Escudo del municipio de Líjar (Almería) |
Corría el mes de septiembre del año 1883 cuando el rey de España Alfonso XII partió en un viaje oficial para visitar varios países europeos. A pesar de la turbulenta situación política en España (que incluía disturbios provocados por movimientos anarquistas, desórdenes públicos en ciudades como Barcelona y Burgos e incluso una fallida sublevación republicana en agosto) el gobierno, presidido por el liberal Práxedes Mateo Sagasta, dio su visto bueno al viaje.
Alfonso XII visitó primero el Imperio Austro-Húngaro, donde fue recibido por el emperador Francisco José I, y luego el Imperio Alemán donde, además de firmar un tratado comercial y tratar de estrechar lazos con su gobierno (en un momento en el que las relaciones españolas con Francia y el Reino Unido distaban de ser cordiales), asistió junto a otros soberanos y príncipes europeos a unas maniobras del ejército alemán, invitado por el káiser Guillermo I. Además, el káiser nombró al rey español coronel honorario del 15º Regimiento de Ulanos, un nombramiento que Alfonso aceptó de muy buen grado. Lo cierto es que el rey español nunca había escondido su carácter germanófilo; no solo había estudiado en la Academia Teresiana de Viena (el célebre Collegium Theresianum) sino que estaba casado con una princesa austríaca de origen alemán, María Cristina de Habsburgo-Lorena. El rey Alfonso quiso también, pese a que algunos de sus ayudantes le advirtieron en contra, seguir el desarrollo de las maniobras vestido con el uniforme de coronel alemán, lo cual era en cierta medida inconveniente para la diplomacia española. Apenas una década antes, el ejército alemán había derrotado contundentemente a los franceses en la Guerra Franco-prusiana, lo que había supuesto no solo la caída del emperador Napoleón III, sino la pérdida de las regiones de Alsacia y Lorena, anexionadas por los alemanes. Y precisamente en Estrasburgo, capital de la Alsacia, estaba destinado el 15º Regimiento de Ulanos, cuyo uniforme lucía orgullosamente Alfonso. Huelga decir que la actitud del rey español causó malestar en Francia, cuya prensa se hizo amplio eco de sus acciones.
Alfonso Francisco de Asís Fernando Pío Juan María de la Concepción Gregorio Pelayo de Borbón y Borbón, Alfonso XII (1857-1885), con el uniforme de coronel de los ulanos |
Pero la imprudencia de Alfonso aún llegaría más lejos. Tras cinco días de maniobras, el 25 de septiembre de 1883 el káiser ofreció a sus invitados un suntuoso banquete en el castillo de Bad Homburg, durante el cual Alfonso XII pronunció un entusiasta brindis en el que no solo alababa al imperio alemán y a su ejército, sino que ofrecía el apoyo de España en una futura guerra. Algo que sobrepasaba sus atribuciones; según la Constitución de 1876, el rey no podía tomar una decisión así sin la aprobación del gobierno. Pero aún fue más lejos; en una conversación privada con el káiser, le ofreció, en caso de un nuevo conflicto con Francia, desplegar el ejército español en los Pirineos para disuadir a los franceses de atacar a Alemania, aunque esto no se sabría hasta más tarde. Aún así, sus inoportunas declaraciones estuvieron a punto de causar un incidente diplomático y el mismo canciller alemán Otto von Bismarck tuvo que matizar las palabras del rey para evitarlo.
Tras abandonar Alemania, Alfonso XII viajó a Bélgica, siendo recibido en Bruselas por el rey Leopoldo II. Y a continuación se dirigió a la última parada de su viaje: Francia, donde todavía escocían sus palabras y el pueblo parisino, azuzado por la prensa, le preparaba un recibimiento hostil. El tren que llevaba a Alfonso XII llegó el 29 de septiembre a la Estación del Norte de París, donde le esperaba para recibirlo una comisión oficial encabezada por el presidente de la República, Jules Grévy. Y el bendito rey Alfonso no tuvo mejor ocurrencia que bajarse del tren... vestido con su uniforme de oficial alemán. Al pasmo inicial de la comisión de recibimiento le siguió de inmediato un estallido de furia de los centenares de curiosos que se habían congregado para ver llegar al rey español, que prorrumpieron en silbidos y gritos de "¡Abajo el ulano!" y "¡Viva la República!". Alfonso tuvo que abandonar precipitadamente la estación, pero los insultos y abucheos por parte de los parisinos lo acompañaron a él y a su séquito todo el camino hasta la embajada española, donde se alojaría, e incluso el carruaje en el que viajaba, acompañado del presidente del Consejo de Ministros Jules Ferry, recibió el impacto de varios objetos.
François Judith Paul Grévy, "Jules Grévy" (1807-1891) |
La situación era tan tensa que Alfonso XII consideró seriamente la posibilidad de suspender su visita y regresar de inmediato a España. Lo impidió el presidente Grévy, que acudió a la embajada española para presentar una disculpa oficial por los incidentes y convencer al rey para que asistiese al banquete oficial que se iba a celebrar en su honor en el Palacio del Elíseo. También hizo público un comunicado de prensa en el que lamentaba lo sucedido y reiteraba la buena relación entre ambos países. Alfonso XII no regresaría a España hasta el día 3 de octubre y, aunque algunos políticos, como el ministro de Estado, Antonio Aguilar, marqués de la Vega de Armijo, eran partidarios de romper relaciones con Francia, al final ambos gobiernos zanjaron la cuestión con unas disculpas mutuas. Sin embargo, el incidente con Francia y el levantamiento republicano de agosto debilitaron el gobierno de Sagasta, que se vio obligado a dimitir solo una semana más tarde, pasando a ocupar la presidencia José de Posada Herrera, de la Izquierda Dinástica.
A todo esto, el trato recibido en Francia por el rey levantó una ola de indignación y sentimiento antifrancés por toda España. Se sucedieron protestas y manifestaciones, e incluso la embajada francesa llegó a ser apedreada. Los disturbios acabaron por calmarse, pero en Líjar, un pequeño pueblo de Almería, en plena Sierra de los Filabres, habían ido un paso más allá y habían declarado la guerra a Francia.
Líjar (Almería) |
La declaración de guerra de Líjar a Francia |
Aparentemente, el gobierno de Líjar no tomó medida alguna después de la declaración, que quedó guardada en el archivo local, donde sería descubierta muchos años más tarde. Finalmente, después de un siglo de "guerra incruenta", el 30 de octubre de 1983 se celebraba en Líjar una ceremonia, a la que asistieron el entonces alcalde, Diego Sánchez Cortés; el cónsul general francés en Málaga, Charles Santi; el vicecónsul francés en Almería, René Bicer; y el director provincial de la Administración Territorial, Fernando Fernández Montero, para firmar de una vez por todas la paz entre Líjar y Francia.
Este es el texto íntegro de la declaración de guerra de Líjar a Francia:
Srs. Del Ayuntamiento Miguel García Saez. Juan Martínez. Daniel Molina. Nazario Saez. Juan Diaz. Raimundo Lopez. Francisco Martínez. Antonio Martínez. Andrés Martínez. Francisco García. En la villa de Líjar a catorce de octubre de mil ochocientos ochenta y tres, reunidos los Srs. Del Ayuntamiento que al final suscriben, en Sala Capitular y Sesión Ordinaria bajo la presencia del Sr. Alcalde D. Miguel García Saez. Abierta la sesión se dio lectura de la acta de la anterior y se aprobó por unanimidad. Se dio cuenta de cuantas ordenes se han recibido en la semana y se acordó su cumplimiento por quien corresponda. Por el Presidente se hizo saber al Ayuntamiento, que al pasar por la Ciudad de París, el Rey D. Alfonso de regreso de su viaje el día veinte y nueve de septiembre último, fue insultado, apedreado y cobardemente ofendido por turbas miserables, pertenecientes a la Nación Francesa.
Que el más insignificante Pueblo de la Sierra de los Filabres, debe de protestar en contra de semejante atentado, y hacer presente, recordar y publicar, que solamente una mujer vieja y achacosa, pero hija de España, degolló por si sola treinta franceses que se albergaron, cuando la invasión del año ocho en su casa. Que este ejemplo solo, es muy bastante para que sepan los habitantes del Territorio Frances, que el pueblo de Líjar, que se compone únicamente de trescientos vecinos y seiscientos hombres útiles, está dispuesto a declararle guerra a toda la Francia, computando por cada diez mil franceses un habitante de esta villa. Pues es necesario que sepa el Territorio Francés, que España ostenta en su escudo, la insignia de más valor que puede ostentar la primera nación del Mundo. Tiene en la nada menos que un León. Cuenta la Historia Española, un Sagunto, un San Marcial, Bailén, Zaragoza, Otumba, Lepanto y un Pavía, que ninguna Historia de las que se conocen hasta el día puede presentar ejemplos tan terribles.
Que un Carlos Primero de España, supo hacer prisionero a un Rey Francés, y cuando lo guardaba en Castilla, con cuantas consideraciones se albergan únicamente en pechos Españoles, supo el solo atravesar, la Francia aterrorizando con su figura el Mundo. Que también hubo un Felipe Segundo, que en su reinado supo abarcar de uno a otro confín de la Tierra y que ahora, cuando el Pueblo de España, no cuenta ni con un Gonzalo de Córdoba, ni con un D. Juan Chacón, ni con un Conde de Gabia, ni un Dureña Ponce, hay todavía vergüenza y valor para hacer desaparecer del mapa de los Continentes a la Cobarde Nación Francesa.
El Ayuntamiento tomando en consideración lo expuesto por el Alcalde, acuerda unánimemente declararle Guerra a la Nación Francesa, dirigiendo comunicado en forma debida directamente al Presidente de la República Francesa, anunciando previamente al Gobierno de España esta Resolución. No teniendo ninguna otra cosa que acordar, se levantó la Sesión, estampando la presente acta, que firman los Srs que sabían y los que no signan, de que yo el Secretario Certifico.
Interesante historia como Siempre Iakob. Feliz año
ResponderEliminarFeliz Año Nuevo, Jorge.
EliminarSaludos.