Jean Van de Velde nació en 1966 en la ciudad francesa de Mont-de-Marsan, en el seno de una acomodada familia de origen belga. Descubrió el golf durante unas vacaciones de verano y quedó tan fascinado que. años más tarde y pese a la oposición paterna, decidió hacerse profesional. Y así, tras varios triunfos como amateur, en 1987 se pasó al profesionalismo. Debutaría en el circuito europeo en 1989 y conseguiría su primer título en 1993, al vencer en el Masters de Roma. No tuvo una carrera espectacular; nunca ganó un major ni alcanzó puestos de privilegio en el ranking mundial, pero pasaría a la historia de este deporte por protagonizar una de las derrotas más increíbles que se recuerdan, la que tuvo lugar en el último hoyo del Open Británico de 1999.
El Open Británico de 1999 se celebró en el campo escocés de Carnoustie, uno de los mas antiguos del Reino Unido. A él Van de Velde llegaba sin contar entre los favoritos; figuraba en el puesto 152º del ranking mundial y apenas tenía experiencia en majors, habiendo superado el corte en el Open solo en un par de ocasiones anteriores. Sus resultados en la primera ronda fueron discretos: 75 golpes, cuatro sobre par, lejos de los puestos de cabeza. No obstante, una excelente segunda ronda con 68 golpes, tres bajo par, le permitió ascender al liderato con un golpe menos que el argentino Ángel Cabrera y dos menos que el sueco Jesper Parnevik. Y otra buena tarjeta en la tercera ronda (70) le permitió terminar el tercer día del campeonato como líder destacado, con cinco golpes de ventaja sobre el norteamericano Justin Leonard y el australiano Craig Parry.
La cuarta y definitiva ronda, celebrada el 18 de julio, tuvo sus altibajos, pero Van de Velde mantuvo el tipo y llegó al último hoyo, el definitivo, con una ventaja de tres golpes sobre Leonard y el escocés Paul Lawrie, que había protagonizado una espectacular remontada tras empezar el día a diez golpes del francés. Ese hoyo 18, llamado Home, era un par 4 en apariencia no demasiado difícil. Van de Velde había logrado sendos birdies (uno bajo par) en dos de las rondas previas. Y dada la clasificación, le bastaba con resolverlo en seis golpes (doble bogey, dos sobre par) para proclamarse campeón. Muchos lo daban como campeón seguro, tan sencillo veían este último hoyo.
Pero sucedió lo impensable, algo de lo que se seguiría hablando hasta el día de hoy. Para sorpresa de muchos, Van de Velde comenzó el recorrido con un driver, un palo para distancias largas, en lugar de ser más conservador y empezar con un hierro para acercarse al green, como los días anteriores. El primer golpe salió muy desviado, lejos del green. Aún así, tenía margen suficiente como para rectificar, pero su segundo golpe volvió a desconcertar a expertos y aficionados: en lugar de quedarse en la calle, utilizó un hierro 2 para tratar de llegar directamente al green. Y de nuevo, el golpe salió desviado hacia las gradas, rebotó en una barandilla y en un muro de piedra, para acabar en una zona de hierba alta.
Incluso en ese momento Van de Velde tenía una opción clara para hacerse con la victoria. Le bastaba con volver a la calle, alcanzar el green con el cuarto golpe, y luego habría dispuesto de dos putts para embocar la bola. Pero una vez más Van de Velde optó por la decisión menos apropiada: volver a intentar llegar al green en un solo golpe. El golpe volvió a ser desastroso y la pelota acabó en un arroyo cercano, el Barry Burn.
Con la pelota en el agua, Van de Velde protagonizó una de las imágenes icónicas de aquel desastroso hoyo. Y es que, para sorpresa de todos, el golfista francés se quitó zapatos y calcetines, se remangó los pantalones y se metió en el arroyo, donde permaneció un buen rato tratando de calcular las posibilidades de golpear la bola desde el agua. Y cuando muchos temían que de verdad fuera a intentar algo que parecía una auténtica locura, se dio por vencido y sacó la pelota del agua, aceptando un drop (una penalización de un golpe) por ello. Aún le quedaban dos golpes para ganar; tenía que intentar colocarla en el green y luego buscar un putt afortunado para acabar con +6. Pero definitivamente no era su día. El quinto golpe se quedó corto y acabó en la arena, en un bunker. Necesitó otro golpe más para sacar la bola de allí, y otro con el putt para embocar definitivamente. + 7. Triple bogey (tres sobre par). Van de Velde empataba con Lawrie y Leonard obligando así a una ronda de desempate de la que saldría el ganador definitivo. Finalmente, el triunfo se lo llevaría Lawrie (fue el único major que ganó en su carrera) y Van de Velde quedó segundo. Se consumaba así una de las más inauditas debacles de la historia del deporte.
Paul Lawrie levanta el trofeo de campeón del Open Británico |
Van de Velde continuó con su carrera. Participó en la Ryder Cup de aquel año de 1999 (perdió su único partido individual contra el norteamericano Davis Love III) y no volvería a ganar otro torneo hasta 2006, en el que triunfó en el Open de Madeira, antes de que una serie de lesiones le obligaran a retirarse del circuito. En la actualidad, participa en el circuito europeo Senior, a la vez que ejerce como comentarista para algunos medios y fue nombrado embajador de UNICEF en 2012.
Tiempo después de aquel Open, Van de Velde regresó al campo de Carnoustie de la mano de uno de sus patrocinadores, el fabricante de palos Never Compromise, para rodar un anuncio. Allí tuvo la ocasión de volver a jugar aquel hoyo maldito. En esta ocasión lo logró en tres golpes.