Económicas Exclusivas o los derechos sobre la plataforma continental de cada país. Fue aprobada el 30 de abril de 1982 y entró en vigor el 16 de noviembre de 1994. En la actualidad ha sido firmada por 167 países (aunque no por países como Estados Unidos, Israel o Venezuela).